El Turismo cultural: un motor para el desarrollo sustentable

Por Alejandra Georgina Laorrabaquio Saad
Licenciada en Relaciones Internacionales, Especialidad en Políticas Culturales y Gestión Cultural, Maestría en Derecho Internacional
ginasaad@gmail.com
México

 

En los últimos años, en el marco de una iniciativa mundial de búsqueda del desarrollo sustentable de la sociedad, se ha puesto de manifiesto la relevancia de la preservación del patrimonio cultural y natural. Dentro de este enfoque, el turismo se ubica en un lugar privilegiado, puesto que puede considerarse como un aspecto determinante para garantizar el éxito del desarrollo o, en otros casos, ser uno de sus peores enemigos.

Actualmente el turismo es percibido como un importante motor del desarrollo sustentable, sobre todo si se considera la trascendencia del peso económico de la industria turística mundial. Por su misma condición de fenómeno global, el turismo presenta múltiples aristas y consecuencias locales, regionales e internacionales que hacen ineludible la formulación de estrategias que contribuyan a fortalecer al sector y generar beneficios sociales sustentables en las comunidades donde incide.

La relevancia del turismo radica primordialmente en que es un sector que, aunado a un rápido crecimiento, posee en su dinámica sectorial una multiplicidad de actores que interactúan en los diversos procesos y de forma simultánea generan relaciones interculturales, económicas y sociales complejas. Por ello, la influencia del turismo es mayúscula, dado que más allá de la propia actividad turística, tiene injerencia en la transformación de identidades, espacios territoriales y del patrimonio de las naciones.

En 1988 la Organización Mundial del Turismo propuso el principio del turismo sustentable, entendido como una actividad orientada a la gestión de todos los recursos de manera que se satisfagan las necesidades económicas, sociales y estéticas, respetando al mismo tiempo la integridad cultural, los procesos ecológicos esenciales, la diversidad biológica y los mecanismos de apoyo a la vida.

Uno de los objetivos primordiales del turismo sustentable radica en la importancia que éste tiene en relación con su vinculación con el patrimonio cultural tangible e intangible, así como con el patrimonio natural y la biodiversidad. Desde la perspectiva de la industria turística mundial, el turismo sustentable persigue crear nuevos caminos en los se integren los principios de sustentabilidad y respeto a la diversidad cultural y natural dentro de la gestión empresarial.

Para generar este tipo de turismo a escala mundial, son fundamentales la participación activa de los agentes sociales, la adecuada planificación de las acciones y los impactos de los proyectos turísticos. Un aspecto vital que debe asumirse es la necesidad de que las iniciativas turísticas fomenten la convivencia armónica entre los turistas y comunidades, así como beneficios económicos y sociales para estas últimas, con base en el conocimiento y respeto de los procesos identitarios y las culturas locales. Las posibilidades de evitar que la globalización repercuta en las sociedades por medio de la homogeneización de las culturas y los valores, debe ser una premisa del turismo responsable.

La factibilidad del turismo sustentable es enorme, pero los retos que implica el asumir esta tendencia son equivalentes. En el turismo participan todos los sectores productivos y sociales, por ello es menester que se formalice una alianza responsable en la que se fomente su función como promotor del desarrollo sustentable.

El ámbito de la cooperación internacional en el sector turístico es fundamental, para que los gobiernos, la iniciativa privada y todos los actores que forman parte del sector contribuyan a formular indicadores, instrumentos y políticas que contribuyan a fortalecer al turismo en todas sus expresiones y que éste se vuelva un verdadero motor para el desarrollo.

La industria turística es consumidora tanto de recursos naturales como de recursos culturales. De esa manera, para conseguir un turismo sustentable debe considerarse los aspectos ecológicos, sociales, económicos y culturales, entre otros. Estos distintos aspectos no deben competir entre ellos al momento de la planeación y formulación de programas turísticos, sino que deben considerarse de forma igualitaria para que los proyectos asuman visiones integrales y multidisciplinarias.

Un concepto estrechamente ligado al de desarrollo sustentable es el de capacidad de carga, que implica que los destinos tienen ciertos limites en el volumen e intensidad de desarrollo turístico que puede una zona aceptar antes que se generen daños en su patrimonio social, económico, cultural o natural. Pero en el caso de los países en vías de desarrollo, todavía existen lugares en los que pareciera que este concepto es desconocido, pues prevalece el turismo extensivo carente de planeación y que suele agotar los recursos, causando daños irreparables a las comunidades.

