CONGRESO VIRTUAL 2000

CONGRESO VIRTUAL NAyA 2000

BUENOS AIRES : LAS CALLES DE LA DESIGUALDAD

Victoria I. Casabona
Asociación Argentina de Investigaciones Eticas

Buenos Aires, Septiembre de 2000.

1.   INTRODUCCIÓN

En investigaciones de Antropología Urbana en Bs. As., hemos venido trabajando con poblaciones recortadas fundamentalmente a partir de sus “modalidades” de asentamiento, que plasman tipos de barrios, equipamiento, viviendas, relaciones laborales, vecinales, etc. en la ciudad. Hemos buceado en la espacialización de relaciones sociales generadoras de especificidades y también de desigualdad y subalternidad, visualizando localizaciones geográficas relativamente estables de dicho fenómeno.

El año 2000 encuentra a Buenos Aires con sus calles cada vez más transitadas por gente “pobre”, que vive en o de la calle : vendedores, mendigos, “cirujas”, buscadores del sustento diario en la basura, chicos de la calle, hombres y mujeres durmiendo a la intemperie... La lista es amplia y la noción de pobreza no agota el sentido de esta realidad. Insistentemente va surgiendo el término miseria, que intenta dar cuenta de hechos inéditos entre los porteños, si no siempre en su calidad, sí en su cantidad... Ya no se trata de fenómenos aislados, explicables quizá por características peculiares de ciertos individuos. Se trata de hechos sociales.

Las políticas de desindustrialización, reconversión, flexibilización laboral, sumadas a la tendencia sistémica a la expulsión de mano de obra, además de producir desocupación masiva, han degradado la calidad de las relaciones laborales, con un impacto brutal sobre las condiciones de vida de los trabajadores argentinos. Por supuesto que no se trata exclusivamente de un fenómeno imputable al imponente desarrollo de las fuerzas productivas, ocurre también y sobre todo que se ha erosionado lo que entre 1945 y 1990 fue una relación capital : trabajo relativamente menos desfavorable al trabajo. Y “esta erosión ha conducido a un desequilibrio en la correlación de fuerzas sociales a favor del capital en todas las regiones del mundo y ha permitido crear las condiciones de la ola neoliberal en la cual nos encontramos” (Samir Amín,2000 : 2). Desde muchos sectores en general y desde las ciencias sociales en particular, el acento del análisis y la crítica está puesto en la exclusión laboral y social. Un fenómeno y un concepto que carece del potencial que significaban en otras épocas los desocupados como ejército industrial de reserva. Por otra parte, el clásico concepto de los años ’60 y ’70 sobre todo, la marginalidad, ha pasado a un plano de escaso interés. Este concepto siempre implicó una idea de falta de participación en cierto grado voluntaria, debido a razones culturales,en las estructuras productivas, educativas, sociales, de la sociedad industrial. Hoy, vista la generalidad de la falta de participación en la estructura productiva, no sirve esta idea de marginalidad. Y aparecen los excluidos. La situación de desempleo es más que grave, pues el último índice oficial de 15,5% -y que todos reconocen subestima la situación- golpea sin margen para el optimismo a la clase económicamente activa de los argentinos. Los nuevos pobres han sido el producto de esta situación que primero y más llamó la atención, por su magnitud en cifras : esa clase media baja caída en la pobreza de recursos socioeconómicos. En la Capital Federal y Gran Buenos Aires, en Octubre de 1999 se contabilizaron 3.246.650 personas por debajo de la línea de pobreza. Estimaciones no oficiales calculan que desde esa fecha a Mayo de 2000 las huestes de aquellos cuyos ingresos no les permiten solventar sus necesidades básicas crecieron en 415.936 personas. Así, la provincia más rica y la ciudad más opulenta del país albergan un escandaloso 31% de población que no puede sustentarse en condiciones dignas, y un 7,1% de indigentes. (en base a datos del Indec, Suplemento Cash, Página 12, 10-9-00).

