49 Congreso Internacional del Americanistas (ICA)

Quito Ecuador

7-11 julio 1997

 

María Cristina Navarrete P

Hist 01: AFRICANÍA EN LA REGIÓN ANDINA: PASADO Y PRESENTE

Manuel Lucena Salmoral : Coordinador

ALGUNAS PRÁCTICAS MÁGICO-RELIGIOSAS EN EL CARIBE AFRO-COLOMBIANO DEL SIGLO XVII

María Cristina Navarrete P: Autora de la ponencia

Resumen:

ALGUNAS PRÁCTICAS MÁGICO-RELIGIOSAS EN EL CARIBE AFRO-COLOMBIANO DEL SIGLO XVII.

En el siglo XVII, en la provincia de Cartagena y su área de influencia, negros y mulatos a pesar de las restricciones y vicisitudes de la esclavitd buscaron canales para expresar su mundo interior. Entre sus expresiones se destacó la brujería entendida por la Inquisición como práctica diabólica, sin embargo, para negros, mulatos y las castas, las reuniones de brujos y brujas fueron celebraciones de carácter mágico-religioso, de fraternidad y de fiesta.

ALGUNAS PRÁCTICAS MÁGICO-RELIGIOSAS EN EL CARIBE AFROCOLOMBIANO DEL SIGLO XVII

Ma. Cristina Navarrete

Profesora Titular

Universidad de Valle

Cali, Colombia

El traspaso forzoso de los negros africanos a América afectó la dinámica de su vida social, económica y cultural. La religión, al igual que otros elementos de la cultura, adquirió una nueva dimensión con el traslado físico y el contacto con otros grupos. El resultado fue la aparición de expresiones religiosas nuevas, producto de la acción creadora de pequeñas y grandes colectividades de negros en territorio americano.

El africano al llegar a América perdió el sentido de relación de la religión con la cultura y con las formas de organización social propias. En el desajuste sufrido por las creencias de origen, perdió, igualmente, el sentido de totalidad en lo religioso cuyas partes esenciales se descompusieron y fragmentaron.

A pesar de las visicitudes de la esclavitud, los grupos negros lograron recomponer las ideas e imágenes de su mundo religioso. En este proceso, como dice John Thornton, la revelación face=Arial Entendida como las ideas e imágenes recibidas o reveladas por seres sobrenaturales. John Thornton. face=Arial Africa and Africans in the making of the Atlantic world, 1400-1680. face=Arial Nueva York: Cambridge University Press. P. 236. actuó como creadora de la religión. Por su parte, el papel del hombre consistió en la interpretación de tales revelaciones.

Tanto africanos como europeos del siglo XVII, aceptaron el concepto de la revelación como mensajes del otro mundo, sólo que para algunos europeos la revelación en las religiones africanas era producto de la comunicación con el demonio. Esta actitud puso en confrontación a los esclavos con la oficialidad eclesiástica.

Algunas colectividades de negros, como aquellas de Brasil, Cuba y Haití, lograron recomponer un sistema religioso de creencias y prácticas coherentes, proceso que no fue posible en Cartagena y su área de influencia. Sin embargo, es posible proponer que en esta región, el cristianismo sufrió alteraciones y se introdujeron con más fuerza ciertas prácticas religiosas. Aquí, podemos hablar de la nueva dimensión que adquirió el culto a los difuntos y la práctica de la adivinación, las oraciones, los amuletos y los conjuros. El carácter diabólico de la revelación que les habría dado origen, desde la perspectiva de la oficialidad cristiana, hizo ver estas experiencias como productos de hechicería y brujería.

El estudio de las prácticas religiosas de los afroamericanos del siglo XVII, implica el conocimiento de los elementos esenciales de las religiones originarias, en específico, de las religiones del África occidental por ser ésta la región de donde procedieron la mayoría de los esclavos traidos a la provincia de Cartagena. Esto es importante porque define los conceptos básicos religiosos en un terreno común de conocimiento.

En el caso de las religiones del África occidental pueden identificarse como elementos esenciales comunes: su carácter animista, la disposición hacia lo nuevo y el culto a los ancestros.

