49 Congreso Internacional del Americanistas (ICA)

Quito Ecuador

7-11 julio 1997

 

José del Rey Fajardo

49º Congreso Internacional de Americanistas

Quito, 7-11 de julio de 1997

Simposio

Las Misiones Jesuitas en la América Colonial, siglos XVI al XVII

El mundo intelectual y simbólico del Misionero Orinoquense

José del Rey Fajardo, S.J.

Centro de Estudios Interdisciplinarios

Universidad Católica del Táchira

San Cristóbal. Venezuela

Resumen

Se estudia el mundo intelectual del misionero orinoquense desde cuatro ángulos complementarios.

El primero es el de la formación intelectual llevada a cabo en universidades europeas y en la Javeriana de Bogotá. El ámbito de la formación se basó: en el dominio de las lenguas clásicas, en las exigencias de la escolástica barroca y en la ciencia y praxis de ascética y la mística. Ya en el campo misional tuvo que adquirir los saberes misionales en los que institucionalmente tuvo que adiestrarse, dado el mosaico de etnias y lenguas, junto a un misionero experimentado. Así tuvo que trascender los modelos culturales adquiridos a fin de poder adoptar los nuevos. Además, la razón de estado les llevaría a superar el conflicto entre los ideales religiosos y los procesos de mundanización que debían transformar la reducción. Finalmente se analiza la remodelación de la identidad del misionero por las imposiciones de la mundanidad, de la creación del aparato económico pre-industrial y la ruptura en la conducta del indígena del binomio falta de necesidades-ausencia de actividad.

En el segundo se estudian las lecturas a la luz de los inventarios de las bibliotecas llevados a cabo en la expulsión de 1767. El acervo bibliográfico confirma la multiplicidad de nacionalidades así como el gusto por temas muy específicos. Su preocupación se mueve entre la racionabilidad linguística y la matemática, entre el mundo clásico y el moral y como es natural manejan la teología bíblica, casi nada la dogmática y el derecho canónico. Conviene resaltar su interés por la literatura ascética, hagiográfica y biográfica de la Compañía de Jesús y por los sermonarios, género análogo al que hoy desempeñan los medios de comunicación social.

El tercero y cuarto miden de forma más visible las estructuras intelectuales del jesuita, pues, la simbiosis de academia y saberes misionales produjo una obra escrita de calidad histórica, geográfica, linguística y espiritual todo lo cual permitió difundir en Europa el mundo variado y estratégico de los hombres y tierras de la Orinoquia.

Texto

1. Acercarse al mundo intelectual y simbólico de los hombres que llevaron a cabo el proyecto misional en las tradicionalmente denominadas Misiones de Casanare, Meta y Orinoco es el tema que trataremos de abordar en esta ponencia.

Para ello nos serviremos de cuatro indicadores: 1) La formación universitaria. 2) Las lecturas a la luz de las bibliotecas misionales. 3) La producción historiográfica y antropológica. 4) La literatura indígena.

En consecuencia, expresamente quedan marginados todos los juicios de valor tanto sobre el resultado final de la actuación de los misioneros así como también sobre el complejo entramado de lo que constituye la "otredad".

Las coordenadas que limitan los espacios temporales de este hecho histórico corren de 1661 a 1767. Con todo, hemos incluido en nuestro estudio la efímera experiencia llevada a cabo en el balcón andino de Chita entre 1625 y 1628.

Y la extensión geográfica de la Orinoquia jesuítica, tras los convenios y concordias misionales de 1662, 1732, 1734 y 1736, significaba un territorio equivalente a unos 800 mil kilómetros cuadrados1. Pero en 1764, la corona española apartaría de las zonas objeto de estudio de la Expedición de Límites de 1750 a los jesuitas venezolanos y les trazaría, como frontera sur, el Raudal de Maipures.

Por otra parte, el número promedio de misioneros que mantuvo la Compañía de Jesús en las reducciones casanareñas fue de 10 hombres. Cuando se abren las circunscripciones de los ríos Orinoco y Meta el índice subió a 232.

a) La formación intelectual

2. Para poder aproximarse a una cualificación de lo que fue la formación intelectual de los jesuitas que laboraron en la gran Orinoquia conviene precisar no sólo las nacionalidades de los hombres que entregaron su vida a este quehacer sino también la calidad de su formación en aquellas ciencias que les eran específicas para promover tan ingente empresa.

Para ello trataremos de recorrer tres provincias de saberes.

La primera la constituía el dominio de la cultura clásica y la asimilación de un humanismo nuevo. En otras palabras, consistía en despojarse de las concepciones bárbaras de la vida. Por ello, el cultivo de la bellas letras debía transformarse en un movimiento dinamizador de la vida intelectual y religiosa, pues, en definitiva, se trataba de un humanismo moral y profano.

Estos nuevos ideales comenzaban por el dominio del latín -lengua de la ciencia y la cultura- ya que sin este presupuesto se condenaba al hombre a convertirse en un Sísifo que subía la piedra hasta la cumbre para dejarla caer y comenzar otra vez el mismo recorrido. En un segundo tramo se debían fundamentar los hábitos intelectuales, a saber, el arte de instruirse, el arte de pensar, el arte de profundizar y el arte de crear. El objetivo final era la educación integral que se sintetizaba en tres dimensiones: virtud, letras y política, es decir, sabiduría, ética y comportamiento social3.

La segunda era el método científico otorgado por la Filosofía y la Teología y aquí, para simplificar, lo circunscribiremos a la Escolástica.

Durante el Renacimiento y el Barroco las ciencias eclesiásticas conservaron no sólo el vínculo del latín sino currículos muy similares y una producción bibliográfica que por estar escrita en una lengua común facilitaba la presencia del pensamiento en los lugares más recónditos.

Asímismo, la escolástica del barroco se distingue de las épocas anteriores por dos razones fundamentales: primera, porque la linguística académica adopta un latín cultivado; y, segunda, porque la metodología se obsesiona por el uso sistemático de procedimientos históricos. De igual forma se abre a las tesis más modernas "siempre que éstas puedan fundarse en autoridades". Por ello no tarda la Universidad de Salamanca en aceptar la imagen copernicana del mundo y la de Coimbra la de Tycho Brahe. La ruptura con la ciencia moderna en nada se debió a la aceptación de las doctrinas nuevas sino "a la negativa de los modernos a ejercitar el arte de la interpretación y a documentar sus tesis con autoridades"4.

También la Teología Moral fue adquiriendo personalidad propia5 y los tratados "De justitia et jure" constituyen el primer intento de elaborar una moral con metodología de interdisciplinaridad. Y este nuevo género filosófico-teológico se erige como un lugar de encuentro entre la fe y las realidades sociales. Allí irían a converger la filosofía moral, las ciencias jurídicas, la teología y el derecho canónico, así como también los problemas sociales, políticos, jurídicos y económicos6.

Mas, con el correr de los tiempos, la evolución tampoco se detuvo en la sabana bogotana y desde el exilio romano recordará Gilij que hubiera deseado "para el cultivo de los buenos talentos de los hispanoamericanos: geometría, por ejemplo, historia natural, historia eclesiástica, griego y hebreo, filosofía menos sutil, teología más erudita"7.

La tercera columna de la formación se sustentó en el ejercicio de las virtudes a través de la ascética y la mística, llamadas también ciencia espiritual o arte de perfección.

La experiencia religiosa es imposible describirla sin el lenguaje en que ella se expresa. Para los maestros de la vida espiritual se da una estructura, que es la vida natural del alma y una metaestructura que es la vida sobrenatural. Esta supraestructura se alimenta de la gracia, la cual opera en el creyente una especie de divinización interior8. De esta suerte, el alma unida a Dios se hace un pensamiento y un deseo con El9. Y para poder llegar a esa meta es necesario transitar tres etapas a las que los escritores ascéticos han denominado: purgativa, iluminativa y unitiva10.

A fin de lograr estos objetivos la Compañía de Jesús recurrió a los métodos establecidos por Ignacio de Loyola en sus Ejercicios Espirituales , pues, en su práctica el jesuita debía adquirir una convicción, una experiencia y un hábito11.

Esa es la raíz que generó una estructura mental de valores y motivaciones que dio origen a un lenguaje singular, sólo inteligible "cuando se examinan las cláusulas y el sentido del Instituto que abrazaron, tras una experiencia interior que cambió sus vidas" y que los motivó a enfrentar todo tipo de dificultades y hasta de fracasos12.