Sin embargo, la acumulación y concentración de riqueza no ha cesado en los últimos 10 años... Y Buenos Aires condensa en su espacio de megalópoli el esplendor de la opulencia junto a la catástrofe de la pobreza, la indigencia y el hambre, ese hambre imposible en la Buenos Aires trigo y carne vacuna... En su discurso de asunción de mando en el mes de agosto pasado, el Jefe de Gobierno de nuestra Ciudad reconoció que en “La Reina del Plata” hay un 18 por mil de personas desnutridas. Los indigentes, los pobres, los nuevos pobres, los ¿ciudadanos ?.... seres humanos sin casa o sin rumbo, deambulan por la indiferencia, el rechazo o la impotencia de esos “otros” que poblamos Buenos Aires... ¿Cómo se están redimensionando las relaciones sociales en el contacto entre los hombres y mujeres de diferentes sectores en este andar cotidiano de las calles ? ¿Y qué significará ciudadanía y dignidad de la condición humana cuando se producen y reproducen esas condiciones que empezamos a llamar miseria? Las breves pinceladas etnográficas y algunas reflexiones que me animo a esbozar sólo intentan ingresar a la reflexión comprometida no sólo una temática socioantropológica, sino fundamentalmente una situación acuciante.

2. IMÁGENES NO EDITADAS DE LAS CALLES PORTEÑAS

Las estadísticas dicen mucho y no dicen nada. En la Buenos Aires de la miseria, dicen las calles y dicen las noches : en el Centro Histórico, en la City, en Belgrano -por nombrar sólo los barrios de los que me constan datos- hay adultos y niños que comen de la basura. Los escenarios son móviles, pero el impacto siempre es brutal en una Argentina fértiles y en una Buenos Aires donde mucha otra gente gasta U$30, U$60 o más por persona para comer en un restaurante de Recoleta, Retiro, Las Cañitas, etc. Y es precisamente la basura de restaurantes o casas de comida la que he visto hollar...

También existe la otra posibilidad, la de las bolsas de restos de comida del Mc Donald’s de Florida -según cuenta Ofelia, comerciante 57 años, vecina del barrio de San Cristóbal-, que se separan especialmente para que los indigentes tengan su Mc Desperdicio. Son los que esperan en la calle, a la madrugada, la salidas de esas bolsas cargadas de las sobras de los que se han sentado a comer su menú. Todo es legal (¿es legítimo y digno?) : alimentarse de desperdicios de comida, hacer cola para verse favorecido con las bolsas que desecha el tío Ronald.

La noche también es el momento de otra basura. En el Centro -en la zona de Tribunales, en la Corrientes de las librerías y lo que queda de los cines, en los aledaños de la Av. De Mayo por donde transita la 9 de Julio...-, las oficinas y comercios depositan temprano las “bolsas de consorcio” o las pilas atadas de cartón y papel en la calle. Antes de que aparezcan los recolectores “oficiales”, a eso de las 20 hs., aparecen los otros, los “clandestinos”, en una miríada de versiones : camiones de grueso porte, con caja abierta de madera, de unos 20 años de vida, con 5 ó 6 muchachos que cargan sobre todo papeles y cartones. De allí en más, aparecen chatas, camionetas, con 2 ó 3 jóvenes que se ocupan de seleccionar y cargar est a basura reciclable, comercializable. La tarea es rápida, aunque no vertiginosa, a la luz del neón, a la vista de transeúntes, pasantes, agentes “del orden”... Y de allí en más aparece la “tracción a sangre”... humana. Versiones de carretillas : de hierro, altas, como las que usaban antes los maleteros en las estaciones de trenes... otras más chicas, también de hierro pero de menor grosor, que no le llegan al hombre a la cabeza como las otras.... Estas carretillas verticales son el transporte de carga de aquellos que están equipados (por sí o por un tercero) para ir recogiendo cartones y papeles, en una versión menos “tecnologizada” que la de los camiones, y que hacen para éstos el trabajo menudo en los aledaños del lugar donde se estaciona el vehículo motorizado. Todos ellos son los trabajadores “informales” de la “basura ilegal”.... A su paso queda la seña de lo que ha sido su tarea de selección de materiales : bolsas despedazadas, restos de basura sembrados por la vereda... Estas escenas son inéditas en el centro porteño... Hasta la globalización, cuando se apreciaba un escenario así, se decía que los perros habían estado buscando comida en las bolsas de basura... La basura había que resguardarla, por higiene, de los destrozos de los perros callejeros...

