Perspectivas del Turismo Cultural II
La gestión del turismo y sus problemáticas desde visiones sociales

La Política de Gestión del Patrimonio en las Ciudades Monumentales desde la Perspectiva Turística, Cultural y Urbanística

Por Enrique Torres Bernier
Profesor Titular de Economía Aplicada de la Facultad de Económicas de la Universidad de Málaga

Resumen

Esta comunicación intenta situar la política turística urbana dentro de un contexto integral que tenga en cuenta las características del territorio y los intereses de los protagonistas que de alguna forma, activa o pasiva, intervienen en el mismo, los oferentes y demandantes de esta tipología turística y los ciudadanos residentes, todo ello desde una perspectiva de sostenibilidad, considerando esta como una elección colectiva y de carácter abierto. Para ello, se considera imprescindible lograr una visión holística, interdependiente y multidisciplinar de todo el proceso, lo que permitiría, además, una vez definidas por sus protagonistas las distintas capacidades de carga y acogida que puedan existir en los diferentes elementos que intervienen (monumentos, espacios urbanos, infraestructuras, …), llegar a un concepto operativo de sostenibilidad que garantice una optimización de la misma y de los objetivos propiamente turísticos y de los agentes sociales urbanos. Esto implicaría llevar a cabo de una manera conjunta o relacionada, una política de protección, fomento y diversificación de los recursos turísticos de la ciudad, otra de infraestructuras y servicios públicos y otra de flujos turísticos.

I.- INTRODUCCIÓN

La ciudad es la gran realización del hombre en sociedad y como tal el producto más complejo y variado de nuestra herencia histórica. De la polis griega a los espacios metropolitanos actuales se han ido expresando de mil formas los modos de convivencia humana, dejando en ella su impronta las distintas culturas y los ideales, trabajos y miserias de los pueblos y sus gobernantes.

Las grandes urbes fueron siempre centros de poder y de riqueza que se manifestaban en los ámbitos de la política, las ciencias, el arte y la cultura, y por ello objeto de atención para los viajeros. Hoy en día, en que el fenómeno urbano ha llegado a manifestaciones inimaginables, el fruto más radical de la doctrina liberal nos ha llevado una ciudad sin convivencia, se ha despertado un fuerte interés por visitar los espacios urbanos representativos de épocas y culturas distintas, dando lugar a lo que conocemos como “turismo de ciudad o urbano”, asimilado en parte en otras expresiones como “turismo cultural”, “turismo de circuitos” y “turismo monumental”. Incluso el llamado “turismo de negocios y “de reuniones” se materializa también mayoritariamente en escenarios urbanos.

A pesar de su antigüedad, el turismo de ciudad se conoce poco (TORITIÑO, 1999) aunque recientemente ha aparecido algunos estudios de gran interés sobre el mismo, (PAGE 1995, CAZES Y POITIERS 1.996, RICHARD 1.996, BORG, COTA Y GOTTI 1.996), ocasionados sobre todo por las dimensiones y formas que está adquiriendo en los últimos años, provocados en gran parte por la “necesidad de tener en cuenta el potencial carácter de masas del turismo urbano” (VERA et alia,1.997). A esto hay que añadir que el propio fenómeno turístico es en sí mismo un fenómeno reciente y con una complejidad y planteamientos que lo hacen difícil de entender desde una perspectiva tradicional en el campo de las ciencias sociales. Tan solo desde la perspectiva de un sistema de actividades delimitable únicamente mediante el criterio de demarcación de la demanda y con criterios multidisciplinares, en el que el territorial y medioambiental juegan un papel fundamental, podemos adentrarnos con ciertas garantías en el análisis del turismo.

Por otro lado, para poder abordar correctamente la tipología turística que nos ocupa, hemos de adentrarnos también en el campo del urbanismo que, a pesar de tener mayor antigüedad científica, tampoco ha avanzado mucho desde la perspectiva metodológica, y en buena parte por razones similares al caso anterior, su carácter multidisciplinar y su extrema complejidad.

