1er Congreso Internacional "Pobres y Pobreza en la Sociedad Argentina"

Universidad Nacional de Quilmes - Argentina

Noviembre 1997

Ponencias publicadas por el Equipo NAyA
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PRIMER CONGRESO INTERNACIONAL SOBRE POBRES Y POBREZA EN LA SOCIEDAD ARGENTINA Quilmes, 4 al 7 de noviembre de 1997

LA POBREZA BAJO SOSPECHA

AUTORAS: MASTER EN TRABAJO SOCIAL REMEDIOS MERCEDES ESCALADA, Docente Un. Nac. de Luján y del Centro de la Pcia. de Bs.

As.; TE: 952 23 11, Cap. Fed.LICENCIADA EN TRABAJO SOCIAL MARIA PILAR FUENTES, Docente UNCPBA, UNLu.y UBA; TE 856 34 30, Cap. Fed.

CAPITAL FEDERAL, 30 DE SEPTIEMBRE DE 1997.

1. POBRES Y POBREZA EN EL MARCO DE REFERENCIA DE LAS DOCTRINAS RELIGIOSAS OCCIDENTALES Y EN EL MARCO DE REFERENCIA DE LA CIENCIA

1.1. Coexistencia de la concepción virtuosa y la concepción viciosa de la pobreza en las doctrinas religiosas occidentales

Para dar cuenta de esta temática se pueden tomar muchos y diferentes puntos de partida. Nosotras lo hacemos desde la obra de Juan Luis Vives (1492-1540) De subventione pauperum o Socorro de los pobres, escrita cuando vivió en Inglaterra y publicada en el año 1526. Vives es reconocido como un gran humanista, pero desde su preparación educativa fue un filósofo y desde su opción religiosa un católico que abrazó con convencimiento su doctrina, a pesar de su origen judío.

Estas referencias interesan porque su obra evidencia la sobredeterminación del marco de referencia proveniente de la concepción teológica, de la cosmovisión del mundo emanada de la palabra de la iglesia y dentro de la fidelidad al dogma como revelación divina, a pesar de sus estudios filosóficos y del conocimiento de la ciencia que indudablemente tenía. Pero difícil y excepcional resultaría interpretar -sobre todo los hechos que conciernen a la humanidad y a su comportamiento- de una manera diferente a la interpretada por la escolástica medieval. Este punto de partida con Vives, nos permite oponer el fenómeno inverso, en la parte final de esta ponencia.

Para Vives los pobres son aquellos que padecen necesidades y requieren de la misericordia, es decir de la limosna - atendiendo a su significado etimológico-, describiendo a las necesidades no solamente como insuficiencia que se resuelve con dinero, sino con otros tipos de obras que alivien la necesidad.

Ahora bien, para armar una explicación sobre por qué los pobres son pobres, es decir, cuáles son las causas de la pobreza, Vives acude por un lado a los argumentos teológicos. Es decir, reproduce la interpretación bíblica de la elección de Dios para testimoniar las virtudes de la humildad y la resignación, papel que a quien le toque ser pobre debe vivirlo con alegría por ser elegido para ese fin. La elección de Dios los protege del vicio pues en su condición no tienen oportunidad de caer en él, y es una prueba de su amor, pues "a quien ama Dios castiga"1. Por otro lado afirma que la pobreza es consecuencia del pecado; pero, ¨el pecado de quién? Entonces, a pesar de reducir la explicación a la categoría religiosa del pecado, desarrolla una interesante fundamentación de tipo sociológica que se afianza en la crítica a la propiedad privada, al sostener la premisa de que todos los hombres deben participar de los bienes de la naturaleza. Se apoya en los escritos de Platón para dar fuerza a su tesis, recuperando del filósofo de la antigüedad la crítica que él hacía a la propiedad privada a través de los términos tuyo y mío, concluyendo que las Repúblicas serían felices si desaparecieran del vocabulario humano esas palabras. El pecado que causa la pobreza resulta de este modo del comportamiento de los ricos que se apropian de los bienes y no permiten que de los mismos participen otros a quienes por este motivo les toca ser pobres. Los responsables son los que miden sus necesidades incluyendo el lujo y el desperdicio y aunque proporcionen limosna, si es poca en relación a su riqueza, no tiene valor, porque la limosna debe otorgarse en proporción a lo que se tiene. Pero Vives aún va más lejos en su análisis sociológico, al calificar de ladrón, convicto y condenado por la ley natural, a quien haya amasado su fortuna con el engaño, el robo y el despojo violento, quitando a muchos lo que después reparte poco a unos pocos. El humanista alterna sus análisis y conclusiones con las categorías y la lógica de la moral y los valores religiosos. Así, el pecado que causa la necesidad que convierte a otros en pobres, es la malicia del hombre, que "fue hecho un miserable absoluto, interior y exteriormente, en justísimo castigo de la empresa que asumió de usurpar la divinidad"2. El pecado es "un percance lamentable que invirtió el orden de la constitución humana"3. Volviendo al análisis sociológico, ahora en lo que respecta a sus referentes empíricos, los responsables de la pobreza, los que cometen el pecado, son los ricos que "visten seda, resplandecen en oro y pedrerías, andan rodeados de sirvientes y comen opíparamente todos los días; los obispos, abades y otras jerarquías"4, quienes -si solamente quisieran- "aliviarían a la mayor parte de los necesitados con la grandeza de sus rentas; los sacerdotes que invierten en provecho suyo el dinero de los pobres, so pretexto de piedad y celebración de misas"5; la "corporación rectora de la ciudad"6 (miembros del senado, burgomaestres,etc.) que realiza "gastos públicos como convites, regalos, agasajos, propinas, fiestas anuales, pompas, todo lo cual no conduce más que al pasatiempo, a la soberbia o ambición"7. Para Vives, el gobierno de la ciudad es responsable del cuidado de los pobres. Cuando se descuidan las necesidades de los mismos, aparecen sus vicios como consecuencia de su falta de alternativa. Entonces roban o hurtan a escondidas, las jóvenes se prostituyen, las viejas se dedican a la hechicería o el "celestineo" y los niños se convierten en vagabundos y pordioseros8.