Los cascos de caballo -lo cual es una forma de llamar a esos potros escuálidamente quijotescos que tiran los carritos de madera de esta versión “discepoliana” del 2000- empezaron a anunciarme a mediados de año que estaban por ser las 20 hs, muy cerca del corazón de Buenos Aires, en el Barrio de San Cristóbal... Aquí la basura es distinta, pues no hay acumulación de papel y cartones, sino simplemente desechos domésticos que, de vez en vez, decoran las vereda con muebles desvencijados, cocinas destartaladas e inservibles, televisores muertos y así... Los carros pasan por la Avenida San Juan y las laterales. Hace 3 ó 4 años empezó a vérselos esporádicamente. Hoy son parte del paisaje, un paisaje en movimiento, un escenario móvil. En las zonas más diversas también puede verse esporádicamente a mujeres, hombres, solos o con chicos, con lo que eran los “changuitos de la feria”, o con bolsas de nylon, inclinándose ante cada bulto de basura nocturna a hurgar en los enigmáticos envoltorios... En los barrios residenciales, no siempre se busca basura comercializable, muchas veces se trata de encontrar cosas útiles para la propia subsistencia.

En San Cristóbal, fue la noche la que primero trajo, a San Juan y Jujuy más precisamente, a los “chicos de la calle”, ésos que desembarcaron y anidaron en los tempranos ’80 en las estaciones de trenes porteñas. Aparecieron por esta esquina hace unos 2 años, o quizá un poco más. No los trajo la cigüeña, sino un restaurant de tenedor libre que allí funciona. Empezaron instalándose a unos metros de la salida, pidiendo monedas a los clientes que salían o a los pasantes... Tras los chicos llegaron los policías.... Esos que desde hace ya bastante están claramente ubicados en la puerta de los bancos, los restaurantes, las empresas..., protegiendo al capital... Los chicos migraron a la otra esquina.... hacían su nido nocturno en las escalinatas laterales clausuradas del Banco Caja, en la esquina de Alberti y San Juan... Llegaban al caer la noche y siempre se saludaban con algún comerciante o empleado de la zona, a los que pedían monedas y de quienes recibían un saludo y a veces algo de comer, o la preciada moneda... Con el tiempo, el escenario cambió de luces y ahora se los ve a diversas horas del día, bajo el frío, el sol, o la lluvia, en este punto de tránsito entre la Plaza Once y los suburbios pobres de Lanús o Lomas de Zamora... “Vienen del kiosko” vecino de ese Banco donde ya no pernoctan, me digo, cuando los veo con su paquete de papas fritas o su helado...

La noche sí alberga aún en esta misma esquina, pero de la mano de enfrente, a 3 hombres que arman su dormitorio en el umbral de un comercio, sobre la Av. San Juan... No siempre fueron 3. El mayor, el de la barba blanca, que tendrá unos 60 años, inauguró el albergue callejero... El segundo habrá llegado a este hotel de intemperie por el mes de julio de 2000, cabello moreno, delgado y el cálculo de mi mirar pudoroso sólo le da unos 50 años. El recién llegado es un hombre muy joven, de unos 35 años, a quien vi por primera vez a mediados de agosto. De verlos en otro escenario, uno los calificaría por su aspecto físico como gente de clase media. Los he visto llegar al estrecho umbral que por lo menos los protege un poco de la lluvia, antes de las 21 hs, cuando ya ha cerrado el comercio cuyo peldaño les sirve para elevarse por sobre el nivel de la vereda y armar su dormitorio. Por la mañana temprano -no antes de las 8- recogen sus escasas pertenencias en una bolsa, se atildan, se peinan frente al vidrio del primer comercio que refleja su imagen y parten... “Es, sin duda”, me dije “que los sin casa se refugian en estos barrios, bastante céntricos, pero de clase media y media baja”. Un juicio al parecer justificable por muchas razones... sólo al parecer. Berutti y Azcuénaga, plena Recoleta, barrio de poder adquisitivo alto, de clases acomodadas y con prosapia, 7 :50 hs. de un frío lunes de julio 2000, aún dormía, acurrucado en su frazada, en el umbral de una elegante casa de departamentos, un señor mayor... Los escasos transeúntes que trajinan la mañana pasan de largo, yo entre ellos...

