49 Congreso Internacional del Americanistas (ICA)

Quito Ecuador

7-11 julio 1997

 

Marcela Viviana Tejerina

49 CONGRESO INTERNACIONAL

DE AMERICANISTAS

QUITO 1997

PORTUGUESES EN LA ADMINISTRACIÓN COLONIAL RIOPLATENSE

A FINES DEL SIGLO XVIII

Lic. Marcela Viviana Tejerina

Universidad Nacional del Sur

12 de Octubre y Perú - 8000 Bahía Blanca

República Argentina

Fax 26239

e-mail tejerina@criba.edu.ar

RESUMEN

A fines del siglo XVIII, los portugueses Manuel Cayetano Pacheco y Manuel Cipriano de Melo cubrieron importantes cargos dentro del gobierno rioplatense; el primero como Administrador General de los Pueblos de Misiones, el otro como Teniente del Resguardo del Puerto de Montevideo. Los dos se desenvolvieron dentro de la estructura gubernativa colonial durante un largo período, en el cual supieron conjugar sus actividades oficiales con otras de orden comercial, muchas veces al margen de la ley.

Estos casos adquieren relevancia en virtud del papel central que ambos ocuparon en cuestiones trascendentes para el Río de la Plata. Es por tal razón que a lo largo del presente trabajo se analizan las condiciones jurídicas, económicas y políticas que rodearon su ingreso y permanencia en áreas de fundamental importancia para la Corona española. Este estudio nos permite incorporar una nueva perspectiva en el análisis de la situación de los lusitanos en los dominios hispanos, la que corresponde al punto de vista estatal en el marco de la particular concepción de la monarquía que predominaba en la época.

INTRODUCCION

A lo largo de la dominación hispana las restricciones a los extranjeros en el Río de la Plata estuvieron siempre matizadas por excepciones que, de acuerdo con las imposiciones de la realidad, fueron generalizándose en la práctica.A esto contribuyeron decididamente una serie de factores internos, que solamente pueden comprenderse en virtud de la historia de la región.

Dados su marginalidad y aislamiento respecto a la metrópoli, los puertos rioplatenses desarrollaron una tradicional actitud de apertura hacia los extranjeros,entre ellos los portugueses, quienes lograron incorporarse en diversas áreas de la vida rioplatense.

Como zona de frontera con los dominios de Portugal, el Río de la Plata fue, a lo largo de casi dos siglos, escenario de la confluencia de los intereses de los lusitanos en concordancia con los locales.Según el historiador Fernando O. Assuncao, entre la fundación de la ciudad de Buenos Aires en 1580 y la toma definitiva de Colonia de Sacramento en 1776, se desarrolló un ciclo "...que dejó sembrados por esas zonas toda una pléyade de apellidos de origen luso...".La ocupación del enclave por parte de España dio inicio a una nueva etapa. Muchos de sus pobladores fueron trasladados al territorio español, incrementándose así el número de portugueses en las comarcas rioplatenses.Con la firma del Tratado de San Ildefonso en 1777, los habitantes, oficiales y soldados vasallos de Portugal que se encontraran en el territorio que pasaba a depender de la corona española, tendrían la libertad de retirarse o de permanecer en el lugar con sus efectos y muebles.Gran parte terminó por afincarse en la ciudad porteña, ya fuera por elección o por falta de medios para volver a su país.

Hacia fines del siglo XVIII, el control del gobierno español sobre los portugueses se vio atenuado por la influencia de la coyuntura bélica internacional. La necesidad y la conveniencia hicieron que se los utilizara para continuar comunicándose con la metrópoli durante las épocas de guerra. Mientras tanto, se aprovechaban sus conocimientos y habilidades en los temas referidos a la navegación del Río, el tráfico negrero y demás actividades vinculadas con el puerto.

Su participación en estas áreas con la anuencia implícita del gobierno y su radicación en las ciudades, se pueden comprender a partir de razones coyunturales o en virtud de las vías de excepción contempladas por las Leyes de Indias.Su presencia en el mismo seno de la burocracia rioplatense, sin embargo, requiere el análisis de otros factores.

A fines del siglo XVIII, los portugueses Manuel Cayetano Pacheco y Manuel Cipriano de Melo cubrieron importantes cargos dentro del gobierno; el primero como Administrador General de los Pueblos de Misiones, el otro como Teniente del Resguardo del Puerto de Montevideo. Los dos se desenvolvieron dentro de la estructura gubernativa colonial durante un largo período, en el cual supieron conjugar sus actividades oficiales con otras de orden comercial, muchas veces al margen de la ley.

Estos casos adquieren relevancia en virtud del papel central que ocuparon Pacheco y de Melo en cuestiones trascendentes para el Río de la Plata; aprovechando en ocasiones la situación, en detrimento de los intereses del estado español.

El análisis de las condiciones jurídicas, económicas y políticas que rodearon su ingreso y permanencia en ámbitos de fundamental importancia para la Corona española, por consiguiente, contribuirá a la comprensión de los criterios que manejó el gobierno peninsular frente a la presencia de los portugueses en el Río de la Plata.

DON MANUEL CAYETANO PACHECO Y LA ADMINISTRACIÓN GENERAL DE LOS PUEBLOS DE MISIONES

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El portugués Don Manuel Cayetano Pacheco recibió a principios de 1795 su nombramiento como Administrador General de los Pueblos de Misiones.En calidad de apoderado general residente en Buenos Aires, debía remitir las herramientas y géneros que necesitaban los indígenas y concretar la venta de lo que ellos produjesen.

El cargo de Administrador General había sido creado por el gobernador Francisco de Paula Bucarelli, en el marco de la reorganización encarada luego de la expulsión de los jesuitas y a fin de llevar adelante la supervisión económica y financiera de todas las poblaciones de las misiones.A poco de implementado este sistema, no tardaron en evidenciarse sus deficiencias; conflictos burocráticos originados en instrucciones confusas, rencillas entre los curas y los empleados civiles.Las consecuencias del desorden administrativo en que se vieron envueltas las Misiones durante este período fueron nefastas para los indígenas. Desprotegidos frente al abuso de los peninsulares vieron cómo una invasión de mercaderes y labradores españoles empezaba por arrendar los campos que les pertenecían, para luego apropiárselos impunemente. Pandillas de indios alzados o de contrabandistas portugueses y españoles se dedicaban al robo de ganado. Junto con la declinación económica se produjo la paulatina ruina de las casas y edificios, aumentando la deserción de los nativos. Algunos obtenían trabajo en las ciudades o el campo, otros se unieron a las bandas de criminales que operaban en el área de Montevideo, donde vivieron del contrabando en connivencia con los portugueses.