Todavía más, los ideales espirituales alimentaron su convicción religiosa y la fidelidad a la cotidianidad estuvo avalada por la disciplina y las reglas estrictas de forma tal que todo ello constituye la piedra de toque para comprender los niveles de la entrega, la cual, en el fondo, era entendida como respuesta individual a Dios y corporativa a los proyectos de la Compañía de Jesús.

Pero, dentro de la cosmovisión ignaciana, las misiones fueron parte integral de la vocación fundacional de la Compañía de Jesús13 con el mismo rango que la educación y la ciencia.

El 1 de agosto de 1594 recordaba el General de la Orden, P. Claudio Aquaviva, en una carta a todos los jesuitas dispersos por el mundo conocido14, las ventajas de señalarse en el servicio de Dios mediante una mayor abnegación de si mismos para promover con "celo"15 la mayor gloria de Dios en los frentes misionales.

3. Pero si la universidad los había profesionalizado para ser ciudadanos de una comunidad cultural internacional, en los espacios misionales debían adquirir otra ciudadanía mental bien ajena en muchos aspectos a los arquetipos vividos y presentidos.

En este momento de tránsito de la academia a la vida real es necesario formularse una nueva pregunta. ¿Cómo y dónde adquirió el jesuita orinoquense los "saberes misionales" que le obligarían a interpretar no sólo los laberintos de las etnias y sus lenguas sino además a construir la reducción como proyecto de futuro?.

En una primera respuesta podemos afirmar que, fuera de la formación intelectual de la que hemos hablado más arriba, la Compañía de Jesús neogranadina sólo pudo entregar a sus hombres una mística convencida del reto que asumían frente a los indígenas orinoquenses y a su habitat inhóspito y agresivo.

El número de miembros de la Compañía de Jesús que integra la acción evangelizadora en las demarcaciones antes mencionadas ofrece un universo aproximado de 153 misioneros16.

Pero la vida en la geografía misional significaba un cambio profundo en la existencia del jesuita y requería además una extrema capacidad de adaptación que no era asequible a todos. El hostigamiento de la naturaleza, las privaciones, la soledad, el entorno adverso y a veces hostil e incluso la muerte, así como otras causas motivaron que algunos se derrumbaran física o psicológicamente. Ello hizo que casi un 43,79% de los misioneros durara entre 1 y 4 años en tierras casanareñas u orinoquenses. Entre 5 y 9 años el 20,26 %. Entre 10 y 14 años el 13,07% y más de tres lustros el 22,88%. Así pues, sólo una cuarta parte superó los tres quinquenios.

Llama la atención el hecho de que una cuarta parte de los hombres que sumergieron su existir entre las etnias llaneras y orinoquenses provenían de Italia, Francia, Alemania, Austria, Bohemia y Yugoeslavia. Este mosaico de nacionalidades y de concepciones de la vida, de cultura y de ciencia es natural que generaran un pluralismo a veces difícil, pero siempre beneficioso, en la búsqueda de la "otredad indiana".

Las tres cuartas partes restantes las configuraron miembros de la Orden provenientes de todos los reinos de España (casi un 43%) y también un diciente porcentaje de jesuitas criollos (casi un 31%)17.

Y la iniciación en los saberes misionales se llevaría a cabo, en cada caso, mediante la convivencia junto a un misionero experimentado quien debía adiestrar al novicio en la lengua y en la carta de navegar en el mar de las reducciones.

Esta ingente tarea la podemos circunscribir a tres grandes actitudes que en definitiva medirían su capacidad para crear, imitar e improvisar el porvenir.

La primera hace relación a la flexibilidad para trascender los modelos culturales adquiridos a fin de poder adoptar otros nuevos. Pensamos que la familiaridad con las literaturas clásicas facilitó la gestación de una apertura mental hacia la comprensión de los nuevos horizontes habitados por las lenguas, las mitologías y las concepciones de vida de las naciones a las que servían.

Asimismo, tanto europeos como criollos habían vivido, a su manera, los cambios de mentalidad producidos bien en sus sociedades respectivas, bien en el imperativo de las ciencias, bien en el orden social y económico que trataba de imponerse, bien en las polémicas religiosas.

De las ciudades renacentistas traían los europeos en su mente la trilogía descrita por Adolf Muschg: la Iglesia como el lugar de la verdad religiosa; el Ayuntamiento como arena para la res publica; y la Plaza del Mercado como espacio para el intercambio de los bienes económicos. Pero, esta concepción del espacio y del hombre se sustentaba sobre las exigencias de equilibrio impuestos por la filosofía de lo social: cuando el balance entre Religión, Política y Economía se desequilibraba, se iniciaba el camino hacia la servidumbre, la cual podía adoptar muy diversas máscaras18.

La experiencia universal de la Compañía de Jesús creó un modelo que se basaba en la persuasión y en la simbiosis de las culturas y, en consecuencia, debía interpretar y asimilar el conocimiento de los particularismos locales, la maestría técnica de las lenguas y las reglas sociales19.

La armonización y criollización de estos principios tuvo una epifanía en la República guaranítica del Paraguay con la consiguiente reinvención del paisaje y del espacio en medio de la selva, concretizado en una ciudad civilizadora y racional20. Por todo ello algunos comparan el régimen de la reducción con las abadías benedictinas de la Edad Media, sólo que el claustro era suplantado por la selva.

En segundo término , la "razón de estado" les induciría a los jesuitas a superar la tensión entre los ideales religiosos de la evangelización y los procesos de mundanización que debía transformar las poblaciones misionales.

Cuando Berenson establece que la Iglesia católica ha sido dispensadora de "mundanidad", opinamos que interpreta el valor de su pedagogía cultural y espiritual como categoría integradora de los opuestos.

Este juicio de valor, que proviene de un crítico del arte, formula la última síntesis de lo que en realidad trataron de practicar los jesuitas en sus misiones: elevar los actos de los hombres a sacramentos salvando así el abismo que media entre las necesidades humanas y su satisfacción. Por eso, añade: "A través del rito acompaña la vida con un aparato que es esencialmente <mundano>, sin embargo, para quienquiera, tiene la capacidad espiritual de trascenderlo, llenándolo de significados misteriosos y <superiores>, de manera que concilia las ceremonias con ciertas difíciles aspiraciones del alma e infunde a las necesidades vitales cierto arrebato que parece trascenderlas y casi destruir su imperiosa necesidad"21.

En la cosmovisión reduccional se cultiva una trilogía compuesta por liturgia, fiesta y trabajo y de esta forma la mundanidad alcanza un valor estético y así divorcia el utilitarismo de el ser que la practica.

Estamos ante la ritualización del tiempo y del espacio mediante los actos y contenidos litúrgicos. En este contexto la plaza mayor asume un significado idealizador y su cúspide se centra en la iglesia.

En ella todo debe ser majestuoso pues se ha convertido en el lugar sagrado para el intercambio entre la palabra de Dios y la respuesta del hombre.

En la forma asistimos a una socialización ritualizada. Guardando las debidas distancias se puede aseverar de la Orinoquia algo parecido a lo que expresa Lacouture para el Paraguay: que la religiosidad teatral de la Compañía de Jesús se entrelaza con el "barroquismo salvaje de los neófitos, con un resabio de militarismo español y de paganismo de la selva"22.

El triunfalismo de las ceremonias religiosas se mueve entre el espectáculo y la oración, entre la vistosidad y el recogimiento interior, entre la nostalgia del pasado y el misterio del porvenir. Por esta razón se estudian al detalle los movimientos de masas y se someten a ritmos en los que alternan la fiesta con la devoción y por ello están envueltos en incienso, cánticos, chirimías, danzas, altares, arcos de triunfo y procesiones.

La monotonía de la cotidianidad debe ser continuamente rota por la fiesta y la liturgia. Lo religioso en un mundo no festivo equivalía a trivializar la vivencia superior y a despojarle del brillo que constituye su vida propia. Como apunta Jensen: "la representación sacra es algo más que una realización aparente, y también algo más que una realización simbólica, porque es mística. En ella algo invisible e inexpresado reviste una forma bella, esencial, sagrada"23. Por ello adquiere un gran relieve la estudiada periodización de la vida reduccional en la que los contenidos de los ciclos vitales de la etnia son asumidos, insertados, o refundidos, a través del culto y de la ritualización, en los ciclos litúrgicos cristianos de forma tal que el hombre y el tiempo se hagan festivos.

