49 Congreso Internacional del Americanistas (ICA) |
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Quito Ecuador7-11 julio 1997 |
María Eugenia Jaramillo de Lubensky
SIMPOSIOS LINGuÍSTICA Y LITERATURA
LIN 08 - LA VISIÓN DEL OTRO: VIAJEROS DEL SIGLO XIX
LA VISIÓN DE LA MUJER EN EL SIGLO XIX SEGÚN LOS VIAJEROS QUE VISITARON EL ECUADOR. IMÁGENES RECURRENTES E IMÁGES INÉDITAS
AUTORA:Dra. María Eugenia Jaramillo de Lubensky
Prof. De Linguística
PUCE
Los testimonios de los viajeros que visitaron nuestro país en el siglo XIX representan a la mujer en su diversidad regional, racial y social. Con excepción a la mujer campesina, la imagen femenina se encuadra en el ámbito doméstico y tiene un fuerte ingrediente religioso. Las comparación con la representación que de la mujer elabora la prensa local (1996-1997) descubre imágenes recurrentes, pero también inéditas de participación en el ámbito productivo, político y público.
LA VISIÓN DE LA MUJER EN EL SIGLO XIX SEGÚN LOS VIAJEROS QUE VISITARON EL ECUADOR. IMÁGENES RECURRENTES E IMÁGENES INÉDITAS
(A las feministas de este siglo y de siglos anteriores; es decir, a aquellas mujeres que creyeron en su capacidad de acción y lograron traspasar los límites impuestos por la sociedad y época en que les tocó vivir.)
Los textos escritos por viajeros del siglo pasado que visitaron el territorio de lo que, a partir de 1830, constituye la República del Ecuador, contienen un valioso legado de testimonios y observaciones de nuestra sociedad. En este trabajo nos limitaremos a analizar la visión de la mujer ecuatoriana que los extranjeros proyectan desde su perspectiva particular. Para concluir compararemos su representación con la proporcionada por la prensa contemporánea local para determinar lo recurrente y lo inédito en esas representaciones.
Los textos seleccionados del siglo XIX cubren varias décadas (1800 - 1880) y responden a los puntos de vista de autores de diverso origen y tradición cultural. Creemos que esta diversidad enriquece la representación final que obtenemos de la mujer en la sociedad decimonónica. En el caso de las fuentes periodísticas que nos han servido para elaborar la representación de la mujer contemporánea, se trata de artículos publicados entre 1996 y 1997 en los diarios Hoy y El Comercio . Sus autores son "juez y parte", pues integran la sociedad que es objeto de su análisis. A pesar de estas diferencias esenciales en las fuentes creemos que la comparación es ilustrativa, pues los temas que nos interesan están presentes en ambos casos.
Salvo la publicación de Ida Pfeiffer ( A Lady´s Second Journey round the World , Londres, 1855), a la que desgraciadamente no nos ha sido posible acceder, todo el material del siglo pasado fue escrito por hombres que llegaron a estas tierras con diferentes finalidades. Algunos de ellos fueron científicos ilustres quienes vinieron impulsados por la gran corriente investigativa de la época. Alexander Von Humboldt (1802) y Charles Darwin (1835) representan a los científicos de mayor fama e influencia que arribaron a lo que ahora es El Ecuador. Las fechas entre paréntesis indican su fecha de arribo.
Por la pertinencia de los comentarios y la diversidad de perspectivas, nos referiremos principalmente a las observaciones de los siguientes autores:
William Bennet Stevenson (1808), viajero inglés que residió en Chile y Perú antes de llegar a la Real Audiencia de Quito; Cayetano Osculati (1847), nacido en Italia, en sus relatos de viaje incorpora sus experiencias en la selva Amazónica; Alexandre Holinski (1851), de origen polaco, pero escribió y publicó en francés; Friedrich Hassaurek, diplomático norteamericano, nacido en Austria, quien desempeñó su cargo en el Ecuador desde 1861 hasta 1865; Thomas MacFarlane (1876), geólogo de nacionalidad canadiense, vino a América Latina por motivos de trabajo. Además los autores de El nuevo viajero universal en América (1833), de quienes no tenemos sino las iniciales M. E. y L. C.
La antología del linguista y académico de la lengua Humberto Toscano, El Ecuador visto por los extranjeros , como la edición en español de la obra de Fredrich Hassaurek, Cuatro años entre los ecuatorianos y la compilación de Manuel Espinosa y María Páez, Quito según los extranjeros , han sido obras de enorme utilidad para la elaboración de este trabajo.
Para facilitar la exposición del material, hemos divido nuestro análisis en cuatro capítulos: División regional, racial y social; Costumbres, diversión y salubridad; Educación, religión y creencias; Comparación y conclusiones. En los tres capítulos iniciales resumimos las imágenes de la mujer ecuatoriana, según la percepción de los viajeros del siglo XIX; mientras que en el último capítulo, comparamos esas imágenes con las imágenes elaboradas por la prensa contemporánea local para descubrir las recurrencias y las novedades.
1. DIVISIÓN REGIONAL, RACIAL Y SOCIAL
Las diferencias geográficas y climáticas son parte de la realidad física del país observada por los visitantes. Dentro de esta diversidad natural, ellos descubren la multiplicidad racial de la población y su fragmentación en clases sociales. Las opiniones y los gustos de los autores difieren, pero a todos llama la atención la diversidad y los contrastes que se encuentran en la geografía, la población y la estructura social del Ecuador.
Cuando el viajero inglés, W. B. Stevenson llega al puerto de Guayaquil en 1808, estos territorios constituían aún parte de la denominada "Real Audiencia de Quito" y por lo tanto estaban bajo el imperio colonial español. El 24 de Mayo de 1822 se define nuestra independencia en la Batalla de Pichincha. Al igual que muchos otros viajeros que vienen después de Stevenson, su experiencia se inicia en la costa y continúa con un arduo viaje a lomo de mula o en caballo para cruzar los Andes y llegar a la ciudad de Quito, situada a 2.818 metros de altura sobre el nivel del mar.
Una de las cosas que más llama la atención a los extranjeros, declara Stevenson, es la blancura de algunos pobladores de Guayaquil, aunque señala que sobresale el número de mulatos.
