II Encuentro Nacional "La Universidad como Objeto de Investigación" |
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Centro de Estudios Avanzados (CEA - Universidad de Buenos Aires -UBA)Noviembre 1997 |
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"LA DOCENCIA UNIVERSITARIA COMO CAMPO PROFESIONAL: EL MODELO DE UNIVERSIDAD Y LA INSERCION LABORAL DOCENTE. ALGUNAS NOTAS"
Lic. Alejandro Lucangioli
1997
INTRODUCCION
El presente trabajo tiene por objeto analizar algunos aspectos vinculados a los cambio en el modelo de universidad que se opera en los '90 y su incidencia en la constitución de la docencia universitaria como campo profesional a partir de la práctica laboral específica.
Dichos cambios inciden directamente sobre las casas de estudio como ámbitos laborales, transformando los modos de organizaci.n del trabajo y por ende los procesos de trabajo involucrados.
Estos aspectos están estrchamente relacionados a la forma en que la universidad afronta los vaivenes de la crisis estructural que afecta al país. Dicha crisis, producto de la agudización de las políticas de ajuste y de las necesidades de un aún mayor achicamiento del Estado, ha puesto en tela de juicio, no sólo el rol de la educación superior en nuestro país, sino a su organización política y sus propios mecanismos de funcionamiento. Las discuciones en torno a: la generación y administración de recursos, la capacidad y la eficiencia de la gestión institucional, el desarrollo de políticas académicas y la reforma de los planes de estudio, los mecanismos de ingreso, la articulación entre docencia e investigación, el régimen salarial de docentes, investigadores y no docentes, son un claro ejemplo.
Al ser la universidad una institución perteneciente a la esfera del Estado es permeable a las cuestiones estructurales que lo afectan. En este sentido, la crisis encuentra a la universidad políticamente desarticulada para dar una respuesta medianamente homogénea y que pueda generar un proceso de resistencia y negociación a esta "adecuación estructural" que se pretende desde las esferas del poder político nacional. Aunque resulte llamativo, uno de los aspectos que trajo aparejado el tratamiento de la Ley de Educación Superior, lo constituye el haber puesto a la universidad en el centro de un debate público, que trasciende los límites impuestos por la misma Ley. Más allá del éxito o del fracaso de la nueva legislación, queda todavía mucho por decir y reflexionar acerca de las dimensiones de la crisis, sus implicancias políticas en general, de política académica en particular y el rol que le tocará jugar en el futuro a las instituciones del nivel superior.
Si bien es cierto que la docencia universitaria implica un proceso de formación específica, cualquiera sea la forma en que este se logra, no lo es menos, que tanto la constitución de la profesión como el desarrollo del campo, están fuertemente ligados a la práctica laboral concreta.
Por lo tanto, la modificacion de las condiciones de trabajo producto de las políticas que asume la universidad para palear la crisis van a incidir directamente en la conformación del profesional docente así como en su desempeño.
Entre estas cuestiones se encuentran la incidencia de los programas de incentivos y de premios a la investigación científica sobre el trabajo docente que tienen una estrecha relación a la política académica y salarial de la Universidad; así como, los mecanismos de promoción de la que participan los profesores universitarios, ambos aspectos se analizarán particularmente en este escrito.
Este trabajo presenta algunos avances en esta dirección, realizados en el marco del proyecto de investigación UBACyT "La docencia como capo profesional en el mercado de trabajo actual. El caso de las Facultades de Filosofía y Letras y de Ciencias Exactas y Naturales."
La crisis del modelo de universidad
"Cuando se restauró el orden constitucional en 1983, el sistema de educación e investigación superior estaba deshecho, tanto como la economía del país. Los años de régimen militar de Onganía-Levingston-Lanusse (1966-1973), sumados a los de la ultima dictadura (1976-1983), habían impedido que se fueran realizando transformaciones que ahora estaban ya fuera de tiempo y se sumaban a los problemas causados por la revolución teleinformática, la concentración del saber y el cambio en las formas de acumulación del poder por las vías del conocimiento. El "ajuste" de fines de los años '80 y comienzo de los '90 se sumó a la situación anterior de manera tal que hoy el sistema de producción de cultura y de capacitación de recursos humanos del país está en una seria crisis" (Puiggróss, 1993).
