1er Congreso Internacional "Pobres y Pobreza en la Sociedad Argentina"

Universidad Nacional de Quilmes - Argentina

Noviembre 1997

Ponencias publicadas por el Equipo NAyA
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I Congreso Internacional de Pobres y Pobreza en la Sociedad Argentina
Centro de Estudios e Investigaciones Laborales/Universidad Nacional de Quilmes
Buenos Aires, 4-7 de diciembre de 1997.

EMPOBRECIMIENTO Y EXCLUSION. NUEVAS Y VIEJAS FORMAS DE POBREZA RURAL EN ARGENTINA.

Guillermo Neiman
CEIL/CONICET

Introducción

El concepto de "pobreza" se ha reconocido problemático en el debate actual de las ciencias sociales. Por un lado su status teórico admite distintos alcances y vinculaciones a paradigmas o líneas de pensamiento: un concepto "normativo y descriptivo que puede ser utilizado de diferentes maneras pero al cual se asocian ciertas y únicas condiciones"1, "proliferante ya que no pertenece a ningún cuerpo teórico en particular"2, "multidimensional y acumulativo que excede las connotaciones puramente económicas"3, se mencionan entre otras acepciones representativas de diferentes "visiones" de dicho fenómeno.

Además, los límites con otros conceptos se tornan difusos utilizándose indistintamente algunos de ellos para describir situaciones concretas similares: corresponden a este conjunto de nociones las de vulnerabilidad, exclusión, riesgo social, privaciones, carencias, desigualdades, los que a su vez pueden reconocer distintas variantes de acuerdo a la intensidad y tipo de los déficits a los que se hace referencia.

Por último, y no menos importante, se encuentra la conceptualización de la pobreza (o de cualquiera de los otros "sinónimos") como un estado más o menos permanente de carencias o como un proceso que opera aún antes de que las personas pasen a ocupar esa condición4. Este aspecto no solo se vincula a cuestiones de orden teórico sino también de tipo metodológico.

La noción de "pobreza rural" si bien remite a un espacio geográfico y a una problemática social determinada, no está exenta de las dificultades señaladas, con el agregado de que muchas veces se ha visto teñida de la "perspectiva urbana" dominante en la investigación y en las políticas sociales.

Este artículo es un intento de pensar la pobreza de las áreas rurales, puesta en el contexto de sus particularidades y de sus relaciones con procesos más amplios que la abarcan y de la heterogeneidad de situaciones y formas en que se expresa. Está dividido en tres partes; una primera parte está destinada a ubicar conceptualmente el problema social actual en el ámbito rural; en la segunda parte, se revisan brevemente los enfoques metodológicos más corrientemente utilizados y su adecuación para el medio rural; finalmente, se realiza una presentación sobre la pobreza rural en Argentina; se expone una cuantificación de la incidencia de la pobreza rural y una evaluación cualitativa de dimensiones seleccionadas de la misma tal como se manifiesta en hogares de algunas áreas rurales de Argentina.

1. Sociología rural y pobreza rural. Tradiciones y nuevos temas.

Clásicamente, siguiendo la tradición del pensamiento social del siglo XIX, lo distintivo de la "sociedad rural" pasaba por el tipo de ocupación -predominantemente agrícola-, por una actividad productiva ligada fuertemente a las restricciones impuestas por el medio natural, por aglomeraciones en pequeñas comunidades unido a una densidad de población que tiene consecuencias sobre la cantidad y la oportunidad de los contactos sociales ademas del acceso a equipamientos colectivos y servicios y, por una diferenciación social limitada que si bien determina una relativa homogeneidad no tiene la integración de la más altamente diferenciada sociedad urbana5. La interacción progresiva con el medio urbano aseguraba una nueva institucionalidad para el medio rural y, con ello, una acumulación de efectos positivos sobre la dinámica social, económica y cultural de este último.

La evolución que experimentan las agriculturas de los países desarrollados hasta la segunda posguerra, desnuda tensiones y pone en cuestión la validez descriptiva y explicativa de estos esquemas. Se instala, entonces, una perspectiva que focaliza en las diferencias y el conflicto.

Las categorías de análisis que aparecen como significativas son aquellas que hacen a las relaciones desiguales entre regiones, a la estructura de la agricultura, a los efectos de las políticas agrícolas del Estado, a las condiciones de trabajo y de empleo y, a los recursos naturales, aunque sin abandonar algunas de las preocupaciones planteadas por los clásicos6. Las asimetrías sociales y productivas no solamente no se "disuelven" con el avance de la modernización sino que resisten, se profundizan y/o se recrean y expresan en nuevas formas.

En el nuevo contexto productivo impuesto por las tendencias hacia la globalización y reconversión de la actividad, tres puntos son recurrentemente considerados para explicar la actual dinámica social y productiva del agro7. Primero, los cambios en las estructuras económicas nacionales, principalmente en lo que hace a la dinámica de la industria y los servicios que, para el caso de la agricultura lleva a una nueva relación con aquellos sectores y específicamente en lo laboral, a una expansión de las ocupaciones rurales no agrícolas.

Segundo, el balance entre capital y trabajo se modifica lo que en un contexto rural de baja sindicalización, salarios deprimidos y alto subempleo, acelera la declinación del bienestar de la población rural y la "flexibilización" de los mercados de trabajo.

Tercero, se considera el carácter fragmentado y desigual del desarrollo que habría acrecentado las diferencias entre regiones agrarias aunque en este caso no necesariamente siguiendo un patrón de singularidades agroecológicas ni tampoco de las históricas diferencias rural-urbanas.

