LAS MADRES EN LA ESCUELA: EL ESTADO INTERPELADO
Autora: Diana Milstein
Resumen
En la actualidad, y desde mediados de los noventa, existe un estado de movilización de sectores mayoritarios de nuestro país que nos sugiere, de manera constante, interrogantes de distinto tipo y tenor. La presencia y la gravitación de nuevos sujetos colectivos en la vida política no puede pensarse sin la correlativa aparición de nuevos escenarios de lo público que tienden a constituirse, por lo general, en intensas experiencias de participación comunitaria, de recreación de formas de democracia directa, cuyo significado combina las reivindicaciones puntuales con la constatación colectiva de que es posible enfrentar al poder y no permanecer sumisos, pasivos y resignados.
En esta ponencia, me detengo en el análisis de un proceso de movilización social que estudié en particular, como parte del conjunto de demandas puntuales protagonizadas por grupos de madres y familiares de alumnos a las autoridades educativas, que se producen desde 1995 en la provincia de Río Negro. A través de este análisis, abordo aspectos fundamentales de la crisis actual de la autoridad pedagógica escolar, explicito diferentes significados que adquiere el sentido de lo público para los actores sociales, doy cuenta de un creciente desmembramiento de algunos significados que otorgaron credibilidad a los mecanismos de representación que sustentan la figura del Estado y, atiendo a la aparición de escenarios nuevos en los que se ejercen derechos ciudadanos.
LAS MADRES EN LA ESCUELA: EL ESTADO INTERPELADO[i]
Introducción
Las movilizaciones sociales son actualmente uno de los objetos tomados tanto por el conocimiento especializado de distintas áreas, como por los discursos cotidianos para comprender la coyuntura por la que está atravesando nuestra sociedad. En este sentido, me parece fundamental que estas Jornadas hayan puesto su atención en estos procesos en tanto compartamos este encuentro como una manera de manifestar nuestro compromiso colectivo con quienes, al igual que nosotros, experimentan una profunda conmoción y sufren las consecuencias de lo que podemos denominar una situación de tragedia para la mayoría de los argentinos. Situaciones de debate como estas, alimentan y enriquecen el estado de movilización, porque nos permiten conocer procesos silenciosos y silenciados, aclarar posicionamientos frente a la insistencia del poder en su política represiva y articular saberes, prácticas y experiencias para abonar la construcción de nuevas condiciones de existencia que combatan y destruyan la perversidad, y terminen con el padecimiento de millones de seres humanos.
Desde esta perspectiva, en esta ponencia cuento la historia de un grupo de madres de una escuela rural del Paraje Contralmirante Guerrico situado en el Alto Valle de Río Negro, que se movilizó para defender la salud de los niños que concurrían a esa escuela y de todos los pobladores del lugar. Fue un proceso de movilización acotado - por el espacio en el que sucedió, el tiempo que duró y la cantidad de personas que involucró - cuyo sentido puede entenderse en su verdadera amplitud, en la medida que se advierta, que se trató de una de las tantas demandas puntuales protagonizadas por grupos de madres y familiares de alumnos, que se producen desde 1995 en la provincia de Río Negro.
El episodio al que aludo, en términos de Geertz, habló sobre mucho más que el episodio en sí mismo. Pude pensar en ese suceso aspectos de la crisis actual de la autoridad pedagógica escolar, interpretar distintos sentidos de lo público/escolar y de lo privado/doméstico, analizar el creciente desmembramiento de algunos significados que otorgaron credibilidad a los mecanismos de representación que sustentan la figura del Estado y, mirar la escuela como un escenario en el que se ejercieron derechos ciudadanos.
Hepatitis en la escuela de Guerrico
El Paraje Contralmirante Guerrico está situado en el Alto Valle de Río Negro[ii], tiene una extensión de 52 kilómetros cuadrados y prácticamente todo su terreno está repartido en chacras dedicadas fundamentalmente a la producción frutícola. Viven allí aproximadamente 2000 habitantes de manera permanente y suelen llegar, en época de cosecha, alrededor de 400 trabajadores que se instalan temporariamente.