Dicho proceso ha puesto en el centro de la discución el rol de la universidad. Varios autores (Puigróss A.; Perez Lindo, A.; Paviglianitti, N.; entre otros) destacan las dimensiones que implica la crisis universitaria:
* La función social de la universidad. Implica diferentes aspectos: en primer lugar, la producción, circulación y distribución del conocimiento, el trabajo, la enseñanza y lo que pasa en las aulas. El motor de crecimiento de estas instituciones lo constituye la construcción de conociemiento ligado a la resolución de problemas presentes en la vida social. En la medida que estos aspectos son limitados por diferentes cuestiones de política coyuntural, la búsqueda de la excelencia académica así como la capacidad de respuesta de la universidad se ve seriamente afectada.
En segundo lugar, con la formación de profesionales y de cuadros políticos. Es importante destacar aqui que la universidad pública sigue teniendo aún un fuerte consenso social en lo referido a la calidad de la formación de sus profesionales, a la posibilidad de ser palanca de ascenso social y a ser el ámbito donde se cultiva democráticamente la libertad de pensamiento; prueba de ello lo constituye la fuerte indignación que generó en la sociedad la represión policial en la Universidad Nacional de La Plata en los meses pasados. No obstante, la dinámica de un mercado de trabajo cada vez más flexible atenta contra estos objetivos en diversos sentidos, un ejemplo lo constituye la representación acerca de que la realización de una carrera de nivel superior no asegura el acceso a un puesto de trabajo, ni a un mayor nivel de ingresos, ni a una mejor calidad de vida.
En los últimos años el rol de la universidad como formadora de cuadros políticos ha ido decayendo, dejando el espacio a otros actores sociales. Durante la década del '90 se ha dado un fuerte proceso de "farandulización de la política", lo que implica que quien forma parte de la clase dirigente pesa no por su nivel de conociemiento y su capacidad de construcción de discurso y debate, sino por el grado de popularidad previa a haber ingresado a la arena política (este es el caso de actores y deportistas que se alejan de su actividad profesional específica para dedicarse a la política). Sin ir en desmedro de la libertad de participación democrática, la universidad ha perdido terreno como formadora de cuadros políticos y en este proceso han incidido fuertemente las políticas educativas emanadas desde el gobierno nacional, así como, las ejecutadas u omitidas por los órganos de gobierno de la universidad.
* Los conflictos de poder que se desenvuelven entre la universidad y el gobierno. Cabe destacar aqui que la universidad tiene un fuerte rasgo opositor por estar administrada mayoritariamente por sectores opuestos al partido gobernante. Al ser una institución autónoma, la misma constituye un espacio dentro de la órbita del Estado en la cual las políticas gubernamentales tienen menor poder de impregnación. Esto determina que la educación superior sea un espacio de disputa y confrontación permanente.
Dinámica que impacta conformando una nueva relación Estado- Universidad.
La característica que asume dicha relación es el distanciamiento entre los intereses políticos manejados desde la órbita estatal y el desarrollo de proyectos científico-académicos que respondan a una lógica diferente de la hegemónica y que no contribuyan a una rentabilidad directa del sector. La merma en el presupuesto universitario y la implementación de este tipo de políticas son una consecuencia del desinterés del Estado hacia los estudios superiores.
* El presupuesto y el financiamiento. Si bien es cierto que esta dimensión está estrechamente vinculada a la anterior, cabe señalar aquí, que las dificultades económico-financieros que aquejan a los estudios de nivel superior no constituyen un problema de origen reciente. La actual coyuntura se caracteriza por una fuerte austeridad económica, procesos sucesivos de ajuste que limitan fuertemente el desarrollo de una universidad seria, autónoma y gestadora de proyectos alternativos, que no acompañe el proceso de ajuste económico-social.
Sin embargo, la cuestión del financiamiento universitario se ha agudizado en los últimos tiempos. Dicho problema, contiene dos aspectos centrales:
El primero, de raíz histórica tiene relación con el progresivo achicamiento del presupuesto educativo, en el cual a la educación superior le toca la peor parte. Puede observarse como ejemplo, que los cambios en el incremento de la matrícula y por ende de todo el sector, producido en los primeros años de la recuperación democrática, no fue acompañado por un incremento equivalente de las partidas presupuestarias, ni por la redefinición de políticas de financiamiento que ayudaran a las instituciones públicas a paliar el previsible aumento de gastos que esta expansión ocasionó.
Hoy por hoy, a la hora de recortar el presupuesto del sector educación las primeras partidas que caen son las asignadas a la educación superior. Esto no sólo refleja la falta de prioridades desde la órbita del Estado hacia estos estudios sino la permeabilidad de las instituciones universitarias a adecuarse a este tipo de políticas. El impacto de dichas medidas, trae como consecuencias no sólo la profundización del estancamiento salarial sino la fuerte caida de actividades fundamentalmente vinculadas al desarrollo de la investigación y la producción de conocimiento.
