II Encuentro Nacional "La Universidad como Objeto de Investigación"

Centro de Estudios Avanzados (CEA - Universidad de Buenos Aires -UBA)

Noviembre 1997

Ponencias publicadas por el Equipo NAyA
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Marx y la Universidad de Buenos Aires.

Reformismo, socialismo y política en el debate sobre el marxismo en las clases de sociología.*

Diego Pereyra **

Introducción

Sin duda, el marxismo constituye una de las ideologías más importantes del presente siglo. En Argentina, este pensamiento ha marcado las trayectorias de diferentes grupos intelectuales que han participado en el debate político de las últimas décadas. Si bien la bibliografía sobre el tema es en extremo extensa, ella no ha abordado el problema del origen de la enseñanza en nuestro país de las doctrinas de Marx y su discusión científica en las aulas universitarias. Los trabajos principales se orientan en una senda de discusión del pensamiento marxista en América Latina. Se vincula de esta manera a José Mariátegui y al marxismo peruano como un caso paradigmático.1 Por otro lado, en nuestro país, se asocia este tema a la historia del Partido Socialista.2 Se ha dicho que el primer antecedente del marxismo en Argentina lo constituyó la fundación de dicho partido en 1896. Asimismo, se ha afirmado también que el libro Sociología Argentina de José Ingenieros fue el primer trabajo producido en la universidad argentina que se interesó por el materialismo histórico.3

Sin embargo, el debate por el marxismo comenzó en las aulas de la Universidad de Buenos Aires antes que Ingenieros finalizara su obra en 1913. Las clases sobre el marxismo dictadas en la cátedra de sociología de la Facultad de Filosofía y Letras despertaron un amplio interés y abrieron una discusión en el campo intelectual de la época. La discusión sobre la teoría de Carlos Marx y sobre los teóricos del materialismo histórico generó una puja entre el discurso científico y el discurso político, entre el campo académico y el campo cultural, por apropiarse de la verdad y la legitimidad de la teoría marxista. Por lo tanto mi objetivo es analizar el desarrollo de las clases sobre marxismo en la Universidad de Buenos Aires en la primera década del presente siglo.

Describiré los temas tratados, la bibliografía, las criticas a esta visión y analizaré algunos de los trabajos presentados por los alumnos. Asimismo, centraré parte de este trabajo a analizar la polémica que estas clases despertaron entre los marxistas argentinos. Para ello, se examinará una discusión muy poco conocida entre Ernesto Quesada y La Vanguardia en 1908.

Las clases sobre el marxismo

Tanto José Ingenieros como Alfredo Colmo han sostenido que Juan Agustín García incursionó por el materialismo histórico cuando publicó, en 1900, La Ciudad indiana (Ingenieros, 1900: 111-124; Colmo, 1905: 66).4 En ese mismo año el tema de la interpretación económica de la historia era incluido por el profesor Antonio Dellepiane en el temario del examen final de sociología de la Facultad de Filosofía y Letras porteña.5 Algunos años después, Ernesto Quesada y Juan Agustín García impulsaron la discusión universitaria sobre el marxismo. El primero, inauguró sus cursos de Economía Política en la Universidad Nacional de la Plata en 1906 con un curso en el cual aspiraba a investigar el problema obrero a partir de la interpretación científica del marxismo. Luego, dedicó dos años, 1907 y 1911, a investigar y debatir el tema junto a sus alumnos de la cátedra de sociología de la Facultad de Filosofía de Buenos Aires. García, por otro lado, entre 1908 y 1912 enseñó y discutió la teoría de Marx en sus clases de sociología de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales.

En sus clases en La Plata, Ernesto Quesada delineó un programa que aspiraba a estudiar los fenómenos económicos desde un enfoque sociológico (1907a y b). Este programa tenía como objetivo estudiar científicamente al marxismo y analizar la cuestión obrera argentina porque, para el profesor, el problema de los conflictos sociales y el antagonismo económico entre las clases tenía una importancia sociológica fundamental (1907a: 438, 440). Para ello Quesada se dedicó a estudiar la teoría marxista. En sus palabras:

"La critica de Marx y Engels se impondrá a nuestra consideración: examinaremos sus doctrinas en las obras originales, las aplicaremos a la realidad para ver lo que haya de exacto o de exagerado o de sofisma, estudiando su influencia en la orientación del movimiento socialista en el mundo civilizado, principalmente en el terreno económico, estudiaremos... la presente lucha de clases en todos los terrenos... practicaremos un estudio intensivo, y con el más imparcial espíritu crítico, de la faz científica y doctrinaria - es decir del marxismo - del socialismo contemporáneo.... " (1907a: 441).