Además, en la práctica del planeamiento urbano las realidades físico – territorial y la económica – funcional no encuentran una respuesta metodológica conjunta a los problemas que se presentan, teniendo que tratarse de forma separada con elevado riesgo de errores e inexactitudes.

Todo lo dicho nos lleva a la conclusión de que para avanzar en el conocimiento y, sobre todo, para llevar a cabo una política turística eficaz en el ámbito de la ciudad, hemos de intentar partir de visiones holísticas de la realidad urbano – turística, o, al menos si la metodología y las técnicas particulares no tienen éxito en el intento, plurales, siguiendo los enfoques de mayor interés, para luego tratar de integrarlas tanto en sus conclusiones como en sus aspectos propositivos y de planificación, puesto que “el territorio y la función turística son, en cualquier ámbito espacial de desarrollo, dos factores indisolubles en la ecuación de éxito en clave turística” (VERA et alia, 1.997. ).

II.- ANÁLISIS DE LAS RELACIONES DEL TURISMO DE CIUDAD CON SU ENTORNO URBANO

Como hemos dicho, la mejor forma de entender el fenómeno turístico es mediante la teoría de sistemas y concretamente considerándolo como un sistema de actividades socioeconómicas, unas de naturaleza turística, las que tienen que ver con el traslado de los turistas y su permanencia fuera de su residencia habitual, otras de aplicación turística, aquellas que sin ser turísticas el turista demanda por las motivaciones que le impele al viaje, y las de apoyo al turismo, las que necesita como residente eventual en su lugar de destino. En nuestro caso, dentro del primer grupo estarían los alojamientos, restaurantes, oficinas de información, transportes turísticos y agencias que se localicen en la ciudad. En el segundo grupo estaría la base patrimonial y cultural de la misma, así como los diferentes productos que sobre ella se oferten, además de cualquier otra demanda que responda a las motivaciones del turista urbano, como comercios, congresos, espectáculos,.... En cuanto al tercer grupo estará formado principalmente por los servicios públicos que el turista usa en la urbe, entre los que destacan los de transporte, seguridad y el orden, la limpieza, el saneamiento, el abastecimiento de agua y la energía, el ornato y el mobiliario urbano.

De esta somera descripción se puede deducir que la actividad turística tiene un claro carácter transversal entre los distintos sectores de la economía urbana implicando a muchos de ellos, así como un fuerte componente territorial que se manifiesta en su triple función de demandante de suelo como residencia (alojamientos turísticos), como motivación (espacios de interés patrimonial) y como usuarios de servicios públicos (infraestructuras). Esta fuerte capacidad de influir sobre la estructura socioeconómica y territorial de la ciudad es la que hace al turismo pieza clave, para bien y para mal, de cualquier planteamiento estratégico urbano, de modo que el desarrollo de las ciudades monumentales no puede entenderse, hoy día, sin la planificación y gestión de las actividades turísticas.

Es evidente que las relaciones entre turismo y ciudad dependerán también de las características estructurales de esta y de la intensidad y tipología los flujos turísticos que recibe. Dentro del primer grupo estará el tamaño, situación y la estructura territorial de la misma, así como de la entidad de sus espacios monumentales, la valoración patrimonial que de los mismos tienen hecha los posibles demandantes y de su grado de desarrollo socioeconómico [1]. En el segundo, será importante la estructura de la demanda, según sean excursionistas, transeúntes o visitantes, su modo de acceso, su origen y nivel de renta, su formación y su estancia media. La combinación de estas variables nos dará una enorme variedad de casos (VERA et alia. 1.997) que habrán de materializarse en diferentes tipologías de ciudades turísticas, con características y problemáticas distintas, y con diversos grados y modos de influencia de las actividades turísticas sobre la economía y estructura espacial urbana, creándose relaciones de dependencia más o menos intensas.