El segundo, tiene que ver con la presión para que las instituciones universitarias generen recursos propios, tendencia que intenta reconvertir el rol de las instituciones de nivel superior en prestadoras de servicios por demanda. Se incluyen aquí, desde la producción de bienes y servicios hasta el cobro de aranceles. Las tendencias señaladas, el ajuste presupuestario y la presión para que la universidad genere recursos propios, se hace más fuerte con la aplicación de políticas neoliberales.
Si bien es cierto que la crisis de financiamiento determina fuertemente la dinámica de funcionamiento en las altas casas de estudios, también lo es el que este tipo de temáticas quita la vista de otros aspectos centrales de la política universitaria, e intenta instalar socialmente por un lado, la imagen de instituciones irracionalmente administradas, con exceso de alumnos y de personal (en general mal pago) y con alto grado de ineficiencia. Por el otro, la de instituciones incapaces de repensarse a sí mismas a partir de los objetivos para las que fueron creadas. En todo este discurso tiende a estar ausente la finalidad principal de la Universidad que es la producción de conocimiento de alta excelencia, la participación en la redefinición de las políticas científicas y académicas, para mencionar algunas.
* La falta de proyectos político-académicos y la formación de profesionales Deviene de la necesidad de reformulación y readecuación de proyectos que contemplen y den respuesta a las demandas sociales, económica. Esta dimensión hace referencia a: - las dificultades para reformar los planes de estudio que den cuenta de los avances epistemológicos en cada carrera, - la redefinición de los perfiles de formación: la lentitud con la que la universidad responde a los cambios del medio, produce una desarticulación entre las demandas del mundo del trabajo y el nivel de la formación de los recursos humanos, - las dificultades para resolver los problemas de calidad del sistema buscando recuperar los niveles de formación de la población ingresante.
- preeminencia de un conjunto de situaciones técnico- burocráticas por sobre las académicas.
* El sindicalismo universitario. En los últimos años la actividad sindical en la universidad ha ido mermando debilitándose tanto su estructura, como la participación e inserción de sus afiliados y la claridad de sus demandas más allá de la cuestión salarial. Este proceso afecta no sólamente a los gremios docentes sino a la dinámica de los claustros en su conjunto, en los cuales también la participación es cada año menor y más restringida.
La crisis gremial que se manifiesta en las facultades afecta sin duda la capacidad de formar cuadros políticos, dado que tanto las organizaciones gremiales docentes como los claustros constituyen espacios formativos con respecto a la práctica política. En la medida que la circulación por estos espacios se reduce, las facultades corren el riesgo de ver restringidas en el futuro las posibilidades de recambio en sus aparatos de gobierno favoreciendose la consolidación de estructuras de poder con fuertes rasgos corporativos. Por otra parte, la participación directa o indirecta en el gobierno universitario ofrece un fuerte valor formativo para los profesionales o quienes lo van a ser, que se ve restringida en la medida en que las cuestiones vinculadas a la práctica política se tornan lejanas o ajenas. Esto sin dudas va a incidir en la merma de profesionales con capacidad para actuar políticamente en la sociedad.
Estas dimensiones indican que "la crisis se manifiesta también al interior de las universidades(...)en el tejido interno de estas organizaciones(...)en muchas de ellas la calidad de vida intelectual que desarrollan se ha venido abajo o no ha despegado nunca. Los académicos producen poco o lo hacen de manera poco relevantes para la sociedad, los cursos que se imparten son obsoletos y aburridos; la vida departamental es muchas veces sólo un remedo del trabajo que se supone debe realizar un equipo intelectual. (Bruner, J:J:,19)
La incidencia de estos planos en la vida universitaria son claramente visibles. En primer término, las fuertes restricciones presupuestarias impactan limitando el acceso a recursos materiales necesarios para el normal funcionamiento de estas instituciones, no obstante lo más importante es la forma en que afectan el desarrollo de los recursos humanos. En los '90 se ha agudizado el proceso de deterioro salarial que padece la universidad argentina desde los años de la dictadura militar, hoy es cada vez más impensable que un docente viva de su trabajo universitario, aunque tenga una dedicación exclusiva.
