LA SUSTENTABILIDAD ESTÁ EN LA GENTE[1]
MARIO RABEY[2] y OMAR JEREZ[3]
CONICET/UNJu
Las ciudades de la provincia de Jujuy se expanden y construyen a gran velocidad. Al mismo tiempo, y potenciando los conflictos generados por ese crecimiento acelerado, se caracterizan por no tener planes de urbanización ni políticas urbanas definidas. Ambos rasgos han sido analizados en varias ciudades: San Salvador de Jujuy (García Moritán 1997), San Pedro (Jerez 1993) y Perico (Mealla 1995).
En otros trabajos nos habíamos preguntado si las ciudades se expanden en función de una política elaborada por los organismos con jurisdicción urbana o si son los habitantes de los barrios populares quienes marcan muchos tiempos y espacios de su crecimiento. En San Pedro pudimos constatar que, ante la falta de políticas públicas de urbanización, los actores sociales despliegan una serie de mecanismos basados en el conocimiento popular, que tienen al menos tres pasos muy bien definidos: (a) la ocupación de la tierra -puede ser pública o privada-; (b) la negociación posterior con los propietarios -con la necesaria intervención de los actores políticos quienes ofician de articuladores y negociadores entre la gente y el propietario-; y (c) la búsqueda de la legitimación social, ser reconocidos como barrio (Jerez 1995; Jerez y Rabey ep). Los mismos pasos fueron descriptos por García Moritán (1997) en San Salvador. En cambio, para el caso descripto por Mealla (1995) en Perico, la negociación posterior a la ocupación de la tierra fue realizada directamente entre la organización de los ocupantes y los propietarios de la tierra ocupada.
Hoy, ante los resultados obtenidos en distintos ámbitos urbanos en las provincias de Jujuy y Salta, nos planteamos ¿es posible pensar la construcción de la ciudad como una totalidad, donde se involucre a todos los actores sociales?. Al mismo tiempo que intentamos responder a esta pregunta formulada arriba, en este trabajo se presentará una metodología para analizar si es posible una ciudad más eficiente, social y culturalmente sustentable (Arizpe 1989). La propuesta tiene como eje central conocer los distintos factores que posibilitan y/o inhiben una propuesta de ciudad co-producida en espacios sociales concretos. En este sentido, la mirada etnográfica sobre los procesos de urbanización deberá ser enfocada hacia todos los actores involucrados dentro de cada caso local, poniendo énfasis en los procesos de interacción entre los actores y sus respectivas organizaciones.
Nuestra unidad de estudio es la ciudad de San Pedro, ubicada en el corazón de la producción agrícola e industrial de la provincia de Jujuy, en el Valle de San Francisco. Pero nuestras reflexiones se basan también sobre la experiencia en investigaciones e intervenciones en diversas ciudades de Jujuy y Salta y de la frontera -el complejo urbano Aguas Blancas/Bermejo (Rabey 1994)- entre Argentina y Bolivia.
En este contexto, sostenemos que es factible una ciudad más sustentable si se identifica a los actores sociales que intervienen en su producción, construyendo información acerca de sus perspectivas sobre la ciudad y su desarrollo. De esta manera se detectarán las categorías y modelos con que los integrantes de distintos ámbitos sociales (actores empresariales, actores del Estado, actores y organizaciones populares) piensan acerca de sí mismos y del ambiente, como contexto natural y sociocultural. Lo que se propone es detectar y presentar etnográficamente -a partir de la determinación de elementos, comunes o no, en la visión de ciudad que tienen cada uno de los actores involucrados- los intereses, potencialidades y conflictos culturales con los cuales se enfrentan los procesos de modernización y transformación de la ciudad.
Urbanización de la antropología: una propuesta metodológica.
