Políticas laborales revisitadas.
Comentarios sobre el apoyo a trabajadores cuenta propia y microempresarios/as.
Liliana Bergesio.
CONICET/ICSyH-FHyCS-UNJu
Introducción.
El presente trabajo busca sintetizar algunas ideas y experiencias relacionadas con mi trabajo en la Provincia de Jujuy - Argentina, desde 1994 en relación al mercado laboral local desde distintos ámbitos: el Estado Provincial y Municipal, ONGs (una especializada en capacitación y otra en micro-crédito) y mi actual proyecto de investigación (desde 1999- CONICET) cuyo tema es: Trabajadores por cuenta propia del sector doméstico en San Salvador de Jujuy. Una respuesta a la crisis.
Heterogeneidad estructural y formas de organización del trabajo.
El estudio de las condiciones en que se desarrolla la reproducción de la fuerza de trabajo en los medios urbanos lleva necesariamente a abordar el tema de la heterogeneidad en la estructura económica urbana, en tanto ésta explica las principales características de funcionamiento del mercado de trabajo y las formas que asume la participación de la población en la actividad económica. La heterogeneidad de la estructura productiva es una consecuencia del estilo particular de desarrollo seguido por la mayoría de los países latinoamericanos la cual se manifiesta tanto entre las distintas ramas de la actividad económica como al interior de las mismas. Su expansión en el aparato productivo se da a través de la coexistencia de formas de organización típicamente capitalistas, intensivas en capital y de alta productividad, junto a unidades económicas de mediana y baja productividad, donde no existe una clara división entre los propietarios del capital y del trabajo, y donde la producción de bienes y/o servicios se organiza, en unos casos, combinando el trabajo asalariado con formas familiares de organización, y en otros, básicamente en torno a la fuerza de trabajo del grupo doméstico. Por otra parte, estas estructuras heterogéneas también provocan segmentaciones en la estructura de ingresos y en el mercado de trabajo, dificultando la elaboración de un modelo explicativo único.
Las diversas investigaciones realizadas sobre este tema, desde los primeros años de la década del 70 en América Latina, muestran la importancia creciente que adquieren las formas que no se organizan bajo una lógica formal, como la de la empresa típicamente capitalista, tanto desde el punto de vista de los espacios económicos que abarcan dentro del mercado de bienes y servicios, como desde la perspectiva del importante volumen de mano de obra que ocupan. La mayoría de estas investigaciones, aunque desde perspectivas teóricas y metodológicas diferentes, coinciden en que la explicación de la permanencia y reproducción de estas formas de organización alternativa, está en el aumento sostenido de un excedente estructural de mano de obra que no logra articularse a los sectores formales más dinámicos y a los servicios públicos del Estado, y busca otras formas de organización que les permita reproducir su fuerza de trabajo. Por otra parte, la persistencia y multiplicación de estas micro-unidades económicas se explica porque algunas ramas de la producción, el comercio y los servicios, no permitirían a las grandes o medianas empresas una tasa de ganancia que justifique su participación en determinados espacios del mercado de bienes y servicios (Casanovas Sainz-Escobar 1988:8).
El grado de control del espacio económico urbano por parte de los sectores empresariales es diferencial según el tipo de actividad económica. En unos casos, las empresas formales más dinámicas han limitado los mercados de las pequeñas empresas. En otros, y dependiendo de los procesos productivos de cada rama y del tipo de producto o servicio, las empresas grandes y medianas comparten los mercados con los pequeños productores, pero bajo relaciones de fuerte competencia. En este contexto existen también espacios económicos del mercado que son cubiertos casi exclusivamente por estas pequeñas unidades económicas. Este es, por ejemplo, el caso del comercio de algunos alimentos y productos industriales importados, de los servicios de reparación y mantenimiento, y la amplia gama de los servicios personales.
