"Aldea Intercultural Trawupeyüm –donde nos reunimos-:
La delicada frontera entre turismo cultural y etnoturismo en el museo comunitario de Curarrehue"[1]
Resumen
La Aldea Intercultural Trawupeyüm -donde nos reunimos- es un espacio social y físico (museo - centro cultural - mercado artesanal - cocinería mapuche) para el aprendizaje, encuentro, desarrollo y comunicación intercultural, que espera contribuir al reconocimiento, valoración, preservación y recreación del patrimonio cultural local, en permanente diálogo con la diversidad planetaria. Depende administrativamente de la Municipalidad d Curarrehue, sin embargo, ha sido creada en la articulación de personas, comunidades locales, sociedad civil y Estado, en un esfuerzo inédito de trabajo intercultural, interdisciplinario e interorganizacional en el área de la gestión e infraestructura cultural. Se funda en principios museológicos provenientes de las 'nuevas museologías y los 'ecomuseos': -Se plantea en coherencia con su entorno sociocultural y natural. Se sitúa en un espacio de densa biodiversidad (natural, cultural y étnica) y, pese a esta riqueza, profundos niveles de pobreza, exclusión social y discriminación. -Asume un modelo de gestión participativa en que la comunidad adquiere un rol activo en las labores de gestión patrimonial. -Espera abordar problemáticas atingentes a la comunidad, más que instaurar un espacio sacralizante (de algo que es cotidianamente mucho más complejo) hacia la valoración y el respeto por las diferencias culturales. -Hace énfasis en la valoración de personas y sus culturas (su patrimonio). De este modo no cifra su atención en una colección de objetos, sino en la valoración y el conocimiento de sujetos, sus memorias y expresiones (patrimonio intangible). A esto obedece que se haya ido haciendo conocido este espacio como un "museo sin colecciones". Pese a su énfasis comunitario, se ha constituido en uno de los principales referentes regionales y nacionales (en Chile) de turismo cultural en espacios locales, en la medida que ha ido vinculando esa labor de gestión patrimonial intracomunitaria (investigación, documentación, puesta en valor y recreación cultural) con una apuesta de sensibilización del resto de la sociedad respecto de la diversidad de culturas, con una considerable afluencia de público visitante (principalmente turistas).
Introducción
El Turismo Cultural es una actividad que apoya el esparcimiento humano por la vía de la experimentación de vivencias, goce y aprendizaje cultural. Es una industria ampliamente desarrollada en varios países del mundo, donde la preservación del patrimonio cultural y la generación de condiciones para su apreciación constituyen el recurso medular.
La industria de Turismo Cultural ha permitido a diferentes naciones generar divisas considerables. Otras como Chile, en menor escala, junto al crecimiento del sector turístico en general, han incorporado este subsector en el diseño y planificación de su oferta turística, introduciendo una dimensión de creciente demanda en los últimos tiempos: el goce de las manifestaciones culturales de los Pueblos Originarios.
Éste último referente se ha denominado etnoturismo, cargando semánticamente en su etimología con el peso del exotismo. Al respecto cabe señalar la marcación a la que lo induce el término 'etnos', de origen griego y muy presente en las ciencias sociales contemporáneas, especialmente en la antropología, que en su acepción original refiere a un 'pueblo' extraño, 'otros pueblos' distintos de las polis griegas, asumiendo en su transcurso histórico posterior connotaciones altamente peyorativas, en tanto gentilicio que denota idolatría y paganismo. De hecho identificamos en la historia eclesiástica a 'étnicos' o 'etnofrones'como "Herejes del siglo VII, que querían conciliar la profesión del cristianismo con las supersticiones de la idolatría, tales como la astrología judiciaria, los sortilegios, los agüeros y las diferentes especies de adivinaciones. Practicaban las expiaciones de los gentiles, celebraban sus fiestas y observaban como ellos sus días faustos e infaustos."[2].
En cuanto a lo que dicho prefijo implica en la actualidad y dentro de nuestra reflexión, importa hacer notar el carácter distante de quien concibe el referente, respecto de quien en sí lo constituye. Tal es el caso de la etnología, en tanto ciencia que estudia 'otros', o la etnografía, aquella disciplina que los describe, y el etnoturismo, subsector industrial del turismo que explota la extrañeza de esos 'otros' para el divertimento del 'nosotros'.