Si a los precursores de la disciplina, a fines del siglo pasado y a principios de este siglo, les hubieran preguntado si era posible una antropología de o en la ciudad, pocos hubieran pensado la posibilidad de la exotización antropológica sobre ámbitos urbanos. Desde esos tiempos a la fecha, nuestro campo de estudio parece haber estado en permanente evolución. Los primeros nombres de los otros que han caracterizado el campo de la antropología fueron las sociedades salvajes y los primitivos. Luego, nuestra mirada se concentró en los ámbitos rurales, bautizando a los nuevos otros con el nombre de sociedades campesinas. Finalmente, a partir de la década del 60, algunos antropólogos comenzaron a hablar de antropología urbana, abocada al estudio de minorías urbanas o minorías étnicas en la ciudad. En América Latina, la producción antropológica sobre la ciudad, a partir de la década del 70, enfatizó en los migrantes rurales y en los asentamientos de pobres urbanos, siendo este último un tema compartido con parte de la producción norteamericana reciente.
De esta manera, podemos afirmar que la antropología como ciencia analizante de la ciudad es relativamente reciente (Hannerz 1980). En Argentina, como ya lo señaláramos en otros trabajos, este análisis se centró excesivamente en las grandes metrópolis (Jerez 1993, 1995), con la notable excepción de la producción de Bartolomé (1985) sobre Posadas. Sin embargo esto es algo que en los últimos años está siendo revertido a partir de la producción en ámbitos regionales de Argentina, tal es el caso de Jujuy (García Moritán y Echenique 1990; Rabey et al 1992; Ferreiro et al 1992; García Moritan y Mealla 1994; Jerez 1995, 1993; Mealla 1995; Rabey y Jerez ep); Mendoza (Rodriguez 1997); Salta (Alvarez 1990; Aguilar et al 1993; Pantaleón 1995) y San Juan (Grupo Taller Antropológico 1997).
Estos trabajos son de gran importancia en la construcción del conocimiento científico social sobre las ciudades. Primero, porque descentralizan el debate que tenía como unidad central de análisis a las grandes metrópolis, llevándolo hacia ciudades intermedias y nucleamientos urbanos de menores dimensiones. En este sentido, y en segundo lugar, introduce una variable de análisis, al revisar las siginificaciones que adquieren los conceptos de rural y urbano, en ciudades donde ambos están íntimamente imbricados. Por el contrario en las grandes ciudades, como es el caso de Buenos Aires, el campo y la ciudad así como sus interfaces -materiales y simbólicas- presentan definiciones más precisas. Esos trabajos sobre ciudades regionales discuten y ponen un mayor énfasis en territorios que antes no habían sido transitados por la mirada etnográfica, mostrando las relaciones campo-ciudad, culturas étnicas - cultura empresarial, cultura rural - cultura urbana, saberes populares-saberes institucionales, etc. Así, la mirada sobre las ciudades adquiere otro sentido. La ciudad es un producto social complejo por excelencia, un espacio donde se articulan e intersectan diversas culturas, la antropología estudia la particularidad sociocultural: las particularidades, pues son plurales (Rabey 1997).
Para afrontar la producción de los datos sobre las cuestiones planteadas en el punto anterior, es necesario basarse en un marco metodológico alternativo, incorporando técnicas como la investigación-acción y la participación de los actores locales y regionales (Boulding, 1989). Una técnica que nos resulta muy apropiada es la redacción e interpretación de actas de reunión. Especialmente si tenemos en cuenta que el antropólogo cumple el papel de articulador sobre cosas dichas. Esas cosas dichas además de decirse deben estar escritas, legitimadas en el texto. En el acta confluyen los saberes de múltiples actores: el antropólogo, el municipio, los tecnólogos, los políticos, todos los actores que participan. Actualmente esta técnica está siendo ajustada en actividades de desarrollo sustentable urbano en la ciudad de Bermejo, Bolivia, ejecutadas por Mario Rabey (CEPA 1997), en la frontera argentino-boliviana.
Este marco metodológico alternativo se inserta en el complejo metodológico usual en antropología sociocultural, basado en la aplicación de técnicas cualitativas de investición. Entre ellas, observación participante, aprendizaje de los códigos comunicacionales locales, entrevistas abiertas y en profundidad, entrevistas y reuniones grupales, análisis de documentos personales e institucionales, registro audiovisual (fotografía, audiograbación y video), relatos de vida.
