Notas de campo de un antropólogo

Luis María Gatti, "el Mumo", escribió esta carta durante su trabajo de campo en la costa de Veracruz. Su contenido transmite de manera ejemplar lo que puede hacer y ser un antropólogo. El destinatario era Guillermo Bonfil, en ese tiempo director del CIS-INAH, pero Mumo mandó fotocopias a algunos amigos y Oscar del Barco, su "Maestro", la publicó en el n° 6 de la revista Crítica de la Universidad Autónoma de Puebla. Ahora uno de sus ex-estudiantes – que también conserva con aprecio una copia – tiene la oportunidad de hacerle un reconocimiento al reeditar por este medio el documento.
Mumo nació en Córdoba, Argentina, en 1942 y falleció en Jalapa el 26 de enero de 1990.

Oscar González - CEA - El Colegio de Michoacán


Notas y cuestiones aldeanas

Mumo Gatti

o: "informe al jefe sobre las cosas que me pasan"
o:"alegrías y penas del trabajo de campo"


Querido maestro:

Lo siento por ti, no tengo más remedio que soltarte un montón de cuestiones que no tengo con quién conversar y que sólo tienen una mínima salida en ocasionales corresponsales, en fugaces presencias de amigos y colegas.

Quiero contarte adelantos de mis proyectos aquí, y me gustaría hacerlo explicándote qué hago, qué pienso y cómo lo hago. Descubro entonces que tal cosa es imposible, teóricamente inadmisible. De poderse hacer, mi carta se titularía "datos" etcétera ... y creo que por aquí anda la diferencia entre 'dato' para un sociólogo y 'notas' para un antropólogo. Para el sociólogo el dato es una cosa, exterior, ajena, un material que él maneja impunemente porque tiene tanta fe en él como para creerlo "objetivo", mostrando sin querer su profunda inconsciencia acerca de las maneras en que su propia persona aparece en el dato. Las notas de campo son otra cosa. Deberían ser la forma privilegiada de mostrar, de mostrarse en un proceso de aprendizaje que supone poder exteriorizar (es claro), pero sólo después de un largo parto de interiorización, un camino que implica disolverse en la gente, despojarse hasta donde uno sea capaz, hasta sangrar, de las cargas aprisionantes del yo. La nota de campo, de esta manera, admite lecturas traducibles porque son más determinadas, juegan en acto miles de determinaciones que la enriquecen, que la vuelven entendible más que explicable ... comprehendida (Weber), i. e. aprehendida por el intelecto e incorporada por el sentido: en resumen, hecho social realmente total como quería el maestro y sus discípulos.

Como ves (como lees), estoy preocupado por la metodología. No creo que en forma abstracta sino derivada de las intermediaciones entre yo y los otros: ¿cómo es que me entienden? ¿cómo puede ser que los entienda? ¿qué relación hace posible este milagro? Tengo miles de notas, papelitos, apuntes sobre todas estas cosas y me obsesionan. Pero también sirven para aclararme que, a veces, las "notas y cuestiones" de campo deben estar escritas en forma de carta: la correspondencia privada es una manera de exigir del otro una complicidad que obvia la necesidad de "sistematizar" como los sociólogos (objeto, método, realidad !!) y permite "mezclar" estas cosas para darle al otro la libertad de pensarlas sintiéndolas. Al anular la tecnología del saber (Foucault) como tal tecnología, se esquivan sus efectos de poder. Obvia esta sistematización porque supone un interlocutor legítimo, que siento recíproco.

Trataré, entonces, de contarte qué hago, qué pienso, cómo lo hago, pero el orden de la historia no implica jerarquía de ninguna clase (consciente, se entiende); es más bien una mera necesidad de "pensar en voz alta" (como dice un amigo), de "echar luz sobre el asunto" (como dice un conocido). Necesito hacerlo para ordenar de alguna manera estas cosas, pues tengo "notas" en otras correspondencias, correspondencias en otras notas, notas públicas, notas privadas (cuyo leit motif sigue puntualmente el diario de Malinowski: uno no puede hacer el amor con todas las mujeres!!), notas organizacionales, notas para el futuro...