Distinta es la acepción 'turismo cultural', en que el objeto de atención está puesto en el patrimonio cultural y sus expresiones según lo definido en la identificación que cada pueblo hace de sí mismo. Patrimonio que no es sólo aquello que tenemos, sino que también es el modo en que nos ven y queremos que nos vean. Representación en constante configuración, acorde al contexto y a las relaciones que establecemos con aquellos que nos ven.
Consideramos que el turismo cultural es una industria, tal como a cualquier otra, que puede apoyar el desarrollo económico de una sociedad o un pueblo, aún más dando cabida a una oportunidad de sensibilización a los demás con respecto a los valores que ese pueblo considera legítimos o relevantes. En la medida en que esta dimensión del turismo esté controlada por aquellas sociedades cuyo patrimonio cultural es el objeto de goce, en un contexto de autonomía cultural, se abren oportunidades al desarrollo de iniciativas dignificantes para esos actores. Por contrapartida, la monopolización de la industria por parte de aquellos que no pertenecen al grupo de referencia, implica una manipulación de personas y su territorios éticamente reprobable.
Las factibilidades de consolidar hoy la existencia de una oferta consistente en el ámbito del turismo cultural, desde esta perspectiva autogestionaria, implica transitar por procesos de mediano y largo plazo dentro de los cuales han de desarrollarse capacidades en los mismos actores indígenas que se vean proyectados en este sector económico, así como establecer estrategias de colaboración intercultural con otros sectores de la sociedad, tanto públicos como privados. Asimismo, deberán ser los mismos pueblos originarios, a través de las estructuras sociopolíticas que ellos mismos estimen pertinentes, los que estipulen los límites correspondientes a las actividades turísticas y culturales.
En medio de esta reflexión ha surgido en Curarrehue un proyecto que entre sus líneas de desarrollo contiene algunos elementos cercanos al concepto de turismo cultural que preliminarmente hemos señalado.
Contexto
En la localidad de Curarrehue, ubicada en la cordillera de la IXª región de Chile, cerca de la frontera con Argentina, se está poniendo en marcha un proyecto de infraestructura y gestión cultural al que hemos llamado Aldea Intercultural Trawupeyüm, gestado a partir de la articulación intencionada de actores institucionales y personas naturales, tanto de la localidad como externos a ella[3].
Se trata de una idea que fue naciendo y madurando con la participación de distintas personas que viven o se han vinculado a Curarrehue por diversas razones, propuesta originalmente por dos profesionales externos a la comuna que hasta la fecha siguen a cargo de la dirección del proyecto. Levantada al interior de una comunidad mayoritariamente rural y étnicamente diversa como es Curarrehue, en un contexto de riqueza cultural y ambiental, paradojalmente empobrecido.
El diseño de este proyecto fue elaborado a partir de la gestión del equipo de profesionales del Programa Servicio País de la Fundación Nacional para la Superación de la Pobreza en Curarrehue, convocados para abordar el tema de las políticas culturales al interior del municipio, con la implicancia de abordar en forma activa la problemática de las relaciones locales de exclusión intercultural (discriminación, negación, desvaloración), en tanto determinantes de pobreza. El trabajo se desarrolló asumiendo los enfoques de dicha institución sin fines de lucro, que tiene por misión el desarrollo humano sustentable de las personas que viven en condiciones de pobreza y exclusión social y que concibe la pobreza desde una visión dinámica y multidimensional en que las personas no son pobres, sino que viven en condiciones de pobreza, cuya superación está condicionada al fortalecimiento del capital humano y social, la igualdad de oportunidades (individuales y colectivas), la participación, la valoración de las capacidades de las personas y el ejercicio de los derechos humanos.
Pasando por un proceso de inserción, vivencia al interior de la comunidad y apertura de espacios comunicativos con distintas personas y organizaciones, se genera un diagnóstico que respalda la hipótesis de que esas relaciones de exclusión se fundan en prejuicios y desconocimientos históricos relativos a los acervos e identidades culturales respectivos, los cuales sólo serán susceptibles de revertirse sobre la base de un proceso de educación y comunicación intercultural para la valoración del otro como un legítimo otro. En este andar surgen preguntas respecto al qué hacer y cómo, considerando tanto carencias, debilidades y amenazas, como aspectos potenciales, fortalezas y reivindicaciones pendientes, derivando en la construcción de una idea integradora de inquietudes y proyecciones.