La chacras otorgan una fisonomía rural típicamente valletana al Paraje y son los organizadores centrales de la vida y de as relaciones entre los pobladores dado que no existe un núcleo urbano en esa extensión de terreno. Administrativamente depende de la ciudad de Allen que está a 17 kilómetros. Hay dos escuelas primarias que tienen incorporada salas de jardín de infantes para niños de cuatro y cinco años. Los adolescentes y jóvenes que asisten a la escuela secundaria deben viajar hasta Allen o Gral Roca, que está a 20 kilómetros de distancia. En el Paraje también hay un Centro de Salud que es una unidad periférica del Hospital de Allen cuya función es la atención primaria de la salud.
El episodio que a continuación voy a narrar ocurrió en una de las escuelas del Paraje durante los meses de julio y agosto de 1999. Yo desarrollé allí mi trabajo de campo desde fines de 1998 y hasta fines de 2000, y en torno al análisis de este episodio, escribí mi tesis.[iii]
En el mes de julio del año 1999, luego de finalizar el período de receso invernal, se conoció en la escuela la existencia de siete casos de niños enfermos de hepatitis y durante la misma semana se fueron sumando otros enfermos más.
La situación de peligro de contagio masivo, llevó a que las rutinas se alteraran por la incorporación de preocupaciones y actividades diferentes a las habituales[iv]. Hasta el momento en que se percibió el peligro de la enfermedad, en la escuela se vivía una "normalidad" relativa instalada desde principios de 1996, momento en el que los salarios de los maestros fueron rebajados por primera vez. Desde entonces continuaron otras rebajas, hubo atrasos periódicos de los pagos y achicamiento del presupuesto para el mantenimiento y funcionamiento de las escuelas. Como forma de protesta y demanda ante esta situación los maestros interrumpían el dictado de clases por diferentes períodos y en forma inconstante.
A partir del momento en que comenzaron a presentarse los casos de niños enfermos, todos los días, la directora y las maestras atendían a mamás que se acercaban, recibían las noticias sobre niños enfermos, daban explicaciones sobre lo que se estaba haciendo en la escuela para controlar el problema. Además se comunicaban continuamente con la Supervisora y el Centro de Salud para intercambiar información, organizar actividades y dar curso a los distintos pedidos de reparación del edificio vinculados al problema de la propagación de la hepatitis.
La directora fue en esta primera etapa quien asumió la tarea de receptar los problemas, escuchar las opiniones y las demandas y gestionar ante la autoridad y las otras instituciones públicas la colaboración necesaria. Implícitamente, todos depositaban en ella la confianza para que asumiera esta responsabilidad, que de manera "natural", tomó desde el primer momento. En esa escuela no era la primera vez que la dirección actuaba como gestora de demandas de las familias. Había historia lejana y reciente de este tipo de relación.
Una de las acciones más importantes para lograr que la hepatitis no se propagara consistió en solicitar la suspensión de las clases porque consideraban que se trataba de una epidemia. Las autoridades educativas negaron este pedido porque las autoridades sanitarias definieron que no se trataba de una epidemia y sólo había unos pocos casos. Esto desató el proceso de demanda liderado por un grupo de seis madres que involucró a médicos, agentes sanitarios, maestras y directivos de las escuela, otras madres y familiares. Este grupo de madres ya participaba desde años atrás de actividades de la Cooperadora Escolar, de la organización de festejos y otras actividades propuestas por las maestras. Todas pertenecían a familias asentadas en Guerrico como pequeños propietarios o como trabajadores permanentes. Además, dos de ellas eran ex alumnas de esta escuela.
