España: Una sociedad de inmigración improvisada

Margarita del Olmo
Departamento de Antropología, CSIC

 

         Introducción

         En términos generales, se puede afirmar que España es una sociedad de inmigración inesperada por dos motivos: En primer lugar porque un país que a lo largo del siglo XX envío unos tres millones y medio de personas a América Latina, y otro millón aproximado a Europa a partir de los años 1950, no permitía esperar que, a lo largo de las dos últimas décadas del mismo siglo, fuese a recibir alrededor de un millón de extranjeros con permiso legal para trabajar o residir en España. Y en segundo, porque esos extranjeros no han sido deseados, es decir, no han acudido, como en otros países europeos o americanos, a una demanda de trabajadores por parte de la población local.

         No es de extrañar, por lo tanto, que su llegada haya sorprendido a todos, y que, en consecuencia, las estructuras políticas y sociales se hayan visto obligadas a improvisar.

         La improvisación ha alcanzado, desde los órganos legislativos, que redactaron una primera ley de extranjería en 1985, con escaso conocimiento de la situación (y  en consecuencia, a lo largo de lo que ha sido hasta ahora el proceso inmigratorio, se han visto obligados a sumar a esta primera ley dos leyes más y cuatro procesos extraordinarios de regularización), hasta los colegios públicos, que se han visto desbordados por la llegada de una población escolar ante la cual desconocían por completo cómo actuar y para qué. La opinión pública, igualmente sorprendida, antes de poder decidir qué pensaba sobre la llegada de estos inmigrantes, ha sido influida por unos medios de comunicación, que han aprovechado la sorpresa colectiva y la han transformado en sensacionalismo.

         Entre tanto, la convivencia diaria con los extranjeros se ha improvisado sobre la base del poco conocimiento y la escasa experiencia, de hecho el 44% de los entrevistados por el CIS reconoce no haber tenido nunca un trato personal con los inmigrantes (Puyol 2001:32). Esta convivencia improvisada y sus consecuencias constituyen el tema de la presente ponencia.

         La improvisación sobre la base de la experiencia anterior:

         Aunque la experiencia histórica de la sociedad española con pueblos de costumbres y normas de conducta distintas a las nuestras ha sido significativa, sin embargo, los años de la España franquista, que constituyen la época inmediatamente anterior a la llegada de la inmigración, se caracterizaron por el aislamiento de nuestro país en el contexto internacional. Ese aislamiento, del que aún somos herederos, constituye el marco en el que se gestó la transformación de la sociedad española en un país receptor de inmigrantes extranjeros.

         Las únicas experiencias con población extranjera en aquella época se reducían, fundamentalmente, a tres: los turistas, los gitanos y las de los propios emigrantes españoles en el extranjero. Los turistas, que llegaban de países ricos, generalmente del norte y centro de Europa, contribuyeron significativamente con sus divisas al desarrollo de la economía española en aquella época; a pesar de pero nunca han sido un tema de estudio significativo para los científicos sociales, con algunas excepciones singulares (Roque: 1989). Los gitanos, siempre considerados extranjeros a pesar de no serlo, y a costa de siglos de una convivencia "mal avenida" han despertado el interés de varios investigadores, pero han sido siempre asociados a problemas de integración y marginalidad, y esta asociación ha eludido a todos aquellos que no presentaban problemas de pertenencia o que en absoluto podrían considerarse marginales. La experiencia de los españoles en el extranjero nunca se suele mencionar en relación con los inmigrantes extranjeros actuales, a pesar de que, según el Colectivo Ioé (2000:76) aún viven dos españoles en el exterior por cada extranjero que vive en España, y, por lo tanto, nuestra sociedad continúa siendo técnicamente una sociedad de emigrantes, parece que existe un olvido colectivo con el que se ha corrido un tupido velo que nos impide comparar ambas situaciones.

         Véase al respecto el siguiente ejemplo, que es un extracto de un discurso recogido por Pumares y Barroso (1993:19):

         "Deja que te diga algo: Los españoles en Europa..., hemos hecho más cosas buenas que malas, ¿o no? [...] ¿Cuánto han contribuido los emigrantes españoles a construir las empresas europeas? Pero, sin embargo, ¿qué están haciendo los inmigrantes en España? ¿Qué han hecho por España? Es que recibimos solamente la escoria, los vendedores de droga. Y ellos son quienes lo estropean todo, la escoria"

         A través de este tipo de discurso se ha desechado una memoria colectiva que, en mi opinión, habría resultado muy útil como experiencia a la hora de construir una sociedad de inmigración. Y, sin embargo, como voy a tratar de argumentar a continuación, creo que hemos desarrollado hacia los inmigrantes extranjeros una doble actitud que es, en mi opinión, el resultado de proyectar dos maneras distintas de pensar sobre las diferencias derivadas de la experiencia anterior. Me refiero a un modelo de relación con los gitanos y a un modelo de relación con los turistas, cada uno de los cuales se aplica hoy a la relación que se establece con los inmigrantes extranjeros, en función de cómo se les haya clasificado. Para ello, en primer lugar, me voy a ocupar de cuándo se emplea cada uno y a quiénes se identifica con cada una de las categorías.