La cosmología de las religiones del África occidental era eminentemente animista. El universo estaba lleno de espíritus; existía, además, el Gran Espíritu, creador de todas las cosas quien manifestaba su poder a través de las divinidades, espíritus animados por el Ser Supremo, voceros e intermediarios entre el Creador y sus criaturas, los hombres. Las divinidades o entidades espirituales de orden superior constituían el panteón de los dioses. Estos espíritus estaban más cercanos a los hombres y a través de ellos accedían al Ser Supremo.

Otros seres espirituales eran aquellos asociados con los fenómenos naturales como los ríos, los animales, los árboles, la selva, la lluvia; entre los ashanti, por ejemplo, los espíritus de los ríos eran divinidades poderosas.

La mayoría de las religiones del África occidental desarrollaron una actitud de ajuste a nuevos contactos en el campo de la creencia y el culto. Los pueblos estaban preparados para experimentar nuevas situaciones; esto permite explicar la rapidez con que algunos pueblos adoptaron credos extraños.

El carácter guerrero y conquistador de varios reinos del África occidental propició las condiciones para imponer y recibir nuevos dioses e ideas religiosas.

El encuentro de los grupos africanos de culturas diferentes en la provincia de Cartagena generó un proceso de revaloración de los elementos religiosos esenciales que fue definiendo el sentimiento espiritual de estas poblaciones.

En las religiones africanas como en las afroamericanas, los antepasados eran modelos de identificación y guardianes de la disciplina moral y ética de la comunidad.

El culto a los antepasados se basaba en la creencia de que la persona sobrevivía después de la muerte. De ello se deduce, el afán de los pueblos africanos de celebrar un ritual funerario que incluyera ofrendas de ayuda al difunto y que le permitiera alabar debidamente a los espíritus en nombre de los parientes vivos.

El fundamento del culto de los antepasados radicaba en la idea de su posición en el cosmos cercana al Creador. Los antepasados eran el lazo de unión entre los hombres y Éste y estaban en capacidad de ayudar a las criaturas terrenas; de allí la veneración que por ellos sentían los seres terrenales.

El culto a los ancestros fue una de las grandes pérdidas que experimentaron los pueblos africanos llegados a la región de Cartagena. De ello, sólo pudo preservarse el ritual de difuntos que celebraban los negros al morir de sus congéneres.

El culto a los difuntos

Para los negros de la provincia de Cartagena la partida al otro mundo era celebrada con pompa. Sin duda esta costumbre estaba relacionada con la idea de la otra vida como un cambio y con el culto a los ancestros de las religiones africanas.

Tanto las religiones africanas como el cristianismo del siglo XVII, aceptaron la existencia de otro mundo no perceptible al ser humano. Para los africanos no sólo era el espacio a donde acudían los muertos sino el mundo superior que regía los destinos del mundo de los hombres. Los antepasados garantizaban la continuidad de esta vida en otra después de la muerte, el pasado y el presente tanto del individuo como de la comunidad.

Los descendientes de los africanos de la provincia de Cartagena, llamaban lloros a los velorios que celebraban, en festejo nocturno, a la muerte de uno de los suyos. Consistían en reuniones abiertas a todo el que quisiera agasajar al difunto con baile, comida y bebida en abundancia; en los lloros los negros bailaban alrededor de sus difuntos durante toda la noche, acompañados de tambores.

Los cabildos, especie de cofradías de las distintas naciones africanas, permitidos por las autoridades, tuvieron una gran figuración en la organización de estos eventos; se encargaban del entierro del difunto y hacían colectas entre sus miembros para su celebración. Esto aliviaba en parte el desinterés de los dueños de esclavos en el sepelio de éstos.

Se desconocen los contenidos profundos de los lloros; pero la importancia que la población negra les asignaba, manifiesta el significado de muerte transitoria y deja entrever la idea de la continuidad espiritual. Celebrar con júbilo la muerte no era otra cosa que entenderla como un paso y creer en la esperanza de otra vida.

La tradición africana impartió a la religión de los negros y sus descendientes una reafirmación de la vida, creían, no en el renacer con sufrimiento sino como la prolongación de la existencia en el más allá.