La subsistencia de estas actividades económicas en el mercado supone la adopción de un conjunto de acciones que incluyen, por ejemplo, el aumento de la intensidad y la prolongación de la jornada de trabajo. El desarrollo de estos mecanismos tiene como contraparte un constante deterioro de las condiciones sociales de producción en estos establecimientos, así como de la calidad de vida de los ocupados directos y sus familias. En torno a este aspecto, es importante destacar que las actividades por cuenta propia responden a una lógica o racionalidad económica esencialmente distinta a la de las empresas grandes y medianas.
En una investigación sobre los trabajadores por cuenta propia en Santiago de Chile, Alois Müller analiza este aspecto señalando que, en sentido estricto, en las unidades económicas de los trabajadores por cuenta propia no siguen una racionalidad capitalista ya que no se daría un proceso de acumulación sino más bien, en el mejor de los casos, una expansión de las actividades económicas, en contraposición a la racionalidad económica de la empresa capitalista, cuyo objetivo principal es la producción de ganancia. De esta manera, Müller diferencia "la racionalidad de subsistencia" de las actividades por cuenta propia, de la "racionalidad de la acumulación" en la empresa capitalista. (Müller 1980:35).
Estos argumentos fortalecen la idea de la necesidad de un replanteo de los criterios cuantitativos y cualitativos utilizados frecuentemente en el análisis de la heterogeneidad en la estructura productiva urbana, ante la evidencia de que el enfoque dicotómico formal-informal ha conducido a una excesiva simplificación de este fenómeno, donde en el interior de cada sector pueden encontrarse tipos de unidades, relaciones de producción y formas de organización del trabajo esencialmente diferentes. En consecuencia considero, al igual que otros autores para el caso de Bolivia, como un aspecto fundamental la incorporación de variables cualitativas en la "operacionalización" de los diferentes sectores que contribuya a explicar y reflejar de mejor modo la heterogeneidad de la estructura socio-económica urbana y, por otra parte, permita identificar formas más homogéneas de organización del trabajo (Casanovas y de Pabón 1988). De esta manera, tomando en cuenta el tipo de propiedad sobre los medios de producción, las relaciones laborales dominantes al interior de cada establecimiento, el tipo de participación de los dueños de los medios de producción en la producción y/o venta de bienes y servicios, y la existencia o no de trabajadores asalariados en el establecimiento, se identificaron los siguientes sectores laborales urbanos.
a) Sector Estatal.
Dada su naturaleza, las actividades del sector público (educación, salud pública, seguridad, administración del aparato estatal) no producen ni se proponen generar ganancias. A excepción de algunas empresas públicas y otras de economía mixta, la demanda de empleo en el sector estatal de la economía está regida por leyes y condiciones diferentes a las que prevalecen en el sector empresarial privado de la economía.
Para el caso de la Provincia de Jujuy los Empleados de la Administración Publica Provincial (A.P.P.) eran 38.824 lo que representaba, en febrero de 1992, el 15,11 % de la Población Económicamente Activa ([1]), de los cuales el 53,2% eran mujeres y 48,8% varones, según datos del Censo Integral de los Recursos Humanos llevado a cabo en esa fecha por la Dirección Provincial de Personal.
Desde la fecha de ese Censo a la de la elaboración de este trabajo las cifras han sufrido ciertas altas y bajas, ya que en un primer momento, el Plan de Convertibilidad y Ajuste implementado por el Gobierno Nacional, ha provocado, en distintos momentos, la no renovación de contratos y convenios laborales. Además, el estado se encuentra en un constante proceso de privatización de empresas y servicios. Así mismo los empleados del estado provincial contaban hasta hace relativamente poco tiempo con un sindicato fuerte, que debido a la crisis se debilita cada vez más a pesar de ir aumentando los conflictos laborales. Estos se pueden resumir en salarios con atrasos constantes, obras sociales y sistemas jubilatorios en crisis y el no aumento de sueldos. Todo esto muestra un panorama de crecimiento caótico del sector, caracterizado por las dificultades en el cumplimiento de compromisos salariales pero a su vez en escasez de resultados.
b) Sector Empresarial.