Sin la esperanza de agotar las respuestas a problemáticas de tal magnitud, sino con el ánimo de abrir caminos de entendimiento y respeto por las diferencias culturales, como base del desarrollo comunitario, apostamos a la potencialidad de contar con un espacio físico y social referente de la diversidad local, el cual se materializa con el financiamiento aportado por la Comisión Presidencial de Infraestructura Cultural.
Cabe contextualizar que Curarrehue es una comuna del sur de Chile, fronteriza con la provincia argentina de Neuquén, situada en el ámbito geográfico de la cuenca de los ríos Trancura y Maichín, la parte menos explotada, desde el punto de vista turístico, del corredor formado por los centros vacacionales de Junín-San Martín de los Andes en Argentina y Pucón-Villarrica en Chile. Un lugar de tránsito cordillerano ancestral, con un ecosistema de montañas y volcanes y alta biodiversidad, habitado por una comunidad culturalmente heterogénea, mayoritariamente Mapuche, con presencia de comunidades indígenas, colonos nacionales y los descendientes mestizos de ambos grupos étnicos. Siendo la novena región de Chile la más empobrecida del país[4], la comuna de Curarrehue se encuentra en los niveles más críticos de pobreza rural.
Trawupeyüm[5]
Trawupeyüm, que en lengua mapuche significa 'donde nos reunimos', espera "ser un lugar de aprendizaje, encuentro, desarrollo y comunicación intercultural, que contribuya al reconocimiento, valoración, preservación y recreación del patrimonio cultural local, en permanente diálogo con la diversidad planetaria". Esta misión institucional guía el proceder de la Aldea Intercultural.
Contamos hoy con un espacio público de encuentro/reunión en la comunidad de Curarrehue, consigo misma y con visitantes de otras regiones y lugares del mundo, compuesto por un 'museo-centro cultural', un 'mercado artesanal' y una 'cocinería mapuche'. Un lugar de identidad, creación, comunicación y participación local para el reconocimiento, respeto y valoración mutua (entre personas y grupos culturales), así también como para el conocimiento y retroalimentación con otras significaciones culturales y artísticas que potencien y dialoguen con lo existente en Curarrehue.
Se constituye un espacio de gestión intercultural, concebido sobre la base de la participación de los distintos sujetos desde su identidad, lo cual implica pensar y gestar con un otro cultural, en que las distintas fuerzas vivas de la comunidad están convocadas a la construcción de un lugar de representación en la diversidad.
En forma experimental, hemos proyectado este referente sobre la base de principios educativos y museológicos[6] provenientes de la 'nuevas museologías' y los 'ecomuseos', en cuanto a la creación de un espacio museal integral que cumple una función social más allá del interés específico en una colección, sino en una comunidad. Un museo que no cifra su atención en objetos (colecciones arqueológicas, etnográficas, históricas, artísticas) sino en sujetos, en cuanto portadores y recreadores de un patrimonio, por lo que se ha ganado el nombre de 'museo sin colecciones'.
La construcción de un referente museo y centro cultural comunitario tiene la voluntad de generar instancias dinámicas en torno a temáticas relevantes para la comunidad. Abordar los requerimientos de la realidad para desarrollarlos y enfrentarlos, más que instaurar un espacio sacralizante de algo que es cotidianamente mucho más complejo. Apoyar la creación de un espacio que posibilite una experiencia significativa para quien la construye. Una problematización en torno a un territorio (más que a un edificio), a un patrimonio (más que unas colecciones) y a una comunidad (no solo a un público-visitante).
La Aldea Intercultural cumple un rol social al interior de la comunidad de Curarrehue y la educación constituye la función a desarrollar con más ahínco, más allá de la importancia del público escolar, particularmente; sino que abarca la preocupación por las estrategias comunicativas de y con la comunidad. El punto es que sea un espacio educativo complementario y a la vez autónomo de las lógicas de las instituciones formales e informales de educación, es decir, que este centro sea más que un apéndice de la escuela para las labores educativas, sino que aporte como experiencia significativa complementaria a ésta.
