V Congreso de Antropologia Social |
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La Plata - ArgentinaJulio-Agosto 1997 |
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Un aporte crítico de la Antropología a la Bioética
Comisión de trabajo: Cuestiones epistemológicas y metodológicasAutor: Lic. Cristina Mogensen
Lugar de trabajo: UNMdP- Fac. de Psicología
Cargo: Becaria de Perfeccionamiento - JTP Cátedra de Antropología
Especialidad: Especialista en Bioética
RESUMEN
El presente trabajo pretende ser un aporte a la discusión acerca de la relación entre la antropología y la bioética que desde el vamos se nos presenta como conflictiva. Está encarado a partir de analizar la integración de la "mirada antropológica" en un grupo de investigación en bioética. El interés de los antropólogos ha sido tardío en los temas definidos como dilemáticos por esta nueva disciplina, esto no es casual sino que responde justamente a las condiciones de surgimiento de la misma. La antropología aparece como cuestionadora no sólo de ese origen, dentro de un modelo definido de atención de la salud, sino también del enfoque centrado en los cuatro principios que rigen la bioética anglosajona.Bajo las condiciones enunciadas relataremos distintas experiencias, algunas alentadoras y otras no tanto, en las que, desde la antropología, intentamos un aporte crítico que ayude a construir ese espacio de reflexión transdiciplinario que pretende ser la bioética; pero a la vez acercando una mirada que ayude a dar respuesta a lo que se dio en llamar el desafío transcultural de la bioética.
UN APORTE CRÍTICO DE LA ANTROPOLOGÍA A LA BIOÉTICA.
LIC. CRISTINA MOGENSEN
Primero nos parece oportuno dar un brevísimo panorama de la historia oficial del surgimiento de la bioética como disciplina: su nacimiento se reconoce como directamente ligado a los avances biotecnológicos que irrumpen con toda su fuerza en la década del 70 y que conmueven todo el sistema de cuidados de la salud, desde las áreas de investigación pura hasta las aplicaciones terapéuticas de los resultados. Dicho de modo sencillo surgen, o se agudizan, los dilemas que van desde la experimentación con sujetos humanos hasta la aplicación de terapias costosas como es el caso de la diálisis y los transplantes, y no podemos dejar de lado lo que ha impactado más masivamente en los noventa que es todo lo referido a la "reproducción asistida".
Como cuna de ese nacimiento se reconoce a los Estados Unidos y, si bien fue concebido desde el principio como espacio interdisciplinario, médicos y juristas han sido los protagonistas del alumbramiento. Esto también ha ocurrido localmente, con el agregado de que en nuestro país hay una fuerte presencia confesional en algunos de los grupos dedicados a la bioética, obviamente orientados hacia la religión católica.
Esta percepción de la escasísima presencia de lo sociocultural que tuve a través de toda mi formación en la bioética de Mar del Plata y que se confirma a lo largo de nuestro país resultó un todo coherente con los planteos de Jessica Muller 1 en "Anthropology, Bioethics and Medicine: A Provocative Trilogy". Es decir, descubrí que ese aislamiento del discurso sociocultural no era sólo un fenómeno local, sino que respondía obviamente a pautas estructurales del desarrollo de la bioética. Digo descubrí, porque esto no ha sido materia de discusión en los foros de formación de la bioética local, sino más bien ha sido ignorado y en otros casos eludido. Esto pone en evidencia la adhesión a una línea cuyo trasfondo continúa muy vinculado a lo ortodoxo, más allá que desde lo explícito se plantee el camino hacia una bioética latinoamericana.
En un intento de explicar ese aislamiento del discurso sociocultural Lieban2 y Marshall3 destacan, entre otros factores, la trascendencia que tienen los distintos "entrenamientos" e intereses existentes entre antropólogos y eticistas, baste pensar en el trabajo de campo típico nuestro y en el del eticista en su gabinete. Creo que esta situación se vió reforzada por la fuerte presencia de lo jurídico, que ya habíamos mencionado. Siempre manifesté mi inquietud por la necesidad de conocer y dar cuenta de un estado inicial de cosas en el cual la gente toma sus decisiones sin recurrir a la bioética, es decir, abandonar el gabinete o el estudio jurídico, para ir primero al encuentro de los actores y sus condicionantes en la toma de decisiones.