Un fenómeno sucede aquí y sorprende grandemente a los extranjeros; la tez de algunos nativos blancos es delicadísima; los colores lirio y rosado asoman mezclados tan primorosamente, como en la mejilla de cualquier belleza europea; así mismo los ojos azules y el cabello de tono claro; aunque el clima es sumamente cálido y la ciudad está rodeada de pantanos. (Stevenson, 198)
Por las últimas líneas citadas, es claro que la expectativa del europeo es encontrarse con una población de piel, cabello y ojos oscuros que estaría "más acorde" con el clima cálido y lo pantanoso del terreno. La sorpresa es positiva, pues la guayaquileña le impresiona por su belleza, esbelta y elegante figura, gracia al caminar y bailar. Además, como otros viajeros, la encuentra vivaz, ingeniosa y espontánea en la conversación. Alexandre Holinski, quien dedica muchas líneas a la descripción física de las mujeres, añade que "igual que las limeñas, tienen la mirada llena de fuego, los rasgos regulares y un pie milagrosamente pequeño." (Holinski, 314)
Para el gusto de este visitante polaco, de cultura francesa, la mujer guayaquileña es más atractiva que la quiteña, cuya piel se considera demasiado blanca:
Es una belleza de lecheras, me decía Mme.de Montholon, para resumir la impresión que habían producido en ella las mujeres de la capital del Ecuador. Su cabellera es realmente admirable, de un color castaño oscuro o claro, tirando a rubio, sedoso al tacto; se la ve, magníficamente exuberante, descender hasta más abajo de las rodillas. Esas mujeres pueden además enorgullecerse de poseer una preciosa ventaja, cuya ausencia se deplora en muchas peruanas y chilenas: dientes blancos y bien alineados.... La risa, que estalla sin cesar en los labios de las quiteñas, es la más embriagante de sus seducciones... (Holinski, 331)
Como objeto sexual, sus preferidas son las "zambitas de Guayaquil"; pues, al igual que los egipcios, piensa que la blancura de la piel es agradable a la vista, "pero una piel de huevo de avestruz o color del café con leche despierta sensaciones más vivas." (Holinski, 314) Las "zambas" son el producto del mestizaje de las tres razas que coexisten en el país: la blanca, la negra y la india. Además se menciona el ingrediente árabe traído por los conquistadores españoles desde la península, después de haber padecido ocho siglos bajo su dominio.
El componente negro no se evidencia en la sierra como en la costa. Los tres grupos raciales de la sierra son el blanco, el mestizo y el indio. Según Stevenson (224-225) los primeros son "de regular estatura, semblante vivo y buena complexión..." Sobre todo, las mujeres son locuaces, francas y corteses. A los mestizos se los encuentra "bien formados, de talla más que mediana, robustos, rostro muy rubicundo y agradable aspecto; tienen muchas de las virtudes que adornan a los blancos, pero les aventajan en los vicios..." Finalmente los indios, "hombres y mujeres, son de baja estatura, bien proporcionados, musculosos y fuertes...."
Observamos que en las apreciaciones de Stevenson, se combinan características raciales físicas (altura, fortaleza), con rasgos de la personalidad (locuacidad, franqueza), características culturales (cortesía) y atributos morales (virtudes y vicios). Esta interrelación plantea una asociación subjetiva y sin base científica entre raza, personalidad, cultura y ética.
Rasgos físicos como la frente pequeña y angosta, un pequeño montículo en la nariz y la denominada mancha mongólica en la parte inferior de la espalda que "es la última en desaparecer, y casi siempre dura hasta la cuarta o quinta generación..." constituyen los indicios más característicos que "revelan" o "delatan" la mezcla indígena. (Stevenson, 227)
El autor expresa a través del uso de verbos como "revelar" y "delatar" que tanto para la persona mestiza, como para sus progenitores, el mestizaje es una realidad que preferirían ocultar. Además añade la siguiente observación:
Por lo regular, las madres de los mestizos, desde que éstos están en temprana edad, comienzan a trenzar el cabello de sus hijos, en coletas pequeñas, hacia atrás de la frente y sienes, a fin de agrandar esas facciones. (Stevenson, 227)
De la cita se desprende el evidente esfuerzo materno por borrar de la criatura los rasgos físicos que revelarían su ancestro indígena. Vemos como el racismo, presente en la sociedad, lleva a la madre ecuatoriana a "blanquear" a su prole para darle mejores oportunidades dentro de una sociedad donde posición social y raza se encuentran entrelazadas.
Según testimonio de los viajeros, la sangre española predomina en la clase alta, grupo elitista que desdeña a las otras clases por considerarlas inferiores; mientras que en las clases bajas, los indígenas y negros constituyen la mayoría. Todos ellos hacen alusión a la forma en que cada clase social viste. Estas diferencias en el traje se dan tanto en hombres como en mujeres y sirven para subrayar la distinción entre los niveles sociales. Citamos algunas descripciones del vestuario femenino:
El traje de las señoras de calidad consistía en un faldellín como el de las de Guayaquil: en lo superior del cuerpo la camisa y tal vez un jubón de encajes desabrochado y un rebozo... Para ir a la iglesia usan a veces basquiña y manto, pero regularmente van con rebozo. Sin embargo también se observan allí las variaciones de la moda. ( El nuevo viajero ..., 266)
Las mujeres visten.... amplio mantón de Franela inglesa, por lo general de color marrón, en la cabeza, mantón con que se cubren la cara. Las damas utilizan mucho las joyas, de las cuales poseen buen surtido, en especial de pendientes, collares, rosarios, amuletos y brazaletes de diamantes, esmeraldas, topacios u otras gemas preciosas, en juegos completos, pues la mezcla es signo de pobreza. (Stevenson, 227)
El rebozo, o utilización del mantón con que la mujer de clase alta cubre su cabeza y su cara es comparable a la costumbre de las limeñas en las primeras décadas del siglo XIX. En un estudio sobre "las tapadas" de Lima, Deborah Poole (1988) investiga la función del manto cobertor como una forma de evadir la vigilancia de los familiares y esposos. Artistas extranjeros en las primeras décadas del siglo pasado pintaron a la atractiva y seductora "tapada". Su tipificación se da en oposición a la mujer india o a la mulata y es precisamente ese contraste el que sirve para resaltar su belleza.
Algunos textos analizados describen con riqueza de detalle el vestido de las mestizas, llamadas también cholas, bolsiconas o "llapangas". Este último es término quichua que significa "descalzas".