En segundo término, los recortes presupuestarios han inhibido, el desarrollo de cátedras paralelas, el fortalecimiento de la libertad de cátedra, la consolidación de equipos de investigación y de cátedra comprometidos en la formación de recursos humanos, así como el desarrollo de postgrados orientados al mismo fin, etc., y ha favorecido el desarrollo de criterios eficientistas y administrativistas en la gestión universitaria en general.
En tercer término, se ha debilitado la universidad como espacio de generación de políticas de Estado, tanto generales como académicas y científicas. Estos factores han ayudado a consolidar estrcuturas de poder corporativo en las casas de estudio, conformadas al interior de los claustros, en especial el docente, y a las diferentes instancias de gobierno de la universidad.
En cuarto termino, estas insituciones no han desarrollado proyectos institucionales de intervención en el medio social. Esto ha debilitado la capacidad de inserción de la universidad y ha favorecido cierto grado de aislamiento.
El modelo universitario actual, surgido en los años de la recuperación democrática, producto de altas expectativas de transformación institucional, académica y con fuertes aspiraciones de cambio social, fracasa producto de fuertes limitaciones para poder debatir la crisis y buscar alternativas frente a una coyuntura adversa. "La universidad se vio sometida a un proceso de cambios rápidos que muchas veces no alcanzaban a ser procesados, y que produjeron respuestas muchas veces centradas en la coyuntura apremiante, sin disponer o sin poder utilizar los mecanismos institucionales para repensarse y proyectarse en el mediano y largo plazo."(Paviglianitti, N., 1991).
Los cambios en el modelo de universidad.
Como consecuencia de este proceso comienza a operarse un progresivo cambio de cultura institucional que afecta la vida de los departamentos, facultades y de la universidad en su conjunto, y pone cada vez más distancias de los ideales de transformación que impulsaron el desarrollo de las instituciones a mediados de los '80.
Dicho cambio de cultura institucional que impacta directamente sobre la organización del trabajo y la generación y aplicación de políticas tanto académicas como presupuestarias tiene como características principales, las siguientes:
* Fuertes resistencias, en especial del claustro docente para modificarse a sí mismo. La Universidad es un espacio en donde conviven un gran discurso de cambio con una fuerte resistencia al mismo. Un ejemplo de esto lo constituye las dificultades para modificar los planes de estudios. De aqui la necesidad de generar una nueva cultura académica.
* La falta de debates internos inter e intraclaustros, entre quienes producen conocimientos, tanto para generar nuevas perspectivas políticas críticas como para transformar los planes y programas de estudio.
* La poca articulación entre investigación y docencia.
* La rigidez curricular que impone perfiles profesionales cada vez más estáticos. Esto trae como consecuencia directa, la perdida de actualización de los campos disciplinarios que se traducen en la falta de integración inter y trans-disciplinaria para el tratamiento de problemas científicos.
* La escasa participación de la universidad en temas relevantes de la vida política y social. Resulta claro que la universidad a través de sus especialistas, investigadores y docentes, deberían ser elaboradores de discurso permantente frente a cuestiones fundamentales tales como política económica, internacional, transformaciones tecnológicas, temáticas vinculadas a la salud y la medicina, etc. Asimismo, la escasa incorporación de las experiencias laborales, sociales y políticas de aquellos que participan de la vida de los claustros.
* Las características que asume por un lado, el mercado de trabajo docente cada vez más parcializado con la consecuente desarticulación de formación y trabajo al interior de las instituciones, y por el otro, los bajos niveles de retribución salarial que percibe el personal que trabaja en la universidad. El docente de esta universidad no puede vivir de su trabajo específico, por lo tanto puede participar menos de su vida institucional, en cada vez menores porcentajes participan de proyectos de investigación, la producción de conocimientos y la inserción en el medio se da a través del desempeño profesional individual en la cual generalmente no es reconocido como miembro de una comunidad académica.
Otro aspecto que incide en el cambio de cultura institucional es la clara tendencia a priorizar cuestiones administrativas y financieras que asumen en las casas de estudio características específicas. En este sentido, las instituciones universitarias han tenido que hacer y hacen el esfuerzo de aprender a administrar sus propios recursos tanto económicos como materiales y humanos, sin un cambio en las capacidades tanto institucionales como de las personas involucradas. Un director de departamento de carrera (tanto en la Facultad de Filosofía y Letras como en la de Ciencias Exactas y Naturales ocurre lo mismo) hoy, dedica la mayor parte de su trabajo en distribuir su magro presupuesto y en resolver problemas administrativos, en lugar de poder pensar y delinear políticas académicas e innovaciones en el campo de su carrera. La intención de este tipo de medidas lleva a pensar a las autoridades como meros administradores alejados de la capacidad de decidir e implementar políticas.