El pedido de suspensión de clases a las autoridades educativas provinciales había sido formulado a partir de la confianza de las madres en que la palabra de la directora de la escuela respecto a un tema como la hepatitis, tenía credibilidad ante las autoridades. Además, como hasta ese momento la directora había contado con el apoyo de la supervisora, también suponía que se atendería su pedido. La imposición de la continuidad del dictado de clases por parte de las autoridades educativas fue percibida como un desconocimiento y una desautorización. A esto se agregó, que la directora de la escuela nunca pudo contar con una respuesta formal por parte de las autoridades y que la supervisora dejó de escuchar y gestionar demandas para asumir solamente el papel de nexo intermediario entre autoridades. Y la directora también dejó de actuar como gestora de las demandas del grupo de mamás.
Si al principio todos se defendían contra la hepatitis que amenazaba en la escuela y en las casas, a partir de la ruptura que provocó la decisión de las autoridades, la directora y las maestras comenzaron a defenderse de otra acusación que pesaba sobre ellas: las clases continuaron en la escuela que era considerada un lugar de contagio y no tenían el respaldo que hasta ese momento suponían por parte de las autoridades.
Las mamás fueron las únicas que con claridad expresaron su desacuerdo con la decisión de no suspender las clases, lo que implicaba también un desacuerdo con la definición médica de esa hepatitis. Para ellas, se trataba de una enfermedad peligrosa, había epidemia y la escuela era un foco de contagio, y para defender su postura llevaron la disputa a un escenario público más amplio a través de la radio.
Los representantes del Hospital, la agente sanitario y el médico, cuando se hicieron públicas las acusaciones al Hospital, las replicaron y desmintieron, también apelando a la "opinión pública".
De este modo, las mamás quedaron enfrentadas a las autoridades sosteniendo iniciativas para terminar con esa situación que consideraban epidémica y la directora y las maestras quedaron desplazadas como protagonistas principales de esta disputa.
La crisis se resolvió cuando las mamás convencieron con sus argumentos a las familias durante una reunión que mantuvieron con representantes del hospital produciendo de hecho la desautorización del punto de vista del hospital, de las autoridades educativas provinciales y, al mismo tiempo, de la escuela. En conjunto decidieron no enviar a sus hijos a la escuela por dos días, o sea suspender las actividades escolares, para proceder a limpiar la escuela y terminar con el foco infeccioso que provocaba la epidemia. Actuaron así en contra de la definición médica que había establecido que el foco infeccioso estaba en los hogares y no en la escuela y que sólo había algunos casos de enfermos, pero no una epidemia.
Esos dos días que cinco madres dedicaron a limpiar y a desinfectar la escuela con lavandina, permitieron que se restableciera aquella "normalidad" relativa que se vivía en la escuela antes que se presentaran los casos de hepatitis porque se resolvió el conflicto. Las madres lograron imponer su salida, su definición y su autoridad. De este modo, las mamás tomaron en sus manos una responsabilidad que le hubiera correspondido asumir a la directora y a las maestras: suspender el dictado de clases, limpiar e higienizar el edificio.
Maestras, madres y autoridad pedagógica
Plantear el problema de la desautorización de las maestras y la directora y la autoridad que asumieron las madres durante el transcurso de este episodio es una cuestión central para comprender las dimensiones políticas de este conflicto producido en la escuela.
Hay que recordar que la escuela primaria argentina, como lugar de paso obligatorio de todos los niños, es un espacio privilegiado de socialización impuesto como obligatorio por el Estado que emergió enfrentándose a otras formas de socialización y de transmisión cultural. En este sentido, desplegó una disputa con la Iglesia y entabló una pugna por afirmar una relación de superioridad con las familias a fin de desplazar hacia el ámbito de la institución pública estatal, atribuciones sobre los niños detentadas por las familias[v]. Este proceso marcó la relación entre las familias y la escuela, entre quienes no se desarrolló un vínculo de comprensión y refuerzo mutuo, sino la tensión de una disputa nunca definitivamente resuelta entre la autoridad pedagógica familiar y la autoridad pedagógica escolar, principalmente entre madres y maestras.