Mas, el proceso aculturador es muy lento. Los mayores añoran sus antiguos lares pero se sienten atrapados por el acoso circular de caribes, guahivos y chiricoas, guaypunabis y europeos. Cada vez más el retorno a la selva conlleva mayores problemas de seguridad y subsistencia. Y el misionero debe estar convencido de esta alternancia en la conducta social de su reducción. En última instancia es un abismo lo que separa la prehistoria de la historia.

Mientras tanto se intensifica la esperanza en la educación de los niños, conscientes de que habrá que esperar, por lo menos, hasta la tercera generación24. Sólo la convicción de esta realidad y la responsabilidad consiguiente se convierten en dogma para volver a comenzar de nuevo todo el proceso.

La tercera contempla la remodelación de la identidad del misionero por las imposiciones de la mundanidad. Gobernar una ciudad "in fieri" suponía adquirir y poner en práctica una serie de labores gerenciales que las debía aprender in situ25.

Quizá uno de los retos más difíciles para el misionero fue el de conjugar la puesta en marcha del aparato productivo y la ruptura en la conducta del indígena del binomio falta de necesidades-ausencia de actividad.

La tradición misional en los Llanos de Casanare había experimentado con éxito algunos principios fundamentales. La intensificación y mejoramiento de la agricultura "conduce al buen estado de las poblaciones"26. Además, el criterio del autoabastecimiento fomentó la necesidad de la preindustria con su consiguiente acompañamiento de las artes manuales sobre todo de la fragua27, los telares28, la carpintería29, y la pintura30.

En este marco de realizaciones no es de extrañar que la mundanización como valor estético promoviera en los indígenas opciones más altas de cultura como lo demuestra el misionero de La Encaramada, P. Felipe Salvador Gilij, para quien el descubrimiento de un pueblo músico le lleva a concluir que se puede convertir en música una nación31.

También la preocupación social requiere espacios importantes en la planificación misional. Las viudas, los huérfanos, los ancianos y los enfermos constituyen el otro rostro de la comunidad al que hay que sostener y atender. Esto explica la función social de las haciendas32 y la sanitaria de las boticas33 y la hospitalaria cuando los hombres, tiempos y lugares lo permitían34.

b) Las lecturas

4. Hasta el presente sólo hemos podido recopilar el haber bibliográfico que reposaba en las misiones jesuíticas de Casanare y Meta en el momento de la expulsión en 176735 con excepción del pueblo de San Salvador de Casanare, a orillas del río que lleva su nombre. De las bibliotecas orinoquenses, desconocidas todavía hoy por nosotros, nos consta que pasaron primero a Ciudad Guayana de Angostura y luego, por Real Cédula de 6 de septiembre de 1783, serían donadas por el Rey a los franciscanos de Píritu y del Orinoco36.

Pero, ¿responden en verdad los fondos inventariados a los haberes documentales y bibliográficos que reposaban en las reducciones jesuíticas llaneras? En el caso específico de las misiones de Casanare y del Meta la realidad archivística y bibliotecológica era mayor que lo asentado en los respectivos inventarios37.

Sin embargo, intentaremos ofrecer una visión, lo más cercana posible a la realidad, de las preocupaciones que mostraban las bibliotecas misionales ya que la información levantada por el propio gobernador Domínguez de Tejada, además de ser excesivamente escueta e imperfecta, dejó constancia de no haber podido inventariar 58 títulos al calificarlos como viejos, o inservibles38.

Llama la atención la huella de las diversas nacionalidades de jesuitas que laboraron en el campo misional; de ahí que encontremos libros en latín, castellano, francés, italiano, alemán, portugués y hebreo.

Las soledades en que se encontraban inmersos los misioneros así como los largos inviernos que inmovilizaban su actividad por la sabana los inducían a la meditación, a la lectura y al estudio. La lectura era uno de los mejores compañeros de la soledad y desde la lejana Roma recordaría el P. Gilij a Francisco Uramá, su sirviente, que "leía tanto en español como en latín" y durante el desayuno le leía libros "y siempre con gusto mío"39.

Es natural que la literatura latina fuera de dominio común y por ende que los misioneros fueran asiduos lectores, entre otros, de Ovidio40, Virgilio y Quinto Curcio41.

En lo que respecta a la racionabilidad matemática debemos hacer mención de una Arizmética francesa 42, una Trigonometría en alemán43, una Tabulae senum (Tablas de senos)44 y Elementos de Euclides 45. Y para la racionabilidad linguística el abanico se abre desde unos simples Catones46 y la Orthografía de Mañer47 hasta la Retórica de Le Jay48, pasando por Nebrija49.

En cuanto a la acción sanitaria hacia los indígenas se refiere, se servían del Florilegio Medicinal del H. Steynefer50, así como de sendos tratados, sin autor, de Cirugía 51 y otro de Medicina 52 y de la obra de Madame Fouquet53, información que expresamente la confirma el P. Gilij54.

Mas, sin lugar a dudas, el filón bibliográfico más rico es el que pertenece al ámbito de la Compañía de Jesús, bien sea el referente a su contenido ascético, bien al hagiográfico, bien al legal.

Más allá de la Carta Magna de la Compañía de Jesús55 y de su interpretación legal56 no podía faltar lo que constituía el alma espiritual del comportamiento diario del jesuita: los Ejercicios Espirituales. La bibliografía de este pequeño libro es extensa pues a veces aparece solamente en ediciones originales de su autor: Ignacio de Loyola57 y otras a través de sus innumerables comentaristas como: Pablo Señeri58; José Guizzardi59; Juan Pedro Pinamonti60; Camilo de Ettori61; Sebastián Izquierdo62 y Tomás de Villacastín63.

Complementaría este capítulo un extenso campo que traduce a literatura espiritual los ricos contenidos ascéticos y místicos generados por lo que podríamos denominar espiritualidad ignaciana. Los dos autores más significativos fueron: el Ejercicio de perfección y virtudes cristianas del clásico castellano P. Alonso Rodríguez64, lectura usual para todos los jesuitas coloniales tanto en España como en todos sus dominios y las Meditaciones del P. Luis de la Puente65. También adquirió una difusión inusitada la obra del P. Pedro de Calatayud, escritor prolífico y misionero de multitudes en España durante la primera mitad del siglo XVIII. Los misioneros orinoquenses no sólo guardaron un gran aprecio de su persona sino que también fueron lectores de sus obras66.

También existió un género literario muy singular, denominado "Varones ilustres". Era una especie de florilegio de los hombres que se habían distinguido por el cultivo de las virtudes religiosas, científicas, literarias o misionales. Cada Provincia, o demarcación geográfica solía tener el suyo, pero además existían otros que eran internacionales y su objetivo último se cifraba en crear arquetipos de imitación entre los jesuitas jóvenes. En las provincias de España, América y Filipinas se divulgaron mucho los tomos de Varones ilustres 67 tanto del P. José Cassani como los del P. Bartolomé de Alcázar, ambos fundadores de la Real Academia Española de la Lengua. A ellos habría que añadir las Cartas de San Francisco Javier 68 que tanta resonancia tuvieron en la Europa de fines del XVI y comienzos del XVII69.

Completaría este género de literatura espiritual las biografías de algunos santos de la Compañía de Jesús como Francisco de Borja70, tercer general de los jesuitas y pariente de uno de los grandes mandatarios del Nuevo Reino de Granada y San Juan Francisco de Regis71 que debió ser muy popular pues patrocinó varias reducciones y su biografía fue escrita en México por el P. Juan Antonio de Oviedo. Entre las personalidades americanas sobresale el apóstol de los negros en Cartagena, Pedro Claver72, uno de los fundadores de las misiones del Paraguay y prolífico escritor, Pedro Antonio Ruiz de Montoya73, y del ámbito novohispano el misionero de las Californias Juan de Ugarte74, y el P. José Vidal75. Tampoco faltaba la vida del más esclarecido de los pensadores jesuitas españoles el P. Francisco Suárez76, y la del P. Luis de la Puente77, genuino clásico de la teología ascética.

Llama la atención el gran afecto que mostraron también los jesuitas hacia la Madre Agreda78 y su Mística ciudad de Dios 79 así como también hacia el clásico indólogo, obispo de Quito, el Ilustrísimo Montenegro80 y a la obra del catedrático agustino Juan Márquez, el Gobernador cristiano 81.

Dentro del campo de la teología es necesario hacer algunas acotaciones que no superan el campo de la conjetura pero que ilustran las preocupaciones intelectuales de los misioneros.