En muchas ocasiones (JURDAO, F., 1.987), se arguye que el turismo, en la dinámica que desencadena el turismo monumental o cultural, no atiende los deseos de los demandantes, sustituyendo las manifestaciones culturales más genuinas por remedos adaptados a los valores y rentas de los posibles visitantes. Es poco real exponer en estos términos simplistas las relaciones del turismo con las habitantes de la ciudad. Las actividades turísticas distribuyen entre los distintos grupos sociales beneficios y cargas, posicionándose estos según sus propios intereses y valores. Es desde la instancia de la autoridad pública, responsable de los procesos de planeamiento y de su gestión, aconsejable en cualquier sistema tanto para el ámbito urbano como para el turístico, donde debe buscarse la conciliación y acuerdo de intereses de los agentes, al mismo tiempo que garanticen los valores culturales y las bases patrimoniales de la ciudad. Es en este contexto de intereses, conflictos y planeamiento donde deben examinarse las relaciones entre turismo y ciudad, y principalmente las que discurren en la esfera económica, de la cultura, el patrimonio y la renovación urbana.

II.1. Los efectos económicos

Está ya reconocida la capacidad del turismo para inducir procesos de crecimiento económico, debido principalmente a sus efectos sobre el valor añadido, particularmente vía empleo, y a su carácter transversal, que le hace demandante de numerosos sectores. Este conjunto de características lo convierten en un sector “pautador” en terminología de Rostow (RORTOW, 1.968), con gran capacidad de arrastre sobre el resto de la economía y clave para la aparición de nuevas actividades económicas. Todo lo dicho se cumple igualmente para las ciudades monumentales, aunque con grados de aprovechamiento diferentes según la capacidad de cada una para atender con recursos propios las demandas que esta actividad genera.

Es evidente que la posición más o menos hegemónica del turismo dentro de cada ciudad dependerá de la importancia relativa de los flujos económicos que genere respecto a la entidad económica de la misma. No obstante, su actual dinamismo y su implicación en un gran número de actividades urbanas, lo sitúa en la mayoría de las ocasiones en un lugar central dentro de los planteamientos estratégicos urbanos.

Si bien es cierto que el turismo se muestra siempre como un potente generador de empleo capaz de aliviar las grandes bolsas de paro urbano, uno de los problemas sociales más graves de la actualidad, no puede admitirse hoy día que estos efectos beneficien de un modo especial a los parados menos cualificados. La sofisticación de los productos turísticos, particularmente en los llamados turismos específicos al que el turismo monumental pertenece, y la progresiva exigencia de mayor calidad por parte de la demanda, han reducido notoriamente la parte de empleo sin cualificar que absorben las actividades turísticas, haciendo cada vez más importante la labor de formación, tanto reglada como continua, en estos colectivos laborales.

Aunque la mayor generación de riqueza suele producirse en el campo de las actividades de naturaleza turística (fundamentalmente alojamiento y restauración), que son también las más emblemáticas, es en las actividades de aplicación turística y sobre todo en la creación de nuevos productos, donde se generan mayores oportunidades de negocio y empleo. Por el contrario el turismo induce también una serie de gastos, como la conservación y recuperación del patrimonio y las infraestructuras y servicios públicos que el propio turista necesita y utiliza durante su estancia, pero de los que también se beneficia el ciudadano residente. A pesar de que algunos de estos pueden considerarse inherentes a la ciudad, independientemente de que exista o no turismo, para la conservación de su identidad patrimonial y el bienestar de sus ciudadanos, una buena cuota puede generalmente atribuirse a la existencia de los flujos turísticos. Esto debe llevar en cada caso a la realización de un balance de ingresos y gastos que refleje la situación de la ciudad respecto a los efectos económicos de la actividad turística. La estancia y el gasto medio por turista (niveles de renta y oportunidades de gasto), serán factores clave para la generación de renta y empleo, mientras que la protección y mejora de los recursos patrimoniales y la creación o ampliación las infraestructuras y servicios públicos, lo serán de los gastos.

Hay que señalar así mismo la importancia que el turismo tienen como generador de sinergias con los sectores básicos o exportadores de las ciudades, difícilmente cuantificables económicamente (OMT. 2.000), que pueden ayudarse del mismo tanto por su venta directa a los turistas como por la labor de promoción gratuita que se lleva a cabo entre consumidores potenciales.