Para la producción de los datos etnográficos primarios, se aplica el enfoque metodólogico inscripto en la tradición fenomenológica (Taylor y Bogdan 1984), entendida como la búsqueda de la comprensión de los fenómenos sociales desde la propia perspectiva de los actores (Douglas 1970, Giddens 1987). Dentro de esta tradición, se aplica especialmente la posición hermenéutica (Gadamer, 1960, Ricoeur 1977), que ha sido eficazmente implementada en la antropología cultural por Geertz (1973) y sus continuadores. En la Argentina, la han aplicado antropólogos como Cordeu (1979), quien propuso tomar en cuenta la contextualidad de los mensajes para evidenciar sus procesos intencionales, sobre los cuales Blaser (1993) ha señalado la influencia que aquéllos reciben de la presencia del investigador. Rabey y Kalinsky (1991) pusieron el énfasis en los aspectos intersubjetivos de la investigación que asocian a los etnógrafos y sus informantes en la producción de etnografías. Como señala Taborsky (1989), los discursos devienen cognoscibles en un campo estructurado intersubjetivamente, en el cual se funden los horizontes de significado del investigador y de los actores (Gadamer 1960) para dar lugar a la interpretación, contenida en nuestro caso en el texto etnográfico.
Antropología y sustentabilidad urbana
Los habitantes de los barrios populares de la ciudad de San Pedro de Jujuy, como los habitantes de las periferias de muchas otras ciudades de la región, se encuentran en una situación conflictiva y paradojal. Por un lado, habitan en sistemas socioambientales básicamente construidos por ellos mismos. Por otro lado, la inadecuada provisión de servicios públicos básicos y el carácter desarticulado y poco innovativo de las políticas sociales en estos sistemas, hace cada vez más dificil poder sostener a sus poblaciones humanas. A ello se suma la falta de conocimiento sobre las tomas de decisión en las instituciones de distinto orden, tanto municipal, como provincial o nacional. Todo ello, a su vez, hace cada vez más dificil la aplicación de propuestas urbanas modernizadoras.
Para completar y complicar la paradoja, los habitantes de los ámbitos populares urbanos se encuentran en una situación donde el conflicto ambiental dominante los ubica en la cima de la discusión; todos hablan de ellos, aunque nadie hace nada para afrontar la situación. Ello ocurre no sólo en el terreno discursivo: ahí viven los negros de mierda¨", "todos son borrachos y vagos", "es mala gente", "los habitantes de los sectores populares no pagan sus impuestos por lo tanto no les podemos hacer ninguna obra pública. También en lo fáctico: el Estado está ausente en estos barrios, prácticamente abandonados por la acción de los organismos públicos.
Desde nuestra perspectiva, el problema de la producción y sustentabilidad de la ciudad está relacionado, no tanto con el mal uso o la ocupación indebida de los sistemas socioambientales por parte de la gente pobre, sino más bien con la falta de una adecuada concertación de intereses por parte de todos los sectores involucrados (Rabey 1994). Esto parecería estar indicando la ausencia de la construcción de conocimiento/s acerca de qué ciudad es la que quieren los propios sujetos sociales. Es decir, al revés que en la metafora postmoderna de Lyotard (1989), según la cual ¨"todo el mundo tiene una historia digna de ser escuchada", tanto en la producción de la ciudad como en su teoría, casi nadie escucha a nadie.
Entonces estamos preguntando, en primer lugar, cómo la mirada etnográfica sobre y en la ciudad puede intentar dar algún tipo de respuestas acerca de la diverdad de sus componentes. En segundo lugar, y continuando la primer pregunta: nos preguntamos para qué sirve el conocimiento producido por el antropólogo acerca de la ciudad. En este caso, estamos hablando de la ausencia de equidad y diversidad, dos rasgos centrales de la sustentabilidad cultural (Arispe1989; Rabey 1997), pues los antropólogos incursionamos e intentamos conocer qué es lo que sucede en los intersticios de las culturas y más aún cuando éstas se entrecruzan y se ponen en contacto, es decir cuando se ponen en juego los procesos de producción de la cultura.