A su vez, y como parte de la necesidad de sostener su autoridad pedagógica[vi] , la institución escolar ha construido una imagen y un prestigio de si misma para obtener reconocimiento de su superioridad por parte de las familias. Para ello, se ha mostrado como neutral y armónica, diferenciada de la familia por su nivel de competencia y con una autoridad pedagógica que respalda el accionar de directores y maestros.
La irrupción de un conflicto en el interior de ese espacio trastocó todos estos aspectos y puso en evidencia a la escuela como campo de disputa y enfrentamientos dando lugar a que emerja el grupo de madres - representando a las familias - detentando autoridad y poder sobre quienes históricamente ha recaído la autoridad. Y, en este sentido, aludo también a los médicos y agentes sanitarios como representantes de la medicina oficial[vii] que disputaron como protagonistas, sin tener una pertenencia completa a la escuela, pero sin ser ajenos, dada la historia de interpenetración entre los médicos, las maestras y las madres.[viii] Sus actuaciones estimularon el antagonismo del grupo de madres a la vez que despojaron a la directora y las maestras de su rol de mediadoras, desde el que sostenían su lugar de autoridad.
A esto hay que agregarle que la directora y las maestras, cuando fueron desautorizadas por las autoridades políticas provinciales aceptaron de manera casi inmediata la pérdida de su recurso más importante - la autoridad pedagógica - y quedaron de algún modo fuera de la arena principal de disputa. En términos políticos, los docentes, como "portavoces" del Estado, actuaron sin convicción y como "portavoces" de la población, perdieron la representación.
El grupo de madres cubrió ese "vacío" de representación, amplió y reforzó su representación del conjunto de las familias y logró también reconocimiento por parte de la directora y las maestras. Las madres, al producir la suspensión de las clases y limpiar la escuela[ix] impusieron de hecho su definición de la hepatitis como epidemia - en tanto ellas sabían que en otras escuelas en las que había epidemia de hepatitis, se suspendían las clases - y realizado el tratamiento preventivo, quedó convalidada su idea respecto a que el foco estaba en la escuela.
Cuando dos años después, conversé con la directora y una de las maestras sobre el episodio y les pregunté cómo recordaban la limpieza de la escuela que habían hecho las mamás durante esos dos días, ellas comentaron:
Las mamás se quedaron tranquilas con su desinfección, entre comillas (Mónica G)
Había tanta lavandina!, había un olor a lavandina! Faltaba que nos pasaran por lavandina a nosotras antes de pisar la escuela (Mónica M)
En ambas reflexiones quedó reconocido el poder que en aquel momento tuvieron esas madres, pero además estos comentarios me advirtieron acerca de la importancia que tuvo el uso de la lavandina. La limpieza se realizó tal como se venía haciendo en la escuela desde que se presentaron los primeros casos, junto con las dos personas que habitualmente se encargaban de limpiarla y de acuerdo a las recomendaciones de los médicos. De ahí que una parte importante de la autoridad del grupo de madres se sostuvo en que actuaron sobre la base de significados y creencias propios de la medicina oficial.
Desmembramiento de la credibilidad en el Estado
Los argumentos que utilizaron las madres fueron básicamente los que el Estado históricamente implantó como parte de la orientación política del Higienismo. Por eso se entendió que la existencia y la propagación de la hepatitis era independiente del enfermo en tanto individuo particular y constituía un problema social; la prevención de la enfermedad era más importante que la cura de la misma y que la higiene y la desinfección eran las estrategias fundamentales en materia de prevención. Esta manera de comprender la situación conformó la base de lo que podríamos denominar higienismo incorporado al sentido común sobre el que fue posible sostener la autoridad de las madres en el desarrollo de los conflictos y las disputas. La profunda comprensión de nociones higienistas y la utilización de terminología y lenguaje médico - producto de la acción estatal de casi 100 años de historia -contribuyeron en gran medida al fortalecimiento de la autoridad de las madres.
