100 % negro cumbiero. Una aproximación al proceso de construcción de las identidades entre los jóvenes urbano marginales.

Lic. Fabián C. Flores
Lic. Adrián W. Outeda
Universidad Nacional de Luján, Argentina

Identidad y Juventud

     El estudio de la juventud urbano marginal ha sido un tema bastante difundido en el campo de las ciencias sociales, pero generalmente desde una única perspectiva que apuntaba directamente a variables de tipo económicas exclusivamente, centradas en su no inserción en el mercado productivo.

      Para alejarnos de la “moda” científica, pretendemos abordar nuestro sujeto de estudio diversificando miradas para dar cuenta de las variadas interrelaciones que se dan a niveles micro en la juventud de la periferia y en el surgimiento de nuevas formas de expresión como la “cumbia villera”. No queremos abordar al joven de la periferia y su relación con el aparato productivo, como es el caso de la mayoría de los trabajos que existen dentro del campo de las ciencias sociales. Pretendemos traspasar esa primera línea de análisis económico y meternos de lleno en problemas de mayor profundidad (y complejidad) como los valores de la juventud urbana marginal y los profundos cambios culturales que afectarían al joven de la periferia en su relación con la pobreza.

¿Cómo “ver” las identidades de la periferia desde la periferia?

       Tema problemático, si los hay, el de la construcción de las identidades se presenta como uno, fuera de toda duda, en extremo difícil de encarar. También lo suficientemente trabajado como para suponer que, desde hace décadas se transformó en una cuestión central, en muchos casos «la cuestión», para varias de las Ciencias Sociales que lo han venido con el tiempo a tocar. Entre todas ellas, sin embargo, pareciera que quizá sea la antropología, aunque no con exclusividad, la que con mayor integridad y profundidad lo ha tratado, al punto que el resto de las ciencias humanas mucho han aprendido de las inferencias derivadas de las experiencias y observaciones etnográficas que se han ido desarrollando durante largo tiempo, enriqueciendo su cuerpo teórico y metodológico a partir de la incorporación de todo el bagaje conceptual aportado por esta disciplina. 

    Trataremos de reflexionar acerca de los procesos identitarios gestados en el terreno de la periferia a partir de este “joven urbano marginal", tratando de indagar acerca de las formas en que estos se materializan en la conformación de una determinada "cultura" (o sub-cultura), emergiendo como consecuencia una “cultura villera" y acercándonos a la identificación de éstos grupos como una nueva tribu urbana.

     Varias serían las aristas desde donde enfrentar este fenómeno, pero quizás en el seno del proceso de socialización es en donde encontremos el rumbo que nos guíe en este camino a seguir. En principio durante la socialización primaria, el individuo se incorpora a la sociedad desde su nacimiento y finaliza cuando el concepto del otro generalizado [1] (y todo lo que esto comporta) se ha establecido en la conciencia del individuo. Es decir que a esta altura ya es miembro de la sociedad y esta en posesión subjetiva de un yo y un mundo (Berger, Luckman, 2001). Pero esta internalización de la sociedad, la identidad y la realidad no se resuelve así como así, debemos sumarle el proceso de sociabilización secundaria que el individuo recibe fuera del sub-mundo familiar. “La socialización secundaria es la internalización de sub-mundos institucionales o basados en instituciones” (Berger, Luckman, 2001) 

   De ahí que al emprender una aproximación a la construcción de la identidad psicosocial de los jóvenes vinculada a los procesos interactivos desplegados en/a través del ámbito de las redes sociales (de amigos) nos guía en este sentido. El joven que busca se ve obligado a crearse, y esta construcción está condicionada socialmente. Es a través de la red social de amigos como -mediante una suerte de modelo de la mutualidad- se va conformando su identidad social, de manera que el joven no es un mero receptor de esas influencias, sino que las cuestiona bajo el tamiz de la interpretación y de la selección perceptiva de la realidad exterior.    La identidad del yo es el yo entendido reflejamente por el individuo en función de su propia biografía, la cual, sin duda, está condicionada socialmente. Y es que construimos y negociamos las realidades sociales en las que se forja la identidad social de los individuos mediante procesos de vinculación a un grupo, interacción social, asunción de roles, socialización en grupos primarios etc. Así, la acción humana no puede explicarse por completo en la dirección de dentro a afuera, ya que la formación de la identidad en los jóvenes, en cuanto que productos sociales, no se produce a través de un proceso de influencia unilateral, sino necesariamente dialéctico.

