Especial NAyA 2003 (version en linea del cdrom)

ANTROPOLOGIA Y ECONOMIA: uniendo extremos 

Liliana Bergesio*

RESUMEN

Este trabajo pretende realizar una reseña, reflexiva y crítica, de las principales perspectivas de la Antropología Económica en vinculación con las teorías económicas con las que dialogan. Para ello, se lleva a cabo un recorrido por los problemas teóricos, y sus consecuencias epistemológico-metodológicas, que se han ido suscitando en los intentos de repensar la economía de las sociedades en perspectiva antropológica. En este marco, llegado el razonamiento hasta el umbral que constituye el neo-marxismo de Godelier, se aborda la propuesta de Pierre Bourdieu en uno de sus últimos textos: “Las estructuras sociales de la economía”, donde este autor retoma preocupaciones que estaban ya presentes en sus primeros textos de análisis antropológico sobre las sociedades de Argelia, y las desarrolla a partir del estudio del mercado de la vivienda individual en Francia y a la luz de sus críticas del economicismo neoliberal. Se recurre también a otros textos del mismo autor que permiten comprender con mayor profundidad la problemática, a la vez epistemológica y ético-política, que está en juego en el tema.

INTRODUCCIÓN

"La economía pura tiene un procedimiento muy curioso de sacar conejos de un sombrero
-aparentemente proposiciones a priori que parecen tener que ver con la realidad-.
Es fascinador intentar descubrir como entraron los conejos en el sombrero;
pues los que no creemos en la magia estamos convencidos de que entraron de alguna manera".
J.R.Hicks (1974) Valor y Capital. México: FCE. Citado por Trinchero (1992:I)

Antropología y Economía son dos ciencias estrechamente vinculadas, aunque ésta relación está poblada de controversias y fue cultivada en forma despareja. Han sido los antropólogos quienes incursionaron más sobre la economía que los economistas en la antropología. Fueron estos antropólogos quienes iniciaron esta relación revisitando la teoría económica ortodoxa. Como resultado de este análisis se generó una dura crítica a la economía y a sus pretensiones hegemónicas para ser aplicadas a todo los tipos de sociedades, capitalistas y no capitalistas. Esto llevó a muchos antropólogos a plantear que el uso de las categorías emanadas de la ciencia económica –como valor, renta, salario, precio, interés y acumulación, entre otras - sean estas de la escuela clásica, neoclásica o marxista, deben ser empleadas con suma cautela  e incluso a prescindir de ellas. Esta cautela también ha autorizado a muchos, y en no pocos casos, a dudar de una auténtica práctica de la antropología en los asuntos económicos. Los economistas, por su parte, se dedicaron al estudio del capitalismo y se ocuparon muy poco por los aspectos antropológicos de éstas sociedades, y solamente cuando apreciaron los fracasos de políticas económicas ortodoxas en algunos países - como los llamados emergentes - comenzaron a plantear cierto interés por los aspectos culturales de una sociedad y su influencia en los procesos económicos.

Trinchero sostiene que plantear una disciplina llamada Antropología Económica plantea cierto desconcierto. Este es provocado por la palabra Economía adjetivando Antropología ya que no son pocos los que fruncen el ceño frente a este vínculo entre lo que apriori categorizan de extremos (el más "humanístico" y el más "ingenieril" de los conocimientos sociales). Bourdieu analiza la relación entre la sociología y la economía, y sus palabras sobre la primera bien pueden abarcar a la antropología. El sostiene que:

“A diferencia de la sociología, ciencia paria, siempre sospechosa de compromisos políticos, de la que los poderosos, en el mejor de los casos, no esperan otra cosa que saberes subalternos y un poco auxiliares de manipulación o legitimación, y que por ello está menos expuesta que otras a demandas susceptibles de amenazar su independencia, la economía es cada vez más una ciencia de Estado, que por esa razón está recorrida por el pensamiento estatal: constantemente habitada por las preocupaciones normativas de una ciencia aplicada, se consagra a responder políticamente a demandas políticas, a la vez que se defiende de cualquier implicación política mediante la altura ostentosa de sus construcciones formales, de preferencia matemáticas" (Bourdieu 2001: 23).

Pero estas "construcciones formales" que denuncia Bourdieu también preocupan  a algunos economistas quienes, como mínimo, se sienten descontentos del estado actual de su disciplina (Hobsbawm 1998:106). Por ejemplo, Lekachman se explaya en la socialización a que son sometidos los economistas profesionales "para ignorar las complicaciones de la vida social" (1988:91). Y, para ejemplificar esta afirmación, describe la contradictoria situación que se da cuando el PBI crece con la venta de bebidas alcohólicas y con los tratamientos para curar a los enfermos; y sucede que los indicadores de la economía mostrarían una peor situación en caso de que los alcohólicos dejaran de beber y enfermarse (mejores indicadores económicos a peores indicadores sociales). En este proceso, el leguaje matemático tiene gran importancia para definir al grupo profesional y también para dejar afuera a los que no manejan modelos econométricos de cierta sofisticación. Thurow coincide en la preocupación por el lugar de los modelos matemáticos en la economía:[i]

“La expresión matemática imparte a la teoría un rasgo aparente y una fuerza interna. Pero este rigor degenera fácilmente en rigor mortis académico, ya que la facilidad matemática se vuelve más importante para la profesión que un conocimiento sustantivo de la economía misma” (Thurow 1988:16).

