1er Congreso Internacional "Pobres y Pobreza en la Sociedad Argentina"

Universidad Nacional de Quilmes - Argentina

Noviembre 1997

Ponencias publicadas por el Equipo NAyA
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COSECHANDO TEMPORADAS.

TRABAJADORES MIGRANTES ESTACIONALES EN LA FRUTICULTURA DEL ALTO VALLE DE RIO NEGRO Y NEUQUEN Y DEL VALLE MEDIO

Ozino Caligaris, María Sol (
Radonich, Martha Mabel ((
Steimbreger, Norma Graciela((

Introducción Nos proponemos a través de este trabajo aproximarnos a la situación de los trabajadores agrarios que migran estacionalmente al Alto Valle de Río Negro y Neuquén y al llamado Valle Medio, para desempeñarse en la fruticultura, principalmente en la cosecha de peras y manzanas.

Las condiciones de vida de estos trabajadores en los lugares de destino han sido calificadas en numerosas oportunidades como misérrimas: alojamientos precarios, insuficiencia de sanitarios, escasa y dificultosa provisión de agua, elementos e instalaciones para cocinar inadecuados, en muchos casos también hacinamiento. (1) Si bien se cuenta con evidencia de que estas condiciones no se verifican en la totalidad de los casos, también sabemos que involucran a un muy alto número de estos trabajadores, los cuales, según distintas estimaciones totalizan un número de entre cuatro mil y ocho mil en cada temporada.

Más allá del conflicto suscitado durante la temporada 95- 96, por el envío desde Tucumán de aviones que trasladaban, por cuenta de esa provincia, a numerosos contingentes de migrantes temporarios para trabajar en la cosecha valletana, el fenómeno de los "trabajadores golondrina" que pasan por el Valle (2) es poco conocido y está insuficientemente estudiado. Todo el mundo en esta región es consciente del movimiento inusual en rutas y caminos que se da a partir de enero y, hasta hace pocos años, de la dificultad para conseguir mano de obra de peones o empleadas domésticas en esa época. Pero que cientos o miles de personas estén llegando y yéndose cada año, es algo que pasa desapercibido para la sociedad valletana.

¨Quiénes son? ¨De dónde vienen? ¨Hacia dónde parten? ¨Cómo viven? ¨Han cambiado en los últimos tiempos? Son incógnitas a las que trataremos de dar un inicio de respuesta en este trabajo.

Comenzaremos describiendo brevemente el lugar que los recibe cada año y a partir del cual hemos comenzado nuestro estudio.(3) Localización del área de estudio

El lugar de destino

El Alto Valle de Río Negro y Neuquén y el Valle Medio se ubican en la región norpatagónica. Comprenden los valles inferiores de los ríos Neuquén y Limay y los valles superior y medio del río Negro. La superficie aproximada de esta zona es de 110.000 hectáreas bajo riego, de las cuales algo más del 80 % corresponden a la provincia de Río Negro.

(4 ) Este espacio se caracteriza por una marcada especialización en el uso del suelo, dedicado al cultivo de peras y manzanas que tienen como principal destino al mercado externo. La fuer-te estacionalidad de esta actividad agrícola, junto con su crecimiento, conlleva una importante demanda de mano de obra estacional, que no puede ser satisfecha con los brazos disponibles localmente. En efecto, a pesar del dinamismo demográfico que ha caracterizado a la región desde el siglo pasado y que se ha potenciado en la ciudad de Neuquén en las últimas tres décadas, el crecimiento poblacional no fue suficiente para cubrir la demanda estacional de una actividad frutícola que casi cuadruplicó su producción en similar período.(5) El déficit resultante fue cubierto históricamente con mano de obra de origen chileno y también de otras provincias argentinas. A partir de la crisis limítrofe con Chile, a fines de 1978, cobra especial importancia la que proviene de Tucumán, ya que en ese momento se cortó drásticamente el flujo de trabajadores trasandinos y los productores buscaron la alternativa de los cañeros tucumanos que podían complementar su trabajo en la zafra, de mayo a octubre, con la temporada de peras y manzanas, de enero a abril.