Una y otra vez eran los lusitanos quienes aparecían como directos beneficiarios de la incapacidad del gobierno español para dar una respuesta política a las necesidades de la región. "Los pueblos de las misiones habían sido la barrera que se había opuesto a los portugueses en sus afanes expansionistas...", señala Vicente Sierra; la decadencia de los pueblos de las misiones ponía directamente en peligro los intereses de la corona sobre un área de conflicto fronterizo con el Portugal.Claro ejemplo de ello fue la ocupación lusitana de los siete pueblos orientales del Uruguay, luego de la Guerra de las Naranjas.Miguel Lastarria cuenta cómo los portugueses se aprovechaban del desconsuelo de los indígenas, conquistando o "seduciendo el ánimo melancólico" de todos los que allí habitaban.Las pocas fuerzas que lograron reunir los españoles para recuperar esas tierras, nada pudieron hacer contra los las tropas de ocupación y los indígenas puestos de su parte.

John Lynch indica que la preocupación de las autoridades centrales de Madrid y del gobierno Virreinal rioplatense por este tema se efectivizó a través de una "...corriente constante de informes que analizaban la situación, aconsejaban reformas y trazaban nuevos proyectos...".Sin embargo, no había resultados positivos, se chocaba fundamentalmente contra el mal desempeño de los funcionarios civiles.

Hacia 1801, el marqués de Avilés observaba que el nombramiento de los administradores de los pueblos se había realizado sin tener una clara conciencia de la importancia de la tarea encomendada. Cuando se advirtió la utilidad que dejaba el "... tiránico e inhumano gobierno abusivo que les sugirió la codicia...", estos empleos comenzaron a ser muy solicitados, sin que el gobierno consiguiera ver los resultados formales de sus acciones. En cuanto a los administradores generales residentes en Buenos Aires, continuaba Avilés, "... algunos murieron con considerabilísimos descubiertos".Avilés desconfiaba de todos los que habían intervenido en la dirección de Misiones, incluido el mismo Manuel Cayetano Pacheco. Veía en éste a uno más de los que luchaban por obtener el monopolio de los beneficios ilícitos que dejaba el comercio misionero. Sin embargo, cuenta Mariluz Urquijo, el Virrey pronto cambió de opinión, convirtiendo a Pacheco en uno de sus más eficaces colaboradores.Sucedió que las quejas elevadas por Pacheco contra el comercio clandestino que se realizaba a sus espaldas, en perjuicio de los indios y en desmedro de sus ganancias,convencieron al Virrey de que éste era uno de los más perjudicados y de que los únicos ganadores eran los administradores locales.

La gestión de este portugués en la Administración General de los pueblos de las Misiones contó con la presencia de otro lusitano, Don Joaquín De Acosta Bastos. Con el grado de Oficial Primero, este individuo tuvo a su cargo cooperar con Pacheco en las comisiones relativas a la compra de las mercaderías destinadas a los pueblos de indígenas; en la carga y descarga de los frutos y efectos que desde éstos se remitían y, según sus propias palabras, "... en el despacho de los muchos expedientes que corren por la propia administración sobre intereses de los indios".Ambos contaban con una amplia experiencia en las actividades mercantiles del Río de la Plata.

Los antecedentes

Como tantos otros lusitanos durante esta época, Pacheco y Acosta Bastos habían intentado aprovechar las circunstancias favorables para introducirse en el ansiado mercado rioplatense. La influencia cada vez más notoria de los acontecimientos externos en el desenvolvimiento comercial del Imperio y los insistentes requerimientos del sector mercantil local, habían generado las condiciones necesarias para que los portugueses encontraran la manera de permanecer en el lucrativo comercio del Río de la Plata. Durante el conflicto iniciado entre España e Inglaterra en 1779 y posteriormente, con la proliferación de permisos para la importación de negros, españoles y lusitanos convergieron y se vincularon para usufructuar los beneficios que la situación planteaba. Si no fueron directos permisionarios, utilizaron vías colaterales que les permitieran aprovechar, aún en forma ilegal, la particular coyuntura por la que estaba atravesando la región.

Pacheco y Acosta Bastos arribaron a Montevideo a principios de la década de 1780, como capitán y sobrecargo del navío "Nuestra Señora de la Concepción y San Antonio y Animas"- llamado también el Penque Portugués-. Al llegar al puerto fueron detenidos por la Comandancia General de Resguardo de Montevideo, acusados de contrabando y encarcelados.La resolución de la causa se dilató debido a un enfrentamiento entre la Comandancia del Resguardo y la Superintendencia, por razones de procedimiento; las reclamaciones iniciadas por Pacheco sobre la legitimidad de la arribada, al fin, inclinaron a la corona en favor de los acusados.En su dictamen se accedía al pedido de restitución del importe total de las mercaderías secuestradas, dando "... por satisfechos los cargos respectivos a los interesados, con las costas, gastos, y perjuicios que habían sufrido".

Aunque al ponerse punto final al proceso los damnificados quedaron en libertad de volver a su tierra, Pacheco y Acosta Bastos decidieron permanecer en la región.

Don Joaquín De Acosta Bastos decidió radicarse en Buenos Aires,donde se dedicó al comercio y luego a sus tareas en la Administración de Misiones. Cuando en 1801 solicitó que se le otorgara la naturalización, el fiscal asesoró hacer lugar a su pedido en términos de excepción. Si bien no contaba con la totalidad de los requisitos que determinaba la legislación de Indias,este lusitano tenía a su favor una larga y constante permanencia en Buenos Aires. El asesor recordaba que ya con anterioridad se habían hecho algunas excepciones con otros extranjeros que no cumplían con las pautas de la legislación pero que se comprometía a determinados "... servicios pecuniarios". Se aconsejaba acceder a la naturalización de Acosta Bastos, por consiguiente, a cambio de una suma que cubriera "...el pago de intereses de Vales Reales y su amortización, a cuyos fondos se halla agregado el total rendimiento de las gracias...".