Entre las principales ventajas del turismo sustentable, destaca el cambio de enfoque que se da del sector, ya que no se vislumbra exclusivamente como su rol económico sino sus impactos sociales. En este sentido, la responsabilidad social empresarial constituye un importante avance que puede generar beneficios para las comunidades, siempre y cuando se traduzca en acciones concretas que impacten dentro de las mismas.

Otra ventaja es la creación de nuevas ofertas turísticas que no responden a las características de las ofertadas tradicionalmente: el turismo ecológico y el turismo cultural. En el caso de estos dos tipos de ofertas, pueden existir hacia el interior o el exterior de los países, pero tienen como común denominador el hecho de que buscan ofertar al turista diversidad cultural, ecológica y también identitaria. Ello contribuye a propiciar un mayor entendimiento intercultural entre las diversas sociedades, pero supone el riesgo de una penetración indiscriminada de patrones culturales y sociales ajenos para las comunidades sede de la oferta turística.

Para prevenir esta problemática se tiene que considerar objetivamente la capacidad de carga de los sitios, pero sobre todo deben asumirse criterios éticos y morales para cuantificar los aspectos adyacentes al fenómeno turístico que pueden ser negativos para las comunidades.

El turismo podría aportar beneficios económicos a las comunidades receptoras y servir de instrumento para mitigar la pobreza y conservar, entre otras, las riquezas naturales y culturales, siempre que se planificara adecuadamente y se gestione con una visión de largo plazo. Por ello las iniciativas turísticas deben sustentarse científicamente para poder prever las implicaciones económicas de forma rigurosa. Con ello, es posible cuantificar si los beneficios sociales, culturales y económicos son equitativos o si se incurre negativamente, causando mayores problemáticas que beneficios y, en ese caso, no es ético ni redituable generar ofertas turísticas en el lugar.

En definitiva, los pros y contras del turismo sustentable son muchos, pero de las políticas existentes en la materia y la planificación adecuada dependerá que la balanza se equilibre y se consiga una sustentabilidad real entre la preservación integral del patrimonio y la generación de dividendos para los empresarios.

El patrimonio está constituido por una interrelación entre los elementos físicos (materiales) y las representaciones de índole social (intangibles) que se ubican dentro de un ámbito social y culturalmente construido. Todo el patrimonio está en un proceso permanente de cambio, dado que se circunscribe a las relaciones socioculturales donde se ubica, la situación económica, política, ideológica y toda una serie de elementos que le impactan.

El turismo es un motor para el desarrollo, que genera un crisol de oportunidades para quienes trabajan en el sector y las comunidades donde se desarrollan ofertas turísticas. El turismo sustentable debe ser sensible a los impactos que puede generar, para evitar generar daños al patrimonio y por el contrario, contribuir a su preservación y desarrollo.

 

El patrimonio cultural: arista fundamental del turismo sustentable

 

Dentro de la gestión de proyectos de patrimonio cultural y turismo, el concepto de interpretación reviste una importancia mayúscula. Su trascendencia radica en que los temas relativos al aprovechamiento y la apropiación del patrimonio se han convertido en un aspecto medular para la formulación de proyectos culturales y su exitosa implementación.

Los factores culturales, sociales, políticos y económicos deben necesariamente ser considerados al momento de estructurar un mensaje interpretativo relativo a algún aspecto patrimonial. Dicho mensaje debe tener la cualidad de comunicar fidedignamente y de forma integral, los valores intrínsecos del patrimonio, así como todas las connotaciones que éste tiene para la sociedad donde se ubica. El reto que se presenta al formular el mensaje consiste en que tanto los agentes sociales locales, como los visitantes que tienen contacto con el patrimonio de forma externa puedan tener una participación activa. Asimismo, se pretende que los agentes externos obtengan satisfacción como usuarios y se sientan incitados hacia el conocimiento y la valoración del patrimonio con el que están interactuando.

La interpretación es un instrumento fundamental para la definición de políticas de intervención y uso social del patrimonio. Las instituciones y agentes sociales que intervienen en la conformación de la interpretación patrimonial deben privilegiar la participación de las comunidades para que sean partícipes del proceso, lo conozcan a fondo y no muestren reticencia ante la posterior afluencia de turistas.

Anteriormente, al debatir sobre el patrimonio histórico solían considerarse como enemigos los procesos de cambio del desarrollo urbano, la mercantilización, las industrias culturales y el turismo. Sin embargo, en la actualidad se ha superado esa visión y se ha logrado demostrar que diversos grupos se apropian en forma diferente y desigual de la herencia cultural. Éste es un asunto clave para la discusión del tema que vincula al turismo con el patrimonio, ya que en la distribución de los beneficios de éste se incluyen aspectos como la sustentabilidad y la viabilidad de preservar el patrimonio natural y cultural.