Thurow critica a los economistas acusándolos de “fundamentalistas” que formulan argumentos rigurosos con escasas pruebas sólidas[ii] y que la economía, como ninguna otra disciplina, trata de lograr que el mundo actúe como los economistas creen que debería hacerlo. O, como dice Hobsbawm (1998:120) más que analizar teorías, lo que a veces hacen es describir cómo sería el mundo si las teorías fuesen correctas. Porque lo que sucede es que, por supuesto, lo que hace el Homo sapiens y lo que debería hacer el homo economicus[iii] son cosas muy diferentes a menudo. Sin embargo eso no invalida el modelo básico, como ocurriría en las demás disciplinas: sólo significa que deberá hacerse algo para lograr que el Homo sapiens coincida con el homo economicus. “Por lo tanto, en lugar de ajustar la teoría a la realidad, se ajusta la realidad a la teoría” (Thurow 1988:37). Al respecto Gónzalez Seguí señala que cuando el Homo sapiens coincide efectivamente con el homo economicus, las jerarquías del poder económico se afianzan (1993:200).

En este sentido y para no caer en acusaciones falaces, es importante recuperar los argumentos de Bourdieu y Wacquant (1999:205-22)[iv] cuando señalan que hay que buscar los apoyos de este poder en modos de pensar que se resisten a pensar sus propias condiciones de producción, y entran en un circuito de circulación de ideas que viene a contemplar el olvido de sus condiciones históricas de origen. En este circuito abundan las teorías armadas sobre la destilación empobrecida de ciertas premisas, y también los traficantes de ideas, que se ocupan de importar, traducir y difundir estas teorías a escala local, fortaleciendo de ese modo, aun sin querer, el poder imperial y haciendo que las relaciones transnacionales aparezcan como necesidades neutrales. Si bien los ejemplos más obvios de esta razón imperialista provienen de la economía o la ciencia política, los autores apuntan a un fenómeno bastante más amplio, que hace que algunos de los agentes más valiosos del poder imperial hoy en día podrían ser los teóricos progresistas, que se empeñan con más entusiasmo en denunciarlo.

Volviendo a la crítica que le hace Thurow a los economistas, cuando dice que tratan de lograr que el mundo actúe como ellos creen que debería hacerlo, Trinchero (1992) al respecto recupera lo expresado por Friedman quien observaría que, en tanto ciencia, la economía no construye modelos para explicar como se comportan sino como deberían comportarse los agentes económicos dados determinados supuestos. Y es en este punto que  algunos antropólogos han visualizado la clave para una Antropología Económica. Los economistas trabajarían en la construcción de aquellos modelos y los antropólogos a formular la validación empírica de los mismos. Afirmando incluso que gran parte de la Antropología económica norteamericana ha diseñado allí su objeto, es decir, dando por válida la construcción de la economía como ciencia de la conducta y las decisiones de los sujetos económicos, aquella tomaría para sí el estudio de cómo se expresan los procesos conductales y decisionales en la cotidianidad concreta. Se perfila aquí cierto rol de la Antropología Económica en el programa interdisciplinario: ejercicio de validación (etnográfica) de los modelos económicos hegemónicos.

Podemos plantear así lo que podría ser una de las principales preocupaciones de la Antropología Económica, esto es, la discusión teórica y metodológica (crítica) de aquellos intentos de naturalización de los modelos económicos hegemónicos; y aquí no se trata simplemente de la crítica a la traslación lineal de modelos y categorías económicas a las "sociedades tradicionales", se trata, por un lado, del análisis en torno a los determinantes sociales que instauran en forma hegemónica dichos modelos y categorías como fundamento explicativo de las relaciones sociales contemporáneas y que intentan su reproducción ampliada.

ANTROPOLOGÍA ECONÓMICA: LAS DEFINICIONES DE LO ECONÓMICO

Ahora bien, con respecto a la relación específica de la antropología con la economía, se puede afirmar junto a Godelier (1983:280) que en el desarrollo de la antropología moderna los aspectos económicos tiene un papel sumamente importante como lo evidencian obras tales como: “The Argonauts of Western Pacific” de B. Malinowiski (1922); “Primitive Polynesian Economy” de Raymond Firth (1939); “The Nuer” de E.E. Evans-Pritchard (1940); “The Economics of the Incas State” de Jhon Murra (1957), entre otras.  En estos trabajos existe una preocupación por el estudio de las prácticas y costumbres del intercambio, e trabajo, la distinción, el consumo, etc. en las sociedades "ágrafas". Pero tales preocupaciones parecían no ir más allá de producir intentos de clasificación de datos etnográficos dispersos bajo aquellos rubros que se suponían económicos (Trinchero 1998). El término Antropología Económica fue empleado por primera vez en 1952 por Melville Herskovits, antropólogo norteamericano, con el objeto de retitular, luego de revisarla, una de sus obras más conocidas: La vida económica de los pueblos primitivos (cuya primera edición data de 1940). Un cambio de denominación sugestivo si se tiene en cuenta, por un lado, el período en que se produce dicho cambio de denominación y, por otro, los ajustes realizados al texto inicial. Respecto a los contenidos de la obra, el autor plantea parte de sus formulaciones de esta manera:

"En lo fundamental, he intentado ajustarme a las categorías convencionales de la economía, indicando los puntos en que las economías de que hemos de tratar difieren tan marcadamente de las nuestras que no es posible seguir estas convenciones. Nos hemos atenido en general a los términos técnicos especializados tanto de la antropología como de la economía, de tal modo de que nuestra obra pueda ser accesible a todos los que se interesen por la dinámica de la cultura y por la variedad de formas en que pueden captarse las instituciones comparables propias de diferentes tipos de vida" (Herskovits 1952:9)

Pero esta relación entre la antropología y la economía, como aparece planteado en este texto de Herskovits, no ha estado carente de controversias y la principal se centra en la discusión de: ¿hasta qué punto ésta teoría económica, así formulada, es capaz de describir cualquier sistema económico concreto?. Para responder a esta cuestión Godelier (1983:282-5) distingue tres corrientes de pensamiento: los formalistas, los substantivistas y los antropólogos marxistas. A su vez, estos se sustentan en las aproximaciones funcionalistas y estructuralistas. Pasemos revista ahora a cada una de las propuestas.

·        Los formalistas,[v] sostienen que la ciencia económica tiene por objeto el estudio del comportamiento humano motivado por el afán de combinar, lo mejor posible, unos medios escasos, que tienen usos alternativos, para conseguir fines específicos. La antropología debe estudiar la variedad de esos comportamientos, sobre la base de análisis minuciosos y profundos de las relaciones de parentesco o relaciones políticas e ideológicas; mientras que la economía se estudia eclécticamente, por la premisa compartida de que en sociedades precapitalistas las relaciones de parentesco o religiosas dominan el funcionamiento de la sociedad.

·        Los substantivistas,[vi] entienden por economía a las formas y estructuras sociales de la producción, la distribución y de la circulación de los bienes materiales que caracterizan a esta sociedad en un momento dado de su existencia.

·        Las corrientes de aproximación funcionalista, estructuralista y marxista,[vii] que rechazan al formalismo pero consideran insuficientes los conceptos substantivistas. Toman categorías conceptuales tales como “modos de producción” de origen marxista, y “formación económica” utilizado por los enfoques histórico-estructural en la teoría del desarrollo económico.

Sobre las dos primeras corrientes Godelier (1983) plantea que tanto los formalistas como los substantivistas son dos variedades del empirismo funcionalista que reina en la economía y la antropología anglosajona. Dado que, las dos corrientes están para él de acuerdo sobre las tesis esenciales de la economía política no marxista y sobre las definiciones empíricas de las categorías de valor, precio, salario, beneficio, renta, interés, acumulación, etc. La diferencia es que los substantivistas se niegan a aplicar al análisis de todos los sistemas económicos estas categorías reservándolas sólo a las economías de mercado. La base empírica de la que parten los presupuestos teóricos del funcionalismo surge al constatarse el hecho que en las sociedades precapitalistas las relaciones de parentesco o las relaciones político religiosas dominan el funcionamiento de tales sociedades, y "lo económico" no es influyente. Godelier sostiene que un antropólogo difícilmente podría aceptar - como lo hacen los formalistas-  a las relaciones económicas como un dominio  aislado, autónomo con respecto a la organización social, convirtiendo a las relaciones sociales en “variables exógenas”.

Esta es la principal disputa, es decir, la que se dió entre formalistas y substantivistas (Kaplan 1983). En síntesis, los formalistas consideran que la teoría económica es de validez universal, mientras que los substantivistas  consideran que la economía formal fue diseñada para explicar la economía de mercado, pero no puede ser aplicada para explicar las economías sin mercado.

Kaplan (1983) menciona que la discusión formal-sustantivo habría sido considerada superada por Cook en 1966 y por Nash en 1967, quienes consideran como una falacia la polémica planteada originalmente por los substantivistas, especialmente por Karl Polanyi. Debe destacarse que en este debate se entiende por formalismo a los principios teóricos emanados de la microeconomía marginalista, dejando de lado la macroeconomía y los enfoques marxistas.  En definitiva, las principales críticas expuestas no serían nuevas ya que tienen mucho en común con la controversia suscitada en el siglo XIX entre los “historicistas” y los “marginalistas”, controversia que para los economistas fue ganada por los últimos. Sin embargo, Cook considera pertinente explorar algunas  implicaciones teórico-filosóficas más amplias.

Según Kaplan, la crítica de Cook a Polanyi se reduce a tres puntos principales:

1.      La postura de los substantivistas respondería a una ideología romántica derivada de la antipatía por la economía de mercado y la idealización de lo primitivo.

2.      Los substantivistas habrían entendido muy burdamente la lógica de la explicación científica en general y de la teoría económica formal en particular.