Todo esto no ocurriría si tan sólo existiera caridad, afirma Vives sin abundar en más detalles en el resumen consultado. La caridad es una de las tres virtudes teologales cristianas, complemento de la pobreza para dar ejemplo y testimonio de la virtud de la compasión y el amor al menesteroso por amor a Dios. De este modo, ricos y pobres tenían la posibilidad de ejercer cada uno las virtudes que les correspondían, y esto explicaría su existencia en el mundo como tales. Ejercer adecuadamente las virtudes que le tocó a cada uno, les abriría el camino para entrar en el reino de los cielos después de la muerte.

Pero en esta obra aparecen también los elementos que van construyendo el sentimiento de sospecha hacia los pobres y la imagen de su potencial peligrosidad, como ya se pudo apreciar a pesar de absolverlos de responsabilidad. Como su autor escribe su obra para proponer un plan con el fin de administrar la pobreza en las ciudades, al referirse a los posibles obstáculos a su propuesta, menciona que se opondrán los pobres que no quieren salir de su desidia. Es decir que hay miserables mendigantes, que lo son porque quieren ser pobres en esas condiciones. Por lo tanto, de éstos, quienes vagan sin tener domicilio, tienen que dar cuenta satisfactoriamente por qué lo hacen; y si se rehusan, deben ser obligados a trabajar o encarcelados.

Esta posición tiene un lejano antecedente en la legislación eclesiástica del primer cristianismo, en la obra conocida como La instrucción del Señor a los gentiles por medio de los doce apóstoles o también conocida como Didaché (entre 100 y 150 D.C.), en la que dice, refiriéndose a los pobres, que "Si el que llega es un caminante, ayudadle en cuanto podáis; sin embargo, no permanecerá entre vosotros más que dos días, o si hubiese necesidad, tres. Mas si quiere establecerse entre vosotros, teniendo un oficio, que trabaje y así se alimente (...) de modo que no viva entre vosotros ningún cristiano ocioso"9.

Esta visión del pobre y la pobreza tomará fuerza en algunas expresiones del protestantismo hasta hacer desaparecer por completo en ellas la idea de virtud, que desde el cristianismo primitivo se mantuvo hegemónicamente hasta la Edad Media.

Hasta acá nuestra primera reflexión: qué curioso; el desarrollo de la ciencia social demuestra con coherencia teórica y fuerza empírica el origen estructural de la pobreza; su concepción teológica virtuosa es, sino eliminada, profundamente debilitada probablemente más por los cambios de la sociedad, que por cualquier tipo de explicación. Pero en el imaginario actual de la gente común, y mayoritariamente, arraigó la concepción de la pobreza como vicio en sí, de responsabilidad individual, propia del protestantismo.

Si bien desde el sentido común -que podemos precisarlo como la interpretación de los fenómenos desde la exterioridad de su manifestación, o desde la práctica utilitaria- la adjudicación de la pobreza a la haraganería o a la tendencia a la ociosidad, sería tan antigua como la conciencia de la humanidad, llama la atención que en la contemporaneidad y con la conformación del Estado moderno que tutela a toda la ciudadanía, la permanencia y el arraigo de esa idea como una forma semejante de vicio.

Desde la tradición religiosa occidental, ésta se maximiza con el puritanismo protestaste, al punto de desplazar casi hasta su desaparición las ideas que Vives resaltó en su obra escrita, al sentenciar que los que tienen más bienes deben proporcionar mayor cantidad de limosna, pues Dios no les ha dado para que los derrochen, sino para que los distribuyan y compartan. Entonces aparece como consigna otra idea de distribución que se expresa en "dar a cada quien según su esfuerzo o según su trabajo". Si Weber interpreta que el puritanismo en su expresión luterana por medio del concepto de vocación, desplaza y descalifica la vida monástica con sus rituales, posibilitando a los seres humanos asumir con testimonio práctico su posición en el mundo, para probar de este modo ante Dios la observancia de la ética religiosa; y que el rescate realizado por el calvinismo con la idea moderna de vocación, descarta el imperio de la magia (de la jerarquía de la iglesia) y se cimenta en la responsabilidad y la racionalidad10; por oposición, nosotros interpretamos que en el puritanismo la no asunción de esta responsabilidad práctica y esta racionalidad, implicaría un comportamiento de desinterés y desobediencia al mandato de Dios, tal el caso de quienes no se esfuercen en la vida mundana por trabajar, ahorrar para mejorar las condiciones en el futuro y progresar. Este puritanismo migró y proliferó en múltiples sectas, comprobándose en Estados Unidos y otros lugares del mundo, la actitud de valoración del esfuerzo del trabajo, del comportamiento austero y la condena al ocio, que puede apreciarse por ejemplo en los quáqueros y en los menonitas.