Quiénes vienen actualmente

Sabemos, como decíamos más arriba, que hace algunos años los migrantes estacionales que llegaban a esta zona provenían principalmente de Chile y en menor medida de Tucumán. Hay coincidencia en afirmar que en la actualidad ha decrecido la proporción de chilenos y que sigue siendo crecientemente significativa la de tucumanos. Como situación novedosa han aparecido contingentes de bolivianos en explotaciones del Alto Valle, cuando antes sólo se los detectaba en el Valle Medio.

A falta de un relevamiento extensivo centrado en estos migrantes estacionales, podemos in-ferir algunas posibles modificaciones en su composición y características.

Los cambios económicos ocurridos en Tucumán a partir de la desregulación de la actividad azucarera pueden haber desplazado a pequeños productores y minifundistas, los que podrían estar engrosando los contingentes de comprovincianos que se desplazan hacia la región que nos ocupa. Estudios anteriores revelaban que los trabajadores migrantes de este origen eran predominantemente residentes urbanos y periurbanos.(6) En cuanto a los chilenos, que provenían hace algunos años de la zona sur de su país, es decir, de latitudes equivalentes a las del Valle y que en muchos casos eran allí pequeños productores de subsistencia y no asalariados, han visto reactivarse ciertas actividades económicas en sus regiones de origen, como la construcción y el comercio, lo que podría, junto con la situación de crisis en la Argentina, explicar la disminución de su flujo hacia nuestro país.

Por otra parte y más allá de estos cambios en cuanto al lugar de origen y localización en destino de los migrantes estacionales, el conjunto de la actividad frutícola ha sufrido importantes cambios en los últimos años, con un crecimiento global que parece verificarse preponderantemente en función de grandes explotaciones, altamente tecnificadas, con importante inversión de capital y requerimientos de una mano de obra más calificada en el manejo del monte frutal. Estos cambios también pueden estar modificando la composición por sexo, edad y calificación de los trabajadores de otras regiones que consiguen insertarse estacionalmente en la fruticultura del Valle.

En cualquier caso, y hasta tanto no se disponga de información completa y de primera mano acerca de esta masa de trabajadores "golondrina", podemos avanzar en una caracterización de los mismos, en función de datos provenientes del marco legal vigente, de los empresarios o productores que los contratan y del diagnóstico de la situación de la fruticultura en la actualidad . Pero previamente haremos una somera caracterización de los fenómenos migratorios estacionales en el marco de la pobreza.

Migración estacional y pobreza

"Nadie migra porque quiere", nos decía el encargado de la Pastoral de Migraciones del Episcopado de Neuquén, quien se desempeña desde hace muchos años en permanente contacto con migrantes temporarios y definitivos.

En efecto, la falta de empleo en el lugar de residencia moviliza el desarrollo de estrategias que incluye la diversificación de actividades en todos los niveles: doméstico, económico, social, entre otras. La migración estacional aparece así como una de las tantas expresiones que adopta dicha diversificación para lograr la sobrevivencia familiar.

Sin embargo, este fenómeno migratorio coloca a los protagonistas en una situación de clara vulnerabilidad social, que requiere para su comprensión partir de lo que significa la migración estacional. Este proceso se define como un movimiento espacial en el cual los migrantes mantienen su lugar de residencia habitual, pero permanecen ausentes del mismo durante un período de tiempo variable, principalmente por razones de trabajo.

La migración temporal implica un modo de vida, un retorno permanente al lugar de origen. "Es la consideración de la ausencia como algo temporal. El viaje, la ida y la vuelta no importan mayormente, lo que interesa fundamentalmente es volver. Irse a volver" (7).

Estos trabajdores se caracterizan por tener una menor estabilidad en el mercado de trabajo, tanto en el lugar de origen como en el de destino. En el primero, en general se insertan en actividades temporarias durante una época determinada del año. Por esta razón, se ven obligados a buscar otras fuentes de ingresos fuera del área de residencia. En el lugar de destino se incorporan laboralmente por dos o tres meses, después de lo cual deben buscar otras formas de ingreso, ya sea en su lugar de origen o bien en otros espacios productivos, realizando entonces un circuito migratorio a lo largo del año.

Los desplazamientos de ida y vuelta significan dejar la familia y también la red de relaciones sociales en forma periódica y muchas veces cambiar significativamente las tareas a las que están más habituados.