En la propuesta de ciudad sustentable y co-producida, la noción de equidad adquiere gran significación. La equidad como componente de la sustentabilidad no es un problema de la distribución de recursos existentes, sino más bien de la participación de los distintos actores sociales que interactúan en un entramado cultural urbano. Así, la participación equitativa implica que los distintos actores sociales reconozcan y se reconozcan a sí mismos el papel que ya tienen; y que este papel se formalice en el desarrollo de la ciudad. Dicha formalización debe darse tanto en los procesos como en el pensamiento de las políticas de desarrollo. En definitiva, lo que se propone es asignar a cada uno de los actores sociales el papel que ya tienen en los procesos de urbanización: que se los legitime como agentes coproductores de la ciudad.
Por otro lado, la diversidad está referida al reconocimiento de las distintas vertientes culturales que se instalan en los territorios y en las ciudades. Por eso decimos que una producción urbana que contenga la diversidad cultural es un problema ético, pero fundamentalmente es problema de viabilidad, y de factibilidad.
El núcleo de lo no sustentable no es lo que hacen los sectores populares: habitar o comerciar en las periferias de las ciudades, en las margenes de los ríos, en los instersticios intraurbanos. La no sustentabilidad reside en la falta de incorporación de semejantes prácticas en el diseño formal de la ciudad, en la planificación urbana: la falta de articulación de las prácticas y conocimientos de los distintos actores sociales, desde lo macro a lo micro. El nivel macro, instalado especialmente en los organismos de decisión y planificación estatal, no les atribuye significación a las distintas soluciones parciales que se van dando en el nivel micro, en las culturas locales.
Sin embargo, no tendría sentido hablar de la insustentabilidad de lo parcial. Por definición lo parcial siempre es insustentable, solamente es sustentable la actuación desde una perspectiva global, aún cuando se actúe desde una localidad (Gallopin 1991). Esto no es responsabilidad del agente local: es el agente globalizador, el político, el planificador, el que tiene el poder legitimador, y el que es percibido como el legitimador por los demás.
Si las propuestas no las hacen los agentes estatales, muy poco puede hacer el sector empresarial -por lo menos el empresario individual-, y mucho menos el sector popular. Por eso, deben ser las asociaciones empresariales y profesionales, los gremios, las asociaciones de barrios, el Estado, las universidades, las que se ocupen de la macro-escala. Sin embargo, todas estas situaciones generan crisis, que deben ser superadas en distintas situaciones locales. Precisamente proyectos sobre zonas de disfunciones permiten ver qué ejemplos de intervención local son utilizables como prototipos, como modelos para gener estrategias más regionales y urbanas.
Para eso es particularmente útil la perspectiva de la antropología, que se especializa en el conocimiento de y la actuación sobre los sistemas socioculturales locales. El antropólogo de la urbanización busca estrategias conectivas, articuladoras, estrategias para interpretar las situaciones de encrucijada cultural, como las llama Rosaldo (1989). Cuando el investigador desarrolla una respuesta para un ámbito local, que es una encrucijada de fuerzas, de acciones, de perspectivas culturales muy distintas, se está generando un posible modelo para aplicar a escalas mucho mayores. Esta es una práctica netamente antropológica.
Estas reflexiones permiten configurar una idea general de sustentabilidad, en relación con el rol del antropólogo. La antropología de la sustentabilidad no se constituye como una antropología teórica acerca de los sistemas mundiales o las regiones sustentables. Es un conjunto de prácticas, en ámbitos locales donde se manifiestan fuertes y densos entrecruzamientos de culturas, donde la actuación del antropólogo, actuando conjuntamente con otros profesionales y con los diversos agentes sociales, puede generar modelos, que sí son aplicables a escalas mucho mayores.
