DE ARQUEOLOGIAS Y OTRAS AGUAS.
Por Lic. Ana Igareta
Por Lic. Ana Igareta
Debo ser sincera: al llevar algún tiempo ya dedicándome a esta actividad de definición imprecisa que llamamos arqueología, creí haber arribado a una serie de conclusiones inamovibles - cercanas a la verdad revelada- con respecto a la profesión. Quiero decir: sólidos y firmes principios que supuse se aplicarían a cualquier tipo de trabajo arqueológico, y que me acompañarían siempre evitando que me perdiera por ahí. ¡Nunca en mi vida la había pifiado tanto!. Algo que aprendí enseguida, en el curso de mi primera campaña de arqueología subacuática, fue que estaba pisando un territorio realmente desconocido -léase: que el agua había empezado a subir y que yo, más que nadar, me estaba embarrando-. "Esta" arqueología seguía siendo arqueología, pero definitivamente yo no estaba preparada para lo que me esperaba.
La arqueología subacuática es, sin duda alguna, una forma de hacer
arqueología imposible de imaginar si nuestra mente sigue anclada en tierra
firme. Ya sea que estudiemos, leamos al respecto o escuchemos a alguien que
nos habla de su trabajo bajo el agua, difícilmente nada pueda compararse
con esa cosa maravillosa que se siente al "estar ahí" -como
diría el amigo Malinowski-. Solo el ser parte del asunto me brindó
una comprensión acabada de la actividad, y puso en evidencia ante mis
ojos la naturaleza indudablemente arqueológica del trabajo que estábamos
haciendo. Tal vez los "métodos y técnicas" empleados
fueran algo más eclécticos que los usados en otras variedades
de la arqueología, pero no por ello la información obtenida podía
ser considerada como menos "válida" que la recuperada en cualquier
otra modalidad de investigación.
Por supuesto que surgen problemas constantemente al trabajar bajo el agua -al
igual que en cualquier otro ámbito de trabajo arqueológico- los
cuales son enfrentados con soluciones inusuales y atípicas, pero de notable
calidad y confiabilidad científica -tal y como lo requieren las huestes
de fanáticos de "la arqueología como ciencia precisa".
Quienes hacemos arqueología sabemos que, ¡bueno!, si todo fuera
fácil y placentero, y no hubiera que mover más que un dedo para
hacer algo y nunca tuviéramos que pensar realmente y las cosas nos fueran
servidas en bandeja, no sería arqueología ... ¡sería
sociología! La arqueología requiere de una cierta cuota de incomodidades,
obstáculos, pérdidas, suciedad y cansancio para ser real y -tal
vez- "buena arqueología".
Probablemente, la dificultad más grande que enfrenta la gente que hace
arqueología subacuática sea el convencer al resto del gremio arqueológico
de todo esto. Por algún motivo -calculo que por costumbre, a falta de
mejores excusas- los arqueólogos "secos" nos hemos acostumbrado
a pensar que el pasado está enterrado, y la posibilidad de que esté
"sumergido" se filtra en nuestras cabezas, en muchas ocasiones, con
gran dificultad. El ignorar como se trabaja debajo del agua -particularmente
en sitios sin visibilidad- lleva a que nos sea más fácil suponer
que se trata de una actividad imprecisa y tal vez algo "recreativa"
en vez del trabajo científico que es tanto o tan poco "serio"
como el de cualquier otro arqueólogo, quisiera aclarar. Solo explicaciones
detalladas y frecuentes servirán -espero- de antídoto contra un
cierto facilismo en la consideración de esta actividad.
Si en cualquier tarea arqueológica la relación entre los miembros
del equipo de trabajo influye enormemente sobre los resultados que se obtienen,
me atrevo a decir que en el caso de la arqueología subacuática
prácticamente los define. Aprendí que es imposible hacer nada
en el agua si los demás no nos dan una mano. No se si la cosa será
igual para todos, o si mi torpeza natural agravó la situación,
pero estoy segura de que me hubiera sido imposible hacer nada sin la ayuda del
resto del equipo. Desde ponerme el equipo necesario para sumergirme, hasta para
clavar las jabalinas en el agua que delimitaban nuestra zona de trabajo, en
todas las actividades me fue necesaria la colaboración y buena voluntad
ajena. Solo de esa forma, quienes menos entendíamos del asunto -básicamente
... yo! - pudimos engancharnos en lo que se estaba haciendo, y, de vez en cuando,
servir para algo.
La última de las cosas que aprendí y que me gustaría mencionar,
es que la arqueología subacuática crea adicción. Uno nunca
tiene suficiente. Así que, como una vez dijo mi jefe, siempre estaremos
esperando que haya más agua. Están todos invitados.