Si nuestra cultura sudamericana y especialmente argentina, es heredera de la tradición católica y prácticamente no se expandieron hasta el presente las sectas del puritanismo protestante, queda por encontrar la respuesta al interrogante sobre la fuerza con que arraiga en el imaginario popular la explicación de la pobreza como consecuencia de la falta de esfuerzo, o como consecuencia del fracaso. Tal vez tenga algo que ver el impacto del proyecto de la Generación del '80, al imaginar un país pujante, articulado al mundo occidental desarrollado, en el que el trabajo resultaba fundamental para edificar un modelo de sociedad distinto.

1.2. Algunas interpretaciones y herramientas teóricas que contribuyeron a la concepción científica de la pobreza y de los pobres

Los estudios en la década de 1810 del clérigo Tomás Chalmers, fundador de la Iglesia Libre Presbiteriana de Escocia, realizados en Glasgow, que demostraron que la proliferación de pobres era consecuencia más bien de la pésima administración de los fondos de ayuda por parte de las parroquias y los gobiernos de los condados; y los realizados a partir de 1832 por Edwin Chadwick desde la presidencia de la "Comisión Real para investigar la administración y aplicación práctica de las Leyes de Pobres", que vuelven a demostrar lo mismo, en especial el mal uso del auxilio parcial emanado de la Ley de Speenhamland (proporcionar en forma de salario o ayuda lo necesario para comprar el pan durante todo el mes para una familia), no logran, sin embargo, modificar la condena a los pobres y la penalización de la pobreza, como lo testimonia el principio de la "less elegilibity" o de la menor elegibilidad, que fue la esencia de la Nueva Ley de pobres de Inglaterra en 1834. Estudiosos de esta ley interpretaron que en ella se declaraba que ser pobre en Inglaterra era un delito11.

Gertrude Himmelfarb12 introduce un interesante análisis referido a la ambigüedad de la palabra pobre. Afirma que no existió ambigüedad ni en la sociedad medieval ni en la filantrópica del siglo XIX. Es con Malthus y con Edmund Burke que se manifiesta la misma, al afirmar este último que la expresión "trabajadores pobres" implica una confusión. Según él, no sería lo mismo la "gente trabajadora" que trabaja para mantenerse, que quienes no pueden hacerlo y dependen de la ayuda o caridad. Otra distinción adjudicada a los reformadores de las leyes inglesas fue la de "pobres dependientes" y "pobres independientes". En cuanto a Malthus, los pobres serían aquellos que permanentemente necesitaran que les provean el abasto de alimentos, estando a merced de la miseria y el vicio. Sin suscribir en absoluto a la idea de ambigüedad y a la necesidad de su diferenciación, nos preocuparía -y en todo caso pensamos que es necesario profundizar estudios científicos para describir y actuar frente a la gran variedad de manifestaciones de la pobreza- la posibilidad de continuar aquel razonamiento o con la supuesta confusión, respecto de categorías como las de pobreza estructural, nuevos pobres y personas por debajo de la línea de pobreza. La autora afirma que lo que dio relevancia al tema de la pobreza no fue, como lo creyó Engels, un problema político de amenaza de revolución social, sino la cuestión entendida como un problema moral.

Nosotras consideramos que interpretar el tema desde su dimensión política aproxima más a la comprensión científica del problema, mientras que permanecer en el análisis unilateral de su manifestación axiológica, ética o moral (que no es el caso de G. Himmelfarb), puede convertirse en un verdadero obstáculo epistemológico. Otro aspecto que nos interesa rescatar de la autora, es su afirmación de que en época de crisis se agudizó la interpretación estigmatizante de la pobreza, revirtiéndose cuando el fenómeno se volvió menos problemático. Entonces, al conjunto de los pobres se los comenzó a identificar como "clase trabajadora", dignas de respeto, con virtudes puritanas útiles a la sociedad y que les sirvió para la importante conquista de acceder al sufragio. Si esto ocurrió en Europa y en Inglaterra, no es lo que ocurre hoy en el mundo. La idea de la pobreza como un defecto moral es un resabio que todavía se manifiesta, pero que la crisis en Argentina y en el planeta ha determinado, con la difusión masificada de los conocimientos de la ciencia social, una representación más cercana a su origen macrosocial y estructural, que a la voluntad o voluntarismos microsociales e individuales.