En 1906, el mismo profesor dedicó la unidad dos del programa de sociología a estudiar la interpretación económica de la historia.6 Al año siguiente, el seminario de sociología que Quesada dirigía tuvo como tema de investigación a la sociología marxista.7 En este curso se inscribieron 20 alumnos pero sólo diez de ellos completaron la cursada y entregaron las monografías. Entre aquellos que no cumplieron este requisito se encontraban dos futuros decanos de la misma facultad: Emilio Ravignani y Coriolano Alberini.8 La bibliografía del curso estaba compuesta por las principales obras del pensamiento marxista del momento pero Quesada insistía en recomendar la obra de Rudolf Stammler, Economía y Derecho (1896).9

Por otro lado, Juan Agustín García explicaba en sus clases de sociología que la interpretación económica de la historia era posible en el contexto de la modernidad por la capacidad del hombre por dominar la naturaleza y por la revolución técnica (Apuntes, 1908: 62-65). Reclamaba entonces la necesidad de estudiar desde el marxismo la historia de las instituciones y las ideas del país. (Fierro, Comp, 1912: 47-49).10

La obra de Marx no era desconocida entre los estudiantes. Por el contrario, muchos de ellos expresaban una abierta admiración por el autor de El Capital. Un alumno de García, José Fierro, decía en una monografía de 1909:

"... cuando el futuro economista o sociólogo trate de la gran transición de los presentes tiempos se sentirá impulsado a asignar a Carlos Marx, un lugar más preeminente que el que hasta ahora le ha sido concedido fuera de las estrechas filas de los mismos socialistas... su obra brillante y útil probablemente vivirá por su carácter crítico... Marx será durante mucho tiempo recordado como uno de aquellos exploradores que si no han logrado por sí mismos llegar a la meta, han conseguido sin embargo una nueva y fecunda senda en medio de la confusión del pensamiento y del progreso humano,... nos ha enseñado a investigar por debajo de la superficie... " (Fierro, Comp, 1912: 86)

De igual manera, los alumnos de Quesada no ahorraban elogios hacia el pensador alemán. Roberto Giusti lo llamaba el campeón de los nuevos ideales.11 Luis Frumento, por otro lado, reclamaba un retorno a Marx, el "sociólogo más profundo del siglo XIX", un "gran economista innovador y revolucionario" (Frumento, 1908: 289).12

En 1911, Quesada volvió a centrar la temática de su seminario en este tema y organizó un curso sobre las doctrinas sociológicas marxistas. El mismo apuntaba sobre su objetivo:

"El presente curso estudiará los antecedentes, exposición y posterior desenvolvimiento de la doctrina social y económica de Carlos Marx, para establecer la razón de ser de su influencia en el movimiento socialista argentino y el criterio sociológico con el cual debe ser ella aplicada...".13

Para ello, Quesada diagramó un programa que comenzaba con una historia de la cuestión social desde los antigüedad clásica hasta el siglo XIX y un análisis del contexto social y cultural de la obra de Marx. Luego avanzaba en un estudio critico de la obra marxista y su influencia posterior y por último planteaba una historia del socialismo en Occidente, privilegiando el caso del movimiento socialista argentino. Las recomendaciones bibliográficas del profesor eran desbordantes, decenas de obras, casi un centenar de trabajos que los alumnos podían leer para realizar las correspondientes monografías. De Marx aconsejaba leer, sobre todo, El manifiesto, Las luchas de clases en Francia, y los tres tomos de El Capital. De Engels, su trabajo sobre la subversión de la ciencia, su libro sobre el origen de la familia, la propiedad y el estado y sus textos sobre la clase obrera.14 Recomendaba entonces, luego de leer las fuentes originales, acercarse a una serie de comentadores. Después, citaba un conjunto de críticos de la teoría marxista, entre los cuales la figura de Stammler aparecía en primer lugar, y una completa bibliografía sobre el socialismo y el debate sobre el movimiento obrero en Argentina.15