El hecho de que el turismo debe valorar no sólo el patrimonio tangible sino el intangible, es un asunto que atañe a los medios, en la forma y el contenido de los mensajes que se utilizan para comunicar los valores y apreciaciones de la propia sociedad. La interpretación del patrimonio debe entonces asumirse como un instrumento de planificación de las políticas culturales de intervención y uso social del patrimonio, así como del desarrollo de políticas turísticas y de comercialización cultural. Las estrategias de presentación del patrimonio deben definirse a partir de la minuciosa investigación y análisis de los elementos patrimoniales existentes (tangibles e intangibles) junto con las manifestaciones culturales que sean factibles de integrar dentro del conjunto a interpretar en la oferta cultural.

Hay una multiplicidad de factores internos y externos que afectan el desarrollo del turismo relacionado con el patrimonio cultural: los que sustentan su viabilidad y los que ponen en riesgo su equilibrio armónico y éxito comercial.

Entre los temas que afectan el desempeño del turismo relacionado con el patrimonio, se tiene en primera instancia la relación existente entre turismo y cultura. En segundo lugar, aparece la trascendencia del patrimonio cultural como fundamento de una nueva corriente de turismo cultural que sustenta sus acciones en la explotación comercial del patrimonio.

Por otro lado, se encuentra el aspecto del rol de las comunidades receptoras, donde la problemática primordial es que pese a pesar de que se conceda cierta participación a las comunidades, son las autoridades políticas las que deciden los mecanismos de gestión del patrimonio. Con ello, la participación social es mínima y al no considerarse la opinión comunitaria surge el descontento social ante un fenómeno cultural que altera su tradición y no es acorde con su idiosincrasia.

Las relaciones que se establecen suelen ser tensas porque cada uno de los agentes busca gestionar con base en sus intereses particulares y su visión de lo que se debe hacer con el patrimonio. Un aspecto que destaca en el caso consiste en que los límites políticos no corresponden a los límites culturales. Por ello, acciones que pareciera que las autoridades están facultadas para realizar, incomodan a las comunidades, puesto que sobrepasan los límites que les impone su cultura y su sentimiento de identidad.

Por su parte, los turistas generan demandas complejas que la comunidad y las instituciones deben estar dispuestas y preparadas para satisfacer. Dichas peticiones comprenden desde la oferta de servicios turísticos adecuada, la congruencia del discurso conceptual con la interpretación que del patrimonio se ha hecho y la oferta de productos culturales que refuercen la noción de patrimonio que se brinda al turismo.

En este intrincado sistema de relaciones las empresas ocupan un lugar relevante, dado que su principal objetivo es generar utilidades y la mayor parte de sus acciones están orientadas a la consecución de ganancias económicas. Por ello, a sus dirigentes no les importa demasiado las implicaciones sociales que sus acciones tengan en la comunidad donde inciden. Por su parte, las instituciones públicas, pese a tener la consigna de actuar como mediadores entre el resto de los agentes, no muestran siempre capacidad de intervención y tienden a realizar acciones desarticuladas.

Para fortalecer y potenciar la relación de las actividades turísticas en su vertiente cultural, debe revalorizarse la relación cultura-turismo. Hay también que hacer una sistematización de instrumentos de planeación y control, así como de fortalecimiento organizacional. Mientras que dentro de la gestión del patrimonio cultural deben optimizarse los recursos y los programas existentes para hacer frente a las coyunturas actuales.

Aunque puede afirmarse que el patrimonio no es siempre accesible a todos los públicos, el compromiso de los gestores debe ser hacerlo asequible a la mayor parte de la sociedad, particularmente a quienes tienen sustentada su identidad cultural en él. Para lograrlo, se debe tener en mente siempre que la articulación del mensaje interpretativo debe corresponder con la idiosincrasia de la comunidad. Si no se logra esa articulación, toda acción que se emprenda, aunque sea potencialmente lucrativa y benéfica, estará destinada a fracasar.

 

El turismo cultural en la globalización

 

El turismo es uno de los sectores económicos que más se ha beneficiado con la globalización mundial. Debido a las nuevas dinámicas existentes en el orbe, la industria turística presenta transformaciones que buscan dar respuestas creativas a las necesidades y demandas de la ciudadanía. Ante este nuevo panorama, el turismo cultural se ha desarrollado de forma exitosa, porque satisface las necesidades de un sector social cada vez más amplio que busca una oferta turística especializada.