3.      La  tesis sustantivistas parecería anticuada, pero no debido a los cambios operados en la teoría económica - especialmente en el campo de la macroeconomía, que a diferencia de la microeconomía, que sigue un método formal y deductivo, es empírica e inductiva- sino respecto al objeto de estudio, ya que los antropólogos estudian sistemas económicos anticuados y en extinción.

Kaplan trata de refutar la primer crítica de Cook, minimizando el carácter ideológico la tesis substantivistas, para incursionar en el análisis de las componentes sociales que excluye la teoría económica formal. En tal sentido, el contexto social no forma parte de la economía formal, siendo tratado como una variable residual o incluida en el ceteris paribus ya que la economía se ocupa de lo no institucional.  Lo importante no sería el hombre racional, ni el carácter innato de las propensiones económicas de los individuos,[viii] sino su comportamiento institucionalizado. De esta manera, para Polanyi, la “racionalidad económica” o “economización” no es un componente o aspecto universal del comportamiento humano, sino más bien una determinada clase de comportamiento institucionalizado.

Esta última discusión está muy emparentada con la controversia entre el institucionalismo de Veblen y la economía marginalista, controversia que en última instancia nunca fue resuelta en razón de que difieren los objetos de unos y otros. En efecto, los marginalistas se preocupan por explicar el comportamiento formal de los agentes económicos, mientras que los institucionalistas pretenden comprender el contenido de las relaciones económicas, el cual se deriva de la naturaleza de las instituciones que conforman el sistema económico. La preferencia de los economistas fue ganada temporalmente por la corriente que continuó con el pensamiento marginalista, el neoclasicismo. Sin embargo, la controversia fue recientemente renovada por parte de los neo-institucionalistas[ix] quienes ponen énfasis en el papel de las instituciones como reguladoras del mercado.

Respecto a la segunda crítica de Cook, Kaplan destaca que los economistas no pretenden describir ni duplicar la realidad, sino explicarla mediante abstracciones o modelos teóricos que si bien son utilizados con cierto éxito en la física, no necesariamente tienen la misma suerte en la economía.

Finalmente, Kaplan cuestiona la actitud de Cook de criticar a los substantivistas por estudiar sistemas económicos que tienden a desaparecer, por cuanto aceptar dicha crítica implicaría negar la propia naturaleza de la antropología y gran parte de su objeto de estudio, ya que no solo las economías desaparecen - o se transforman o resignifican-, sino también las  religiones, los sistemas de parentesco, los sistemas políticos y la lista puede ser muy larga.  Más aún, resalta que la razón de estudiar sistemas que pueden ser calificados como “moribundos” es que ello proporciona fundamentos empíricos para definir los límites de las generalizaciones económicas, coincidiendo con la propia afirmación de Cook quien expresa que los economistas precisan una “infusión de relativismo cultural”.[x]

Con respecto a la tercer corriente de pensamiento, es decir, la aproximación funcionalista, estructuralista y marxista hay varias observaciones para realizar. Godelier (1983) considera que el centro del debate metodológico está en descubrir la causalidad estructural de la economía, cosa que perfectamente puede lograrse con el enfoque funcionalista, estructuralista y marxista.

Según los presupuestos de la antropología funcionalista –y también para algunos marxistas- muchos autores cuestionan el grado de autonomía en el que se ubica “lo económico”. El problema está en la concepción de que lo económico sólo puede existir bajo una sola forma que lo distinga y separe de las demás relaciones sociales, como ocurre en el capitalismo, sistema para el cual se han creado las categorías de la economía. Entonces, en el desarrollo de la antropología el debate se centraliza hoy en cuestionar el dominio de las relaciones económicas como un dominio aislado, autónomo con respecto a la organización social. En el ámbito del marxismo la revisión de los presupuestos metodológicos en lo referente a las relaciones entre base y superestructura operan en este sentido. Es decir, hubo una reinterpretación de los paradigmas clásicos en la definición de “lo económico” y de “estructura social”.

El funcionalismo vendría a completar, y hasta cierto punto a contradecir el trabajo de los empiristas abstractos y asociacionista, superándolo ampliamente. En el funcionalismo, las distintas relaciones sociales visibles en una sociedad constituyen un sistema en el cual existe entre ellas una interdependencia funcional que les permite existir como un todo integrado que tiende a reproducirse como una sociedad. Este concepto resulta coincidente con la hipótesis marxista de la determinación del proceso de la vida social e intelectual por el modo de producción de la vida material, hipótesis ésta que no sería contraria en el análisis de las sociedades sin clase o de clase no capitalistas,[xi] pero advirtiendo en no caer en un “materialismo histórico reduccionista” que llevaría a ciertas contradicciones entre el funcionalismo y el estructuralismo con el marxismo.

La antropología funcional-estructuralismo avalada en su empirismo relativizó el dominio de lo económico en sus estudios de las sociedades precapitalistas y occidentales,  pero las críticas más recientes apuntan al hecho de que habiendo dotado de objetividad absoluta a la economía, el funcional estructuralismo también atribuyó a los diferentes universos de producción simbólica características de microcosmos cerrados y separados, donde se realizan acciones íntegramente simbólicas, puras y desinteresadas.