Las clases de Ernesto Quesada sobre Marx estaban destinadas a esclarecer en sus alumnos la idea de que Marx había centrado su atención en uno de los fenómenos sociológicos más interesantes de su época: el antagonismo social. La sociología debía entonces enfocar su mirada sobre este problema (1907b).16 El profesor afirmaba que los trabajos de Bialet Massé e Ingenieros no habían llenado el vacío que había en la investigación social, inclusive el primero de ellos "era apenas un esbozo lleno de defectos y vacío" (1907b: 115).17 Su visión sobre el movimiento obrero argentino lo llevaba a ubicar dos grandes tendencias, el anarquismo y el socialismo, aunque también Quesada pretendía rescatar una tercera vertiente vinculada a los Círculos de Obreros Católicos. Quesada, por otro lado, situaba dos diferentes interpretaciones de la teoría de Marx: Por un lado, estaban los teóricos ortodoxos del marxismo, entre los cuales sobresalía Kautsky y por otro se hallaban los intelectuales heterodoxos, cuya "figura culminante" era Bernstein. Esta clasificación configuraba las tendencias y tensiones entre la opción revolucionaria y la opción reformista. Quesada apuntaba a remarcar una distancia entre las tendencias del socialismo criollo y el socialismo internacional pues, nuevamente según el profesor, los socialistas argentinos desconocían, o al menos no comprendían, la evolución de la doctrina marxista.

La polémica de Quesada con el Partido socialista

El acercamiento de Ernesto Quesada a la teoría Marx se explica por su preocupación por el futuro de la sociedad argentina y la resolución de las tensiones del capitalismo.

José Fierro planteó con claridad la disyuntiva:

"Las condiciones económicas crean nuevas necesidades y el derecho... contrarresta... (su) influencia, entonces, viene la lucha entre el código, instrumento fijo, y las nuevas necesidades, conflicto que se resuelve pacíficamente por la prudencia del legislador o bien violentamente por la revolución... " (Fierro, Comp, 1912: 84)

El profesor de sociología se inclinaba claramente por la primera de estas dos opciones. Su reformismo se vinculaba por un lado a las ideas de Bernstein y por otro a su visión católica. Creía que debía encontrarse una solución al problema de la presencia simultánea de miseria y progreso y evitar al mismo tiempo una resolución violenta. Descubrió entonces la posibilidad de un orden social más justo en el logro de un equilibrio entre el capital y el trabajo. Para él, el Vaticano, a través de la Encíclica Rerum Novarum, apoyaba la lucha de los trabajadores e inclusive alentaba la formación de un movimiento católico socialista.18 Estas visiones lo enfrentaron con el socialismo.

Ernesto Quesada ofreció una conferencia sobre el marxismo en la Facultad de Filosofía el 2 de mayo de 1908 donde asistió un numeroso público (1908).19 En ella retomó el análisis del movimiento obrero argentino y remarcó su división interna. Para Quesada, la tesis fundamental del marxismo:

"... estriba en afirmar que la historia no se basa en la filosofía, religión o política sino en lo económico, de modo que lo que caracteriza el desenvolvimiento histórico son las modalidades económicas de cada época y lugar, siendo las clases sociales resultado de las condiciones de producción e intercambio, e implicando sus luchas el progreso, por cuyo intermedio el factor económico modela la evolución social, emancipando sucesivamente a la clase sojuzgada, mientras que, en el actual estadío de la evolución, el triunfo del proletariado significa la supresión de la lucha de clases, dado el carácter internacional de la contienda." (Ibídem, p. 15).

Esta afirmación no despertó ninguna sorpresa pero fue sólo una introducción a un argumento que iba a provocar una polémica. Trece años antes de este episodio, Quesada había reconocido que Marx desarrollaba una tarea científica pero al mismo tiempo le daba un sentido político:

"... un hombre como Marx tenía que imprimir a ese movimiento (la I Internacional) un carácter tanto más alarmante cuanto que por más errada sea la solución que personalmente preconizaba, era indudablemente exacta la exposición de la cuestión, evidentes los hechos aducidos e irrefutables la situación descripta. Hoy mismo (1895) a la distancia de 30 años se leen los manifiestos de Marx como si fueran documentos del día, tan clara y perfecta era su concepción de las cosas y sus presunciones en cuanto a su desarrollo ulterior" (Quesada, 1895: 35).

En este sentido, Quesada veía un Marx científico que describía la evolución del capitalismo y un Marx político que apelaba al voluntarismo revolucionario. Compartía las ideas del primero pero rechazaba al segundo. La evolución del sistema capitalista le había demostrado a Quesada que la realidad social había cambiado y por lo tanto la doctrina marxista debía ser actualizada. Para él, Marx había centrado su análisis en el desarrollo industrial inglés en el siglo XIX y no había razón para creer que esa realidad se adecuara al mundo entero en toda la historia.

"El error capital de Marx ha consistido en generalizar una observación limitada y erigirla en ley universal" (1908: 30). Asimismo, "redujo el mundo económico al estrecho horizonte fabril inglés, de ahí de que sus doctrinas hayan resultado heridas de raquitismo" (Ibídem).