Este sector agrupa a las empresas cuya organización es típicamente capitalista. La división del trabajo, ampliamente desarrollada, se manifiesta en la mayor especialización de cada uno de los ocupados en determinadas tareas. Las empresas del sector contratan exclusivamente fuerza de trabajo asalariada y, por lo tanto, la división entre los propietarios del capital y los propietarios del trabajo es muy clara.
La demanda de trabajo está estrechamente vinculada a la productividad del trabajador, ya que, en principio, se emplea solamente a aquellos cuya productividad es superior al sueldo o salario que se les paga. En la actualidad, la flexibilización laboral, genera entre los trabajadores de estas empresas un alto nivel de competencia e inestabilidad.
Para fomentar el empleo en este sector el Estado Nacional, durante la década de los 90 ha promulgado leyes como la Nueva Ley de Empleo 24.013, sancionada y promulgada a fines de 1991, y la Ley de Promoción del Empleo 24.465 promulgada y sancionada en 1995. Estas leyes básicamente fomentan el empleo, por medio de contrato por tiempo determinado, de mano de obra desocupada, liberando al empleador de ciertas obligaciones reguladas por leyes anteriores como la de Contrato de Trabajo 20.744 (texto ordenado por Decreto Número 390/76). A su vez se beneficia al empleador con descuentos del 50 y hasta el 100% en aportes patronales por la contratación por medio de estas modalidades promovidas, en un intento, más que nada, de generar el ámbito para el "blanqueo" de personal que ya trabaja en la empresa. Estas leyes dejan explícitamente afuera a peones rurales y servicio doméstico. Además se lanzaron diferentes Programas de Empleo como El Programa de Empleo Privado y el Programa Nacional de Pasantías, entre otros, con el mismo objetivo.
c) Sector de servicios domésticos.
El servicio doméstico constituye una actividad muy especial dentro de los servicios. Todos los ocupados en este sector son asalariados, pero su relación laboral no es con una unidad económica sino con una familia.
Este sector es claramente una de las pocas alternativas ocupacionales que tiene la mujer migrante al llegar a la ciudad, de baja calificación y sin experiencia laboral previa. Puede afirmarse que este sector incorpora a los trabajadores con menor nivel educativo y las peores condiciones de trabajo e ingresos.
Según datos del censo de Población y Vivienda de 1991 el porcentaje de mujeres que trabajaban como empleadas doméstica era el 97,4 % del total. Otro dato que brinda esta fuente es que el 57,02 % del total de los trabajadores en servicio doméstico nunca asistieron o tienen el primario incompleto y el 37,3% tienen primario completo o no completaron el secundario.
d) Sector semiempresarial.
Este sector está constituido por pequeñas empresas cuyo comportamiento económico y organización no difiere sustancialmente de las unidades económicas que pertenecen al sector doméstico; sin embargo, el volumen de capital invertido y la escala de operaciones del establecimiento exige la contratación de mano de obra asalariada permanente.
A diferencia de las empresas capitalistas, el propietario, además de su dedicación a la organización y administración del establecimiento, participa directa y activamente en el proceso productivo. La división del trabajo, generalmente poco desarrollada, está en función del incremento en los medios de producción.
Dada la reducida escala de operaciones y las fuertes fluctuaciones de la demanda que afectan a estos establecimientos, los ocupados están sometidos a una elevada inestabilidad laboral. En algunas ramas de actividad, el promedio de ingresos de los trabajadores asalariados puede ser inclusive más bajo que el de los trabajadores por cuenta propia.
El reducido tamaño de las unidades económicas y la ausencia casi total de organizaciones sindicales que amparen a los trabajadores, el grado de cobertura de la legislación laboral y de la seguridad social es mínima.