II.2. Los efectos sococioculturales

Al igual que el balance de los efectos económicos sobre la ciudad suele ser calificado como positivo, en el de los efectos sociales se destacan siempre los aspectos negativos, particularmente en lo que se refiere a la identidad cultural urbana (JURDAO, F. 1.987) y a las interferencias de los turistas sobre el discurrir de la vida cotidiana (aparcamientos, tráfico, precios, etc...).

De nuevo aquí habría que contemplar el proceso desde una esfera más amplia. La modernización de la ciudad y su incorporación a un proceso emergente de globalización, (MARCHENA GOMEZ, M. 1.996) objetivos incorporados hoy día a cualquier plan estratégico, afectan en mayor o menor medida a las pautas de conducta de ciudadanos y grupos, y por lo tanto a la entidad cultural de la comunidad urbana. Es en este proceso, en el que el turismo participa activamente, junto con otros agentes, como portador de nuevas ideas y valores y como responsable directo en la apertura de la ciudad hacia el exterior, donde hay que estudiar la posible pérdida de identidad cultural y poner las medidas para evitarla en lo posible y deseable. En este sentido, no debe de olvidarse tampoco que en muchas ocasiones, elementos concretos de los valores que forman parte de la identidad cultural de un grupo o ciudad, son una rémora o freno para alcanzar los objetivos de progreso que el conjunto de la sociedad se propone (SMITH, V.S., 1.992)

No obstante, es preciso reconocer que en la mayoría de los casos en que se ha masificado el turismo urbano, se han manipulado y degradado los aspectos culturales del mismo, en base a productos carentes de significado y valores cuya única característica destacable es su bajo precio y su fácil asimilación por parte del turista (URBAIN, J.D. 1.993). Esto ha llevado, en muchos casos, aparte del deterioro cultural que en si significa, al rechazo del turismo por la propia población y a la marginación del destino por parte de otros flujos turísticos, casi siempre de mayor interés. En estos procesos habría que estudiar el papel que las empresas intermediarias, en la mayoría de los casos ajenas a la propia ciudad, juegan en esta adulteración de los productos culturales.

Por otro lado, no cabe la menor duda que este mismo tema bien tratado puede ser muy positivo para la propia identidad cultural de las ciudades, como ocurre con los casos de Emeritalia y las Leyendas de Gerona, en que el tratamiento a la par serio y atractivo de la historia y de las tradiciones, con elaboración de productos turísticos en los que incorporando sus valores más positivos, la rescatan y revitalizan.

En cuanto a la interferencia de los turistas en la vida urbana de los residentes, está íntimamente relacionada sobre todo con la influencia de estos flujos en las infraestructuras y servicios de apoyo al turismo que se examinará más adelante.

II.3. Efectos sobre los recursos turísticos monumentales

Son los que suelen argüirse como más evidentes ya que devienen por un exceso de uso de los monumentos o espacios urbanos de interés cultural, lo que lleva al tema de la “capacidad de carga” , para otros autores “capacidad de acogida”, como umbral al partir del cual comienza el deterioro irreversible de los recursos. A pesar de su carácter eminentemente “físico”, al menos tal como en muchas ocasiones se describe, no es un tema fácil de definir ni de cuantificar y bastante más complejo de lo que en un principio parece, requiriendo, de nuevo, planteamientos más globalizados de los que suelen hacerse (GOZE. M. 1.999)

En primer lugar la capacidad de carga o acogida puede tener, tal como se expresa en la literatura tradicional al respecto, varias interpretaciones (OMT, 1.998). El deterioro físico del recurso puede tener diversos orígenes, según sea por el tacto, la luz artificial o por los cambios atmosféricos (calor, humedad,...) que provocan los visitantes. El cálculo de los umbrales en este caso no suele plantear demasiados problemas, aunque es conveniente señalar que las nuevas tecnologías están aportando, como en otros muchos campos sucede, posibilidades hasta ahora desconocidas[2]. También pueden darse impactos físicos sobre los entornos urbanos por el mismo proceso de regeneración, o degeneración según los casos, de los mismos. Que esto se llegue a producir o no, depende mucho de la gestión del planeamiento y disciplina urbanística y especialmente de las ordenanzas municipales que la desarrollen. Dejar que la presión de determinadas actividades turísticas afecte y degrade el patrimonio monumental es tan grave como que lo haga la residencial o la mera desidia administrativa. Es responsabilidad de los entes públicos su conservación y revitalización, apoyando para ello aquellos proyectos, normalmente mejor si son turísticos por los beneficios económicos que suelen acompañarlos, que lo garanticen.

