Especial NAyA 2003 (version en linea del cdrom)

Breve acercamiento teórico a la naturaleza de los contextos arqueológicos de La Habana Intramuros

Carlos Alberto Hernández Oliva.
Lissette Roura Álvarez.

Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador de Ciudad de La Habana.

Resumen.

Intentamos, con este trabajo, comprender y fomentar un espacio de discusión sobre la formación y transformación de los contextos materiales dentro del perímetro de La Habana Antigua. La arqueología histórica habanera va necesitando de una dinámica a través de la cual ir más allá de los informes de sitios, listados enormes de piezas, establecimiento de cronologías  y de afirmaciones tautológicas. Valga este pequeño aporte sobre algo tan importante dentro del registro arqueológico, para comenzar el intercambio y la discusión científica.

Introducción.    

Como resultado de nuestra preocupación por tratar de comprender la vasta complejidad que caracteriza a nuestros sitios arqueológicos, y en función de remediar en alguna medida las tremendas lagunas teóricas y metodológicas que descubrimos a diario en el constante proceso de excavación de los yacimientos históricos consignables a La Habana Intramuros, nos hemos dado a la tarea de rastrear en la escasa literatura disponible lo concerniente a la dinámica de formación y transformación de los contextos arqueológicos

Nos adentraremos en el campo de las más conocidas y polémicas posiciones teóricas, poniendo especial énfasis en  La Arqueología  procesual y la Social Latinoamericana, haciendo un poco de historia y caracterizándolas de acuerdo a sus eficiencias y deficiencias y en cuanto al concepto de contexto arqueológico se refiere, buscando puntos en común y llevándolos al plano de la excavación arqueológica.

Es oportuno aclarar que si bien nos hemos centrado en estas dos corrientes, discutiremos algunos conceptos e ideas generados a partir del empuje teórico dado a la ciencia por la Nueva Arqueología, en tanto constituyó un salto en las estrategias investigativas y explicativas. De estas posiciones preferimos escoger lo relativo a las técnicas de control del registro, procesos de formación de los depósitos y la evolución de los mismos mientras que la alternativa latinoamericana contiene un sistema de categorías muy coherentes de una probada eficiencia en virtud de reconstruir  la dinámica social.

Así, las posibles limitaciones de los procesualistas para inferir movimientos a nivel social general son complementadas por la teoría marxista latinoamericana, mientras suplimos las aparentes inconsecuencias del registro arqueológico que caracterizan a la alternativa social con el rigor y las herramientas que caracterizan a los procesualistas y postmodernistas.

A lo largo de la historia de la arqueología cubana la posición normativa es la que ha primado entre la mayoría de los investigadores, descubriendo a través de la practica de  trabajo muchas lagunas en nuestra formación e información, conduciéndonos ello hacia posiciones teóricas que estamos tratando de comprender (Lumbreras, 1984:7), aunque si revisamos la literatura internacional podemos notar que este fenómeno no es único de nuestro país. José Alcina Franch, por ejemplo, nos dice acerca de la arqueología española:

"El carácter anacrónico de nuestra arqueología, por otra parte, no debe entenderse como un mal <hispánico>, lo que si por una parte nos puede reconfortar maliciosamente, nos debe aguijonear asimismo para ser de los primeros en percatarnos de cual es nuestra posición <cronológica> real y cual es el camino que debemos recorrer y enseñar a recorrer, para encontrar el tiempo perdido" (Alcina, 1989:8).

Concientizar por nuestra parte y aplicar uno u otro método de trabajo de acuerdo a las exigencias metodológicas de estas posiciones teóricas, sería un gran paso de avance, pero de ninguna manera podemos acomodarnos a lo ya hecho y cometer los mismos errores que a lo largo de los años han tratado de remediar innumerables arqueólogos en el mundo.

No se trata de realizar un exhaustivo trabajo de campo, para posteriormente quedarnos en una fase descriptiva, o entender perfectamente los cambios en la estratificación si después no se puede insertar toda esta información dentro de las transformaciones sociales que se sucedieron en una época dada y viceversa, se trata de combinar las posibilidades que nos brindan estas variantes y aplicarlas del mejor modo posible para así lograr un nuevo lenguaje y metodología dentro de la arqueología que nos permita ver con más claridad los fenómenos acaecidos tiempo atrás.

Ya en la década de los sesenta, cuando surge la Nueva Arqueología, varios estudiosos se dan cuenta de que se estaba produciendo una renovación en el campo arqueológico, tal y como lo confiesa Paul S. Martín con estas palabras:

"Desde 1960, mis metas e intereses han sido modificados por la tendencia, que se esta extendiendo a través de todo el país, una tendencia que significa el cambio que va de un énfasis en los particularismos, a una era imaginativa, en la cual construimos una estrategia de investigación materialista-cultural, que puede tratar con cuestiones de causalidad y orígenes y leyes. La tendencia hacia un reexamen de los fines, métodos de investigación y paradigmas, parece evidente en otros campos: sociología, lingüística, geología, bioquímica y antropología biológica, para mencionar solamente unos pocos. Como resultado de todo ello, yo he alterado substancialmente las bases, énfasis y procedimientos de mi propia investigación. De ese modo, una transformación conceptual, una revolución, ha tenido lugar en mí.

  Describiendo esta adaptación a mi propio ambiente físico, social e intelectual, intento explicar como ha tenido lugar esta revolución. Hago esto, no porque mi metamorfosis sea importante para nadie más sino más para mi mismo, sino porque los cambios que describo son el producto de las insatisfacciones compartidas por muchos arqueólogos. Este ensayo puede ser de ayuda a los más jóvenes y creativos que reconocen que algo falta en sus estrategias de investigación, pero que no saben como remediarlo" (Martín, 1971:1; en Alcina Franch, 1989:5 y 6).

Esta cita recoge o sustituye lo que podríamos decir al respecto y aunque un poco tardíamente el fenómeno nuestro se manifiesta de la misma manera, por lo que las ideas que en este trabajo plantearemos pudieran esclarecer problemáticas teóricas en el marco de la arqueología, beneficiándose de esta manera los investigadores interesados en el tema.

Breve reseña sobre la evolución histórica y definiciones de contexto.

La Arqueología Social latinoamericana.