A nivel institucional la misma situación se reproduce, las facultades se van transformando lentamente en unidades de gestión administrativa en las cuales el debate político acerca de cuestiones centrales, como por ejemplo las visiones acerca de la misma coyuntura universitaria, está cada vez más alejado de los claustros.
Una consecuencia de lo planteado anteriormente es, producto de las políticas neoliberales emanadas desde el Estado, la paulatina ruptura de las redes sociales que involucra la universidad. Por un lado, cada facultad tiene que arreglarse como puede y disputar en forma individual tanto para conseguir mayores niveles presupuestarios como para acceder a otros beneficios, por otro lado, al interior de las facultades existe la tendencia a hacer del trabajo universitario un experiencia meramente individual y meritocrática.
La crisis de la vida en los claustros comienza también a estar determinada fuertemente por la dinámica propia que adquiere el mercado de trabajo en el contexto del ajuste.
La baja de salario en el sector docente y de presupuesto para investigación empuja a los recursos humanos existentes puertas afuera de las instituciones de nivel superior.
Sumado a esto la cada vez menor proporción de dedicaciones exclusivas, que acerca la capacidad de producción de conocimiento e investigación así como su distribución, a niveles verdaderamente críticos.
El trabajo docente en este contexto
Este cambio de cultura institucional afecta directamente los modos de organización del trabajo al interior de las facultades así como el desempeño laboral de su personal en particular de los docentes.
Cabe diferenciar aquí dos conceptos que tienden muchas veces a superponerse: 'la práctica docente' y 'el trabajo docente o práctica laboral docente'. La 'práctica docente' hace referencia a todas aquellas acciones metodológicas, pedagógicas, didácticas, disciplinarias, etc., involucradas en la transmisión de contenidos y el proceso de enseñanza- aprendizaje. El 'trabajo docente' en cambio, implica una serie de aspectos más amplios que incluyen la 'práctica docente', tales como: el tipo de inserción institucional, las relaciones sociales que establece con sus alumnos, sus colegas y con las autoridades, las reuniones de planificación institucional, la participación en la vida política de la insitutción, el trabajo dentro de las cátedras, la determinación de los horarios de trabajo con la consecuente distribución de la dedicación para la tarea, el salario percibido, la reformulación de los programas de estudios, la posibilidad de hacer investigación, indagación bibliográfica, actividades de posgrado como actualización, perfeccionamiento, o el cursado de maestrías y doctorados, la producción de materiales teóricos, etc. En efecto, las tareas que desempeñan los docentes lejos están de limitarse solamente a aquello que ocurre dentro del aula.
El trabajo docente es entonces, un tipo de práctica laboral con características específicas, que no sólo está impregnada de las relaciones sociales estructurales, sino que además está determinada por la forma particular que establecen las relaciones sociales de la educación, la experiencia cotidiana de los agentes y de como ellos viven estas relaciones regularmente (Llomovatte, S., et al., 1991). Desde la mirada del docente, esto implica que la práctica laboral es un proceso formativo en sí, como proceso de trabajo dentro del cual la formación del profesor en sentido estricto es sólo un aspecto, de los varios que la determinan.
La práctica laboral docente está recortada entonces por las relaciones sociales de la educación. Esto quiere decir que existen una serie de factores que la condicionan: la dependencia de una estructura social determinada y de una institución definida inciden en las decisiones y esquemas de pensamiento del propio docente.
Los modos en que los docentes desarrollan el trabajo determina las modalidades de inserción laboral, que está vinculada estrechamente a la dinámica que asumen el mercado de trabajo profesional en el que se encuentran incluidos.
La mayoría de los docentes en la universidad ha realizado una carrera, posee un saber especializado concerniente al título de grado.
Es importante señalar algunas características que asume dicho mercado de trabajo profesional: * Progresivo proceso de achicamiento de las posibilidades de empleo en los mercados profesionales.
* Fuerte tendencia a la competencia entre profesionales de un mismo campo y, lo que es más preocupante, entre campos diferentes (a veces ni siquiera afines) por acceder a un mismo puesto de trabajo.
Preocupante en el sentido de que, al restringirse las posibilidades de empleo, los puestos disponibles pasan a ser disputados por profesionales con perfiles muy disímiles, que terminan por resultar inespecíficos. Esto produce una distorsión al interior de las incumbencias que definen una profesión, generándose en muchos casos una política del "todo vale".
