EL ENCLAVE TURÍSTICO: IDENTIDADES, NARRATIVAS Y ACTORES

Alfredo Francesch. UNED (España).

RESUMEN

            El turismo en circuitos organizados se caracteriza por la visita a enclaves de reconocido prestigio. El tratamiento que estos enclaves reciben en sus narrativas y contenidos significativos, por parte de muy distintos actores, tiende a la creación de identidades y algoritmos que faciliten visitas rápidas y den lugar a la organización de sistemas de representación colectiva. El presente texto pretende acreditar estas afirmaciones mediante el análisis de un enclave español muy visitado: la ciudad de Ávila.

1. El turismo en circuitos organizados por un turoperador podría sintetizar las características más relevantes de algunas otras de las modalidades y manifestaciones que adopta un fenómeno tan polimórfico como el turismo. No sólo parece cumplir las representaciones más estereotipadas del turismo, las que ya forman parte del imaginario colectivo, sino que satisface nuestras ideas más intuitivas de lo que vienen a ser los turistas y el turismo. En este sentido, el examen de las actividades y las pautas de conducta de los turistas que viajan en paquete todo incluido (transportes, alojamientos, visitas, guías, etc.) puede arrojar estimables resultados analíticos, en la medida en que sean extrapolables a otras modalidades de viaje.

            Las características de este tipo de turismo están al alcance del observador, a poca atención que le preste: transportes y alojamientos en burbuja, frecuentes desplazamientos, ritmos rápidos de viaje, programas prefijados, visitas a enclaves cuyo valor (histórico, natural, artístico, etc.) está fuera de toda duda, etc. Esta última peculiaridad del circuito organizado, la visita a enclaves de valor incuestionable, es precisamente la que presta a esta tipo de turismo su perfil más acusado. Ahora bien, precisamente por algunas de las restantes características, especialmente la velocidad y el fuerte ritmo del programa, la visita a enclaves relevantes cobra formas peculiares, que es mi propósito tratar de revelar.

            En mi opinión, las narrativas y los contenidos sémicos de cada enclave, que se suministran a los turistas por medio de sus guías, y/o que se expresan casi por sí solos en los casos de enclaves muy conocidos, bajo sememas estereotipados, han de recibir un recorte que mutile la multiplicidad de discursos posibles. En caso contrario, la dispersión de mensajes haría impracticable la visita en un breve periodo de tiempo, además de que los canales de comunicación quedarían saturados. Un guía que ante, digamos, Pompeya, suministrara a su grupo narrativas en torno a la organización política romana, sus pautas de conducta religiosa, la estructura de las legiones y la configuración militar, las formas de propiedad de la tierra, la correlación entre la captura de esclavos y la expansión territorial, además de las costumbres alimenticias, la educación infantil y los derechos de las mujeres, estaría llevando a cabo mucho más que una visita turística, y necesitaría de una cantidad de tiempo que excede con mucho de la posibilitada por el circuito.

            Por ello, gran parte de las narrativas se centran en la provisión de datos estadísticos, cronológicos, numéricos, en discursos centrados en torno a élites dirigentes y posiciones de poder, en anecdotarios o leyendas. Adicionalmente, esta merma en las significaciones de los enclaves permite vincular unos con otros, dando coherencia a esa visita. Si un recorrido por Brujas, pongamos por caso, se limita a lugares tales como palacios, iglesias, catedrales, y estos espacios se someten a un recorte en sus narrativas posibles se facilita la posibilidad de dotar de un acabado, de una construcción propia a la ciudad, dotarla con un contenido congruente y satisfacer incluso en cierto grado la inclinación humana a la pregnancia. Esto puede, por ejemplo, realizarse mediante la reducción de las narrativas de estos monumentos a sus contenidos estéticos, a sus relaciones con el poder, o mediante la reducción de Brujas a una ciudad conectada a un concreto segmento temporal, relegando todos los anteriores y posteriores al olvido.