El sentido común higienista compartido por todos - madres, maestras, agentes sanitarios, médico, Director del Hospital - otorgó poder de interpelación a las familias frente a la autoridad médica y pedagógica escolar porque las tareas, acciones y funciones que les correspondían al hospital y a la escuela, se realizaron de tal manera, que contradecían los mismos principios higienistas.
La cultura higiénica que, desde fines del siglo XIX, fue impuesta como una obligación sobre la mayoría de las personas, pasó a ser vivida y sentida por esa misma mayoría, como una necesidad. Y las personas, de manera más o menos implícita, depositaron en ciertas instituciones estatales una relativa confianza respecto a su protección frente a males y enfermedades sociales, en tanto éstas monopolizaban los recursos necesarios: financieros, expertos y especialistas, remedios, instalaciones sanitarias, medios de difusión, vacunas, entre otros. Este supuesto significó la aceptación del cumplimiento de los preceptos higiénicos, el consentimiento de las familias en cuanto a la fiscalización de ciertas instituciones estatales de sus vidas privadas para el control, la prevención y la intervención en casos de riesgo.
Si, en principio, el higienismo otorgaba al Estado, a través de sus instituciones, derechos sobre las personas, en este caso, en la medida que el Estado incumplió con la tarea de protección de los individuos, las personas asumieron esos mismos argumentos para sostener los derechos desde los cuales podían demandar al Estado. El Estado es interpelado según un procedimiento que podríamos definir como "volver contra el Estado su propio discurso".
El Estado no es una cosa dada, una entidad sustancial, sino un fenómeno histórico, producto de la interacción constante con la sociedad. En este sentido, el Estado instituye a la sociedad y al mismo tiempo se constituye a sí mismo, por la imagen que la sociedad se forma de él (Rosanvallon, 1990)
La reacción inmediata de desconfianza en la palabra oficial y de organización para la demanda ocurrida en la escuela 68 en el año 1999 hay que comprenderla como parte de un proceso más general de respuestas frente a un Estado Provincial que, progresivamente, durante los últimos diez años, había ido perdiendo credibilidad entre la mayoría de la población. Esta pérdida de credibilidad se producía por un conjunto de situaciones en las que, frente a diversos problemas que afectaban a la población y cuya solución era de competencia inmediata de las autoridades - reparación y mantenimiento de edificios de escuelas y hospitales, provisión de materiales, entrega en término de partidas presupuestarias para instituciones educativas y hospitalarias, cumplimiento de planes sanitarios, pago en término de los empleados públicos, etc. - , las autoridades contestaban con argumentos evasivos y de justificación de lo que no hacían. Es importante subrayar esto último; durante los últimos años, abundan las conferencias de prensa, los comunicados oficiales, las entrevistas y los discursos de funcionarios políticos que se dirigen a la población para explicarles las razones por las cuales no hacen lo que debieran hacer, en una suerte de confesión pública de su propia imposibilidad de ser quienes dicen ser. Si a esto se agrega el carácter básico y elemental de las cuestiones en torno a las cuales gira esa declarada imposibilidad - garantizar el funcionamiento de un comedor, de una campaña de vacunación, del control del agua potable, de la investigación y sanción de un delito, etc - puede entonces, advertirse hasta qué punto y de qué manera se esta produciendo este proceso, desconocido antes en la Argentina, de pérdida de credibilidad en quienes detentan el manejo del Estado y actúan en su nombre.
Nuevos escenarios
Lo que reclamó este grupo de madres de la escuela 68, al igual que en la mayor parte de los reclamos que se producen durante los últimos años, estuvo vinculado a una necesidad urgente y elemental, la salud, o dicho en términos más amplios, la posibilidad de mantener y dar continuidad a la vida. Las demandas, al igual que esta, se realizan ante quienes gobiernan las instituciones que conforman los poderes del Estado y ante quienes dirigen las instituciones que dependen del Estado, en este caso autoridades sanitarias y educativas
El Estado y sus instituciones se legitiman en la medida que las personas, los ciudadanos, perciben y creen que mínimamente hacen y producen aquello para lo que las mismas instituciones estatales dicen que existen. El episodio narrado expresó la ruptura del supuesto básico que sostiene la legitimidad del accionar gubernamental y esa ruptura que manifiesta la pérdida de la credibilidad, es un fenómeno muy profundo que ha dado origen a nuevas formas de organización y protesta en nuestra sociedad.