Este museo-centro cultural asume un modelo educativo constructivista, partiendo de la premisa de que los 'individuos no son una caja hueca', sino que cada uno posee y opera en función de referentes que le otorgan las herramientas para intentar comprender su entorno. El nombre del modelo hace referencia a que lo que se aprende es algo que se construye significativamente a partir del rescate de la experiencia de todos los que participan del proceso educativo, incluidos educadores y educandos o comunicadores y comunidad. De esta manera, el educador debe buscar los 'anclajes' en los individuos (entre dichos referentes y la problemática planteada) que le permitan un acercamiento con el tema. Pero como no todos los grupos son iguales, por lo que estos anclajes no son mecánicos, la experiencia se convierte en educativa sólo cuando los contenidos y problematizaciones desarrolladas se hacen significativos para los individuos, cobrando importancia en sus vidas, entregando herramientas para comprender su persona y su medio.
El museo debe ser un lugar de encuentro donde el proceso de comprensión de la realidad se realice por los individuos en el contexto que origina los problemas planteados. Para que ese encuentro se dé, deben buscarse problemáticas que atinjan tanto a la historia 'personal' como a las historias de los sujetos (comunidades). Es en este punto donde se busca el "anclaje" con el 'otro', en una problematización que tenga asidero mutuo.
Arquitectura[7]
En concordancia con el entorno social y natural, la arquitectura ha sido diseñada sobre la base de 3 principios estéticos de la cultura mapuche-pehuenche con reformulaciones acordes a las funciones que debe cumplir el espacio:
- Wampo Ruka, vivienda mapuche de la cordillera que lleva como techumbre troncos largos y ahuecados. Sus muros son conformados también por troncos partidos y dispuestos verticalmente uno al lado del otro.
- Ngillatuwe, lugar ceremonial de las comunidades mapuche construido por ramadas dispuestas en semicírculo abiertas hacia el este.
- Mecheng o Fücha Metawe[8], tradición de los grandes cántaros, cuya función es contener, conservar y acoger los líquidos sagrados de la cultura mapuche, en un sentido metafórico de los fines con que ha sido creado el espacio.
El edificio lo componen dos unidades construidas y áreas verdes:
- un museo-centro cultural con sala de exposiciones (área museográfica), sala-fogón multiuso, oficinas administrativas, centro de documentación y área de servicios,
- un mercado artesanal con cuatro talleres artesanales y un restaurant de comida mapuche.
En cuanto a las funciones de esas unidades:
El Área Museográfica propiamente tal centra su labor en la producción y presentación de muestras temporales que puedan surgir de las experiencias de interculturalidad. De hecho actualmente se cuenta con una exposición que da cuenta del proceso de trabajo de un grupo de personas de la zona de Curarrehue, relativas a vivencias, testimonios, historias y representaciones de sus mismas comunidades.
El espacio Museo-Centro Cultural está apoyado por un Salón-Fogón Multiuso que sirve para la congregación de la comunidad en general, eventos sociales, seminarios y talleres, estos últimos, referentes a áreas temáticas sumamente diversas, como danza mapuche, medicina tradicional, rock, aikido, pintura y expresión artística e investigación patrimonial, por nombrar los de mayor consolidación hasta la fecha.
El Centro de Documentación lo constituye una pequeña colección bibliográfica y audiovisual con documentos sobre temáticas atingentes al proyecto (diversidad cultural como eje), con libros y videos relativos a realidades de otros lugares del mundo, sumándose una creciente incorporación de registros y creaciones locales relativas a instancias culturales del propio de Curarrehue y de la misma memoria de actividades de la Aldea Intercultural.
El Mercado Artesanal Llalliñ Kushe (nombre de la anciana araña tejedora que enseña a hilar a la joven mapuche a orillas del fogón), conformado por espacios para la confección y comercialización de productos locales, apoya la labor museal a través del área artesanal, en la medida en que permite investigar y cultivar técnicas tradicionales alternando e integrando innovaciones. El aporte artesanal, constituye parte central dentro de un todo más amplio que es la Aldea Intercultural como espacio para la recreación cultural.
La Cocinería Mapuche "Restaurant Epu Ñaña", por su parte, desarrolla una pequeña escuela culinaria de innovaciones con base en la alimentación mapuche-pehuenche.
En definitiva, existen hoy más que ayer mejores condiciones para la formación y creación artística, extensión educativa, valoración y gestión del patrimonio cultural y desarrollo económico local, este último especialmente vinculado con la aparición de un nuevo nicho de trabajo: el turismo cultural, tema que en particular ahondaremos a continuación.