La superación del modelo "tradicional" de producción, sin embargo, no parece poder incluirse en un esquema en el que se sostenga la vigencia absoluta de una transición en la agricultura del tipo "fordista/posfordista" (similar a la experimentada por el sector industrial). En efecto, no se observa una asociación lineal entre los cambios productivos y el nuevo escenario social resultante, sino que los mismos se expresan según las condiciones particulares de los sujetos sociales alcanzados por esas transformaciones. Por un lado, se siguen produciendo importantes procesos de diferenciación, con multiplicidad de actores y continua redefinición de conflictos y alianzas ; por otro, los cambios en el "régimen agroalimentario" liderados por las demandas de calidad ejercidas por los consumidores y la industria agroalimentaria, se expresan de manera diversa sobre las etapas primarias de la producción (en parte también porque la agroindustria tampoco es homogénea).

Desde esta perspectiva la pobreza rural no remite exclusivamente a contextos geográficos de relativo aislamiento, a carencias institucionales y/o a sujetos sociales típicos del campo, sino que abarca una noción más compleja dada precisamente por la actual restructuración de la actividad. La condición social de la población que vive en las áreas rurales se asocia con nuevos procesos agrarios y no agrarios y con modificaciones en los procesos de trabajo y en las estrategias desarrolladas por los mismos grupos involucrados.

1.1. Pobres y pobreza rural

En principio, es posible identificar un conjunto de aspectos de interés especial tanto desde un punto de vista analítico como sustantivo para avanzar en la conceptualización de la pobreza rural en el actual contexto de cambios productivos y sociales. Entre estos cabe mencionar8: - la estructura de la agricultura, ligada a la supervivencia de las unidades familiares y a la situación de las pequeñas explotaciones; - la cuestión laboral, generalmente asociada al tema de la estacionalidad pero que adquiere una nueva trascendencia a la luz de las transformaciones actuales de los procesos y mercados de trabajo; - los comportamientos de los individuos en tanto integrantes de una unidad mayor --el hogar-- que "elabora" estrategias para hacer frente a aquellas restricciones; - las diferencias regionales, recuperando los condicionamientos ecológico-productivos de estos agregados geográficos pero también la existencia de "modos de vida" diferentes asociados a las historias particulares de territorios específicos.

Las causas de la pobreza rural también son diversas; éstas se relacionan por un lado, con la extracción de excedentes a la que es sometida una región, actividad o sector social determinados, como consecuencia de la activación de mecanismos de orden local o nacional - sistemas de comercialización, políticas agrícolas, funcionamiento de los mercados de trabajo - y que suelen operar sobre aquellos por largos períodos históricos.

Por otro lado, se encuentra un conjunto de restricciones asociadas a la estacionalidad "natural" de la producción agrícola que puede verse exacerbada coyunturalmente por acontecimientos de tipo climático (sequías, inundaciones, etc), afectando decisivamente la estabilidad y niveles de ingresos de ciertos grupos poblacionales o, incluso, pudiendo colocar en situaciones de riesgo nutricional a segmentos específicos (niños, mujeres, ancianos).

También, están aquellos casos de poblaciones que por razones de marginalidad cultural, ubicación sobre un ecosistema frágil y baja densidad poblacional o aislamiento, reproducen crónicamente procesos de pobreza crítica, con el agregado de la imposibilidad adicional de acceder a servicios o equipamientos colectivos (educación, salud).

De la misma manera, se debe señalar que los distintos grupos sociales en situaciones de riesgo pueden desarrollar un repertorio de respuestas que utilizan con variado grado de efectividad para sobrellevar o mejorar las condiciones derivadas de aquellas restricciones. Entre esas cabe mencionar el recurso a la autoproducción de alimentos, las migraciones estacionales y definitivas, la combinación de fuentes de ingresos, las estrategias demográficas y ocupacionales, entre las más difundidas.

Entonces, desde un punto de vista analítico, es posible identificar tres situaciones básicas de pobreza rural que en muchos puntos convergen, permitiendo ordenar conceptualmente esta problemática y avanzar en el diseño de una estrategia de estudio de la misma y de elaboración de políticas. Estas situaciones son: (a) pobreza por limitación de recursos productivos, donde se ubicaría fundamentalmente el sector de productores minifundistas y sus familias; si bien en este caso la referencia a la escasez de tierras es inevitable, esta situación se complementa con déficits tecnológicos, educativos, etc.

(b) pobreza por inserción laboral precaria, que correspondería fundamentalmente a los trabajadores asalariados (incluidos los "temporarios" que participan en más de una rama de actividad en su ciclo anual o mensual) y sus familias, constituyendo grupos sin garantía de estabilidad y/o con bajo nivel de ingresos y con tendencia a crecer con el avance de la modernización en el campo.

c) pobreza asociada a condiciones de aislamiento, marginalidad geográfica, social, etc., que incluye también población residente en pequeñas localidades y grupos dispersos ocupados en actividades no agropecuarias. Esta categoría también compromete a grupos sociales específicos (aborígenes, ancianos, niños), a determinadas regiones, etc., constituyendo generalmente situaciones de baja densidad poblacional aunque imbricadas en verdaderos "circulos viciosos" de privaciones.

Desde esta perspectiva el análisis de la pobreza rural incorpora nuevos elementos - comparado con los esquemas tradicionales - tanto en lo que respecta a las condiciones que la generan como a los sujetos sociales involucrados.

a. que la pobreza rural no está exclusivamente definida por la agricultura de subsistencia o el tipo campesino; b. que existen condiciones de funcionamiento de los mercado de trabajo que reproducen pobreza en sujetos asalariados puros o "encubiertos";.

c. que los "pobres" desarrollan un repertorio de respuestas que utilizan con variado grado de efectividad para enfrentar contextos restrictivos.