Pacheco por su parte, junto con su nombramiento como Administrador General y los honores de Comisario de Guerra y de los Reales Ejércitos,en 1795 obtuvo una carta de naturaleza que lo habilitaba para residir, tratar y comerciar libremente en las Indias.Estos eran antecedentes suficientes para poder seguir desarrollando sus actividades mercantiles en el Río de la Plata, tal como lo había hecho hasta ese momento.

Sus vinculaciones comerciales

Al organizar la instalación de su familia en Buenos Aires, obtuvo del Rey las órdenes pertinentes para que su mujer, Doña Antonia Francisca Olivera, fuese recibida en el Puerto de Montevideo con toda "... la decencia y decoro de su persona...".Asimismo, logró que por el valor de los bienes que debía trasladar desde Río de Janeiro le permitieran introducir en el Río de la Plata algunos frutos y efectos, tales como maderas labradas y por labrar, arroz y azúcar.En función de este permiso despachó dos expediciones en buques menores, que tuvieron un final desastroso. El bergantín "La Bella Unión" naufragó en la ensenada de la punta del Estrecho de Maldonado, donde perdió su carga de aguardiente, azúcar, café y arroz; la corbeta "El Penque", por su lado, se hundió en la Punta de Carretas, ahogándose la mayor parte de la tripulación y los negros que conducía. Para resarcirse de estas pérdidas, a fines de 1799 consiguió un nuevo permiso para el traslado de mercaderías directamente desde el Brasil,en el marco de las actividades de navegación y comercio que desarrollaba paralelamente a sus funciones en la Administración.Hacia fines de 1802, la fragata "Joaquina" entraba al puerto de Montevideo, trasladando a la familia de Pacheco y a una carga compuesta por los frutos y efectos que se incluían en el permiso obtenido y por mercaderías ilegales. Sin hacer distinciones, toda la carga fue decomisada por el gobernador de Montevideo quien, además, inició a Pacheco una causa por contrabando.Nuevamente el Administrador General se vería en el medio de las rencillas de los funcionarios rioplatenses por cuestiones de competencia y jurisdicción y, una vez más, vería dilatarse la solución del proceso. Esto no obstó, sin embargo, para que casi al mismo tiempo recibiera un nombramiento de Intendente Honorario de Provincia que, según rezaba su designación, implicaba todas las "... gracias, franquicias, mercedes, preeminencias y exenciones que como a tal Intendente de Provincia Honorario os tocan y deben tocar en la conformidad que previene la Ordenanza".Poco tiempo después, sin embargo, gestionaba un permiso para trasladarse a España.Avanzado el año 1806 y en ausencia de Pacheco, la causa por contrabando continuaba en manos de su apoderado en Buenos Aires, don Agustín de Acosta.Durante esa época la corona también le reclamaba por la falta de cumplimiento en el pago de los derechos de entrada en España, correspondientes a los cargamentos de las fragatas "Ceres" y "Joaquina", así como a los de la zumaca la "Joven".Si bien sus actividades mercantiles le valieron reputación de agente marítimo, importador y exportador de mercaderías,también le trajeron dificultades con la corona. Mientras tanto, al ausentarse del Río de la Plata fue definitivamente suplantado por el abogado y asesor del Protomedicato, don José Miguel Carvallo.

DON MANUEL CIPRIANO DE MELO Y EL RESGUARDO DEL PUERTO DE MONTEVIDEO

Sus servicios a la Corona

En enero de 1780 se confirmaba el establecimiento de un barco de resguardo en el Puerto de Montevideo, aclarándose que el lusitano Manuel Cayetano Pacheco, patrón de la sumaca "Nuestra Señora de los Dolores", quedaría como Teniente del Comando recientemente creado a tal fin.La fundación de un organismo especializado en la represión del contrabando era una consecuencia del incremento del tráfico portuario, de la creación de la Renta de Tabacos y de la Administración de Aduanas; además, estaba muy vinculada a la promulgación del Reglamento de Comercio Libre.Al inaugurarse el resguardo y mientras se esperaba el arribo del Comandante, Manuel Cipriano de Melo tuvo a su cargo todos los asuntos concernientes al nuevo organismo.

Melo tenía una amplia trayectoria en el Río de la Plata, donde había actuado como piloto y práctico, bajo las órdenes de Cevallos y Vértiz.Por aquella época era común la utilización de los lusitanos como lazarillos de los españoles; en gran medida, debido a la amplia experiencia que aquellos tenían en el tráfico fluvial desde la fundación de Colonia.Los auxilios brindados por Manuel Cipriano de Melo a las embarcaciones accidentadas en aquel Río y el conocimiento que tenía de los difíciles accesos a los puertos rioplatenses, le habían granjeado el reconocimiento de sus contemporáneos. Es pasmoso - decía Manuel José de Lavardén- el número de naves estrelladas en el banco Inglés, sin contar los que quedaban varados. "En confirmación de lo dicho -indicaba- téngase presente la relación de méritos de don Manuel Cipriano de Melo, impresa en Madrid, en la que admira el número de barcos socorridos por sólo este individuo."

Junto a estas acciones tan útiles al bien común, Melo desarrollaría otras que, al final de sus días, le granjearían el calificativo de "mal servidor del Rey". Con su particular estilo, el historiador Arturo Ariel Bentancur, hace una vívida descripción de las actividades de Melo y de sus conexiones con los ámbitos del poder: "Los destacados servicios prestados a la corona española, su valiosa amistad con Cevallos y con el también masón Manuel Ignacio Fernández, el intendente de la expedición de aquel, que luego lo sería también de Buenos Aires, amén de cierta posible "estrecha relación" que las malas lenguas adjudicaban a Doña Ana Joaquina (su mujer) con un alto jefe, le valieron el escalamiento acelerado de la administración. Durante más de 20 años fue el Segundo comandante de los resguardos de Montevideo, a pesar de su condición de extranjero, de su conducta muy poco fiable y de dos procesos judiciales a los que fue sometido".