            Los mecanismos y herramientas con que operan los agentes implicados para llevar a cabo este proceso son materia de este texto. Trataré de ejemplificar con un caso claro que, con toda certeza, cualquiera podrá encontrar homólogo a otros casos por él conocidos[1].

            2. Un autobús transporta a un grupo de turistas italianos que ha salido por la mañana temprano de Málaga, con rumbo a Salamanca. A media mañana, el autobús se detiene en Ávila, donde el grupo pasará dos horas visitando la ciudad. El conductor estaciona su vehículo junto a algunos otros, que también esperarán a sus ocupantes por un tiempo aproximadamente igual. A unos metros, un tren turístico ofrece un recorrido típico: es el Tren Murallas de Ávila.

            Si la visita a Ávila no ocupa más de dos horas, los temas, los motivos principales no pueden ser ni muchos ni muy rebuscados, a riesgo de que los mensajes no se reciban con la suficiente claridad y la visita se traduzca en un fracaso, por la dificultad de desentrañar un gran número de narrativas entrecruzadas e inconexas. Como Wong y Cheung (1999) dicen de los parques temáticos, el producto debe estar “condensado”.

            Esta condensación halla grandes facilidades por la propia configuración de la ciudad, parte extramuros, parte rodeada por la muralla. Las zonas exteriores a la muralla, más modernas, no parecen ser visitadas por los turistas, de lo que es fácil inferir que el guión básico es histórico. Naturalmente, esta conclusión no necesita de un análisis muy penetrante. Lo que pretendo mostrar es cómo el enclave subraya y destaca algunos elementos, omite o soslaya otros, hasta procurarse esa condensación que se da en Ávila alrededor del semema “Historia” y otros asociados.

            El elemento que ya hemos señalado, la muralla, define qué es enclave y qué no lo es. Su presencia es ubicua, no sólo por su despliegue físico, sino también porque da nombre a tiendas, bares, restaurantes y al tren que mencionamos al principio de estas líneas. Un restaurante chino ostenta, inevitablemente, el nombre de Gran Muralla. Así pues, las murallas no sólo delimitan lo visitable y lo no visitable, la mera repetición del término concluye en crear una identidad que opera a modo de algoritmo lógico: “Ávila” es “Murallas”. Del corolario de esta identidad, “Murallas” es “Historia”, se deduce que “Ávila” es “Historia”. La reiteración persistente del algoritmo otorga la naturaleza de evidente por sí misma a esta identidad. Contamos, por tanto, con los primeros suministros de narrativas significativas.

            Los accesos que permiten recorrer los lienzos de muralla están salpicados de bares, tiendas de souvenirs, establecimientos de venta de postales y puntos de información turística. Los visitantes satisfarán necesidades como beber o descansar, recibirán información, comprarán recuerdos y se apropiarán del enclave en un mismo espacio, ocupado por el sector turístico y las instituciones públicas, que son las que regulan y ordenan la entrada a la muralla[2].

            Este tipo de espacios cuenta, pues, con una característica que los transforma en emplazamientos indudablemente turísticos: son ejes fronterizos, son limes, entre el territorio indefinido y el territorio visitable, entre aquello que tiene significación y aquello que no lo tiene, entre aquello que ya ha sido interpretado y aquello que no lo ha sido. Son, por así decirlo, puestos fronterizos, topologías liminales, marcadores que delimitan lo significativo y lo que carece de interés[3].

            Tal tipo de organización es propia de otros enclaves, como los miradores que abundan en carreteras y otras vías. Con gran probabilidad, unos metros más allá o más acá del mirador la vista no sea muy distinta. Pero el mirador suele incluir establecimientos de bebidas, de venta de recuerdos, aseos. El turista o el viajero saben que si se detienen en el mirador a contemplar el entorno o tomar fotografías no se habrán equivocado. La configuración de estos puntos les presta naturaleza liminal, de pasaje al territorio relevante, significativo. A un lado, las zonas con contenidos, con importancia, con sentido; al otro, áreas mudas, sin  mensajes, sin narrativas. Esta estructuración de zonas liminales puede encontrarse en todo el mundo.