Numerosos investigadores en América y Europa han tratado en sus textos los orígenes de la Arqueología Social Latinoamericana, Oscar M. Fonseca Zamora encabeza su historia de la siguiente manera:

 "A partir de la década de los sesenta, los arqueólogos de las diferentes posiciones teóricas redoblaron sus esfuerzos para elevar su disciplina de un mero ejercicio de descripción a una más de las ciencias sociales o al nivel de Ciencia Social. En el primer caso, se habla  de la arqueología procesual.....En un segundo caso, se habla de la arqueología como ciencia social y sus exponentes son, fundamentalmente latinoamericanos. Su movimiento surge como reconocimiento de las limitaciones que la arqueología tradicional planteaba (...) y de reconocer las posibilidades que tiene la información arqueológica enmarcada en una posición teórica capaz de dirigir al arqueólogo o a la comprensión real del proceso social" (Fonseca, 1988:14).

Sin embargo, nadie ha tratado el problema de una manera tan realista y osada como José Alcina Franch, que plantea lo siguiente:

"Es evidente que este distanciamiento (el del mundo académico hacia la teoría de Marx) había sido provocado siempre por razones políticas: antes de la Segunda Guerra Mundial, el peligro bolchevique, y, después de esa contienda, la <Guerra Fría> y la reacción macarthista, constituyeron barreras insalvables, especialmente en los Estados Unidos, y condujeron a un evidente empobrecimiento intelectual en el campo de la Antropología Cultural e, indirectamente, por lo tanto, en la Arqueología......esa ambivalencia político- científica perjudicará sistemáticamente la introducción del  marxismo en el corpus teórico de la antropología y de la arqueología....la crisis de la Arqueología tradicional se vio atacada en dos frentes diferentes que podríamos simbolizar en dos artículos claves: el de Lewis Binford (1962), afianzando sus raíces en White y Taylor, plantearía bases de la <nueva Arqueología>; pero, solamente años después, el de Roger Bartra (1964 y 1965) introducirían la teoría marxista en la dos arqueología de manera decidida; como dice Veloz Maggiolo, esta última <emerge de la vuelta al estudio de Childe y de los modelos planteados a partir de las discusiones de las Formaciones elaboradas por Marx (...) en torno a las sociedades precapitalistas, preclasistas (Veloz, 1985:14).

A pesar de que en su punto de vista de arranque la <New Archaeology> y la Arqueología social se unen en su crítica a la Arqueología tradicional y toman sus fundamentos en algunos autores comunes -Childe, White- muy pronto su separación se manifestará de manera radical porque, en realidad, se trata de una oposición filosófica profunda" (Alcina Franch, 1989:91).

A lo largo de aproximadamente treinta años sus principales exponentes han sido Roger Bartra, Luis F. Bate, Luis G. Lumbreras, Mario Sanoja, Iraida Vargas, Marcio Veloz Maggiolo y Bruce Trigger; quienes han establecido una definición muy particular sobre los conceptos básicos de cultura y sociedad, radicando aquí la oposición en relación  con la "nueva Arqueología"

Para muchos, Vere Gordon Childe fue el primer arqueólogo marxista, quien fuera también evolucionista, historicista, difusionista, funcionalista y ambientalista.  Paralelamente a la Arqueología Social Latinoamericana surgen escuelas materialistas que se podrían agrupar en dos grandes grupos: El Neo-marxismo anglo-francés y el Materialismo Cultural norteamericano, quienes siguen la obra de Childe, reconociendo que su influencia nunca dejo de existir en la investigación práctica

Según Bate (1982) el materialismo histórico es una alternativa científica de amplias posibilidades teórico- metodológicas para los estudios de la historia precolombina, demostrando así su oposición al carácter colonialista de la Nueva Arqueología en América Latina. El estudio exhaustivo de la sociedad o de los procesos culturales que dan lugar a acciones sociales, caracteriza indudablemente a los representantes de esta posición teórica. En los numerosos textos publicados sobre el tema, el concepto o referencia a los Modos de Producción o Modos de Vida, por ejemplo, se repite innumerables veces, pero son muchas las ocasiones en que no se hacen referencias a los trabajos de campo y a los procesos o técnicas excavatorias aplicadas. Los términos estratigrafía y contexto están ausentes en muchas ponencias y cuando se citan, la mayoría de las ocasiones se hace muy escuetamente, por ejemplo, Iraida Vargas define como contexto a "cada conjunto de asociaciones significativas" (Vargas, 1990:36). Luis Guillermo Lumbreras plantea que un contexto asociado es:

"un conjunto de objetos que se encuentran dispuestos unos en relación con los otros, de tal manera que identifiquen una actividad social realizada en un tiempo dado" (Lumbreras, 1984:41).

La Arqueología Social desarrollará, motivada por su esencia clasísta y comprometida,  lo concerniente a los contextos sociales o culturales, retomando para ello las ideas de Marx, sometiéndolas al necesario proceso de crítica y actualización hasta lograr un ¨”corpus” a tono con las exigencias resultantes del aumento informativo que sobre las culturas aborígenes tenemos en la actualidad.

De este modo, conceptos como  FES, MP, RSP y FP, entre otros, constituirán herramientas teóricas para asimilar la evolución de la sociedad. Sin embargo el camino no ha sido fácil. Inicialmente se confundieron aspectos concernientes a los diferentes MP, proliferando los mismos en forma indiscriminada y mezclándose con formas de gobierno como la Teocracia y Prototeocracia.

En la década de los 80 la rectificación vendría desde dentro y como plantea Maggiolo :

“ Es evidente que un MP está dado por la conjunción y entrelazamiento de FP y R.P sin embargo llevados por la evidencia , tanto Sanoja  y Vargas, como Veloz, rotulamos con el nombre de MP una expresión sociocultural emergida de datos que nos permitieran  identificar como una misma forma de sociedad se repetía, se había organizado para la producción y generaba sistemas productivos que parecían muy propios, pero que como vimos más tarde, no eran universales. (Veloz, 1985 : 18).

Se puede apreciar una marcada tendencia hacia la generalidad del concepto, y un mayor énfasis hacia los "resultados sociales", lo que implica que se obvien muchos detalles o análisis de gran valor y de un carácter obligatorio desde el punto de vista del registro de campo, si se quiere llegar a un resultado satisfactorio dentro del estudio del yacimiento a investigar y de la inserción de éste en la vida social, pues la formación de los contextos variará según el desarrollo  de los grupos sociales ya que ésta depende no sólo lo que se produce sino el cómo y, de alguna manera, el dónde (Vargas, 1990:41), de lo que se desprende que un error en el estudio básico de los mismos conllevará a un error en las hipótesis de trabajo y quien sabe si se tergiversará la historia del período a estudiar.