Los conocimientos de la ciencia en relación a la pobreza tienen un punto de partida muy valioso en el estudio del fenómeno capitalista enfocado a sus determinaciones económicas y sus consecuencias sociales. En este sentido el paradigma del materialismo histórico aportó categorías muy clarificadoras al analizar la propiedad de los medios de producción y la liberación cívica del siervo que hizo de ellos trabajadores propietarios de otro tipo de bien: su fuerza de trabajo y la de sus hijos. A partir de esta matriz al entender la asociación del poder económico con el poder político, se identifican las razones estructurales de la distribución desigual de la producción social de bienes que trae a su vez la consecuencia de la pobreza o situación de desventaja del proletariado y el campesinado pobre, favoreciendo la concentración de la riqueza. Esta teoría ya no es patrimonio de intelectuales o del ámbito académico, sino que -previo paso por los partidos políticos de izquierda- forma parte del conocimiento popular, hecha la salvedad del reduccionismo inherente a su divulgación masiva. Por otro lado la estadística como disciplina contribuye cada vez con mayor empeño en la precisión de los datos, a aportar los referentes empíricos que se unen al razonamiento teórico resumido anteriormente, brindando solidez a las interpretaciones que se difunden a través de organismos respetados como el Banco Mundial a nivel internacional y el Indec en nuestro país. Podríamos concluir que el grado de objetividad posible desde la ciencia se logra mediante estos recursos. Pero el estudio de los sujetos que padecen la pobreza, es decir los pobres, requiere de instrumentos específicos que se han utilizado de manera más desarrollada y sistemática desde las primeras décadas de este siglo, como la observación participante y la entrevista en profundidad; de hecho el recurso cinematográfico y literario en forma de novelas y ensayos se ha basado en estos instrumentos, ofreciendo síntesis válidas que permitieron y permiten un proceso de destierro de pre-juicios y especulaciones respecto de los pobres, en sus dos sentidos básicos: el de defecto moral y el de sujetos solidarios portadores de bondad. Desde nuestra opinión, las encuestas constituyen un instrumento que para estos fines evidencia más claramente su vulnerabilidad en lo que se refiere a validez del instrumento y confiabilidad de la información. El estudio de los pobres ha brindado productos como teorías acerca de la subcultura de la pobreza y de la "naturaleza" de las necesidades. Respecto de estas últimas, el desacuerdo manifestado en forma de polémica científica, tiene como uno de sus nudos gordianos la cuestión de la definición de las necesidades en función de las apreciaciones subjetivas o de cierto grado de características que serían exteriores a la preferencia individual o cultural y que podemos denominarlas objetivas.

Para profundizar en el conocimiento del tema creemos que, por un lado, la medición estadística en términos del ingreso per cápita tiene que afinar sus resultados diferenciando grupos sociales para oponerlo a los promedios nacionales que ocultan la dimensión del ingreso per cápita tanto en los sectores reducidos donde se produce la concentración de la riqueza, como en los otros cuya amplitud no tiene punto de comparación y que aparecen en los gráficos y las estadísticas como un paquete que recibe una proporción históricamente disminuida del PBI. Y en cuanto a la subjetividad de la necesidad, estimamos que existe una dimensión no explorada que sería objeto de conocimiento inter o multidisciplinario, en el que la psicología está llamada a cumplir un papel muy importante.

Porque hasta ahora se ha cerrado la cuestión con la adjetivación del problema objeto de conocimiento, en términos de "opciones subjetivas", como última explicación que se agota en una ecuación personal o individual desconocida, cuyo límite y contenido misterioso es colocado en la subjetividad. Creemos que la profundización del conocimiento de la cultura de la pobreza y su articulación con las manifestaciones subjetivas, es un campo apenas tocado en la investigación, aunque con resultados valiosos como los que explican la relación entre el bajo consumo de proteínas y determinados comportamientos. En este ejemplo la cultura de la pobreza transparenta hábitos que tienen que ver con el poder adquisitivo y el consumo de bienes que el mismo posibilita. Y en este punto cabe otra articulación: la cuestión de la medición de la riqueza o la pobreza de las poblaciones en relación a una moneda fuerte y no en relación al poder adquisitivo de la misma, aspecto que se está modificando desde las propuestas de algunos estudiosos y de su asimilación por parte de algunos organismos internacionales.

En esta oportunidad queremos ofrecer, aunque modestamente en comparación a los desarrollos de Agnes Heller y Max Neff, por ejemplo, nuestra tipología respecto de las necesidades en función de indicadores objetivos, por su construcción social histórica y por su asimilación dentro de los valores de la sociedad humana, contrastadas empíricamente desde nuestro trabajo profesional, aunque no por ello elevados a la categoría de verdades absolutas.

Nuestro punto de partida es que la pobreza se manifiesta por carencias que a su vez remiten a necesidades. En primer lugar, estas carencias producen sufrimientos en quienes las padecen, más agudos para ellos y para los demás -acá tomamos partido: se trata de un sufrimiento que trasciende lo individual-, en tanto las formas de prevenirlos o de remediarlos son técnica y socialmente posibles. Es el caso de los sufrimientos por problemas de salud y sus secuelas, por hambre, por frío u otras inclemencias del tiempo, por aislamiento e incomunicación, por falta de contención afectiva, etc. Las carencias así descriptas requieren de satisfactores de las necesidades que ellas implican. De ahí que las caracterizamos como necesidades materiales y no materiales en un eje imaginario que se cruza con otro, también imaginario, determinado por necesidades básicas y necesidades de mejoramiento de la calidad de vida. Una tercera dimensión diferencia necesidades para la reproducción biológica (alimentación, procreación, descanso, conocimiento,etc.) y necesidades para la reproducción cultural o social (alfabetización, comunicación, información, etc.). La pobreza, históricamente determinada, es en gran medida expresión de la carencia de satisfactores para las necesidades básicas materiales para la reproducción biológica y para la reproducción social o cultural.