2. Algunas consideraciones metodológicas

El estudio de la pobreza rural según los métodos mas frecuentemente utilizados - línea de pobreza y necesidades básicas insatisfechas- se ha enfrentado con el reconocido "sesgo urbano" de los mismos además de la escasez y deficiencia de la información disponible para avanzar en la evaluación de aquel fenómeno (vinculadas a los mayores costos que implica la recolección de datos pero también a limitaciones de las propuestas conceptuales elegidas para su abordaje).

Para cualquiera de aquellas dos opciones metodológicas - por otra parte orientadas fundamentalmente a medir la generalización e incidencia de la pobreza en el medio rural -, es posible señalar una serie de particularidades de las áreas rurales ponen en discusión su aplicación: la inestabilidad de los ingresos, el autoempleo y autoproducción, la difusión de organizaciones familiares "extensas", la infraestructura existente y las posibilidades reales de acceso a servicios, entre otras.

En principio,se debe reconocer la necesidad de un enfoque integrado de la pobreza rural que combine elementos cuantiativos y cualitativos que permita reconstruir su complejidad y avanzar en la medición pero también en la interpretación de sus manifestaciones y modalidades9, premisa que también puede ser sostenida para el caso de la pobreza urbana.

Específicamente, las opciones metodológicas "cuantitativas" disponibles para la medición de la pobreza rural, permiten avanzar en tres direcciones : a. los diagnósticos para lograr un "mapeo" de las condiciones de pobreza que liga la intensidad con que se manifiestan esas condiciones en territorios específicos, los que luego pueden ser "rankeados" de acuerdo a ese criterio ; b. la composición o estructura de la pobreza rural según participación de las diferentes categorías ocupacionales y su vinculación con distintos sectores de actividad ; c. el análisis de "brechas de pobreza" ya sea entre áreas geográficas pero también según grupos sociales.

Por su parte, las ventajas de un enfoque cualitativo con respecto al uso de los métodos cuantitativos, se fundamenta en que: a. controla el "sesgo urbano" propio de los métodos cuantitativos, poniendo los indicadores de pobreza rural en un contexto interpretativo más apropiado; b. permite dar cuenta de procesos que es posible asociar a las causas de la pobreza antes que obtener una visión estática de la misma; c. avanza en la comprensión de las situaciones específicas de pobreza limitando la visión homogénea de la pobreza rural así como en las estrategias y comportamientos de los hogares y personas en situación de vulnerabilidad; d. capta la inter-relación de privaciones complejizando el fenómeno de la pobreza rural y desde la presencia de múltiples causas que la provocan ; e. por último, permite la incorporación de nuevas variables - no sólo materiales sino también simbólicas y culturales - reforzando el carácter "multidimensional" de la pobreza rural.

3. La pobreza rural en Argentina

Históricamente, Argentina ha sido (re)presentada como un caso paradójico en el contexto latinoamericano por el hecho de constituir un "país agrario sin base campesina". De esta manera, su situación se asimilaba a la de aquellas naciones que, a principios de siglo, junto con el desarrollo de los mercados mundiales ingresaron rápidamente en un proceso de modernización de sus sectores agropecuarios y de inclusión progresiva de población de base inmigratoria. La relativamente baja proporción de población habitando las áreas rurales también actuaba en la misma dirección.

Esto llevaba, por otra parte, a que los principales debates tanto académicos como de política tuvieran que ver más con los problemas de crecimiento - o de su contracara, el estancamiento - de la economía del sector que con otros directa o indirectamente relacionados con la problemática social rural.

La existencia de intensos movimientos migratorios rural- urbanos si bien reconocidos como corrientes de "expulsión de pobreza", llevó a que se analizaran más las condiciones de atracción que el impacto de esas migraciones en las áreas expulsoras, generalmente transformadas en reservas de subempleados e inactivos que reproducían las condiciones de pobreza.

También, la dinámica demográfica y la presencia de migraciones laborales de países limítrofes destinadas a cubrir requerimientos estacionales de empleo, apoyaban la idea de mercados de trabajo funcionando en un contexto de escasez de mano de obra y en los que la desocupación abierta alcanzaba niveles poco significativos.

Sin embargo, esto se correspondía con una visión "agregada" del país, por la que la evolución económica y situación social de sus regiones más desarrolladas, principalmente la región pampeana, dominaba las perspectivas de análisis del sector. De esta manera se desconocían realidades provinciales con un peso importante de la población rural y donde diversos grupos sociales - minifundistas, aborígenes, trabajadores sin tierra - presionaban sobre los escasos recursos disponibles y reproducían condiciones de acceso limitado a estándares aceptables de bienestar.

Durante las últimas dos décadas un conjunto bastante diverso de causas lleva a plantear la necesidad de prestar mayor atención a la cuestión social en el medio rural. Las crisis de las "economías regionales" pero también en los centros urbanos tradicionalmente receptores de la mano de obra, los procesos de cambio tecnológico y sus efectos sobre la ocupación y el empleo, la crisis política y financiera de algunas provincias históricamente menos desarrolladas que introduce una ruptura en relaciones tradicionales de "clientelismo" junto con un creciente nivel de organización de ciertos sectores de la sociedad agraria, hacen definitivamente más visible el problema de la pobreza rural.

Se asume que, en el país, la pobreza rural asume una variedad de situaciones, de sujetos o grupos sociales interrelacionados y de procesos que desencadenan las mismas. La diversidad de ambientes geográfico-productivos, las distintas corrientes históricas de ocupación del territorio, la fragmentación y heterogeneidad de los itinerarios tecnológicos, entre las causas más importantes, ponen en un contexto particular el análisis de la pobreza rural en un país moderno

3.1. La medición de la pobreza rural (I): la pequeña producción agropecuaria

La intensa discusión conceptual referida a la organización económica y social de estas unidades (identificadas genéricamente como "campesinas") y a su relación con los mercados, alude a un conjunto de características básicas de las mismas.