Siguiendo los pasos de los pioneros en esta corriente, aparece una "nueva escuela de seguidores", se reformulan conceptos y se hace énfasis en las diferencias y convergencias de estas dos posiciones teóricas. Oscar M. Fonseca Zamora es uno de sus principales representantes.

Mucho tiempo a pasado para que investigadores de ambas partes consultaran y mencionaran en la bibliografía de sus trabajos los artículos de la teoría opuesta a la suya, Bate (1981) afirma que :

"...la diferencia en las dos posiciones fundamentales, materialismo e idealismo, no se establece al aceptar o no la realidad como existente, sino al definir que se entiende por realidad y que relación guarda esta respecto al sujeto de conocimiento..."(Bate, 1981:15; en Fonseca, 1988:16).

Resultante de esto cada parte obvia a la otra casi totalmente, hasta que en la actualidad, aunque muy lentamente han aparecido avances al respecto.

Cada día parece menos convincente que alguna o otra corriente de pensamiento tenga "la verdad" en un ciento por ciento y las constantes reformulaciones teóricas engloban a la realidad objetiva como susceptible a ser vista desde multitud de ángulos. La desaparición del campo socialista ha traído como consecuencia una relativa calma en el plano político y social a nivel global, pues ha desaparecido uno de los "dos enemigos", relajándose las posiciones ideológicas dogmáticas por parte de los seguidores del marxismo, en nuestro criterio para bien, así como queda la preocupación en los pueblos latinoamericanos de un nuevo tipo de colonialismo cultural en tanto la necesidad de financiamiento es enorme y casi siempre es evacuada por alguna potencia con una  historia de injerencias, colonialismo etc.

De la arqueología procesual hasta la postmodernista.

Sin embargo parece indudable, ya a la altura de la segunda mitad de la década de los noventa, que el movimiento teórico suscitado por la New Archaeology ha mantenido un constante replicar sobre temas medulares para el desarrollo científico de la disciplina.

Los arqueólogos adscritos a esta corriente de pensamiento pusieron especial énfasis en la comprensión de los procesos culturales, tratando de entender y explicar como habían sucedido estos procesos a partir de minuciosos análisis del registro arqueológico, incluyendo protagónicamente el aspecto cuantitativo (Clarke, 1968; en Renfrew y Bahn, 1993).

Flannery resume, al inicio del movimiento, las ideas de los "nuevos arqueólogos" de la siguiente manera:

"Los miembros de la escuela procesual consideran el comportamiento humano como un punto de coincidencia (o articulación) entre un gran número de sistemas, cada uno de los cuales engloba fenómenos tanto culturales como no culturales -a menudo mucho más de estos últimos.(...) La estrategia de la escuela procesual es, por tanto, aislar cada sistema y estudiarlo como una variable independiente. Por supuesto, la finalidad ultima es la reconstrucción de todo el patrón de articulación, junto con todos los sistemas relacionados, aunque este complejo análisis ya ha demostrado superar las capacidades de los teóricos procesales" (Flannery, 1967:120).

La década de los setenta estará caracterizada, entre otras cosas, por una intensificación del poder descriptivo y analítico del herramental de campo, como respuesta a la necesidad de explicar los procesos a partir de la evidencia material de carácter estático y mudo por si mismo (Binford, 1988). Luego las excavaciones elevarán notablemente su calidad desde el punto de vista del registro, aumentando de modo sistemático la dificultad para entender y explicar todo el volúmen de información resultante del trabajo investigativo (Binford, 1988). Un  ejemplo más que elocuente es la novedosa interpretación realizada por Clarke del residuario de Glastonbury situado al sur de Inglaterra, donde a partir de nuevos enfoques, técnicas de campo e interpretaciones, elaboró otra alternativa explicativa (Renfrew y Bahn, 1993).

Será este un excelente "caldo de cultivo" para la generación de nuevas, técnicas, estrategias investigativas, así como la reformulación y ampliación de conceptos ya existentes, pero que resultaban "estrechos" a la complejidad teórica y práctica producida con la revolución de los sesenta, y surjan arqueologías como la cognitiva, estructural, postprocesual e incluso postmodernista; generando todas ellas un conjunto de  conceptos, estrategias de investigación  enriquecedoras en su diversidad  del panorama de la ciencia.

Obligatoriamente tendremos que hacer una abstracción teórica en virtud de acercarnos al concepto contexto sin entrar a examinar profundamente las raíces conceptuales de cada una de estas corrientes, por lo cual hemos particularizado en aquellas  que, a nuestro juicio y posibilidad de acceso bibliografico, resultan las más interesantes, dando esto lugar a seguras lagunas y subjetividad manifiesta.

Creemos que quedará reflejado momentáneamente el termino "contexto" según se entiende que:

  "...en sentido genérico, contexto es un conjunto de elementos que se relacionan con el objeto de nuestra observación, condicionándolo a través de esa acción. Así, un cambio de contexto puede implicar un cambio de significado del objeto. En este sentido, el calificativo contextual se opone al calificativo aislado. Entender que los ítems arqueológicos habían de interpretarse teniendo en cuenta los elementos asociados en el depósito fue un logro fundamental de la arqueología que se llamó, por contraste en el coleccionismo, científica. Entender que tan importante como los propios ítems eran las relaciones entre ellos dentro del deposito abrió el campo de la arqueología espacial. La expresión contexto arqueológico evoca ambas ideas" (Adanes, 1986:14,  en Alcina, 1989:14).

La relación entre los ítems y sus medios de yacencia será, entonces mutuamente condicionante, estableciéndose una dependencia multilineal en tanto ambas constituyen reminiscencia de la actividad antrópica dada espacial y temporalmente de forma básica. 

A través del estudio de los ítems, tomando como importantes sus connotaciones cuantitativas, se puede igualmente caracterizar el orden deposicional cronológicamente, por poner sólo un ejemplo. Expresado de un modo más sintetizado pero no por ello menos explicativo:

"Generalmente el contexto de un artefacto consiste en un nivel más inmediato (el material que lo rodea; por ejemplo grava, arcilla o arena), su situación (la posición horizontal y vertical dentro del nivel) y su asociación con otros artefactos (aparición junto con otros restos arqueológicos, por lo general en el mismo nivel)" (Renfrew y Bahn, 1993:511).