"Cuando éramos chicos (entre 8 y 9 años) yo vivía en Tablada, en la casa de mi abuela. Allá en las tarde de verano jodíamos a los policías tirándoles piedras y nos escondíamos, a veces también nos entreteníamos tirándoles bombitas de pintura para tirarle a los autos. A veces aunque no querías o te daba miedo lo tenías que hacer igual, sino los pibes te bardeaban o no te dejaban estar ahí con ellos” (Chelo, 12 años)

     En las expresiones de uno de los entrevistados se advierte en principio como se está desarrollando el proceso identitario en función del grupo de pares, acá el proceso de inclusión/exclusión del grupo se proyecta a partir de formas de “poner a prueba” las condiciones del sujeto para la captación de determinados procesos que van a terminar constituyendo las pautas culturales del grupo. La red de amigos, en este caso actúa como lazo conductor e integrador en el proceso de captación de la identidad.  Al ofrecer un reflexión sobre la construcción de la identidad social de los jóvenes vinculándola -como no podría ser de otra forma, bajo el punto de vista- al ámbito interactivo que es el que conforma al ser humano en cuanto que entidad social, hemos de puntualizar que concebimos la adolescencia [2] como un fenómeno mucho más social que propiamente del individuo. Los adolescentes necesitan poner a prueba la realidad una y otra vez. Proceso de búsqueda de identidad que puede concebirse como un proceso de ensayo y error que induce a los jóvenes a luchar por librarse de las identificaciones de la niñez, pero que, indudablemente, al tiempo que construye una nueva identidad condicionada socialmente también se consolidan algunas identificaciones, es decir, que en el proceso de construcción se parte de experiencias, atribuciones, expectativas, etc., previas, más o menos consolidadas, que ahora son interpretadas en función de los nuevos vínculos sociales establecidos durante este período.

    La construcción social de la identidad de los adolescentes se produce como resultado de la interacción social ya que en el mundo social del adolescente no sólo tiene cabida el grupo de iguales, y habría que plantearse si ni siquiera de modo prioritario con respecto al ámbito familiar, ya que ambos tipos de interacciones son esenciales. Simplemente se produce un cierto cambio en los vínculos interacciónales, pero adultos e iguales se complementan en sus efectos sobre el desarrollo a nivel social. Se confiere interdisciplinaridad al concepto de identidad ya que su conceptualización implica la comprensión de procesos tales como desarrollo personal e integración e influencia social y cultural, de modo que para comprender lo que significa la identidad -en cuanto que diferenciación entre él y los otros individuos con los que interacciona socialmente- se ha de partir de la consideración de la identidad personal como identidad social. En efecto, desde una perspectiva social, la noción de identidad se vincula inexorablemente a la posición ocupada por el sujeto en una determinada estructura social y en los procesos interacciónales, expectativas, actitudes, consecución de metas, etc., que se establecen entre individuo y grupo. Las relaciones entre compañeros contribuyen enormemente al desarrollo de las competencias sociales en niños y adolescentes, ya que las capacidades de crear y mantener relaciones con otros, la adquisición de modos de expresión emocional o la participación en indagaciones e interpretaciones sobre la realidad social proceden, básicamente, de las interacciones con el grupo de iguales .