* Incremento de condiciones de trabajo precario y endeble. En relación a la creciente precariedad en el sector universitario, Riquelme señala que "...los enunciados interpretativos sobre la devaluación educativa, la sobreoferta y/o subutilización anticipan problemas de precarización, en tanto suponen perfiles cualitativos de desaprovechamiento o, por el contrario, sobre-explotación de los más educados." (Riquelme, 1991).
* Generalización del contrato como forma de compra- venta de la mano de obra profesional, tanto en el sistema público como en el privado.
* Fuerte restricción de los espacios de inserción de los profesionales universitarios, en el marco del achicamiento del sector público.
* Dinámica de empleo profesional orientada al desarrollo de una multiplicidad de pequeños trabajos en forma simultanea por: bajos salarios, incentivación al desarrollo del campo profesional y necesidad de supervivencia (changarización de las profesiones).
Por otra parte, hay otra dimensión que se cruza con la anterior, constituida por la forma particular en que los docentes desarrollan su trabajo al interior de las facultades. Esta dimensión abarca una serie de cuestiones tales como: tiempo real de dedicación, preparación de sus clases, actualización, identificación con el lugar de trabajo, presencia en el lugar de trabajo, compromiso con la tarea, entre otras.
La inserción laboral de los docentes universitarios asume entonces características complejas para el desarrollo futuro de las carreras al interior de las facultades. La docencia universitaria es frecuentemente el primer puesto de trabajo profesional para los recién egresados, por diferentes motivos: la posibilidad de acceder y desarrollar una carrera académica y la posibilidad de tener contactos profesionales para futuros trabajos se encuentran entre los principales. Este tipo de inserción se realiza en general en forma ad honorem como una forma de inversión que tendrá sus beneficios en el futuro.
Por otra parte, quienes trabajan rentados lo hacen por muy bajos niveles salariales cualquiera sea su cargo y dedicación y en muchos casos se mantienen por la valoración política que le asignan a trabajar en la universidad o también por mantenerse en contacto con la comunidad científica o porque el desarrollar una formación académica de posgrado requiere de dicho ejercicio o por cuestiones estrictamente vocacionales.
Asimismo, los profesores universitarios son profesionales que en general, no poseen título específico que los habilite para la docencia. Por lo tanto, su práctica profesional se realiza en un campo para el que se formó sólo parcialmente, ya que no ha tenido acceso a formación sistemática en dicho campo. En líneas generales la formación de los docentes está estrechamente vinculada al rol que las cátedras ejercen en la formación de sus equipos docentes, pero usualmente las acciones al interior de las cátedras están referidas a los contenidos a transmitir y en pocos casos a trabajar sobre aspectos pedagógicos involucrados en la transmisión de dicho contenido. La formación docente y el desempeño profesional como tales se realiza al mismo tiempo, quedando en manos de la práctica docente específica, la principal experiencia formativa con escasas posibilidades de control y de evaluación.
Existe, además, una gran diversidad en relación a los mecanismos que posibilitan el acceso a la docencia entre las distintas facultades. Al mismo tiempo, la heterogeneidad se extiende al interior de cada facultad, ya que cada cátedra posee, presumiblemente, particularidades en relación a los modos de encarar la formación de los profesionales más jóvenes.
Por otra parte, los docentes participan de una estructura jerárquica de cargos definidos por función y asignación presupuestaria, para los que no existe capacitación ni perfeccionamiento que los prepare adecuadamente para poder ser promovidos y transitar la carrera docente desde el cargo de ayudante de segunda hasta el de titular. A este proceso hay que agregarle que son muy escasas las posibilidades de cursar posgrados, de perfeccionarse en la docencia e incluso adquirir nueva bibliografía, tanto por la escasa oferta existente como por los compromisos laborales que asumen los profesionales.
La posibilidad de acceder a una dedicación exclusiva o semi-exclusiva son cada vez menores y sólo lo puede hacer una minoría. Si bien es cierto que las mayores dedicaciones ofrecen mejores garantías de actualización y desarrollo académico, los ingresos percibidos en estos niveles, proporcionan alrededor de un cuarto de los ingresos necesarios para vivir, con excepción de aquellos que tienen los máximos de antigüedad. Por lo tanto, tener una dedicación exclusiva, no garantiza tener un solo empleo
Todas estas cuestiones inciden en que la dedicación 'real' al trabajo docente sea cada vez más marginal en relación al conjunto de actividades laborales que realizan los profesionales. El proceso de changarización profesional alcanza así a los docentes pasando a ser el dictado de los cursos una changa más dentro de una multiplicidad de empleos que le permitan alcanzar niveles aceptables de ingresos. En algunos casos, este proceso de changarización se da solamente entre empleos universitarios, lo que genera incompatibilidades en nombramientos y cargos.