         En un estudio reciente Vallés, Cea e Izquierdo (1999:59-60) afirman lo siguiente:

         "En las encuestas sobre inmigración realizadas por el CIS en 1993, 1995 y 1996 se pidió a los entrevistados que indicasen 'en quiénes pensaban, de manera inmediata' cuando se hablaba de inmigrantes extranjeros. Los marroquíes fueron el grupo de inmigrantes más apuntado en las tres fechas de la encuesta [...]. Los africanos procedentes del África Negra constituyen el segundo grupo de población más señalado, pero a gran distancia del primero [...]. Los hispanoamericanos se sitúan en tercer lugar [...]. Los demás grupos de inmigrantes apenas son mencionados”

         Los inmigrantes procedentes de Europa son los grandes ausentes de este panorama y su ausencia resulta significativa  puesto que representan el 45,93 del total, es decir, casi la mitad. En mi opinión se trata, fundamentalmente, de un problema de categorización, y, por lo tanto, afecta a los propios medios de comunicación. Los extranjeros procedentes de la Unión Europea no se asocian con la categoría de inmigrantes. Mi hipótesis es que se identifican con la de turista, y que esta categoría de turista es la que se emplea como referente para orientar el comportamiento de los españoles en relación a los extranjeros procedentes de la Unión Europeay los Estados Unidos. Las etiquetas que designan una categoría aplicada a un grupo humano sirven para saber qué esperar del comportamiento de los individuos de ese grupo, y también para adaptar el nuestro hacia ellos (del Olmo:1990).

Creo que se emplea el esquema de "turista" como modelo de referencia hacia los inmigrantes de países ricos, a diferencia de lo que hacemos con los que proceden del resto del mundo, para quienes, en mi opinión, se utiliza la categoría de "gitano" como esquema de referencia. Véase a respecto la siguiente opinión:

         "... Los gitanos son el exponente vivo de que no estamos preparados para eso, es el mejor exponente de no haber asumido durante cientos de años alguien diferente a nosotros. Yo, mientras los magrebíes, por ejemplo, me decían el otro día que en Catalunya son una auténtica plaga, conceptuados así, decían que son peores que los gitanos, tomando ya a los gitanos como el extremo inferior. ¿Por qué?, pues porque (...) es el mejor caldo de cultivo para la droga, para la delincuencia y para la marginación" (Colectivo Ioé 1995:89).

         Este discurso realiza una asociación de ideas entre las categorías de "gitano" y "magrebí". No argumenta esta asociación, el informante la asume y la presume, y por lo tanto no la tiene que aclarar. Lo que sí afirma es que ambos colectivos se comportan de manera semejante, asociados a la droga, a la delincuencia y a la marginación.

         En el análisis sobre las encuestas realizadas por el CIS. Vallés, Cea e Izquierdo (1999:70) afirman:

         "La mitad de los encuestados en 1991 considera que existe bastante, e incluso, mucha relación entre inmigración y conductas delictivas o marginales. Proporción que se eleva al 65%, cuando se relaciona la inmigración con la venta callejera. [...] En la búsqueda de explicación, el 16% de los entrevistados percibe al inmigrante extranjero como un profesional de la delincuencia que elige nuestro país a propósito para la comisión de actividades delictivas. No obstante, son la mayoría lo que opinan que la implicación en conductas delictivas se debe sobre todo a las mayores trabas que los extranjeros encuentran para conseguir un puesto de trabajo estable en España"

         Los autores, sin embargo aclaran:

         "La imagen negativa y estereotipada del inmigrante no se corresponde con la realidad de la inmigración. Si se consultan las últimas Estadísticas Judiciales de España publicadas por el INE se comprobará que los extranjeros condenados en 1994 representan, respecto al total de condenas pronunciadas en dicha fecha [...] sólo un 6%. Si además se tiene presente el total de extranjeros con permiso de residencia en ese año [...], obtendremos que los extranjeros condenados por la comisión de algún tipo de delito únicamente constituyen el 1,5% de los extranjeros residentes en España" (Vallés, Cea e Izquierdo 1999: 70-71).Y los autores  concluyen: "En suma, del cotejo de datos estadísticos oficiales se deduce la errónea percepción que la opinión pública tiene de los inmigrantes extranjeros. Sin duda, en la configuración de ésta, como de otras corrientes de opinión, tienen un elevado protagonismo los medios de comunicación [...]. La tendencia a convertir en noticia los sucesos más alarmantes: detenciones de redes internacionales (en su mayoría compuesta por inmigrantes latinoamericanos) de tráfico de drogas, comisión de delitos contra la propiedad, contra la moral pública (caso de la prostitución), delitos de estafa y de falsificación de documentos oficiales (que faciliten la entrada de inmigrantes ilegales y su incorporación al mercado de trabajo español). Además de la referencia (destacada) a la nacionalidad de los detenidos. Lo que también contribuye a la identificación de determinadas nacionalidades con la comisión de ciertos delitos. Todo este protagonismo que los medios conceden a este tipo de noticias sin duda consigue desvirtuar la realidad y repercute, directa y negativamente, en la imagen que la opinión pública tienen del inmigrante extranjero" (Vallés, Cea e Izquierdo 1999:71-72).

         Es evidente que al haber tenido que improvisar, en pocos años, una sociedad de inmigración, se ha empleado para construirla los modelos de relación con las diferencias con los que se contaba al alcance de la mano. Sin embargo, también he afirmado que se ha eludido otro modelo que, en mi opinión, habría sido más adecuado; creo que haber tenido presente la experiencia de los españoles como inmigrantes en el extranjero, habría permitido encontrar mayores paralelismos con los inmigrantes que llegan a España hoy, procedentes de países más pobres que el nuestro.

         Es necesario, sin embargo, hacer una salvedad a la hora de establecer esta comparación. Los emigrantes españoles en los países europeos acudieron, al igual que los portugueses, los turcos o los italianos, a una demanda de mano de obra, generalmente no especializada, por parte de la población local. En España, sin embargo, hasta fechas muy recientes, la opinión pública no ha empezado a reconocer que los inmigrantes procedentes de países del Tercer Mundo suelen ocupar un nicho en el mercado laboral que ha sido despreciado, por diversas razones, por parte de la población local. Según los datos que revelan las encuestas, entre 1991 y 1996 se produce un incremento en el número de personas que manifiesta su acuerdo con la siguiente afirmación formulada por las encuestas: "Los inmigrantes de países menos desarrollados desempeñan los trabajos que los españoles no quieren", pasando de más del 50% a casi el 80%; este aumento se corresponde con una disminución del porcentaje de personas que se manifiestan en desacuerdo, cuyo respectivo porcentaje descendió desde casi el 30% en 1991 hasta un 15% aproximado en 1996 (Vallés, Cea e Izquierdo 1999:87).

         Por otra parte, los trabajadores españoles en el extranjero que acudieron a la demanda de los países centroeuropeos, fundamentalmente entre 1950 y 1980, no fueron nunca considerados inmigrantes permanentes, ya que se les confirió un estatus de "trabajadores invitados" ("gestarbeiter" es la palabra que emplean, por ejemplo, los alemanes), que sigue vigente en las legislaciones de algunos países, como la propia Alemania. Este estatus legal específico ha dificultado una integración total en la sociedad y ha privado muchas veces de la nacionalidad a los descendientes de los inmigrantes nacidos en el país. Por lo tanto, la mayoría de las personas que se ha arraigado, lo ha hecho en contra de las expectativas que de ellos se tenían cuando fueron llamados.

         Los exiliados políticos, que abandonaron España al final de la Guerra Civil o en la época inmediatamente posterior a ella, huyendo de las represalias del régimen franquista, se establecieron en los países de acogida (algunas veces después de algunos periodos intermedios vividos en otros lugares) de una forma permanente, y no acudieron directamente a una demanda de mano de obra, aunque, encontraron destinos más fácilmente en países que reclamaban inmigración, o al menos no estaban cerrados a ella, tales como ser los países americanos, mayoritariamente México y Argentina.