Para el caso del "minifundio", la referencia prácticamente exclusiva a la disponibilidad de tierra para identificar y sintetizar las características de este subsector, aparece especialmente incompleta. Estas limitaciones se hacen más evidentes para regiones con diversos ambientes agroecológicos y productivos, como es el caso de Argentina.

En primer lugar, se trata de unidades cuya actividad económica se centra en la relación trabajo familiar-tierra, sin mediaciones tecnológicas de importancia. Por otra parte, la imposibilidad de ingresar en procesos más o menos sostenidos de capitalización, determina una orientación de las unidades hacia estrategias de subsistencia definidas en torno a un objetivo económico de maximización de un ingreso total. El agregado de otros condicionantes tales como los inadecuados canales de comercialización, la baja diversificación productiva, la subocupación, entre otros, completa un cuadro de limitaciones económicas y sociales, que explica y refuerza la condición de pobreza en estas unidades.

Con el objeto de superar las limitaciones que presenta esa enfoque metodologico de estimación de incidencia del minifundio, se creó la categoría de "explotación agropecuaria pobre" (en adelante, Eap pobre). Esta es definida como aquella unidad caracterizada por un bajo o mínimo nivel de capitalización, por reducidos niveles de flujos monetarios y, por una organización social de la unidad asentada prácticamente en forma exclusiva sobre el uso de mano de obra familiar 10.

Según esta alternativa de cálculo, en 1988 existían en el país algo más de 160.000 Eaps pobres, equivalentes al 38.8% del total de establecimientos agropecuarios del país.

Las diferencias regionales eran notorias: mientras que las regiones NEA y NOA aparecen con una alta concentración de Eaps pobres --60.9% y 62.6%, respectivamente--, en el otro extremo se encuentra la región pampeana con 1 de cada 5 unidades bajo esa condición.

Siendo la tierra el principal recurso del que disponen surge, como promedio nacional, que alrededor de un cuarto de estas explotaciones posee menos de 5 hectáreas y si se le agrega el estrato siguiente de tamaño se obtiene que más del 50% de las unidades tienen una superficie inferior a las 25 hectáreas.

La población que habita en estas Eaps pobres supera el medio millón de personas, lo cual equivale al 40% del total de población viviendo en las explotaciones agropecuarias del país. También aquí aparecen importantes variaciones regionales: en las regiones NEA y NOA practicamente el 60% de la población corresponde a aquel segmento, mientras que en la región pampeana solamente hay un 14,4% de personas viviendo en las Eaps pobres.

De aquel total de población, el 54% son varones y el 46% son mujeres, proporciones que se repiten consistentemente a través de las diferentes regiones. En cuanto a la edad, casi un tercio de esta población es menor de 15 años y algo más de la mitad se ubica en los estratos activos. Las regiones NEA y NOA se ubican por encima del promedio nacional y superan en alrededor de 15 puntos porcentuales el promedio de la región pampeana de población menor de 14 años. Inversamente, esta última es la que presenta una concentración más elevada de población mayor de 60 años viviendo en explotaciones agropecuarias.

3.2. La medición de la pobreza rural (II): el enfoque de necesidades básicas insatisfechas.

El enfoque de "necesidades básicas insatsifechas" (NBI) identifica las situaciones de pobreza y los hogares e individuos involucrados en ellas, a partir de la consideración de distintos umbrales de privaciones de bienes, recursos, oportunidades ocupacionales y de acceso a servicios. De esta manera, un conjunto de necesidades específicas se comparan con una serie de normas que expresan, para cada una de ellas, el nivel mínimo por debajo del cual se considera no satisfecha esa necesidad.

Para el Censo Nacional de Población y Viviendas de 1991, se definieron veinte indicadores de necesidades básicas insatisfechas (NBI), agrupados según las dimensiones de "capacidad de subsistencia", "condiciones de la vivienda y servicios sanitarios" y "educación".11 Los indicadores de capacidad de subsistencia apuntan a identificar hogares que, a partir de determinadas características de sus jefes, presenten una incapacidad potencial para la obtención de ingresos suficientes para su sostenimiento.

En el caso de los indicadores de condiciones de la vivienda y servicios sanitarios, éstos expresan distintos grados de privación referidos al tipo de vivienda, al hacinamiento por cuarto, la procedencia y provisión del agua, las características de los servicios sanitarios y el material predominante en los pisos de las viviendas.

La identificación del tipo de vivienda ocupa un lugar central en la definición de este subconjunto de necesidades. Los indicadores se refieren a la población viviendo en aquellas unidades que por lo menos cumplen con una de las siguientes condiciones: no tener provisión de agua por cañería dentro de la vivienda; no disponer de retrete con descarga de agua; tener piso de tierra u otro material que no sea baldosa, mosaico, etc. En cuanto al hacinamiento por cuarto, se refiere al porcentaje de viviendas u hogares con más de tres personas por cuarto.

Con respecto a los indicadores de educación, se identifica el acceso de la población a distintos niveles de servicios educativos. Por último, los indicadores de escolarización, refleja la asistencia de la población de 5 a 22 años, distribuída en cuatro niveles etáreos, a distintos servicios educativos.

En capacidad de subsistencia, el nivel educativo de los jefes de hogar en el área rural registra las diferencias más importantes para aquellos sin asistencia escolar, mientras que la situación es algo más homogénea entre provincias para los de primaria incompleta.