El contexto, según Hodder (1988) esta compuesto por varias coordenadas como la temporal, espacial, deposicional y tipología; cualificándose entonces entre netamente arqueológico o cultural. En el primer caso se trabaja fundamentalmente con las dimensiones espacio-temporales validándose el apoyo en otras disciplinas cuando de interpretación y reconstrucción del contexto cultural se trate.

De lo anteriormente planteado se desprende que:

"A partir del análisis de los contextos, el arqueólogo podría alcanzar el nivel de los significados y dentro de ese nivel podremos encontrar dos sistemas estudiados: a- el de las interrelaciones funcionales y b- el de las ideas y los símbolos" (Alcina Franch, 1989:123).

Eludir calificativos de procesualistas, funcionalistas o evolucionistas, es algo que no entra en nuestra esfera de preocupaciones, momentáneamente, en tanto el carácter enfático de una u otro teoría sobre la diversa realidad tomado aprioristícamente, puede desviar el análisis, o roturarlo con el absoluto calificativo de "funcionalista", casi siempre enunciado de forma tal que no da margen a dudas sobre la terrible limitación de quien, por puro proceso investigativo, se dedique a describir profundamente como funciona un yacimiento esquimal o una casa habanera del siglo XVIII.

Con todo, está claro que para acceder a la comprensión del conglomerado informático implícito en los ítems que conforman el registro (y la del propio depósito) hay que llevar a cabo un proceso de lectura para la cual necesitaremos conocer multitud de elementos. Los ítems y su entorno posicional son susceptibles a ser abordados multidisciplinariamente, pero en un primer nivel de lectura, sólo son visibles sus relaciones espaciales (disposición en los perfiles estratificados) y a partir de entonces,  (importando conceptos geológicos), establecer seriaciones relativas dadas por la posición vertical.

El contexto arqueológico surgirá entonces, en la estructura gnoseológica del investigador, no solo como resultado directo por su existencia objetiva, sino que se movilizará a partir de su relación con el arqueólogo, relación que funcionará propiciando significados múltiples, resultantes, en gran medida de los intereses, propósitos y nivel profesional del especialista, condicionado todo ello por la naturaleza del proceso antrópico-deposicional y las transformaciones a las que haya sido sometido.

En tal sentido, en la década de los setenta, justamente inmerso en esa búsqueda antes referida, el arqueólogo Michael Schiffer (1976) buscando hacer mas inteligible la lectura del registro, propuso una serie de distinciones entre las acumulaciones de ítems, logrando con ello un mayor nivel de objetividad en la descripción, análisis e interpretación. Inicialmente, el referido investigador distingue la deposición de evidencias atendiendo a su esencia en el proceso deposicional.

Siguiendo su propuesta, las aglomeraciones o basurales serán clasificados en:

a)-De Facto:  Constituidos por las evidencias que han caído en el registro sin que mediara una                                intencionalidad en su abandono.

b)-Primarios:  Restos materiales de la actividad humana que son desechados en el lugar donde fueron utilizados.

c)-Secundarios:  Restos materiales de la actividad humana que son desechados fuera del lugar donde fueron utilizados. (Schiffer, 1976:30)

Esta distinción aparentemente elemental tuvo una gran significación desde el punto de vista del registro, en tanto la posibilidad de reconstruir los eventos sociales conformadores de los contextos estará condicionada por la naturaleza de los ítems y su entorno. Así desechos primarios posibilitarán reconstruir actividades y áreas de actividades humanas a partir de un adecuado registro de todos los elementos exhumados mediante el proceso excavatorio. En este punto, entendiendo la dinámica de los yacimientos especializados (áreas de taller, fogón, etc.) podemos visualizar la integración y composición del complejo situacional (Binford, 1988) y entonces inferir el nivel de las fuerzas productivas que los conformaron.

Los desechos y basurales secundarios tendrán como limitante básico el hecho de que, si bien responden a una dinámica caracterizable, perdieron su conformación contextual en tanto fueron alterados. Así, la útil información contextual en las relaciones verticales y horizontales se perderán atendiendo a su existencia o deposición primaria.

Esto ha provocado que muchos arqueólogos extiendan las consideraciones hechas sobre el registro en el sitio donde excava y se le adjudique, por ejemplo: a un deposito exhumado en un inmueble la información contenida en ítems que no fueron el resultado empírico de la actividad antrópica en ese inmueble, con todas las implicaciones que esto acarrea.

En este punto de nuestro análisis, sería oportuno mencionar los aportes hechos por el arqueólogo E. Harris, como generador de un modelo central y correlación estratigráfica con técnicas de excavación y registro minuciosas, creándose una matriz que factibilizará la comprensión del depósito estratigráficamente hablando y el movimiento de estos estratos en la coordenada horizontal y vertical. La poca conocida y aun menos aplicada Matriz de Harris, (en el ámbito arqueológico de Cuba) es un intento de compilación de campo que puede tener sus antecedentes atendiendo a la preocupación por el registro, en las excavaciones precursoras de Pitt Rivers y Sir Mortimer Wheeler, por solo mencionar dos ejemplos.

La combinación de técnicas excavatorias y su complementación con el análisis sobre la naturaleza del depósito darán como resultado una mejor comprensión del contexto arqueológico y por tanto del contexto social. Obviamente estos sistemas fueron creados a la luz de un proceso cognitivo concreto y no constituyen dogmas inamovibles. Al respecto y refiriéndose a los aportes de Schiffer se pronuncia Binford:

"Schiffer (1972, 1976) ha propuesto la distinción conceptual entre basuras primarias y secundarias, y ha insistido en la necesidad que tienen los arqueólogos de diferenciar estos dos tipos de depósitos. La idea de Schiffer se basa en una premisa valida y constructiva, pero, según mi forma de entender los procesos de formación, creo que no es correcta" (Binford, 1988:257).

Dejando a un lado esta controversia que no se ahonda en la literatura especializada, pensamos que sería oportuno aportar otros criterios sobre los procesos genéticos de los contextos y sus implicaciones.

Evidentemente la formación de los depósitos estará directamente vinculada a la actividad humana espacialmente hablando en concordancia con el tipo de actividad generatriz o lo que es lo mismo, siguiendo a Whallon (1975) los depósitos tendrán lugar en espacios diferenciados, siendo susceptibles de caracterizar atendiendo a la distribución de artefactos de forma diferenciable en un sitio cualquiera, resultado todo ello de la diversidad en cuanto a actividad antrópica general que caracteriza a dicho sitio.