Las Leyes 24.013 y 24.465 también son aplicables a este sector, además de la Ley 24.467 de Contratos de Trabajo para la Pequeña Empresa, sancionada y promulgada en 1995, que permite la contratación por cualquiera de las modalidades promovidas por la Ley 24.013 pero no requiere habilitación por convenio colectivo, ni registro, ni indemnización previstos en ésta. En la Ley 24.467 se considera Pequeña Empresa a las que cuenten con un plantel que no supere los cuarenta (40) trabajadores y tengan una facturación anual inferior a la cantidad que para cada actividad fija la Comisión Especial de Seguimiento (creada por el Art. 105 de la Ley 24.467).
Además en 1995 se han lanzado diferentes Programas Nacionales dirigidos a estas empresas como por ejemplo el Programa de Empleo Privado para la Pequeña y Mediana Empresa, dirigido a empresa de hasta cien (100) trabajadores. Estos intentos solo mantienen estas empresas en funcionamiento pero la capacidad de acumulación es muy baja y la posibilidad de créditos muy reducida o nula.
e) Sector doméstico.
La organización económica de los establecimientos que integran este sector está basada en la propiedad de los medios de producción y en el trabajo personal del productor directo.
Los miembros del grupo doméstico del trabajador por cuenta propia participan, aunque no necesariamente, en las actividades del establecimiento como trabajadores familiares no remunerados. Por lo tanto, la organización de la producción gira básicamente en torno a la fuerza de trabajo del grupo doméstico con alguna presencia de aprendices y/o trabajadores asalariados eventuales.
El tamaño mínimo de estos establecimientos y la escala de operaciones no da cabida al desarrollo de una mayor división del trabajo. El trabajo manual prevalece sobre la producción mecanizada. La tecnología incorporada en los procesos productivos es mínima, acorde con la sencillez de los procesos de trabajo. En muchos casos, los trabajadores del sector suelen utilizar bienes de consumo durable como bienes de capital, como es el caso de la utilización de la vivienda como espacio para la producción y las ventas, por ejemplo.
La relativa "facilidad de entrada" de nuevos ocupados a este sector hace posible una importante participación de la mujer, menores y ancianos en las actividades por cuenta propia.
Las modalidades de inserción en la estructura económica de la Provincia, en el transcurso de la vida laboral de las personas, y el análisis comparativo de las características demográficas y socioeconómicas de estos trabajadores respecto a los ocupados en otros sectores, permitió, en un trabajo anterior, probar la hipótesis de que las actividades por cuenta propia incorporan mano de obra con características diferentes a las que exhiben los ocupados en los sectores empresarial y estatal de la economía urbana, incorporando especialmente a aquellos que quedan marginados o excluidos como mujeres, jóvenes y ancianos, siendo además, y como producto de la actual situación económica local, una alternativa laboral en expansión (Bergesio e.p.).
Trabajadores cuenta propia del sector doméstico: características.
Este intento de reconceptualización de la heterogeneidad estructural a partir de la identificación de diferentes formas de organización del trabajo que se planteó, permite un acercamiento, de manera más precisa, a una caracterización de los/as trabajadores por cuenta propia del sector doméstico (TCPsD).
Ahora bien, si se considera solamente a los TCPsD éstos distan mucho de la homogeneidad que pretenden atribuirle algunos autores. Si existe algún rasgo común es el conjunto de carencias iniciales en relación al acceso a recursos productivos y al marco legal vigente para ellos; de ahí en adelante se abren una serie de disparidades que se expresan en importantes diferencias en la dotación de capital por ocupado/a, en el nivel de los ingresos, en la fortaleza de su inserción al mercado, en la organización interna del trabajo entre otras, que establecen situaciones distintas entre las principales ramas de actividad en las que se concentran: manufacturas, comercio y servicios personales, e incluso, al interior de éstas.
Por ello, puede afirmarse que, sobre esa base, no todas las unidades económicas de trabajadores cuenta propia del sector familiar tienen las mismas potencialidades de crecimiento en la provincia o el país.
Las características de los TCPsD del presente trabajo son las que siguen.