El estado frente a sus actividades paralelas

Como consecuencia de las circunstancias bélica que predominaron en el último cuarto del siglo XVIII, la Corona española se había visto en la necesidad de legalizar la presencia portuguesa en el Río de la Plata, generalizándose la participación de barcos, hombres y aún intereses de dicho origen en el mercado de Buenos Aires y Montevideo. Estas ciudades comenzaron a funcionar como frontera urbana, configurando un importante espacio de interacción entre españoles y lusitanos, con eje en el ámbito portuario y en relación directa con las actividades de índole mercantil. Frente a esta situación, el gobierno peninsular se mostró impotente para poner freno a aquellos hechos que, en última instancia, lo afectaba en sus intereses. Los funcionarios locales, reconocidos en gran parte por su venalidad, en ciertas ocasiones apoyaron, protegieron y hasta participaron de las prácticas de negocios lícitos e ilícitos de los portugueses en su vinculación con comerciantes locales. "El fraude tiene más cómplices que reos de primera intención...", decía el Virrey Loreto, ha contaminado aún a quienes "...por sus empleos y el gravísimo peso de sus responsabilidades..." debían ponerle freno.En este sentido, denunciaba las irregularidades en las que se habían visto envueltos los responsables del resguardo del Puerto de Montevideo, el comandante Don Francisco De Ortega y Monroy y su segundo, el portugués Don Manuel Cipriano de Melo. Estos eran según Loreto, los principales infractores a la ley, junto con el administrador de la aduana de Buenos Aires, Francisco Ximénez Meza.

Según Lynch, la política liberal de la recientemente creada Superintendencia -responsable del sistema de resguardo de los puertos- en conjunción con el Virrey Vértiz habían beneficidado las prácticas fraudulentas. Ambos concordaban en mantener una actitud permisiva frente al intercambio comercial con extranjeros.Durante la gestión de este funcionario y en conformidad con el Superintendente Fernández, Melo había conseguido una licencia para ingresar esclavos y madera desde el Brasil. Al asumir Loreto su puesto virreinal, en clara oposición a la política permisionaria implementada por su antecesor,resolvió cancelar este permiso, por considerar que enmascaraba la introducción clandestina de mercaderías.Decidido a poner fin a las andanzas de Melo, Loreto lo acusó por haber admitido la entrada en Montevideo de un mercader de origen lusitano, Antonio Juan de Acuña, en condiciones de ilegalidad. Juzgado Melo, terminó siendo condenado a once meses de prisión. Con estas medidas, Loreto se entremetía en cuestiones específicas de la Superintendencia. Don Manuel Cipriano de Melo, por consiguiente, se ubicaba en el centro de los enfrentamientos por razones de jurisdicción, entre el Superintendente y el Virrey. Elevadas las quejas del Superintendente Sanz a la península por la intromisión de Loreto en su área, la corona resolvió finalmente en favor de Melo e, indirectamente, de Sanz.El Teniente del resguardo fue sobreseído y puesto nuevamente en funciones, con la explícita recomendación de cumplir debidamente con su cargo, impidiendo "... los gruesos contrabandos que se hacen por ese Río...", de los que en la corte había noticia positiva.

Aunque en la corte se supiera, Loreto denunciaba que tal contrabando no existiría, de no ser por la participación de los mismos funcionarios que estaban a cargo de impedirlo; "... el celo sobre ellos -afirmaba- será el único remedio de estos perjuicios y de otros...".Sin embargo, el estado español se mostraba incapaz de llevar a la práctica una política coherente en este sentido.

El caso de Melo pone sobre el tapete las debilidades del sistema. A lo largo del año 1788, con diferencia de pocos meses, se produjeron una serie de circunstancias que, aunque contrapuestas, de alguna forma demuestran las contradicciones que envolvían al gobierno a la hora de tomar decisiones.

En octubre de ese año, Melo obtuvo una Carta Real de naturalización por la que se lo nombraba vasallo de la corona española, en posesión de todos los privilegios concedidos a los naturales del reino español y con derecho a mantener el puesto que se le había conferido.Esta carta de naturaleza respondía al propio pedido de Melo, quien había iniciado el trámite luego de haber sido tildado de extranjero durante la causa por la introducción clandestina del portugués. La decisión de la corona se basaba, por otra parte, en los servicios prestados al monarca, en el tiempo de residencia en sus dominios, en el hecho de estar casado con una natural de los mismos y, finalmente, en que su situación se encuadraba dentro de las estipulaciones de los tratados de límites firmados entre las coronas de España y Portugal. Sus orígenes, sus probadas vinculaciones con el comercio ilegal desde el Brasil y demás antecedentes no pudieron contrarrestar el peso de estas variables.

Sin embargo, a poco de conseguir su naturalización se vio envuelto en una nueva causa por contrabando.Este hecho inauguraría un período muy problemático para el teniente del Comandante, afirma el historiador Bentancur. Con la muerte de José de Gálvez y el traslado de Sanz "... la influencia del clan rioplatense en la corte sufría una seria crisis de sustentación". La situación de Melo se agravó aún más, cuando el Marqués de Loreto reunió, a partir de aquí, las atribuciones de Virrey y de Superintendente.No obstante esto factores en contra, luego de pasar por la cárcel y ser trasladado a Buenos Aires, Melo recibió la absolución de parte del recientemente arribado Virrey Arredondo. Junto con la restitución del empleo, se resolvía el pago de los sueldos devengados y la liberación de los bienes que se le habían confiscado.

Tuvo que reincidir por enésima vez en sus actividades ilegales para que, a poco de ser restaurado en sus funciones, fuera definitivamente separado del cargo. La Real Orden se remitía a "... las faltas y defectos que en varias ocasiones se han notado en Don Manuel Cipriano de Melo, en el desempeño de su empleo de Teniente el Resguardo de Montevideo...", pero apuntaba directamente a un hecho menor, en relación con todos los fraudes que había cometido. Se lo separaba, en consecuencia, por el delito de "... haber pasado solo y sin escribano, a extraer los papeles que sabía se ocultaban en una de las curenas del palo mayor del navío americano "Mentor", apresado por la división francesa a mando del ciudadano Landolphe."A pesar de este final para su carrera, sus vinculaciones con el nivel oficial no terminaron aquí. Durante las invasiones inglesas actuó como práctico mayor de la escuadra y debido a los servicios desplegados en la Reconquista, en agosto de 1807 recibía una carta de recomendación por parte del propio Liniers.

CONSIDERACIONES FINALES

El estudio de las trayectorias de Manuel Cayetano Pacheco y de Manuel Cipriano de Melo en el seno de la administración rioplatense nos permite incorporar una nueva perspectiva en el análisis de la situación de los portugueses en el Río de la Plata a fines del siglo XVIII. Esta es la que corresponde al punto de vista estatal.

La particular concepción de la monarquía que predominaba en la época se sumó, en estos casos, a la costumbre, la tradición, la necesidad y la conveniencia, como variables que hicieron a la aceptación tácita de los lusitanos en el ámbito rioplatense.