Quesada basaba sus argumentos en el análisis de Stammler. Este autor reconocía en los trabajos de Marx una teoría sociológica estructural porque ellos establecían reglas sociales exteriores al individuo que condicionaban su conducta. Esta sociología marxista no debía confundirse con una filosofía social, ni con la economía política ni con el derecho. De este modo para Stammler Marx era un sociólogo porque su sociología:

"...., tiende a un estudio de la vida social humana y no quiere reducirse a ser una simple manifestación de las ciencias naturales sin existencia independiente, sino que ve en la sociedad humana un objeto propio de investigación, esencialmente distinto del que constituyen los fenómenos sensibles de la naturaleza..."(Stammler, 1896: 199).

El autor alejaba de esta manera a Marx de las visiones organicistas y lo ubica como uno de los fundadores de la autonomía de las ciencias sociales. Según Stammler, ésto le permitió descubrir la base social del capitalismo, un sistema basado en la "producción de mercancías, de bienes masivos no destinados al uso personal del que los produce sino del cambio mediante el mecanismo de compra venta, a la transferencia de valores pecuniarios", por lo tanto, "la actuación concreta de una convivencia y cooperación reguladas de un determinado modo" (Ibídem, p. 235). De las criticas de Stammler hacia el marxismo, una de ellas resulta interesante. Para él, la concepción materialista de la historia cae en una visión teleológica. Así, Marx reconocía "como aspiraciones sociales legítimas aquellas que descansan sobre la convicción resuelta de ajustarse a una evolución ya demostrada como necesaria" (Ibídem, p. 397). Para Stammler, esta idea es equivalente a reconocer como legítimo el movimiento del sol. Igualmente, reconoció que la teoría marxista es incompleta y superficial porque al dar todas las respuestas sobre la vida humana, el marxismo no se interroga por el orden social y al no tener una teoría del poder no puede dar respuestas sobre los mecanismos del cambio social. Stammler afirmaba que el marxismo al preocuparse por la ley última de lo social descuida la posibilidad de pensar que es la sociedad. Su argumento apuntaba a demostrar que en el marxismo existe una relación mecánica y necesaria entre la economía y el derecho, en la cual el segundo se halla en una relación de dependencia con respecto a la primera. Sin embargo, Marx no hacía nada por explicar los mecanismos de mediación entre ambos. Para Stammler, la sociología de Marx falló porque no desarrolló conceptos sociales capaces de relacionar el cambio estructural y el cambio político.

Esta visión no estaba alejada del pensamiento de Bernstein quien veía la obra de Marx como un esquema donde el resultado del desarrollo ya se sabía de antemano. En última instancia, la revolución no era más que el resultado de un voluntarismo utópico (1982: 265).20 Luis Frumento pareció comprender este razonamiento cuando dividió a la teoría marxistas en dos dimensiones: una científica y otra literaria. Por esta última, la revolución y la dictadura del proletariado resultaban una metáfora que expresaba rasgos utopistas (Frumento, 1908: 574-575). Horacio Rivarola, en su tesis de doctorado, afirmaba en aquellos años que la transformación de la estructura de la sociedad argentina llevaría a un cambio político inevitable (1910). Esta tensión entre cambio estructural y cambio institucional es la que marcaba la preocupación de Quesada por el marxismo.

El Partido Socialista, a través de su órgano oficial, La Vanguardia, se hizo eco de estas afirmaciones y le dedicó una acalorada critica.21 La nota del diario y la respuesta de Quesada no expresaban la aparición de un mero episodio periodístico, indicaban el momento culminante de una puja mucho más amplia sobre la apropiación del discurso científico de Marx y las posibilidades de su aplicación práctica.

El objetivo de Quesada fue confrontar la obra de Marx con la realidad social argentina y estudiar científicamente la posibilidad latente "de que se conmuevan las bases mismas del orden existente" (Quesada, 1908: 4). Ante esta amenaza, la sociedad argentina necesitaba encontrar una solución. Los obreros tenían el pleno derecho de reclamar por sus reivindicaciones pero no encontraban los canales indicados. Su diagnóstico era que el socialismo argentino estaba dividido y se hallaba en crisis por lo cual no había otra cosa que esperar el fracaso futuro de esta opción política, básicamente por la ausencia de una dirección política definida del movimiento obrero. Ante esta situación, Quesada veía que la única salida para lograr la paz social y el bienestar era la integración de las masas obreras a través de las políticas reformistas.