Queda fuera de toda duda que la Biblia fue el libro más socorrido en el ámbito misional, sea como texto originario82, sea en la modalidad de las Concordancias83. Los comentaristas son pocos pero selectos: Cornelio Alápide84, Luis Alcázar85, Oliva86 y Silveyra87 y Gerónimo Laureto.

Poco campo tuvo la teología especulativa en los anaqueles de los espacios profundos llaneros. Sin lugar a dudas la problemática que planteaban las etnias llaneras y orinoquenses no sintonizaba con una escolástica decadente.

Por ello no es de extrañar que fuera la teología moral -más cercana a las relaciones entre el hombre y Dios y los demás hombres- la que atrajera la preocupación y el estudio de los misioneros que levantaban las nuevas reducciones. Hay que hacer notar que los autores más consultados fueron escritores de calidad como Bonacina88, Busembaun89, Diana90, Señeri91, Tirso González92, La Croix93, Larraga94, Layman95, Toledo96, Vázquez97, y otros.

Un género literario poco estudiado en nuestros países es el de los sermonarios. Más allá de su valor literario que se puede encontrar en ellos hay que resaltar los análisis no sólo de las preocupaciones religiosas, morales, intelectuales y culturales de los hombres de la época sino además se erigen en verdaderos tratados sobre las virtudes y los vicios de la sociedad a la que retrataban98 en modo análogo al que hoy realizan los medios de comunicación social.

No pensamos que esta literatura fuera fuente de inspiración directa para los misioneros llaneros en su prédica diaria pero sí nos inclinamos a opinar que más allá del ocio intelectual servía para alimentar su espíritu en la dialéctica de superación por conseguir un mundo mejor. Por ello no es de extrañar que sintieran pasión por la encendida oratoria del portugués y misionero en el Brasil P. Antonio Vieyra99 o el gran predicador de la burguesía parisina el P. Luis Bourdaloue100.

No deja de llamar a extrañeza la exigua presencia de autores que cultivaron el género histórico desarrollado por la Compañía de Jesús en ambas Américas aunque no faltaban ni El Orinoco ilustrado 101, ni El Marañón y Amazonas 102.

c) La historiografía y antropología

5. Otro indicador fiable para evaluar la formación intelectual del misionero consistiría en su producción escrita, la cual se llevó a cabo en latín, castellano, alemán, francés, italiano, holandés y checo.

Si pretendiéramos establecer una síntesis diríamos que la primera disciplina que tuvieron que desarrollar fue la linguística como único y exclusivo método de acceder al otro y para su conocimiento nos remitimos al apartado siguiente.

La segunda fue la misionología o la forma de tratar y convivir con el indígena para aculturarlo al sistema reduccional.

La tercera vertiente fue la historia en todas sus dimensiones, desde la carta, el memorial, el informe, la relación y la crónica hasta las obras innovadoras dentro de un contexto de venezolanidad y de americanidad.

La cuarta área contempla los conocimientos generados en el ámbito de la geografía103, la cartografía104 y la historia natural.

La quinta fue la antropología y la etnología.

La literatura espiritual105 coronaría este recuento.

Sin lugar a dudas, en una genuina historia de las ciencias, la Expedición de Límites de 1750 abre un hiato entre el aporte misionero y el desarrollo de ciertas disciplinas que adelantaron en aquellas regiones la presencia de la Ilustración científica106.

En todo caso, para quien desee conocer en detalle toda la exhaustiva información sobre lo anteriormente enunciado, nos remitimos a nuestro libro Bio-bibliografía de los jesuitas en la Venezuela colonial 107.

La historiografía jesuítica colonial venezolana se abre en París en 1655 con el francés Pierre Pelleprat y se cierra en Roma con el italiano Felipe Salvador Gilij en 1784.

Tres escritores del "diecisiete" han conocido hasta el momento la luz pública: el francés Pedro Pelleprat (1655), el criollo Pedro Mercado (1957) y el español Juan Martínez Rubio (1940).

La obra del P. Pierre Pelleprat: Relato de las Misiones de los Padres de la Compañía de Jesús en las islas y en tierra firme de América Meridional (París, 1655), estrena la contribución de la Compañía de Jesús al estudio y redescubrimiento de Venezuela; históricamente analiza los intentos -hasta la aparición del libro- desconocidos, de los jesuitas franceses por instalarse en la fachada atlántica de Venezuela y aporta interesantes datos para la geografía, la etnología y el folklore del Guarapiche, a la vez que describe las relaciones de la costa atlántica venezolana con el mundo insular caribe, especialmente francés.

Pedro de Mercado, aunque nunca estuvo en las misiones, es el primer historiador jesuita criollo que escribe en castellano sobre los Llanos y el Orinoco, aunque su manuscrito permaneció inédito hasta 1957. Es la primera síntesis que se realiza sobre las misiones llaneras a los cuatro lustros de haberse iniciado el movimiento misional. Representa el primer ensayo biográfico de una generación que tuvo un gran eco personal en el siglo XVII. Por último es fuente obligada de consulta ya que a partir de la Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús -o de las bases documentales que la sustentan- proyectaron los historiadores que le siguieron sus respectivas realizaciones.

La Relación del estado presente de las Misiones del P. Juan Martínez Rubio108 constituye la continuación de la Historia del Libro VIII de Mercado que finaliza en 1685. Más que una prolongación sistemática de la obra mercadiana, Martínez Rubio hace "historia oficial" valiéndose de una serie de documentos fundamentales como son las cartas anuas, las necrológicas y el Informe que acabamos de mencionar.

Las perspectivas historiográficas del siglo XVIII se encuadran dentro de una actitud totalmente nueva. El dieciocho está invadido por una verdadera floración de obras, temas, ensayos y personalidades. Nos parece que influyeron en este proceso: el florecimiento de las universidades jesuíticas del continente, el influjo directo cultural centroeuropeo establecido a través de sus misioneros y la toma de conciencia de los jesuitas neogranadinos ante la insospechada "Literatura Americanista" producida en tierras colombinas por los miembros de la Compañía de Jesús.

Existe a todas luces una interesante evolución historiográfica. A grandes rasgos podríamos trazar el siguiente cuadro del siglo XVIII.

Con El Mudo Lamento (1715) del criollo Matías de Tapia se deja atrás la crónica del XVII y se inicia la búsqueda de nuevas fórmulas de expresión histórica.

De inmediato surge el binomio clásico compuesto por los PP. Juan Rivero y Joseph Cassani. El primero tendría que esperar al año 1883 para conocer la luz pública109 y el segundo avalaría con su firma de fundador de la Real Academia la primera biografía oficial de la Orinoquia110. En Rivero, su inserción misionera le proporciona las medidas que interpretan una armonía entre historia, paisaje y hombre. En Cassani, los cánones del neoclasicismo le asisten para traducir al gusto europeo las historias manuscritas e inéditas de Mercado y Rivero.

Y en planos cronológicos casi paralelos brotan las nuevas corrientes que zurcen la pre-ilustración con el pre-romanticismo: nos referimos a José Gumilla111 y a Felipe Salvador Gilij112, verdaderos descubridores de la Orinoquia en el mundo culto y científico de la Europa de la segunda mitad del XVIII. Con todo, entre El Orinoco Ilustrado 113 (1741) y el Saggio di Storia Americana 114 (1780-1784) se interpone un espacio científico similar al comprendido entre la Ilustración y el Romanticismo.

Gran importancia ofrece la difusión de la historia misional en la Europa de los siglos XVII y XVIII. En las áreas de habla germana jugó un papel decisivo la famosa colección Welt-bott que conoció la luz pública en 1726 y extendió sus entregas hasta 1761115. En el área flamenca se propagó la traducción del Mudo Lamento del P. Matías de Tapia y sobre todo las cartas del misionero gantés, P. Ignacio Teobast116, muerto a manos de los caribes en 1684 en el Orinoco. Y en la literatura checa hay que recurrir a la obra que se ha convertido en clásica de Zdenek Kalista. Viajes bajo la señal de la cruz que apareció por vez primera en Praga en 1941117.

En el ámbito de la antropología y de la etnología es necesario precisar algunas observaciones. Las mejores descripciones de las etnias llaneras se encuentran en la Historia de las Misiones del P. Juan Rivero118 aunque sus fuentes de inspiración correspondan, en la mayoría de los casos, a otros misioneros.