- Los Programas de incentivos y los premios a la investigación científica.
Dentro de los factores institucionales, que afectan el 'trabajo docente', en los cuales se enmarcan los modos de organización y los procesos de trabajo específicos, hay dos aspectos que interesa analizar, a saber: el programas de incentivos y el de premios a la producción científica y la de inserción y promoción de los docentes en las facultades.
Durante los '90 comenzaron a operar en las distintas facultades dos tipos de programa de similares características. Por un lado, el programa de incentivos surgido de una iniciativa del Ministerio de Cultura y Educación y por el otro, el de premios a la producción científica promovido desde el Rectorado de la Universidad de Buenos Aires.
Si bien es cierto que, dichos programas tienen por finalidad incentivar el desarrollo y la producción de conocimiento científico. En la realidad, lejos están de cumplir con tales fines. Las visiones desde las Facultades de Filosofía y Letras y de Ciencias Exactas y Naturales, aunque difieren en algunas apreciaciones, coinciden en señalar que la participación en este tipo de emprendimientos está relacionado directamente a poder mejorar el nivel de ingreso de docentes e investigadores, en especial de los docentes. En este sentido, tales Programas pasan a formar parte de una política salarial encubierta bajo el manto de la búsqueda de una mayor productividad.
El programa de incentivos
En relación al programa de incentivos cabe señalar que, incentivo significa según el diccionario 'lo que incita o mueve a hacer una cosa'. Es decir, es un estímulo que se brinda a priori a la realización de una actividad y con la finalidad de poder obtener resultados beneficiosos. Ahora bien, el programa opera en el sentido opuesto, como bonificación que se entrega en función de acciones ya realizadas.
El Programa establece cuatro categorías (A; B; C; D) que se definen de acuerdo al cargo docente, dedicación, antigüedad, títulos de posgrado. Una vez que los docentes son categorizados se evalúa si cumplen con las condiciones para poder cobrar el incentivo y se asigna el monto de dinero correspondiente a la categoría que se estableció previamente y que será distribuido en forma trimestral durante un año.
Las evaluaciones para poder acceder la beneficio se realizan, como ya se dijo, en base a tareas cuplidas, tales como: actividad docente frente a curso, participación en proyectos de investigación, publicaciones, entre otros.
Pero entre ellas, la que determina que un docente pueda ser beneficiario del programa es el haber dictado cursos en los dos cuatrimestres del año.
La implantación de este mecanismo de asignación de recursos tiene un impacto claro sobre la estructura de trabajo de las casas de estudio. En primer lugar, se aplica una política salarial discrecional que no beneficia al conjunto de los trabajadores sino principalmente a quienes tienen mayores dedicaciones ( semiexclusivas y exclusivas).
En segundo lugar, promueve dinámicas fuertemente meriotocráticas e individualistas quitando de vista la situación en la que quedan la mayoría de los docentes e investigadores. Se van conformando de esta forma grupos intelectuales de elite con fuertes componentes corporativos. En tercer lugar, al tener mejores ingresos y mayores tiempos de permanencia institucional, dichos grupos se posicionan rápidamentes en los espacios de poder y en las estructuras de gobierno de las facultades y de la universidad arbitrando los medios que garanticen su permanencia con pocas posibilidades de recambio. Quienes quedan en la base de esta piramide de punta cada vez más afilada, que son quienes sostienen gran parte de las actividades docentes, condición de existencia indispensable (aunque no sea la única) de las diferentes carreras, son excluidos, no sólo de la mejora de sus ingresos sino de la posibilidad de participar efectivamente de la vida política y académica de las instituciones universitarias.
Vale la pena destacar que en la de Ciencias Exactas ocurre además otro fenómeno producto de la coyuntura crítica que vive el sistema de ciencia y Técnica. La crisis que vive el CONICET a promovido que una cantidad significativa de profesionales que trabajan o trabajaban en los diferentes institutos de investigación comiencen a presionar para poder ingresar a la docencia en la Facultad debido a la posibilidad de poder acceder facilmente al programa de incentivos. Esto tiene por lo menos dos consecuencias graves, la primera es que entre quienes ejercen tal presión se encuentran profesionales doctorados o con posdoctorados que se presentan a concursos para cargos de ayudante o de jefe de trabajos prácticos, con lo cual a quienes se desempeñan actualmente se les hace muy dificil poder permanecer en sus empleos. En segundo término, y como consecuencia de lo anterior, las perdidas en la inversión que hizo y hace la universidad para formar los recursos humanos que se pierden.