Los lloros o ceremonial de difuntos, entre los negros de Cartagena, solían confundirse con ceremoniales de brujos y de culto al demonio. Las autoridades y el clero supervisaban los funerales de los negros. No obstante, la intención de criticar y suprimir los grandes funerales de los descendientes de africanos nunca tuvo éxito.

Estos velorios se realizaban, preferiblemente, en las noches para permitir la asistencia de las personas distantes, aprovechar el tiempo libre que les dejaba el trabajo diurno, por las restricciones de las autoridades y por la vieja costumbre africana de celebración nocturna.

Los lloros o velorios de los negros y sus castas guardaban, en su contenido esencial, relación con las religiones africanas: la celebración con júbilo de la muerte, la importancia asignada a este evento, la concepción en el más allá y el sentido de congregación y festejo comunitario, entre otros.

A su vez, había allí elementos de viejo cristianismo popular: la veneración a los difuntos, la muerte entendida como paso y el vínculo entre difuntos y vivos. Estos componentes sustanciales no contradictorios, facilitaron la presencia de este ritual como una de las manifestaciones culturales características de los grupos negros de la región.

Luis Weckmann comparte con Charles Braden la idea de que los misioneros y los sacerdotes cristianos de Nueva España estimularon la combinación de los ritos relativos a los muertos con la conmemoración cristiana de difuntos. Sin embargo, en la provincia de Cartagena los velorios de negros fueron objeto de crítica y persecusión eclesiástica. face=Arial Luis Weckmann. La Herencia Medieval de México. México: Colegio de México. 1994. P. 205.

El carácter público y festivo de los velorios de los negros los sitúa en uno de los rasgos del culto religioso caracterizado por la celebración en congregación. Por tal razón, los lloros podrían considerarse como actos con un gran contenido religioso, a pesar, de que sus miembros, por la pérdida de sus contextos originales y por factores de presión externa no pudieron estructurarlos como parte de una concepción religiosa acabada.

La adivinación, los amuletos y las oraciones

Africanos y europeos del siglo XVII, creían en los augurios y en la adivinación entendidos como el estudio de los hechos para determinar las intenciones del otro mundo.

Los cristianos adquirieron de la Biblia la costumbre de recurrir al sorteo cuando trataban de tomar una decisión, convencidos de que en esa forma confiaban a Dios la determinación de los hechos; las autoridades eclesiásticas trataron de alejar a los fieles de la práctica del sorteo, conocida también en la antiguedad clásica. Desde los primeros tiempos, los cristianos utilizaron los evangelios para leer la suerte y adivinar el futuro. Abrían al azar el evangelio y basándose en el primer versículo sacaban conclusiones; esta práctica y la de usar diversos instrumentos para echar las suertes se prolongaron por mucho tiempo. Los evangelios, las oraciones, las imágenes, piedras, varillas y semillas sirvieron para detectar señales del otro mundo que podían ser leídas e interpretadas con la intención de adivinar el futuro.

Una de las expresiones mágico-religiosas frecuentemente practicadas por negros y mulatos fue la lectura de las suertes y la adivinación del futuro. En Cartagena las había para diversas situaciones. Para mejorar el carácter violento de las personas, traía muy buenos resultados quemar un hilo especial con nudos a manera de rosario y esparcir el humo por todo el lugar. Para adivinar, era muy efectiva la suerte del agua que consistía en colocar encima de un vaso dos palillos en forma de cruz y pronunciar unas palabras sosteniendo una vela encendida. Esta suerte se utilizaba con frecuencia para adivinar la llegada de las flotas y galeones a Cartagena; también era famosa la suerte del pan que utilizaba un pan de un real, un clavo y un cuchillo bendecidos y conjurados; y las suertes de las habas, del rosario, del espejo y el cedazo empleadas para adivinar o influir en los corazones de maridos y amantes.

Gonzalo Aguirre Beltrán explica que la suerte de las habas tenía particular aplicación en el diagnóstico amoroso y se acompañaba del conjuro que ponía en contacto al adivino con el mundo cristiano sobrenatural. Según este mismo autor, las mulatas moriscas españolas fueron las responsables de la introducción de este procedimiento adivinatorio en los reinos españoles a finales del siglo XVI.