¿Qué hago?, soy ayudante de Don Apolonio, básicamente eso. Don Apolonio es un salvaje, un individuo que se comporta con la naturaleza, con el mar, como con "su naturaleza inorgánica", como con sus condiciones naturales de existencia. Marx debe haber conocido un Don A. cuando escribía y pensaba en germánicos. El mar es suyo, tiene su lancha con motor, comprada a fuerza de proletarizarse en Pemex, en ranchos, y a fuerza de vender sus gallinas y puercos para largarse al mar. Vive a 14 km de Aldea, casi en la punta de Bocana de Río, vive prácticamente en el mar, sobre un pedazo de tierra que el dueño del rancho le "permite" usar (sin cobrarle ... más la vigilancia para que nadie robe cocos o las pocas vacas que hay). "Fíjese ... el señor (!) de todo esto es don Carlos Prieto, tiene feria de la que quiera ... si es el que firma los billetes!". Pesca con su hija mayor y un ayudante ... mi fuerza de trabajo casi gratuita para él es bienvenida: puede poner otro a remendar redes mientras yo aprendo el oficio. Salimos al Golfo, ponemos redes y tiramos líneas cazoneras; recogemos redes y recuperamos líneas (los términos son textuales: a veces me aburro de poner comillas: poner, recoger, recuperar, tirar ... son importantes pero tú entiendes y me perdonas estas flaquezas académicas). Me enredo en las redes, me asustan los cazones grandes, me impresiona el grito agónico de los roncos ... Don A. se ríe, goza con mi torpeza y dedica horas a enseñarme, a explicarme cómo se hace, a contarme la influencia de los vientos sobre el carácter de las personas, sobre los males de los nervios, sobre los tipos de gente que hay en el mundo, sobre sus sueños y deseos y miedos. Y no deja un minuto de interrogarme sobre las mismas cosas, de cuestionar mis certezas, de definir cómo él me está viendo ... y esto en medio de una solidaridad que se palpa, que siento entera y viva. Don A. me visita en casa con la familia, me habla de la corrupción en el Departamento de Pesca, de los servicios de salud de que dispone, de la tienda de raya que lo sujeta; Don A. define su actividad como matar: "hoy matamos muchos", "en mayo se mata mucho huachinango", etcétera. Y tiene una frase sensacional como ideología de pescador, de depredador que es dueño de la naturaleza ... pero expropiado de sus relaciones sociales: "cuanto más matamos, más nos mata Don Nacho". Es la versión salvaje, la interpretación primitiva de la ley de la oferta y la demanda. La manera en que la entiende Don A. es reveladora de este apropiarse de la naturaleza como entidad autónoma, absolutamente libre, más libre que nadie en su poder ... pero en las relaciones de desigualdad dominantes es alienado, alienan el producto de su trabajo. ¡Y tiene una voluntad de libertad! Maestro, ¡es algo que hay que ver! Converso con él, con su mujer, con los niños. ayudo a hacer la tarea, les regalo lápices porque tienen unas ganas de dibujar que borran mis escrúpulos de misionero renegado y que siento que me obligan. Me "paga" en especie, cada día que voy me regala varias sierras o petos o cualquier otro pescados "de los buenos", de los que él guarda para el consumo de la familia, a veces los únicos que pesca. Le pagan 9 pesos el kilo de cazón, 20 la sierra, 35 el huachinango ... y un montón de precios igualmente absurdos que debería confrontar con mi libreta y no vale la pena ahora (en México, hoy 16/2/80: sierra $ 68, huachinango $ 90: cfr. El Día, suplemento "Metrópoli", p. 2). Lo explotan, lo exprimen, lo dominan y discriminan ... y sin embargo él es libre en la autonomía doméstica que "eligió", en su relación con la naturaleza, con la sociedad que le es hostil y de la que desconfía por principio, y con razón. No puedo verlo todos los dias, ni siquiera dos los que quisiera. Los "nortes" no me han dado sosiego desde que llegué. Hay esporádicos días de sol (bellísimos!) en medio del gris dominante, lluvioso, frio-cálido del trópico. No siempre se puede salir, ni siquiera "a ojo de la costa", las olas se encabritan, golpean, se comen toda la playa ... y me hacen imposible llegar a pie o en bicicleta.

Hace una semana que estoy sin auto. Devolví la Combi y estoy atado a mis piernas. A veces consigo una bicicleta prestada por un vecino, pero no siempre. Mientras tanto, anudo mejor mis relaciones con los pescadores "proletarizados" o "cooperativizados" (una ficción total: puro slogan político, o con los "independientes" del río. El medio brinda una cantidad de posibilidades enormes, se pueden hacer miles de cosas, desempeñar innúmeras actividades, pescar en río, en mar, en estero, "proletarizarse" en lo que sea (literalmente), jaibear – femenino e infantil para los pescadores "profesionales", no para el "común" de los habitantes de Aldea, ya que jaibear es también ocupación familiar de "día de ocio" –, atarrayear – masculino en esencia (ya sé jaibear y no me enredo en la atarraya aunque nunca podré manejarla ¡por zurdo!: mi status de extranjero me permite hacer hasta de "idiota del pueblo"). Tengo amigos fotógrafos de playa, mozos de hotel, meseros de cantina, lumpens de distinto pelaje, gigolós ocasionales de gringas...