Me parece apropiado en este punto rescatar el intento del grupo de investigación al cual pertenezco, que a través del Proyecto CIRA (Consentimiento Informado en la Relación Asistencial) logró poner en evidencia la distinta significación que adquiere para los equipos de salud y la población local uno de los conceptos mimados de la bioética estadounidense: el consentimiento informado. Si bien esto no ha derivado en una crítica más profunda e integral, ni en la incorporación más sistemática en la investigación de la dimensión sociocultural, creo que ha significado una aproximación a la problematización de un concepto que surge dentro de un modelo de atención donde todos los actores provilegian el principio de autonomía y que ocurre cuando se intenta "transplantar" esa práctica a un modelo de atención donde todos los actores privilegian el paternalismo.
Siguiendo entonces, con lo que decían Lieban y Marshall acerca de los distintos entrenamientos, pensamos que ese entrenamiento en la búsqueda de la "perspectiva del actor" culturalmente situado, es justamente un aporte importantísimo que está en condiciones de ofrecer la antropología al campo de la bioética. Desde lo personal muchas veces, como en una cruzada solitaria, he tratado de profundizar ese espacio en el grupo de investigación4 al cual pertenezco, reconozco que con escaso éxito, pues indudablemente eso implica una reformulación más profunda en torno a una verdadera "bioética contextualizada". En lo concreto hemos visto que la posición de los actores, generalmente los pacientes, se construye en base al estereotipo de una persona de clase media urbana escolarizada y se espera que de acuerdo a ese estereotipo se manifiesten sus preferencias en la decisión, más allá de como se estructure su sistema de creencias. Por supuesto quienes se han ganado un lugar reconocido en la lucha por su sistema de creencias son los Testigos de Jehová, sin saberlo, adalides del relativismo cultural, han dado pie a páginas y páginas de trabajos de bioética, especialmente en lo que hace a los menores que necesitan ser transfundidos. Otros actores no han tenido tanta suerte y somos sinceros, estamos pensando directamente en el tema más urticante y que, creo, actúa como divisor de aguas en la bioética que es, en una forma amplia de decirlo: la reproducción humana. Para no fragmentar el enfoque, podemos incluir un espectro que va desde el aborto a la reproducción asistida; después de todo, parece que la clave para resolver dilemas en ambas situaciones está en lograr un acuerdo en cuándo el cigoto o el embrión son considerados persona. Sospechamos que el problema tenderá a perpetuarse porque los argumentos al respecto son provistos casi con exclusividad desde la genética y lo jurídico. Que el problema se perpetúe significa, ante todo, profundizar la desigualdad que se perpetúa en el cuerpo de las mujeres que no pueden acceder a un aborto en condiciones adecuadas, solamente por motivos económicos. Vemos como claramente los principios de la bioética se van encadenando uno tras otro, aquí sería el turno del de justicia, pero por sí mismo no alcanza para corregir las desigualdades estructurales que produce el mismo modelo médico hegemónico.
Si contextualizamos el nacimiento de la bioética no podemos esconder la observación de que es un producto de determinado modelo de atención de la salud, esto nos hace recordar el surgimiento de la antropología como la ciencia de la legitimación de los colonizadores y su posterior etapa crítica. Creemos justamente estar ante una situación análoga en la cual, desde dentro mismo de la bioética, se irán abriendo cuestionamientos a esta actitud de legitimación hasta llegar a construir una visión que permita el crecimiento tanto desde el objeto de su praxis como desde lo metodológico, esto suponemos, permitirá a su vez sentar las bases firmes del espacio interdisciplinario que pretende ser.
Es esperanzador que la inquietud alrededor del carácter multicultural de muchos dilemas bioéticos no es sólo de los antropólogos, en la literatura bioética ha aumentado la cantidad de no antropólogos sensibilizados por estos problemas, por citar a unos pocos: Fox, Hoffmaster, Jennings y Weisz 5 que se podría decir forman parte de lo que Muller llama la "aproximación contextualista". Esta forma de pensar la moral de la toma de decisiones como ineludiblemente inserta en un contexto tiene como puntos de partida dos supuestos básicos: "...Primero, tener conocimiento de la "rugosa" realidad de la moral de la toma de decisiones es indispensable para examinar como la gente procede actualmente en las situaciones problemáticas y las razones y justificaciones que ellos dan para sus conductas. La aplicación de reglas abstractas o principios muchas veces no es suficiente para aprehender la complejidad o las sutilezas de las situaciones de la vida real o de los conflictos morales. Segundo, con el objeto de entender como algunas cosas devienen, definidas o actuadas, en morales o inmorales, debe darse un cuidadoso escrutinio de los factores políticos, institucionales y socioculturales que tienen el principal papel en la aparición del dilema ético". (Muller, 1994) En esta línea ya se han realizado investigaciones comparadas acerca de los caminos que toman los problemas de ética médica en distintos países, por ejemplo las creencias y valores que sustentan la práctica de no revelar los malos pronósticos en Italia o la comparación que realiza Feldman (1992)6 entre grupos de pacientes con SIDA en Francia y en Estados Unidos sugiere que la toma de decisiones y la información sobre la gravedad están fuertemente influidas por los valores culturales, como resulta obvio estos son la autonomía y la información en el caso de Estados Unidos y la confianza y los vínculos sociales en Francia.