Por su parte, una de las más famosas formas de adivinación yoruba relacionada con Ifá consistía en tirar conchas de cauríes sobre un tablero especial, las cuales, según su caída, permitían al sacerdote-adivino contestar ciertas preguntas.

Fernando Ortiz, el célebre antropólogo africanista cubano de comienzos de este siglo, hace mención de un grupo de musulmanes africanos que tenía como práctica, el uso de dieciséis habas para adivinar el destino e identificó en las prácticas de los brujos o agoreros del culto yoruba cubano, procedimientos adivinatorios parecidos como el uso de collares que arrojados desde lo alto predecían el futuro de acuerdo con la posición de las semillas. face=Arial Fernando Ortiz. face=Arial Los Negros Brujos. face=Arial Miami: Ediciones Universal. 1973. P. 109. Esta práctica guardaba relación con el collar de Ifá que tenía dieciséis medias semillas; el número se debía, probablemente, a que este orisha había sembrado una semilla y de ésta habían nacido dieciséis palmeras y con los dieciséis frutos que produjo alcanzó el poder para adivinar.

En este caso como en otros, las prácticas africanas y europeas eran similares. Sin embargo, para la oficialidad cristiana la adivinación, en contextos diferentes a los suyos, particularmente entre los negros, significaba la consulta con el demonio. De todas maneras las semejanzas hicieron posible la proximidad de las creencias y facilitaron su absorción por los descendientes de africanos.

Luis Weckmann dice para Nueva España que las creencias mágicas ibéricas se fundieron con algunas tradiciones indígenas afines, pero la simbiosis resultante fue más rica y variada que los elementos aportados por las culturas madres. face=Arial Luis Weckmann. face=Arial La Herencia Medieval... face=Arial P. 302. Lo propio puede afirmarse para la región en estudio en cuanto al fenómeno sincrético entre tradiciones populares españolas y las de los esclavos africanos.

En las prácticas mágico-religiosas de los negros y mulatos de Cartagena fue muy común el uso de las oraciones acompañando los amuletos, los conjuros y los remedios. Las oraciones más reconocidas eran: la de Santa Marta, de la Estrella, de San Marcos, del Señor de la calle, del Ánima sola, de las Ánimas, de San Antonio y del Justo Juez.

Estas oraciones se transmitieron oralmente entre los negros, aunque, en su origen cristiano venían impresas o manuscritas en estampas.

Las reliquias, herencia de la antiguedad clásica y del medioevo, tuvieron gran importancia para los cristianos; se hacían peregrinaciones a los sitios sagrados de donde extraían restos y objetos que se utilizaban para curar males espirituales y corporales, con ellos se fabricaban escapularios.

Las reliquias tenían la virtud de proteger a los devotos y hacer milagros. Entre las más famosas, además de todas las pertenencias de un difunto venerable, estaban los fragmentos de la Corona de Espinas, astillas de la Santa Cruz y huesos de las Once Mil Vírgenes. face=Arial Ibid. pp. 253-254.

Los viejos cristianos elaboraban amuletos con las reliquias de un santo o del signo de la cruz y los acompañaban de versículos del evangelio. Por su parte, los cristianos ibéricos usaban, con aprobación eclesiástica, rosarios, escapularios y evangelios a manera de amuletos para la protección de las personas y las cosas que estuvieran bajo su contacto. face=Arial Aguirre Beltrán. face=Arial Medicina y Magia. face=Arial P. 205.

Paralelamente, los habitantes del África occidental concedían importancia a los amuletos; los usaban en los tobillos, las muñecas, el cuello y en sus hogares; estaban hechos de tela, cerámica, espinas, cerdas de animales, pieles de culebra; también se usaba el agua sagrada en veneración a los espíritus del río. Los amuletos eran utilizados para protegerse del enemigo, causarle daño, evitar enfermedades, conseguir el amor de alguien e influenciar a un dios o a un espíritu hacia la benevolencia y el cambio de la suerte.