Estas políticas debían concebirse y aplicarse en el seno del estado. Ellas constituían una de sus funciones esenciales y tenían como doble objetivo: asegurar el orden social y proteger al obrero. Además, y muy importante para el argumento de la conferencia, coincidían con la evolución del socialismo occidental que avanzaba por la senda reformista. En sus palabras:

"... ya hoy los neomarxistas se han visto obligados a reconocer que tanto la teoría del valor como la teoría de la supervalía son simples construcciones de lógica, requeridas por la argumentación pero no verdaderas leyes incontrovertibles" (Ibídem, p. 23).

Según el profesor de sociología, las teorías de Marx se invocaban en aquel momento, cincuenta años después de haberse concebido, como "si fueran un evangelio ne varietur y como si representaran la encarnación misma de la verdad indiscutible..." (Ibídem, p. 29). Aquí, el conferencista no hizo otra cosa que reinterpretar el mensaje de Bernstein, para quien la tarea de los discípulos no podía consistir precisamente en limitarse a repetir eternamente las palabras del maestro pues el desarrollo y el perfeccionamiento de la teoría marxista debía empezar por la crítica (Bernstein, 1982: 126). En su opinión, los socialistas argentinos no se habían percatado de estas novedades y no aceptaban que la creación del Departamento Nacional del Trabajo era un avance para el logro del programa mínimo de su partido.

"... la serie extraordinaria de investigaciones estadísticas practicadas en el último tercio de siglo, - gracias a la creación de los Departamentos Nacionales del Trabajo-, ha permitido someter al control de la experiencia traducida en guarismos insospechables todas las predicciones y las afirmaciones del marxismo originario" (Quesada, 1908: 24)

En realidad, pensaba Quesada, los socialistas no comprendían ni la teoría de Marx ni la evolución del capitalismo actual. Su rechazo a aceptarlo significaba que eran unos "sectarios" (Quesada, 1907b:115).

Este argumento apuntaba a destacar que las bases teóricas del marxismo: la teoría del valor y la plusvalía, fueron replanteadas por el mismo Marx en la última etapa de su vida por lo cual las contradicciones entre el primer y el tercer tomo de El Capital resultaban evidentes.

Siguiendo nuevamente a Bernstein, afirmaba que el desarrollo del capitalismo no implicaba la desaparición de las pequeñas y medianas empresas ni de las clases medias.

La realidad argentina que se manifestaba ante sus ojos: plena ocupación, altos salarios, y movilidad social ascendente pudo haber sido, para él, un testimonio privilegiado en este sentido. Las promesas siempre incumplidas del profesor por escribir un libro sobre el tema fueron en realidad retomadas por sus alumnos. Sofía Suarez, una de ellas, siguió el camino indicado por su maestro y concluyó su monografía con el siguiente párrafo:

"... de todo lo dicho resulta que la teoría de la acumulación, eje central de la doctrina marxista, no está de acuerdo ni con los hechos ni con la lógica. Y como en esa teoría se basa la necesidad del socialismo, ésto es, de la suplantación del régimen capitalista por la socialización de los medios de producción, al fracasar la teoría esta necesidad se convierte en una utopía. Y en efecto hemos visto que el régimen capitalista en lugar de demostrar que lleva en si el germen de su disolución, demuestra que tiende a afirmar la estructura económica sobre la cual se asienta en lugar de ser causa de miseria y degradación, es origen de creciente prosperidad" (Suarez, 1911: 469).

El comentario socialista sobre la conferencia básicamente acusaba al disertante de haber hablado de un tema del que poco sabía, rechazaba sus acusaciones sobre la ignorancia de la teoría de Marx y reprochaba que Quesada no había demostrado las supuestas contradicciones del marxismo. "Parecía un alumno del Salvador amaestrado en recitar argumentos antisocialistas" (Quesada, 1908: 43).

Quesada respondió con minuciosidad cada uno de los puntos y aceptó discutir solamente en términos científicos. La teoría debía discutirse a través de un análisis exhaustivo de las obras, otro tipo de especulaciones, lo que Marx no dijo, quedaba para que sea debatido por los que no hacen ciencia. En verdad, no hubo en este debate grandes divergencias acerca de la interpretación del marxismo. Los socialistas argentinos, liderados por Juan B. Justo, no desconocían los nuevos debates del marxismo europeo y estaban al tanto de las polémicas que allí se producían. Pero sin negar su existencia no podían tolerar que Ernesto Quesada se apropiara del discurso de Carlos Marx desde la universidad.

