LAS PINTURAS BLANCAS
DE PILAR Y CEIBITA BOYACÁ, COLOMBIA |
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JUDITH TRUJILLO TÉLLEZ Investigador GIPRI-Colombia judith_trujillo@hotmail.com Bogotá, octubre 2002 |
Mapa de Colombia y Ficha de localización de “Las Pinturas”, donde se muestra mapa de llegada, corte transversal del abrigo rocoso y una de las pinturas mas sobresalientes del mural.
Antecedentes
En 1970 inicia GIPRI sus investigaciones en el altiplano cundiboyacense. Sus primeros hallazgos y estudios corresponden a yacimientos con pinturas, principalmente de color rojo, en muchas de sus tonalidades. Estas primeras investigaciones luego dieron noticia de pinturas en otros colores, tales como el negro (municipios de Ramiriquí y Soacha), y naranja (Facatativá, Soacha, entre otros), que son comunes en otras regiones del país. De igual modo, con el registro sistemático de algunas otras zonas del altiplano se han venido encontrando otro tipo de manisfestaciones rupestres: petroglifos, talleres de herramientas, cúpulas y pinturas en blanco. Este es el caso del abrigo rocoso «Las Pinturas» de Pilar y Ceibita, en Sogamoso Boyacá que cuenta con un gran mural de pinturas en color blanco. Aunque «Las Pinturas» fue el primer yacimiento rupestre con este pigmento que conoció GIPRI (1989), luego pudo constatar la existencia de este tipo de pigmento en otros sitios: murales de Sáchica, Boyacá (1996); Machetá, Cundinamarca (2000); Tiribita, Cundinamarca (2001); Sutatausa, Cundinamarca (2002).
Aunque el abrigo de Pilar y Ceibita (Las Pinturas) ha venido siendo objeto de diversos denuncios, en ningún caso los investigadores se interesaron en hacer un levantamiento de la superficie total del mural. Los primeros datos en la historia parecen coincidir con el material publicado por Ghisletti (1954) en donde se incluye una foto de un sector del mural (pg. 24) y se clasifica como la piedra número 59: El Mortiñal, dentro de la lista de piedras pintadas que referencia el autor en su libro, relativas a las zonas de arte rupestre en el departamento de Boyacá. Inmediatamente después, es el investigador Silva Celis (1968) quien vuelve hacer referencia sobre el sitio dentro de sus investigaciones arqueológicas de Boyacá. Cabrera Ortiz (1969) muestra algunos de los trazos del mural en sus dibujos de la lámina 2 de su libro, describiendo únicamente su localización y el color del pigmento utilizado. Finalmente, Gabriel Camargo Pérez (1982), quien publica una serie de fotografías de la región de la laguna de Tota, incluyendo dentro de ellas, una fotografía con un fragmento del mural, y realiza la siguiente descripción:
«Estas «pinturas» como son llamadas en la fracción rural de «Saibita» (Sogamoso), sobre las estribaciones de la serranía que se extiende hacia la cuenca de Tota, con predominio de símbolos y figuras lacustres, son plena demostración del culto al agua, diosa de la fecundidad».
La referencia realizada por Camargo Pérez sirve para reforzar su hipótesis de la existencia de algunas culturas adoradoras del agua en dicha región.
Contando con estas pequeñas referencias, GIPRI encuentran el sitio exacto del abrigo y realiza el primer levantamiento sistemático del yacimiento en 1998. Este registro lo realiza como parte del modelo metodológico de registro y documentación del arte rupestre, en el marco de la Beca otorgada por el Ministerio de Cultura, en la modalidad de grupo. Los informes totales de este proceso, tanto del aspecto teórico-metodológico, como de los ejemplos en el sistema de registro y documentación de pinturas, grabados y eventos rupestres asociados (cúpulas, metates y talleres de artefactos), pueden ser solicitados para su lectura a la seccional de becas de esta institución.