Resolver socialmente el problema de la carencia de esos satisfactores conecta el problema con el objetivo de alcanzar el bienestar social o el mejoramiento de la calidad de vida.

Estos conceptos nos merecen los mismos comentarios que utilizamos para la definición del concepto de necesidad.

Solamente queremos destacar que el primero se impuso en el momento histórico de crecimiento y auge del modelo de Estado de Bienestar Social o Benefactor, y conforme éste se fue agotando o envejeciendo, la alusión al bienestar social se fue debilitando como algo que pasa de moda, para ser reemplazado actualmente por la expresión calidad de vida. A nuestro juicio la primera expresión formó parte de la utopía de los modelos, constituyendo más una expresión de anhelos que una realidad alcanzada, excepto fugaces momentos de nuestra historia argentina. Pero se institucionalizó expresando su fuerza en el nombre de ministerios y secretarías de jurisdicciones tanto nacionales, como provinciales y municipales. Basta recordar que en Argentina en la composición del gabinete del Poder Ejecutivo Nacional existió el Ministerio de Bienestar Social desde 1971 a 1981, correspondiendo a los gobiernos militares de facto primero, al peronismo con Cámpora, Perón e Isabel Perón en el intermedio, y al gobierno de facto encabezado por Videla por último. El concepto calidad de vida nos resulta más apropiado para expresar la distancia entre las necesidades sociales y la posibilidad técnica y social de satisfacerlas. Asimismo los conceptos de inclusión social, en contraposición al de la exclusión social, de más reciente elaboración y divulgación, constituyen en estos días categorías de riqueza heurística para progresar en la precisión de la problemática de la pobreza.

2. LA PERMANENCIA Y ACTIVIDAD DE LOS OBSTACULOS EPISTEMOLàGICOS EN LA PRACTICA SOCIAL INSTITUCIONAL EN ARGENTINA HOY

2.1. La naturalización de la pobreza, y la utilización de algunas categorías asociada a ella como generadores de políticas de atención deconstructoras de derechos.

Aunque ya haya sido explicitado, deseamos reafirmar que la pobreza no constituye ni un fenómeno azaroso, ni la consecuencia esperable del funcionamiento social regido por leyes naturales. Se trata de un fenómeno producido por acción de formas societarias, donde la apropiación de la riqueza social producida no se distribuye entre sus miembros de manera equitativa.

La antigüedad y perdurabilidad de la pobreza se corresponde exactamente con la vigencia de distintas organizaciones societales con aquel denominador común: la injusta participación de sus miembros de los beneficios producidos.

Esto se evidencia concretamente en este tiempo histórico con la presencia hegemónica del modelo neoliberal. Y coincidimos con Perry Anderson, quien afirma que el neoliberalismo "es un movimiento ideológico, en escala verdaderamente mundial, como el capitalismo jamás había producido en el pasado. Se trata de un cuerpo de doctrina coherente, autoconciente, militante, lúcidamente decidido a transformar todo el mundo a su imagen, en su ambición estructural y su extensión internacional"13. Es decir, su desarrollo a escala mundial implicó el desmantelamiento deliberado de instituciones y mecanismos que favorecieron la distribución de la riqueza, propias de modelos como el del Estado de Bienestar, vigente entre las décadas del 30 y del 70 de este siglo aproximadamente.

Esto se ha presentado de manera sumamente perniciosa para los países latinoamericanos, ya que "La transformación de las sociedades latinoamericanas constituye un proceso traumático de readaptación a las nuevas modalidades de funcionamiento de las economías centrales y a las condiciones emergentes del agotamiento del modelo endógeno de crecimiento. El sentido impuesto por los programas de ajuste, lejos de reencauzar el sistema económico en un sentido progresivo, potenció los problemas del subdesarrollo, creando nuevas y mayores restricciones al crecimiento, ampliando las condiciones de inestabilidad económica, destruyendo procesos madurativos en el sistema productivo y definiendo un mayor contenido regresivo en la distribución de las cargas"14 La polarización social es en Latinoamérica - y en nuestro país- cada vez más acentuada. Hay cada vez más pobres, en condiciones de mayor precariedad y cada vez menos ricos pero más poderosos.

Esto puede graficarse con dos indicadores estadísticos contrastantes: Argentina es el país en el mundo que tiene el mayor consumo por habitante de teléfonos celulares, con un volumen de 2.000 millones de dólares de facturación anual para las empresas15y posee un 42,4 % de la población por debajo de la línea de pobreza16.