   La experiencia inmediata de los jóvenes se sitúa siempre en grupos: la familia, la escuela, los amigos. Estos últimos han de concebirse, como un lugar en el que los jóvenes expresan sus opiniones y manifiestan determinadas actitudes, de manera que el conjunto de disposiciones que les animan intervienen en multitud de procesos de toma de decisión. En todo proceso de toma de decisión los jóvenes se guían por experiencias subjetivas socialmente condicionadas y compartidas. Es decir, aplican determinadas creencias sociales a situaciones que requieren que definan su postura. Incluso los jóvenes construyen su propia realidad, forjando unas categorías que resultan ser representaciones compartidas por los otros. En este sentido, se manifiesta que los amigos, al igual que el resto de los miembros del entorno,  son muy importantes en la construcción social de la realidad. Es más, ciertamente el entorno social inmediato y el espacio personal se muestran en la trayectoria temporal de la amistad como modelos útiles de análisis aunque no se puede obviar tampoco la experiencia de cada cual ya que ésta actúa como elemento condicionante.  El joven, en cuanto  ser social interactúa en un ambiente regido por unos roles sociales y culturales y por una diversidad de valores y normas explícitos e implícitos que condicionan su actuación, es enjuiciado por el grupo de iguales y por otros grupos socializadores en función de la aceptación o rechazo de estos criterios. La respuesta de los otros hacia el individuo modulará sus sucesivas interacciones y hará que adopte como propios -reformulándolos- diversos criterios comunes al grupo con el que desea establecer contactos.

Algunas consideraciones sobre el concepto de identidad. “Nosotros” y “ellos”

    La introducción de "identidad" en el análisis social y su difusión inicial en las ciencias sociales y el discurso político ocurrió en Estados Unidos en los años sesenta (...) y a partir de allí su uso, en estas disciplinas se fue haciendo cada vez más frecuente a punto tal que fue utilizada en miles de sentidos, generando una categoría analítica demasiado ambigua (Brubaker R. y Cooper F., 2001).

       La identidad es la autopercepción de un «nosotros» relativamente homogéneo en contraposición a «los otros», con base en atributos, marcas o rasgos distintivos subjetivamente seleccionados y valorizados, que a la vez funcionan como símbolos que delimitan el espacio. Poseer una determinada identidad implica conocerse y hacerse reconocer como tal, mediante estrategias de manifestación en la confrontación con otras identidades subjetivas en el interjuego de las relaciones sociales; «las personas y los grupos se autoidentifican en y por su participación en acciones comunicativas, tanto como esa autoidentificación sea reconocida intersubjetivamente. (Giménez, 1992).

       Hay sistemas de oposiciones que se manifiestan en el lenguaje y en el sistema simbólico propio del grupo o de los individuos inmersos en él, así como en las múltiples reglas de comportamiento, códigos y roles sociales que contra distinguen las relaciones, tanto al interior del grupo, como hacia afuera.  

       A lo largo de las entrevistas en profundidad que derivaron inexorablemente en historias de vida, pudieron captarse una serie de fenómenos que solo eran posibles de decodificar mediante la reinterpretación del lenguaje propio que fuimos descubriendo a medida que avanzaba el proceso de investigación. Lo mismo ocurrió durante el desarrollo del trabajo etnográfico y la observación participante en  los locales bailables (Bailantas) con respecto a los códigos y los sistemas simbólico       Las identidades tienen un carácter relacional destacable, carecen de una connotación esencialista y se definen a partir de las interacciones de un grupo con otros grupos sociales que no comparten los elementos simbólicos definitorios de su identidad; también, son recursos para la articulación de proyectos o adscripciones culturales imaginarias que, a modo de fantasmas colectivos, cobran forma y vida en la conciencia social como arquetipos que dibujan la unicidad individual.