Una segunda versión de la capacidad de carga puede provenir por la saturación de ciertas infraestructuras y actividades de apoyo que el turismo monumental precisa para su desarrollo. Eso suele ocurrir con los accesos a determinados núcleos urbanos y con las posibilidades de aparcamiento, tema que será objeto de comentario en el siguiente epígrafe.

También se puede hablar de superación de la capacidad de acogida cuando la actividad turística llega a crear reacciones radicales de rechazo en una proporción elevada de la población residente. Esto puede llegar a ocurrir por apropiación de la demanda turística y de los agentes foráneos que la representan, de determinados recursos, espacios, infraestructura o servicios urbanos, en perjuicio y con exclusión de la población residente. También en este caso suele existir una deficiente planificación y gestión urbana (GRANADOS, V. 1.999), aunque el conflicto puede venir así mismo de una mala gestión de los flujos turísticos (VANHOVE, N. 1.995). De todos modos, también aquí es aconsejable una visión globalizada del problema para poder entenderlo y solucionarlo de la forma más adecuada para los intereses de la ciudad.

Por último, existe otra versión de capacidad de carga restringida en este caso a la perspectiva de la demanda. Se trata cuando la presión del flujo de visitantes es tal que provoca el rechazo hacia el producto turístico de una parte considerable de los mismos. Es evidente que estamos ante un problema de gestión de recursos (se pueden crear productos diversos sobre la misma base de recursos de modo que se amplíe la oferta), o de flujos (se pueden seleccionar vía promoción o mercado – precios – de modo que disminuya la presión sobre los recursos), pero que tiene posibles soluciones si se desarrolla una adecuada política turística[3].

II.4. Los efectos sobre infraestructuras y servicios públicos de apoyo al turismo

Como ya se comentó, el uso por parte del turista de las infraestructuras y servicios públicos urbanos puede provocar una sobrecarga en los mismos que perjudique directamente a los usuarios residentes y especialmente a los que viven o se trasladan desde o hasta las zonas monumentales. Este es un problema que debe tratarse fundamentalmente desde la perspectiva de la política de planificación y gestión urbana, que ha de tener en cuenta en estas ciudades, de nuevo aquí la necesidad de una visión globalizadora, la importancia de la función turística dentro de las mismas. Además, cuando existe una fuerte incidencia de la estacionalidad en los flujos turísticos, se corre el peligro de considerar este problema como eventual, posponiéndose una y otra vez las medidas para su solución definitiva en la mayoría de los casos, lo que limita también las posibilidades turísticas del destino.      

Hay ocasiones en que los condicionantes de localización o estructura territorial de las ciudades y de sus zonas históricas, hace bastante complicada la solución de estos problemas, pero, dado en estado de la ytecnología, raramente imposible de resolver. La utilización de servicios públicos de lanzadera entre determinados puntos de la periferia urbana y los lugares monumentales (tráfico, aparcamiento,...) y el reforzamiento de las infraestructuras y servicios en los espacios de interés turístico (limpieza, áreas de descanso, seguridad,...), contando siempre con la adecuada política de flujos, pueden evitar la mayor parte de estos efectos negativos sobre la población. De hecho, los problemas surgen en muchas ocasiones por una falta de visión planificadora integral y por carencia de recursos financieros. En estos casos no debemos olvidar que la propia actividad turística, ya sea vía impuestos, ya mediante aportaciones directas de sus agentes, debe también participar en tales gastos de inversión y mantenimiento (LAW, CHISTOPHER, M. 1.993)

Una adecuada planificación de los servicios públicos de uso turístico en las ciudades monumentales no solamente no producirá efectos negativos sobre la población residente, sino que elevará su nivel de calidad de vida al llevarlos al nivel de excelencia que la demanda turística, normalmente procedente de zonas urbanas más desarrollados, exige.