Muchos de los amuletos empleados por negros y mulatos revelaban una evidente influencia europea en concordancia con la tradición africana.

En el proceso de sincretismo de lo eurocristiano y africano, en la gobernación de Cartagena y su área de influencia, es preciso tener presente, asimismo, el aporte del elemento indígena. El caso de Antonio de Salinas, negro libre, de padres de Guinea y oficio pescador, habitante de Cartagena, en 1676, es un buen ejemplo de este proceso de sincretismo.

Cuando Antonio de Salinas fue remitido al Tribunal de la Inquisición, por sospechas de herejía, le encontraron en su aposento, entre otras cosas, un envoltorio en el que tenía una especie de relicario para colgarse al cuello, una estampa de San Diego, un palo en forma de cruz embutido de reliquias, una estampa del Santo Cristo de Burgos pegada a un tafetán carmesí, un pedacillo de lienzo en forma de corporales envueltos en raso azul.

Asimismo, Antonio rezaba tres credos cuando estrenaba chinchorro, bendecía el agua antes de salir a pescar y descubría hurtos, gracias a conocimientos que había adquirido de los indios de Nicaragua y Guatemala. Archivo Histórico Nacional de Madrid. Libro 1023 fls. 400-403v.

Las reuniones de brujos

Existió, también, en el siglo XVII, en la provincia de Cartagena y su área de influencia otra forma de celebrar el sentido de lo religioso. Ésta consistía en las reuniones de varones y hembras descendientes de africanos, en sus diversas castas, realizadas a altas hora de la noche, en sitios especiales y en forma clandestina. Estas reuniones fueron interpretadas por el Tribunal de la Inquisición como aquelarres de brujas asistidas por el demonio.

En las primeras décadas del siglo XVII, los mineros, propietarios de esclavos de Zaragoza, al sur de la provincia de Cartagena, expresaban preocupación porque las minas de oro estaban infestadas de brujos y brujas, lo mismo sucedía en Cartagena y Tolú, en la década de 1630. Según los inquisidores se trataba de la maldita secta de las brujas a cuyas juntas, las adherentes asistían volando ayudadas por un unguento suministrado por el diablo.

En la ceremonia de brujería se cumplía con el ritual acostumbrado de apostasía de la fe cristiana y de homenaje al demonio en forma de macho cabrío. Después, continuaba la cena, el baile y la orgía entre brujas y diablos.

En cuanto a la real existencia de las reuniones de brujas, a las que asistían negros y mulatos de ambos sexos, es probable que algunas de éstas fueran ilusiones; sin embargo, es factible que estas reuniones se realizaran pero con propósitos distintos. Esta diversidad de asambleas correspondería, en la vida real, a los lloros organizados por la gente de castas a la muerte de negros importantes, a fiestas y reuniones de jolgorio para la diversión en donde se congregaban amigos y conocidos y a juntas de brujas, aunque consideradas, preferiblemente, como forma mediadora de la expresión de religiosidad de los grupos negros.

Al respecto, es preciso recordar la interpretación que algunos historiadores como Mircea Eliade han realizado sobre el origen de la brujería europea, desde posibles relaciones con creencias y rituales precristianos.Esto llevaría a pensar el origen de la brujería con un cierto carácter religioso arcaico, es decir, con un sustrato religioso. Estas supervivencias populares recibieron, en tiempo de presión eclesiástica y con los juicios de Inquisición, una interpretación que las equiparó con magia negra, prácticas satánicas y herejía.

En el proceso de acomodamiento sincrético que sufrieron los esclavos africanos a su llegada a Cartagena, ante la falta de una catequización profunda, retomaron elementos de religiosidad popular de los cuales uno de ellos fue la brujería medieval.