       Se trata entonces de entender, como lo hace especialmente desde la antropología cultural norteamericana, a las relaciones que definen a cada sociedad como «construcciones histórico-simbólicas» y que, a diferencia de aquellos que enfatizan la centralidad de los lazos primordiales, son los códigos culturales,  los que establecen una  especie  de “marcas de origen”,  definiendo los límites constitutivos entre “nosotros” y los “otros”, que permiten establecer una relación particular sin por eso perder contacto con la cambiante realidad.  Para Durkheim (1982) es “... en el encuentro colectivo que sirve de base a la práctica ritual, [que] se constituye el núcleo fundamental de la producción de la identidad colectiva, en que la sociedad se construye, se pinta a sí misma, como siendo algo significativo dotado de intersubjetividad...”. Es por ello que allí donde había más de una naturaleza, surge, sin embargo, por así decirlo, un “nosotros” que nos diferencia en tanto pequeña comunidad, región o país, es decir una identidad (Durkheim, 1982). Pero, es claro también que, así como existen formas de autopercepción, también existen otras identidades, consideradas “ellos” desde la perspectiva de un “nosotros” y viceversa. “Sin los otros, no hay necesidad de definirnos como “nosotros” sostiene Hobsbawn y en ello estarían de acuerdo casi todos los antropólogos, aunque no preocupados como lo está éste, y casi todos los historiadores, por esa última dimensión que es la que lo obsesiona, sino por cómo «nosotros», científicos occidentales, uniformamos conductas, contaminándolas, según nuestros códigos y conveniencias sin llegar, ni tratar, de realmente entenderlas alguna vez. Se comienza a advertir la idea de que la identidad colectiva se objetiva en enclaves concretos y que define colectivos diversos, como la tribu, la nación, el partido, pero que se manifiestan  ahora como identidades creadas, construidas en el desarrollo mismo de la historia.

    La periferia es sin duda el ámbito clave en torno al cual se gesta esta identidad a partir de la oposición “nosotros”, “ellos”. ¿Pero quiénes representan ese “nosotros” y quiénes son “ellos”? La respuesta a estas cuestiones no parece ser tan fácil, y es en definitiva, resultado de una serie de procesos de inclusión/exclusión que se gestan en el seno mismo del grupo. En el trabajo de campo y las entrevistas se detectaron varios “otros”, presentes en el discurso: “el careta”, “el cheto” -o concheto-   (quizás este representa el más fuerte de todos los “otros”) y en general todos aquellos que no comparten los rasgos esenciales de esta identidad.  A decir de Auyero [3] : "Los que la tienen fácil, con los que se define a los grupos de jóvenes que no tienen necesidades (las clases altas y media alta) forman un “otro” que siempre está presente en el momento de afirmar lo que le falta”. (Auyero, 1991).

     El “nosotros” los “villeros”  o “negros” está interiorizado a partir de la oposición de esos “otros”.

 “Somos negros villeros y eso no es una ofensa.... No me molesta que me digan así... Somos negros y que? Peor sería que me digan cheto, eso sí que son todos putos, eso si que es una ofensa.” (Chelo, 12 años).

      En relato de  Chelo se vislumbran las formas en las que se construye el “nosotros” y la oposición de los  “otros”. Pero la legitimación se manifiesta en todos los ámbitos. Durante una de las observaciones de campo [4] el líder del grupo “Damas Gratis” sale al escenario y antes de saludar inicia su actuación diciendo:

"Las palmas de todos los negros arriba y arriba....."

Inmediatamente todos comienzan a gritar y levantar las manos al ritmo de la música, de este modo se inicia el show. Lo que Pablo Lescano (líder del grupo y uno de los fundadores del movimiento de cumbia villera) está haciendo es ante todo afianzar ese “nosotros” construido fuera de los límites de la bailanta pero ritualizado en ese ámbito. Luego de varias canciones va incorporando clichés tales como:

"El que no salta es un cheto"....

 “El que no salta es un político”...

 “El que no salta es un patovica...”

Lo que aquí hace es reforzar la idea los “otros”, los que no son como “nosotros”, los que no comparten nuestros códigos, nuestros ideales; y esa construcción se da por oposición, a modo de construcción de un "enemigo" y esto es identificado como tal si tenemos en cuenta que inmediatamente que el cantante dijo esto, alguien que estaba a nuestro lado comentaba a su pareja: "viste... nombró a todos los malos". Ahí los “otros” no solamente eran “otros” diferentes de “nosotros” sino que además eran además “malos”. “Vemos aquí como la identidad social -en tanto percepción que un grupo tiene de su posición social- se construye y representa en relación a los “otros” (Auyero, 1997) y esta “otredad” necesita ser construida y reconstruida permanentemente por los propios actores sociales.  