Esto evidencia las desventajas comparativas de los habitantes del mundo. Y nos interesa remarcar esto, ya que tal como formuláramos al inicio no podemos atribuir esta existencia a cuestiones azarosas. Esta explicitación reiterada tiene como objetivo advertir acerca de una constatación que, si bien no es novedosa, ha adquirido en los últimos tiempos una envergadura mayor: lo que podríamos denominar como naturalización de la pobreza.

Y entonces, queremos agregar que a nuestro criterio el problema central no es "cuántos pobres" podamos nominar estadísticamente. Sino que en todo caso, el problema (que reviste implicancias fundamentalmente ético-políticas) es que la pobreza y sus manifestaciones consecuentes tales como la exclusión social existan como fenómeno presente y agudizado en los umbrales del Siglo XXI.

Aunque refutado desde el conocimiento científico, en los ámbitos tanto intelectuales como populares se suele continuar naturalizando este fenómeno. Es decir que si bien puede preocupar actualmente que haya "muchos pobres" a escala mundial, continúa presente en vastos sectores de opinión la idea de que "algunos pobres" deben existir, como mecanismo de acción natural. Son, probablemente las enseñanzas persistentes de la ideología propia de la Sociedad de Mont Pèlerin,17 cuyos miembros "argumentaban que la desigualdad era un valor positivo -en realidad imprescindible- pues de eso precisaban las sociedades occidentales".

Particularmente los sectores conceptualizados como pobres estructurales son percibidos desde el sentido común como responsables de su propia situación de pobreza.

Apariencialmente se concluye que quien permanece en esta es quien no tiene "iniciativa" para trabajar y así superarla.

Esto se sustenta en la concepción acerca de que la consecución de un empleo, y su mantenimiento responden centralmente a la voluntad y cualidades individuales.

Fuerte arraigo posee especialmente la idea de "éxito" , asociado a la fama, el dinero, el poder; en contraposición al de "fracaso".

Sin embargo se trata de una constatación de la ciencia - especialmente económica y social- que el origen del desempleo radica en condiciones tales como: la disponibilidad de fuentes de trabajo, la distribución de la mismas, y la cualificación del aspirante al puesto.

Ahora bien, el paso posterior de aquellas afirmaciones es el de transformar la noción de responsabilidad en la de culpabilidad. Los pobres, desde este punto de vista, serán artífices de su propia situación por poseer cultura, hábitos y vicios que los convierten en tales. Perdiéndose de este modo toda determinación social, económica y/o política.

Y estas condiciones supuestamente individuales o grupales, producidas por sí mismos o por las generaciones previas abre puertas a dos mecanismos sociales segregatorios: la discriminación y la criminalización.

Discriminación para aquellos que no queriendo esforzarse no son merecedores de compartir los "beneficios" de la sociedad. En este sentido, nos interesa retomar algunas categorías que recorren el discurso acerca de la pobreza y los planes de enfrentamiento a ella, y que paradójicamente suelen convertirse en fragilizadoras de derechos para quienes son atendidos.

Nos referimos por ejemplo al concepto de necesidades básicas, que profusamente desarrollado alude a una suerte de umbral mínimo de cobertura para los requerimientos humanos, y sin embargo, en muchos programas pareciera conformarse como umbral máximo. Reduciendo así la consideración de que la definición de necesidades es social e histórica, lo cual implica considerar los niveles deseables de cobertura de acuerdo con el desarrollo científico tecnológico de nuestros tiempos.

Se conformarán así sectores poblacionales, para los cuales lo "básico" será el límite superior a alcanzar - y que aún así pocas veces es alcanzado.

Asimismo el concepto de pobreza absoluta suele homologarse al único concepto de pobreza atendible, y por ello aquellos sectores que no se encuentran en el más bajo nivel de indigencia no pueden recibir los magros recursos de programas asistenciales, aunque estén sufriendo necesidades inobjetables.

Desde nuestro lugar no pretendemos negar la utilidad de estos conceptos, pero sí el cuidado que debe revestir su uso, para evitar la conformación de acciones constructoras de subgrupos sociales cuyos "merecimientos" sean diferenciales, llegando a consolidar sistemas duales. Así es como se perfilan nuestras sociedades, donde el Estado ha resignado su "principalidad"18, en favor del mercado.

Entonces se genera una suerte de "doble circuito" en la satisfacción de derechos: educación, salud, previsión social de primera calidad para quienes compran estos "consumos" en la oferta disponible de mercado. Para quienes no acceden se dispondrán servicios públicos, de calidad deficiente y cuyos umbrales superiores de satisfacción serán estos "mínimos".

La salida de situaciones de pobreza implica a nuestro criterio la posibilidad concreta de inclusión social. No de las minorías, ni siquiera de las mayorías, sino de la totalidad de la población.

Por otro lado, se difunde la criminalización de quienes, sumidos en los "vicios propios de la pobreza" serán los principales sospechosos de cometer delitos. Para estos grupos sociales las respuestas tradicionales han sido asistencia y represión. Presenciamos, a nuestro criterio, en este tiempo histórico a una agresiva disminución de la primera y aumento de la segunda.

Por ello, la criminalización de los pobres parece ser en nuestros días un mecanismo eficaz para la sustentación del aumento de represión y del retiro del Estado en la implementación de políticas sociales.