Algunas conclusiones: Militantes y científicos en la política argentina

Esta disputa entre el discurso académico y el campo político intelectual implicó una puja por la apropiación legítima de la científicidad del discurso marxista y el papel de la universidad en el debate sobre la cuestión social. La polémica entre Ernesto Quesada y La Vanguardia expresaba una disputa sobre el lugar que él y Juan B. Justo le asignaban a la ciencia, a la democracia y a la política como mecanismo de bienestar y progreso. Justo desconfiaba de la sociología y del discurso científico producido en la universidad.22 Acusaba a los sociólogos de platonismo teórico:

"Todos estamos dentro de la sociedad, inclusive los sociólogos, y si alguien realmente prefiere sus teoremas sociológicos a la vida de la comunidad sería tan estéril en la teoría como en la práctica' (Justo, 1909: 9) Quesada agradecía este saludo aconsejando a sus alumnos que no leyeran la traducción de Justo de El Capital.23 El fundador del socialismo argentino ubicaba a la política en el espacio de la militancia y la lucha electoral y parlamentaria. En su argumento, la ciencia se expresaba en la práctica política, la lucha de partidos, la propaganda, el debate de ideas y la presión organizada.

Por el contrario, Ernesto Quesada descubría en sus clases (y quería que sus alumnos también lo hicieran) que las manifestaciones de la desocupación y el empobrecimiento de la clase anunciadas por el marxismo no se presentaban en la realidad argentina. Reconocía el poder de propaganda y movilización del movimiento obrero del país pero estaba convencido que éste no iba a optar por el camino revolucionario.

"Estoy convencido de que no será una revolución sino una evolución lo que caracterizará el estadío inmediato de la organización social: el obrero eleva su nivel y se refunde con el capitalismo burgués, ensanchando los horizontes de la legislación social e imperando el criterio sociológico de la colectividad y de la solidaridad sobre le viejo criterio romanista del individualismo y del liberalismo" (Quesada, 1908: 66)

De este modo, la sociología constituía un eficaz instrumento para edificar este modelo. La universidad permitía entonces la investigación social y la enunciación de preguntas y respuestas sobre el problema obrero y el orden social. En este sentido, el lugar del político debía ser ocupado por el intelectual universitario (poseedor del conocimiento científico). Quesada, advirtió que en la teoría marxista no podía encontrar respuestas para el cambio institucional. Y en la Argentina, el socialismo argentino no podía ejercer el liderazgo político e intelectual del movimiento obrero porque aún no se había despegado de los rasgos utópicos del marxismo. Sus seguidores, además, se comportaban como acólitos religiosos que no comprendían la realidad social del país. En este esquema, Quesada pensaba que las aspiraciones de los obreros no podían resolverse por el mero trámite electoral, como proclamaba Justo, pues el movimiento obrero argentino era escaso en número y por lo tanto no podía constituir una mayoría parlamentaria. Por ello, el estado, con el asesoramiento y la investigación de los intelectuales, debía adelantarse a los problemas y establecer una legislación de protección a los trabajadores.

Ernesto Quesada redefinía de este modo el valor de la democracia más allá del mecanismo electoral y preanunciaba la democracia social. A través de la idea de conciliación de las clases reinterpretaba la visión de la democracia de Bernstein quien la definía como la ausencia de dominación de clases (1982: 217-219). En el mismo sentido, el profesor de sociología de la Universidad de Buenos Aires enfatizaba el papel de los intelectuales y las clases medias como dirección política de la sociedad argentina. Una frase de Ernest Untermann en su critica a Quesada describe perfectamente esta idea:

"(La política que sostiene Quesada tiende).... a establecer la armonía entre el capital y el trabajo manteniendo la supremacía de la clase media argentina al impedir el predominio del régimen corporativo de un lado y del de la clase obrera, del otro" (Quesada, 1908: 51)

Finalmente, el reformismo político de Quesada y su apoyo al paternalismo estatal preanunciaba el rumbo que seguirían los partidos socialistas de Occidente y, porque no también, señalaba una senda caminada por el Partido Socialista en nuestro país, y les presentaba a sus adversarios en esta polémica una tensión evidente: el rol de un partido que se proclamaba como revolucionario pero no estaba preparado, más bien, ni siquiera estaba dispuesto a hacer la revolución y tampoco tenía la capacidad electoral de llegar al gobierno. Reclamaba entonces que los intelectuales y el estado asumiera la conducción política de la clase obrera argentina. ¨Por qué nos suena tanto esta fórmula? Rescatar estos debates permitirá comprender mejor los enlaces históricos que unen nuestro pasado y del mismo modo iluminar con mayor claridad la historia del marxismo en Argentina y despojar a algunos intelectuales de la carga liberal que la historiografía nacional les ha endilgado, tal es el caso de Ernesto Quesada.