¡Y un status! Conseguí no definirme, no presentarme, no mostrarme. Fui dejando (desde mis primeras "prospecciones", allá por el 78) que la gente me definiera, me clasificara, me ubicara. Y conseguí desligarme totalmente del papel de personero del estado (inevitable en todo intelectual burocratizado). Mis primeras relaciones me definieron como "escritor", es decir, yo no era un periodista, no era un trabajador social, no era funcionario del estado (la extranjeridad en esto funciona automáticamente); ergo: dado mi interés manifiesto en los pescadores, en el pueblo, en la gente, sólo podía ser un escritor que se quería venir a vivir a Aldea porque se veía que le gustaba el pueblo: (hay antecedentes con los que me comparan: algunos pintores nómadas, un general retirado gringo ... gente que vive de la superestructura, digamos; pero como vecino soy más estable que ellos y, además, no soy "rico"). Entonces me siento bien, siento que me dejan ser, que me aceptan como soy, que les gusta como soy. No es pedantería, maestro, me doy cuenta que me entiendo con el pueblo, con la aldea, con sus pescadores, sus innumerables mujeres solas, sus más incontables niños de efímeros padres. Hay un montón de cuestiones de todo esto, hay cuestiones de todo tipo y me preocupa más de lo que puedo afrontar ahora, me asusta a veces (casi siempre) esta ruptura con la "objetividad", con el "distanciamiento" ... pero he comprendido (a partir de una frase de Merleau-Ponty) y asumido (a partir de mi fragmentado yo desarraigado), que estas coartadas no sirven más que a posteriori de la subjetividad, de la proximidad comprometida desde las entrañas.

Y todavía no puedo llegar a los pescadores totonacas de Barra de Estero. Los nortes han abierto la barra en Bocana de Río y no se puede ir por la playa (28 km). Sin auto es imposible: habría que ir hasta Pueblo Medio (11 km) y desde allí 15 km de brecha. Pero no me preocupa en absoluto. Más: creo que todavía no debo ir. Primero debo aprender con Don Apolonio a pescar, a entender el mar, el río, el estero. No podría llegar a los totonacas como un absoluto extraño. Me gusta más la idea de llegar como un pescador, es decir, como un tipo que sabe un oficio, que se puede entender con ellos a partir de la práctica concreta, del conjunto de prácticas económicas (i.e.: sociales) que derivan de la pesca. Quiero entenderme con los totonacas partiendo de las necesidades y las luchas cotidianas por comer. Tengo tiempo, puedo hacerlo, me gusta la idea de seguir con mi gramática totonaca, de ver si finalmente consigo que José mi amigo "desindianizado", logre que un tío me enseñe rudimentos de lengua, de "cosmovisión" de la vida totonaca. ¿Que qué más hago? Miles de cosas. Atiendo amigos, trabajo con una ayudante amiga que comparto con AF. (trabajo de campo de la UNAM), escribo miles de cosas y notas, releo las Formen, el Ulises de Joyce, novelas de ciencia ficción (va una muestra crítica junto con ésta), aprendo a cocinar con mis vecinas comparando artes culinarias locales con las argentinas y regiomontanas, mezclo chiles con epazotes, vainilla y peces y mariscos varios, colecciono conchas de ostiones coloridas, trilobites ... hago largos paseos por la playa. Con el pretexto (legítimo) de contar los barcos y sus movimientos camino por la playa, cara al sol y al salitre y al frío y al gris del norte y a la claridad deslumbrante de los días de sol, de frente a esa bruma que los brasileros llaman maresía y que aquí no tiene nombre ... camino y pienso porque siento, a veces, que la cabeza no me alcanza y preciso explayar (en la playa!) mis ideas ... "ventilar las broncas" se diría en porteño bonaerense (a propósito: una de mis contradicciones para asumir la identidad "aldeana" es que ellos se autodenominan porteños, lo que choca visceralmente con mi odio a los bonaerenses de Buenos Aires puerto: ¡ni modo!).

Mi maestro 0. del B. sostiene que estoy loco y que con el pretexto de la antropología en realidad estoy buscando quién me pague el aprendizaje de ser pescador veracruzano para poder renegar de todo. Y también sabe, incluso mejor que yo, que no tendré éxito, que uno carga ya demasiadas cosas como para entrar puro y liviano de equipaje en otra sociedad, en un modo otro, en una identidad asumida por sentida: ¡también ni modo! Pero hay un desafío amable, un convite que te hacen para que aprendas cómo sienten ellos (Don A., varios amigos/as locales), cuánto de legítimo y bello y serio hay en su manera. Es un desafío porque tienta, porque me tienta, porque me gusta, me moviliza desde adentro ... me recuerda la infinita riqueza de los trabajos de Nimuendajú ... y en lo que deben ser los "Grundrisse" que borroneó Lévi-Strauss para usar en la redacción de Tristes Trópicos. Creo que, en realidad, lo que más me preocupa es entender por qué Nimuendajú se quedó con sus indios y Lévi-Strauss no, cuáles fueron los mecanismos que hicieron posible cada elección.