Para el primero, los porcentajes varían entre 5,6% en Buenos Aires y 22,9% en Chaco, ubicándose la mayoría de las provincias no pampeanas entre 15% y 20%. En las jurisdicciones pampeanas, la presencia de jefes de hogar sin asistencia escolar se reduce sensiblemente variando entre 5% y 10% del total de esta categoría. Los promedios totales de este indicador caen por lo menos en un 50% reflejando la mejor situación de las áreas urbanas, alcanzando a nivel nacional una incidencia del 11,2% en las áreas rurales contra 3,9% para el promedio del total de la población del país.

En el caso de los jefe de hogar con primaria incompleta, los porcentajes son sistemáticamente altos y relativamente homogéneos. Prácticamente todas las provincias superan el 35% y la mayoría se ubica alrededor del 50%, no apareciendo en este caso diferencias entre provincias y regiones si bien la brecha rural/total tiende a hacerse más marcada.

Los indicadores referidos a mujeres jefe de hogar vuelven a mostrar una todavía más amplia brecha entre agregados provinciales y también entre los promedios rural y total.

En las provincias más desarrolladas los valores correspondientes fluctúan entre 10% y 15%, mientras que en el resto del país, las provincias del NEA son las que presentan los porcentuales más elevados --alrededor del 30%--, mientras que el NOA, Cuyo y Patagonia, alcanzan valores intermedios (cercanos al 20%).

En lo que se refiere a las condiciones de la vivienda y servicios sanitarios, tal como era esperable la incidencia de este indicador es sumamente elevada en las áreas rurales y mantiene una brecha aún más marcada con los promedios provinciales totales.

Así, en las provincias que componen las regiones NEA y NOA más del 80% de la población rural habita viviendas deficitarias. A nivel nacional, mientras que dos tercios de la población rural vive en esas condiciones, en el pronedio total algo menos de un tercio de la población se encuentra en una situación similar.

Los valores de hacinamiento por cuarto siguen las mismas tendencias que en el indicador anterior, variando entre una incidencia cercana al 5% de las viviendas rurales en las provincias desarrolladas y superando el 25% en las zonas menos desarrolladas.

Finalmente, los indicadores de educación y escolarización permiten extraer algunas conclusiones importantes, principalmente para los grupos etáreos correspondientes al ciclo primario en las áreas rurales.

En un contexto de aumento de la cobertura educativa primaria, siguen subsistiendo jurisdicciones con niveles críticos de acceso a la educación tal como surge de algunos indicadores específicos. Por ejemplo, los niños de 6 a 7 años que no asisten alcanzan al 25,5% en las zonas rurales de la región NEA y si se consideran los niños de 5 a 9 años que viven en el medio rural y que nunca asistieron a la escuela, los porcentajes crecen sistemáticamente en todas las provincias si se compara con la incidencia del indicador anterior, tendencia que es prácticamente imperceptible para el caso de los promedios totales.

También se registra una incidencia importante de la tardanza en completar el ciclo primario en las áreas rurales ya que la proporción de jóvenes de 14 a 19 años que todavía asisten a la escuela primaria se ubica entre un 12% y un 20% en las áreas menos favorecidas, siendo que los promedios totales son, por lo menos, un tercio más bajos que los correspondientes al medio rural.

En general, los indicadores de NBI muestran sistemáticamente para las áreas rurales una situación relativamente peor si se los compara con los totales provinciales (por el efecto favorable que ejercen las áreas urbanas en estos últimos). Por otra parte, se observa que los niveles de privación en las áreas rurales como así también la brecha rural/total, tienden a disminuir en aquellas jurisdicciones con un mayor nivel global de satisfacción de las necesidades; esto es así principalmente en las referidas a educación y, también aunque en menor medida, en el resto de los indicadores. Asimismo, los valores alcanzados por los distintos indicadores en cada una de las provincias, tienden a ordenar regionalmente a estas últimas siguiendo las ya mencionadas configuraciones geográficas (pampeana, NEA, etc.).

3.3. El enfoque cualitativo para la comprensión de la pobreza rural.

3.3.1. Subsistencia, seguridad alimentaria y pobreza.

En el medio rural, el acceso a una alimentación adecuada en cantidad y en calidad, está determinado en principio por la capacidad de los hogares para autoproveerse un volumen determinado de alimentos y/o para acceder a los mismos a través de la compra. A su vez, ambas condiciones se vinculan con el tipo de hogar (tamaño, ciclo demográfico, composición), con la estrategia económica desplegada por los hogares, además de las posibles restricciones ecológicas que pueden limitar o favorecer un esquema con diferentes niveles de participación de la alimentación autoproducida.

El carácter de garante de la seguridad alimentaria de los hogares adquiere un valor estratégico --aunque no necesariamente registrado ni valorado en su justa medida-- principalmente para los hogares semi-campesinos y en períodos de retracción de la demanda de trabajo. En los esquemas de subsistencia, la magnitud que asume la vulnerabilidad varía en principio de acuerdo a las diferentes lógicas económicas que hacen pesar en más o en menos los "ingresos" de autoproducción y los provenientes de otras fuentes en la conformación de los presupuestos de la unidad doméstica. En este sentido, es posible sostener que cuanto mayor es el ingreso destinado a la compra de alimentos, también es mayor la vulnerabilidad de esos hogares a ingresar en una situación de inseguridad alimentaria.

Cada uno los diversos componentes que integran los esquemas de subsistencia en su relación con la producción de alimentos -disponibilidad de trabajo familiar, condiciones de clima, etc.- funcionan en base a un cierto "equilibrio inestable" que hace que una coyuntura crítica que afecte a uno de estos pilares puede producir una caída que comprometa hasta la continuidad misma del grupo familiar.