La conformación y el desenvolvimiento del Imperio español había conducido a que, de alguna forma, el prójimo y el extraño se convirtieran en categorías trasladables. Los Habsburgos habían introducido en la corte a funcionarios alemanes e italianos y en el ejército a soldados y oficiales de los países que iban ocupando. Como señala Ots Capdequí, al mismo tiempo que España no era una nación unificada, llegó a constituir un extenso imperio en el que navarros, aragoneses y, en determinadas épocas, napolitanos, flamencos, alemanes y portugueses fueron considerados integrantes de la España imperial.En América, sin embargo, todos ellos compartían su situación de extranjería, ya que las posesiones de ultramar había sido incorporadas directamente a la Corona de Castilla.

Ante estas limitaciones de orden jurídico, Melo, Pacheco y su auxiliar, Acosta Bastos, optaron por una carta de naturaleza. Para acceder a esta petición, el estado español tuvo en cuenta los antecedentes que pudieran tener al servicio de la corona; en menor grado, las pautas establecidas por la legislación vigente o por los tratados de límites firmados entre España y Portugal, así como la posibilidad del pago de una suma que avalara una excepción.

La naturalización les permitía residir, tratar y comerciar libremente en las Indias, sin embargo, estas eran actividades que ya antes de ese trámite habían realizado con relativa tranquilidad. El ingreso a la administración rioplatense, incluso, se había concretado sin este requisito previo. La carta de naturaleza no haría más que confirmar y ampliar los privilegios que ya tenían como funcionarios del gobierno, sobre todo en orden a las prerrogativas de índole comercial. Esto significa que, para que los lusitanos Melo, Pacheco y Acosta Bastos pudieran ser designados en sus puestos, sólo bastó el tener una residencia más o menos permanente en la zona, una trayectoria relativamente reconocida al servicio de la Corona y, por supuesto, el juramento de obediencia al Rey.

La monarquía hispánica, dice Guerra, constituía una "Unidad política fundada, a pesar del imaginario absolutista, sobre los lazos personales y colectivos con el Rey, ratificada alrededor de cada acontecimiento real por el juramento de fidelidad que hacen de él el centro de unión de los estados y pueblos diversos".En la mentalidad de los pueblos europeos constituidos en Estados modernos, explica Maravall, predominaban el universalismo y una proyección cosmopolita; existía, en primer lugar, una "... conciencia de comunidad" sobre la que paulatinamente se fue desarrollando el sentimiento patriótico y la idea de nación tal como hoy se la concibe.Cuál era el nexo entonces, entre los hombres que pertenecían a lo que Maravall denominó una "comunidad protonacional"? En el caso de la América española, señala Guerra, el nexo estaba dado por una forma de concebir la Monarquía, centrada en la figura del Rey y en la Iglesia Católica.

Fue así como el reconocimiento de la soberanía real y el juramento de vasallaje abrieron las puertas a Manuel Cayetano Pacheco y Manuel Cipriano de Melo. No obstante, llama particularmente la atención el que hayan sido nombrados en puestos de tanta importancia para el gobierno peninsular, en virtud de su tradicional enfrentamiento con Portugal por la ocupación del espacio; para no hablar del preocupante flagelo del contrabando, centrado justamente en el ámbito portuario y en el área de frontera.

Si bien tanto el Administrador General de las Misiones como el Teniente del Resguardo de Montevideo se habían naturalizado, esto no borraba sus orígenes, ni sus contactos y relaciones con Portugal en general y, particularmente, con el Brasil. En este sentido, los dos estuvieron involucrados en causas por comercio ilícito, siendo fundamentalmente el segundo, quien usufructuó descaradamente su cargo y sus conexiones comerciales con su país de origen y con los grupos de poder peninsulares.

Como señala Ots Capdequí, en toda actividad ilícita, "La complicidad de muchos nacionales y aún de no pocas autoridades que desempeñaban altos cargos en el gobierno colonial, no podía faltarles".El Virrey Loreto fue uno de los que vio claramente esta situación y se encargó de advertirlo a la Corona. Esta, por su parte, también se manifestó explícitamente al tanto de las irregularidades que se cometían y de los perjuicios que ocasionaban al estado. No obstante, mantuvo fundamentalmente una actitud de permisividad y falta de rigor frente a las faltas cometidas por sus propios funcionarios, aún cuando éstos debieran haber sido más controlados en virtud de su origen y antecedentes de corrupción.

En una clara oposición al enfoque espacial propuesto desde la geopolítica y la concepción del espacio estratégico, estos casos demuestran la debilidad del sistema y la inexistencia de una política coherente que contribuyera, sobre todo desde el plano político-administrativo, a frenar la ingerencia de los lusitanos en los asuntos del Río de la Plata.

NOTAS

1. Cfr. Francisco DOMÍNGUEZ COMPAÑY, "La condición jurídica del extranjero en América", en Revista de Historia de América , Nro. 39, Méjico; José María OTS CAPDEQUÍ, Manual de Historia del Derecho Español en las Indias y del Derecho Propiamente Indiano. Buenos Aires, Editorial Losada S.A.; Hernán A. SILVA y Marcela V. TEJERINA, "Españoles y extranjeros en las regiones australes: aspectos económicos y sociales de una vinculación obligada", en vías de publicación en la Revista de Historia Económica y Social , Universidad de Alcalá de Henares; Víctor TAU ANZOATEGUI, "Una defensa de los extranjeros en el Buenos Aires de 1743", en VI Congreso Internacional de Historia de América , Celebrado en Buenos Aires del 13 al 18 de octubre de 1980, Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, 1982, T. IV, pag. 275; Ramón P. YANZI FERREIRA, "Expulsión de extranjeros en el Buenos Aires colonial", en Revista de Historia del Derecho "Ricardo Levene" , 30, Bs. As., 1995.

2. "Por tradición -explica Daniel Santamaría-, Buenos aires ha sido ciudad de inmigrantes, de comerciantes en búsqueda de prosperidad, de agricultores entusiastas, de aventureros y marginados y de toda esa ancha franja del espectro social (europeo o americano) que, particularmente en épocas aciagas, lucha por lograr nuevos y más promisorios horizontes. Punta de lanza de la primera colonización en el siglo XVIII, el rasgo permanente del puerto rioplatense fue su carácter de lugar de arribada de las gentes más heterogéneas y contrapuestas." Daniel J. SANTAMARÍA, "La población: estancamiento y expansión, 1580-1855". En Buenos Aires, historia de cuatro siglos. , T.I, Dirigida por José L. Romero y Luis A. Romero, Editorial Abril, Buenos Aires, 1983, pag. 207.