Además hago mi casa. Insisto, la estoy haciendo. Tengo un trato de renta provisoria hasta que yo pueda construir, en la misma casa, un estudio grande. Tengo naranjos, papayas, mangos, aguacates y guayabas, tierra, césped, crotos, platanillos rojos y naranjas, azahares ahora, galerías que admiten varias hamacas ... y una simplicidad increíble: muchas aberturas, poca intimidad (la intimidad es uno de los traumas más occidentales que tenemos), agua en horas fijas ... y me he despojado de estupideces acrílicas: sólo madera en mesas, sillas y catres matrimoniales; cerámica para la cocina, sartenes grandes, cestos de verduras, frutas, chiles, petates, rebozos, algún poster y nada más. Se vive bien así, se sienten menos cargas, más disponibilidad para lo que pueda venir...

Escucho música mientras escribo, leo, sudo recortando periódicos, planeo cosas ... Me gustaría tener mi equipo estéreo, pero me arreglo con una grabadora (buena) y unos pocos cassettes: Beethoven, Pink Floyd, excelente jazz, alguna quena del altiplano que ya me recuerda a Jaime, y lo que se ponga a tiro de oreja.

También mantengo toda la selva de relaciones cotidianas con la aldea y su metrópoli intermediaria: Pueblo Medio (tengo una deuda: Pueblo Medio y sus piamonteses: ¡parece la "pampa gringa" de Argentina! ¡Y me faltan las colonias francesas!). Los niños de la colonia popular de Aldea (no somos más de tres mil ... ¡y hay una colonia popular!), los que vienen de "La Cangrejera" a venderle a su amigo, "el señor de la Hidalga" (la calle Hidalgo), los chiles rellenos a dos pesos, los tamales (exquisitos) a tres, las empanadas de pescado a peso, las cocadas a peso y tostón ... me pueden ocupar varias horas de conversación; mientras comemos, me cuentan de su escuela, me preguntan de mi vida (¡qué preguntas; por ejemplo: quién soy), mientras hablan entre ellos de sus familias y expresan sus opiniones sobre la música que hay en casa, sobre por qué el petate está puesto en el piso si no hay nadie durmiendo, quién duerme en cada lugar, por qué pegamos papeles en un rebozo colgado en la pared ... ¿te das cuenta todo lo que se aprende así, con los niños?

También vienen vendedores de frutas, a veces los mismos niños que han limpiado mi patio a cambio de recoger la fruta que quisieran; afiladores de cuchillos, limpiadores de máquinas de escribir y dactilógrafos a domicilio (créase o no: juro que es cierto ... y que no me animo a utilizar sus servicios a pesar de que serían más baratos que la xerox!). Doña Cande (Candelaria) me hace el aseo y me lava la ropa. Tenemos una relación fantástica. Me cuida en tanto hombre solo que debe ser cuidado, me cose los botones, me cuenta de sus hijas y sus nietos, de los "señores" de sus hijas que vaya a saber por dónde andarán, que nunca vienen y entonces las muchachas andan enfermas de los nervios y siempre con cosas ... el sexo vive aquí de una manera preocupante para las madres cuyas hijas han salido "rabo verde" (tengo dos vecinas así, apenas ex-lolitas...). Doña Cande es viuda de pescador, me presenta amigos de su marido, me indica los precios, los colores del pescado, cómo limpiarlo, de qué manera cocinarlo. Hoy estoy engripado y ya ha venido tres veces: a las 10 "porque lo vi trabajando en la máquina y me dije, pobre, con su gripa, mejor le llevo un huatapito", y me trajo una cazuela de huatape de jaiba con dos enormes bichos, "para ver si almuerza y se mejora". Vino hace un rato a avisar que iba a Pueblo Medio y "que si no quiere que le traiga los periódicos" (El Día y La Opinión de Poza Rica) y a decirme que "si no quiere que más nadie le traiga la cena". Cuando tuve la Combi le traje su lavadora desde Pueblo Medio y ayudé a instalarla en las partes no inundadas de su casa, la asesoro para pagar el impuesto predial (¿viste la evasión fiscal de las transnacionales? Doña Cande está sin un centavo porque gastó todo lo posible, se endeudó conmigo, para pagar el impuesto predial. Hay veces que estas injusticias, literalmente, me chingan la vida; estos hijos de puta roban millones que, de a cientos, pagan los pobres).