Todos sabemos que existen cantidades innumerables de movilizaciones que configuran lo que hoy podemos denominar nuevos escenarios públicos en los que se desarrolla una parte decisiva de la historia política de nuestro país.
Un aspecto importante está dado por quiénes se constituyen como el sujeto colectivo que demanda e interpela al Estado. Reclaman en nombre de derechos ciudadanos, pero no lo hacen desde el rol abstracto, homogéneo e intercambiable de ciudadanos en general, sino de madres en particular. En tanto madres, son sujetos pertenecientes al mundo privado familiar y desde ese rol, y con los recursos propios irrumpen en la escena pública e interpelan al Estado. Esto ya forma parte de la tradición que más dignifica a nuestro pueblo.
Pero, además, en el caso analizado, el grupo de madres fue quien detentó autoridad para ejercer la acción preventiva sobre la escuela, una institución perteneciente al mundo público estatal. La escuela, históricamente construida como el ámbito de lo público estatal encargada de fiscalizar las vidas privadas de las familias, como parte de su trabajo pedagógico de socialización de los niños, , fue, en este caso, sometida a fiscalización.
Las relaciones fiscalizador/ fiscalizado se vieron así, en cierto modo y durante un tiempo, invertidas: las madres fiscalizaron la higiene de la escuela y asumieron la representación del higienismo frente a las instituciones estatales y a sus agentes.
Además, las acciones desplegadas durante este episodio dan cuenta de la construcción de un nuevo sentido de lo público.
La acepción más difundida de lo público tiende a equipararlo con lo estatal, según una delimitación de esferas trazadas por el conjunto de atribuciones que las leyes y las costumbres conceden al Estado. De este modo se diferencia la esfera de lo privado, cuya injerencia compete a los "particulares", de la esfera pública, cuya injerencia compete al Estado. En el caso relatado, la escuela sería el ámbito de lo público sobre el que tienen injerencia maestros y médicos como agentes del Estado; y el hogar, el ámbito de la vida privada, sobre el que tienen injerencia las madres y demás familiares.
Durante la situación de conflicto, tendió a esbozarse otra sentido de lo público: el de la pertenencia común a un espacio físico y simbólico sobre el que se tienen derechos. En este caso se trata de una acepción de lo público que no se refiere a las atribuciones del Estado, sino a los efectos que produce la acción colectiva de distintos grupos cuando se apropian y redefinen espacios materiales y simbólicos como escenarios para el ejercicio de derechos. En otros casos, similares a este, se carga de nuevos sentidos la expresión "vía pública", "plaza pública", "hospital público".
El caso que analicé fue el de un grupo de madres demandando el cuidado de sus hijos en la escuela y señalé la particularidad que asumió el ejercicio de derechos ciudadanos desde roles correspondientes a la vida doméstica. De manera similar, podríamos pensar, la constitución de los grupos de desocupados, vecinos, familiares de víctimas, pequeños ahorristas, etc., que son categorías no contempladas en los mecanismos de representación, ni en las instituciones, a punto tal que hasta hace poco tiempo a muchos de ellos, se los denominaba, lisa y llanamente, como excluidos.
La presencia y la gravitación de estos nuevos sujetos colectivos en la vida política no puede pensarse sin la correlativa aparición de nuevos escenarios de lo público que tienden a constituirse, por lo general, en intensas experiencias de participación comunitaria, de recreación de formas de democracia directa, cuyo significado combina las reivindicaciones puntuales con la constatación colectiva de que es posible enfrentar al poder y no permanecer sumisos, pasivos y resignados. En el país de los abusos de poder, no es poca cosa.