El turismo ha sido históricamente una actividad multidisciplinaria que favorece el intercambio cultural, coadyuvando al conocimiento de la diversidad cultural, natural y el patrimonio en todas sus expresiones. Por ello, más allá de su importancia económica el turismo cultural puede constituirse como un mecanismo impulsor del desarrollo sustentable y el diálogo intercultural.

El patrimonio cultural es visto actualmente por la industria turística como un ámbito con diversas aristas, entre las que se encuentra la capacidad de generar beneficios económicos y sociales para las sociedades. Asimismo, el patrimonio puede valerse del turismo para hacerse de recursos que le permitan garantizar su permanencia y promover sus expresiones.

Una relación de mutuo beneficio entre patrimonio y turismo cultural es posible, siempre y cuando ambos rubros establezcan parámetros que equilibren los beneficios económicos con el desarrollo sustentable de las comunidades y poblaciones involucradas.

Otra importante razón que explica el creciente reconocimiento de la cultura en el desarrollo del turismo consiste en la notable capacidad de las actividades culturales como fuente de agregación de valor a los llamados productos turísticos. Con ello, se generan nuevas opciones de negocio y una ampliación en la generación de ganancias para la industria.

En el ámbito de este proceso de estrechamiento físico y de distanciamiento simbólico que vive el mundo contemporáneo, se van generalizando nuevas prácticas dentro del plano imaginario. El turismo cultural ha tendido a comercializar la cultura de los países receptores, puesto que éstos han ido paulatinamente transformándola para adaptarla a la demanda de los turistas. Este proceso implica una serie de consecuencias sociales, ideológicas y culturales, puesto que el patrimonio tiene implicaciones en toda la vida social. De tal forma, la comercialización del patrimonio termina por afectar irremediablemente los mecanismos identitarios y de cohesión social.

Otro de los puntos fuertes del turismo cultural consiste en que la cultura es un factor de dispersión social de los ingresos de la actividad turística, con lo que se benefician directamente las comunidades receptoras.

El turismo puede coadyuvar en la organización y fortalecimiento de las industrias culturales, lo que implica la llegada de empresas internacionales, la urbanización de las zonas más deprimidas, la generación de fuentes de empleo, la implementación de tecnologías de punta, etcétera. Sin embargo, existe también la posibilidad de que por causa de una inadecuada planeación o por la negligencia del sector y las autoridades se susciten problemáticas por causa del turismo cultural.

En el caso de los países en vías de desarrollo hay una tendencia generalizada de que exista una riqueza masiva de bienes intangibles y expresiones culturales vivas. Por ello, muchas de estas naciones ven en la mercantilización de su patrimonio una oportunidad para obtener recursos económicos y generación de empleos. Sin embargo ésta es una ilusoria oportunidad de alcanzar el desarrollo, pues a largo plazo esta tendencia genera más problemas socioculturales que los beneficios que reditúa. Ello demuestra que el turismo mal gestionado o excesivo supone un riesgo enorme para la naturaleza del patrimonio natural, cultural, la cosmovisión y el estilo de vida de las comunidades anfitrionas.

En las sociedades oferentes de turismo cultural, también se corre el riesgo de que se presenten complejos inconvenientes, tales como la injusta distribución de los ingresos, el uso ineficaz de los recursos naturales, el recrudecimiento de problemas sociales como alcoholismo, drogadicción y prostitución , entre otros.

Ante los embates de la globalización, a las sociedades les queda exclusivamente su patrimonio cultural para tener una identidad a la cual aferrarse. El turismo puede promover la diversidad cultural y hacerla más fuerte, pero también presenta la posibilidad de ponerla en riesgo, de la forma en que se gestione dependerá cuál de estas dos posibilidades se haga realidad.

La iniciativa privada debe apostar a este sector, que requiere de recursos para desarrollarse de forma profesional para satisfacer las demandas de los turistas y las comunidades. Por su parte, los gobiernos deben crear mecanismos de incentivos fiscales para hacer atractiva la cultura a las empresas y que así éstas inviertan en el rubro.

Por todo lo anterior, los gestores y promotores culturales deben ser enfáticos en destacar que el turismo cultural es una importante opción para alcanzar el desarrollo sustentable, siempre y cuando se trabaje de forma planeada y ética. Si logran crear conciencia en la sociedad de la relevancia de este sector, contribuirán a beneficiar a amplios sectores de la población y encauzar a sus países hacia el desarrollo sustentable.

El turismo y la cultura no están reñidos. Del trabajo conjunto y responsable de todos los agentes que participan de este sector dependerá el éxito o el fracaso de las acciones que emprendan y los efectos que logren incidir en el desarrollo social.

 

 

 


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