3. Cfr. A. P. CANABRAVA, O comercio portugués no Río da Prata (1580-1640) , San Pablo, Editorial Itatiaia y Universidad de San Pablo, 1984; Lewis HANKE, "The portuguese in Spanish America, with special reference to de Villa Imperial de Potosí", en Revista de Historia de América , Nro. 51, Méjico, 1961; Fernando JUMAR, "Los portugueses, la Colonia del Sacramento y el Río de la Plata", trabajo inédito presentado a las V Jornadas Inter Escuelas y Departamen tos de Historia, I Jornadas Rioplatenses Universitarias de Historia, Montevideo, setiembre de 1995; Ricardo LAFUENTE MACHAIN, Los Portugueses en Buenos Aires, siglo XVII , Madrid, 1931; Boleslao LEWIN, "Los portugueses en Buenos Aires en el período colonial", en VI Congreso Interna cional de Historia de América, Celebrado en Buenos Aires del 13 al 18 de octubre de 1980, Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, 1982, T. IV; Roberto RICARD, "Los portugueses en las Indias españolas", en Revista de Historia de América , Nro. 34, Méjico, 1954.

4. En R.P. Pedro PEREIRA FERNÁNDES DE MESQUITA, Relación de la conquista de la Colonia por D. Pedro de Cevallos y Descripción de la ciudad de Buenos Aires , Traducción y notas de Fernando Assuncao, A.N.H., Buenos Aires, 1980, pag. 14 y 15.

5. Esta no fue una situación inédita, ya que la internación de prisioneros a lo largo de los enfrentamientos fronterizos entre Portugal y España constituyó una de las principales causas del establecimiento de portugueses en Buenos Aires y otros lugares del Virreinato. Cfr. Jorge COMADRÁN RUIZ, Evolución demográfica argentina durante el período hispano (1535-1810) , Eudeba, Buenos Aires, 1969, pags. 74 y 75.

6. Cfr. Marcela Viviana TEJERINA, "La lucha entre España y Portugal por la ocupación del espacio: una valoración alternativa del Tratado de San Ildefonso de 1777". En la Revista de Historia , Departamento de Historia de la Universidad de San Pablo, Número 135, San Pablo, 2do. semestre de 1996.

7. Cfr. Marcela Viviana TEJERINA, "Comerciantes portugueses en el Río de la Plata durante las épocas de conflicto internacional (1777-1808)". Trabajo inédito presentado en el XI CONGRESO INTERNACIONAL DE AHILA , Asociación de Historiadores Latinoamericanistas Europeos, Liverpool (Inglaterra), 17 a 22 septiembre de 1996.

8. Cfr. José M. OTS CAPDEQUI, "Los portugueses y el concepto jurídico de extranjería en los territorios hispanoamericanos durante el período colonial", en Estudios de Historia del Derecho Español en Indias , Bogotá, 1940, pags. 373-378; Marcela V. TEJERINA, "Consideraciones en torno a la situación jurídica de los portugueses en el Río de la Plata (1777-1806)", en Cuadernos Americanos, Nueva Época , Universidad Nacional Autónoma de Méjico, Número 60, Volumen 6, Méjico, Noviembre-Diciembre de 1996 y "El Comercio Hispano-Lusitano a fines del siglo XVIII: Una Propuesta Alternativa para analizar la Presencia Portuguesa en el Río de la Plata", en vías de publicación en la Revista Cuadernos del Sur , Departamento de Humanidades, Universidad Nacional del Sur.

9. Real Orden del 8 de mayo de 1795. A.G.N., IX, 25-2-3.

10. Junto con esta decisión se tomó la de nombrar administradores particulares para cada pueblo, en el marco de las Ordenanzas del 1 de junio de 1770 aprobadas por el rey el 27 de abril de 1778, orientadas a reglamentar el comercio de los pueblos de las misiones y preservar los intereses temporales de los indígenas que en ellos habitaban. Cfr. Cayetano BRUNO, La Iglesia en la Argentina. Cuatrocientos años de Historia , Centro Salesiano de Estudios, Buenos Aires, 1993; Guillermo FURLONG, S. J., Misiones y sus pueblos de guara níes, Buenos Aires, 1962, pags. 693 a 708; John LYNCH, Administración colonial española, 1782-1810 , EUDEBA, Buenos Aires, 1967; M. MARILUZ URQUIJO: "Los guaraníes después de la expulsión de los jesuitas", en Estudios Americanos , Vol. VI, Nro. 25, Octubre 1953, pags. 323 a 330; Magnus MORNER, La corona española y los foráneos en los pueblos de indios de América , Instituto de Estudios Ibero-Americanos, Estocolmo, 1970; Vicente SIERRA, Historia Argentina , T. 3, pags. 349 a 351.

11. Luego de que Julián Gregorio de Espinosa fuera separado del cargo por sus malos manejos, lo sucedió Juan Angel Lazcano quien, en forma casi inmediata, entró en conflicto con el gobernador Francisco Bruno de Zavala. Cuando Lazcano también debió abandonar su puesto para enfrentarse a la justicia, fue suplido interinamente por Don Manuel del Cerro Sáenz y luego reemplazado definitivamente por Manuel Cayetano Pacheco. La designación de este portugués se realizó en los mismos términos, "... en la misma forma y con las propias calidades, condiciones y circunstancias..." en que se había nombrado a su antecesor. Real Orden del 8 de mayo de 1795. A.G.N., IX 25-2-3.

12. Cfr. Cayetano BRUNO, La Iglesia en la Argentina. Cuatrocien tos años de Historia, Centro Salesiano de Estudios, Buenos Aires, 1993; John LYNCH, op. cit., pag. 177; Ernesto MAEDER, Misiones del Paraguay. Conflic to y disolución de la sociedad guaraní, Mapfre, Madrid, 1992; José M. MARILUZ URQUIJO, "Los guaraníes después de la expulsión de los jesuitas", en Estudios Americanos , Vol. VI, Nro. 25, Octubre 1953, pags. 323 a 330; Magnus MORNER, La corona española y los foráneos en los pueblos de indios de América , Instituto de Estudios Ibero-Americanos, Estocolmo, 1970.