Un primer grupo se podría caracterizar como de bajos ingresos, baja calificación e inestabilidad. Se incluyen en el mismo varios sectores: obreros no calificados de la construcción, trabajadores relativamente calificados del comercio y servicios, algunos de los cuales son migrantes rurales los cuales se insertan en nichos de comercialización o servicios a clientelas de muy bajo poder adquisitivo, mujeres con el mismo origen, sujetas a frecuentes restricciones por sus responsabilidades domésticas, que se ubican en redes de subcontratación con muy poco poder de negociación. El capital cultural y social de estos grupos es escaso y limita su capacidad de movilidad hacia nichos mejores; sus estrategias son fundamentalmente de supervivencia.
Otro sector esta conformado por TCPsD que tienen un punto de partida potencialmente más favorable: origen urbano, estudios o aprendizaje más prolongado y menores condicionamientos domésticos en las mujeres. Estos llegan a ubicarse en nichos de comercialización o servicios con acceso a la clase media, es decir con un mediano poder adquisitivo, o en oficios calificados en lugares relativamente privilegiados dentro de redes de subcontratación. La estrategia de este último grupo es de defensa de ingresos medios, frente al deterioro del nivel de vida. Los hombres tratan de obtener ingresos de bolsillo superiores a los que como asalariados, las mujeres intentan reforzar el ingreso familiar.
Como vemos, incluso al interior de estos dos posibles grupos dentro de los TCPsD existe una profusa heterogeneidad, marcada por sexo, edad, nivel de instrucción formal y no formal, antigüedad y rama de actividad, entre otros.
Por lo tanto, el trabajo por cuenta propia evoca una multiplicidad de actividades muy diferentes: lo son tanto los profesionales independientes como algunos pequeños comerciantes y vendedores ambulantes. El carácter multifacético de todas las actividades desarrolladas por cuentapropistas hace que sea difícil presentar una explicación sobre su naturaleza. Por ello en este trabajo nos concentramos en un subgrupo dentro de los cuentapropia, que son los del sector doméstico, considerando que las características que exhiben estos trabajadores muestran que los ocupados en el mismo constituyen un estrato diferenciado de la fuerza de trabajo urbana.
Tomando en cuenta esto en el presente trabajo los cuenta propia del sector doméstico (TCPsD) serán definidos como aquellos trabajadores que desempeñan una actividad económica en forma independiente basada en su trabajo personal y el de su grupo doméstico, sin tener personal permanente en relación de dependencia, siendo los propietarios de los medios de producción.
Justificación de una política de apoyo al sector doméstico.
En relación con la justificación de una política de apoyo al sector doméstico, hay básicamente dos fundamentos mayores que se relacionan con la necesidad de crear empleo y de combatir la pobreza. Es clara la importancia de los TCPsD en términos de absorción de empleo en el actual contexto. Por ejemplo, en la ciudad de San Salvador de Jujuy, si se comparan los trabajadores por cuenta propia de los dos últimos censos encontramos que éstos han crecido el 47,5 % y los trabajadores familiares sin remuneración fija el 59,5% .
Estos datos muestran la importancia creciente del sector doméstico en la conformación de la estructura económica local. Las unidades económicas que lo componen, ocupan a una fracción importante de la población económicamente activa y comparten importantes espacios del mercado con los otros sectores de la economía. Esto último se debe al hecho de que cumplen un rol complementario a la producción capitalista, tanto porque ofertan bienes y servicios no cubiertos por ésta, como por su aporte en la circulación de mercancías de origen empresarial.
Su contribución mayor, sin embargo, se da en el ámbito de la reproducción de una fracción importante de la fuerza de trabajo: por una parte, a través de los ingresos que generan a sus ocupados; por otra, a través del destino de su producción y su rol en la circulación de mercancías, que satisface la demanda de los trabajadores asalariados bajo modalidades que no siempre están presentes en las unidades económicas del sector moderno.