La difusión de esta asociación pobre-delincuente (aunque no sea novedosa) constituye en nuestros días la fuerza ideológica de acciones como por ej. la persecución y aún asesinato de niños de la calle.

La constatación de la proveniencia de sectores desfavorecidos económicamente de la mayoría de la población carcelaria da un sustento engañoso para este tipo de afirmaciones. Y lo calificamos de engañoso ya que consideramos que las razones de la misma obedecen (aunque no podamos desarrollarlo en este trabajo) a cuestiones propias de los delitos tipificados en el Código Penal -que castiga delitos menores con mayor severidad que la llamada delincuencia de guantes blancos- y a las condiciones de administración y acceso a la Justicia, claramente desfavorables para los pobres.

2.2. Impacto de la representación social de la pobreza en la subjetividad de los trabajadores sociales.

Nos interesa retomar la idea de la representación social acerca de la pobreza y de la exclusión, ya que el vertiginoso aumento de grupos sociales en condiciones de vulnerabilidad y descenso en sus condiciones de vida ha contribuido quizás embrionariamente a que pudiera comenzar a pensarse en estos dos fenómenos como estructurales y no individuales. Y esto resulta sumamente paradójico frente al reflorecimiento en la opinión pública de tendencias discriminadoras y criminalizadoras.

Resulta frecuente que en las entrevistas que realizamos los trabajadores sociales a desocupados aparezca insistentemente la "aclaración" de que él ha buscado trabajo y no lo ha encontrado. Inclusive marcando diferencias de vecinos, parientes, o conocidos "que nunca trabajaron". Es una situación muy sufriente para aquellos que no sólo han perdido su empleo, sino que han comenzado - por su propia imposibilidad de reinsertarse en otro- a comprender que conseguir un lugar en el mercado laboral no es sólo una cuestión de voluntad.

Observamos que esta concepción de pobreza como responsabilidad individual comienza a modificarse del pensamiento colectivo. Por ello, los sectores conceptualizados como nuevos pobres no resultan destinatarios de los preconceptos mencionados.

Y consideramos que esto es central para el inicio y logro de la lucha contra la exclusión social. No es suficiente las reformas de tipo económico "puras", sino integrales.

Los cambios necesarios deben contener políticas económico, sociales, culturales.

Por ello queremos reiterar que lo que define las propuestas de acción o de enfrentamiento a la exclusión social y a la pobreza no es su cuantificación sino su concepción. Sólo reconozcamos que, en todo caso, el crecimiento numérico del fenómeno, entre otras cuestiones, ha permitido comenzar a modificar la concepción del mismo.

Nuestra última reflexión intenta presentar el vuelco histórico que se ha dado en relación a la representación social de la pobreza y su matriz conceptual, ya que desde nuestro punto de partida hemos destacado la influencia del marco de referencia doctrinario de la iglesia medieval, sobre el cual los pensadores realizaban razonamientos y llegaban a algunas conclusiones, sin salirse de dicho marco. Hoy la situación se ha revertido, pues las iglesias, en especial la católica en nuestro país, han tomado el discurso científico para dar solidez a los diagnósticos y propuestas de su doctrina social, abrazando las cifras estadísticas e incorporando el problema de la distribución inequitativa del ingreso y la falta de fuentes de trabajo, como generadoras y mantenedoras del problema de la pobreza.

Quizás el trabajo más arduo, y que nos convoca especialmente a trabajadores sociales y disciplinas complementarias, sea el de mejorar nuestra conciencia ético-política con respecto a los derechos.

El desafío es poder revertir la consolidación de la diferencia. Del abismo en términos de calidad de vida en el que vivimos. La consolidación de los extremos, de riqueza y de pobreza genera además la ignorancia de cada uno de ellos con respecto al otro. Y se desarrollan como si no vivieran en una misma sociedad. Luego, se pierde la posibilidad de construir una realidad que sea compartida.

Haciendo una mención especial a nuestra profesión, señalamos que el Estado de Bienestar era sin duda una suerte de malla de contención, no sólo de los problemas sociales, sino también de las profesiones dedicadas a su atención.

Si bien no podemos homogeneizar las condiciones del colectivo profesional de los trabajadores sociales, entendemos que habiendo constatado el mayor porcentaje de sus integrantes siendo asalariados del Estado, los procesos de ajuste estructural por los cuales ha atravesado la economía argentina afectan de manera importante a esta categoría profesional, Así, "la nueva pobreza" dejó de ser un fenómeno ajeno a la vida de los profesionales. Pasó a convertirse en una presencia en su propio desempeño laboral. Tanto en condiciones de empleabilidad -precarización, descenso salarial- como en las condiciones materiales del desempeño -escasez de recursos disponibles para el desarrollo de su labor-.

Consideramos que estas condiciones adversas suelen traer una suerte de replanteo, tal y como es poder situarse en el mundo de la pobreza no ya desde una perspectiva de "los otros" sino de "nosotros". Pero esto sólo resultará positivo en tanto los profesionales del Trabajo Social podamos sacar provecho de esta situación no mimetizándonos al mundo de la pobreza en sus aspectos de limitación. Sino para que reafirmemos desde un lugar no intelectualizado lo que la ciencia nos enseña: su determinación social.