Para los sálivas, opinamos, que la mejor interpretación la ofrece el jesuita alemán Gaspar Beck, quien con su escrito Missio orinocensis in novo Regno, 1684119, nos traza una visión certera de esta nación al concluir el siglo XVII.

Para el mosaico de naciones de la gran Orinoquia hay que recurrir tanto a El Orinoco ilustrado y defendido de Gumilla como al Ensayo de Historia americana del P. Gili. Sin embargo, para el mundo caribe nadie ha superado hasta el presente la fina sensibilidad y perspicacia observadora de un humilde Hermano Coadjutor, el H. Agustín de Vega120 quien además recoge la problemática geomisional en la época comprendida entre 1731 y 1745.

d) Linguística

6. La reflexión del misionero sobre su misión, su entorno humano y geográfico es lógico que lo condujera al estudio de las lenguas y literaturas indígenas.

Pero, lamentablemente este rubro no despertó el interés de los funcionarios regios que inventariaron los bienes de los jesuitas en las demarcaciones misionales en 1767. A duras penas hacen referencia, en las misiones del Meta, a 11 cuadernos manuscritos en achagua121, una Gramatica achagua: su vocabulario y platicas 122 y varios cuadernitos en lengua sáliva123.

Sin embargo, por documentos posteriores detectamos mayor información sobre los haberes linguísticos en algunas reducciones. En San Miguel de Macuco entregó el P. Roque Lubián (1707-1781), no sabemos cuándo ni cómo, a su sucesor el agustino Fray Pedro de la Trinidad los siguientes escritos: "Diversos cuadernos de Doctrina cristiana en lengua sáliva, Diccionario de la Lengua, Práctica del confesonario, Arte de la lengua sáliva, Forma de catequizar en lengua, Confesión de la fe, y otros que no tengo presente, todos sobre el mismo asunto"124. En San Ignacio de Betoyes el P. Manuel Padilla realizó la misma operación con el dominico que le sustituyó: "Tenía en la misión bastantes escritos sobre dicha lengua [lengua betoy] pero gustosamente los dejé todos al Padre Pedro Sánchez, dominicano, que se encargó de asistir a los pobres betoyanos"125. También el P. José María Forneri (1719- ?) hace alusión a una Gramática yarura "bastante completa" y a un Diccionario "abundante" de la misma lengua "que habrán quedado para el uso de los Misioneros que hayan ido después de la salida de los Jesuitas"126.

Los misioneros ingresaron al mundo cultural indígena porque lograron conocer sus universos míticos. La convivencia y el diálogo les hicieron partícipes del hábitat en que vivían inmersos y por ende convertirse en parte de su historia, de su geografía, de su literatura y de sus modos de ser y existir porque, en definitiva, el lenguaje interpreta la diversidad humana e ilumina la identidad exclusiva del ser humano127.

Para el conocimiento pormenorizado de la producción linguística de la Compañía de Jesús durante el período colonial nos remitimos a nuestro libro Aportes jesuíticos a la filología colonial venezolana 128 en donde el investigador encontrará una información detallada sobre lo édito y lo inédito.

En la búsqueda de la otredad pensamos que el misionero orinoquense recorrió un largo y fecundo camino. Nos consta de los estudios comparativos que los jesuitas, sobre todo centroeuropeos, establecieron con las lenguas del viejo continente e incluso orientales. El P. Juan Nepomuceno Burckhart (1719-1758), gran conocedor del griego y del hebreo129, intentó formular una comparación entre las lenguas sacras, incluido el siríaco y las orinoquenses pero sin llegar a ningún resultado130. Análogos planteamientos establecieron algunos misioneros alemanes tratando de establecer referencias con las lenguas germánicas131. El jesuita vizcaino Miguel Ibaseta (1719-1755) ensayó el estudio comparativo entre el vasco y el otomaco, pero su prematura muerte hizo que el trabajo quedara inconcluso132. De igual forma el historiador italiano de la Orinoquia, Felipe Salvador Gilij, contrapuso las lenguas areveriana y maquiritare a la caribe133.

Del ingente material filológico, linguístico y literario producido en Casanare, Meta y Orinoco durante el período colonial (1661-1767) sólo vendría a conocer la luz pública la obra del P. Felipe Salvador Gilij (1780-1784) en el contexto de su destierro en la ciudad eterna.

Posteriormente pasarían a conocimiento de los especialistas tanto el Arte y Vocabulario de la lengua achagua de los PP. Alonso Neira y Juan Rivero134 así como también el Arte de la lengua sáliva 135. El camino para los honores de la imprenta se debe al deseo de la Emperatriz Catalina de Rusia que solicitó manuscritos americanos para la obra del científico ruso Palas136. Hoy constituye un indicador de la forma de trabajo desarrollada por los misioneros hasta la tercera década del siglo XVIII.

Mas, sería la personalidad del jesuita italiano P. Felipe Salvador Gilij el mejor exponente en la vertiente de la filología indígena orinoquense137. A las indiscutibles dotes de linguista (supo con perfección el maipure y el tamanaco, con sus respectivos dialectos138) hay que añadir una pasión insaciable por todo lo que fuera Literatura indígena139.

La arquitectura de la obra filológica del ex-misionero de La Encaramada se sustenta sobre la estructura central del dominio de la Lengua y Literatura indígenas, y como paredes maestras su ubicación dentro de la Historia natural140, inspirada en la anatomía comparada, y su interrelación con lo físico, moral y religioso del autóctono141; incluso llega a sugerir que la lengua es capaz de reflejar el universo de los que la hablan142.

Sin lugar a dudas, el mérito mayor de Gilij consistió en divorciar de forma definitiva la familia caribe de la maipure. Tras su muerte el silencio pareció sepultar su obra. Cien años más tarde con los estudios de Lucien Adam y Karl von den Stein se pudo valorar el acierto del autor del Ensayo de Historia Americana y la proyección que tenía para la linguística comparada. Por ello, en la historia de la linguística indígena de América del Sur hay un reconocimiento general al P. Gilij como fundador del comparatismo en la región del Orinoco143.

e) Conclusiones

7. Tras analizar la formación intelectual de los misioneros llegamos a una primera conclusión: que todos realizaron sus estudios de Filosofía y Teología en acreditados centros universitarios de Europa o de Nueva Granada144. Pero esta afirmación la podemos matizar todavía más. La mitad de los miembros que destinó la Orden de Ignacio de Loyola a los espacios profundos de la Orinoquia adquirió su formación universitaria en las aulas santafereñas, bien fuera en su totalidad (38,56%), bien fuera como culminación de los estudios iniciados en otras latitudes del viejo mundo (11,76%)145.

A posteriori puede calibrarse la calidad de los hombres que pensaron y actuaron en la promoción humana, social y económica de la Orinoquia con indicadores como los siguientes: cinco devendrían a Provinciales del Nuevo Reino, siete regirían como Rectores bien la Universidad Javeriana de Bogotá, bien la Universidad de Gorjón en la Isla de Santo Domingo, veintisiete dirigirían distintos colegios de tan dilatada circunscripción, quince serían profesores universitarios.

La temática de sus lecturas parece estar fuertemente influenciada por los clásicos de la espiritualidad creada por Ignacio de Loyola y por las biografías de grandes miembros de la Compañía de Jesús. Este hecho confirma que el concepto de misión entre infieles regía como un recurso dialéctico entre el peligro del aburguesamiento del espíritu del jesuita en las sociedades instaladas y el llamamiento al ideal primigenio que busca nuevos cauces entre los hombres enterrados en los espacios irredentos de las geografías misionales.

En el campo de la literatura histórica, geográfica, antropológica se puede concluir que fueron los grandes divulgadores de la Orinoquia en el viejo mundo tanto en castellano como en italiano, francés, holandés, checo y alemán.

Finalmente, para generar los nuevos espacios simbólicos de la reducción y dotarlos de un sistema válido de valores y de actitudes optaron por la aplicación de una metodología gradual. En primer lugar, utilizaron la lengua no sólo como instrumento de cohesión, sino además como vehículo para la comunicación. Y en un segundo tiempo se abrirían a dos retos casi utópicos: a la educación y al progresivo cambio de mentalidad a través del uso religioso del tiempo detalladamente ritualizado.