La expansión de los TCPsD se explica en parte, como se ha señalado, porque el segmento moderno del mercado reaccionó de un modo semejante al de los países desarrollados, pero sólo en cuanto a la forma del ajuste; en cambio, en lo que respecta a la protección de los afectados por el proceso de ajuste, lejos de acceder a los subsidios sociales generalizados en los países desarrollados, debieron afrontar solos su subsistencia. Una parte importante de los desocupados se vio compelida así a buscar refugio en el cuentapropismo, engrosando sus ya abultadas filas e induciendo de este modo una reducción adicional de sus escasos ingresos medios.
No solo es le sector importante en relación con el empleo sino que además presenta alta concentración de pobres urbanos (aunque no exclusivamente ya que los ingresos son similares a los asalariados pero hay concentración de grupos vulnerables, hay mayor concentración de mujeres jefas de hogar, jóvenes y tercera edad).
Tokman (1999:81), en referencia al sector informal[2] en general, cita dos razones favorables para el desarrollo de políticas de apoyo al mismo, que no son menores y que constituyen novedades en ésta época. El primero es político, porque hay acuerdo creciente sobre la necesidad de actuar en este campo. Esto que parece obvio en la actualidad, no lo era diez o quince años atrás cuando se esperaba que los informales desaparecieran por su incorporación en los sectores modernos y, por lo tanto, eran una preocupación temporal que no ameritaba políticas de Estado para hacerle frente. Como señala Díaz "...no se trata de resistir la travesía del desierto, se trata de adaptarse a un nuevo hábitat"[3]. Es claro que los TCPsD crecen, no sólo de manera coyuntural sino que se ha transformado en permanente. Por lo tanto, es necesario hacer algo y ello es materia de decisión política de los gobiernos y de la sociedad en su conjunto.
El segundo punto que señala Tokman es que las políticas de promoción del sector son, además, económicamente factibles aun en épocas de restricciones económicas. Son inversiones, por lo general, de menor cuantía que las que se requieren en otros sectores. Son rentables, como se verifica en muy diversos programas y, por lo tanto, hay disponibilidad incluso de fondos internacionales para apoyar el desarrollo de políticas de apoyo. En resumen, el apoyo al sector doméstico es justificable por motivos de empleo y pobreza. Es además viable, tanto desde el punto de vista político como desde el económico.
Empezar por el principio.
Existen algunos parámetros que ofrecen la base para un diálogo sobre el tema. Se requiere seguir investigando sobre aspectos teóricos para continuar discutiendo sobre las definiciones y, en particular, hay necesidad de medir mejor el sector doméstico.
Ya que la heterogeneidad de las actividades de los TCPsD, la diversidad de sus modalidades y sus lugares de ejercicio son tales que no son reconocibles por sistemas estadísticos creados para captar una forma precisa y determinada de actividad económica. Estas características de los TCPsD han hecho que, hasta el presente, la globalidad de las estimaciones referidas al mismo se hayan realizado a través de un enfoque macroeconómico e indirectos de comparaciones entre las distintas fuentes de datos. Esta búsqueda de exhaustividad fue útil, pero poco satisfactoria en la medida en que se alcanza en detrimento de la precisión y de la confiabilidad. Comparar la población activa en los censos de población (o en las encuestas de hogares) con el empleo registrado, o comparar el Producto Bruto Interno con los resultados contables de las empresas registradas, son estimaciones a través de la técnica del saldo que han permitido una toma de conciencia de la importancia del papel del sector y de la insuficiencia de nuestros instrumentos de medición para el mismo, pero que no permiten profundizar en el conocimiento de sus características y posibilidades futuras.
Una alternativa sería, como propone Charmes, identificarlas en censos y encuestas a establecimientos y hogares (donde muchos hogares funcionan como establecimientos) y medirlas mediante entrevistas directas, porque, como ya se señaló, este sector se define por la combinación de distintas variables de carácter cuantitativo y cualitativos.