            3. Si continuamos el examen de Ávila, encontramos un segundo elemento de relieve: la piedra. La piedra, prima facie, no es más que un material de construcción. Pero, obviamente, sus connotaciones son fuertemente históricas o, mejor, suprahistóricas. La piedra es persistente, muestra resistencia, inercia, subsiste; como escribió Eliade (1981: 227), “ante todo, la piedra es". La piedra trasciende la presencia, la existencia y la pervivencia humanas, expresa "un modo de ser absoluto". La piedra, como ocurre con la muralla, es un semema continuamente repetido. No sólo forma parte de los componentes arquitectónicos del enclave, sino también de algunos hoteles y restaurantes. Se encuentra también en las imágenes de las postales, que reproducen de continuo los mismos edificios.

            La piedra connota “Historia”, connota incluso un tiempo que va más allá de lo histórico. Pero, además, define con nitidez los elementos significativos, diferencia el mineral precioso de la ganga. Las oficinas bancarias, las ópticas, no están construidas con piedra. Ciertamente, tampoco lo están otros establecimientos que sí interesan al turista, como bares, restaurantes, hoteles o tiendas de recuerdos (aunque algunos de estos servicios si lo estén, como ya se ha mencionado). Sin embargo, muchos de estos locales carentes de piedra tratan de remedar y connotar “Historia” por otros medios. Es frecuente que inscriban sus rótulos en tipografías de corte gótico, sobre paneles de metal negros y puntas retorcidas, al modo de un antiguo pergamino.

            Los establecimientos turísticos, pues, se impregnan de narrativas históricas y se expresan, se muestran como parte integrante del enclave, como espacios que, por ser históricos de alguna manera, son aptos para la realización de conductas turísticas. No son conductas turísticas convencionales el solicitar un crédito a un banco o graduarse la vista, por lo cual estas dependencias eluden la piedra, la muralla y la historia.

            Un tercer elemento de presencia continua es la religión católica. Sin embargo, no debe esperarse un amplio espectro de acercamientos, el turista no encontrará complicaciones teológicas, discurso crítico ni heterodoxias. Los fenómenos a la vista (supongo que podrán encontrarse librerías o bibliotecas donde dar con cristología, debates en torno a la transustación o teología de la liberación) se limitan a pequeños objetos, tales como figurillas, rosarios o estampas. Las imágenes también son localizables en lugares en principio poco relacionados con la religión, tales como envoltorios de alimentos típicos, en los que se disputan la supremacía con las murallas. La imagen-icono abulense es la de Santa Teresa, con una presencia mucho menor de un religioso de tanto peso como San Juan de la Cruz.

             4. Aquí entra en juego un nuevo agente: las instituciones públicas. El folleto que entrega la Oficina de Turismo presenta bajo el epígrafe “museos” una tendencia marcadamente religiosa: “Museo Monasterio de la Encarnación”, “Museo de Carmelitas Descalzos”, etc. De las tres secciones que comprende el epígrafe “Varios”, uno es “Semana Santa” y otro, “Fiestas”, donde todas son católicas. El abigarrado nodo que componen “Historia” y “Religión” da a entender que la historia de Ávila carece de elementos laicos. La presencia, por ejemplo, de los Comuneros, que tuvieron en Ávila uno de sus focos emblemáticos, ha sido concluyentemente eliminada, y no sólo por los agentes turísticos, sino también por el sector público. Los sucesos y los personajes históricos al margen de lo católico han desaparecido. El visitante deberá afanarse en una investigación personal si quiere dar con ellos.

            Historia y religión se conjugan de continuo, vemos, reiterando los sememas de forma persistente, hasta construir una narrativa sólida y sin grietas, sólida como la piedra que los denota y connota. En la catedral, por un euro, el visitante puede descolgar un audífono para recibir información. Esa información, plausiblemente, esquiva las interpretaciones arquitectónicas o artísticas. Lo que se narra es “la Historia de este lugar”.