Notas

1 La Orinoquia amazónica de las misiones jesuíticas encerraba tres áreas: la occidental , que comprendía los hoy Llanos orientales colombianos con unos 100 mil kilómetros cuadrados de superficie; la meridional , incluía todas las cuencas medias y bajas de los grandes afluentes orinoquense-amazónicos: el Guaviare-Inírida, el Caquetá-Yapurá y el Putumayo que se prolongaban hasta la misma línea del Amazonas; y la oriental , que abarcaba todo el actual Estado Amazonas y la parte extremo-occidental del Estado Bolívar con unos 200 mil kilómetros cuadrados.

2 Archivum Historicum Societatis Iesu. Provincia Novi Regni et Quiti , 3, 4 y 5. Número de misioneros, por años, según los Catálogos: 1667 : 12; 1668 : 10; 1671 : 09; 1678 : 09; 1684 : 10; 1691 : 10; 1702 : 13; 1711 : 09; 1713 : 09; 1715 ; 09; 1718 : 11; 1720 : 10; 1736 : 22; 1738 ; 19; 1751 : 26; 1753 : 24; 1756: 25; 1763 : 23.

3 Para el caso concreto de la Provincia del Nuevo Reino de Granada, véase: Ignacio JULIAN. Lo mejor de la vida, Religion, Doctrina y Sangre recogido en un noble joven colegial de el Real, Mayor y Seminario de San Bartholome, propuesto en Ynstruccion Christiano-Politica para el uso de dicho Colegio . 1764. [Publicado por José DEL REY FAJARDO. La Pedagogía jesuítica en la Venezuela hispánica . Caracas (1979) 325-427].

4 Rainer SPECHT. "Escolástica del Barroco". En: Karl RAHNER (et alii). Sacramentum Mundi . Barcelona, Edit. Herder, 2 (1972) 713-715.

5 José María LERA. "La Ratio Studiorum de la Compañía de Jesús y los estudios de Teología". En: José DEL REY FAJARDO (Edit.). Misiones jesuíticas en la Orinoquia . San Cristóbal, II (1992) 801-812.

6 Marciano VIDAL. Moral de actitudes . Madrid, PS Editorial, III (1991) 29-39.

7 Felipe Salvador GILIJ. Ensayo de Historia Americana . Bogotá, Academia Colombiana de Historia, IV (1955) 284-285.

8 Para una visión de la problemática de la gracia nos remitimos a: Johann AUER. "Historia de la doctrina de la gracia" y a Karl RAHNER. "Exposición teológica". En: Karl RAHNER et alii. Sacramentum Mundi . Barcelona, III (1973) 314-334. Melquíades ANDRES. Historia de la mística de la edad de oro en España y América . Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1994.

9 M. ANDRES. Ob. cit ., 23.

10 Ad. TANQUEREY. Compendio de Teología ascética y mística . París, Tournai, Roma, 1930.

11 F. CHARMOT. La pedagogía de los jesuitas . Madrid, Edit. Sapientia (1952) 151.

12 M. RUIZ JURADO. "Enviados por todo el mundo...". En: Paramillo . San Cristóbal, 14 (1995) 735-736.

13 Manuel RUIZ JURADO. "Espiritualidad ignaciana en la <Formula del Instituto S. I.>". En: Manresa . Madrid, 48 (1976) 309-322.

14 Epistolae Praepositorum Generalium . Roma, I (1909) 231-247.

15 El "celo" se define como "fervor y moción eficaz, nacida del amor, por cuyo impulso nos movemos a apartar y rechazar, como algo que nos importa mucho, todo lo que se opone al amado". ( Epistolae Praepositorum Generalium . Roma, I (1909) 232).

16 Para quien desee verificar la afirmación, puede consultar: José del REY FAJARDO. Bio-bibliografía de los jesuitas en la Venezuela colonial . San Cristóbal-Santafé de Bogotá, 1995.

17 Nacionalidad de los misioneros : Españoles: 65 (42,48%); Neogranadinos: 47 (30,72); Italianos: 18 (11,76); Alemanes: 10 (06,54); Belgas: 05 (03,27); Franceses: 03 (01,96); Austríacos: 02 (01,31); Bohemios: 02 (01,31); Yugoeslavos: 01 (00,65). Total: 153.

18 Warnfried DETTLING. "Was heisst Solidarität heute". En: Die Zeit , 27 Dezember, 1996, pag., 1.

19 Claude BLANCKAERT. "Unité et altérité. La parole confisquée". En: Claude BLANCKAERT (Edit.). Naissance de l'ethnologie? . Paris, Les Editions du Cerf (1985) 15.

20 Archivo de la Provincia de Quito. Leg., 3. Instrucción y órdenes dadas por el Padre Provincial Rodrigo Barnuevo para los Padres Andrés Ignacio y Alonso Fernández para la misión de la Guaiana donde son enviados por la santa obediencia en 4 de junio de 1646 . El documento ha sido publicado por José DEL REY FAJARDO. Documentos jesuíticos relativos a la Historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas, II (1974) 153-156.

21 Humberto MORRA. Coloquio con Berenson . México, Fondo de Cultura Económica (1968) 213-214.

22 Jean LACOUTURE. Jesuitas . I. Los conquistadores . Barcelona-Buenos Aires-México, Ediciones Paidós (1993) 530.

23 A. E. JENSEN. Mito y culto entre pueblos primitivos . México, Fondo de Cultura Económica (1966) 65.

24 Agustín de VEGA. Noticia del Principio y progreso del establecimiento de las Missiones de Gentiles en el Rio Orinoco... En: José del REY FAJARDO. Documentos jesuíticos relativos a la Historia de la Compañía de Jesús en Venezuela . Caracas, 11 (1974) 107.

25 Una imagen del misionero orinoquense la trazó el Provincial Mateo Mimbela al describir la acción del P. José Gumilla: "... porque olvidado de sus lucidos talentos que pedían ocupaciones de mayor lustre, valiéndose de sus buenas habilidades y tomando sobre si las ocupaciones de muchos oficiales, servía de carpintero, albañil, alarife, escultor, pintor, jugando con tal primor los instrumentos de cada arte, como si hubiera sido ese el único empleo de toda su vida". (AGI. Santafé , 298. Relación formada por el P. Mateo Mimbela ).

26 GILIJ. Ob. cit. , III, 67.

27 GUMILLA. Ob. cit ., 515: "El atractivo más eficaz para establecer un pueblo nuevo y afianzar en él las familias silvestres es buscar un herrero y armar una fragua, porque es mucha la afición que tienen a este oficio, por la grande utilidad que les da el uso de las herramientas, que antes ignoraban".

28 GUMILLA. Ob. cit. , 515: "No importa menos buscar uno o más tejedores de los pueblos ya establecidos para que tejan allí el hilo que traen ellos, porque la curiosidad los atrae a ver urdir y tejer, y ver vestidos a los oficiales y a sus mujeres les va excitando el deseo de vestirse y se aplican a hilar algodón". Sin embargo, anotará de su reducción el P. Gilij ( Ob. cit ., III, 64-65): "No pude nunca conseguir, dados los cambios de los tiempos, introducir la de tejer, que por lo demás se halla en todas las antiguas reducciones".

29 GILIJ. Ob. cit ., III, 65.

30 Juan RIVERO. Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta . Bogotá (1956) 449: "... los muchachos más hábiles de manos se aplican al oficio de pintor, uno de los cuales sabe ya buscar la vida con sus pinceles, vendiendo a los españoles varias imágenes de santos". GILIJ. Ob. cit. , III, 65: "... saben embellecer muy bien las iglesias, coloreándolas con varias tierras y con jugos de algunas plantas".

31 GILIJ. Ensayo de Historia Americana . Caracas, III (1965) 64. GUMILLA. El Orinoco ilustrado y defendido , 515. Véase: Alfred E. LEMMON. "Jesuits and Music in the Provincia del Nuevo Reino de Granada". En: Archivum Historicum Societatis Jesu . Roma, XLVIII (1979) 149-160.

32 Edda O. SAMUDIO A. "Las haciendas jesuíticas de las Misiones de los Llanos del Casanare, Meta y Orinoco". En: DEL REY FAJARDO (Edit.). Misiones jesuíticas en la Orinoquia . San Cristóbal, I (1992) 776-777.

33 Agustín VEGA. Noticia , 105. Refiriéndose al misionero dice: "... un amoroso Padre de familia, que tiene prevención de medicinas, quantas puede adquirir, y el libro de mayor importancia despues de los necesarios, que nunca les falta, es alguno de medicina".