Periferia e Identidad de lugar como construcciones simbólicas

      El tema de la territorialidad tratado por las ciencias humanas  (antropología, geografía humana, psicología ambiental, psicología social) focaliza las formas en qué, lugares y cosas, son partes integradas de procesos sociales de la identidad humana, generalmente muy ligada a este tipo de procesos.

      El fenómeno urbano, como una expresión de la territorialidad, es también una construcción social. [5] El valor del individuo depende del lugar en que se está y la ciudadanía supone una igualdad de  todos y una accesibilidad semejante a los recursos y servicios en un espacio construido. Se sabe, sin embargo, que muy raramente ocurre por parte de las estructuras políticas una adecuada administración del territorio (ciudad), que asegura los derechos individuales y una distribución general de los recursos y servicios públicos. La identidad social de un individuo es consecuencia del conocimiento de su pertenecía a un lugar o a lugares concretos, juntamente con la significación valorativa y afectiva adjunto a éstas vinculaciones.

     La Identidad de lugar es como un aspecto del individuo que permite la construcción de una seguridad y de un vínculo al espacio construido.  Mientras el lugar es la seguridad, el espacio es la libertad, nos apegamos al primero y  deseamos lo segundo. "Espacio es más abstracto que lugar. Lo que empieza como espacio indiferenciado transformase en lugar a la medida que lo conocemos mejor y lo dotamos de valor. Las ideas de “espacio” y “lugar” no pueden ser definidas una sin la otra... si pensamos en el espacio como algo que permite movimiento, entonces lugar es pausa; cada pausa en el movimiento que torna posible que localización se transforme en lugar" Yi-Fu Tuan (1977).  A esto debemos sumarle la idea que en nuestro estudio de caso la territorialidad es mucho más fuerte por tratarse de un espacio tan conflictivo como la periferia y por ende los procesos se tornan más fuertes y más específicos.

"Hoy vivo en Pontevedra, en el Barrio Las Torres, pero eso es casualidad... Yo no soy de acá... Acá vivo, yo soy de Tablada, ahí vivía antes y ahí tengo a todos mis amigos... (Chelo, 12 años)

     En las expresiones anteriores queda evidenciado como se manifiesta fuertemente la territorialidad, generada a partir de los lazos (o redes) de amigos con los que se vincula, produce y reproduce esa identidad. Para él su domicilio es el Barrio Las Torres, pero su “lugar” es otro, es donde están sus afectos, en donde se establece su red de amistad. Es interesante destacar cómo la idea de lugar aparece vinculado siempre a las redes de sociabilidad, que se van estableciendo dentro del grupo. El “lugar” puede ser el barrio, la plaza o la esquina, pero en todos aparece como una especie de “territorio sagrado” donde se llevan a cabo las prácticas del grupo (en un sentido de ritual), en la mayoría de los casos del movimiento de la cumbia villera también la “bailanta” aparece como “lugar”. La identificación se manifiesta en la letra de algunas de las canciones:

"Nosotros, los pibes.... estamos, todos los días...

   en la placita....  de la cabeza...”

Yerba, mucha yerba.... en la placita....

Humo, mucho humo.... en la placita”

                                                                  ("La Danza del Humo" de Pibes Chorros)

       A través de la teoría de las representaciones sociales, podemos indagar la construcción simbólica de la cotidianeidad de los habitantes de una ciudad, aproximándose de un conocimiento del censo común que permite la elaboración y comprensión de las conductas individuales y colectivas y la comunicación entre los individuos, ya que parece haber, por consiguiente, una relación íntima entre el sistema urbano y las experiencias personales de los habitantes. La gran relevancia de la teoría de las representaciones sociales aplicada a la investigación, evaluación y comprensión de los grupos sociales, a partir de sus propias realidades e identidades culturales, es justificada por hacer posible una evaluación del sistema de significación de las poblaciones, permitiendo el ingreso en su mundo simbólico a partir de su propia realidad cotidiana.