Por ejemplo, cuando encaramos recientemente una intervención en la feria del cruce de Pichanal, conseguimos que se encuentren agentes sociales muy diversos: los vendedores de ropa, los vendedores de comida, el Municipio, Vialidad Nacional, los habitantes del barrio Chiriguano Villa Rallé. Esa intervención también se encuentra con la infraestructura física y con el sistema natural: el sistema hídrico al cual se vuelcan los desechos y el suelo sobre el cual se vuelca el agua usada para el lavado corporal, de enseres y de alimentos. En la macroescala aparecen el gobierno provincial y sus autoridades de salud, el Ministerio de Salud de la Nación, un organismo supranacional (Unión Europea) y sus programas de financiamiento, una ONG europea (Fundación Catalana de Gas) con base en una gran empresa y una ONG plurinacional (FLACAM, Foro Latinoamericano de Ciencias Ambientales). La acción de las dos ONGs -con el financiamiento de la Unión Europea-, a través de una intervención antropológica puntual, generó rápidamente un espacio de consenso entre los agentes de la macroescala, que hasta la fecha ha obstaculizado la implementación de una solución para el saneamiento del conjunto feria-barrio.
Si superamos estas dificultados, si encontramos la posibilidad de actuar en esas interfases, que se expresan localmente, sí se logrará una solución reconocida como válida para el conjunto de agentes sociales. Una solución apropiada para el conjunto de culturas que se encuentran en esa encrucijada y para su ambiente físico y natural. Entonces, habremos descubierto un modelo aplicable a situaciones similares que están en toda la región: muchas ferias de esas características en Bermejo, en Yacuiba, en Perico, en Colonia Santa Rosa, en Fraile Pintado y otras ciudades. Semejante modelo probablemente encuentre aplicabilidad en situaciones semejantes de otras regiones del mundo.
Reflexiones finales
Esta línea de trabajo permite seguir avanzando en un problema central de la antropología: cómo distintos actores construyen distintos tipos de conocimiento (Crick 1982). En esa dinámica dejan de ser actores estructurados por la escena social, para convertirse en agentes transformadores de la estructura. Este avance permitirá completar una tarea que a su vez nutre muy bien esta perspectiva de la actuación del antropólogo en el terreno de la sustentabilidad. Propuestas de estas características exploran las posibilidades de convergencia y aplicación que tienen los conocimientos que construyen distintos actores sociales en la producción de las ciudades en el NOA. De hecho esos conocimientos se entrecruzan culturalmente y generan el conocimiento acerca de y para la producción de la ciudad. Se trata de un conocimiento que no está legitimado desde las visiones urbanas y urbanísticas más oficiales, tanto la visión estatal, como ya sea las visiones de las propias cámaras empresariales o los grandes sectores empresariales, aun cuando eso implique deslegitimar su propia producción cognoscitiva o su propia participación en la construcción de conocimiento co-producido.
Mientras los actores generan conocimiento, esos conocimientos se entrecruzan de distintas maneras, generan un conocimiento práctico, visible y estudiable a través de su resultado: el crecimiento de las ciudades. Además, en base a trabajos anteriores (Jerez 1995; Jerez y Rabey e/p; Rabey et al 1992, Rabey 1994, 1997), podemos decir que el conocimiento en los barrios no es un conocimiento homogéneo, aunque hacia afuera se muestre como un conocimiento sólido y compacto.
De la producción de aquellos trabajos ha emergido también, la presencia de otros conocimientos. Resulta que los sectores populares que construyen un conocimiento y construyen la ciudad, no construyen la ciudad solos. Así los empresarios, como es el caso del Ingenio La Esperanza en San Pedro, también van adoptando decisiones en base a un conocimiento que construye el propio sector empresarial, que tampoco es homogéneo. El Estado también lo construye. Los partidos políticos y sus actores también construyen conocimiento. La actuación de los políticos en la arena sociocultural de los barrios es un buen ejemplo de heterogeneidad cognoscitiva: cada cacique, cada dirigente, cada puntero, tiene su construcción de conocimiento. Y cuando se encuentra con el conocimiento popular en acción, se encuentra que no actúa solo. Allí hay entonces zonas de altas turbulencias (Robirosa 1995), donde distintos actores sociales se encuentran y muchas veces confrontan, pero que sin embargo están articulados en la construcción de un conocimiento que no está dicho ni escrito por nadie, que no está reconocido por nadie como tal y entonces no es usado como recurso para el desarrollo urbano sustentable. Dicho de esta manera, nosotros que creíamos que solamente el conocimiento de sectores populares de clases bajas estaba deslegitimado y no reconocido, nos encontramos con que tampoco está siendo reconocido el conocimiento que construyen los actores sociales de élite.