Supongo que estas resumidas impresiones son más o menos suficientes. Creo que bastan para darte una idea de lo que me gustaría que vieras. Y es un trabajo peligroso: a cada rato encuentro espejos que devuelven mi propia imagen: en la mirada y la sonrisa de un niño, en el porte de un pescador, en el enigma de los ojos de un totonaca ... en cada lado hay espejos que muestran, que me muestran a mi cuando los miro como antropólogo, cuando veo con una mirada que aprendí hace mucho tiempo (más de lo que suponía), pero que recién ahora puedo ejercer plenamente. Es difícil también porque detrás de cada recodo de la reflexión descubro agazapada a la metafísica; detrás de cada columna, de cada pilar de la realidad se esconde el romanticismo (puaj). Es difícil acostumbrarse a ser denostado como "fenomenólogo-positivista" cuando uno está convencido de que esto es marxismo, de que esta manera de mirar lo otro es la mejor manera de verse uno. Cuando uno está convencido de que es mucho más rico el "antropo-análisis" presente en Tristes Trópicos o en Un Rico Caníbal que el propio "psico-análisis" de cualquiera de los casos de Freud ... porque la primera alternativa supone aceptarse como una, y sólo una, posibilidad más en el infinito juego de la vida social: se destruye así la idea de "norma", cosa que en el psicoanálisis es constituyente.

¿Qué soy? No sabes cuánto agradezco (en abstracto, al destino), esta historia de que se me pague por escribir. De que se me ofrezca esta oportunidad de hacer lo que más me gusta, lo que más siento que quiero hacer. Y, sin embargo, cuando me encuentro a fondo con Don Apolonio ... me siento culpable, siento que en realidad soy yo quien debería pagar por escribir, que hay una inmoralidad de base en esta historia de ser "fracción dominada de la clase dominante" (Bourdieu), en esto de ser un puro accidente, un episodio, de la realización de la plusvalía, en esto de ser un "trabajador intelectual" ... ¿Podré vivir de mis manos sin dejar de escribir? ¿Acaso hay que dejar de escribir por vivir de tus manos? ¿Por qué absurdo el escribir tiene que oponerse al vivir? No podré, quiero poder y haré lo posible.

¿Qué pienso? ¡Uf! Hay un montón de cosas que me preocupan. En primer lugar mi "ajuste de cuentas" con Montemorelos y Brasil. A diferencia de Aldea (a quien tengo en la práctica pero no estructurado), a Montemorelos lo tengo armado en mi cabeza y sólo me falta escribirlo (¿sólo? ¡qué ingenuidad!). Aparte te enviaré un guión del trabajo: artículos ya escritos, recortados, pegados: el espacio, la reciprocidad interdoméstica, los trabajadores asalariados, "indios, bandidos, etcétera", una introducción que presenta la plantación y sus historias resumidas ... una conclusión que tiene que ver con el parentesco y las clases, tanto las dominantes como las que llamo campesinas.

Pienso en la nación y en la región, en las determinaciones específicas de cada instancia. Por ejemplo: estuve leyendo a Lillian Hellman, a esa mujer, escritora, gringa, clase dominante, persona, izquierdista liberal, compañera de ese gran etnógrafo del crimen californiano que fue Dashiell Hammett ... y me fue inevitable compararla con su semejante, una escritora argentina, de parecidas características, María Rosa Oliver, encantadora, bohemia, del "socorro rojo", etcétera. Y tengo en la cabeza un artículo que, luego de despojar las determinaciones comunes, centre el análisis en las diferencias Argentina-EEUU a través de sus intelectuales-novelistas-dramaturgos-militantes de izquierda-femeninas-feministas prematuras-... Si me sale como creo que me debe salir, con la crisis del 30 en el medio, los populismos respectivos, el elitismo europeizante ... será una prueba de fuego de lo que suele llamarse análisis comparativo.

Acabo de sufrir la cuarta interrupción de Doña Cande: preocupada por mi pasión por los crotos, venía a invitarme a su casa para mostrarme los suyos, para que eligiera aquellos de los que quisiera retoño, a enseñarme cómo sacarlos, a platicarme mil cosas.

Tengo en la cabeza el proyecto Aldea. Quiero entender cómo se relacionan las tecnologías y estrategias de poder dentro de la familia con la acción política en la estructura de clases. Complicadísimo. Inefable, mejor. Pero, en serio, ¿cómo se relacionan? ¿Qué tiene que ver la libertad que expresa Don Apolonio contra la sociedad con su solidaridad dentro de su comunidad doméstica? ¿Es real la oposición sociedad-comunidad? ¿Son realmente los pescadores de Aldea más "machistas" que Don Apolonio? ¿Qué quiere decir machista en este contexto? ¿Cómo son las relaciones entre los padres de cada sexo y los hijos de cada sexo? ¿Cómo varia esto entre los pescadores "ácratas" y los "apatronados"? (extrapolo aquí categorías montemorelenses). ¿Cómo son estas cosas en un lugar donde los grupos domésticos son esencialmente matrifocales, fuertemente matrifocales? Tengo en la cabeza una tesis que debo al pasado, una tesis que quiero para el futuro aunque indeterminada, tengo algunos escritos en barbecho. No me puedo quejar, tengo demasiado entre manos, entre cejas ... y entre otros lugares.