            Historia y religión se concretan más en el folleto de Turismo que he mencionado. Bajo el epígrafe “Gastronomía” puede leerse que la cocina local “conquista el paladar sin estridencias”. La historia cobra cuerpo de manera precisa, es la historia del antiguo reino de Castilla (de los 35 monumentos enumerados en el epígrafe “Arte y Cultura” apenas se encontrará alguno posterior al siglo XVI). Las características míticas del castellano, la parquedad, la sobriedad, la circunspección, difícilmente dejan lugar a la “estridencia” (¿se identifican aquí “modernidad” y “estridencia”?).

            Pero, por añadidura, debe observarse el verbo utilizado: “conquista”. Un verbo directamente relacionado con dos episodios básicos de la historia del reino de Castilla, la conquista de América y la lucha contra los territorios peninsulares musulmanes. Ambos episodios, además, controlados por las estructuras y las jerarquías eclesiásticas.

            Las instituciones públicas, en definitiva, contribuyen a señalar los espacios turísticos, los administran y regulan, y los sancionan en la documentación que ofrecen. Esta documentación recoge y también produce los sememas que condensan significaciones y narrativas en torno a los motivos básicos, principales. Junto al sector público, toda una serie de agentes se ajustan a estos motivos que dominan el entorno, se mimetizan con ellos, adoptan el tema como propio y lo asumen. Este comportamiento intensifica la condensación temática, la incrementa y la hace ubicua[4]

            La condensación hace más difícil que cualquier agente trate de buscar temas distintos a los motivos histórico-religiosos, que hemos visto en cualquier caso formulados bajo modalidades muy concretas. Los visitantes no hallarán sino historia y religión, por lo que sería excepcional que buscaran otra cosa. Pero, si no la van a buscar, ¿merece la pena correr el riesgo de ofrecérsela? El argumento es histórico y religioso y, en dos horas, nuestros turistas italianos contarán con tiempo más que suficiente para percibirlo. En la práctica, deberían esforzarse notablemente para percibir cualquier otro. Probablemente, su relato al regreso versará en torno a la historia y la religión. El nuevo turista potencial, oyente del relato, buscará historia y religión y cooperará en la condensación temática del enclave. Conforme se suceden estos hechos, la relación entre Ávila y el enclave “Ávila” irá siendo menor.

            Si “un tema es una idea que da contenido, estructura y dota de significante y significado a todos los elementos del producto” y si “tematizar el patrimonio cultural significa inevitablemente empaquetar, interpretar, teatralizar y simplificar —incluso obviar elementos no directamente implicados en el contenido temático principal—” (Antón Clavé, 1998), podemos decir que el visitante no se encuentra en Ávila con Ávila, sino con el parque temático “Ávila”, que es una entidad muy distinta.

            CONCLUSIÓN

            El análisis de un enclave turístico arroja ciertas pautas de construcción asimilables a toda suerte de espacios turísticos: tematización, omisión de discursos múltiples, repetición de sememas hasta que se obtienen narrativas incuestionables, y otra serie de características conducentes y referentes a la eficacia en el suministro de significaciones y la economía de medios para su logro. Este proceso es producto de la acción de agentes múltiples, instituciones públicas, turistas, sector turístico, turoperadores y otros agentes culturales, pero además de ser resultado de la acción combinada de estos agentes, cuenta con dispositivos de feedback, bucles retroalimentadores, que hacen casi imposible romper las tendencias emergentes del sistema en la dirección señalada.

            La tematización en las narrativas sobre enclaves posibilita los ritmos y velocidad del circuito organizado, puesto que suaviza las narrativas y facilita su recepción. Por otro lado, hace factible la construcción y ensamblaje de circuitos, si los entendemos como conjuntos de enclaves, en tanto que allana el terreno para crear conexiones entre unos y otros y así montar programas que ofrecen coherencia y un cierto acabado, de cara al consumidor del producto, el turista. 