Turismo Cultural en el Museo Comunitario
Como dijimos, Curarrehue es parte de un corredor turístico. De hecho anualmente pasan en promedio un número cercano a 45.000 pasajeros por el Paso Internacional Mamül Malal, distante a sólo 35 kilómetros del pueblo que es además paso obligado para quienes hacen la ruta, de los cuales una muy pequeña porción se detiene en la comuna, un lugar hasta ahora solo de tránsito entre centros de turismo de alcance nacional e internacional, como lo son Pucón y San Martín de los Andes.
Aún incipiente, sin embargo, el fenómeno turístico se visualiza en crecimiento. La sobredemanda zonal está generando una presión sobre el territorio que va expresándose en surgimiento de iniciativas de algunos particulares que han tomado conciencia del potencial económico que revisten los recursos paisajísticos de Curarrehue. Termas, volcanes, lagunas y grandes extensiones de bosque prístino constituyen algunos de los principales atractivos para el desarrollo de distintas modalidades de ecoturismo y, como un fenómeno naciente, la atracción por el fenómeno etnofolclórico: el etnoturismo.
A su vez, el Estado chileno, que tiene en sus manos cerca del 60% de la superficie territorial de esta comuna, entre parques nacionales y reservas naturales, ha comenzado a promover la inversión privada y pública en proyectos, especialmente para el fomento turístico de estos espacios, con el fin de desarrollar mayores fuentes de empleo y crecimiento económico en la zona. Uno de ellos es el Sendero de Chile, camino peatonal en construcción que atraviesa el país de norte a sur, pasando por la cadena montañosa de la cordillera de Curarrehue, aledaño a comunidades rurales, mayoritariamente indígenas.
Desde algún tiempo circundan dudas y discrepancias al interior de la comunidad de Curarrehue con respecto a los alcances del desarrollo de la industria turística, sus potencialidades y amenazas, especialmente en lo que respecta al control del espacio territorial de las comunidades mapuche. Una parte de la comunidad considera la apropiación y autogestión de la industria del turismo como la vía para asegurar el control territorial y mitigar la presión de inversionistas externos. Otra la ve sólo como un trampolín para un proceso posterior de pérdida territorial. Una tercera, la gran mayoría, se encuentra escéptica, obedeciendo a la inexistencia de una experiencia social previa con respecto a este sector económico, sólo una mirada distante del fenómeno explosivo de las comunas aledañas.
La Aldea Intercultural Trawupeyüm se ha situado en medio de este contexto y espera aportar a la reflexión en torno a las proyecciones que el asunto pueda conllevar. Sólo en el primer año, este espacio cultural recibió un número cercano a 8.000 visitantes externos a la comuna, una cantidad superior a la suma de todos sus habitantes. Según una encuesta realizada por la oficina de turismo municipal a visitantes que se aproximaron a ella durante el primer mes de funcionamiento de Trawupeyüm, un 40% de ellos se encontraban en la comuna motivados en primer lugar por conocer la Aldea Intercultural.
Lo anterior se reflejó de inmediato en excelentes resultados comerciales para los artesanos y la cocinería mapuche e indirectamente para prestadores de servicios complementarios. Sin embargo, el impacto social de una presencia humana extraña de tal volumen no dejó indiferente a la población ni tampoco a quienes estamos a cargo de la gestión y planificación de este lugar.
El proyecto Aldea Intercultural Trawupeyüm nace como un museo comunitario en, con y para la comunidad, no obstante se constituye de inmediato en un centro de atracción turística, favoreciendo, como ninguna otra instancia creada hasta la fecha, la generación de condiciones para el desarrollo de un tipo de turismo en Curarrehue, el turismo cultural. Los límites del concepto, sin embargo, deben ser cuidadosamente establecidos, pues como lo hemos podido observar en otros espacios territoriales en que se han dado las circunstancias para la instalación del turismo industrial en comunidades locales, bajo la noción folclorizante y colonialista del etnoturismo, se ha marcado la mayoría de las veces la pauta con efectos profundamente negativos para esas comunidades.