Para que esta vivencia sea un elemento más para romper con lo que denominaremos como "miopía asistencial".

2.3. La no consideración de la concepción científica en las intervenciones microsociales. La miopía asistencial.

Remarcaremos que la naturalización de la concepción viciosa de la pobreza constituye el obstáculo epistemológico central para el conocimiento científico del fenómeno que nos convoca. Y que esto se evidencia con la mayor fuerza al momento de la realización de intervenciones microsociales.

Es decir que, aunque reconozcamos intelectualmente a nivel global la determinación social, económica y política de la pobreza, la mediación de estos conceptos en la acción cotidiana resulta dificultosa.

En este aspecto queremos insistir en que la presencia de las concepciones viciosas de la pobreza en el sentido común, atentan gravemente contra los avances científicos en cuanto al reconocimiento de las determinaciones estructurales del fenómeno. Los agentes encargados de la atención directa de la pobreza - aún aquellos formados en ámbitos universitarios- suelen adolescer de lo que gustaríamos denominar "la miopía asistencial".

Nos referiremos con esto a una suerte de mecanismo inconsciente que suele provocarse en los agentes mencionados, cuando, a pesar de sus conocimientos científicos, frente a la presencia y requerimientos de un pobre suelen dejar emerger aquella concepción del sentido común. Esto derivará posteriormente en la consideración de las consecuencias más desagradables de la pobreza como si fuera el núcleo esencial de la misma. Desde esta percepción, pareciera ser un problema que se inicia y agota en la persona o familia que padece el mismo, y por ello las acciones a emprender resultarán inmediatistas y de corte conductual con contenido sumamente moralizante y adaptativo a su propia condición. Y lamentablemente, sólo podrán derivar en nuevas acciones discriminadoras y estigmatizantes.

Serán entonces estos agentes los nuevos recreadores de la misma concepción individualista y moralizante de la cual deberían estar desprendidos en su condición de profesionales.

Consideramos que es la presencia opacante de esta concepción del sentido común, paciente y sistemáticamente alimentada desde los sectores capacaces de imponer su discurso el obstáculo epistemológico central para el estudio de la pobreza, pero especialmente para la formulación de programas que la atiendan de manera efectiva.

Si desde estos sectores se coloca bajo sospecha a los sujetos pobres y al fenómeno de la pobreza, nosotros pretendemos colocar bajo sospecha aquellas interpretaciones que conservan el núcleo moralizante en sus explicaciones y respuestas institucionales.

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NOTAS

1De subventione pauperum, Libro I, tomado del resumen de Ander Egg (et. al.) 1975, Del ajuste a la transformación: apuntes para una historia del Trabajo Social, p. 38, Ecro, Buenos Aires.

2Ibidem. Los párrafos y fragmentos encomillados son textuales de la fuente

3Ibidem.

4Ibidem

5Ibidem

6Ibidem

7Ibidem.

8En este último párrafo parafraseamos a Ander Egg, op. cit.

9Ander Egg, op. cit., p. 25-26.

10Bobbio y Matteucci: 1994, Diccionario de Política, Siglo XXI, Méjico. p. 1321.

11Friedlander: 1981, Dinámica del Trabajo Social, Ed. Pax Méjico, Libreria Carlos Cesarman, S.A., Méjico. p.29.

12Himmelfarb: s/f La idea de la Pobreza. Inglaterra a principios de la época industrial, FCE, Méjico. Fotocopias.

13Anderson Perry, 1995, "Balance del neoliberalismo" en Sader Emir y Gentilli, Pablo Pós-neoliberalismo. As políticas sociais e o Estado democrático, Paz e Terra, Rio de Janeiro. pág. 22

14Barbeito Alberto y Ruben Lo Vuolo, 1995, La modernización excluyente. Transformación económica y Estado de Bienestar en Argentina, UNICEF / CIEPP / Losada, 2¦ edición, Bs.As.

15 Datos extraídos de la entrevista radial a los economistas Ricardo López Murphy y Rosendo Fraga, del 30/7/97. Radio Mitre, 18:30 hs.

16Medición INDEC (Instituto Nacional de Estadísticas y Censo) de octubre 1996. Publicado en Clarín el 9/5/97.

17 Tal como lo expresa Perry Anderson, la Sociedade de Mont Pèlerin, era una especie de francmasonería neoliberal, altamente dedicada y organizada, con reuniones internacionales cada dos años. Formada en 1947 por Hayec y compuesta por Milton Fridman, Karl Popper, Lionel Robbins, y Michel Polanyi entre otros, eran firmes adversarios del Estado de Bienestar Europeo y aún del New Deal norteamericano. Su propósito, era combatir el keynesianismo y solidarismo reinantes y preparar las bases de otro tipo de capitalismo, duro y libre de reglas para el futuro. (1995: 10)

18 Término utilizado por Norma Paviglianiti (1990), en oposición al concepto de "subsidiariedad" del rol estatal.

La pobreza bajo sopecha Mercedes Escalada / M.Pilar Fuentes

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