Los migrantes estacionales en el Valle

Centrándonos ya específicamente en los migrantes estacionales que llegan al Alto Valle y al Valle Medio, vemos que se trasladan cientos y hasta miles de kilómetros para trabajar por dos, tres y a lo sumo cuatro meses en la recolección de peras y manzanas. La remuneración que perciben no es alta. Ya sea que se les pague en blanco o en negro, o en formas combinadas, y que obtengan su remuneración en función de un salario o a destajo. En el mejor de los casos, trabajando "por tanto" y a razón de $ 6,50 por bin (8), con una productividad de seis bins por día, que es lo máximo que suelen cosechar los trabajadores experimentados, pueden obtener algo menos de $ 40 por día, o sea alrededor de $ 800 por mes. Esto para los que son muy eficientes y que están en negro, ya que la remuneración jornalizada y bajo el marco legal vigente es menor y ronda los $ 600 por mes. (9) Estas cifras, que corresponden a un relevamiento de hace tres años pueden haber variado en algo, pero, a partir de la situación de desocupación imperante en la actualidad y a otros indicios, es de presumir que no hayan subido. Por otra parte, los informantes calificados consultados recientemente coinciden en que sigue siendo favorable la relación entre lo que se gana en el Valle y lo que ganan los migrantes en sus lugares de origen. Algunos opinan que la relación puede ser de tres a uno.

Los gastos de traslado corren la mayor parte de las veces por cuenta del trabajador y la comida en el lugar de destino también, debiendo preparla ellos mismos, con el consiguiente tiempo y esfuerzo adicional, respecto a lo que seguramente ocurre en su lugar de origen. Aunque no son muy frecuentes, existen trabajadores que migran con su familia, donde las esposas cumplen tareas menos pesadas de recolección, como juntar la fruta del suelo, y se ocupan de cocinar para el esposo o para la cuadrilla del mismo.

Para muchos de los que se alojan bajo las condiciones descriptas al principio, las mismas no resultan tan inadecuadas, ya que las encuentran incluso mejores que las de su residencia habitual. Por otra parte, también en términos de comparación, entre la tarea en la zafra del azúcar y la de la cosecha de manzanas y peras, los trabajadores ven a esta última como menos pesada, aun cuando sabemos que las largas jornadas al tope de una escalera, portando una bolsa que llega a cargar veinte kilos de fruta no constituye una tarea ligera.

De todo lo dicho, se desprende que la situación de los migrantes estacionales en sus lugares de origen es de carencia, carencia que los lleva a desgajarse del núcleo familiar, a viajar largas distancias, a abastecerse por sí mismos de alimentos y ropa limpia y a someterse a la inseguridad de no conseguir ocupación en el lugar de destino, o a obtenerla por poco tiempo, ya que la formalización del contrato para trabajar temporariamente sólo se realiza -y muchas veces sólo de palabra- en el lugar de destino.

También el hecho de su traslado por varios meses indica que en sus lugares de origen muy probablememte no tengan empleo estable y formal y que, por lo tanto, a una situación de bajos ingresos añadan la precariedad ocupacional, que también implica la falta de cobertura social.

El marco legal

Para iniciar este acápite consideramos relevante rescatar lo dicho por Balán, en cuanto a que "las instituciones regulan el proceso migratorio y el hecho de que éstas sean creadas por hombres no niega el hecho de que, para otros hombres, las instituciones sean determinantes externos de las alternativas de elección." (10) En principio se puede afirmar que la normativa vinculada a los trabajadores agrarios ha tenido, no sólo en la experiencia de nuestro país sino en el marco internacional, una dinámica muy diferente a la de los trabajadores vinculados al sector industrial y urbano. Algunos autores dicen que esta particularidad en sus características reside en que contiene resabios serviles, al igual que el servicio doméstico.(11) Trascendiendo esta apreciación de índole muy general, podemos decir que los trabajadores agrarios tienen un régimen específico, que se plasma en una ley de 1980 (12), a partir de ciertos antecedentes, y que tanto en esos antecedentes como en el marco vigente, hay un corte muy tajante entre trabajadores permanentes y no permanentes.

Los límites precisos para determinar qué trabajadores quedan incluídos entre los "agrarios" y cuáles no, no son claros ni tampoco son los mismos en distintas épocas o períodos. Tampoco lo son los límites entre los que se pueden considerar trabajadores permanentes y transitorios.