... no llevan vestidos largos sino que se contentan con enaguas de colores intensos (rojos, rosas, amarillos o azules pálidos), adornados en ocasiones con muchas lentejuelas, lazos, pendientes.... Las mujeres pobres de este grupo no suelen llevar el chal y caminan descalzas o en alpargatas, una especie de sandalias hechas de agave.... Todas llevan brazaletes y collares de coral o cuentas, anillos de corteza de coco, aretes, etc. Son muy amigas de la joyería y de los atuendos vistosos. Hassaurek, 1867 (1994, 154-155)
Entre todos los viajeros, Holinski se destaca por fijar más su atención en la sensualidad femenina. A través de sus comentarios percibimos a la mujer como un objeto, un animal o una flor capaz de elicitar placer a los sentidos. Al describir a las costeñas, Holinski pasa "sin transición" de sus comentarios acerca de la producción de piñas deliciosas, a la existencia de bellas mujeres. Algo similar se da en la descripción de las mestizas quiteñas o "bolsiconas"; a éstas se las compara con papagayos por el colorido de sus trajes.
Los papagayos, en asamblea deliberante, no podrían presentar un plumaje más alegre en su abigarramiento que un grupo de bolsiconas cuando siguen una procesión o asisten a una fiesta. Su afluencia, en todas partes y con toda ocasión, da vida a una ciudad que parecería muerta sin ellas, y le imprime un sello de originalidad. Quitad las bolsiconas que, a fuerza de mostrarse parecen constituir la mayoría de la población, y Quito será la sede privilegiada del aburrimiento. (Holinski, 330)
Las indias, situadas dentro de la clase más menesterosa, llevan vestidos "muy escasos y rústicos": Una túnica larga y sobre los hombros un chal. A sus hijos recién nacidos los envuelven de tal manera que quedan inmovilizados desde los hombros hasta los pies. Con frecuencia "la madre coloca un gancho de madera entre los pliegues del envoltorio y cuelga al niño en la pared, la rama de un árbol o, cuando viaja, delante de la silla." (Stevenson, 228) (Cfr. Ilustraciones "Bolsicona" o "Mestiza" #1; "India de la capital" #2; "India pobre" #3)
Como hemos anotado, las diferencias regionales, raciales y sociales no escapan a la percepción de los viajeros del siglo pasado. Sus generalizaciones crean los estereotipos de la costeña y la serrana y, dentro de cada una de estas categorías regionales, se subdividen a las mujeres por el color de la piel o por las características de su vestimenta. A estos elementos se añade el factor económico para determinar su pertenencia a la clase alta (más adinerada y blanca); la clase media, donde se destacan las bolsiconas o mestizas; y la clase baja, donde se sitúan a las indígenas, zambas, mulatas y negras.
2. COSTUMBRES, DIVERSIÓN Y SALUBRIDAD
Los autores nos ofrecen una mezcla de información y opiniones personales sobre la vida cotidiana de la población desde su perspectiva afuereña. Nuestras costumbres, formas de diversión y prácticas sanitarias son analizadas desde sus puntos de vista y tradiciones culturales. Sus comentarios constituyen una valiosa referencia para nuestra subsecuente auto-evaluación y comparación de representaciones femeninas en los siglos XIX y XX.
Según el historiador Thomas Burns, Profesor en la Universidad de Emory, Atlanta, "La Historia no implica únicamente la narración de los hechos ocurridos, sino lo que la gente PIENSA que verdaderamente ocurrió y la manera en que esos hechos influyen sobre su cotidianidad". De aquí que el testimonio de los viajeros sobre nuestra realidad social y política ejerce significativa influencia en la formación de nuestra propia interpretación de esos hechos. La visión del "otro" constituye un elemento clave en la conformación de nuestra propia identidad.
Aunque de origen austríaco, Frederich Hassaurek fue un diplomático norteamericano enviado por el Presidente Lincoln al Ecuador, para desempeñar las funciones de Embajador durante el Gobierno de García Moreno. Permaneció cuatro años en el país (1861 - 1864), durante los cuales registró el más minucioso testimonio de la sociedad ecuatoriana desde su particular perspectiva anglosajona, de tradición protestante.
En el prefacio a una reciente edición en español de la obra Cuatro años entre los ecuatorianos , Ernesto Salazar, profesor de antropología de la Universidad Católica, describe el tono del relato del diplomático norteamericano como "distante y ajeno, en un mundo agreste con el que no quiere mancillarse." Hassaurek, 1867 (1994, XI) A pesar del tono del relato, y podríamos añadir que a pesar del título, el libro de Hassaurek constituye la mejor fuente de información sobre la vida política, socio-económica y cotidiana durante la segunda mitad del siglo XIX.
Empezaremos con los aspectos referentes a la mujer dentro de la sociedad urbana para luego proseguir con la campesina en el área rural. Aunque no es posible deslindar únicamente las costumbres que afecten a un solo género dentro del conglomerado social, trataremos de enfatizar aquellos aspectos que incidan más en la cotidianidad femenina.
Por todas las referencias encontradas en los textos, verificamos que la mujer no tiene participación alguna en la esfera político-administrativa. Todas las dignidades estatales y municipales, como las dignidades militares y eclesiásticas, son desempeñadas por hombres. Sin embargo, las mujeres no desaparecen enteramente de la escena política, en la que participan tras de bastidores o en roles secundarios. Por otra parte, el que no sean elegidas en posiciones de decisión, no evita que sean víctimas del desgobierno, de la inestabilidad política, o de la represión de régimenes despóticos que parecen turnarse en un círculo vicioso y sin fin, a través de la historia republicana de nuestro país.
Según Hassaurek, las mujeres toman parte activa en las negociaciones que desencadenan levantamientos revolucionarios:
Ellas son políticas apasionadas y agentes secretos muy enérgicos. Ellas llevan cartas y despachos, mueven el descontento, esconden a refugiados políticos y facilitan su escape, y mantienen muy bien informados a sus colegas que han sido desterrados. Durante mi estadía... muchas de estas agitadoras fueron expatriadas por el presidente García Moreno. Se fueron esperando el día de la venganza. El presidente podía aprisionar y fusilar a los hombres, quienes temblaban frente a él, pero no pudo romper la voluntad de la mujeres." Hassaurek, 1867 (1994, 245)
En páginas posteriores, el mismo autor narra patéticas anécdotas de sufrimiento acaecidas durante el régimen garciano. Mujeres que padecieron detenciones o quedaron viudas, al ser sus maridos impunemente ejecutados por voluntad del déspota. Se menciona a la anciana madre de García Moreno en un intento fallido de mediación ante su hijo para cambiar la sentencia y evitar que se llevara a cabo la ejecución de un ciudadano respetado y querido por el pueblo de Guayaquil.