Durante el día, los chicos “abrepuertas” trabajan en el Shopping Paseo Alcorta -cerca del corazón de Palermo Chico, de la aristocracia porteña-, esperando una moneda que retribuya el gesto sin sentido de abrir la puerta del auto a los pasajeros de los taxis. Son muchos -15 aproximadamente, por turno- que se disputan bravamente su turno para la tarea. Llegan de la villa de Retiro algunos... En la placita de enfrente suele haber algunas mujeres que analizan la situación de la “parada” y supervisan el trabajo de los chicos. Mientras cuida a los niños más pequeños que juegan en el parque, esta mujer treintañera a la que le pregunto hoy por la parada del tren a Tigre, cose unas ropas gastadas y no pierde detalle de la situación de la “parada”.

También hasta esta zona palermitana han llegado -los he visto venir en colectivo desde la Estación de Once, cargados con bolsas enormes- a veces los que venden flores. Hacen ramos en el monumento alemán de la Plaza de Libertador y Cavia y de allí parten a hacer su oferta callejera. Son jóvenes, adolescentes....

Y el día trae también a las huestes de mendigos a ciertos puntos estratégicos... El que más transito es el que va de la intersección de las Avenidas Santa Fe y Pueyrredón hasta Santa Fe y Ayacucho... Los más cercanos a Callao fueron inaugurados por los “niños refugiados rumanos”, esos chicos de tez muy blanca de unos 8 años, que hicieron punta de lanza apostándose a metros de la clásica esquina de Santa Fe y Callao, cargando un acordeón del que extraían con manitas infantiles melodías y sones, y explicando con letras chuecas sobre un cartel de cartón que eran refugiados rumanos y necesitaban ayuda... Hoy han dejado estas paradas fijas. Ahora la hueste de mendigos se concentra a 2 ó 3 por cuadra, dependiendo de los días... Algún tullido -real o simulado- mujeres u hombres con niños o bebés, incluso en días de lluvia... Estos están en el piso, sentados, tirados , con su cartelito y su caja de cartón-alcancía... Piden dinero para comprar leche, acusan falta de trabajo, piden para pagar su alojamiento... Todo a la luz del día de la ex Gran Vía del Norte, una Santa Fe “todo x 2 pesos”, sobre todo la vida humana, que incluso puede resultar mucho más barata, regalada ... El público de esta zona desarrolla aquí sobre todo actividades comerciales, bancarias, entretenimientos -cine-, encuentros sociales, y también, por supuesto, están los vecinos... Los mendicantes a veces se limitan a exhibirse tirados en el piso o sentados, con su respectivo cartel y su caja de cartón destinada a recolectar la caridad de los pasantes. Otras veces interpelan verbal y directamente a un peatón, pidiéndole ayuda personalizadamente. Otras, recitan un discurso dirigido genéricamente. La mayor parte de la gente parece no ver la escena, lo que suele constituir la mejor manera de no hacerse eco de una interpelación, generalmente considerada injusta : “no tengo por qué solucionar esta situación ni paliarla”, “yo no puedo hacer nada”, “son vagos”, “es un negocio que está organizado por una mafia”, “no tengo plata”, “si les doy a todos no gano ni para caridad”, “es otro quien debe hacerse cargo del problema” .

El comercial barrio de Once -sobre todo ropa, calzado, telas, al por mayor y al minoreo-, atrae todo los días a numeroso público -algunos compran, otros pasan por esta zona de “transferencia” de pasajeros- y con él llegan los “ambulantes”. Aquéllos mismos que tenían puestos instalados sobre las veredas de la Estación del Oeste y que tuvieran tantos enfrentamientos con inspectores, policías y comerciantes por la disputa de estos privilegiados lugares de venta, hoy son “ambulantes” strictu sensu. También son muchos los nuevos que vienen a sumarse a esta hueste de comerciantes hormigas. Una correa que les pasa por detrás del cuello sostiene una caja, sea de cartón, de plástico, de madera... Así, o bien deambulando, o bien parados ya no sólo en las cuadras del edificio de la estación, sino a lo largo de unas 5 cuadras hasta llegar a la Av. Corrientes, sobre Pueyrredón, y sobre la lateral Bartolomé Mitre, hacia Callao, muestran su mercancía... Algunas de estas “cajas” cuentan con patitas, para poder buscar un apoyo en el piso, sin dejar la categoría de ambulantes y convertirse en puesteros... Se han multiplicado increíblemente en los últimos meses. Son hombres y mujeres, desde los 17 u 18 hasta los 50. Están parados en la calle, ahora, en este invierno porteño y quizá lo estén, si no vuelve a barrerlos la inspección, en el próximo verano, cambiando gorros por ojotas y guantes de lana por anteojos de sol por $3.- Quizá cuando terminen las obras de remodelación -o “reactivación comercial” de la Estación Once, la situación cambie, ¿quién lo sabe ? Y sí... se trata de la “economía informal”, “no pagan impuestos ni cargas sociales”, han protestado históricamente los comerciantes de la zona... Los ambulantes forman parte del paisaje, son naturales, con sus bandejas colgándoles del cuello. Los transeúntes van apurados, en esta marea que trajina en todas las direcciones, en este bazar inmenso donde buscan comprar al menor precio gentes de la provincia, de las afueras, y también los que vienen del interior con ómnibus fletados especialmente. Los ambulantes hacen su trabajo, no llaman la atención. Será el libre mercado donde cada uno vende como puede, lo que puede, al precio que pueda, y en las condiciones que sea : el precio de estar aquí es estar parado y a la intemperie. Sólo unos pocos, cerca de la estación tienen un cajón de madera, de verdulería, o quizá algún banco plegadizo para apoyar la carga y descansar la espalda.