 ¿Cuáles son los sentimientos asociados a un determinado lugar, o mejor dicho, a una ciudad? La afectividad, o las emociones y sentimientos relacionados al espacio de la ciudad, pueden ser una forma de evaluación de una colectividad de su nivel de conciencia y de la condición de su ciudadanía. Solamente es posible entender el pensamiento a partir de la motivación, o sea, de los deseos, necesidades y emociones. "Emoción, discurso y pensamiento son mediaciones que llevan a la acción, por consiguiente somos las actividades que desarrollamos, somos la conciencia que refleja el mundo y somos la afectividad que ama y detesta este mundo, y con este equipaje nosotros identificamos y somos identificados por aquellos que nos cercan" Lane (1994).

          Edney (1976) conceptualiza la territorialidad como un vínculo afectivo importante, definido por el criterio de continua asociación de personas a lugares específicos. En la representación social de la ciudad, los aspectos sociales y geográficos “dialogan”  continuamente, sin embargo los primeros ejercen una cierta preponderancia sobre los últimos. La afectividad, las emociones y sentimientos relacionados al espacio pueden ser una forma de evaluación de un grupo o subcultura. Sentimientos y emociones son construidos socialmente y, por eso, cargan ideologías diferentes. Así mismo, la participación activa de miembros de la misma sangre (hermanos, primos) respeta la prioridad familiar dentro del rango afectivo.  En la mayoría de los casos de los entrevistados la “villa” aparecía como su lugar, como el lugar donde gestaron su historia, sus emociones, sus lazos y por lo tanto, las representaciones de ese sitio como “lugar” aparecen presentes también en varias de las letras de los temas.

       La relación de identidad y cultura es directa; en el centro de todo proceso de producción de sentido se encuentra la construcción de una identidad colectiva; ésta siempre se forma por referencia a un universo simbólico, ya que la cultura interiorizada en los individuos como un conjunto de representaciones socialmente compartidas, entendidas estas como “una forma de conocimiento socialmente elaborado y compartido orientado hacia la práctica a la construcción de una realidad común por parte de un conjunto social” (Torres Carrillo, 1995). Pero si bien es cierto que la identidad colectiva constituye una dimensión subjetiva de los actores sociales y de la acción colectiva, para su existencia requiere de una base real compartida (una experiencia histórica y una base territorial común, unas condiciones de vida similares, una pertenencia a redes sociales). En la “cultura de la villa” el compartir estos condicionamientos objetivos, permite la existencia de unas marcas o rasgos distintivos que definen de algún modo la unidad “real” reconocida por el grupo como propia y que inciden en su práctica; por ello, la identidad es a la vez condicionada y condicionadora de la práctica social; en éste ámbito de los grupos que entroncan esta “cultura villera" no admiten la relación con ningún otro individuo que no comparta sus mismos ideales, como tampoco la integración al grupo, ya que tienen muy marcados los límites y sus vínculos sociales son muy cerrados. [6]

   La identidad de un actor es una construcción relacional e intersubjetiva: emerge y se afirma en la confrontación con otras identidades, lo cual se da frecuentemente en condiciones de desigualdad y por ende, expresando y generando conflictos y luchas. En ninguno de los casos estudiados, los problemas de desigualdad se manifestaron de manera pasiva, los continuos enfrentamientos entre grupos de diferentes barrios se dan de manera violenta tanto en el aspecto físico como a nivel verbal, para afianzar la dialéctica “nosotros”/”otros”, de hecho dentro de los mismo grupos las diferencias se gestan a nivel de la territorialidad, que como hemos visto son determinantes de éstos procesos.