Normalmente, los períodos de "stress" económico por el que pueden atravesar estas unidades, llevan normalmente a una intensificación del componente de producciones de autoconsumo (a través de un compromiso casi exclusivo de la mujer y de los niños en esos rubros). Asimismo, los ingresos estacionales de las pequeñas parcelas que combinan trabajo en la unidad con empleo asalariado, han generado en la base de estos esquemas de supervivencia, lógicas económicas diversificadas para asegurar un "piso" para el mantenimiento de las unidades económicas y familiares.

La combinación trabajo campesino/trabajo asalariado puede provocar sin embargo otra tensión en la evolución de estas unidades complejas : la escasez de trabajo familiar para ocuparse en la generación de bienes de autoconsumo dando lugar a verdaderos procesos de descampesinización y a la emergencia de una lógica económica basada crecientemente en el ingreso asalariado y de mayor fragilidad para garantizar su seguridad alimentaria en períodos críticos, aunque en este caso relacionados centralmente con el trabajo extrapredial que "inyecta" recursos monetarios para mantener un nivel adecuado de satisfacción de las necesidades alimentarias.

Además de las estrategias de autoproducción y de procuración de ingresos que despliegan los hogares para asegurar su subsistencia, una particularidad de los hogares pobres es el desarrollo de relaciones de intercambio de alimentos.

Los participantes del intercambio son las propias familias que suelen entrar en relaciones de trueque con los lugares de venta. Se han identificado dos tipos de redes12 que organizan estas transacciones dependiendo del tipo de alimento que se intercambia, de los participantes y de las caracterísiticas que adquiere ese intercambio. Por un lado, se ha detectado una red con participación del proveedor local permanente o algún "vendedor ambulante" y que se presenta básicamente como un intercambio de equivalentes y por una variedad de productos. Este patrón de trueque incluye la entrega al almacén de excedentes autoproducidos por los hogares - que incluye generalmente productos frescos tales como verduras, leche, huevos - que son entregados a cambio de mercaderías varias. Se trata de una red donde prima una lógica de intercambio de equivalentes en el que los productos se miden en valor monetario. Esto no significa, sin embargo, que haya una presencia efectiva de dinero, pudiendo estar comprometidos cantidad variables de alimentos.

Otro circuito de intercambio está constituído por relaciones que se establecen entre vecinos, el que se desarrolla con un nivel de informalidad mucho mayor que en el caso anterior. No se guían por una lógica estrictamente mercantil sino que aparecen comportamientos solidarios -la prueba es que no necesariamente incluye intercambio de equivalentes- y tiene un carácter mucho más ocasional. " Nos ayudamos entre nosotros porque somos mucho de familia en esta zona"." Yo intercambio verduras que me dan vecinos amigos a los cuales cuando tengo les entrego otras cosas".

Aparecen cuestiones que hacen hincapié en situaciones sociales mas complejas vinculadas a necesidades más inmediatas por parte de algunas familias; en todos los casos se hace referencia, antes que a intercambio o trueque a "prestarse, convidarse, ayudarse." Por último, para el caso de familias sin tierra y en situaciones prácticamente de indigencia, se encuentran intercambios de trabajo por mercaderías. Normalmente se trata de trabajos muy esporádicos que son identificados como "ayudas" y para las que se estipula alguna retribución en mercaderías que se presenta más como un pago por el "favor" realizado.

3.3.2. Trabajo, ingresos y pobreza

Específicamente en el caso de los mercados de trabajo, la "invisibilidad" que presentan situaciones laborales ligadas a sistemas de trabajo intensivos, de mucha flexibilidad laboral, con tiempo a destajo y que incluyen con frecuencia el involucramiento de trabajadores "secundarios" - mujeres y niños-, ha sido señalado como la principal forma de pobreza por precariedad laboral. Por su parte, las condiciones de precariedad que caracterizan a las ocupaciones desempeñadas por los jefes y otros miembros varones del grupo familiar, actúan poniendo en situaciones de riesgo social al conjunto de la unidad doméstica.

Los procesos de modernización de la actividad agropecuaria han impactado en la estructura, localización y distribución de la mano de obra ocupada en el sector, además de la difusión de ocupaciones no agrícolas en el medio rural.

Uno de los efectos más notables y sobre el cual hay amplio reconocimiento, es el referido al crecimiento del empleo estacional y a su asociación para la mayoría de los involucrados en este tendencia con situaciones de empobrecimiento y vulnerabilidad social.

El análisis de la regularidad en la percepción y los niveles absolutos alcanzados por los ingresos de los trabajadores, permite avanzar en esa relación entre precariedad ocupacional y pobreza13. La "regularidad" consiste en comparar el mejor ingreso mensual con respecto al peor ingreso mensual, captando de esta manera las variaciones estacionales máximas en la percepción de los ingresos. Los niveles absolutos de ingresos reflejan la relación entre el ingreso mensual más bajo y el salario mínimo fijado legalmente, tratando de captar situaciones de máxima precariedad en las cuales el trabajador no alcanza siquiera un nivel mínimo de seguridad económica que resulta de esa pauta salarial.

Del análisis combinado de ambas dimensiones, resultan distintas situaciones que van de mayor a menor vulnerabilidad. En primer lugar, la mejor situación relativa corresponde a los asalariados permanentes, cuyos ingresos mensuales se ubican levemente por encima del salario mínimo y, por definición, prácticamente no registran variaciones de importancia a lo largo del tiempo en lo que a percepción de ingresos se refiere.