La eclosión de los vendedores ambulantes “con puesto móvil” -es decir que, aunque precariamente, asientan en el piso su mercadería- parece crecer geométricamente y alcanza cada vez más los barrios “elegantes”. Hace ya mucho tiempo que la salida de los mercados y supermercados se convirtió en lugar de ubicación de las vendedoras de verduras “bolivianas” -ésas que tanto molestaban al Brigadier Cacciatore, Intendente de Buenos Aires durante la dictadura militar ‘76-83, que afirmaba que esas mujeres degradaban (sic) “la calidad de habitantes” de la Ciudad (Hermitte y Boivin, 1985). Hace unos pocos años “puestos” improvisados con cajones o directamente un nylon o una tela, sobre el piso, se fueron diseminando por la Ciudad. Hoy se trata generalmente de mujeres vendedoras, que ofrecen ropa -primero fue ropa interior de mujer que vendían las “bolivianas”, luego se sumaron los ya tradicionales yoguins, buzos, medias, remeras y también mantelería-. Se los puede encontrar no sólo cerca del Bajo Flores, en la zona comercial de la calle Varela... también suele vérselos en el Barrio Norte, en las trasversales a Sta. Fe hacia el lado de Recoleta, en las inmediaciones de Palermo Chico, en Flores, Caballito...

Colectivo 118. Hace su recorrido entre el popular Barrio de Parque Patricios y el más coqueto sector de Barrancas de Belgrano. Promedia el recorrido en la obligada parada de Plaza Once.  15 hs. de un día de semana del invierno 2000. No hay pasajeros de pie. Sube, como otras varias veces, un muchacho que blandiendo su discurso de rutina solicita “ayuda para esos chicos que no tuvieron la suerte de tener una familia y que están abandonados y nuestro hogar les da de comer todos los días; sólo les pido que reciban esta plancha de stickers que les voy a entregar y el que pueda colaborar, se lo agradecemos en nombre de los chicos ; y que Dios los bendiga a todos”. El muchacho termina lo que se va convirtiendo en letanía de tanto ser pronunciada y escuchada por tantos de nosotros tantas veces... recoge los stickers que hoy nadie ha querido comprar y se baja en Larrea y Córdoba. El colectivo y el tránsito, indiferentes a esta cotidiana escena, siguen su curso de ruido y asfalto hacia el Norte donde siguen concentrándose los que más tienen, los que más valen...

A poco de atravesar la Av. Sta. Fe, sube un chico que pide ayuda para una de las tantas mentadas fundaciones o centros de ayuda al drogadicto... “Prefiero humillarme acá en el colectivo antes que robar”, dice justificando su solicitud de dinero para solventar el tratamiento y asistencia que el Estado no le garantiza a él y a otros desamparados como él ... Después sube el señor mayor, que se ha quedado sin trabajo, “pobre pero digno” que sube a vender compacts de música clásica por $2.- Tres han subido hoy en este trayecto de 25 minutos. Los discursos suele ser de tono monocorde, previsibles, a veces ensordecidos por el ruido del tránsito o las miradas huidizas que se vuelven hacia cualquier otro paisaje que ofrezca la ventanilla. Indefectiblemente, ante la presencia de alguien que se planta detrás del asiento del chofer, de cara a los pasajeros, todos sabemos de antemano, aunque no sepamos bien a raíz de qué asunto, que se trata de desembolsar dinero : “un mangazo”, se dice en porteño. Algún pasajero desenfunda a veces esa moneda básica de un peso o ese billete mínimo de $2... La mayoría permanece absorta, distraída con esa insistente ventanilla o con la nada. Todos han registrado la escena... pero generalmente se muestran inmutables. La tradicional venta en los medios de transporte de artículos novedosos, baratos, con alto riesgo de inservibles, de antes de la importación masiva de China y Taiwán no ha resistido la competencia de los “todo por dos pesos” y se ha bajado de colectivos y trenes. Ha sido sustituida, fundamentalmente, por los que venden golosinas, medias industriales de marca trucha... objetos que dicen son de su fabricación personal, apelando al discurso de la desocupación.