En cuanto a las costumbres locales y condiciones de vida, todos los viajeros anotan que en el país no existían hoteles, pero que gracias a la generosa hospitalidad de las familias acomodadas, siempre eran bien recibidos y tratados con extrema amabilidad en las poblaciones, tanto de la costa como de la sierra. Creemos que esta costumbre facilitó a los visitantes el poder observar a la sociedad decimonónica desde adentro, pues compartían la vida diaria con sus anfitriones. Al viajar por el campo se quejan de los incómodos y desaseados "tambos" o paraderos existentes a lo largo del camino, donde se acomodan en un mismo ambiente a hombres y a mujeres.
Las casas de una planta están habitadas por gente de pocos recursos. Las familias adineradas viven en la planta alta de viviendas de dos pisos. El primer piso sirve para la cochera, bodegas y habitaciones de la servidumbre. "Toda familia respetable debe tener cuatro o cinco criados, pero en las grandes familias se suele emplear de diez a doce. Tres o cuatro criados juntos no trabajan tanto como lo hace una sola de nuestras sirvientas irlandesas o alemanas..." Hassaurek, 1867 (1994, 155)
El numeroso séquito de empleados está conformado por gente de la clase más pobre. "Una cocinera ganaba de cincuenta centavos a cuatro dólares por mes"; pero la cocinera se negaría a prestar sus servicios sin la ayuda de un asistente cuyo trabajo es avivar el fuego... El "huasicama", palabra quichua que significa "cuidador de la casa", es un indio al que siempre acompaña "su esposa, sus hijos y un perro, además de algunos cuyes...." La lavandera lava sólo para un número limitado de personas. Si la familia es numerosa, se hará necesario contratar más de una lavandera. El ama de llaves que "a menudo desfalcará el hogar" será la primera pero no la única ladrona entre los sirvientes. La lista de empleados domésticos continúa con camareras, "amas de leche", etc. Hassaurek, 1867 (1994, 155 y sig.)
Consideramos de especial interés humano la descripción que el diplomático nos proporciona de las jóvenes indígenas o "guiñachiscas" que entran al servicio doméstico de las familias ricas:
...las longas o guambras... chicos o chicas indios, cholos, negros o mulatos, desde cinco a ocho y doce años de edad, que se los tiene en parte como compañeros de juego y como sirvientes de los niños, en parte también para que hagan tantas cosillas como su edad lo permita. Se los tiene en la casa con el propósito de educarlos para sirvientes del hogar cuando lleguen a la edad apropiada. Cuando se los cría en la familia desde muy niños se los llama guiñazhiscas.... una de las labores más importantes que tienen estos pequeños es llevar la alfombra en la cual la señora se hinca en la iglesia durante la misa. Las damas quiteñas van a misa todos los días y a veces hasta varias misas en un solo día, pero nunca van sin la compañía de uno de estos sirvientes, quien lleva la alfombra o el cojín en la cabeza y va detrás de su patrona. Incluso cuando salen de visita, las suele acompañar un sirviente que se sienta en cuclillas en la puerta del salón o dentro de éste hasta que la señora esté lista para salir. Los padres de estas longas o guambras tienen la costumbre de venderlas a precios irrisorios. No se trata de una venta en el sentido literal de la palabra sino de un pago de algunos dólares a los padres, por el cual se les puede convencer de que cedan a sus hijos como aprendices hasta que sean mayores. En muchas ocasiones se me ofrecieron estos niños. Recuerdo una ocasión en la que la madre, una india, me ofreció a una de sus hijas si le daba dinero para comprar un puerco......... El patrón le da a la longa comida y vestido (generalmente muy pobre), pero no la educa ni le paga. Cuando ella crezca podrá tomar el camino que desee. Hassaurek, 1867 (1994, 157-158) (Cfr. Ilustración #4)
Es fácil imaginar cómo esta situación de total dependencia, podría decirse de esclavitud juvenil, llevaba con frecuencia al abuso y explotación de las menores indígenas. Pues su destino quedaba enteramente en manos y voluntad de los patrones a los que muchos viajeros juzgan extremadamente crueles e insensibles.
En relación con la productividad, es proverbial el desdén con que los españoles y sus descendientes criollos consideraban al trabajo. Hassaurek comenta que en el Ecuador, la posición social está distribuida en proporción inversa a la productividad de los grupos sociales. En este contexto no sorprende que tanto damas como caballeros no pisen nunca el mercado y que la compra de alimentos sea tarea de los sirvientes.
El mundo del comercio informal y de la plaza del mercado es un mundo poblado por mestizos e indios. Aquí las mujeres desempeñan las más variadas funciones: cajoneras o vendedoras de pacotillas, verduleras, fruteras, carniceras, vendedoras de leche y cargadoras, entre otras ocupaciones. Se describe cómo sobre las enormes cargas de leña o hierba que transportaban las mujeres, iban encaramados sus críos. (Osculati, 307-308) (Cfr. Ilustración #3)
La mujer indígena comparte con el hombre, no solamente la situación de pobreza y explotación a la que ha sido sometida su clase, sino el arduo trabajo tanto en la ciudad como en el campo, sin que por ello reciba remuneración alguna, como lo señala Hassaurek:
Sus esposas e hijos deben cultivar la tierra del cura, si es que la tiene, y proveerle adicionalmente de sirvientes. En estas circunstancias al indio le queda poco tiempo para cultivar su huasipungo; pero sus fieles, industriosas e incansables mujeres intervienen y hacen lo que su marido no puede hacer. Sin embargo, las indias no están exentas de trabajar para los hacendados. Ellas deben hacer sus faenas como los hombres, aunque no se las paga por esto. Hassaurek, 1867 (1994, 331)
La solidaridad y fidelidad de la mujer indígena hacia su marido es tema de muchas observaciones y comentarios. Los extranjeros no pueden comprender cómo la extrema sumisión y dependencia de la mujer le lleva a soportar inclusive actos de violencia física del esposo. Hassaurek cuenta que si un extraño trata de intervenir en favor de la agraviada en un conflicto de la pareja, la mujer indígena es la primera en defender el derecho del hombre a utilizar la violencia en su contra: "para eso es marido". Los golpes son recibidos por ella como una señal de amor. Si su marido la dejara de golpear, ella se convencería de que la ha dejado de querer, comenta Hassaurek en su obra. (161)
El mismo autor indica que la mayoría de parejas se unen muy jóvenes. Cohabitan para conocerse y reunir el dinero necesario para pagar al cura que los casará. El hombre indígena es muy celoso, y con frecuencia se relatan los maltratos que sufren las mujeres. Hassaurek, 1867 (1994, 156) Estos comentarios acerca de la violencia de género se refieren al grupo indígena, pues los viajeros no la mencionan al hablar de otros grupos raciales o sociales.