Lo anteriormente expuesto no es un postulado en forma de ley dogmática, tal y como el mismo autor se encarga de aclarar:

".....la concentración espacial de útiles no se debe necesariamente al abandono de los ítems en el lugar en que han sido utilizados...sino que es el resultado del comportamiento humano cotidiano asociado a la presencia de una tecnología en relación o articulada con el respeto del sistema cultural global" (Whallon, 1973:119).

Los contextos, en sentido general, son susceptibles a ser transformados tanto por procesos contemporáneos a su disposición o por procesos resultantes del reacondicionamiento del espacio a funciones diferentes e incluso la utilización de la basura (conglomeración de ítems) con el objetivo de ser empleada en otros espacios, por ejemplo, para obliterar orificios hechos con el objetivo de extraer materia prima como rocas para la construcción o arcillas para la fabricación de cerámica .  Esto cambiará radicalmente las connotaciones sociales del contexto material o arqueológico aún cuando las evidencias no cambian en su esencia tipología y como apunta Hodder (1988:147) 

"...interesarse por objetos desprovistos de información contextual es propio de anticuarios y es típico quizás de un cierto tipo de Historia del Arte o del mercado del arte..."

En este sentido los aportes de Schiffer contribuyen a dilucidar los procesos sufridos por la basura arqueológica una vez cumplimentado el ciclo vital característico; a saber:

a)-Adquisición de la materia prima

b)-manufactura

c)-uso

d)-recogida o abandono cuando la pieza perdiera sus propiedades.(Renfrew y Bahn, 1993)

Los autores citados opinan sobre la clasificación de estos procesos:

"El arqueólogo norteamericano Michael Schiffer ha hecho una útil distinción entre los procesos postdeposicionales culturales (transformaciones tipo C) y procesos postdeposicionales naturales o no culturales (transformaciones tipo N). Los procesos engloban las actividades deliberadas o accidentales de los seres humanos, en la medida en que fabrican o usan artefactos, o construyen o abandonan edificaciones, eran sus campos, etc. Los segundos están constituidos por los acontecimientos naturales que determinan tanto el enterramiento como la supervivencia del registro arqueológico" (Renfrew y Bahn, 1993:46).

Tanto las transformaciones C como N pueden ser extremadamente complejas , en tanto pueden comenzar desde el mismo momento en que el ítem pierde sus propiedades y se incorpore a un depósito. Siguiendo esta línea de razonamiento, un perforador extraído de una lamina nuclear y utilizado con posterioridad se rompe en el proceso de trabajo y pasa a conformar el contexto material. Ese mismo ítem, considerado ahora como preforma es reajustado y convertido nuevamente en artefacto luego de perder sus atributos. La secuencia deposicional será, entonces, extraordinariamente difícil de precisar, tomando en consideración que la impresión en el registro quedará, solamente, luego del artefacto haber sido reutilizado, pues  a partir del deshecho definitivo es que se  integrará de forma definitiva al depósito hasta se exhumado por el arqueólogo, quedándo la vida útil del mismo, por tanto, dividida en dos partes.

Luego, lo que puede ser considerado como un contexto primario (el abandono del ítem como perforador) sería realmente una transformación postdeposicional tipo C. Esto puede ser una postura agnóstica en la cual, aprovechando la diversidad del proceso deposicional no creemos en variables fijas, pero no es nuestra intención. Solamente pretendemos mostrar la ya conocida complejidad de un contexto arqueológico, aun empleando un herramental técnico-metodológico resultado del análisis de varios especialistas en el tema.

Para la mayoría de los arqueólogos con acceso a la literatura, estos simples  comentarios pueden parecer innecesarios, pero en los contextos concretos donde realizamos nuestra arqueología no son cosas que se manejen ordinariamente, incluso muchos de nosotros no manejábamos, hasta hace relativamente poco tiempo toda esta enorme complejidad y por consiguiente la lectura que hacíamos de los depósitos materiales estaba limitada proporcionalmente a este desconocimiento. En este punto cabria preguntarse:

¿ Cómo identificar y reconocer a través del registro toda esta complejidad ?

Sin pretender propiciar respuestas generales a problemas de gran particularidad, sólo apuntaremos algunas ideas básicas y más que todo pretendemos abrir un proceso de discusión al respecto.

Los depósitos primarios estarán caracterizados por la homogeneidad tanto de la estratificación como de los ítems que en ella se encuentran, entendiendo por tal que las evidencias, si están fracturadas, muestran una organicidad en su nivel de fragmentación , que será observable a nivel de su distribución vertical y horizontal, en tanto son materiales desechados en el lugar donde se usaron al menos por última vez (Schiffer, 1976). Las combinaciones de los depósitos de ítems atendiendo a las zonas dropps y toss pueden llevar a mayores complejidades que serán tratadas más adelante.

Por otra parte los basurales secundarios:

"...están formados por materiales desgastados y rotos y generalmente aparecen en depósitos que presentan una gran densidad y diversidad de materiales" (Schiffer, 1976:57).

Obviamente, estos depósitos suelen ser de más fácil observación y diagnóstico. Se puede apoyar su estudio por el análisis de huellas dejadas en los ítems como resultado de la movilidad a las que han sido sometidas: a saber acarreo hacia un medio de transporte, vaciado en el área a rellenar, labores de dispersión y compactación en virtud de lograr un nivel homogéneo.

El reconocimiento de los depósitos de facto, por otra parte, puede ser compleja y se precisa de un registro minuciosos para su reconocimiento. La atipicidad del ítem será un elemento vital para su diagnóstico. Por ejemplo, una moneda de oro no integrará el registro de modo voluntario, no es común que haya sido desechada y por tanto se podría inferir , incorporando el análisis estratigráfico,  que no fue arrojada al contexto de forma intencional.

Agrupada toda la información hasta aquí compilada, parece indudable que un contexto primario puede sufrir una transformación C o N y convertirse en un contexto secundario. En dicho transito las propiedades contextuales, asociadas a los ítems, variarán significativamente sus connotaciones atendiendo al contexto social básico en que fueron depositados. No siempre un contexto social preciso en términos históricos sufrirá variaciones atendiendo a los procesos deposicionales y sus respectivas transformaciones en tanto ambas están comprendidas dentro de ese momento concreto. Los fenómenos sociales tienen una dinámica que escapa, parcialmente, a la visualización simplista en cuanto a la formación de las estratificaciones, o lo que es lo mismo, se generarán múltiples y "diferentes" depósitos que no siempre implican cambios a nivel de la estructura social general a nivel de Modo de Producción o Formación Económico Social.