Al ser aprehendidas por el Tribunal de la Inquisición, las brujas de Cartagena y Tolú fueron instaladas en las cárceles de familiares en forma colectiva; los inquisidores argumentaban que al ser reas de un mismo delito podían tener algún contacto; aquí gozaban de la posibilidad de comunicación e intercambio de ideas; es así, como mientras permanecían en las cárceles podían elaborar una misma lógica de argumentación que les permitiera compartir y comprender el mensaje de la brujería; lo hicieron, quizás, impulsadas por la necesidad de llegar a acuerdos en las declaraciones tratando de buscar explicaciones concordantes con aquellas que esperaba oír el Tribunal y que aminorarían la severidad del juicio y la sentencia final. En este proceso de comunicación, aprendieron y perfeccionaron el conocimiento del ritual de los brujos y terminaron creyendo en él, como resultado del proceso de autoconvencimiento forzado.

Las juntas de brujas se convirtieron en un instrumento mediador de transmisión de la memoria cultural, en ellas, la figura de la mujer asumió papel principal presidiendo las veladas y constituyendose en conservadoras de la tradición del grupo. Este espacio simbólico fue a su vez, el medio de congregación y el modo real que encontró la comunidad para compartir el sentimiento religioso y el disfrute de la vida.

Los contenidos de los rituales de las juntas de brujos y brujas de Cartagena, Tolú y Zaragoza estaban cargados de elementos eurocristianos de brujería medieval. Sin embargo, el sentido que los negros le asignaron era diferente; los negros y mulatos encontraron en la brujería, por una parte, una intermediación de significación religiosa, y por la otra, una forma de expresar autonomía a la interpretación de la religión dominante, junto con la búsqueda del sentido de libertad, alivio al quehacer cotidiano, diversión y fraternidad con sus semejantes.

Los miembros de las sociedades de brujos formaron una especie de familia espiritual. A través de estas congregaciones, sus miembros conservaron el sentido de comunidad. Esta nueva forma de organización que garantizaba la realización del individuo como sujeto social, era a su vez, una expresión alternativa del orden social y como tal, altamente subversiva, por ello fue perseguida y severamente castigada.

* * *

Este breve análisis de algunas prácticas religiosas de los negros y mulatos de la provincia de Cartagena y su área de influencia inmediata, permitió reconocer que a pesar de las vicisitudes y restricciones de la esclavitud, de las autoridades civiles y eclesiásticas y del control social, el negro y sus castas encontraron, en las manifestaciones descritas, canales para expresar su mundo interior.

Igualmente, fue posible establecer que aquellas expresiones religiosas eurocristianas y africanas de sentido semejante, al trasladarse y encontrarse en América fueron preservadas y absorvidas, con mayor facilidad, por los descendientes de africanos.

El encuentro de estas prácticas pudo reinterpretarse gracias a un proceso de acercamiento sincrético en el que expresiones europeas y africanas resultaron renovadas y transformadas, es decir, convertidas en manifestaciones nuevas y en gran medida más ricas que los elementos originales que les dieron forma.

El culto a los difuntos, en su versión cartagenera de lloros y velorios, las suertes, los amuletos, las oraciones y las reuniones nocturnas clandestinas se convirtieron en prácticas propias de las colectividades de negros y sus castas a las que dieron un sentido particular de significación religiosa.

Notas

1 Entendida como las ideas e imágenes recibidas o reveladas por seres sobrenaturales. John Thornton. Africa and Africans in the making of the Atlantic world, 1400-1680. Nueva York: Cambridge University Press. P. 236.

2 Luis Weckmann. La Herencia Medieval de México. México: Colegio de México. 1994. P. 205.

3 Gonzalo Aguirre Beltrán. Medicina y Magia. México: Instituto Nacional Indigenista. 1973. pp.191 y 334.

4 Fernando Ortiz. Los Negros Brujos. Miami: Ediciones Universal. 1973. P. 109.

5 Luis Weckmann. La Herencia Medieval... P. 302.

6 Ibid. pp. 253-254.

7 Aguirre Beltrán. Medicina y Magia. P. 205.

8 Archivo Histórico Nacional de Madrid. Libro 1023 fls. 400-403v.

9 Mircea Eliade. Occultism, Witchcraft and Cultural fashions, essays in comparative religions. Chicago: University of Chicago Press. pp. 69-70. Según Luis Weckmann, las sacerdotisas de la religión precristiana de la fertilidad en Europa central y nórdica dieron origen a la idea de las brujas. La Herencia Medieval... P 206.


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