3.   REFLEXIONES EN BORRADOR


En la Buenos Aires de la Argentina industrial, desde los años ’30, la desigualdad cristalizó en característicos enclaves de pobreza y subordinación : los geográficamente estables conglomerados de las “villas miseria”, como las llama e común de la gente. Esos modos de espaciación de relaciones sociales  (V. Casabona, 2000) implican condiciones de vida degradantes, que se pretendió durante mucho tiempo sólo eran transitorios insistiéndose entonces desde el discurso oficial en rebautizarlas con el nombre de “villas de emergencia”. Ya en los ’80, junto con la multiplicación del fenómeno se gesta un nuevo nombre : ”asentamiento”...
Por otra parte y como en cualquier gran urbe de nuestra sociedad capitalista, Buenos Aires tuvo y tiene cada vez con más intensidad sus “zonas densas”, pobladas por esos personajes que vulgarmente se suele categorizar como marginales: alcohólicos, drogadictos, sin techo, vagabundos, prostitutas, ladrones, traficantes ... La luz y la actividad del día vuelve a esos puntos accesibles, transitables para aquéllos extranjeros a la lógica de este mundo social contrastante. Pero la noche ahuyenta a quienes no detentan “ciudadanía” en estos territorios. Estas zonas sociales cargadas negativamente (marginalidad, lumpenaje, delincuencia...etc.etc.) tienen un anclaje espacial que reconoce cierta estabilidad en el tiempo. En Buenos Aires han sido principalmente las estaciones de trenes y sus zonas aledañas, ciertas orillas sureñas sobre todo o márgenes capitalinos pobres que lindan con más pobreza -Pompeya, Mataderos, La Boca...-, principalmente.

Las políticas socioeconómicas de los  ’90 -fundadas en gran medida en las condiciones de posibilidad sociopolíticas sembradas a sangre, fuego y terror por la última dictadura militar ( !nota)- precarizaron -villerizaron- a vastos sectores de población en Argentina en general y en Buenos Aires en particular... y vinieron los avances de la miseria. Expondré brevemente qué entiendo por precarización y por avances de la miseria. Precarización es pobreza : degradación de la actividad económica -reducción de ingresos económicos, disminución de puestos de trabajo, saturación de fuentes alternativas de ingresos, degradación de las relaciones laborales en detrimento de los asalariados- que incide fuertemente en otras esferas de reproducción social -salud, educación, vivienda-, ante y gracias a un poder de Estado que sigue tomando partido por los sectores dominantes a quienes entrega para el exclusivo ámbito de la ganancia salvaje lo que hasta hace poco eran sus deberes para con los ciudadanos. Precarización de la situación de vida es también y quizá sobre todo desenvolverse librado a la arbitrariedad de la salvaje ley del más fuerte, que no está basada en el respeto de normas más o menos consensuadas, sino en el miedo y muchas veces la desesperación. Miedo a ser echado del trabajo, de la vivienda ... miedo a que falte la comida ... desesperación por esa prestación médica o ese remedio que no se puede pagar ... La precariedad en que van cayendo los términos identitarios que definen la dignidad de la condición humana en la esfera de la ciudadanía social  (salud, educación, trabajo, vivienda dignos...), ya no es sólo patrimonio de poblaciones residuales. Se trata, leyéndolo en otra instancia, de un progresivo ceder y de una lenta alienación de derechos exigibles que van siendo capturados por la lógica de la dádiva.