La mayor estacionalidad en los ingresos se da entre los productores de subsistencia (campesinos) y los asalariados estacionales y ocasionales, en ese orden. Entre los primeros, los ingresos mensuales más altos son entre 5 y 9 veces más altos que los meses de ingresos más bajos, mientras que entre los segundos esas diferencias aparecen algo más atenuadas: el "mejor" ingresos supera entre 1 y 3 veces al más bajo. A esto se le debe agregar que tanto los productores de subsistencia como los asalariados ocasionales, se encuentran en las situaciones de mayor vulnerabilidad ya que sólo alcanzan a cubrir alrededor de un tercio del salario mínimo en los meses de ingreso más bajo.

Por último, entre los pequeños productores agrícolas que manejan explotaciones con predominio de la orientación comercial, la estacionalidad de los ingresos lleva como máximo a los ingresos mensuales más elevados a triplicar los correspondientes a los de menores ingresos, y ubicándose alrededor del nivel del salario mínimo el promedio de ingresos de los "peores" meses.

La distribución de los trabajadores asalariados por rama de actividad si bien no permite apreciar diferencias demasiado significativas entre las remuneraciones percibidas en la rama agrícola y el promedio de las no agrícolas, muestra algunas situaciones particulares.

Entre los permanentes, las remuneraciones de no agrícolas superan en alrededor de un 50% a las agrícolas, explicable por la presencia de actividades industriales y de servicios, mientras que en las restantes categorías, las diferencias tienden a hacerse menos relevantes y algo más erráticas.

Las nuevas transformaciones especialmente en los procesos de intensificación de la producción, se concretan en requisitos inéditos de gestión de la mano de obra. Las calificaciones adquieren un carácter selectivo y de mayor complejidad a la vez, generándose un modelo de relaciones sociales del trabajo que debe ser funcional para el conjunto del proceso productivo agroindustrial.

Específicamente, los cambios en el trabajo rural, además de los relacionados con la demanda laboral, incluyen aspectos de calificaciones, estacionalidad y, de tipos de trabajadores. Desde la perspectiva de los trabajadores, se asume que no solamente varía su inserción laboral sino también sus estrategias particulares y colectivas y, con ello, los niveles de vulnerabilidad y exclusión.

3.3.3. (Des)organización familiar y pobreza

La reestructuración y dificultades en los mercados de trabajo urbanos tradicionalmente receptores de las migraciones, han impactado sobre el comportamiento de los individuos y de los hogares que ingresan en esos movimientos. En este sentido se han observado nuevos procesos selectivos de migración constituídos por hombres solos siendo las mujeres las que quedan a cargo de la familia, disponiendo de menores ingresos, en circunstancias en que se empeoran las condiciones de vida y se reduce la capacidad de trabajo del hogar. Entre otras razones, el alto costo de traslado y de vida en las ciudades para el grupo familiar, ha estimulado inserciones precarias de los jefes solos y con estadías intermitentes en los hogares de origen.

Esta situación aumenta el riesgo social para estas familias y para la cónyuge en particular, la que debe asumir nuevas responsabilidades con intensificación de trabajo en unidades que registran ruptura o debilitamiento de vínculos por efecto de la doble residencia.

La actividad agrícola también ha experimentado cambios que actúan en una dirección similar a la recién reñada. Por ejemplo, el avance en la mecanización de actividades agrícolas regionales tradicionalmente receptoras de los flujos laborales principalmente para las etapas de cosecha, modificó no solamente en el volumen sino la composición de la mano de obra.

En general, siempre para este tipo de producciones, se produce una disminución de aquellos desplazamientos de los grupos familiares, con efectos excluyentes, en principio, para los trabajadores secundarios, provocando un reacomodamiento en las estrategias de subsistencia de las familias campesinas. Con ello se producen dos efectos de relevancia; por un lado, procesos de "desorganización familiar" ante la ausencia más o menos temporaria de los adultos varones; por otro lado, vinculado a lo anterior, se modifica el rol productivo-laboral de las mujeres, reduciéndose su ámbito de actividades socio-ocupacionales a los límites de la propia unidad campesina de consumo y producción.

Además, entre otras formas y como parte de los ingresos indirectos que captan estas unidades, se han registrado estrategias por parte de las cónyuges dirigidos a sumar subsidios por familia numerosa o por adopción, incluyendo en algunos casos la delegación de crianza de nietos.

La escasez de trabajo familiar para ocuparse en la generación de bienes de autoconsumo, da lugar a procesos reales de descampesinización y, consecuentemente, a la emergencia de una lógica económica basada crecientemente en el ingreso asalariado. Esto lleva a un aumento de la fragilidad de estos esquemas por la ruptura del equilibrio de la unidad de subsistencia, sin que los ingresos externos consigan compensar la pérdida de los aportes domésticos a los consumos familiares. Incluso, las intervenciones destinadas a modificar estas situaciones de pobreza, promoviendo el desarrollo de sus capacidad productivas, organización, etc., se encuentran limitadas por aquellas circunstancias personales y familiares.

Una situación distinta corresponde a la situación de pobreza por ciclo demográfico ocurre en el caso de hogares en que los cónyuges mayores de edad permanecen solos en la unidad de residencia, con migración de todos los miembros activos.

Las estrategias de subsistencia de estos hogares incluyen la percepción de ingresos con mínimos e irregulares aportes de migrantes --compuestos de dinero y/o mercaderías--, además de la incorporación de "agregados" familiares menores de edad que participan en las actividades de autoproducción y como apoyo de aquellos en emergencias circunstanciales, por ejemplo, enfermedades.