Tengo también, de nuevo, el temor de la antítesis Conrad-Malinowski, Nimuendajú-Lévi Strauss y no me importa, me tengo confianza, apuesto a mi capacidad de asombro abierta, tanto como si fuera la primera vez ¿No será, en serio, la primera vez en serio? ¿No habré pasado estos años "en barbecho"? Pienso también en mi proyecto Aldea, en la forma en que deberé sistematizarlo para pronto. Se me ocurren ideas tales como que esta carta es parte de la explicación del proyecto, que un proyecto sólo es legitimo para un antropólogo si incorpora, si consigue hacer una totalidad orgánica entre sus problemas teóricos y la vida personal, si es capaz de hacer una estructura que articule lo que uno es y lo que uno quiere ... para ser lo que quiere. Puede ser "prepotencia del ego" * , ¡pero es tan importante mostrar la determinación personal!, es ¡tan esencial para la comprensión entender quién es el que mira qué cosa y, por eso mismo, cómo la mira! ¡Tengo un gran lío sobre la manera de presentar mi proyecto, porque me resulta imposible no incorporar a él las mismas "notas de campo"! Todo lo que hago y pienso tiene una determinación fundamental en cómo lo hago y cómo lo pienso. Se me han colado ya varias claves sobre cómo lo hago. No sé muy bien si podré explicarte lo que falta.

Básicamente: estoy solo. El equipo sufrió inesperadas bajas, unos por resolución propia, otros por resolución mía, otros porque quién sabe. Tengo la impresión de que el acto mismo de convocar a mis "interlocutores" habitantes de la ciudad, bichos urbanos, a un medio como éste, es un modo de indicarles el grado de indiscutida lealtad que exijo. ¿Autoritarismo? Puede ser. Porque así los privo de las "ventajas" psicológicas que podrían tener en su "propio" terreno y los enfrento con los proyectos de clase que cuestionan y aniquilan el ego. Por supuesto, de esta manera tan exigente no es fácil conseguir interlocutores: hasta los más confiables "se rajan" y me angustia, pero quiero la certeza de gente de hierro, gente con la cual entenderme desde el fondo. Tengo varias alternativas en vista ... y mientras se resuelven estas historias me aguanto solo. Opto por esperar que Godot o alguien parecido aparezca en el horizonte. Mientras: vivo aquí morando, tanto como moro aquí viviendo. No es fácil. Trabajar con otros es mi estilo de trabajar, es mi manera de entender lo que me gusta: un proyecto colectivo, pero colectivo en serio. Y no es fácil dejar de discutir con Eduardo mis broncas metafísicas y las implicaciones filosóficas del ser; no es fácil dejar de hablar con Delia sobre la condición de la mujer, sobre el sexo en todas las determinaciones en que me afecta; con Graciela y con Gabriela sobre el campo, los sistemas de pensamiento ... con cualquiera de ellos (y con todos) sobre el tiempo, el ayatollah, la crisis mundial, la histeria cartesiana, los matices del piano de Erik Satie o la tabla de Shankar o el bandoneón de Piazzolla. Me obliga a "ezquizofrenizarme" porque no puedo sistematizar, dividir mis problemas entre distintos interlocutores, desmenuzarlos por pedazos. Me agota y me empobrece. Ando detrás de dos egresadas de maestría. Madison y FLACSO, de una alumna de Colmich, de cualquiera que se ofrezca y que yo sienta como potable para este trabajo... Mientras tanto, me amoldo al ciclo que determinan los nortes. Hago como los pescadores: me encierro temprano en casa, hago labores domésticas, arreglo las luces, el baño, el patio. No se sale a la calle, no hay cantinas, la vida social se reduce y se anula como no sea en el ámbito doméstico. Tranquiliza las broncas, distrae el espíritu ... enriquece tanto como castra otras posibilidades. Sirve para escribir cartas, para reencontrar corresponsales, para poner ideas en el papel, para gozar del Ulises, para estirarse en el petate.

Ser "extranjero" da muchas ventajas de permisividad e "inocencia"; pero éstas se multiplican cuando el otro percibe, siente (hago sentir, potencio) la idea de que yo más otro es siempre mejor si resulta en nosotros. Nosotros pareja, nosotros "los de aquí", nosotros pescadores, nosotros clase, nosotros proyecto, nosotros corriendo tras la utopía ... pero nosotros. Así lo estoy haciendo. Duramente pero con ganas, ganas que crecen día a día, que se llenan y me aplacan el egoísmo, y me inquietan el "ser social", y me hacen sentir pleno, productivo, integrado, disuelto donde quiero disolverme y casi de la mejor manera.