Hemos citado apenas unos pocos temas registrados por el Embajador norteamericano en las áreas de participación política, habitación, servidumbre, fuentes de trabajo y relación de pareja. Trataremos de retomar algunos de estos temas en nuestras conclusiones.
2.1 DIVERSIÓN
En general las diversiones involucran a ambos sexos; aunque anotaremos en cada oportunidad las diferencias en la participación de hombres y mujeres. Stevenson menciona que los paseos en balsas, el baile y hasta las corridas de toros atraen a toda la población, sin distinción de sexo o de clase social. De todas las opciones, el baile parece ser la distracción favorita, aunque en ciertas fiestas indígenas solo el hombre baila, mientras las mujeres simplemente observan sentadas, "disfrutando de comida y bebida... La india acompaña a su pareja al escenario pero le está prohibido bailar." Hassaurek, 1867 (1994, 298)
En las clases altas, la música no corresponde a "los trópicos", pues se baila al son de la danza escocesa, el vals y la contradanza. Nuevamente los elementos europeos dentro del contexto sudamericano sorprenden al viajero . También se observa que las jóvenes de familias adineradas tocan el piano, aunque en forma rudimentaria.
No hay verdaderos bailes de gala más que en las grandes ocasiones, como la llegada de un buque de guerra. Entonces las damas envían sus tarjetas al capitán y a los oficiales; después del primer contacto, se organiza un baile en una sala pública o bien a bordo de la nave... El recuerdo de esas noches brillantes queda grabado en la memoria de las guayaquileñas, y muchas de ellas marcan las épocas de su feliz existencia por la llegada de los navíos de guerra. El placer y el amor se confunden de tal suerte en los trópicos... (Holinski, 316)
Si el viajero desea bailar danzas nativas, como el "voluptuoso Alza que te han visto ", añade Holinski, tendrá que dirigirse al "círculo libre y nada aristocrático donde reinan las huríes color de huevo de avestruz", en una metafórica, pero clara alusión al mundo de la prostitución practicada por algunas mujeres mestizas.
Se describe un baile de negros con instrumentos musicales como la bomba y el alfandoque, donde las mujeres participan en el canto y bailan ininterrumpidamente. "En Esmeraldas y en otros lugares de la Costa, sería considerado un insulto dejar de bailar sin ser relevado. Los amigos de la dama así ofendida tendrían todo el derecho para vengar la injuria." Hassaurek, 1867 (1994, 374)
La música tiene muchos aficionados entre los mestizos que con pífanos, guitarras y arpas tocan melodías dulces y tristes. Por las noches recorren las calles para dar serenatas "bajo los balcones de familias distinguidas, hasta el amanecer del nuevo día." (Stevenson, 232) Aquí los artistas son los hombres, mientras las receptoras son las jóvenes admiradas, quienes escuchan las melodías tras las ventanas o tras las rejas de sus alcobas.
En las corridas de toros participa la multitud. El toro se ve asediado por muchos hombres a la vez y corre sin saber a quién embestir. Se comenta que hay tanto hombres como mujeres aficionados al toreo y que a la plaza llegan muchas parejas disfrazadas para diversión de las personas sentadas en los tablados.
Los capitalinos encuentran en el río Machángara otra fuente de esparcimiento:
Las pieles blancas y rosadas se mezclan con las pieles morenas y negras, de las señoritas y de las bolsiconas, de las indias de suntuosas cabelleras y de las mulatas de lanuda crin; excitante reunión que provoca el pincel del artista... no se mezclan los sexos, pero no hay otra cortina de separación que el follaje transparente de los árboles. (Holinski, 335)
Por el tono sensual y el uso de términos que se utilizarían para describir a un caballo, más que a una persona, podríamos haber adivinado el nombre del autor de las líneas arriba citadas. Holinski encuentra siempre embriagante la coquetería femenina y "adorable" su perenne deseo por complacer y seducir. El se siente a gusto al poder llamar a las señoras y señoritas con toda confianza por el diminutivo de su nombre: "Merceditas, Doloritas, Panchita, etc." Le entretiene la jovialidad y espontaneidad que demuestran al conversar acerca de cualquier futilidad. Sin duda saben dar a la charla un giro encantador. En todas partes la dueña de la casa acoge al extranjero y pone inmediatamente la casa a su disposición. La afabilidad es una característica generalizada en la sociedad. El extranjero se presenta cuando quiere y siempre es bien recibido. (Holinski, 315)
En todos los textos se incluyen detalles sobre la apariencia física de las mujeres. Hassaurek recalca en diversas ocasiones la impresión de fealdad que le producen las indígenas:
Las mujeres que vi en Tabacundo no eran bellas. Sus rostros acusan una pasión, la principal y más común diversión de la gente común del campo: bebida. Estas mujeres pueden ingerir cantidades increíbles de alcohol y son buenas amigas de las bacanales orgiásticas... Hassaurek, 1867 (1994, 292)
Al ir de nuevo al campo de baile, me sentí nuevamente estremecido por la repulsiva fealdad de las mujeres indígenas. No sabría decir si esta fealdad está ocasionada por su vicio de emborracharse como bestias o por el duro trabajo al que están obligadas. Hassaurek, 1867 (1994, 305)
Se observa que entre las mujeres "comer hasta no poder y beber hasta la intoxicación son sus mayores necesidades y sus mejores gustos". Hassaurek, 1867 (1994, 214) Sin embargo, es obligación de la mujer indígena mantenerse sobria cuando el marido se emborracha para impedir que él tenga problemas y poder llevarlo a casa al final del festejo:
Su oficio es vigilar los movimientos de su esposo y cuidarlo... Una mujer es considerada honorable cuando cumple su responsabilidad. Tan pronto como su esposo empieza a caer bajo los efectos de las inmensas cantidades de aguardiente o chicha, su mujer está a su lado y permanecerá allí hasta el final. Una mujer que no cumpliera con la obligación que le impone una circunstancia como ésta, sería abandonada por su marido... Ella le detiene y le arrastra cuando su intoxicación asume un carácter belicoso; ella evita que él cometa excesos; ella le hace dormir en su falda y acaba llevándolo a la casa. Hassaurek, 1867 (1994, 299) (Cfr. Ilustración #5)
Durante las fiestas religiosas se organizan desfiles y procesiones con disfraces en los que participan hombres y mujeres de todas las edades. "Disfrazados y disfrazadas se entregan a la embriaguez más completa, y el sol los sorprende acostados, promiscuamente, al raso... Las señoritas aristocráticas desdeñan ordinariamente mostrarse en esta mascarada popular". (Holinski, 333-334)
Llama la atención la costumbre de fumar practicada también por las mujeres: "El aguardiente, el chocolate, las confituras, constituyen pasiones dominantes; la costumbre de fumar está generalizada aún en el bello sexo", observa el italiano Cayetano Osculati. (306)
Para terminar este acápite sobre la diversión, citamos al geólogo canadiense Thomas MacFarlane, quien describe a una pareja de indígenas después de la fiesta: "Un indio a la vera del camino -víctima del aguardiente. Su fiel amada, junto con una mula y una carga, aguardaban a su lado pacientes y meditabundos a que el hombre se recobrara." MacFarlane, 1876 (1994, 137)
2.2 SALUBRIDAD
Sobre este tópico abundan los comentarios negativos. Frederich Hassaurek es quien más duramente critica la falta de aseo que, sin distinción de clase o región, observa por doquier. La falta de letrinas y baños en los hogares de Quito le llevan a calificarla como una de las capitales más sucias de toda la cristiandad. Hombres, mujeres y niños de todas las edades y colores pueden ser vistos en medio de la calle y a la luz del día haciendo sus necesidades al tiempo que ven descaradamente a los ojos a los transeúntes que pasan a su lado. Hassaurek, 1867 (1994, 139 - 149).