Posibles líneas de acción.
Es bueno recordar, a la hora de plantear posibles líneas de acción, que no hay soluciones simples ni efectos automáticos, se necesita de una serie de políticas y sus efectos toman tiempo. El problema se estructural y completo pero, igualmente, intentare sintetizar algunas ideas en esta dirección.
Otra aclaración es que considero un error suponer que las políticas de apoyo a TCP y microempresarios/as pueden ser sustitutos de políticas económicas generales en materia de empleo y eficientes en la lucha contra el desempleo. Un desocupado/a necesita respuesta inmediata, no de mediano o largo plazo y en la medida en que el crecimiento económico sea insuficiente, es difícil esperar que el problema del empleo pase exclusivamente por la solución de los problemas que afectan a los/as microempresarios/as y/o TCP. Se requiere también solucionar los problemas de generación de empleo en los sectores modernos, ya que ambas vías son necesarias, ya que no todos encontrarán empleo en los sectores modernos. Habrá coexistencia y complementariedad de sectores y existirán interrelaciones positivas, en el sentido de que, cuanta menos gente quede fuera de los empleos modernos, mayores serán las posibilidades para la gente ocupada en microemprendimientos de aumentar su rentabilidad y por otro lado, cuanto más rápido crezca la economía, mayor será la expansión de los mercados para las empresas, tanto grandes como micro y pequeñas.
Existen dos instrumentos que aparecen como emergentes (y hasta milagrosos si se me permite) a la hora de pensar en políticas de apoyo al sector: la desregulación y el crédito.
A partir de la interpretación de que las actividades son el resultado de un sistema regulatorio inadecuado, la corrección del mismo debería inducir de manera automática al desarrollo del sector. Ello supone que no hay factores restrictivos, o si los hay, dejan de serlo al adecuarse al marco regulatorio.
Con respecto al crédito la interpretación frecuente atribuye la incapacidad de desarrollo de las microempresas a la falta de acceso a los mercados de capitales y, por lo tanto, propone que establecer programas de crédito solucionaría todos los demás factores que suelen acompañar al acceso restringido. Este pensamiento es común entre políticos, técnicos y grandes o medianos empresarios devenidos a micro, pero los TCP y micros lo ven como una oportunidad que si viene acompañada de trámites engorrosos o poner en riesgo la propiedad familiar, no vale la pena y genera sus propias respuestas más acordes a sus necesidades y basándose en redes sociales como los "pasa manos".
Estos instrumentos son importantes, pero sus efectos no son automáticos ni son los únicos que se deberían explotar.
Aprender de la experiencia.
Existe ya una experiencia acumulada importante en el manejo de programas. Mencionaré algunas de ellas.
1 - Tokman señala, para América Latina, que los programas de apoyo al sector están demostrando que son, en general exitosos y rentables. Mediante el apoyo con programas de crédito y de capacitación se registran aumentos de los ingresos. En menor medida y en mayor plazo se registran también aumentos del empleo. Ello se explica porque al tratarse de unidades pequeñas, por lo general de carácter familiar o donde el empresario concentra demasiadas actividades, su capacidad de pasar del manejo absoluto de la unidad productiva a establecer una relación laboral requiere una expansión sostenida de la demanda para que se asuma el riesgo de contratar trabajadores asalariados.
2 - No todas las actividades cuenta propia y/o microempresariales pueden ser apoyadas productivamente. Cuando nos referimos al 56% que está ocupado en este tipo de actividades y proponemos políticas para apoyarlos, se corre el riesgo de creer que se va a apoyar a la totalidad, y ello es imposible. Las políticas que se están aplicando sólo afectan a un grupo de personas que trabajan en estas actividades. La cantidad depende del tipo de programa: cuanto más requerimientos se introduzcan menores serán los alcances de los mismos. Así las políticas son más específicas y con menor alcance, aunque es proceso aclarar que esto no es malo en sí, lo que sí es un error es generar expectativas injustificadas al respecto. Por ello es importante resaltar que si se va a focalizar, hay que explicitarlo desde el comienzo y determinar cuántos serán los beneficiarios potenciales para poder evaluar correctamente los resultados. Un aspecto a desarrollar en este sentido es el buscar complementariedad entre programas y no superposición que es lo que hoy sucede en muchos casos; por ejemplo el lanzar líneas de créditos similares para iguales sectores pero de distintos organismos: ONGs, Estado Provincial y/o Estado Municipal.