            Por último, quisiera señalar cómo la creación de algoritmos fundamentados en identidades (“enclave X = narrativa A, enclave Y = narrativa B", etc.) crea una lógica turística -aunque no exclusivamente turística-, crea pautas de representación colectiva que turistas y demás agentes involucrados comparten. Estas formas de representación colectiva, sin embargo, desbordan los fenómenos únicamente turísticos e impregnan las restantes zonas de los sistemas socioculturales, tanto de los sistemas receptores como de los emisores de turistas. Este hecho, la construcción de esta lógica sobrentendida, tácita entre los agentes involucrados, tácita entre los turistas meramente potenciales e incluso entre los demás actores de las sociedades implicadas en el fenómeno, abre espacios para la institucionalización y la canalización del fenómeno. Si a los algoritmos señalados se suman algunos otros propios de las actividades turísticas (que sería excesivo detallar aquí), las probabilidades y posibilidades de institucionalización se incrementan notablemente.

La institucionalización del turismo por medio de formas de viaje estereotipadas, estrictamente pautadas y con arreglo a representaciones colectivas compartidas, necesita de requisitos como los señalados en estas líneas, que a un tiempo retroalimenta. Los efectos de este proceso de institucionalización, dados los requisitos previos, suficientes y necesarios, tenderían a la disolución del viaje hasta su transformación en una actividad ritual, en su sentido más estricto. Pero, evidentemente, esto ya es materia para un análisis más extenso.

BIBLIOGRAFÍA CITADA

·        ANTÓN CLAVÉ, Salvador: “Tematización de la oferta recreativa”, Estudios y Perspectivas en Turismo, vol. 7, 3-4, 1998.

·        ELIADE, Mircea: Tratado de Historia de las Religiones. Morfología y Dialéctica de lo Sagrado, Ed. Cristiandad, Madrid, 1981.

·        FINE, Elizabeth y SPEER, Jean Haskell: “Tour guide perfomances as sight sacralization”, Annals of Tourism Research, 12 (1), 1985.

·        GENNEP, Arnold van: Les rites de passage, Suiza, Mouton & Co and Maison des Sciences de l’Homme, 1969.

·        MacCANNELL, DEAN: The Tourist: A New Theory of the Leisure Class, 1989.

·        MEETHAN, Kevin: “Consuming (in) the civilized city”, Annals of Tourism Research, 23 (2), 1996.

·        RODRÍGUEZ REGUEIRA, José Luis: “La reinvención cosmopolita de la autenticidad. La modernidad o la lógica de la producción”, I Congreso Virtual Internacional de Cultura y Turismo, 2001, en <http://www.equiponaya.com.ar/turismo/congreso/ponencias/rodriguez_regueira.htm>.

·        WONG, Kevin K. F. y CHEUNG, Phoebe, W. Y., “Strategic Theming in Theme Parks Marketing”, Journal of Vacation Marketing, 5 (4), 1999.

Alfredo Francesch. Licenciado en Filosofía. Doctorando en Antropología Social y Cultural en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (España). Madrid. Email: alialf@vodafone.es.



[1] Un examen similar puede encontrarse, por ejemplo, en Meethan (1996),  si bien más atento a los aspectos diacrónicos, referido a la ciudad de York.

[2] Los enclaves pierden su naturaleza meramente contemplativa mediante la apelación a un componente vivencial, realizado mediante la visita activa del visitante (en este caso, recorrer las murallas como un centinela). Uso en este sentido el término “apropiación”. Debo señalar al respecto mi deuda con Rodríguez Regueira (2001).

[3] Cfr. van Gennep (1969: 22). Para el término “marcador” véase MacCannell (1989).

[4] MacCannell (1989: 43 y ss.) propone un modelo de “sacralización de enclaves” [sight sacralization] en varias fases. Ha sido utilizado como marco teórico, por ejemplo, en Fine y Speer (1985).


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