Sirve para poner en claro, para explicitarme, las frustraciones, los fracasos amorosos, profesionales, éticos ... Los "errores" como maestro, los terrores a ser considerado un "maestro".;. como si uno tuviera en serio algo que enseñar cuando falta todo por aprender. ¿Cómo se hace? ¿Cómo, si a la vez cargo esta desgraciada vocación por enseñar? ¿cómo si a mi me duele igual que a cualquiera el mundo? me duele como a todos la humanidad, la lluvia en el Golfo o sobre los almendros ... No sé mostrar que lo que uno dice es nada más, nada más, que una versión, una entre otras, sólo una más ... que a lo sumo reivindica la intención (¿decía, señor Sociólogo?) de repugnar lo desigual, de huir como de la peste de cualquier relación que implique desigualdad, que suponga una jerarquía constituyente de la relación. Esto es fácil de hacer cuando uno es polo inferior de la relación: hay una tradición (en mi) de oposición al "poder" que me habilita sin problemas para esta situación: he ejercido la "contestación" como hijo, como estudiante niño, adolescente y joven, como militante estudiantil, como estudiante ante profesores reaccionarios, como trabajador de cuello blanco, como colaborador del sindicato, como militante marginal del sindicalismo universitario y asociaciones de profesores. Ergo: no me es difícil oponerme al poder cuando soy el desigual de abajo. Más difícil es oponerse a la desigualdad cuando uno es "maestro", "jefe de taller", "coordinador de proyecto"... En Montemorelos conseguí armar un equipo así, que pudo eliminar esta desigualdad por pura prepotencia de trabajo (cito a Roberto Arlt: deberé regalarte sus novelas), a fuerza de abrir juegos, mostrar posibilidades de trabajos apasionantes, de cosas que hacer ... de alimentarnos todos muy bien. Pero estoy convencido de que esa experiencia fue excepcional y no creo que pueda repetirse ... aunque lucho por ello y busco interlocutores con todas mis antenas alertas cada vez que "huelo" un posible "ayudante" (creo que a veces los asusta el énfasis que pongo para convencerlos que vengan a Aldea, ¿cómo deberé hacer, Maestro?) Y por supuesto queda lo más difícil de todo, lo que real-mente pone los laberintos de la ideología al desnudo, lo que nos cuesta sangre de lo que llamo las grietas más profundas: ¿Cómo hacemos para vivir la diferencia? ¿cómo hacemos si, supuesta la anulación de la desigualdad (es mi idea de llegar a Totonacapan), las diferencias hacen, a pesar de todo, imposible la reciprocidad?, ¿cómo traducimos los patrones de reciprocidad si no es incorporándolos, si no es siendo parte del sistema de intercambios recíprocos? ... En Aldea los intercambios parecen ser bastante complicados. Tengo una terrible confusión entre lo que Doña Cande me ofrece y lo que espera de mí. Entre lo que Doña Josefina me facilita y los negocios que espera hacer conmigo (Doña Josefina es mi vecina, dueña de la casa que le rento, contrabandista de las avionetas que llegan "cerca de la playa, más al norte", exfuncionaria de Hacienda, ejerció la "acumulación salvaje" en forma de mordidas mientras controlaba el chalán que, hasta hace nueve años, era paso obligado de Poza Rica a Veracruz, casateniente de Aldea ... gorda, simpatiquísima, una especie de gallina que fuera un ave de rapiña). Los 38 abarrotes, carnicerías, tortillerías, verdulerías, refresquerías, puestos, kioscos, (aquí te debo una clasificación del comercio a pequeña escala: ¡es alucinante!) se disputan mi clientela, me guardan longaniza, me avisan que hoy viene el camión de la coca, que ya pasó el cartero y dejó en casa, que "mire qué lindos tomates", que "así que se nos quiere ir de nevado!", que "oiga don Mumo ahí le dejé el pan en la cocina ... como no había nadie ... no?, pos me dije ahí le dejo el pan y le lavé los platos porque me dio pena ... ". Y yo me derrito de emoción. El romanticismo, como el tiempo, también es un pájaro de naturaleza vaga.