Finalmente, un caso de empobrecimiento con involución a ingresos agrícolas, responde a situaciones de riesgo con caída brusca asociadas a la ocurrencia de catástrofes personales que pone en peligro la base de subsistencia de unidades familiares, en un contexto de ausencia de mecanismos e instituciones de contención. La pérdida de ingresos, por ejemplo, por enfermedad de la cónyuge con empleo extradoméstico estable, lleva a un empobrecimiento de la unidad en su conjunto, provocando estrategias de repliegue y, previsiblemente, de constitución de familia ampliada para enfrentar esa emergencia.

4. A modo de conclusión

La pobreza rural en el actual contexto de transformaciones que experimenta la agricultura se manifiesta doblemente por la singularidad de algunos procesos que la caracterizan pero también por la imbricación de su evolución y algunas de sus expresiones con condiciones que exceden el marco propiamente agrario o rural. Si bien una importante proporción de la pobreza rural corresponde a sujetos históricamente pobres, también ha aumentado el riego social para otras capas de la población, difiriendo en cada caso las causas y características de la pobreza.

La brecha con los índices de pobreza urbana continúa siendo importante para cualquiera de los indicadores que se utilice mostrando una mayor intensidad de pobreza rural medida como proporción de población rural afectada por esa condición.

La estructura agraria, los mercados de trabajo y los hogares se han evidenciado como ámbitos sensibles a la generación y reproducción de situaciones de pobreza; éstos no actúan únicamente como "reflejo de" sino que también generan respuestas y estrategias para enfrentar esos escenarios conflictivos. Dado que las condiciones no son homogéneas la intensidad con que distintos grupos sociales se ven afectados por las situaciones de pobreza también dependerá de su capacidad para desarrollar estrategias individuales o colectivas para defenderse de esas circunstancias de privaciones.

Referencias

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2 Gonzalez, H., "El sujeto de la pobreza: un problema de la teoría social", en Minujin, A. y otros, Cuesta abajo. Los nuevos pobres: efectos de la crisis en la sociedad argentina, Buenos Aires, UNICEF/Losada, 1993.

3 Quinti, G., "La exclusión social: el debate teórico y los modelos de medición y evaluación", Cátedra Pública de Políticas Sociales, Secretaría de Desarrollo Social, Buenos Aires, mimeo, 1997.

4 Castel, R., "De la exclusión como estado a la vulnerabilidad como proceso", Archipiélago. Cuadernos de crítica de la cultura, Número 21, Barcelona, 1995.

5 Sorokin, P.A. y Zimmerman, C.C., Principles of rural- urban sociology, New York, Henry Holt & Company, 1929; Smith, T.L., Sociología de la vida rural, Buenos Aires, Editorial Bibliográfica Argentina, 1960.

6 Una síntesis de esta ruptura teórica y epistemológica con la sociología rural clásica de inspiración "funcionalista", se puede encontrar en Buttel, F.H. y Newby, H., The rural sociology of the advanced societies. Critical perspectives, Montclair, N.J., Allanheld, Osmun & Co., 1980.

7 Bonnano, A., Globalizaci.n del sector agrícola y alimentario: crisis de convergencia contradictoria, en Bonnano A. (editor) La globalización del sector agroalimentario, Serie Estudios, Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, España 1994. Flores, S.M.L., "Efectos de la flexibilidad en el mercado de trabajo rural", Trabajo, 9, 1993. Lichter, D.T. y McLaughlin, D.K., "Changing economic opportunities, familiy structure, and poverty in rural areas", Rural Sociology 60 (4), 1995.

Llambí, L., "Restructuración mundial y sistemas agroalimentarios. Necesidad de nuevos enfoques", Comercio Exterior vol. 43, núm. 3, marzo 1993. Lobao, L. y Shulman, M., "Farming patterns, rural restructuring, and poverty: a comparative regional analysis", Rural Sociology, 56 (2), 1991. Murmis, M., "Temas en la sociología rural latinoamericana: reestructuración, desestructuración y problemas de excluidos e incluidos", Ruralia, 5, 1994.

8Forni, F. y Neiman, G., La pobreza rural en Argentina, Buenos Aires, CEIL, mimeo, 1995.

9 La división entre información y métodos cualitativos y cuantitativos es de larga data en las ciencias sociales aunque últimamente ha crecido el reconocimiento de su potencial usándolos de manera integrada a los efectos de dar cuenta de temas sustantivos desde la investigación empírica. La opción de combinar métodos - "investigación multimétodo", "triangulación"- parte de considerarlos no como alternativas mutuamente excluyentes sino como potencialmente integrables para mejorar la performance de la investigación. Su estrategia fundamental consiste en "atacar el problema a investigar con un arsenal de métodos que no superpongan sus debilidades y que además agreguen otras ventajas complementarias".

10 Con la información disponible en el Censo Nacional Agropecuario de 1988, se introducen las siguientes restricciones para definir operacionalmente este tipo de explotación para, luego, identificar el volumen y algunas de las características de la población residente en las mismas: la explotación es dirigida directamente por el productor; la explotación no dispone de tractor y tampoco contrata servicios de maquinarias para la realización de las tareas que demanda la actividad productiva de la misma; la explotación no utiliza trabajadores remunerados no familiares permanentes. Aquellas unidades que cumplen simultáneamente con estas tres condiciones, son consideradas "Eaps pobres".

11 CEPA, Indicadores de necesidades básicas insatisfechas, Documento de Trabajo Nro. 4, 1994.

12 Los datos consignados en estas secciones corresponden a investigaciones realizadas en regiones pobres de las provincias de Corrientes y Santiago del Estero.

13 Los datos que se presentan a continuación se extrajeron de Neiman, G., "Transformaciones agrarias y mercados de trabajo. Regiones, procesos y sujetos", Dialógica, 1, 1996.

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