Llama la atención en especial en Filosofía y Letras la falta voces crítica a este tipo de políticas de intensificación del trabajo y control sobre los profesionales universitarios. Es probable que este sea un indicador de la existencia de tendencias individualistas y corporativas, pero también es cierto que la posibilidad de aumentar el valor de la fuerza de trabajo de los docentes produce un efecto de alienación sobre el verdadero impacto que estas políticas tendrán sobre las casas de estudio.
Los premios a la investigación científica
En lo que respecta a este programa, existen algunas similitudes con el anterior con la salvedad que esta fuertemente orientado a la investigación y la posibilidad de ser beneficiario depende además de hacer docencia de la participación en subsidios y proyectos de investigación.
Hay aqui una cuestión de orden semántico, en el sentido que si hay alguien que es premiado, entonces también hay alguien que es castigado. Ciertamente la posibilidad de participar del programa de premios es más abierta dado que cualquier docente o investigador puede integrar un subsidio o un proyecto de investigación, sin importar que dedicación tenga; también es cierto que las posibilidad de desarrollar estas actividades es cada vez más acotada dado que los presupuestos son cada vez más restringidos. Por lo tanto, hay una enorme cantidad de docentes con dedicaciones simples que son castigados por no trabajar en investigación, siendo nuevamente victimas de una política de asignación de recursos discrecional. Mientras quienes tienen dedicaciones semiexclusivas y exclusivas tienen la obligación (en virtud de la normativa vigente) de realizar actividades de investigación el resto queda librado a su suerte. Esto promueve, como en el caso de los incentivos, mecanismos meritocráticos para poder acceder al premio y la consolidación de sectores de poder corporativo desde lo académico.
Asimismo, los aspectos vinculados a la calidad de la producción científica son un factor secundario, siendo lo principal la necesidad de obtener productos que permitan incrementar de alguna manera los magros ingresos de quienes trabajan académicamente en las facultades.
A modo de conclusión
La educación superior se encuentra hoy en día abordada por estas cuestiones que confluyen en la realidad de una institución cada vez más estática, que ha plasmado un ideal de formación para una época que ya pasó, cuya dinámica responde a formas de producción y transmisión de conocimiento que fueron útiles en otro contexto socio- económico-político, que ha consolidado en su interior estructuras corporativas y conservadoras promovedoras de transformaciones pero resistentes al cambio, una institución que se debatirá en el futuro entre enfrentar las demandas del medio a partir del desarrollo de un perfil propio renovado, o ser cooptada por la política hegemónica actual y reducir cada vez más sus espacios de acción.
Se va generando a partir de este modelo un distanciamiento cada vez mayor entre los trabajadores y su lugar de trabajo específico, con el consecuente perjuicio que esto ocasiona, ya que la descalificación del personal académico forma parte de la descalificación de la función esencial de la universidad, en tanto productora y transmisora de conocimientos.
Desde esta perpectiva, el docente se parece cada vez más a un trabajador precario, entendiendo por trabajador precario a: "todo trabajador que presenta una inserción endeble en la producción social de bienes y servicios; dicha inserción endeble está referida a características ocupacionales que impulsan o al menos facilitan la exclusión del trabajador del marco de su ocupación. Se expresa en la participación intermitente en la actividad laboral y en la disolución del modelo de asalariado socialmente vigente" (POK, C, 1992).
Teniendo en cuenta que los docentes universitarios tienen la responsabilidad no solo de formar los nuevos profesionales sino también de formar a los futuros docentes este proceso de precarización laboral incidirá en el mediano plazo en detrimento de la calidad académica del servicio universitario. Este tipo de conductas al interior de estas instituciones determinan condiciones propicias para la implementación de políticas no inclusivas de la universidad pública en el medio social. En este sentido, existe un espacio vacío en las responsabilidades que le caben a la universidad, que la debilitan frente a las embestidas de las políticas neoliberales.
La implantación y aceptación de este tipo de políticas genera mecanismos y modalidades de organización del trabajo que serán cada vez más difíciles de transformar en el tiempo y más complejas de revertir.
BIBLIOGRAFIA
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