Diego Pereyra Septiembre 1997.

Bibliografía

Apuntes de Sociología, (1908) Apuntes de sociología tomados taquigráficamente del Dr. Juan Agustín García en sus conferencias de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, UBA, Buenos Aires, Manuscrito.

Bernstein, Eduard (1982) Las premisas del socialismo y las tareas de la democracia, Edición a cargo de José Aricó, Siglo XXI, México, 1ø ed. castellana, 1982.

Colmo, Alfredo (1905) Principios sociológicos, Biedma, Buenos Aires.

Fierro, José (Comp, 1912) Apuntes de sociología, Centro de Estudiantes de Derecho, Imprenta Grau, Buenos Aires.

Frumento, Luis (1908) "Sociología. La filosofía social marxista", en Revista de Derecho, Historia y Letras, Buenos Aires, Año X, Tomo 29, Febrero 1908, pp. 287-302; Abril 1908, pp. 557-575.

Ingenieros, José (1913) Sociología argentina, L. J. Rosso y Cía, Buenos Aires, 7ø ed. corregida y aumentada, 1918.

Justo, Juan B. (1909) Teoría y práctica de la historia, Ed. La Vanguardia, Buenos Aires, 4ø ed, 1938.

Quesada, Ernesto (1895) La iglesia católica y la cuestión social, Moen, Buenos Aires.

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(1907b) "La cuestión obrera y su estudio universitario", en Boletín del Departamento Nacional del Trabajo, Buenos Aires, Año I, Nø 1, 30 de Junio de 1907, pp. 110-152.

(1908) La teoría y la práctica en la cuestión obrera, El marxismo a la luz de la estadística en los comienzos del siglo, Moen, Buenos Aires.

Rivarola, Horacio C. (1910) Las transformaciones de la sociedad argentina y sus consecuencias institucionales, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, Tesis de doctorado, Moen, Buenos Aires.

Spalding, Hobart A, Jr. (1968) Argentine sociology from the end of ninetenth century to World War One, Centro Investigaciones Sociales, Instituto Torcuato Di Tella, Buenos Aires, Documento de Trabajo Nø 52.

Stammler, Rudolf (1896) Economía y derecho según la concepción materialista de la historia. Una investigación filosófica y social, Traducción de W. Roces, Reus, Madrid, 1929.

Suarez, Sofía (1911) "La doctrina marxista, Observaciones criticas al Tomo I de El Capital de Marx", Ultimo capitulo de una monografía presentada al curso de sociología, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, 1911, en Revista de la Universidad de Buenos Aires, Año VIII, Tomo 15, 1911, pp. 431-469.

Zimmermann, Eduardo (1995) Los liberales reformistas, La cuestión social en la Argentina 1890-1916, Universidad San Andrés- Sudamericana, Buenos Aires.

NOTAS

* Esta ponencia es parte de un capitulo de la versión preliminar de mi tesis de maestría en investigación sobre la enseñanza de sociología en la Universidad de Buenos Aires en el período 1898- 1921. Facultad de Ciencias Sociales, UBA. Deseo agradecer la ayuda de mi tutor Waldo Ansaldi quien me impulsó a recorrer este camino y a mi colega y amigo Hernán Gonzalez Bollo por sus consejos.

** Licenciado y Profesor en Sociología, UBA, Instituto Gino Germani, +rea Sociología Histórica. Docente del Ciclo Básico Común, Avellaneda, UBA, Becario del Fondo para el Mejoramiento de la Calidad Universitaria. (FOMEC). Gallo 1305 (1828) Banfield. (01) 242- 8992. E- mail: diegoper@fsoc.uba.ar

1 Véase José Aricó (Comp), Mariátegui y los orígenes del marxismo latinoamericano, Cuadernos de Pasado y Presente, Siglo XXI, México, 1978, 2ø ed, 1980; y Oscar Terán, Discutir a Mariátegui, Universidad Autónoma de Puebla, México, 1985.

2 La literatura sobre la historia del socialismo argentino es muy rica y variada aunque su calidad es despareja y no existe aún una historia global que sea capaz de sintetizar la evolución completa del partido como estructura política y como movimiento ideológico.

3 Luis E. Aguilar (Edited), Marxism in Latin America, Revised edition, Temple University Press, Philadelphia, 1978, pp. 6-7.