Luego añade que dentro de los hogares quiteños, las habitaciones y muebles están recubiertos de polvo y que aquellas se mantienen cerradas, por lo que es común encontrar abundancia de telas de araña y de pulgas. Sin embargo, lo que más le repugna es ver a las personas en lugares públicos "sacándose los piojos de la cabeza y mordiéndolos con sus dientes." (141)
El mismo autor observa que "las ollas del café y del té son increíblemente sucias; la cara y las manos de los sirvientes no están lavadas, sus cabellos están completamente despeinados, y su ropa es andrajosa y mugrienta." (140) También se menciona la molesta presencia de niguas ( pulex penetrans ), insectos minúsculos que se introducen en la piel, sobre todo debajo de las uñas de los pies. Viajeros, anteriores o posteriores a Hassaurek, no hacen sino confirmar las lamentables condiciones de salubridad de los sectores urbanos y rurales:
Las acequias, como se llaman los rápidos canales que serpentean en medio de las calles, se obstruyen por las inmundicias; las lavanderas lavan allí, donde quieren, la ropa; las criadas vacían ciertos vasos que reemplazan, aun en las mejores casas, a los water closets de la civilización europea; las bolsiconas no se limitan a lavarse en las acequias los pies, sino que escogen las calles más frecuentadas, a fin de merecer el reproche que hacen a las serranas en general las mujeres de Guayaquil. (Holinski, 329)
A pesar de las terribles condiciones descritas, los viajeros observan que la gente que logra sobrevivir los primeros años de infancia, goza normalmente de una larga vida. En caso de enfermedad, la gente acude a la ayuda de algunas ancianas indígenas que tienen la reputación de ser curanderas, y se someten al tratamiento prescrito por ellas. Hassaurek, 1867 (1994, 333)
3. EDUCACIÓN, RELIGIÓN Y CREENCIAS
Hemos agrupado estos tres temas porque se encuentran íntimamente relacionados. Recuérdese que desde la Colonia la educación estuvo siempre en manos del clero católico. La educación laica vendrá a fines de siglo, con el triunfo del liberalismo y como logro del gobierno del Presidente Eloy Alfaro. Al igual que la salubridad, la educación de la mujer recibe la crítica unánime de los extranjeros. La única mención de una mujer de cultura es la de doña Mariana Mateus de Ascásubi, mujer de clase alta que, según Stevenson (223), se distinguió en el campo literario. Sin embargo, no se menciona en qué radicó su contribución a la literatura.
3.1 EDUCACIÓN
Osculati (300), atestigua que existían, hacia mitad de siglo, dos escuelas para niñas y cuatro para niños. Es generalizada la opinión de los viajeros en cuanto a la mala calidad o ausencia total de educación en el país. Según su testimonio, amplios sectores de la población no saben ni leer, ni escribir y los niños ilegítimos no tienen oportunidad para educarse. A la falta de educación se suma una excesiva intolerancia religiosa, observan muchos.
Los colegios y las universidades están apoyados por el gobierno, pero muy poca atención se ha dado a la educación elemental. En 1861 se trajo a frailes franceses para que enseñaran a los niños los rudimentos del conocimiento; pero la educación de las niñas aún está encomendada a la caridad privada. Hassaurek, 1867 (1994, 234)
Para Hassaurek es inconcebible dar clases de geografía sin la ayuda de mapas y señala que en el país se enseña escritura, lectura, religión y aritmética, pero se descuidan las ciencias naturales y las matemáticas. Hassaurek, 1867 (1994, 235)
En cuanto a la educación de las jóvenes "de rango", ésta se encuentra en manos de sus madres y consiste en lectura, escritura, "labores de aguja en sus distintas ramas" y "cuidado del hogar". Existe afición por la música y un esfuerzo de auto-educación para aprender a tocar instrumentos como la guitarra y el salterio. (Stevenson, 224) En cuanto a la formación que algunas madres dan a sus hijos varones, su excesivo amor tiene como resultado que éstos se críen "viciosos y llenos de orgullo". ( El nuevo viajero ..., 272)
La lengua castellana y la quichua se ven "adulteradas" por mutuos préstamos. Algunos niños, por influencia de las nodrizas indias, hablan primero el quichua, antes que el español y a muchos les queda "el defecto de hablar en impersonal". ( El nuevo viajero ..., 270) En pueblos como Otavalo, se observa que tanto blancos como indios, son bilingues.
La educación de la mujer guayaquileña es "muy descuidada, aun en la mejor sociedad, pero la natural vivacidad reemplaza a los talentos adquiridos." (Holinski, 315) También la educación de la mestiza andina, o bolsicona, se juzga deficiente: "Incultas flores de los Andes, tienen una suavidad particular. Dan color y animación a la población que es marco de su curiosa existencia." (Holinski, 329)
Nótese una vez más la sensual metáfora utilizada por el visitante polaco, que representa a la mujer como una suave flor silvestre de los Andes; es decir, un objeto hermoso y decorativo placentero a nuestros sentidos del olfato, la vista y el tacto. Mientras que en la imagen de la guayaquileña, la vivacidad compensaría su ignorancia.