"En las jodas siempre se arma kilombo entre los de Casanova, Villegas o Tablada, es porque quieren ver quien es el más polenta" (Macana., 17 años)

De esta forma el "nosotros" (los villeros) se diferencian en una especie de "sub-nosotros": "los villeros de Tablada", "los villeros de Villegas" o "los villeros de Casanova". Es decir que: "una sociedad no está constituida tan sólo por la masa de individuos que la componen, por el territorio que ocupan, por las cosas que utilizan, por los actos que realizan, sino, ante todo, por la idea que tienen de sí misma" (Durkheim, 1982), en definitiva por su autoconcepción, por su autorepresentación en la que se inscribe  una relación nosotros.

     Las  vinculaciones entre territorialidad e identidad se hacen evidentes en cada uno de los casos analizados a la hora de analizar el complejo proceso de construcción de la identidad de los jóvenes en la periferia. Creemos que este enfoque cultural aporta nuevos espacios en las ciencias sociales para el análisis y la reflexión. Pensamos que en las ciencias sociales hay una tendencia a cierto reduccionismo al estudiar la pobreza desde una perspectiva únicamente económica, midiéndola con categorías propias de estudios de mercado y relacionándola correlacionalmente con actividades delictivas. En virtud de esto buscamos analizar a la juventud de la periferia, su cotidianeidad y una de sus expresiones culturales emblemáticas: "la cumbia villera".

     Es importante destacar que la mayoría de los acercamientos o tratamientos que hay con respecto a la cumbia villera tienen una mirada mediática y dentro de esa mirada aparecen opiniones inquisidoras y juzgadoras sobre el contenido de las canciones. No descartamos que la punta del iceberg sea el fenómeno mediático pero como pudimos observar en la investigación  este movimiento es mucho más vasto y más complejo, y sólo puede ser abordado  como lo que realmente es: un fenómeno sociológico.

NOTAS

[1] Extraído de Berger y Luckman "La construcción social de la realidad" Ed. Amorrortu. 2001.

[2] Aquí el término adolescencia lo utilizamos en un sentido amplio y no bajo un criterio etario, es decir limitado bajo parámetros de una u otra edad, ya que el fenómeno de análisis excede lo que tradicionalmente podríamos denominar joven.

[3] Auyero, J. "Otra vez en la Vía". Notas e interrogantes sobre la juventud de los sectores populares. Fundación del Sur. GECUSO.

[4] Se realizaron varias observaciones de campo a modo de trabajo etnográfico con observación participante en locales bailables de la Zona Oeste del GBA. y Capital. La presente cita pertenece a una observación realizada en el Monumental de Moreno durante el recital del grupo de Cumbia Villera “Damas Gratis” (Mayo, 2002).

[5] "...la distribución de los lugares de residencia sigue las leyes generales de la distribución de los productos y por lo tanto, produce reagrupaciones en función de la capacidad social de los sujetos, o sea, en el sistema capitalista, en función de su renta, de su estatuto profesional, del nivel de instrucción, de la pertenencia étnica, de la fase de la vida, etc. Se hablará entonces, de una estratificación urbana  correspondiente a un sistema de estratificación social..., y en el caso en el que la distancia espacial tiene una fuerte expresión espacial, de segregación urbana. En un primer sentido se entenderá por segregación urbana a la tendencia a la organización del espacio en zonas de fuerte homogeneidad social interna y de fuerte disparidad social entre ellas, entendiéndose esta disparidad no solo en términos de diferencia, sino de jerarquía" (Castells, 1972).

[6] Un caso concreto es el del líder del Grupo Damas Gratis, Pablo Lescano, que a pesar de haber mejorado sus condiciones materiales, continúa viviendo en la Villa La Esperanza, de Carupá (San Fernando). De hecho es costumbre en él festejar todos sus cumpleaños con un recital montando un escenario en el techo de su casa, en plena Villa La Esperanza. “... Por supuesto hubo momentos muy emotivos porque los habitantes de la Esperanza, estaban muy contentos por todo lo que está viviendo el músico que se crió y continúa entre ellos” (Extraído de Crónica con Ritmo, 10/2001)


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