En los fundamentos metodológicos del funcional-estructuralismo se puede observar mejor esta substancial diferencia. Dado que la tradición creada por Radcliffe-Brown se basa en el holismo metodológico y conceptualiza la sociedad a partir de una supuesta división del trabajo, donde los roles que desempeñan los individuos son recíprocos y colectivamente funcionales, de forma que la sociedad constituye un todo armónicamente integrado. La estabilidad de la estructura social vigente se asegura por el funcionamiento de instituciones que la preservan y otorgan sanciones contra las desviaciones. Radcliffe-Brown sostiene que las reglas jurídicas que definen la estructura social se expresan en el parentesco, de tal modo, la forma en que las obligaciones comprensivas del parentesco dirigen las actividades y las relaciones que en nuestra sociedad están segregadas en otras más específicamente políticas, económicas y religiosas. A partir de este argumento en la literatura antropológica social coexisten dos concepciones del parentesco en la sociedad. Una concibe la primacía del sistema de parentesco como el principio organizador y director de la organización social. Otra otorga autonomía al sistema de parentesco como sistema social de primer orden, independiente y no derivado de ningún otro sistema.

La base del status al dominio del parentesco que otorga el estructural-funcionalismo es la conceptualización de sociedad y las relaciones sociales en base al concepto organizador de rol social: los actores abstractos y formalizados desempeñan sus roles según normas prescriptas en el escenario social. El individuo en sociedad no participa en la creación del consenso social ni de un orden social, los adopta como premisas iniciales de sus compromisos sociales y sus actividades sociales. Ocupa un lugar en la sociedad con un conjunto inicialmente dado de relaciones sociales y distribución de recursos, que le ofrecen determinadas posibilidades y le imponen determinadas necesidades, independientemente de su acción y de su voluntad.

La hipótesis de Marx, por su parte, se centra en el papel dominante de la economía en la historia. Según Thompson (1989:96), un marxista crítico, para llegar a la confluencia con la antropología marxista debe abandonarse el concepto de “base y superestructura”, que en la tradición marxista dominante identifica “la base” con los factores económicos y concede una prioridad heurística a los comportamientos y las necesidades económicas sobre las normas y sistemas de valores.

El materialismo histórico se ha aferrado firmemente a un modelo subyacente de la sociedad que se puede decir que está estructurado horizontalmente por una base y una superestructura. El método marxista ha dirigido su atención, en primer lugar, al modo de producción y  a las relaciones de producción que le acompañan, e interpretó que esto revela un determinismo económico único. Lo incorrecto de esto según el revisionismo marxista es la analogía con la que se empieza y también el uso de una categoría demasiado restringida, la de determinación económica. Obviamente, para muchos marxistas no se pone en cuestión la centralidad del modo de producción, siempre que este sea entendido como una categoría analítica, como “una realidad que 'no se da' directamente en la experiencia espontánea e íntima de los agentes que lo reproducen con sus actividades [...] Un modo de producción es una realidad que es necesario reconstruir” (Godelier 1983:128). Lo cuestionable es la idea de que es posible describir un modo de producción en términos “económicos”, dejando al lado como elementos secundarios las normas, la cultura, los conceptos críticos alrededor de los cuales se organiza el modo de producción.

HACIA UNA ECONOMÍA DE LAS PRÁCTICAS ECONÓMICAS

"Dicho esto, tenemos que ir más lejos y esforzarnos por demoler los falsos problemas
y producir al mismo tiempo problemas reales, pero colectivamente,
de manera organizada, y por eso, a la vez eficaz y autorizada".
Bourdieu (2000:138)

Por lo ya planteado se puede afirmar que "lo económico" suscita diversos problemas. Thompson (1989:99) dice al respecto que todos creemos saber lo que queremos decir con este término, pero si volvemos la cabeza hacia la temprana historia de Inglaterra, o hacia otras sociedades en diferentes etapas de su desarrollo, veremos que "economía", en su sentido moderno, es una idea para la que no existe ni una sola palabra que la designe ni un concepto con el que se corresponda exactamente. Por lo tanto, es necesario devolverle historicidad a ese concepto, no confundir - como lo hace la tradición marxista- modo de producción con una definición restringida de lo económico.

Hobsbawm (1998:116) plantea que la economía, divorciada de la historia, es como un barco sin timón y que los economistas sin la historia no tiene una idea muy clara de hacia donde navega el barco. Pero no sugiere que estos defectos puedan remediarse por el sencillo procedimiento de utilizar unas cuantas cartas de navegación, esto es, prestando más atención a las realidades económicas concretas y a la experiencia histórica.[xii] Ya que, si son fieles a la tradición convencional, su teoría y método como tales no les han ayudado a saber dónde deben mirar y qué deben buscar. El estudio de los mecanismo económicos estaban divorciados del estudio de los factores sociales y de otro tipo que condicionan el comportamiento de los agentes que constituyen tales mecanismos. Divorciada de un campo específico de la realidad, la ciencia económica debe convertirse en lo que Ludwig von Mises denominó "praxiología", que es una ciencia y, por ende, una serie de técnica para programar; y también, o como otra posibilidad, un modelo normativo de cómo el hombre económico debería actuar, dados unos fines sobre los cuales, como disciplina, no tiene nada que decir. O, para decirlo con palabras de Bourdieu:

"La ciencia que llamamos 'economía' descansa en una abstracción originaria, consistente en disociar una categoría particular de prácticas - o una dimensión particular de cualquier práctica- del orden social en que está inmersa toda práctica humana” (Bourdieu 2001:15).