34 De la misma forma que contrataban maestro de música se esforzaban en conseguir, dentro de sus posibilidades, médicos. El P. Dionisio Mesland, cuando en 1653 llegó a Guayana se trajo consigo a Renato Xabier "... cirujano y médico y hace las más curas y medicinas con mucha /ilegible/ de interés y los pobres los cura de balde y aun los sustenta en su casa mientras los esta curando y que asimismo tiene una botica donde saca los recados para las medicinas necesarias sin ningún interés..." (Archivo Nacional de Chile. Jesuitas , 226. Renato Xabier y el Sargento Guido Belile vecinos de la ciudad de Santa Maria de Rosa ante vuestra merced parecemos... y decimos que a nuestro derecho conviene que vuestra merced mande se nos saque un tanto autorizado ... [Pauto, marzo de 1678]).

35 Archivo Nacional de Colombia (ANB). Conventos . t. 29, fols. 205 y ss. Carta del Gobernador Domínguez de Tejada al Virrey y Junta de Temporalidades .

36 Pablo OJER. "Estudio Preliminar" a Fray Antonio de CAULIN. Historia chorografica de la Nueva Andalucía . Caracas, Academia Nacional de la Historia (1966) CLXXXV y siguientes (AGI. Caracas , 286).

37 ANB. Temporalidades , t. 7, fol., 942-942v. Dice que los libros son 435 tomos que se remiten a Tocaría en cinco cargas de petacas. Pero a ellos hay que añadir los del Meta y otros de las haciendas que en total forman 7 cargas de petacas.

38 Las bibliotecas misionales las publicamos en nuestro libro: La expulsión de los Jesuitas de Venezuela (1767-1768) . San Cristóbal, 1990. (En adelante citaremos: JRF. Bibliotecas Misionales, nº-). JRF. Bibliotecas Misionales, nº, 2025, 2026, 2027.

39 GILIJ. Ob. cit ., III, 64.

40 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 1993, 2056.

41 ANB. Temporalidades , t. 7, fol., 926.

42 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 2044.

43 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 2128.

44 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 2127.

45 ANB. Temporalidades , t. 7, fol., 926.

46 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 2084.

47 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 2059.

48 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 2129.

49 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 1981, 2011, 2094.

50 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 1915, 1957, 2102. Amplia información en: Bernd HAUSBERGER. Jesuiten aus Mitteleuropa im kolonialen Mexiko . Wien-Munchen (1995) 315-318. Su nombre: Johann Steinhöfer (Esteyneffer).

51 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 1983.

52 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 1982.

53 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 2065, 2066.

54 GILIJ. Ensayo de Historia Americana . Caracas, II (1965) 76.

55 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 1987, 1999.

56 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 1969, 1990, 1967, 2047.

57 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 1950, 2042, 2048, 2071.

58 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 1938.

59 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 2109.

60 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 2113.

61 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 2114.

62 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 2118.

63 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 2116.

64 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 1949, 2036.

65 JRF. Bibliotecas Misionales nº. 2108.

66 JRF. Bibliotecas Misionales nº. 2078.

67 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 1913, 2024, 2057, 2097.

68 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 1963, 2070.

69 Félix ZUBILLAGA. Cartas y escritos de San Francisco Javier . Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1979.

70 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 2067.

71 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 2000.

72 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 2103.

73 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 2040.

74 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 2069.

75 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 1953.

76 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 1917.

77 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 2001.

78 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 1920.

79 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 1919.

80 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 2101.

81 Francisco Javier LOPEZ DE GOICOECHEA ZABALA. "Política y religión en el pensamiento de Juan Márquez (1565-1621)". En: Cuadernos salmantinos de Filosofía . Salamanca, XXIII (196) 275-301.

82 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 1931, 1937, 2014, 2029.

83 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 2028.

84 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 1940, 2020.

85 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 2022.

86 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 1973, 2050.

87 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 1925, 1941.

88 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 2051.

89 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 1916, 1955, 1988, 2037, 2119.

90 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 1974.

91 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 1938, 1945, 1972, 2032, 2122.

92 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 1968, 1992.

93 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 1912, 2068, 2093.

94 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 1956.

95 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 1978, 2091.

96 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 2052.

97 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 1977.

98 Véase por ejemplo: Francisco SANCHEZ-BLANCO. "La situación espiritual de España hacia mediados del siglo XVIII vista por Pedro Calatayud: lo que un jesuita predicaba antes de la expulsión". En: Archivo hispalense , 71 (1988) 15-33.

99 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 1946, 1961, 2038.

100 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 2043.

101 JRF. Bibliotecas Misionales, Nº. 2033.

102 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 1928.

103 Daniel BARANDIARAN. "El Orinoco amazónico de las misiones jesuíticas". En: DEL REY FAJARDO (Edit). Misiones jesuíticas en la Orinoquia . San Cristóbal, II (1992) 129-360.

104 Manuel Alberto DONIS RIOS. "La cartografía jesuítica en la Orinoquia (siglo XVIII)". En: DEL REY FAJARDO (Edit). Misiones jesuíticas en la Orinoquia . San Cristóbal, I (1992) 783-840.

105 JUAN RIVERO. Teatro del desengaño en que se representan las verdades católicas, con algunos avisos espirituales a los estados principales, conviene a saber, Clérigos, Religiosos y Casados , y en que se instruye a los mancebos solteros para elegir con acierto su estado y para vivir en el ínterin en costumbres cristianas. obra póstuma, escrita por el V. P. Juan Rivero, Religioso Profeso de la Compañía de Jesús, misionero apostólico y Superior de las Misiones del Orinoco, Meta y Casanare, que cultiva la provincia del Nuevo Reyno, en la América Meridional. Córdoba, 1741.

106 Manuel LUCENA GIRALDO. Laboratorio tropical. La expedición de Límites al Orinoco, 1750-1767 . Caracas, Monte Avila Editores, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1991.

107 DEL REY FAJARDO. Bio-bibliografía de los jesuitas en la Venezuela colonial . San Cristóbal-Santafé de Bogotá, 1995.

108 La traducción castellana la publicamos por vez primera en: Documentos jesuíticos relativos a la Historia de la Compañía de Jesús en Venezuela . Caracas, I (1966) 143-168.

109 Juan RIVERO. Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta . Bogotá, 1883.

110 José CASSANI. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada en la América . Madrid, 1741.

111 Citamos tan sólo: Memoires pour l'Histoire des Sciences et des beaux Arts, commencés d'etre emprimés l'an 1701 a Trévoux, et dédiés á Son Altesse Sérénissime Monseigneur le Prince Souverain de Dombes . A Paris, Chez Chaubert: (1747) oct-dec., pp. 2319-2345, 2501-2524. (1748) jan-mar., pp. 27-53, 189-191. (1759) marz-abril, pp. 623-640.

112 Véanse por ejemplo: Nuovo Giornale di Letteratura di Modena . Tomo 33. Págs. 233-251. Efemeridi Letterarie di Roma . X: 1-3; 7-9; 9-12; 25-27; 33-35; 289-291; 297-299. XI: 153-155; 161-163; 169-171. XII: 97-99. L'Esprit des Journaux . París. 1781 (junio): 106-116. 1782 (enero): 75-90. 1784 (julio): 187-209. 1785 (octubre): 160-169. Biographie Universelle Ancienne et Moderne . París, t. XVII (1816) pp. 382-383.

113 El Orinoco ilustrado. Historia Natural, Civil y Geographica, de este Gran Río, y de sus caudalosas vertientes: Govierno, usos, y costumbres de los indios sus habitantes, con nuevas y utiles noticias de Animales, Arboles, Aceytes, Resinas, Yervas, y Raíces medicinales: Y sobre todo, se hallarán conversiones muy singulares a nuestra Santa Fé, y casos de mucha edificacion. Madrid, 1741, XL (sin foliar)-580 + 19 de índices.

114 Saggio di Storia Americana, ossia Storia Naturale, Civile e Sacra dei Regni, e delle provincie Spagnole di Terraferma nell'America meridionale . Scritta dall'Abate Filippo Salvatore Gilij e consacrata alla Santità di N. S. Papa Pio Sesto felicemente regnante. Tomo I. Della storia geografica e naturale della provincia dello Orinoco . Roma MDCCLXXX. Per Luigi Perego Erede Salvioni, Stampatore vaticano nella Sapienza. 8º, XLIV-399 pp. Tomo II. De' Costumi degli Orinochesi . Roma, MDCCLXXXI. 8º, XVI-399 pp. Tomo III. Della religione e delle lingue degli Orinochesi, e di altri Americani . Roma, MDCCLXXXII. 8º, XVI-430 pp. Tomo IV. Stato presente di Terra-Ferma . Roma, MDCCLXXXIV. 8º, XX-498 pp.