4 Juan Agustín García, La ciudad indiana, Buenos Aires desde 1600 hasta mediados del siglo XVIII, Estrada, Buenos Aires, 1900; Eudeba, Buenos Aires, 1972.

5 Anales de la Universidad de Buenos Aires, Tomo XIV, Año 1899-1900, pp. 151-157.

6 "Sociología", en Programas, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, 1906, pp. sin número.

7 Archivo de la Facultad de Filosofía y Letras, Caja 25, Doc. Nø 27.

8 La lista de los alumnos que entregaron las monografías en 1907 incluye a Luis Frumento, Clotilde Guillén, Elena Jofre, Rosa Delia Parent, Elías Martinez, Roberto Giusti, Celedonia Fernández Coria, Francisco Chelia, Salvador de Benedetti, Gastón Tobal.

9 Rudolf Stammler, Wirtschaft und Recht, nochder materialistchen geschichtsanffassung, Leipzig, 1896. El impacto de este libro fue muy grande. Emile Durkheim publicó una reseña en el primer número de su revista y Max Weber la citó como una obra equivocada en la primera página de Economía y Sociedad. Véase L' Anné Sociologique, París, Año I, Tomo 1, 1896-1897, pp. 488-497; y Max Weber, Economía y sociedad, FCE, México, varias ediciones, p. 5.

10 Resulta preciso comentar que, en el único original que pude consultar de esta obra, faltan cuatro páginas (pp. 79- 82).

11Nosotros, Buenos Aires, Febrero de 1910, citado en Beatriz Sarlo y Carlos Altamirano, Ensayos Argentinos. De Sarmiento a la vanguardia, Ariel, Buenos Aires, 2ø ed, 1997, p. 198.

12 A decir verdad, no todos los alumnos de los cursos de sociología estaban tan bien informados. Por ejemplo un alumno de García, absuelto por el anonimato, llegó a afirmar que el creador del materialismo histórico había sido Carlo Magno (Apuntes, 1908: 62).

13 "Programa de sociología", en Programas, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, 1911, p. 21.

14 Ibídem. p. 23. Estas obras de Engels pueden verse en castellano: Anti Duhring, Ed. Pueblo y Educación, La Habana, 1984; El origen de la familia, la propiedad y el estado, Cartago, Buenos Aires, 1986; y The Labour Standard, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú, Sin Fecha.

15 Ibídem, pp. 21-26.

16 Este artículo fue reproducido también en Extensión universitaria, La Plata, 1909, pp. 63-109.

17 Quesada se refería a los siguientes trabajos: Bialet Massé, Informe sobre el estado de las clases obreras en el interior de la república; José Ingenieros, La législation du travail dans la Republica Argentina,

18 León XIII, La Encíclica Rerum Novarum, Prólogo de Gustavo Franceschi, Acción Católica Argentina, Buenos Aires, 1937.

19 Según La Vanguardia el auditorio estaba compuesto por 120 personas. El cálculo del cronista no fue erróneo pues la Facultad registró a 114. Revista de la Universidad de Buenos Aires, Año VI, Tomo 12, 1909, p. 196.

20 Para comprender la vida y la obra de Bernstein puede consultarse Socialismo democrático, Compilación y estudio preliminar de Joaquín Abellán, Tecnos, Madrid, 1990.

21 Se publicaron dos artículos sobre la conferencia. El primero es solamente un comentario informativo. El segundo de ellos plantea las criticas que se analizan en este trabajo. La Vanguardia, Año XIV, Nø 754, 3 de mayo de 1908, p. 2, Col. 4 y Nø 756, 6 de mayo de 1908, p. 1, Col. 5 y 6.

Quesada reprodujo la crítica y sus respuestas en un apéndice a la conferencia (1908: 41-49). También reprodujo una critica de Ernest Untermann aparecida en la International Socialist Review (Chicago, Enero, 1908) a sus ideas sobre el movimiento obrero (pp. 51-68). La versión de Quesada del comentario de La Vanguardia es textual, sólo omite una frase del diario socialista: "el buen pueblo brillaba por su ausencia...".

22 Alfredo Palacios, por el contrario, creía en esta disciplina y en su capacidad para explicar la historia y el presente de la sociedad argentina. Inclusive, su famosa tesis sobre "La miseria" se basó en trabajos realizados en las clases de Antonio Dellepiane.

23 Sobre Juan B. Justo, su interpretación del marxismo y la traducción de la obra de Marx, véase el interesante análisis de Jorge Dotti, "Justo, lector de El Capital" en (Comp), Las vetas del texto, Puntosur, Buenos Aires, 1989, pp. 91-136.

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