La propuesta de este último autor es la que se planteará a continuación. Esta se basa en la afirmación de que el mundo social está presente en su totalidad en cada acción económica, por lo que es preciso dotarse de instrumentos de conocimiento que, lejos de poner entre paréntesis la multidimensionalidad de las prácticas, permitan construir modelos históricos capaces de dar razón con rigor y parsimonia de las acciones e instituciones económicas, tal como se presentan a la observación empírica. Esto, desde luego, al precio de una puesta en suspenso anterior de la adhesión a las evidencias y las nociones previas de sentido común. Afirma que, como lo atestiguan tantos modelos deductivos de los economistas que son meras formalizaciones y formulaciones matemáticas de una institución de sentido común, esta ruptura acaso nunca sea tan difícil como cuando lo que se trata de poner en entredicho está inscripto, como los principios de las prácticas económicas, en las rutinas más triviales de la experiencia corriente (Bourdieu 2001).

Bourdieu acusa así a la economía de tener una visión etnocéntrica.[xiii] Dado que induce a atribuir universalmente a los agentes la aptitud del comportamiento económico racional, y suprime la cuestión de las condiciones económicas y culturales del acceso a esa aptitud - erigida de tal modo en norma- y, al mismo tiempo, la de la acción indispensable si se pretende universalizar dichas condiciones. Y propone una manera de superar esta visión etnocéntrica y ahistórica al señalar que:

“...sólo si se rompe de manera radical con el prejuicio antigenético de una llamada ciencia pura, es decir, fundamentalmente deshistorizada y deshitorizante, por estar basada (como la teoría saussuriana de la lengua) en una puesta entre paréntesis inicial de todo arraigo social de las prácticas económicas, se puede devolver a su verdad de instituciones históricas realidades sociales cuya aparente evidencia ratifica y consagra la teoría económica" (Bourdieu 2001:18).

Contra la visión ahistórica de la ciencia económica, entonces, hay que reconstruir por un lado la génesis de las disposiciones económicas del agente económico, y muy en especial de sus gustos, sus necesidades, sus propensiones o sus aptitudes - para el cálculo, el ahorro o el trabajo mismo- y, por el otro, la génesis del propio campo económico;[xiv] es decir, hacer la historia del proceso de diferenciación y autonomización que conduce a la constitución de ese juego específico: el campo económico como cosmos que obedece a sus propias leyes y otorga por ello una validez - limitada- a la autonomización radical que lleva a cabo la teoría pura al erigir la esfera económica en universo separado.

En la práctica se planteará el límite de los campos, asunto en apariencia positivista, al cual es posible dar una respuesta teórica,[xv] contestación suceptible de orientar estrategias de investigación encaminadas a encontrar respuestas fácticas. A consecuencia de ello, uno casi siempre se enfrentará a la alterativa: análisis intensivo de una fracción prácticamente tangible del objeto o análisis intensivo del objeto verdadero. Pero la ganancia científica inherente al conocimiento del espacio dentro del cual se aisló el objeto estudiado, que es preciso tratar de entender, así sea someramente e, incluso, a falta de algo mejor, mediante informaciones de segunda mano, radica en que, al saber lo que uno está haciendo y conociendo la esencia de la realidad de la cual se abstrajo un fragmento, se hace posible por lo menos identificar las grandes líneas de fuerza del espacio cuya coacción se ejerce sobre el punto considerado. Y, sobre todo, se evita el riesgo de buscar - y encontrar- en el fragmento estudiado mecanismos o principios que, en realidad, se hallan fuera de él, en sus relaciones con otros objetos (Bourdieu y Wacquant 1995). 

La ciencias social siempre está expuesta a recibir del mundo social que estudia los problemas que ella se plantea a propósito de él: cada sociedad elabora, en todo instante, un cuerpo de problemas sociales considerados como legítimos, dignos de ser discutidos, publicados, a veces oficializados y, en cierta forma, garantizados por el Estado. Se trata, por ejemplo, de los problemas propuestos a las grandes comisiones oficialmente designadas para estudiarlos y, también, en una forma más o menos directa, los sociólogos mismos, a través de todas las formas de demandas burocrática (ofrecimientos, programas de estudio, etc.) y de financiamiento (contratos, subsidios, etc.). Esta es una de las mediaciones a través de las cuales el mundo social construye su propia representación, sirviéndose para ello de la sociología y del sociólogo. Para este último, más que para cualquier otro pensador, dejar en la fase de impensado su propio pensamiento significa condenarse a no ser más que el instrumento de lo que pretende conceptualizar.