En principio recibimos con satisfacción la llegada de un contingente de visitas muy superior al esperado, sin embargo, a poco andar tuvimos que vivir experiencias de choque cultural. Prejuicios respecto de las identidades y prácticas culturales locales, así como desconfianzas de la misma comunidad con relación al público visitante, etiquetado en muchos casos como pertenecientes a un mundo invasor, son algunas de las fricciones que se fueron identificando.
Aún cuando el incremento de visitantes foráneos es aún sostenible, en la Aldea Intercultural hemos estado atentos al transcurrir de este fenómeno, lo que implica tomar precauciones en la difusión con fines turísticos del referente cultural. Para quienes han estado a cargo de la atención al público visitante, la experiencia no ha sido fácil, enfrentando situaciones desagradables en muchos casos, en particular en el trato con un tipo de turista nacional ignorante de la realidad sociocultural del país y su diversidad étnica. Desconocimientos que se expresan en formas muchas veces peyorativas con respecto a la ruralidad y el mundo indígena, los cuales, sin embargo, no deben constituir en sí una sorpresa, considerando el tipo de educación unicultural chilena.
Aún así, lejos de ir en desmedro de quienes están encargados de las labores comunicativas con el visitante –en especial guías de museo y artesanos-, que son quienes tienen la vinculación más directa, en un balance general realizado como equipo, el contacto con personas externas se ha interpretado como constructivo, considerando que en el diálogo ha habido aprendizajes mutuos y de que en una gran mayoría los turistas reconocen y valoran en forma explícita, tanto la existencia del espacio cultural como la misma labor de los agentes culturales que en él se desempeñan, propiciando la autoestima individual y colectiva de los mismos. Muchos visitantes expresan su satisfacción por poder conocer sobre otras realidades culturales que les son socialmente distantes, esto último en especial con respecto a nociones de la cultura y sociedad mapuche, constituyente de uno de los ejes temáticos de la Aldea Intercultural.
A raíz de las circunstancias y luego de plantearnos ciertas instancias de evaluación con respecto a la problemática del turismo y la presencia creciente de visitantes, hemos visualizado en este referente un alcance trascendente de lo comunitario. Asumimos que sumado a nuestras inquietudes particulares entre pares de una misma comunidad -me incluyo-, también debemos hacernos cargo de las oportunidades que tengamos con otros sectores sociales y culturales para sensibilizar y educar respecto de la diversidad. Creemos que la posibilidad de construir una sociedad distinta pasa por la lapidación de prejuicios históricos que han fundamentado la exclusión, por lo que junto con fortalecer la gestión cultural en el ámbito interno, surge el desafío contingente de plantearnos ante un visitante que no puede valorar lo que no conoce.
La Aldea Intercultural Trawupeyüm se está constituyendo en un referente que desborda los límites comunales de Curarrehue, por tanto debemos estar preparados para un diálogo más amplio, no solo relativo al turismo, sino con la sociedad en general. Aún cuando sea la comunidad el centro de la referencia, las circunstancias plantean que nos detengamos a reflexionar y preguntarnos por cuál es la vinculación que estableceremos más allá de sus fronteras.
En este transcurrir hemos tenido conocimiento de nuevas iniciativas que se aprontan a ser desarrolladas en comunas de la región que toman algunos de los elementos presentes en el proyecto. Al respecto, en cuanto a la replicabilidad de esta iniciativa, que de hecho aparece como inminente, entendemos y valoramos que exista la voluntad de abordar el tema de la evidente presencia de identidades culturales diversas, sin embargo debemos ser muy precisos en señalar los alcances centrales a que ella apunta, distanciándonos de un modo de ver el tema de la diversidad cultural desde una perspectiva básicamente comercial. Hacemos la diferencia con respecto a los planteamientos que han venido surgiendo en otras comunas, en el caso de aquellas que, desde una mirada más bien folclorizante, la expectativa está cifrada centralmente en el potencial atractivo turístico que constituyen los pueblos originarios por sobre la valoración social del patrimonio.
En lo que respecta al Trawupeyüm, nos hacemos cargo del planteamiento de que el encuentro de un público visitante con una comunidad local constituye potencialmente una oportunidad para la valoración mutua de los acervos culturales respectivos, tomando como punto de partida el que el proyecto está centrado en la comunidad, en su desarrollo educativo y la valoración de sus personas. Creemos en su relevancia en cuanto propuesta centrada en la participación social para la expresión de culturas y vemos en el turismo solamente uno de los tanto haces de luz que pueden llegar a desarrollarse, siempre y cuando sea respetada la dignidad de aquellos portadores del recurso que en este caso se valoriza, el patrimonio cultural.