Por avances de la miseria no sólo entiendo la agudización de los procesos de pauperización y de precarización de las condiciones de vida de un importante sector de la población. También entiendo que la miseria adquiere una movilidad que no tiene la pobreza. Esta movilidad -que no es total y permanente, por supuesto- le da un cierto carácter ubicuo -“está por todos lados”-, volviéndola así más visible y pública ya que no hay encapsulamiento. La condición que aquí llamo de miseria es la que principalmente sólo encuentra fuentes de recursos vitales en los espacios públicos, y más precisamente en las calles. La propia condición de miseria aparece en público y públicamente... muchas veces es exhibida, y elloprimordialmente como mecanismo de interpelación. Por el contrario, el villero, más allá de portar sus estigmas discriminatorios -rasgos fenotípicos, vestimenta, atuendos- sólo es denunciado en su “subcondición“ por la localización de su vivienda, que generalmente intenta ocultar ante los “otros” sociales. No suele ostentar ni exhibir su condición sociohabitacional.

En primer lugar los hombres, mujeres y niños en situación de miseria aún y sólo disponen del derecho al acceso a los espacios públicos no privatizados, que en la ciudad son fundamentalmente las calles, los espacios de circulación. La calle es un lugar de encuentro forzoso con otros, pues allí confluimos necesariamente cuando nos desplazamos. Es un lugar amplio de interacción cara a cara, y por ende de interpelación. A diferencia del colectivo, como medio de transporte público, digo que la calle es lugar amplio de interacción en el sentido de que los encuentros determinados por el paso, fundamentalmente de peatones, suelen ser necesarios pero no siempre forzosos. El medio de transporte público es un lugar restringido, donde las interacciones se vuelven más forzosas. La calle da un margen de desvío, de rutas alternativas, de evitación o propiciación de encuentros que no existe en los medios cerrados de transporte. La calle son los edificios residenciales y comerciales (que con sus características constructivas , su estado de conservación y otras marcas de status, nos dan cuenta del nivel socioeconómico de las gentes que allí residen o compran o venden y que uno puede imaginar aunque no las vea, así como de las actividades que se convocan en la zona) ; la calle son los transeúntes estables y casuales, marcados principalmente por su número, su poder adquisitivo inscripto en su ropa, su presentación, sus actividades ; son los kioskos apostados permanentemente en la vereda ofreciendo diarios y revistas, flores, etc. ; y la calle son también los autos y colectivos -marcados por su cantidad, su velocidad, su ruido, su flujo diario... La calle sin duda es todo esto, pero también es mucho más. La calle es fuente de recursos económicos, monetarios ... de comida, de un lugar para dormir, es el medio de socialización para los chicos de la calle. La calle es una construcción sociotémporoespacial. Y los diferentes momentos del día le dan identidades cambiantes, pues diferentes son sus actividades, sus pobladores, los escenarios que así se crean. El día y la noche se configuran como ejes claves.

En segundo lugar la gente en condición de miseria interpela en una interacción cara a cara, en los espacios de la calle. Ellos encuentran su espacio de búsqueda de recursos que satisfagan necesidades mínimas, de actividad económica o de trabajo, en la vía pública, en los lugares de circulación forzosa. En el caso de vendedores ambulantes y de los que genéricamente denomino “mendigos”, dos categorías que no siempre es fácil separar, esta interpelación no es exclusivamente verbal. El discurso verbal vende -permítaseme usar con sorna esta terminología tan en boga actualmente- o bien productos-mercancías dentro de la lógica de las transacciones comerciales, que propone una buena relación calidad-precio, o bien productos cargados simbólicamente con el valor de la ayuda o la caridad, dentro de una estrategia que a veces y en la venta en transportes públicos, implica la presentación verbal en público del propio vendedor -su desempleo, su enfermedad o la de parientes, su falta de casa, u otras necesidades o situaciones límite- o de otros necesitados de ayuda, y que siempre va acompañada por su presentación visual : sus características físicas, su atuendo, sus pertrechos, las condiciones en las que está ofreciendo sus productos o pidiendo ayuda... Transeúntes y pasajeros somos interpelados simultánea o alternativamente tanto como compradores y también como los poseedores de esa moneda o ese billete que cierra el circuito de una interacción que reenvía al ámbito privado e individual, hechos sociales y públicos... En cuanto a la mendicidad pura, se presenta como un estallido de exhibición lingüística y corporal. Apunta a la conmisceración más que a la identificación. Coloca al otro francamente en una posición de superioridad -sea por su condición física o social-.