III.- LA PLANIFICACIÓN Y LA GESTIÓN TURÍSTICA DE LAS CIUDADES MONUMENTALES

Resumiendo lo visto hasta ahora, podemos decir que la planificación y la política turística en los casos que estamos examinando ha de basarse en cuatro ejes principales.

III.1. Gestión de recursos y productos turísticos.

En nuestro caso, como recursos hemos de entender las estructuras urbanas, edificios y monumentos de interés turístico y los hechos históricos y cultural que ayudan a explicarlos y comprenderlos, aparte de otros que puede tener la ciudad. Es evidente que esta planificación y su desarrollo ha de obedecer siempre a los principios de sostenibilidad, recuperación y autenticidad, pero, además, deberá procurar el mejor aprovechamiento cuantitativo y cualitativo de los flujos turísticos. Para ello, y desde el estricto punto de vista de la oferta, deberá también:

a)    Diversificar lo oferta turística de la ciudad como destino, de modo que aumente sus atractivos, disperse territorialmente los flujos para disminuir su impacto. e incremente la estancia media de los turistas en ella.

b)    Diversificar los productos turísticos de los recursos monumentales o culturales que soportan una elevada presión por parte de la demanda, adaptándolos a los distintos segmentos de la misma y procurando que sean lo menos impactantes posible[4].

En esta gestión se debe procurar la máxima implicación de los agentes sociales urbanos y muy especialmente de los relacionados con la cultura. De hecho, las competencias sobre estos recursos no suelen estar en manos de la administración turística, sino de otras (cultura, ayuntamiento, iglesia,...) por lo que difícilmente se podrá llevar a cabo la planificación y menos su gestión si no se hace conjuntamente.

III.2. Gestión de las infraestructuras turísticas

Nos estamos refiriendo fundamentalmente a los alojamientos, restaurantes, agencias de viajes, oficinas de información y otras empresas de servicios al turista. Aunque suelen estar mezcladas con otras demandas de ocio de la ciudad de carácter no turístico, conviene desarrollar una estrategia planificadora que las localice con fácil acceso a los espacios de interés, pero sin que los afecte y degrade. Además, la creciente demanda hacia establecimientos de carácter tradicional ubicados en edificios y espacios históricos, abre posibilidades para la recuperación del entramado urbano de carácter tradicional, aunque en este caso se deberá buscar siempre una armonía con la potencialidad residencial del mismo. Es evidente y de nuevo nos encontramos con la necesidad de una óptica más amplia, que estas actuaciones solamente pueden encontrar sentido dentro de la planificación urbana y sus desarrollo (plan general, plan de uso y gestión, planes especiales, planes de reforma interior, Urban….) (GRANADOS, V. 1.999)

III.3. Gestión de infraestructuras y servicios públicos

Como hemos apuntado, en la ciudad el turista comparte con el residente una serie de infraestructuras y servicios públicos, aunque en ocasiones, a causa de la segregación territorial de los espacios de interés monumental, son prácticamente utilizados solamente por los primeros. Entre los que más nos pueden interesar tenemos las vías de acceso y los transportes públicos en la ciudad y a los lugares turísticos, los aparcamientos, limpieza, iluminación, tranquilidad, seguridad, paisaje urbano y lugares de descanso en las zonas monumentales.

De nuevo nos encontramos con elementos que han de ser tenidos en cuenta por la planificación y gestión urbana en si mismos, pero que, a causa de su utilización turística tienen una servidumbre especial que debe incorporarse al proceso planificador si deseamos que no se produzcan estrangulamientos que provoquen el malestar del residente e impidan el buen funcionamiento del conjunto de actividades turísticas.   

El dimensionamiento de las infraestructuras estará en relación con los techos de carga y acogida que la propia ciudad considere han de tener los flujos turísticos compatibles con los que han de generar los residentes en el periodo del planeamiento. Los servicios públicos que afectan de modo especial a las zonas turísticas y que podrán disfrutar también los residentes y otros visitantes de la propia ciudad, deberán considerarse como un coste de la explotación turística del destino, vinculados directamente a la gestión de la política municipal y de modo particular a sus ordenanzas.