Los Contextos Históricos

Es evidente que casi todos los arqueólogos aquí mencionados, han basado sus observaciones en contextos de grupos aborígenes con una economía apropiadora, productora etc,  (Paleolíticos, Mesolíticos) conocidos comúnmente en América como grupos precolombinos. Si esto es cierto, las formulaciones teóricas aquí realizadas necesitan de un reajuste para ser aplicadas en contextos históricos, dada la peculiaridad de otros sitios atendiendo a múltiples factores.

De forma mayoritaria, los espacios jerarquizados y diferenciados funcionalmente presentaran características "sui generis" donde la repetición, (factor primario para enunciar leyes generales), sería la excepción. Pretendemos con ello rebasar los simplismos de que "en una iglesia siempre existirán cadáveres en la cripta" o "en las fortificaciones encontraremos proyectiles de artillería", todo ello refrendado por documentos históricos que avalan enterramientos en tal o cual iglesia. De este modo, la arqueología estará relegada a plano de herramienta de la Historia, para comprobar en la práctica lo que se supone cierto en tanto se conserva una memoria escrita.

Por otra parte, la dinámica del inmueble con años de vida, dificultará en grado sumo la comprensión sobre la disposición de los desperdicios, atendiendo específicamente a la movilidad de los colectores.

Sin embargo, ir más allá de los estudios de caso (monotéticos) es algo que estará en función de las perspectivas del investigador, pues enunciar regularidades es posible tomando como premisas básicas que estamos en presencia de un organismo policompuesto y de amplia interpretación.

La falacia simplista que puede surgir como resultado de generalizaciones que no constituyen objeto directo del trabajo arqueológico, sino mas bien, de un conocimiento acumulado por la sociedad y reafirmado por documentos escritos, opone una barrera a las posibilidades descriptivas, analíticas y reconstructivas susceptibles a ser extraídas del registro.

También esto tendrá que ver con la falta de formación a nivel académico que padecemos en la Arqueología de Cuba, desde el punto de vista docente superior, dedicándose al trabajo arqueológico investigadores graduados de Historia, Geografía, Geología, Historia del Arte etc, razón por la cual en las escasisímas publicaciones, el carácter enfático de estas disciplinas, sobre todo de la Historia,  se impone.

Se deben a South ( 1976) una serie de aportaciones específicas relativas a la clasificación de los basurales. El referido autor, tomando en cuenta las situaciones concretas opina:

"Por esta razón, yo sugiero que debe añadirse el término de desperdicios in situ de facto para referirse a aquellos objetos que se demuestra tienen relaciones arqueológicas con el contexto, y que  reflejan directamente relaciones de ubicación con el contexto sistemático. Los datos del nivel del piso de estructuras históricas incendiadas que revelan la ubicación de muebles, artículos de almacenaje, ventanas y maderas duras de la arquitectura son ejemplos de desperdicios in situ-de facto" (South, 1976; traducción de Maylen Esturo, mecanografiado, Biblioteca del gabinete de Arqueología).

Más adelante South (1976) plantea que es necesario hacer una distinción útil entre los ítems presentes en el registro resultantes de un abandono premeditado y aquellos:

"objetos enteros (...) en un contexto que refleja que se cayeron accidentalmente podrían llamarse artefactos  primarios de facto, en el sentido de que se encuentran en el mismo lugar que cayeron allí por descuido, en contraste con un abandono ya intencional" (South: ob. cit. )

Por ultimo propone que se agregue una nueva categoría para calificar aquellos desperdicios, tanto primarios como secundarios que hayan sido desplazados fuera de su lugar de disposición original. Se trata de basurales dislocados o desplazados ya bien, resultado de la actividad humana o por la naturaleza.

Los Contextos en los sitios arqueológicos de La Habana Vieja.

De poco serviría este recorrido por la teoría arqueológica sino intentáramos aplicarla a los sitios en los cuales desarrollamos nuestra actividad profesional. Oportuno es aclarar que estamos en una fase de acercamiento y habituación con muchos de los postulados aquí tratados, resultando de igual modo, un proceso de aprendizaje sobre la práctica y lo que si resulta innegable es que nuestra visión del fenómeno deposicional ha cambiado radicalmente.

De una contemplación estática e ingenua, muchas veces limitada a dibujar los perfiles que quedaban luego de la excavación y tratar de correlacionarlos con ítems carentes de un registro tridimensional, hemos pasado a un cuestionamiento de lo que impresiona nuestros sentidos como parte de un proceso analítico que en última instancia nos permitirá reconstruir la dinámica e interrelación entre un sitio cualquiera y la ciudad, como entidad general contentiva de los atributos que caracterizan a la sociedad en un momento concreto, y, por que no?, en una evolución tempo-espacial consignable a los últimos cuatrocientos años de historia.

Según hemos visto, el contexto social puede y de hecho contiene tantos contextos arqueológicos como variantes del comportamiento humano sean susceptibles a ser estudiadas por el método arqueológico.

Es por ello que veremos a la sociedad habanera como una generalidad articulada por más de cuatrocientos cincuenta años, enmarcada dentro del desarrollo de la humanidad en igual lapso cronológico. Al intervenir en nuestros sitios, llevando el enorme peso y a la vez teniendo el tremendo privilegio de excavar en una ciudad Patrimonio de la Humanidad; el contexto social en sentido general, constituye un sistema, mas o menos inamovible contra el cual nos debemos referencias en un momento del proceso reconstructivo.

Decimos aparentemente estático, en tanto el nivel de las Fuerzas Productivas y las Relaciones de Producción, factores constituyentes del Modo de Producción, permanecen a lo largo de todo el período por nosotros estudiado, raigalmente estables. Esta realidad ya estaba condicionada muchos antes de que se excavara en la Habana Intramuros, estando, por tanto, fuera del alcance de nuestra capacidad modificadora, al menos de forma significativa.