Para los especialistas estas distinciones constituyen una suerte de "fronteras móviles", que se van corriendo en un sentido o en otro a lo largo del tiempo y colocan a distintos conjuntos de trabajadores más cerca o más lejos del orden protectorio predominante, es decir del núcleo central de protección que está en la base del derecho laboral argentino. Estas fronteras se van redefiniendo al vaivén de las luchas sociales, en función de los avances y retrocesos en la sindicalización, en la regulación colectiva y en el conflicto laboral.

Mirando el proceso evolutivo en su conjunto, se aprecia que estas divisiones no aparecen definidas en un momento para siempre y tampoco se las puede ver en un proceso de avance permanente, pensando que hasta cierto momento se lograron determinadas conquistas sociales y para otro momento posterior se habrán conseguido otras más. Es decir que no hay una tendencia unidireccional en la evolución de estas cuestiones, sino que se observan avances y retrocesos e incluso modificaciones de tendencia contradictoria. Esto es sin duda muy relevante para el estudio de la mano de obra ocupada en la fruticultura valletana, ya que definirá si, por ejemplo, en determinado momento los empacadores, o los cosecheros, o los podadores, caen en el Régimen Nacional de Trabajo Agrario, o fuera de él.

Un ejemplo de esta evolución no unidireccional de las normas y de la existencia de esta frontera móvil puede ser el caso de los trabajadores de cosecha. Estos trabajadores, sometidos al Régimen Nacional de Trabajo Agrario (13) de l980, pasan en l990 a quedar incluídos (14), junto con los de empaque, en el régimen de la Ley de Contrato de Trabajo y sometidos de este modo al régimen protectorio predominante, al que hasta el momento eran ajenos. En efecto, siendo el marco de la Ley de Contrato de Trabajo mucho más favorable al trabajador que el Régimen Nacional de Trabajo Agrario, en una época que ya empezaba a caracterizarse por el reflujo de las conquistas sociales, un sector importante de los trabajadores agrarios pasan a encuadrarse en un marco legal de mayor protección..

Pero veamos de qué manera afecta esto a nuestros trabajadores migrantes estacionales. Dado que son convocados en general para la cosecha quedarían encuadrados en la ley más favorable, en el capítulo correspondiente a los permanentes discontinuos, es decir, de aquellos que por la índole estacional de sus tareas no prestan servicio durante todo el año, pero que deben ser llamados según un orden de prelación -vinculado fundamentalmente con su antigüedad- cuando hace falta su trabajo.

Las convocatorias para estos trabajadores deben hacerse por los diarios pero sólo es indis-pensable hacerlo por los diarios locales, a los que los trabajadores migrantes evidentemente no tienen acceso en sus lugares de origen.

Por lo tanto y en términos de los hechos, los empresarios los convocan por vías informales y recuperan a aquellos que les han resultado convenientes, dejando de lado a los que de acuerdo a la lógica empresaria no lo han sido. Una vez llegados al Valle, si se trata de empresas frutícolas de cierta envergadura, suelen formalizar un contrato, pero ya se ha realizado un tamiz que la ley no prevé y que deja a una cantidad variable de cosecheros sin la estabilidad laboral que la Ley de Contrato de Trabajo les garantiza.

Por otra parte, la formalización de un contrato laboral en el lugar de destino, como ya se dijo antes, no es una constante. Existen indicios de que fuera de las grandes empresas la contratación "en negro" es muy frecuente y, por lo tanto, la protección legal se vuelve nula en principio.

Cabe recordar aquí que, tal como lo señalan numerosos autores, la posibilidad de presionar gremialmente es en general muy restringida para el trabajador rural, dada su dispersión espacial, y que la posibilidad de control por parte de los sindicatos y de la autoridad competente es por la misma razón bastante baja. Con mayor razón son escasas las alternativas de protesta en tra-bajadores que vienen de lejos, desconocen el funcionamiento institucional en el lugar de destino y carecen de los contactos informales que podrían orientarlos en estos aspectos y que una larga permanencia en el lugar podría brindarles. El ritmo de vida que hacen en el Valle, alojándose en la chacra donde trabajan y no saliendo prácticamente de ella en toda su estadía refuerza ese ais-lamiento social.