La provinciana es objeto de crítica sarcástica, pues carece de formación y su estrecha visión del mundo hace que su mayor deseo consista en viajar un día a Quito, "lugar que en su ignorancia es de toda la perfección humana, el non plus ultra." Hassaurek, 1867 (1994, 347) El canadiense MacFarlane 1876 (1994, 139-140), al hablar del campesinado, es más benevolente en sus comentarios: "...los habitantes
rurales del Ecuador pese a no ser instruidos en absoluto, eran alegres e industriosos...."
En resumen, si la educación de los jóvenes es muy deficiente, la educación de las mujeres es prácticamente inexistente dentro de todos los grupos sociales. En la sociedad urbana se prepara a la joven únicamente para ser ama de casa; mientras que en el campo la mujer no recibe instrucción formal alguna, pero participa en las labores productivas junto al hombre.
3.2 RELIGIÓN Y CREENCIAS
La época colonial deja su huella en la arquitectura religiosa de Quito. A los múltiples monasterios e iglesias, se suman los conventos para monjas: convento de la Concepción, Santa Clara, Santa Catalina y dos de carmelitas descalzas -Carmen alto y Carmen bajo. ( El nuevo viajero ..., 262) Estos dos últimos conventos son de estricta clausura; mientras que en los tres primeros se permite la entrada y salida de las sirvientas que acompañan a las monjas y que se ocupan de las tareas domésticas dentro del convento.
Además de las monjas, hay un buen número de mujeres denominadas "beatas" que, a pesar de no haber ingresado a una comunidad religiosa, pasan la mayor parte de su tiempo dedicadas a la iglesia, al rezo y a la penitencia. (Cfr. Ilustración #6)
Los viajeros testimonian una exagerada religiosidad en la población, sobre todo entre las mujeres. Holinski (331) anota que algunas jóvenes, movidas por su fanatismo, llegan a cortar sus largas y hermosas cabelleras para dedicarlas a la Virgen, o a alguna imagen de santos. "Por un odioso abuso de poder, se ve a madres que imponen este sacrificio a sus hijas".
El castigo corporal auto-infligido por estas mujeres es "un bárbaro residuo de la superstición española", opina Osculati. (308) Este viajero declara haber escuchado, al acercarse a iglesias como la Compañía, "un rumor sordo de gemidos prolongados, de oraciones y de golpes" producidos por hombres y mujeres que, como acto de penitencia se flagelan, o se martirizan con cilicios, hasta sangrar. Rastros de esa sangre pueden observarse en el pavimento al día siguiente, atestigua Osculati.
Aunque Stevenson se declara respetuoso de la religiosidad de los pueblos, no puede evitar una crítica al espectáculo que ofrece la procesión de la Virgen de Guápulo, nombrada Capitana general de los ejércitos del Rey de España durante la época colonial: "...no puedo dejar de asimilarlo sino a espectáculo eclesiástico de marionetas, indigna escena de mascarada". (233) Durante esta procesión se viste a la Virgen con uniforme militar y se coloca en su mano el bastón de mando, símbolo que conserva durante los diez días que permanece la imagen en la ciudad de Quito.
La "mascarada" como la denomina Stevenson, trastoca el orden terrenal establecido, pues confiere a la imagen femenina de la Virgen una posición de poder
dentro de la Institución Militar; institución que, en la realidad, constituye un campo vedado a la mujer.
Tanto la Virgen de Guápulo, como la Virgen del Quinche (poblaciones cercanas a Quito) reciben muestras de gran devoción popular, a través de las que se expresa el agradecimiento a la Divinidad por no haber permitido la destrucción de la ciudad durante los movimientos telúricos y las erupciones volcánicas.
A pesar de la religiosidad de la población, parece que no era ningún secreto la presencia de amantes en casa de los curas. Inclusive se menciona que procreaban hijos y aparecían en público con sus concubinas. Hassaurek, 1867 (1994, 186-187)
La doctrina católica era impuesta por la fuerza a las mujeres indígenas, quienes recibían castigo por no asistir a los servicios religiosos y reuniones de catecismo: "...dos docenas de indias llevadas por unos pocos alcaldes indígenas, quienes las conducían amarradas una a la otra con una larga cuerda, ...las indias eran llevadas y abofeteadas por los alcaldes..." Hassaurek, 1867 (1994, 336) En otro comentario, el mismo autor afirma que las mujeres, después de arrodillarse y sacarse sus chales, recibían azotes en las espaldas como castigo a su falta.
El adoctrinamiento de la población indígena es un proceso que se inicia desde la época de la conquista española y forma parte del avasallamiento y destrucción de las tradiciones culturales existentes. La intolerancia religiosa y escenas como las arriba descritas, causan estupor en los extranjeros. Ellos observan estas prácticas desde su perspectiva protestante y las juzgan con toda severidad. Muchos anotan que la mujer demuestra más fanatismo religioso que el hombre y también un grado más acentuado de ignorancia, por falta de una educación sistemática.
4. COMPARACION Y CONCLUSIONES
La marcada diversidad geográfica, racial y de clases sociales, no permite hablar de una representación de la mujer ecuatoriana, sino de múltiples representaciones elaboradas por los viajeros del siglo pasado. Esta fragmentación que caracteriza al país por su realidad territorial y por su historia humana y política es una imagen recurrente que tiene profundas implicaciones. María Cuvi, socióloga y feminista militante, afirmó en una reciente entrevista de prensa que lo único en común que tenían las mujeres ecuatorianas era su cédula de identidad; declaración que dramatiza la realidad, a la vez que la pone en evidencia, como lo haría una caricatura bien lograda.
Los autores extranjeros describen en sus textos las diferencias de paisaje y clima entre la costa y la sierra antes de presentar a las mujeres de cada región. En la costa habitan blancas, mulatas, zambas y negras; mientras que en la sierra, hay blancas, mestizas e indias. Esta distribución racial subsiste como también subsisten diferencias en la vestimenta, sobre todo entre los grupos étnicos de la sierra ecuatoriana.
Por la limitada extensión del presente trabajo, no podemos elaborar una comparación sistemática y detallada sobre cada uno de los temas tratados en las páginas anteriores. Sin embargo, cabe señalar que la imagen de las mujeres de las áreas urbanas sufre, en este siglo, cambios más radicales que la imagen de las mujeres de las áreas rurales. Para resumir nuestra visión, apoyada en la prensa local contemporánea, daremos énfasis a lo que nosotros consideramos como imágenes inéditas de la mujer en el Ecuador del siglo XX. Estas imágenes o representaciones toman en cuenta ante todo, el efecto de la educación, la participación femenina en el trabajo y la administración pública; y finalmente, los conflictos entre la religión católica y los planteamientos feministas sobre los derechos reproductivos de la mujer.