13. Vicente SIERRA, op. cit., pag. 350

14. Este enfrentamiento, de muy corta duración, permitió a los lusitanos apoderarse de los pueblos de las Misiones orientales mientras que, curiosamente, se comprometían a cerrar sus puertos a Inglaterra. España, por su parte, quedaba en posesión de la plaza portuguesa de Olivenza. Este desenlace había sido favorecido por el acuerdo que se estaba elaborando entre ingleses y franceses: la "Paz de Amiens" del 25 de marzo de 1802. Cfr. Jaime CORTESAO y Pedro CALMON: "Brasil" En: Histo ria de América y de los pueblos americanos, dirigida por Antonio Ballesteros y Beretta. T. XXVI, Salvat Editores, S.A., Barcelona, 1956, pags. 544 a 545 y Vicente SIERRA, op. cit., T. V, pags. 52 a 56.

15. Miguel de Lastarria, "Colonias orientales del Río Paraguay o de la Plata", en Documentos para la Historia Argentina , Facultad de Filosofía y Letras, T.III, Buenos Aires, 1914, pags. 195-196.

16. Cayetano BRUNO, op. cit., pag. 292.

17. John LYNCH, op. cit., pag. 175.

18. MEMORIAS DE LOS VIRREYES DEL RIO DE LA PLATA. Buenos Aires, Bajel, pags. 506 y 507.

19. Para ver con detalle la problemática de las Misiones y la política reformista seguida por este Virrey, remitirse a José María MARILUZ URQUIJO, El virreinato del Río de la Plata en la época del Marqués de Avilés (1799-1801) , Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, 1994, pags. 195 a 221.

20. Cfr. A.G.N., IX 30-6-7.

21. A.G.I., Indiferente General, 1536

22. A.G.N., IX 33-2-6. Según uno de los involucrados, el apresamiento y todo el proceso que le había seguido, por injusto, era consecuencia un problema personal entre el portugués Manuel Cipriano de Melo, Teniente del Comandante del Resguardo del puerto, y el dueño de la carga del navío. Cfr. Arturo A. BENTANCUR, Don Cipriano de Melo, señor de fronteras . Montevideo, Arca, 1985, pags. 21 y 22.

23. En agosto de 1788 se hacía lugar a un pedido de Pacheco para pasar a España, con el objeto de apelar la primera sentencia que se había dictado respecto al embargo de la corbeta portuguesa "Nuestra Señora de la Concepción". Debido a su situación procesal, debió recurrir a Don Ramón Giménez, vecino y del comercio de Buenos Aires, para conseguir una fianza que le permitiera efectivizar la licencia anterior. A.G.N., IX 12-8-11

24. A.G.N. IX 30-9-8

25. Su nombre aparece en el "Empadronamiento de los extranjeros residentes en la ciudad de Buenos Aires" realizado en 1804. En: Documentos para la Historia Argentina , T. XII: Territorio y Población, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 1919, pag. 180.

26. Cfr. la Recopila ción de Leyes de los Reinos de Indias, Boix, Editor, 1841, T. 3, Título Veintisiete, Ley XXXI.op. cit., pag. 16. Como indica OTS CAPDEQUÍ, "Se elevó a veinte el número de años de residencia previa; se exigió la posesión de bienes raíces, y se determinó que sólo el Consejo de Indias -y no, como antes, la Casa de la Contratación de Sevilla- pudiera entender en la concesión de estas naturalizaciones". J.M. OTS CAPDEQUÍ, Manual de Historia del Derecho , op. cit., pag. 186.

27. A.G.I., Indiferente General, 1536

28. Real Orden del 6 de julio de 1795, A.G.N., IX 25-2-3.

29. Si bien el Real Decreto había sido firmado el 10 de mayo de 1795, esta Real Cédula tiene fecha del 17 de junio de 1795. A.G.I., Indiferente, 1536.

30. Por Real Cédula de 28 de Febrero de 1789, Pacheco había obtenido un permiso para importar negros desde el Brasil, gozando de libertad de derechos. A.G.N. IX 10-4-3

31. Real Orden del 26 de mayo de 1795. A.G.N., IX 25-2-3

32. Real Orden del 10 de noviembre de 1795. A.G.N. IX 25-4-23

33. Real Orden del 20 de agosto de 1799. A.G.N., IX 25-4-23

34. A principios del siglo XIX figuraba en distintos documentos como propietario de varios navíos, tales como el bergantín "El Belisario", la fragata "Joaquina" y otras embarcaciones menores. Cfr. A.G.N., IX 31-2-1; IX 30-6-9; IX 34-5-7; IX 34-4-3; IX 34-3-8; IX 34-4-1; IX 34-5-5.

35. Cfr. A.G.N., IX 30-6-9; IX 34-5-7; IX 34-4-3; IX 34-3-8; IX 34-4-1.

36. 22 de enero de 1803: Real Título concediendo a Don Manuel Cayetano Pacheco honores de Intendente de Provincia. A.G.N. IX 8-5-17

37. Real Orden del 1 de junio de 1803, por la que se le concede permiso para ir a España en el buque que más le convenga. A.G.N., IX 12-8-11.

38. Cfr. A.G.N., IX 34-5-5

39. En septiembre de 1805 la corona ordenaba, en consecuencia, disponer "...lo conveniente a que inmediatamente se verifique la exacción de los expresados derechos, si ya no estuviesen cobrados". A.G.N. IX 25-5-12.

40. Eduardo H. PINASCO, Hombres de la Historia del Puerto de Buenos Aires en el período colonial , Departamento de Estudios Históricos Navales, Secretaría General Naval, Comando en Jefe de la Armada, Buenos Aires, Tall. Gráficos de la DIAB, 1972, pag. 284.

41. Cfr. Ernesto MAEDER, op. cit., pag. 94.

42. A.G.N. IX 36-6-4

43. Cfr. Arturo BENTANCUR, op. cit. Según este autor, el Resguardo de Montevideo "... se constituyó inicialmente con un comandante del barco, un visitador, un teniente de éste, un guardamayor, seis dependientes de número, diez soldados, un cabo, así como un contramaestre y 12 marineros que tripulaban la citada embarcación". Al delimitar las atribuciones del comandante de los Resguardos, se decidió que la máxima jerarquía del organismo residía en el administrador local de Aduanas. pag. 14.