La gran pregunta que surge es: ¿Cómo escapar de esta situación?. Y la respuesta que ofrece Bourdieu es que el hecho de estar alerta ya es importante. Pero agrega que no basta con ello. Siendo uno de los instrumentos más poderosos de ruptura la historia social de los problemas, objetos e instrumentos de pensamiento, esto es, la historia del trabajo social de construcción de instrumentos de construcción de la realidad social, que transcurre al interior mismo del mundo social en su conjunto o en tal o cual campo especializado y, muy particularmente, en el campo de las ciencias sociales[xvi] (Bourdieu y Wacquant 1995).

Para evitar ser el objeto de los problemas que se toman por objeto, hay que elaborar la historia social del surgimiento de dichos problemas, de su progresiva constitución, es decir, del trabajo colectivo -a menudo realizado en condiciones de competición y lucha-[xvii] que fue necesario para conocer y reconocer estos problemas como legítimos, confesables, publicables, públicos y oficiales. En todos lo casos, se descubrirá que el problema aceptado como evidente por el positivismo ordinario - lo cual es el primer impulso del investigador- ha sido socialmente producido dentro de y mediante un trabajo colectivo de construcción de la realidad social (Bourdieu y Wacquant 1995:178-179).

Ahora que se han reseñado estos puntos se puede retomar el tema específico de pensar una economía que describa y explique prácticas económicas concretas. Al respecto Bourdieu discute fundamentalmente el concepto de homo economicus[xviii] y sostiene que la economía de las prácticas económicas no tiene su principio en decisiones de la voluntad y la conciencia racionales o en determinaciones mecánicas originadas en poderes exteriores, sino en las disposiciones adquiridas por medio de los aprendizajes asociados a una prolongada confrontación con las regularidades del campo. Esas disposiciones son capaces de generar, incluso al margen de cualquier cálculo consiente, conductas y hasta previsiones que más vale llamar razonables que racionales, aun cuando su conformidad con las estimaciones del cálculo nos incline a pensarlas y tratarlas como productos de la razón calculadora. La observación muestra, aun en ese universo en que los medios y los fines de la acción y su relación se llevan a un grado muy alto de explicitación, que los agentes se orientan en función de intuiciones y previsiones del sentido práctico, que muchas veces deja implícito lo esencial y, a partir de la experiencia adquirida en la práctica, “...se embarca en estrategias prácticas, en el doble sentido de implícitas, no teóricas, y cómodas, adaptadas a las exigencias y urgencias de la acción” (Bourdieu 2001: 22).

Bourdieu afirma que el verdadero objeto de una verdadera economía de las prácticas no es, en última instancia, otra cosa que la economía de las condiciones de producción y reproducción de los agentes y las instituciones de producción y reproducción económica, cultural y social. Dice al respecto que:

 “La propia inmensidad de la tarea hace que debamos resignarnos a perder elegancia, parsimonia y rigor formal, es decir, a abdicar de la ambición de rivalizar con la economía pura, sin renunciar pese a ello a proponer modelos, pero fundados en la descripción más que en la mera deducción, y capaces de ofrecer antídotos eficaces al morbus mathematicus, del que los pensadores de la escuela de Cambridge ya hablaban a propósito de la tentación cartesiana del pensamiento deductivo. Y darse el gusto de descubrir que algunos de los problemas que tanto desconciertan a los economistas, como la cuestión de por qué los ricos no gastan toda su fortuna antes de morir o, más simplemente, por qué los jóvenes acuden en ayuda de los viejos, o a la inversa, encuentran acaso un esbozo de solución una vez que se deja el aire enrarecido de la teoría pura" (Bourdieu 2001:26).

En las ciencias sociales las rupturas epistemológicas son a menudo rupturas sociales, rupturas con las creencias fundamentales de un grupo y, a veces, con las creencias básicas del gremio de los profesionales, con el acervo de certidumbres compartidas en que descansa la communis doctorum opinio.[xix] Practicar la duda radical en sociología equivale a romper con las reglas del juego (Bourdieu y Wacquant 1995:180). He aquí una propuesta, un camino para hacer una economía que no sea una ciencia abstracta que busca cómo ajustar las realidad a sus teorías; sino una ciencia de las prácticas económicas, social, cultural e históricamente situadas y que tenga en cuenta las múltiples relaciones que la afectan.


AGRADECIMIENTO

A Ana Teresa Martínez por los comentarios sobre una versión preliminar de este trabajo.

NOTAS

* Liliana Bergesio: Licenciada en Antropología. Maestrando en Teoría y metodología de las Ciencias Sociales (FHyCS-UNJu). Becaria de Formación de Postgrado de CONICET. Docente e investigadora de la FHyCS-UNJu. E-mail: dlmontial@arnet.com.ar

[i] Bourdieu también plantea este tema: “El racionalismo cientificista, de los modelos matemáticos que inspiran políticas ...que imponen las tradiciones del derecho estadounidense al planeta entero...” (1999:32).