BIBLIOGRAFÍA
ARMUS, DANIEL (2000) "El descubrimiento de la enfermedad como problema social" en Nueva Historia Argentina Tomo V Sudamericana Barcelona
BOURDIEU, PIERRE (1997) Razones prácticas Anagrama Barcelona
DOUGLAS, M (1966) Pureza y Peligro. Un análisis de los conceptos de contaminación y tabú Siglo XXI Madrid
COTO, MIGUEL (1932) No Brasil só há um problema nacional - A educaçao do povo Typ. do Jornal do Commercio e Rodrigues e Cia. Rio de Janeiro
FOUCAULT, MICHEL (1992) La vida de los hombres infames Altamira Buenos Aires
ROSANVALLON, PIERRE (1990) L'État en France. De 1789 à nos jours Seuil Paris
NOTAS
[i] Este trabajo ha sido presentado en las Segundas Jornadas de la Cuenca del Plata, Rosario, octubre 2002
[ii] Esta región abarca una franja de terreno aproximadamente de cien kilómetros de largo en el Norte de la Patagonia Argentina; se extiende a lo largo de la costa del Río Negro desde el límite provincial marcado, al oeste, por el Río Neuquén, hasta la finalización de la ciudad de Villa Regina, al este. A lo largo de esos cien kilómetros hay ciudades, pueblos y parajes que de Oeste a Este son: Ing. Cipolletti, Gral Fernández Oro, Allen, Contralmirante Guerrico, Cnel J.J. Gómez, Gral Roca, Padre Stefenelli, Cervantes, Mainqué, Ing. Huergo, Gral Godoy y Villa Regina.
[iii] Hago referencia a la tesis de Maestría que presenté en el Programa de Postgrado en Antropología Social de la Universidad Nacional de Misiones bajo la dirección del Dr. Arno Vogel y la codirección del Dr. Leopoldo Bartolomé, titulada "Higiene, Autoridad y Escuela. Madres, Maestras y Médicos"
[iv] Para organizar la interpretación de este suceso tomé el concepto de drama social de Viktor Turner . El mismo alude a la existencia de acciones sociales a través del tiempo que adquieren una forma dramática por sus similitudes con el género teatral y está expuesto en textos tales como "Dewey, Dilthey, and Drama. An Essay in the Anthropolgy of Experience" en The Anthropology of Experience (1986), en Dramas, Fields and Metaphors. Simbolic Action in Human Society (1974) "Social Dramas and Stories about them" (1967), entre otros.
[v] Han estudiado este tema, entre otros, A. Querrien (1979), F. Muel (1991), J. Varela y F. Alvarez Uría (1991), A. Puiggrós (1990)
[vi] Según P. Bourdieu, la autoridad pedagógica es la condición fundamental para que el arbitrario cultural dominante pueda ser inculcado como legítimo, disimulando las relaciones de fuerza que están en la base del proceso de inculcación y configurando así lo que este autor denomina violencia simbólica.
[vii] Utilizo medicina oficial para referirme a las instituciones, profesionales y técnicos, discursos y prácticas, reconocidas y consagradas (en los términos de P Bourdieu) como representación de la ciencia médica.
[viii] La intervención de estos tres actores ha sido activamente promovida por el Estado Higienista. En una conferencia dictada en la Escuela Normal de Niterói, Brasil, cuyo título era Educación Sanitaria en las Escuelas, M. Couto subrayaba: "La escuela primaria es un instituto de ortopedia física y psíquica en el que colaboran tres agentes: la familia, la maestra y el médico" (1932: 62)
[ix] Esta limpieza puede ser comprendida como un movimiento positivo por organizar el entorno, dado que la suciedad, materia fuera de lugar que provocaba el desorden, fue eliminada y, el agente patógeno -simbólicamente - fue separado (M. Douglas, 1966)
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