Ciertamente no todo está contenido en los documentos y en el proceso morfoevolutivo de un inmueble. Transformaciones espaciales existirán, que no habrán sido recogidas en documentos o relaciones de intercambio comercial eludirán, en dependencia de su esencia, el control que impere en el documento y todo ello repercutirá de forma más o menos directa sobre la sociedad, llegando incluso a ser decisiva, como el comercio de rescate o contrabando durante los siglos XVII y XVIII, para pequeños poblados o asentamientos humanos e incluso para la gran urbe. Al respecto la acotación hecha por Binford es ilustrativa:

 "...Como todos sabemos las cartas pueden embellecer la realidad; en la práctica los escritores de diarios escriben, a menudo, para un futuro lector desconocido; todos los registros burocráticos son muy susceptibles de alteración debido a intereses personales. El hecho de que la gente no siempre es honesta enfrenta  inevitablemente al historiador en el problema de comprender los motivos que puedan haber movido a los individuos para llevar a cabo un registro del pasado" (Binford, 1988:24)

De igual modo los contextos arqueológicos o materiales, como hemos dicho anteriormente, representarán la diversidad o la particularidad conformadora de la generalidad, en tanto, cada casa a intervenir podría tener particularidades específicas del modo de vida desarrollado por sus moradores, pero estos (y los depósitos materiales de su actividad) estarán sujetos al sistema social imperante en la ciudad, con todo lo que ello implica. Las particularidades podrían enunciarse en forma de Ley, por ejemplo, los depósitos o colectores de desperdicios domésticos estaban ubicados en áreas del traspatio.

De ahí podemos continuar el razonamiento de que estos colectores (letrinas) estarán sujetas a contener ítems en concordancia con las líneas comerciales imperantes en un momento histórico concreto. Una regularidad de estos depósitos en los siglos XVI y XVII puede estar dada por la presencia de mayólica española o mexicana en contraste con depósitos adjudicables a casas con un desarrollo preponderante en el siglo XIX donde aparecerá mayoritariamente, loza de factura inglesa o europea. Continuando esta línea de razonamiento, no es lógico esperar loza inglesa en un sitio habitacional del siglo XVI que no haya sido transformado en siglos posteriores.

Sin embargo, las relaciones horizontales y verticales de estos ítems en el contexto arqueológico no sólo limitan su información a la cronología. A partir de su emplazamiento, aún como parte de basurales secundarios pueden ilustrar la dinámica de rellenado de un determinado aspecto, estableciendo variables como la dirección en que se vertieron estos rellenos y el cambio de material necesario para completar la actividad.

Para ello sería preciso implementar un riguroso registro y practicar técnicas como el remontado complementado por la  reconstrucción de las partes constituyentes de una pieza (anastilosis), definida por su uso, forma, decoración, etc. Entonces, podríamos plantear como regularidad que los núcleos de concentraciones constituyen el punto en el cual cayó el ítem y las distancias radiales, hasta las partes desperdigadas de forma minoritaria y aislada marcarán la dirección de la acción de rellenado, por supuesto, cuando tratemos con contextos secundarios.

Si relacionamos estas ideas con otras evidencias como pueden ser muros, restos de estructuras, rasgos, etc.; podrá extenderse el proceso analítico al inmueble y sus habitantes y luego a la sociedad habanera del momento tratado. De se modo, del estudio particular (inmueble) podríamos entrar en la generalidad (ciudad).

No quisiéramos culminar esta apretadísima síntesis sobre la naturaleza de los contextos arqueológicos, sin comentar sobre algunos problemáticas concretas con las cuales nos hemos enfrentado en el trabajo en muchos sitios, en un orden de complejidad ascendente. Esto, más que cualquier "receta" o solución es un reflejo de los múltiples interrogantes que nos surgen a diario, como parte de la asimilación de una realidad a la cual apenas rozamos con nuestro intelecto y herramental metodológico.

Más allá de intentar “demostrar” que una letrina constituye un basural primario, esfuerzo este absolutamente estéril, pues escapa, cada colector, el ser estrictamente situado en una categoría rígida; nos limitaremos a llamar la atención  sobre algunos eventos que han conformado los depósitos habaneros, resultado esto de la observación y análisis de mas de un caso y las herramientas analíticas mínimas para emprender su estudio. Para ello haremos adaptaciones de conceptos que pueden no haber sido utilizados antes en los contextos estudiados y podrán, por tanto, resultar chocantes, en relación a los que hemos visto aplicado en literatura no correspondiente a sitios históricos.

Los depósitos que mejor permiten estudiar la dinámica de un inmueble doméstico son las letrinas, sin despreciar completamente el resto de la estratificación. Estas zonas toss (Binford, 1988) o áreas donde se arrojaban la mayoría de los desperdicios, constituidos por un medio acuoso donde las excretas de naturaleza humana y animal contienen, desde restos de cerámica, hasta fragmentos de cascaras de huevos de aves. Así, un mismo depósito asimilará ítems de diferente naturaleza.

Veámoslo en detalle.

·         Una letrina conectada a la cocina colectará restos materiales desechados en el mismo lugar donde fueron usados, por ejemplo, vasijas para cocinar, residuos de animales no modificados y otros subproductos generados por las actividades culinarias. Estaríamos entonces en presencia de una basura primaria.

·         Ese mismo colector puede contener armas de fuego como revólveres, municiones, etc; coexistiendo espacialmente con los elementos antes mencionados y no por ello necesariamente contemporáneos. Este tipo de ítems fue encontrado, evidentemente, fuera del lugar donde era usado (en cuanto a área de actividad se trata) pudiendo ser clasificado entonces como basura secundaria.

No resulta lógico conjeturar, por otra parte que, un prendedor de oro, o unos pendientes del mismo material, o una moneda en uso (correlacionable cronológicamente con el resto de las evidencias) sean materiales que pasen a formar parte del registro como consecuencia del accionar humano ex-profeso.

Es lícito suponer que se incorporaran al registro resultado de un lamentable accidente. Estaríamos entonces de frente a desperdicios primarios de facto.

Todo este "melange" puede se modificado espacialmente en el depósito por la propia dinámica del mismo, como puede ser la caída de basura mas pesada, entrada de aguas negras que movilizarán las evidencias desplazándolas, etc. Del mismo modo, estos contenedores sanitarios son susceptibles a ser vaciados cada cierto tiempo parcial o totalmente, quedándose testigos en los ángulos de uniones de las paredes o en el fondo, que pasarán a formar parte de nuevos depósitos de ítems dentro del mismo espacio, pero con implicaciones arqueológicas diferentes al ser rellenado el colector con basuras secundarias dislocadas.