III.4. La gestión de flujos turísticos

Es tan frecuente como erróneo considerar la captación de demanda como una función independiente dentro de la política turística y al margen de la misma. Esto no reviste demasiada importancia para los destinos genéricos de masas, pero si para el caso de los destinos de ciudades monumentales cuya capacidad de carga, tanto como destino global como para sus monumentos en particular, no solo en más limitada, sino también más rígida, de aquí la necesidad de implantación muchas veces de políticas retrictivas y disuasorias.

Las ciudades monumentales deben de orientar su política comercial en general y de promoción en particular, hacia estratos de demanda que se muestren especialmente adecuados a las condiciones que presenten sus recursos, productos e infraestructuras turísticas y usadas por los turistas, y todo ello compatible con los objetivos estratégicos que tenga planteada su propia política urbana y de aprovechamiento integral de la política turística. Una vez más se imponen planteamientos globales no solo de los distintos elementos de la política turística, sino también de esta con la política urbana en general.

IV.- HACIA UNA VISIÓN INTEGRAL DE LA POLÍTICA TURÍSTICA DE LAS CIUDADES MONUMENTALES

De lo que hemos dicho hasta ahora se podrían desprender las conclusiones siguientes:

1ª Hay que comenzar admitiendo que la atracción turística de las ciudades monumentales no solamente está en crecimiento, sino que según todos los indicios y previsiones va a seguir en el medio plazo a un ritmo mayor que el actual.

2ª La gran capacidad de influencia que tiene la actividad turística sobre la economía, la sociedad y el espacio urbano, así como su complejidad y las fuertes externalidades que ambos, turismo y ciudad, liberan en su funcionamiento, obligan en ellos a un cuidadoso planeamiento y gestión.

3ª Dicho planeamiento y gestión, aunque por razones metodológicas e institucionales tenga en muchos casos que hacerse de forma separada, deberá de interactivarse, de manera que los resultados finales y las correspondientes políticas a aplicar, contemplen todos los aspectos en su conjunto, o al menos los más significativos en cada caso.

4ª Es por ello que la planificación y gestión de los recursos y productos turísticos, de las infraestructuras propias de esta actividad, de las generales y servicios públicos en que también se apoya y la de los flujos turísticos, así como la del desarrollo urbano, han de hacerse conjuntamente, creando cauces e instituciones para ello, capaces también de resolver las contradicciones y conflictos que puedan presentarse en este proceso. Los aspectos culturales, turísticos y de gestión urbana han de caminar conjuntamente si queremos optimizar los recursos.

5ª Los principios que conduzcan esta conjunción de las políticas urbana y turística deben estar regidos desde un punto de vista genérico, por la voluntad que mediante sus representantes y grupos de opinión e interés, manifieste la población sobre el futuro deseable para su propia ciudad, y más concretamente, por los principios de recuperación y sostenibilidad cultural y de bienestar social para sus habitantes.

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NOTAS

Enrique Torres Bernier es Profesor Titular del Departamento de Economía Aplicada – Política Económica de la Universidad de Málaga. Miembro fundador y del Consejo de Redacción de la Revista de Estudios Regionales, así como de la de Papers de Turisme y de Anales de Turismo. También ha desempeñado el cargo de Director Académico de la Escuela Oficial de Turismo de Andalucía durante cinco años, así como de Director del Master de Estudios Turísticos de la Universidad de Málaga.

[1] .- Aquí habría que contar con un índice capaz de cuantificar de algún modo el “grado de desarrollo urbano”, entendiendo este como la ordenación y desarrollo de los equipamientos y servicios públicos de la ciudad

[2] Para confirmar esto basta examinar los avances aplicados en monumentos como el Pilar de Zaragoza o el proyecto Catedral de Santa María.

[3] El problema reside en muchos casos en que esta política turística no puede articularse de modo efectivo sin contar con instancias “no turísticas”, es decir con otras administrsciones, normalmente relacionadas con la cultura o la planificación y gestión urbana.

[4] El caso de la reproducción de la Cueva de Altamira con su centro de interpretación adjunto es una buena prueba de ello.


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