44. La Comandancia pasó a depender primero de un jefe interino, José Manuel de Bustillos; en octubre de 1780 este cargo pasó a manos de Antonio Quintana y Lasso de la Vega; posteriormente, por Real Despacho del 22 de setiembre de 1779, sería suplido por Francisco de Ortega y Monroy. Ibidem, pag. 14.

45. A.G.N. IX 30-7-5.

46. Manuel José de LAVARDÉN afirmaba: "Los portugueses en dos siglos y medio que poseyeron la Colonia, en que tenían un fuerte comercio, como hemos visto, entraban y salían de continuo por allí sin ninguna de estas prevenciones, y nunca perdieron más que un barco sobre el banco Ortiz." Manuel José de LAVARDÉN, Nuevo aspecto del comercio en el Río de la Plata , Ed. Raigal, Bs. As., 1955, pag.144. Según Alejandro Guillespie, la navegación del Plata presentaba grandes problemas a los españoles, ya por la inexactitud de las Cartas Reales como por la falta de preparación de los prácticos nativos. La entrada a Buenos Aires, en particular, era muy dificultosa debido a la gran cantidad de bancos que se debían sortear. Alejandro GUILLESPIE, Buenos Aires y el interior. , Buenos Aires, Hyspamérica, 1986, pag. 37.

"Las embarcaciones que vienen de Europa -comentaba Millau en 1772-, ejecutan por sus pilotos la entrada por el Río de la Plata hasta el puerto de Montevideo, en donde necesitan tomar práctico, si han de proseguir adelante su derrota para el fondeadero de Buenos Aires, Esta navegación de cuarenta leguas o algo más -agregaba- es de algún riesgo y molesta por las precauciones que se precisa tener...". Francisco MILLAU, Descripción de la provincia del Río de la Plata (1772) , Ed. Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1947, pag. 85.

47. Manuel José de Lavardén, op. cit., pag. 139.

48. Arturo Bentancur, op. cit. pag. 11.

49. MEMORIAS DE LOS VIRREYES... op. cit., pag. 258.

50. "... las cualidades de los Comandantes que había en el resguardo, Ortega y Melo su segundo, y del Administrador Tesorero que tenía la Real Aduana de esta Capital, Mesa; malversadores todos de sus oficios y negociantes al mismo tiempo que con socios de otras personas con valores muy crecidos del erario de S.M...." Ibidem, p. 262.

51. John Lynch, op. cit., pag. 136 Según Vértiz, la llegada a los puertos rioplatenses de navíos que ponían distintos pretextos para introducir su carga de negros era beneficiosa en varios sentidos: "... el erario ha reportado una ingente suma, se ha socorrido la absoluta necesidad de estos en todo este reino, y el del Perú, y es notoria la utilidad que de esto resulta, bien conocido por nuestra corte por las repetidas licencias que para ello ha concedido a españoles y portugueses...".En: MEMORIAS DE LOS VIRREYES... op. cit. p. 110.

52. El virrey Loreto, en una visión retrospectiva respecto a las circunstancias que dieron lugar a la presencia legal de los portugueses en el comercio rioplatense durante la guerra con Inglaterra y a las consecuencias de la misma, calificaba a dicha época como felizmente remota "... no sólo por que todo procedió de una constitución nada favorable, sino por que no hay precauciones que basten a evitar los perjuicios que ocasiona y casi entabla en estos puertos la comunicación con los extranjeros y sus embarcaciones." Ibidem, pp. 253-254.

53. Ibidem, pag. 255 La corona aprobaría la anulación del permiso para introducir negros, realizado con el objeto de trasladar a Buenos Aires los bienes que tenían en Portugal.

54. En su dictamen, la corona dejaba en claro al Virrey que esta clase de causas relativas al resguardo y sus dependencias tocaba y correspondía al Superintendente Subdelegado de Real Hacienda. A.G.N., IX, 25-1-8.

55. Real Orden del 3 de junio de 1786. Con respecto a Acuña, se decidía su libertad, estimando que su delito ya había sido purgado con la prisión sufrida. De ser encontrado nuevamente en la América española sin real licencia, sería destinado irremisiblemente a servir en uno de los presidios del Africa. A.G.N., IX, 25-1-8.

56. MEMORIAS DE LOS VIRREYES..., op. cit., pag. 263.

57. Real Orden del 16 de octubre de 1788 A.G.N., IX, 30-7-5.

58. Cfr. el proceso que se le siguió por sus dobles actividades como funcionario y como particular (1788-1791). A.G.N. IX, 33-4-5.

59. Arturo Ariel BENTANCUR, op. cit., pags. 66-67.

60. Ibidem

61. Real Orden separando del servicio de Teniente Comandante del Resguardo a Don Manuel Cipriano de Melo, 27 de mayo de 1802. A.G.N., IX 25-4-26.

62. Cfr. A.G.N., IX 26-7-5 y IX 26-7-6.

63. José María Ots Capdequí: Manual de Historia del Derecho... op. cit.

64. Francisco GUERRA, "La Nación en América Española: el problema de los orígenes". Conferencia inédita.

65. José Antonio MARAVALL, Estado Moderno y Mentalidad social , Ediciones de la Revista de Occidente, Madrid, 1972, T. I, pag. 460.

66. Esta visión implicaba la sobrevivencia de una concepción preabsolutista del poder; "... las relaciones entre el Rey y sus estados y entre un monarca y sus vasallos, eran pensadas bajo el modelo pactista..." Francisco GUERRA, op. cit.

67. Ots Capdequí, Manual de Historia del Derecho... , op. cit., pag. 190.

FUENTES DOCUMENTALES INEDITAS

En el presente trabajo se ha utilizado documentación proveniente del Archivo General de la Nación (Argentina) y del Archivo General de Indias.

FUENTES DOCUMENTALES EDITAS

DOCUMENTOS PARA LA HISTORIA ARGENTINA, Facultad de Filosofía y Letras, T.III: Miguel de Lastarria,"Colonias orientales del Río Paraguay o de la Plata". Buenos Aires, 1914.

GUILLESPIE, Alejandro: Buenos Aires y el interior. , Buenos Aires, Hyspamérica, 1986.

Manuel José de LAVARDÉN, Nuevo aspecto del comercio en el Río de la Plata , Ed. Raigal, Bs. As., 1955

MEMORIAS DE LOS VIRREYES DEL RIO DE LA PLATA. Buenos Aires, Bajel.

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