         Todas estas matizaciones pretenden perfilar la idea de que las circunstancias de la emigración de los españoles en el exterior fueron complejas, y me refiero tanto a la situación de los propios emigrantes, como a la de los países en los cuales se radicaron. Desde esta perspectiva creo posible establecer la comparación con la situación de los inmigrantes extranjeros en España que, a pesar de no haber acudido a una demanda de trabajadores extranjeros por parte de la sociedad española, se encuentran viviendo circunstancias parecidas a las que los propios emigrantes españoles experimentaron en el extranjero.

         Una conclusión general del análisis de los modelos elaborados partir de la experiencia con las diferencias, empleados como referentes a la hora de improvisar un espacio social nuevo, sería afirmar que los sistemas de clasificación que una sociedad emplea para categorizar a los demás, son un reflejo de la imagen que esa sociedad proyecta sobre sí misma. Es decir, el cómo vemos a los otros nos dice mucho acerca de cómo nos vemos a nosotros mismos. Y además, que la sociedad española discrimina a los inmigrantes y los distingue en dos grupos fundamentales: aquellos a los que llama "extranjeros" y considera integrables porque no presentan problemas (que coinciden con las personas que emigran de Europa y otros países Occidentales ricos), y aquellos a los que identifica con el término de "inmigrantes" calificándoles de problemáticos y convirtiéndoles en individuos difícilmente integrables. Este grupo se corresponde, en líneas generales, con las personas que proceden del Tercer y el Segundo Mundo, es decir de países no occidentales o pertenecientes al antiguo bloque comunista.

         Si relacionamos esta forma de clasificar con la "desmemoria" de nuestra experiencia reciente (e incluso presente aún) como país de emigración, lo que obtenemos es una imagen  muy particular de España. Es una imagen que en vez de reflejar las profundas transformaciones experimentadas por la sociedad en las últimas décadas, un proceso que tiene sus raíces en la época del desarrollo y que se aceleró a partir de la Transición Política, nos devuelve una España como si fuera un producto acabado de ese proceso de transformación, sin contradicciones y sin problemas para compartir con los países más ricos las estructuras de poder del, así llamado, Mundo Occidental. Es decir, una sociedad que se considera "igual", en las mismas condiciones y con las mismas perspectivas que cualquier inmigrante procedente de un país rico. Olvidando fácilmente los problemas para competir, en plano de igualdad, por un puesto de trabajo con cualquier ciudadano europeo. A pesar de todo, la opinión pública nunca alude al hecho de que la verdadera competencia en el mercado de trabajo, o al menos la más difícil, se produce, fundamentalmente, con los ciudadanos de los países ricos que vienen a establecerse en España, que ocupan los puestos directivos de las empresas internacionales, por poner un ejemplo que conozco. La opinión pública asume que la llegada de los europeos a España, abre sus países de procedencia a los españoles en un plano de igualdad. Y creo que sus diferencias se pasan por alto a cambio de un deseo de equipararse con ellos.

         Se considera, sin embargo, que los que proceden de estructuras sociales muy parecidas a la nuestra hasta fechas muy recientes, representan hoy un problema porque sus diferencias se perciben como un obstáculo importante en el camino hacia la modernidad, o, en términos del presente siglo, hacia la postmodernidad. Quizá por eso se ha olvidado tan rápidamente la historia reciente de España como país "en vías de desarrollo", por emplear un eufemismo muy característico en la época. Aquella situación sería muy fácil de equiparar, por ejemplo, a la que hoy día presentan los países del antiguo bloque socialista o algunos estados del norte de África. Esta olvido responde, en mi opinión, a un deseo no expresado, según el cual, cuanto más distintos nos veamos de éstos, más nos podremos parecer a aquéllos.

         La experiencia adquirida a partir de la improvisación:

         En primer lugar, me parece necesario destacar que los inmigrantes extranjeros en España constituyen el 1,8% de la población total del país (Colectivo Ioé 2000: 77, y Pumares 1999: 33). Este porcentaje, comparado con el 33% de Luxemburgo, el 18% de Suiza, o incluso con el 6% de Francia, nos coloca en el último puesto, que compartimos con Finlandia e Italia, como sociedad de inmigración en el contexto de la Unión Europea (Colectivo Ioé 1999:77). En segundo lugar, me parece imprescindible reconocer que entre ese 1,8% de población extranjera a finales de la década de los 90 en nuestro país, más del 40% está integrado por inmigrantes procedentes de la Unión Europea. Esta llamada de atención no tiene como objetivo único a la prensa o a la opinión pública, sino también a los propios investigadores, que suelen referirse sólo a la mitad de los inmigrantes cuando hablan de ellos. Véase al respecto un ejemplo de 1999, en el que Alemán Ochoterena y Fernández (1999: 55) afirman:

         "La inmigración, como ya todos sabemos, no es un fenómeno nuevo, ni espontáneo, ni surge de la nada. Viene de la mano de las relaciones de desigualdad entre el Norte y el Sur. Un norte con un proceso de envejecimiento de la población cada vez más acelerado frente a un sur que ve aumentada cuantitativamente su población. La presencia en el norte de gobiernos 'democráticos' donde la libertad se conjuga con el bienestar, frente a regímenes totalitarios, arbitrarios, donde la falta de recursos, la ausencia de libertades personales así como la desestructuración económica está patente. Un norte donde cada vez se quiere más y mejores condiciones laborales y sociales, quedando ciertas ocupaciones marginadas y desvalorizadas. Un sur en el que sólo se reflejan los 'valores' occidentales a través de la TV y que muchas veces se toman como propios, dominantes, por encima incluso de su grupo".

         Explicaciones como ésta dejan casi la mitad de los inmigrantes en España sin entender, y contribuyen a la identificación exclusiva de la palabra inmigrante con el extranjero que procede de los países del Tercer Mundo, y por lo tanto incide en la distorsión de la imagen que la opinión pública tiene del colectivo.

         La idea de que España es uno de los países de la Unión Europea con menor número de extranjeros residentes, y la de que en la categoría inmigrantes debería incluir a todos ellos, constituyen, en mi opinión, el marco a partir del cual es posible crear un nuevo espacio social de intercambio, porque, planteado de esta manera, es necesario modificar sustancialmente lo que hoy se presume sobre los inmigrantes extranjeros en España.

         Me parece necesario plantear un estudio en profundidad acerca de las circunstancias del proceso inmigratoio y de la inserción social de estos inmigrantes procedentes de países ricos, que suelen quedar fuera de las explicaciones sobre la problemática de la inmigración en España. Creo que las conclusiones de esos análisis resultarían útiles a la hora de replantear el papel que juega España en el contexto internacional como sociedad de inmigración . Ello proporcionaría un enfoque nuevo que obligaría a repensar algunas de las ideas que se presuponen sobre el proceso de modernización que ha experimentado nuestro país en la última mitad del siglo XX. En otras palabras, puede que no resulte atractivo muy atractivo para los defensores del proceso de modernización de España comprobar que, además de ser percibido como un país rico para los pobres, resulte, al mismo tiempo, un país pobre para los ricos; y que por lo tanto, está actuando de frontera norte para el sur, al mismo tiempo que de frontera sur para el norte. Emplazar al país en esta encrucijada, nos permitiría entender mejor su papel como sociedad de inmigración, y plantearnos de manera más realista, y por lo tanto con mayor eficacia, la construcción de un espacio social de intercambio para las diferencias de los inmigrantes, sean éstas las que sean.

         Bibliografía citada:

ALEMÁN OCHOTORENA, Pilar; y Juan Sebastián FERNÁNDEZ PRADOS "Aproximación psico-social al fenómeno de la inmigración". En: Mirando desde fuera: 55-66. Colectivo Algaravía ed. Madrid: Cáritas. 1999.

COLECTIVO Ioé Discurso de los españoles sobre los extranjeros. Paradojas de la alteridad. Madrid: CIS. 1995.

COLECTIVO Ioé "Panorámica de la inmigración en España". En: El desafío de las migraciones: 73-90. Madrid: Cáritas. Documentación Social nª 121. 2000.

del OLMO, Margarita La construcción cultural de la identidad: inmigrantes argentinos en España. Madrid: Universidad Complutense. 1990.

PUMARES FERNÁNDEZ, Pablo "Contexto y papel de la inmigración africana en Almería". En: Mirando desde fuera: 29-51. Colectivo Algaravía ed. Madrid: Cáricas. 1999.

PUMARES FERNÁNDEZ, Pablo; y Ángeles BARROSO El grupo de discusión aplicado al estudio de las actitudes hacia los inmigrantes (II). Análisis de grupos. Madrid: CSIC. 1993.

PUYOL, Rafael La inmigración en España. ¿Un problema o una necesidad? Madrid: Real Academia de Doctores. 2001.

ROQUE, María Àngels ed. Movimiento humanos en el Mediterráneo Occidental. Barcelona: Institut Cataà dÉstudis Mediterranis. 1990.

VALLÉS, Miguel S.; Mª Ángeles CEA; y Antonio IZQUIERDO ESCRIBANO Las encuestas sobre inmigración en España y Europa. Madrid: Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. 1999.


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