[ii] La Economía es frecuentemente señalada como un saber científico bastante vulnerable: “Nadie parece llevar la cuenta de las confirmaciones o refutaciones de las teorías económicas. Por consiguiente todas ellas, las que nunca han sido comprobadas, tanto como las confirmadas y las refutadas, coexisten bienaventuradas en un reino único resultante de a fusión del limbo, el paraíso y el infierno. Ningún otro campo de la investigación puede reclamar esta distinción” (Koopmans 1979; citado en Bunge 1985:80).

[iii] El principio del “homo económicus”, sostiene que las personas, individualmente, cuando deben decidir consumir un bien, y en consecuencia asumir un costo por ello y definir prioridades que impliquen excluir otros bienes, asumen una “actitud racional”, entendiéndose por ésta a todo comportamiento que sea consecuente con su propio interés, y que en consecuencia esté motivado a hacer máxima la utilidad del bien y mínimo su costo, eligiendo entre todas las alternativas posibles aquella que le brinda una mejor relación entre “beneficios” y “costos”, compitiendo con los otros agentes económicos por la búsqueda de los objetivos que lo conducen a satisfacer su interés (Bunge 1999).

[iv] Para un análisis crítico de este artículo ver: Hearley (2000).

[v] Se inscriben en esta corriente autores como Herskovitz, Leclair, Burling, Salinsbury, Schneider, y coincide con la definición de la escuela marginalista de economía.

[vi] Coincide con la definición de la economía clásica de A Smith, D. Ricardo, P. Sraffa.

[vii]  Se inscriben en esta corriente antropólogos tales como  Marshall Sahlins, Jonathan Friedaman, Maurice Godeliler, Emmanuel Terray, etc.

[viii] Kaplan (1983) afirma que el hombre cuando se lo considera dentro de la colectividad, es muy similar en todas las épocas y lugares, por lo que los pueblos primitivos no son “innatamente” ni más ni menos altruistas o egocéntricos que las personas de las economías con organización de mercado. No obstante, las pautas de la motivación económica difieren de una sociedad a otra, y éstas no reflejan la interacción social de los individuos racionales y autónomos, sino de los distintos órdenes institucionales.

[ix] Existen muchas corrientes dentro de esta escuela, pero en general, logran una síntesis entre el viejo institucionalismo y el neo-marxismo.

[x] El relativismo cultural no significa evaluar igual cualquier comportamiento - dentro de una cultura determinada- sino evaluarlos a todos de acuerdo a los criterios propios del contexto en el que se producen. Para ver críticas recientes ver: GRIGNON, C. y PASSERON, J-C (1991).

[xi] Para Godelier (1983) la transformación y evolución de los sistemas económicas no responden a causas internas o externas que afectan el funcionamiento de la reproducción de las relaciones estructurales de los sistemas, aunque no niega su existencia, sino a las propiedades estructurales de los mismos.

[xii] "Cuando se cobra conciencia de [los] vínculos (que conectan la historia económica con las cosas que normalmente consideramos que son ajenas a ella), nos damos cuenta de que el reconocimiento no es suficiente". Hicks, J.R. (1988) Una teoría de la historia económica. Barcelona: Orbis. Citado por Hosbsbawm (1998:119).

[xiii] El etnocentrismo consiste en el hecho de elevar, indebidamente, a la categoría de universales los valores de la sociedad a la que alguien pertenece. Sus valores son los valores, sin tratar de demostrarlo. Como ejemplo ver: Lévi-Strauss, C. (1982) “Race et Historie" Paris: Gonthier. En: GRIGNON, C. y PASSERON, J-C (1991).

[xiv] "La noción de campo es, en cierto sentido, la estenografía conceptual de un modo de construcción del objeto que habrá de regir -u orientar- todas las decisiones prácticas de la investigación. Funciona como recordatorio: debo verificar que el objeto que me propongo estudiar no esté atrapado en una red de relaciones a las cuales deba la esencia de sus propiedades. A través de la noción de campo , se tiene en cuenta el primer precepto del método, que exige combatir por todos los medios la inclinación inicial a concebir el mundo social de modo realista o, como diría Cassirer, de manera sustancialista: es menester pensar en términos relacionales" (Bourdieu 1995:170).

[xv] El límite de un campo es el límite de sus efectos o, en el otro sentido, un agente o una institución forma parte de un campo en la medida en que sufre y produce efectos en el mismo.

[xvi] Lo cual llevaría a asignar un programa y una función muy diferente de lo que son en la actualidad a la enseñanza de la historia social de las ciencias sociales; historia que, en lo esencial, aún no se escribe.

[xvii] "Así, la definición de la cuestión de la lucha científica forma parte de las posiciones en la lucha científica, y los dominantes son aquellos que consiguen imponer la definición de la ciencia según la cual su realización más acabada consiste en tener, ser y hacer lo que ellos tienen son o hacen" (Bourdieu 2000:20).

[xviii] Al cual lo llama "especie de monstruo antropológico" (Bourdieu 2001:236-42).

[xix] Denominación que toma de la escolástica y acusa de "ficción oficial que no tiene nada de ficticio porque la eficacia simbólica que confiere su legitimidad le permite cumplir una función semejante a la que la ideología liberal reserva para la noción de opinión pública" (Bourdieu 2000:21).

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