Tengo todos los contactos y las oportunidades para irme "de nevado" en barco "grande" (cuidado: ignoro absolutamente las clasificaciones que hagan los tecnócratas de cualquier especie sobre pesca grande y chica, de ribera y de altura, barcos grandes y chicos, lanchas, bote, regiones marítimo pesqueras, etcétera; sé que esas clasificaciones existen y los pescadores las manejan, pero quiero descubrir antes qué quieren decir para ellos cada uno de es tos nombres; tengo la certeza de que no deben tener nada que ver con los contenidos, con la denotación que oficialmente (!) tienen). Es obligación escuchar los boletines meteorológicos en radio Brownsville a las 8 a.m., Veracruz a las 11 a.m. y Tampico a las 6 p.m. E1 estado del tiempo regula la vida de las gentes de una manera impresionante. Los nortes son terribles, peligrosos en serio, desde que estoy se han hundido tres "barcos" (barco: 4 a 6 tripulantes; barco grande: más de 6), han desaparecido tres lanchas, han muerto seguramente cinco personas. La muerte es una presencia constante. La mortalidad infantil no me impresiona porque la de Recife me vacunó contra este horror y estos niños se alimentan mejor que, por ejemplo, los del sur de Nuevo León. Me impresiona la muerte de los jóvenes, de los pescadores en el mar, de los niños ahogados en las crecientes del río: pude ver una en septiembre del '79 y ahora me voy enterando de los efectos; mueren los jóvenes, lo mejor del pueblo ... mueren también porque se emborrachan hasta embrutecerse, porque así se joden: creyendo pelear con un enemigo, con el que los hace así, acuchillan al amigo, provocan al paseante, violan mujeres y niñas ... Maestro, hay cosas que uno escucha, noticias que uno lee en La Opinión (igual que O Globo: lo estrujas y sangra), versiones que confrontas ... resulta costoso este asunto de la diferencia, hay que tener mucho estómago para entender cuán inocentes pueden ser estos tipos que mueren de estas maneras y con esta frecuencia. Y son lindos, son una maravilla de gente, son tipos que -dicho en lunfardo regiomontano- largan "buenas vibras" a pesar del inmenso rencor que legítimamente guardan ... (El estallido colectivo, social, políticamente centrado en su proyecto haría las delicias de cualquier utopía, las nuestras entre ellas. Mientras, resisten, se infiltran, permean, ocupan espacios, sobreviven violando y corrompiendo toda racionalidad ajena a la de ellos, exasperando y enloqueciendo la lógica de "los otros": aplausos para ellos).

Y acabo de darme cuenta que lo anterior era un paréntesis que trataba de ubicarte en la importancia que adjudico a irme "de nevado". Significa ir en un barco (4 o más gentes) durante 4, 6 o 10 días, hasta que el barco se llena de lo que sea. Se pesca de todo lo que se pueda: huachinango, camarones clandestinamente, cazones, tiburones, sierras, se ponen redes y líneas de todo tipo, se duerme cuando se puede y cuando se quiere (y no parece ser contradictorio), se come "muy bien", el capitán pone toda la comida, pollos, puerco, res, huevos, tocino, todos los pescados que quieras y que se pesquen ... y "un bonche así de mota" ... "Ahí eres quien eres, estás solo con el mar ... y las estrellas se sienten bien bonito" (José). Por supuesto, no veo las horas de que acaben los nortes para irme de nevado, para saber cómo hago mi aprendizaje, para no tener más remedio que descartar mis miedos, para no tener vergüenza de marearme, de vomitar, de enredarme en la red, de cagarme ante un tiburón. La "mota" es un tema clave en Aldea. Las tres conexiones que tengo para irme de nevado, varios de mis amigos "lumpen" ... me exploraron cuidadosamente, largamente, me hicieron hablar de miles de cosas, hablaron de otras miles. Pero todos llegaron a interrogarme seriamente (con lo que estaban convencidos que era la mayor discreción y disimulo), sobre mi "actitud" ante la mota... "porque, al cabo, si te quieres ir de nevado y te toca un capitán mariguano ... pos ni modo ¿no? o fumas o fumas ¿no? En resumen: al menos en Aldea mota y pesca parecen más o menos indisolublemente asociadas. Se cuentan historias de "confusiones" con guardacostas gringos, de la mota que cultivan los marinos en Caleta de Condes (refugio predilecto ante los nortes: parece ser la gran pachanga), no hay "tráfico" sino que, misteriosamente, cada uno parece proveer a sus propias necesidades. La actitud ante la mota es tan diferente a la del intelectual urbano que, francamente, sorprende.

Acabo de lanzar un largo suspiro, muy adecuado cuando se cambia de página, y me doy cuenta que ya estoy abusando de tu paciencia. Va por separado una carta personal-personal. Tengo conciencia de haberte tomado de consejero-oidor-jefe-cómplice en un montón de cosas que también comparto con otra gente. Hay muchas de estas cosas que te he contado que hablo con E, con D., con G. y G., con otros amigos corresponsales: O. del B., V., P., pero que he tratado de totalizar contigo. Me gustaría contarles algunas de estas cosas, todas estas cosas, a los compinches de "la casa"; me gustaría mostrarle a ese francés amigo que Aldea es marítima, totonaca y huasteca ¡carajo! S.D. Lloraría lágrimas oblicuas si estuviera al tanto de las balaceras entre los más grandes citricultores de Álamo...

No tengo proyectos personales ... pero hago planes. Digo desde ya que me gustaría, que haré lo imposible por quedarme más tiempo del previsto en Aldea, por lo menos otro año, que voy a pelear (que voy a pelearte) mis razones para eso, que recién después podré atreverme a cualquier cosa. Con toda mi conciencia alerta: sé que te lo debo.

Mi abrazo

Mumo


Nota
(*) Etnocentrismo limítrofe, fronterizo, diríamos: consiste en creer que el eje del mundo pasa por uno; mejor nombre: anocentrismo.

 


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