Otro tema relacionado con esto es que el éxito alcanzado por muchos programas se refiere a experiencias piloto, habiendo resultado muy difícil su masificación. La mayoría de los programas han sido exitosos pero no pasan de unos miles de beneficiarios. Existe entonces un problema de diseño en muchos casos; y en otros, una excesiva confianza en el alcance de los instrumentos diseñados, ya que, a priori, se espera que sean de alcance masivo.
3 - Existen ciertas características de las unidades productivas que se asocian con el éxito de los programas.
a) Apoyarlas en lo que saben hacer. Existe la tentación de que los programas logren cambiar a la gente y ello constituye una tarea difícil. El beneficiario debe mejorar en lo que está haciendo, pero además dar un salto y cambiar la forma de producir.
b) Dirigirse a sectores donde las economías de escala no son importantes. La expansión de los mercados donde existen economías de escala siempre benefician a los más grandes y, por lo tanto, la expansión de los pequeños negocios enfrentan serias limitaciones.
c) Apoyar a los que no tienen problemas de insumos, pues si requieren materias primas que no están fácilmente disponibles se dificulta también el éxito del progreso.
4 - Cuanto más cerca están los beneficiarios de los programas mejores son los efectos, ya que se sienten más involucrados con el mismo.
A modo de conclusión.
En el presente trabajo se intentó demostrar dos cosas. Por un lado, plantear la heterogeneidad de formas de organización del trabajo en el ámbito urbano, tomando como punto de análisis la ciudad de San Salvador de Jujuy, y por el otro, mostrar que en el interior de estos sectores también hay heterogeneidad, concentrando la atención, en este punto, en el sector que ha presentado un mayor crecimiento comparativo en las últimas décadas.
El desafío es dirigir un tipo de mirada al trabajo por cuenta propia del sector doméstico que implique una aproximación metodológica compleja. Por una parte, se debería establecer las dimensiones y características del cuentapropismo, por otra, explorar cómo se da en la vida concreta de esos trabajadores la interacción de sus rasgos característicos. Este último propósito implica avanzar más allá del descubrimiento de una relación estática entre variables en un momento del tiempo, avance que servirá para proveer elementos a fin de plantear políticas enraizadas en la experiencia de los/as trabajadores.
El tratamiento teórico y empírico de este sector en nuestro medio ha privilegiado los aspectos legales, sociales y económicos de esta problemática. Son escasos los enfoques que tomen en consideración la dimensión cultural de la misma, vale decir, que incorpore en su análisis las motivaciones, valores y actitudes que orientan las prácticas sociales y económicas de estos/as trabajadores. Considero que esta deuda, es una de las causas del fracaso de muchas políticas que pretenden convertir, capacitación y crédito mediante (a veces) a todo desocupado/a en cuenta propia. Hay que revisar esa creencia, porque a todas luces, esta mostrando su falacia.
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[1] - Aclaramos que en estos datos no están incluidas las Municipalidades dado que aunque fueron invitadas a participar del Censo en el marco de la Ley 4575/91, no lo hicieron en su gran mayoría.
[2] En el presente trabajo no se utiliza la categoría Sector informal por permanecer esta ligada a la idea de ilegalidad de algunas de las actividades comprendidas en el mismo (prostitución y narcotráfico). Las microempresas y los TCPsD son grupos más específicos e identificables, que posibilitan la implementación de políticas focalizadas.
[3] CANITROT et.al. 1995:75.
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