Los que viven fundamentalmente de la basura plantean una relación diferente con los “otros” sociales : se trata de una interacción mediada, que pasa por fundamentalmente por el objeto social “basura”, eso que desecha uno de los términos de la relación. De lo expuesto en las notas etnográficas, se desprende que las actividades que genera son distintas. Está la relación que se visualiza como “trabajo de selección y recolección ilegal” de residuos reciclables (nota sobre basura). Las condiciones que observa el pasante atento o el vecino en el desarrollo de estas tareas, si bien pueden generar reacciones adversas, no sorprenden en una Argentina donde el trabajo ilegal o informal -o como quiera llamarse a esas condiciones de empleo arbitrarias y de superexplotación-, o hasta incluso las reglas mafiosas de control de territorio, son moneda corriente en la Argentina Siglo XXI. “Por lo menos trabajan” es un juicio frecuente. De aquí en más, el mundo de la basura se desbarranca como esfera de relación social y degradación de muchos ¿ciudadanos ?. Quienes con bolsones de nylon o changuitos, revuelven bolsas de basura buscando objetos indispensables para la cotidiana subsistencia, sobre todo comida, sólo interpelan con sus gestos, actitudes y acciones que no son exhibidas. No piden monedas. Hacen su degradante tarea en silencio. Miseria... dicen algunos que ven y que hablan. Dentro de la clase media, muchas veces se selecciona y divide la basura antes de sacarla a la calle... No es por el medio ambiente... Es por si pasan los que viven de la basura...

Debo explicar que el impacto que me produjo ver a gente comer de la basura fue brutal. Me pregunté mucho tiempo si debía abordar a quienes cenan en las calles, a la intemperie, parados, tras haber abierto esos volquetes verdes grandes de plástico donde se juntan además desperdicios de toda índole, despedazando una corteza de pollo con los dientes y sacando tiritas que se reparten a las dos niñas que también buscan la cena en los tachos nauseabundos... Y entonces empiezo a imaginar : “¿Cómo me acerco ? ¿Qué pregunto ? :  ¿cómo se elige el tacho adecuado ?, ¿qué se elige de adentro del tacho?, ¿cómo se siente esta “cena callejera” ?, ¿se quedan con hambre?, ¿todos los días tienen hambre ?, ¿dónde viven ? ¿O bien me mantengo en el rol de observadora pura y miro simplemente ?” No puedo hacer nada de esto. No hay antropología posible sin restablecimiento de la condición humana.

No temo al generalizar el sentido degradante e insultante de la palabra basura, que habitualmente usamos para designar aquello que desechamos por viejo, roto, en mal estado, inútil, contaminante quizá y que depositamos en la calle, en la puerta de nuestras casas, o que simplemente arrojamos lejos de nosotros. Todos entendemos -los marginales y excluidos también- si nos espetan “sos una basura”. Comer la basura es algo así como comer algo degradante, y como lo dicen tantas corrientes “uno es lo que uno come”. Se me podrá retrucar que el que come de la basura no debe compartir esta visión. Puede que no, puede que sí. Pero socialmente, la mesa de comida no está en medio de la intemperie de la calle, en una bolsa de residuos...

4.   PALABRAS FINALES

Pobreza, indigencia, exclusión, ciudadanía, dignidad... la preocupación no está centrada en la mera justeza de la construcción conceptual, sino sobre todo y ante todo en los seres humanos reales para quienes los conceptos sólo tienen sentido dentro de un horizonte marcado por la praxis. Apelo a este espacio de intercambio como es un Congreso Virtual, con la intención expresa de intercambiar ideas, experiencias y posiciones teórico-ideológicas concernientes a los problemas que presenté brevemente en estas notas y apuntes.

BIBLIOGRAFÍA CITADA

Casabona, Victoria : Buenos Aires : viejas cuestiones y nuevas fronteras. Ponencia presentada en las VI Jornadas de Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Jujuy, Abril de 2000.

Hermitte, Esther y Boivin, Mauricio : Erradicación de villas miseria y las respuestas organizativas de sus pobladores, en “Relocalizados : Antropología social de las poblaciones desplazadas”, Ediciones Ides 3, Buenos Aires, 1985.

Samir Amin : Crítica del Capitalismo Mundial y Construcción de Alternativas. Disponible en internet vía WWW.URL : http ://herramienta.com.ar/11/11-4.html, bajado el 10/08/00.


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