Esta cuestión ha sido descuidado por los estudios sociales, que siempre han centrado su mirada hacia las capas más bajas y desprotejidas socialemente, y no hacia los sectores más altos. Al no estudiarlos, terminamos aliados inconcientemente con las prácticas de las élites que no le reconocen a su propio conocimiento una operatividad social y urbana, al no ponerlo ni exponerlo en una posición cognoscitiva explícita.
Empezamos a percibir una situación en que, a diferencia de lo que decía Lyotard (1979) de que vale tanto el conocimiento de los más débiles como el de los más poderosos, en realidad lo que esta sucediendo es que se ha desvalorizado completamente los conocimientos construidos por cada uno de los actores sociales por su cuenta, al establecerlos como conocimientos fragmentarios. Así, se los ha desvalorizado y no hay ningún conocimiento que los reemplace, al haberse declarado la perdida de legitimidad de los grandes discursos hegemónicos. En realidad, en la post-modernidad se ha estado dejando vacío el espacio del conocimiento. Atrás de la metáfora de Feyerabend (1986) que dice que se ha llenado el espacio de conocimiento con la diversidad y la multiplicidad de conocimiento y el todo vale, hay otra metáfora más profunda: nada vale. No es que todo puede suceder, sino ¿qué importancia tiene cómo suceden las cosas o cómo se dice que son las cosas?. Entonces lo que sucede es la insustentabilidad cultural.
Se podría afirmar que vivimos un peridodo histórico de gran turbulencia, y que estos espacios que estudiamos los antropólogos son los espacios donde más se evidencia la turbulencia, donde ésta encuentra un campo privilegado de simbolización. Entonces, la antropología de este fin de siglo, está estudiando los espacios de encrucijada, que son los espacios donde se construye la cultura y el conocimiento cultural.
Esto parece agobiador: hay tanto conocimiento disponible y, como mencionamos antes, parece que ninguno sirve. Sin embargo, las cosas siguen pasando, la gente sigue viviendo, las ciudades se siguen construyendo. Lo que necesitamos ahora es descubrir cual es la lógica en la cual todas estas cosas están pasando. Esta no es la lógica de conocimientos locales aislados, cerrados, aunque sean dinámicos (Rabey 1990). Por el contrario, se trata de conocimientos que en sí mismos son producto de interacciones; no solamente son dinámicos sino que se producen por las confrontaciones, los conflictos, las articulaciones, las interacciones entre distintas líneas cognoscitivas que aparecen y desaparecen, se desarrollan, nacen, decaen y se vuelven a retomar después. No son conocimientos producidos dentro de los límites de los sistemas socioculturales, sino en las interfaces donde se entrecruzan. Cuando las hemos detectado ya se han transformado.
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[1] Este trabajo constituye un avance del Proyecto Etnografía del Desarrollo Urbano Sustentable en el NOA: La co-producción de la ciudad, presentado como Becario de Perfeccionamiento en el CONICET por Omar Jerez; con la dirección de Mario Rabey. Incluye también resultados obtenidos en el Proyecto de Prevención de Endemias en la frontera Bolivia-Argentina (FLACAM, Fundación Catalana de Gas, Unión Europea) con la coordinación científica de Mario Rabey y la Dirección General de Rubén Pesci.
[2] Investigador Independiente, CONICET. Profesor Titular, UNJu. Profesor Regular, FLACAM/Cátedra UNESCO para el Desarrollo Sustentable.
[3] Profesor Adjunto, UNJu. Becario de Perfeccionamiento, CONICET.
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