La substancial mejora educativa ha tenido importantísimas repercusiones en el grado de participación de la mujer citadina en áreas tan diversas como la política, la administración empresarial, el comercio, la banca, la industria, las artes, la docencia, etc. En otras palabras, gracias a la educación superior y universitaria y al impacto del movimiento feminista mundial, la mujer de clase media y alta ha dejado de pertenecer exclusivamente al ámbito doméstico, para incorporarse al ámbito productivo y público. A más de su rol de madre le es factible desempeñar otras funciones paralelas que antes no habrían sido aceptadas por la sociedad decimonónica, ni tampoco por la sociedad de principios de este siglo.
Estos cambios, en mayor o menor grado, han afectado en las últimas décadas a las mujeres ecuatorianas de todas las razas y niveles sociales. La prensa está llena de titulares y fotos que hablan de la Vicepresidenta de la República, de Ministras, Congresistas, líderes indígenas, economistas, escritoras, críticas, artistas, educadoras, periodistas, ecologistas, defensoras de los derechos humanos, policías y muchas otras profesionales más. Esta revolución social hace posible que cada día mayor número de mujeres incursionen en campos antes considerados de exclusivo dominio del hombre.
Esta imagen participativa es inédita en relación con la mujer de clase media y alta. Sin embargo, la participación no se da en términos de igualdad. Subsisten las diferencias salariales. Aunque hombres y mujeres realicen trabajos idénticos, el hombre gana más porque se lo sigue considerando como el jefe y proveedor del hogar. El número de mujeres en posiciones directivas es aún bastante limitado y en la esfera política, diríamos que su protagonismo es excepcional. Por ejemplo hay apenas cuatro congresistas en un organismo que tiene más de ochenta representantes. El acceso a la Vicepresidencia, por parte de la Dra. Rosalía Arteaga, fue un hecho coyuntural y único en toda nuestra historia. Desgraciadamente su logro ha carecido de brillo, pues ayudó a subir al poder a uno de los políticos más corruptos del país.
En un excelente suplemento de El Comercio , titulado "Educación" y preparado como material de apoyo pedagógico para nivel secundario, se enfoca el tema de género. La publicación presenta muchos de los esquemas cuestionados por el movimiento feminista nacional e internacional en las últimas décadas: "La sociedad y la cultura asignan a hombres y mujeres características, comportamientos y roles que se consideran naturales y, que aún hoy en día, son difíciles de modificar..." (Miércoles 8 de enero, 1997)
La violencia de género es uno de los aspectos que más amplios y frecuentes espacios ha logrado últimamente dentro de la prensa nacional. Títulos de El Comercio como
los siguientes son muy indicativos: "Esfuerzos por eliminar la violencia en los colegios", "Mujeres: las agresiones ya se castigan con la cárcel". La imagen de la mujer como víctima de violencia física y psicológica, y como víctima de violación es recurrente. Lo que es inédito es la organización de las mujeres para poner fin a ese comportamiento social. Organizaciones como La Red de Mujeres en Comunicación y el CEPAM (Centro para la mujer) coordinan esfuerzos para lograr mayor equidad entre los géneros y brindar apoyo a la mujer maltratada. Con el esfuerzo coordinado de éstas y otras entidades semejantes se ha logrado crear una infraestructura jurídica de comisarías y juzgados para que el agresor no quede impune y la víctima pueda recibir protección.
Hemos dejado para el final el tema sobre los derechos reproductivos de la mujer, uno de los temas importantes dentro de la agenda de la Conferencia Mundial de la Mujer que tuvo lugar en Beijing, en septiembre de 1995. Dentro de nuestra sociedad el tema sexual sigue constituyendo un tabú y el conservadorismo religioso censura el uso de métodos anticonceptivos o la legalización del aborto. Muchos jóvenes esperan aún que la mujer llegue virgen al matrimonio, mientras que ellos hacen gala de su "experiencia" sexual. Un reportaje del diario Hoy (Marzo 25, 1997) indica que únicamente el 3% de los hombres usan preservativos, "mientras tanto, en el Ecuador se multiplica el contagio del sida".
El uso de anticonceptivos es menor en las áreas rurales y en mujeres con bajos niveles de instrucción... ( Mujeres latinoamericanas en cifras , 81) Cabe señalar que una mujer no puede ser operada para una ligadura de trompas, sin un consentimiento expreso de su esposo; no importa cual sea el número de hijos que la pareja ya haya procreado.
En Blanco y negro, un suplemento del diario Hoy , (Domingo 28 de julio, 1996) leemos la siguiente afirmación: Solo cuatro por ciento de mujeres que iniciaron su vida sexual lo hicieron con el uso de anticonceptivos. El resto confió en la suerte. Los resultados de esta práctica llevan a consecuencias lamentables. Muchas madres adolescentes son madres solteras que afrontan en la más aterradora soledad y pobreza la tarea de criar a hijos que llegaron antes de que ellas estuvieran preparadas para enfrentar tal responsabilidad. Otras mujeres, casadas o no, tienen numerosa descendencia, aunque su situación económica no les permite educar o alimentar a los niños. Muchas de ellas ignoran el uso de métodos anticonceptivos; o sus creencias religiosas las llevan a aceptar todos los hijos "que Dios les mande".
En esas circunstancias, numerosas criaturas mueren antes de cumplir los cuatro años de edad (Cfr. Mujeres latinoamericanas en cifras , 76). Si sobreviven, son entregadas para adopción, abandonadas en hospitales o iglesias, regaladas a extraños, o incluso vendidas, como se reporta con cierta frecuencia en los medios de comunicación.
La desnutrición es un mal crónico. El Dr. David Nelson, en un artículo de Hoy indica que "alrededor del 50% de las mujeres ecuatorianas entre 12 y 45 años de edad padecen de anemia". (Domingo 1 de diciembre, 1996). El panorama
general no es alentador. En otro título de Hoy leemos: "Pobreza que deshumaniza. En la Colmena los niños se alimentan con yerbas, con el pasto, con el potrero que crece en la orilla de las veredas." (Martes 15 de abril, 1997)
Problemas de difícil solución los que enfrenta el país; pero, en condiciones tan críticas como las actuales, la participación creativa y renovadora de la mujer tiene mucho que aportar. La sociedad, en su conjunto sólo puede beneficiarse de esta colaboración y deberá sumarse a la corriente que lucha por una relación más equitativa entre los géneros.