En cuanto al caso específico de los trabajadores chilenos, más allá de los vaivenes que han tenido la normativa y las políticas migratorias, existe un marco legal para los que vienen a trabajar temporalmente a la Argentina. Se trata del convenio firmado por los presidentes Salvador Allen-de y Alejandro Lanusse en 1971 y comprende una parte que regula la forma de contratación y otra que enmarca condiciones de seguridad social para el trabajador. El convenio estipula que los trabajadores pueden trasladarse con contrato previo de trabajo para tareas estacionales por tres meses, plazo prorrogable hasta un total de nueve meses. A pesar de la existencia de esta nor-mativa, lo más frecuente es que el trabajador no quiera viajar en sus términos, porque piensa que una vez expirado el plazo legal serán forzados a abandonar el país, cosa que no ocurre en los hechos, pero que es vivida como un peligro real. Como muchos de los que vienen tienen la ex-pectativa de quedarse en la Argentina si las condiciones les son favorables, ingresando con visa de turista se sienten más libres para buscar sus propias alternativas.(15) Sin embargo, al estar en la Argentina bajo la figura de turistas, no pueden ejercer tareas remu-neradas y la única forma de contratación posible es "en negro", con lo cual quedan tanto o más expuestos laboral y socialmente que los otros trabajadores de este tipo, ya que a la desprotección del trabajo no declarado añaden la de infractores de las leyes migratorias.

La perspectiva de la empresa

Continuando con la descripción de los trabajadores migrantes al Valle, a partir de distintas fuentes, tomaremos lo que varias entrevistas a productores y empresarios agrícolas nos informan al respecto.

Los empresarios frutícolas y también los productores más pequeños coinciden en afirmar que en general, tienen dificultades para conseguir mano de obra temporaria en los momentos de activi dad pico. Esto parece hacerse más notable en lugares como el Valle Medio, donde se han ins-talado explotaciones de gran tamaño, si se las compara con las que eran habituales hace unos años. (16) También refiriéndose al conjunto de los temporarios, coinciden en que la calificación de la mano de obra es más baja de lo que necesitan para cumplir los requerimientos actuales de calidad del producto, tanto en el mercado nacional como internacional. En varios casos denuncian el efecto nocivo que tendrían las políticas de subsidio directo a los desocupados, ya que los que están inscriptos en ellos no quieren trabajar "en blanco", para no perder su asignación, y tampoco cumplen con el promedio de productividad que normalmente se podría esperar. Un infor-mante clave nos decía al respecto: "Cosechan uno o dos bins por día y se van a su casa".

A pesar de todo esto, al no conseguir por el momento abastecerse de otro tipo de mano de obra toman la que encuentran disponible en la zona o bien la de los migrantes estacionales que nos ocupan. Respecto de los migrantes hay coincidencia en afirmar que año a año "vienen siempre los mismos", a veces con familiares, y que éstos se agregan a los primeros y constituyen un gru-po o cuadrilla a la que a veces se paga en conjunto para que luego se realice una distribución interna de lo ganado, en función de la productividad de cada integrante, o bien de acuerdo a otros criterios.

La figura del transportista es importante para poner en contacto a esta mano de obra migrante estacional con los productores frutícolas. De acuerdo a los datos disponibles hasta ahora, estos transportistas no funcionan como "enganchadores", es decir, no son como en otras regiones los que trasladan pero además hacen de intermediarios entre los trabajadores y el patrón, cobrando por el trabajo del grupo trasladado, pagando a su vez a los trabajadores y obteniendo una dife-rencia en su propio beneficio.

También de acuerdo a informantes calificados, en Tucumán, cuando se acerca la temporada, el transportista -los más conocidos son el Tucumanito y el Monterizo- hace el contacto con la empresa o con el productor y recibe la información de cuántos trabajadores se necesitan y para qué fecha. Entonces, con una cierta antelación pone un aviso en el diario o hace pasar una con-vocatoria por la radio local, para que en determinado día y lugar se reúnan todos los interesados en viajar a la cosecha en el Valle. A esta convocatoria asisten no sólo tucumanos, sino tambien habitantes de otras provincias como Santiago del Estero y Salta. También de acuerdo a estos in-formantes en ocasiones el empresario se hace cargo de la mitad del costo del pasaje de los tra-bajadores.