115 Para el contenido: Cfr. Rob. STREIT. Bibliotheca Missionum, I, número 838, 845, 872, 942, 976, Tomo XXII, Nº 63.

116 [VALKENBORG]. Treurig Verhaal van de reize en marteldood van den eerw. P. I. Toebast ... Gand, 1716. J. F. van der SHUREN. Wonderbaere Reize naer d'uitterste paelen van America . Gand, 1778. [Se trata de la traducción de una parte del Mudo lamento del P. Matías de Tapia]. F. KIEKENS. Een gentsche martelaar Ignatius Toebaest, van het Gezelschap Jesus. Zijin Leven, zijne Brieven, en zijne Marteldood . Louvain, 1888.

117 Zdenek KALISTA. "Los misioneros de los países checos que en los siglos XVII y XVIII actuaban en América Latina". En: Ibero-Americana Pragensia . Praga, Anuario del Centro de Estudios Ibero-Americanos de la Universidad Carolina de Praga, año II (1968) 117-161.

118 El primero en penetrar el mundo cultural de los achaguas fue sin duda el P. Alonso de Neira, quien cubre todos los espacios del siglo XVII. Lamentablemente, la parte que conocemos de su producción escrita es indirecta, pues de ella se sirvió el P. Juan Rivero para redactar su Historia de las Misiones .

119 Archivum Romanum Societatis Iesu. Provincia Novi Regni et Quiti., 15-I, fols., 71-78v. La traducción castellana se debe al P. Manuel Briceño, Profesor de Humanidades Clásicas en la Universidad Javeriana de Bogotá. Fue publicada en: José DEL REY FAJARDO. Documentos jesuíticos relativos a la historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas, II (1974) 168-190.

120 Noticia del Principio y progreso del establecimiento de las Missiones de Gentiles en el Rio Orinoco, por la Compañia de Jesus, con la continuacion, y oposiciones que hicieron los Carives hasta el año de 744 en que se les aterro, y atemorizo, con la venida de unos Cabres traydos, que se havecindaron el Cabruta. lo que para mejor inteligencia iremos contando por los años, en que se establecieron dichas Missiones, y lo que en cada uno passó, cómo passó, la qual relacion haze un testigo de vista que lo ha andado todo por si mismo muchas vezes, Religioso de la Misma Compañia . Publicado por José DEL REY FAJARDO. Documentos jesuíticos relativos a la Historia de la Compañía de Jesús en Venezuela . Caracas, 11 (1974) 3-149.

121 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 162.

122 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 194.

123 JRF. Bibliotecas Misionales, nº. 151.

124 Marcelino GANUZA. Monografía de las Misiones vivas de Agustinos Recoletos (Candelarios) en Colombia Siglo XVII-XX . Bogotá, II (1921) 231.

125 Archivum Romanum Societatis Iesu. Opera Nostrorum , 342, fol., 143v.

126 Archivum Romanum Societatis Iesu. Opera Nostrorum , 342, fol., 203. En: DEL REY FAJARDO. Aportes jesuíticos a la filología colonial venezolana . Caracas, II (1971) 264.

127 Felipe Salvador GILIJ. Ensayo de Historia Americana . Caracas, Academia Nacional de la Historia, II (1965) 147. "Me parece a mi el corazón del hombre no diferente de la lengua que le tocó en suerte al nacer".

128 José del REY FAJARDO. Aportes jesuíticos a la filología colonial venezolana . Caracas, 1771, 2 vols.

129 GILIJ. Ensayo de Historia americana , IV, 289.

130 GILIJ. Ob. cit ., III, 132.

131 GILIJ. Ob. cit ., III, 131.

132 GILIJ. Ob. cit ., III, 131.

133 GILIJ. Ob. cit ., III, 234.

134 Arte y Vocabulario de la Lengua Achagua. Doctrina Christiana, Confesonario de uno y otro sexo e instruccion de Cathecumenos. Sacado de lo que trabajaron los Padres Alonso de Neira y Juan Ribero de la Compañia de Jesus. Trasuntado en el Pueblo de Sn. Juan Francisco de Regis . Año, 1762. Información en: DEL REY FAJARDO. Aportes jesuíticos a la filología colonial venezolana , I, 305-307. Consta de 4.600 entradas directas y unas 6000 indirectas y constituye una muestra de la paleolexicografìa venezolana (Francisco Javier PEREZ HERNANDEZ. "Elementos de paleolexicografía en el Vocabulario Achagua de Neira y Ribero". En: J. DEL REY FAJARDO (Edit.). Misiones jesuíticas en la Orinoquia . San Cristóbal, II (1992) 615-629.

135 Publicado por María Matilde SUAREZ. La lengua sáliva . Caracas, 1977.

136 El expediente reposa en el Archivo General de Indias. Indiferente General , Leg., 1342. Emilio ROBLEDO. "Los Manuscritos sobre lenguas indígenas americanas de don José Celestino Mutis". En: Universidad Pontificia Bolivariana . Medellín, vol., 21, nº 75 (1955) 6-15.

137 Para el estudio de la linguística giligiana nos remitimos a Jesús OLZA. "El Padre Felipe Salvador Gilij en la historia de la linguística venezolana". En: DEL REY FAJARDO (Edit). Misiones jesuíticas en la Orinoquia . San Cristóbal, II (1992) 361-459. Marie Claude MATTEI-MILLER. "El Tamanaku en la linguística caribe. Algunas propuestas para la clasificación de las lenguas caribes de Venezuela". En: DEL REY FAJARDO (Edit.). Misiones jesuíticas en la Orinoquia . San Cristóbal. II (1992) 461-613.

138 GILIJ. Ensayo de Historia Americana . Caracas, III (1965) 135

139 GILIJ. Ob. cit., III, 128; 253.

140 GILIJ. Ob. cit., III, 126. "no podía en una historia americana dejarse a un lado..." p. 225.

141 GILIJ. Ob. cit., III, 125.

142 GILIJ. Ob. cit., II, 147. "Me parece a mi el corazón del hombre no diferente de la lengua que le tocó en suerte al nacer".

143 Wilhelm SCHIMIDT. Die Sprachfamilien und Sprachkreisen der Erde . Heidelberg (1962) 243, 250. Un estudio de la importancia comparatista del P. Gilij lo hizo Marshall Durbin: Marshall DURBIN. "A surwey of the carib language family". En E. B. BASSO (ed): Carib-speaking indians: culture, society and language . Tucson. The University of the Arizona Press (The Anthropological Papers of the of Arizona, 28) 24.

144 Para quien desee verificar la afirmación, puede consultar: José DEL REY FAJARDO. Bio-bibliografía de los jesuitas en la Venezuela colonial . San Cristóbal-Santafé de Bogotá, 1995. Serían 12 los misioneros que no estudiarían Teología dogmática sino Moral, pues esta disciplina, como autónoma, se separa de la dogmática y se erige como una "instrucción, tanto para confesores como para penitentes, fundamentada en la espiritualidad de los Ejercicios ignacianos". Su objetivo último consistía en formar buenos párrocos y administradores de los sacramentos (J. M. LERA. Art. cit ., 806-807). Y el primer texto que se reconoce en esta nueva modalidad es la del P. Juan de Azor sj intitulado: Institutiones morales. Roma, 1611).

145 Estudios Superiores de los misioneros : Filosofía y Teología en la Universidad Javeriana: 59 (38,56). Filosofía y Teología en Europa: 60 (39,22). Parte en Europa y parte en la Javeriana: 18 (11,76). Filosofía y Teología Moral: 12 (07,85). Se ignora dónde: 02 (01,31). En Caracas y en la Javeriana: 01 (00,65). Hermano Coadjutor: 01 (00,65). Total: 153.

El curso de Teología Moral era más breve y solían seguirlo los que habían ingresado en la Compañía de Jesús de cierta edad y se iban a dedicar a los ministerios exclusivamente espirituales entre los indígenas. En la Orinoquia sólo siguieron esta modalidad 12 misioneros, lo que representa el (07,85). Algunos resultaron excelentes evangelizadores como el P. José Cavarte.

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146 Documentos jesuíticos relativos a la Historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas, 3 vols.

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