Otra experiencia de esta naturaleza es inédita en Chile. Los impactos inmediatos son notorios, sin embargo los efectos estructurales esperados sólo podrán ser evaluados en el mediano y largo plazo. Reforzar la continuidad, proyección y desarrollo de este referente cultural tiene que ver con cimentar el "derrotero" de consolidación de un trabajo de valoración de las personas, sus formas de vidas, conocimientos, maneras de ser y expresar en el mundo, partiendo de la base de que dicho vínculo se construye sobre la valoración de la diversidad como espacio para construir, comunicarnos y crear entre pares (personas y/o culturas equivalentes –de igual valor-, no iguales). Tratando de alejarnos de una mirada exclusivamente folclórica del 'otro cultural', es decir, estigmatizante o reductora a una esencia manipulable de lo que es o está siendo ese 'otro'. En esta valoración, la importancia de la participación social tiene que ver con construir un referente pertinente a y con las personas y realidades locales, donde éstas se sientan interpeladas o identificadas y agentes activos de las puestas en valor de sus propias vidas y de las de sus pares.
[1] Texto elaborado por Tomás Sepúlveda Schwember -Licenciado en Antropología-. Incluye reflexiones desarrolladas en conjunto con María Paz Miranda Araya -Profesora de Arte- y Rafael Prieto Véliz -Licenciado en Antropología, Postítulo en Educación y Museos-.
[2] Diccionario Enciclopédico Hispanoamericano. Tomo VIII. Montaner y Simón Sociedad Internacional. Barcelona, España, 1912.
[3]Con apoyo de personas de la comunidad y colaboradores externos, la idea original del proyecto "Aldea Intercultural Trawupeyüm"-donde nos reunimos- fue gestada y desarrollada a partir del año 1999 por Tomás Sepúlveda (trankura@hotmail.com) y María Paz Miranda (liulifken@hotmail.com), durante la participación de ambos profesionales en el Programa Servicio País de la Fundación Nacional para la Superación de la Pobreza.
Los principales asesores en temáticas atingentes al proyecto hasta la fecha han sido los siguientes profesionales: Rafael Prieto en Museología; Felipe Silva, Rafael Carrasco y Roberto Cabrera en Ingeniería Comercial; Ronald Cancino y Esteban Villarroel en Metodologías de Investigación Cualitativa; Rodrigo Mera en Arqueología y Prehistoria. Agradecimientos especiales también para Marcelo Godoy, Leonor Adán y Daniel Quiroz.
En cuanto a financiamiento externo para su construcción y gestión, la Aldea Intercultural Trawupeyüm ha contado con aportes de instituciones gubernamentales como COMISIÓN PRESIDENCIAL DE INFRAESTRUCTURA CULTURAL, FOSIS y SERCOTEC, fundaciones ANDES y FNSP y las empresas privadas Soc. San Sebastián de Manco II, Schwember y Asoc., Inser y Alvimpress Impresos.
El financiamiento de los gastos de mantención y la dirección y administración de la Aldea Intercultural Trawupeyüm están a cargo de la Municipalidad de Curarrehue, desde su inauguración el 2 de febrero de 2002. Alcalde y responsable administrativo: Abel Painefilo Barriga.
[4] Encuesta Casen, 2001.
[5] Miranda, Prieto y Sepúlveda. Proyecto "Aldea Intercultural Trawupeyüm –donde nos reunimos-" (Fragmento adaptado). Curarrehue, 2000.
[6] Miranda, Prieto y Sepúlveda. "Principios Museológicos y Educativos de la Aldea Intercultural Trawupeyüm". Curarrehue, 2000.
[7] El diseño arquitectónico ha sido desarrollado por el arquitecto Eliseo Huencho Morales de la Dirección de Arquitectura de la IXª región, sobre la base del documento "Principios Estéticos y Arquitectónicos para la Aldea Intercultural Trawupeyüm" (preparado por M. P. Miranda, T. Sepúlveda. Curarrehue, 2000).
[8]"Tradición de los Grandes Cántaros" Margarita Alvarado, Revista Aisthesis nº.., Instituto de Estética del la Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, año.
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