Antes de proseguir con este análisis veamos algunas variantes para los basurales dislocados, siguiendo el ejemplo arriba citado. Este tipo de depósito ha sido observado por nosotros en varias circunstancias:

Ø      En primer lugar, basura secundaria dislocada puede estar cumpliendo la función de obliterar una estructura hecha contemporáneamente al momento en el cual predominan en el depósito ítems con una cronología adjudicable al momento en que se realiza la acción. Por ejemplo: un basural rico en loza crema inglesa fue utilizado para cerrar una zanja constructiva hecha en el último cuarto del siglo XVIII, detalle histórico este conocido por referencias documentales. En este caso estaríamos en presencia de basura secundaria dislocada activa, entendiendo por tal el hecho de que exista una correspondencia cronológica relativa entre el fechado de las evidencias y el momento en que fueron empleadas como parte del rellenado de una estructura cualquiera.

Ø      El otro caso. Hemos encontrado depósitos secundarios dislocados fechados por los ítems en ellos contenidos, que presentan una discordancia cronológica notable con el espacio que ocupan. Por ejemplo: una letrina construida en el siglo XIX (aspecto este documentado) puede ser vaciada y rellenada posteriormente por desperdicios ricos en evidencias del siglo XVI, que estaban formando parte de un antiguo basural. En este caso hemos preferido llamarles basuras secundarias dislocadas pasivas, aludiendo con ello al hecho de ser evidencias abandonadas por el hombre en su constante proceso creador que han sido sustituidas por otras en función de cambios de estilos decorativos, modas etc.

Queremos apuntar que más que un rótulo o etiqueta para nombrar este tipo de basural, estamos llamando la atención sobre la gran diversidad y sus implicaciones en el registro y por tanto para la interpretación y reconstrucción de la actividad humana.

Resulta  de vital importancia en una ciudad como La Habana, que ha sufrido constantes y traumáticas alteraciones de sus antrosoles el establecer un equilibrio dialéctico entre la información contenida en los documentos históricos y la emanada de las excavaciones arqueológicas.

Resulta evidente que esta visión del colector tiene poco que ver con al imagen pasiva e ideal del tranquilo cono de deposición con el cual hemos caracterizado la dinámica de una letrina común.

La implementación de un registro riguroso y la visualización cronológica y espacial de las evidencias desechadas en el colector, conjuntamente con la aplicación de un complejo conceptual y metodológico caracterizado por el análisis de la mayoría de los factores que confirman el depósito, nos permitirán entender, en alguna medida, la gran complejidad del objeto de trabajo cotidiano.

Reflexiones Finales

Luego de este apretado tránsito por algunas ideas en torno a los contextos, se impone reflexionar, hacer un alto, no sólo en virtud de entender, sino de asimilar. En alguna, medida hemos necesitado tijera y goma para pegar unas con otras las ideas de autores de avanzada en el pensamiento de la arqueología contemporánea.

Parece indudable que si logramos un registro arqueológico a tono con la implementación de las técnicas de control y análisis aquí brevemente expuestas, independientemente a que se llame procesualismo o postmodernismo, estaríamos en condiciones de intentar una reconstrucción de la Historia valiéndonos para ello del sistema de categorías y conceptos trabajados por Marx en el siglo XIX y aplicados en la actualidad por los arqueólogos sociales latinoamericanos.

No estamos en posición gnoseológica de crear acepciones y categorías cuando apenas constituye éste un esfuerzo con mayor o menor éxito de acercamiento a la dinámica de contextos diversos. Tampoco intentamos una implementación práctica a toda costa de la teoría, con el único fin de utilizar "nuevos" o "modernos" conceptos y categorías. En tal sentido hemos tratado de aglutinar lo mejor de dos aparentes opuestos dialécticos: La New Archaeology con las múltiples corrientes que se generaron desde su aparición y la Arqueología Social Latinoamericana.

La primera significó una revolución en el pensamiento y generó un movimiento a todas luces enriquecedor más allá de lo acertado o no de sus postulados. La segunda nos toca muy de cerca, no sólo por el contexto geográfico y sociopolítico donde surgió, o por estar formados dentro de la filosofía marxista, sino porque creemos que el modo que enfoca el desarrollo social y sus posibilidades científicas  proporcionara una alternativa que resume parte de lo mejor que se ha logrado en el terreno hasta el momento.

La diversidad implícita en los desechos materiales dejados por el hombre en su acontecer diario escapa a rígidas talanqueras y conceptos inflexibles. Si algo nos hemos propuesto en esta ponencia es enfatizar, en el circulo de colegas en que trabajamos, esta realidad y discutir entre  todos, algunas herramientas a fin de que sean aplicadas sobre los diferentes objetos de estudio a los cuales nos enfrentamos a diario.

Observar pasivamente los contextos, describirlos y ubicarlos dentro del panorama deposicional del inmueble como generados por la actividad de sus moradores, es un simplismo del que debemos salir, independientemente que se aplique la Matriz de Harris, las clasificaciones de Schiffer,  las ideas de Binford o de Hodder. Solo luego de las lecturas que seamos capaces de efectuar partiendo de los múltiples componentes del contexto arqueológico podremos :

 "...hacer abstracciones a partir de las funciones simbólicas de los objetos que excavan, para poder identificar el contenido del significado subyacente, lo que supone analizar la forma en que las ideas, denotadas por los símbolos materiales mismos, desempeñan un rol en la configuración y estructuración de la sociedad (Hodder, 1988:148).

La movilidad que caracteriza a los antrosoles de la Habana Intramuros impone que los depósitos de ítems sean trabajados cuidadosamente, implementando técnicas como el registro tridimensional, el remontado de piezas y el estudio exhaustivo de la estratificación, con independencia de que estemos en contextos primarios, secundarios o dislocados, en tanto, los mismos son de un impacto trascendental para el reconocimiento de relaciones cronológicas, homotáxicas y cronológicas íntimamente vinculadas a la evolución del inmueble.

Esto lo soporta el hecho de que casi en todos los casos los sitios son policompuestos y la superposición constituye la característica tipificadora por excelencia.

Por último, teniendo el contexto histórico bien definido, determinamos prestarle una atención mayor al contexto material, pues la información a obtener es de una riqueza y variedad realmente increíble, superando, en mucho la idea de que nuestros depósitos, por estar casi todos alterados, carecen del valor que soporten estudios y análisis capaces de interdigitarse de forma decisiva en la complejidad que entraña la reconstrucción de la sociedad, de una sociedad de la que apenas logramos conocer unos pocos años en la vida de los moradores de "una" de las casas,  con fortuna.  El camino, entonces...

BIBLIOGRAFIA

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