Esto se entiende claramente si recurrimos al concepto de "sistema de cuidados de la salud"7 y que aun el marco conceptual biomédico no es uniforme sino que está empapado del contexto valorativo en que se va construyendo y legitimando.
Pese a estas críticas nos interrogamos acerca de si la bioética está llamada a dar respuestas a estas situaciones. Creemos que sí, por su carácter transdisciplinario y siempre y cuando cumpla con el desafío transcultural. Pero ¿En qué consistirán estas respuestas, para que sean capaces de atravesar las barreras culturales pero sin violarlas? ¿Será factible hallar ese lenguaje común? Sin duda las concebimos como espacios de reflexión, formas de encauzar la toma de decisiones, métodos de evaluar situaciones dilemáticas; de ninguna forma podrían entenderse como normas que rijan la acción. Sin desechar los principios de beneficencia, autonomía y justicia, debemos contextualizarlos y enriquecerlos con la ética de la responsabilidad, generando la única garantía de no ceder a la tentación de "normatizar" o dictaminar para todas las situaciones por igual, y por tanto de no atropellar etnocentricamente las diferencias culturales y de respetar la multicausalidad al afrontar el constante cambio en las problemáticas.
Aún así es requisito indispensable plantearse una lectura del simbolismo y de las significaciones que adquieren esos principios al ir atravesando los distintos medios culturales. Autonomía en la toma de decisiones ¿es lo mismo para la mujer yoruba que para una marplatense? No nos referimos aquí al grado de independencia y competencia que toma como variables la bioética para entender la autonomía y que son aplicadas a la "persona" por lo tanto se sustentan en lo individual, sino a que es necesario explicitar que tanto las nociones de autonomía, como la de beneficencia son socialmente construidas y a que lo verdaderamente superador es llegar a explicitar "cómo" se construyen en cada cultura según los avatares socio históricos específicos. Dar respuestas no significará, entonces, saber que debe resolverse sino inteligir los numerosos cauces por los que puede arribarse a una resolución, atendiendo a sus sesgos culturales e históricos.(
BIBLIOGRAFÍA
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NOTAS
1 Muller Jessica "Anthropology, Bioethics and Medicine: A Provocative Trilogy" En: Medical Anthropology Quaterly 1994 8(4) 448-467.2 Lieban, Richard "Medical Anthropology and the Comparative Study of Medical Ethics". En: Scial SciencePerspective on Medical Ethics. Ed.Weisz pag. 221-139.
3 Marshall "Anthropology and Bioethics" En: Medical Anthropology Quaterly Vol 6 Nº1 March 92 pag. 49-69
4 Es interesante señalar que la Un.Nac. de M.d P. cuenta con una Comisión de Bioética que depende del rectorado de la misma y que dio origen al Pos Grado de Especialización en Bioética, pero aunque parezca increible no hay representantes de las Ciencias Sociales, ni antropología, ni sociología sí una asistente social.
5 Para un desarrollo de estos temas ver especialmente Barry Hoffmaster "Can Ethnografy Save the Life of Medical Ethics?" En: Social Science ( Medicine 1992 35(12):1421-1431 y Renee Fox 1990 "The evolution on American Bioethics: A Sociological Perspective" En: Social Science Perspectives on Medical Ethics. Geoge Weisz ed. p. 201-217 Philadelphia: Un. of Pennsylvania Press
6 Jamie Feldman "The French are Different: French and American Medicine in the Context of AIDS". Western Journal of Medicine 1992 157(3):5-9.
7 Kleiman, 1980: están incluidos en el sistema de cuidados de la salud las creencias acerca de las causas de la enfermedad, las normas que gobiernan la elección y evaluación de los tratamientos, los status, los roles, relaciones de poder, los ámbitos de interacción y las instituciones socialmente legitimadas.
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