Relatos Silenciados… Pobreza y Exclusion Social.
Una perspectia antropológica
Por Verónica Cordero Diaz y Marcela Rocca Cañón
Editorial Forja. Santiago de Chile 2007
ISBN: 978-956-8323-38-7
144p.
“Relatos silenciados…pobreza y exclusión social” es un libro que surge de la reflexión antropológica cognitiva-simbólica y apunta a las pertenencias y el sentido que las personas dan a su realidad. Es fruto de una investigación trabajada con metodología cuantitativa, en la cual se utilizó como plataforma de análisis el Programa Puente de Chile Solidario, en el Municipio de Macul de Santiago de Chile. El objetivo de investigación fue apuntar a la percepción subjetiva de las personas, tanto que viven la situación de pobreza extrema como a quienes trabajan con ella. Para la obtención de los datos se trabajo en dinámicas de talleres con los Apoyos Familiares y se entrevistó a familias participantes del programa, visitándolas en sus casas. La superación de la pobreza y la exclusión social ha convocado a gobiernos, municipios, organizaciones de trabajadores e instituciones sociales. Se han efectuado diagnósticos y se han ejecutado acciones. Este libro constituye un esfuerzo desde el punto de vista de la ciencia antropológica para entender mejor a quienes sufren la pobreza y tratan de salir de ella. La antropología desde sus inicios aplicó una metodología de trabajo en el terreno, con las personas, y utilizó métodos cualitativos. La pobreza es un fenómeno multidimensional y complejo No solo es una situación de carencia material sino también un estado fisurado, trizado en el plano simbólico para quienes la viven. Es percibida como un estado prolongado de carencias que conllevan una sensación profunda de abandono e inseguridad. Para quienes han logrado salir de ella, siempre esta acechando el recuerdo evocativo de volver a ser pobre. |
La pobreza tiene tiempos y espacios. Se debate en un tiempo histórico, condicionada y presa de variables estructurales, así como también en un tiempo presente, actual, corriendo paralela al relato del progreso y del éxito. Está anclada al relato de la imposibilidad de la inserción social y a la incapacidad de seguir los ritmos competitivos y vertiginosos que el relato de la modernidad impone. La modernidad obvia este relato, lo silencia. Su ritmo vertiginoso dice que se prefiere seguir y que ellos, los pobres, ingresen como puedan a la sociedad del bienestar. Es así como la modernidad se vuelve un aspecto atávico para aquellos que viven en la marginalidad, solamente se puede recuperar y remediar bajo un contexto solidario. A su vez, la pobreza es vivida en un tiempo personal en donde el relato es autobiográfico e impone un límite discursivo y una frontera que traspasar. En donde los sentidos heredados de “haber nacido de padres pobres y seguir siendo pobres” para muchos adquieren connotaciones de una identidad excluida.
La oralidad de la pobreza habla de una construcción de mundo estructurada en forma de desesperanza aprendida y relatos de esperanza. La pobreza conlleva una tremenda memoria herida. La herida esta presente desde que se es consciente que no se posee los medios para incorporarse a los procesos sociales que el entorno social dicta como necesarios. La falta de educación de calidad, la falta de alimentación necesaria son duras carencias, pero la mayor herida es aquella afectiva que sangra por largo tiempo si no es reparada en un entorno de acompañamiento y acogida. La memoria herida rescata el aspecto ético de la búsqueda a la solución de la pobreza. Hay un eco que se perpetua cual resonancia en los relatos de los marginados, surge un clamor permanente, y este tiene relación con la desprotección social .El nudo de este relato no solo esta centrado en el dolor; sino también en el silencio de aquello que no se puede contar por pudor social. Los relatos silenciados están construidos bajo un marco de expresión emocional que le da un significado a la vida. Los pobres viven invisibilizados en los desordenes e incoherencias de la urbanidad, por esta razón a veces no resultan tan visibles. La pobreza muestra una vulnerabilidad que no es fácil de amparar, el rechazo es claro en un mundo uniformado por el consumismo y el bienestar.
A pesar de ello los modelos de esperanza que las personas construyen posibilitan el sueño y los sentidos de alegría. Sueños que se estructuran desde ritmos interiores y desde las pertenencias profundas: “La casa del sur de la cual migré, la huerta que quiero tener para abastecerme, el auto que deseo tener para poder vender verdura y para llevar a mis hijos a la playa”. La esperanza, asimismo, posibilita el surgimiento de conocimientos básicos, las sabidurías esenciales, sabidurías ancestrales que están silenciadas muchas veces por la memoria herida. Cuando ésta se desanuda se recuerdan los oficios enseñados por padres. madres o abuelos, oficios aprendidos mirando y observando. El arte de tejer, arreglar, coser, carpintería, soldadura.
La política pública y su relato se encuentra entremedio de estos ritmos cotidianos de pobreza. Debería derrumbar los modelos de desesperanza aprendida, puede hacer una lectura que auné y por sobre todo recoja, potencie la fortaleza de la memoria colectiva. El dato etnográfico que es el dato que proviene de la realidad misma es un camino importante para encontrarse con las percepciones que recogen quienes trabajan de cerca con la pobreza, como es el caso de los llamados Apoyos Familiares. Este dato no es un dato menor sino un dato cargado de sentido. Porque proviene de la pobreza cotidiana. Proviene de un lenguaje y un ritmo distinto que hay que juntar. Las políticas públicas de protección social deberían incluir la contención y también lugares de sosiego para los más pobres.
Palabras clave
Antropología. Relatos silenciados. Pobreza. Memoria herida.
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