La cantidad que se traslada en cada ómnibus es de alrededor de cuarenta personas y a veces más. Si exceden el número del encargo de un determinado patrón se recorre la zona deteniéndose en la puerta de cada chacra (17) y ofreciendo trabajadores para cosechar.

Otras formas de reclutamiento son, por ejemplo con los chilenos, mandar al capataz de la explo-tación, que suele ser de esa nacionalidad, a su lugar de origen, para que traiga a familiares y conocidos a trabajar en la cosecha de ese predio, o bien convocarlos por carta dirigida a uno de estos familiares, para que él se encargue de reclutar, si el patrón no tiene medios para hacer viajar a un capataz o asalariado permanente. También es frecuente que exista un compromiso oral entre el patrón y el migrante para que éste vuelva al año siguiente a trabajar en la explotación y a veces se les pide que traigan a algún familiar o conocido.

La actividad frutícola en la actualidad

Como se apuntaba más arriba, la fruticultura en el Valle está experimentando profundas trans-formaciones y las mismas sin duda modifican la composición y características de la mano de obra que en ella trabaja incluyendo al grupo que nos ocupa.

Lo distintivo de estas transformaciones es que la producción valletana se ha reorientado en fun-ción de la demanda internacional, a la que se destina alrededor del 60 %. Las exigencias de ca-lidad del mercado externo son altas, añadiéndose los requerimientos de los consumidores en cuanto a variedades, que son muy cambiantes, y los requisitos técnicos que hay que cumplir para que la fruta sea de tal tipo que pueda llegar en buenas condiciones a destinos alejados, después de un largo proceso de conservación por enfriado. Todo ello trajo aparejado importantes cam-bios tecnológicos en la actividad primaria, de los cuales importan para nuestro estudio algunos que a continuación describiremos.

El monte frutal se ha densificado, lo que permite un mucho mayor rendimiento por hectárea, pero obliga a replantar con otras variedades, que se trabajan sobre espalderas y requieren cuida-dosas labores culturales en poda y atado de ramas, con habilidades que los antiguos trabajadores de chacra tienen dificultades en incorporar. La altura de estas plantas resulta mucho menor que las anteriores y puede dar lugar al trabajo femenino en la cosecha, el que antes era imposible por el gran tamaño de las escaleras que el cosechero debía manejar y desplazar.

La reconversión del monte de baja densidad a uno de alta densidad parece ineludible para que la explotación resulte rentable y también lo es que su tamaño no baje de 20 há, cuando antes eran frecuentes las de 5 a 10 há que sí lo eran. Introducir estos cambios requiere capital y la capacidad financiera para esperar a que el nuevo monte entre mínimamente en producción, lo que nunca ocurre antes de los tres años. Una vez reconvertido el monte se lo puede reinjertar con varie-dades distinas, a tono con los cambiantes gustos de la demanda, y esto no resulta tan dificultoso, pero el esfuerzo inicial de reconversión sí lo es.

Por otra parte, en términos de mejorar la calidad de la fruta y estar a cubierto de inclemencias climáticas como las heladas tardías, se impone la instalación del riego por aspersión, que incre-menta aun más la cantidad de dinero necesario para que un productor a la antigua usanza se ponga al día con los requerimientos actuales de productividad y calidad.

Todo esto hace que las alternativas de supervivencia del antiguo chacarero no sean altas. Las explotaciones familiares que dieron origen a la fruticultura del Alto Valle y que sustentaron du-rante mucho tiempo su crecimiento entran en la encrucijada de reconvertirse o desaparecer. Es así como las pequeñas chacras abandonadas o que se usan como segunda residencia para fines de semana sin producción de fruta para el mercado empiezan a ser frecuentes.

En cuanto a los chacareros que tienen la capacidad económica para producir los cambios ne-cesarios, suele ocurrir que funcionen en los hechos como agricultores por contrato de las gran-des empresas, quienes les compran la totalidad de la producción, les facilitan la adquisición de insumos y el asesoramiento técnico, e incluso ocasionalmente les brindan algún apoyo financiero para seguir adelante.

Llegamos así al momento de describir a las grandes empresas frutícolas, que si bien no cons-tituyen un fenómeno nuevo en el Valle, han aumentado enormemente su importancia relativa en cuanto a producción, superficie implantada y avance tecnológico.

Estas empresas suelen tener explotaciones en el área tradicional del Alto Valle, pero se han am-pliado hacia los extremos de éste, es decir las zonas de El Chañar y Añelo en la provincia de Neuquén y el Valle Medio en la provincia de Río Negro, donde han incorporado grandes super-ficies vírgenes a la producción frutícola. Según un informante clave una sola de ellas, que por otra parte es con mucho la mayor de todas, posee 28.000 há en el Valle Medio, de las cuales tiene actualmente 3.000 en producción y va incorporando 600 más cada año. Para tener una idea comparativa podemos decir que otras empresas importantes a cuyos responsables entrevistamos tienen actualmente en producción entre 450 y 700 hás.

Podemos añadir que la gran empresa aludida es de capitales italianos, realiza todas las etapas de la producción, incluyendo la de plantines de frutales en vivero, y acondicona, conserva en frío, traslada y exporta con barcos propios su producción

Situación y perspectivas para los migrantes estacionales

Vistos los distintos segmentos de productores frutícolas actuales, desde el pequeño productor familiar hasta la gran empresa trasnacional, trataremos de establecer de qué manera este cuadro afecta a los migrantes estacionales que nos ocupan. Parecen existir tendencias contradictorias en cuanto al requerimiento de los mismos en términos de cantidad. Por un lado la densificación del monte frutal y la consecuente mayor productividad por hectárea., en un marco de incremento constante de la superficie cultivada (18), hace que se necesiten muchos más cosecheros en los períodos pico. Por otro lado las empresas más grandes, en lo que hace a producción propia pare-cen estar tendiendo a aumentar el número de sus permanentes en desmedro de los temporarios con miras a reducir su dependencia respecto de estos últimos.

Esto parece deberse a dos situaciones que confluyen: por un lado la dificultad de conseguir ma-no de obra con adecuada calificación, en la cantidad necesaria y en el momento preciso; por el otro la continua incorporación a la producción de nuevas superficies, lo que conlleva numerosas actividades que pueden centrarse fuera de los períodos de cosecha y mantener ocupados a sus permanentes, junto con esta última, a lo largo de todo el año.

Las empresas que no se plantean incorporar nuevas tierras a la producción, ya sea porque no se expanden o porque lo hacen hacia tierras ya en producción, siguen demandando trabajadores estacionales, y dada la falta de brazos en la región necesitan de los migrantes temporarios. Por otra parte, como se esbozó más arriba, la contratación de éstos puede estar funcionando como una estrategia para realizar una selección sin costos laborales de aquellos trabajadores más adecuados en términos de la lógica empresarial.

Los productores pequeños y medianos que han podido sobrevivir como tales, ya sea que vendan directamente su producción o la coloquen por intermedio de las grandes empresas, parecen estar manejándose de la misma manera que hace unos años: aquellos que tomaban migrantes siguen haciéndolo y los que no, continúan abasteciéndose de mano de obra local, que por otra parte se compone de una proporción significativa de antiguos migrantes estacionales chilenos radicados en la zona.

Sigue en pie el requerimiento de uno y otro tipo de productor por conseguir una mano de obra de mayor calificación, lo que parece ser indispensable para la poda y conducción de la planta (19) y deseable en las tareas de cosecha, que si bien requieren menores habilidades, también necesitan cuidado para no dañar la fruta, de modo que pueda ser conservada, y para recoger sólo aquella que está en su punto justo de color y tamaño.

En las tareas de conducción de la planta se están incorporando mujeres, por consideráselas más minuciosas y prolijas que los hombres, pero en las tareas tradicionalmente destinadas a migrantes como la poda y fundamentalmente la cosecha no parecen por el momento tener una participación significativa.

Conclusiones

De acuerdo a lo que hemos expuesto, la situación de carencia que está en el centro del concepto de "pobreza", se verifica para este conjunto de trabajadores, tanto en su lugar de origen como en el de destino. Por ahora esa situación, en función de lo que ocurre actualmente en la fruticultura y en el país en general, no parece tender a mejorar, a pesar de los incrementos productivos ocurridos.

La transformación producida a nivel de las chacras en cuanto a tamaño de la explotación, densidad del monte, nuevas variedades y calidad del producto han sido relativamente neutrales respecto del volumen de mano de obra migrante requerida. Por lo menos no se detecta por el momento una reducción en dicha demanda. No se vislumbra tampoco en el corto plazo la apa-rición de máquinas cosechadoras, que traerían como consecuencia una disminución drástica de la misma.

Sin embargo existe una tensión entre la calificación requerida y la ofrecida por el trabajador, lo que se visualiza en numerosas entrevistas. También se detecta preocupación entre empresarios y productores por las dificultades que implica obtener año a año esa mano de obra temporaria que les es indispensable, pero que no están seguros de obtener, como se decía antes, en la cantidad adecuada y en el momento preciso. Pero la elaboración de estrategias para transformar buena parte del requerimiento de estacionales en permanentes sólo aparece accesible por ahora a las grandes empresas.

Por lo tanto, al menos en el corto plazo, los "golondrinas" seguirán llegando. Mientras se man-tengan algunas diferencias regionales en cuanto a salarios o a oportunidades de empleo, esta masa casi invisible de hombres, acompañados muchas veces por sus hermanos e hijos, en ocasio-nes por sus mujeres, seguirán salpicando con su presencia silenciosa la región del Valle. La tarea de conocerlos mejor está iniciada. Vale la pena continuar con ese esfuerzo.

Notas

(1) Ver Kloster y otros; Migraciones estacionales en el Alto Valle..... y Bonifacio, José Luis; Efectos socioambientales de la modernización....

(2) A los efectos de este trabajo englobaremos en el toponímico "Valle" al Alto Valle de Río Negro y Neuquén y al Valle Medio, que más adelante se describen brevemente.

(3) Esta ponencia ha sido escrita en base a la información recabada en la primera primera etapa del proyecto de investigación que realiza el Grupo de Estudios Sociales Agrarios de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional del Comahue: "La división sexual y espacial del trabajo frutícola en la cuenca del Río Negro.

Transformaciones agroindustriales y demanda laboral", dirigido por la Dra. Mónica Bendini.

(4) Estos dos últimos datos corresponden a una elaboración propia que sintetiza datos de Censar 93 de la provincia de Río Negro y del Censo Frutihortícola 1994 de la provincia de Neuquén

(5) Ver Merli, Ricardo y Nogués, Carlos: Evolución de la ... En Bendini, Mónica y Pescio Cristina

(6) Ver Kloster y otros: Migraciones estacionales en el Alto Valle...

(7) Pachano, S.: Se fue a volver. En Se fue a volver, PISPAL/CIUDAD/CENEP.

(8) El bin es un cajón de gran tamaño en el que se deposita la fruta a medida que se la va bajando del árbol en bolsas portables. Suele contener 330 kgs. de fruta.

(9) Datos suministrados por informantes claves.

(10) Balán, J.: Estructura agraria, desarrollo capitalista...

(11) Una más pormenorizada exposición sobre los aspectos legales del trabajo frutícola puede encontrarse en Bendini y otros: Cambios en el empleo en el sector....

(12) Ley Nacional N§ 22.248

(13) Emergente de la ley 22.248, arriba citada.

(14) Por la ley Nacional N§ 23.808

(15) Estas últimas apreciaciones corresponden a las vertidas por informante clave de la Pastoral de Migraciones.

(16) Ver en páginas posteriores los tamaños aproximados promedio .

(17) Se denomina "chacra" en la región del Valle a la explotación frutícola, por lo general refiriéndose a las pequeñas y medianas.

(18) Merli, R y Nogués, Carlos: Evolución de la rama frutícola.. En Bendini, M. y Pescio,C.: Trabajo y cambio .....

(19) Se entiende por conducción de la planta el doblado y atado de algunas ramas para lograr que crezcan en determinada dirección.

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NOTAS

( Licenciada en Sociología. Grupo de Estudios Sociles Agrarios -GESA- Facultad de Derecho y Ciencias Sociales.

Universidad Nacional del Comahue (( Licenciadas en Geografía. Grupo de Estudios Sociales Agrarios -GESA- Facultad de Derechi y Ciencias Sociales.

Universidad Nacional del Comahue.

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