Ficha de Esquema general del Yacimiento. Se muestran las diferentes caras del abrigo, y una versión que reconstruye el ambiente volumétrico del lugar. Fotografía de la vista general del abrigo.
Descripción del sitio
El abrigo rocoso se encuentra a 4 kilómetros del casco urbano del municipio de Sogamoso, hacia el oriente del mismo. Después de un ascenso por el camino usado por los campesinos para su llegada a las veredas Monquirá y Pilar y Ceibita, se accede al sitio por uno de los costados hacia la cornisa y el corredor donde se encuentra, en sus paredes, las pinturas.
Este sitio se ubica a 2720 metros sobre el nivel del mar. La vegetación del entorno se encuentra especialmente ubicada en la parte alta del yacimiento constituida por borracheros, hayuelos y ciros, vegetación nativa de la región. Se observan bosques de eucaliptos en los lados de las quebradas y pinos en las cimas y pendientes de algunas colinas, lo cual sin duda muestra que la zona fue severamente alterada y que se conserva muy poco de su vegetación nativa. El terreno de los alrededores del yacimiento es utilizado en minifundios y algunos sectores escarpados, para el pastoreo de ovejas.
La formación geológica pertenece al terciario (Formación Guaduas) y el yacimiento corresponde a sedimentos de ambiente lagunar y marino. Se encuentran areniscas y arcillolitas y conglomerados cuya consolidación es variable y baja. Al parecer las pinturas fueron realizadas por la técnica dactilar en la mayoría de los casos, sobre una superficie muy inestable, lo cual a hecho que en algunas partes del mural varios dibujos se encuentren en zonas de una mayor humectación produciendo desgastes y cambios al punto que algunas figuras que originalmente fueron blancas al alterarse adquieran colores amarillosos o cafés. Las bandas de la estructura sedimentaria del mural y el nivel de consolidación de cada una de éstas también influyen en el estado en que se encuentra la pintura, que por lo general, no se incorporó al sustrato, lo cual ha generado un grado alto de pérdida de la capa pictórica. Resulta sorprendente que se haya utilizado este yacimiento al tiempo que un pigmento que parece también igualmente inestable, en relación a superficies mucho más consolidadas y a pigmentos mas estables, como aquellos que tradicionalmente se usan en todo el territorio del altiplano y que se encuentran en óxidos ferrosos (rojo) en pinturas en los alrededores de este lugar. Incluso los campesinos de la zona recuerdan haber visto las figuras como mayor resolución; nitidez que ha venido desapareciendo, avance del deterioro del pigmento y del sustrato ,que según sus comentarios, hace pensar que la velocidad en la destrucción del sitio es alta. Desafortunadamente no existen estudios químicos sobre el pigmento, ni tampoco un monitoreo permanente sobre el lugar. No todas las zonas de este emplazamiento se encuentran afectadas del mismo modo, algunas cornisas y techos están relativamente protegidas de la humedad, del viento y del acceso humano, lo cual permite que ciertas formas se encuentren en relativo estado de conservación. Escurrimientos diversos en 45% que humectan la roca, fracturas de las bandas del sedimento, descamación y carbonatos en un 70% hacen que el mural haya sido afectado en la pérdida de su capa pictórica en un 60%. La presencia de material orgánico en el techo del yacimiento hace que la humedad no controlada fluya deteriorando una basta cantidad del total general de los 50 metros del yacimiento. Actualmente se realizan algunos trabajos de corrección fotográfica que han permitido, con diversos procedimientos, resaltar aun mas los pigmentos blancos desaturando los colores que se encuentran en fotogramas de alta resolución producidos en la expedición que origina este informe.
Conexiones culturales
La visita realizada en la semana santa de 1998, permitió observar, además del mural, el temor que le producía a los campesinos del lugar, el hecho de que los investigadores del equipo de GIPRI permanecieran bajo el abrigo, considerado sitio
Se observan algunos de los sectores del gran mural de Pilar y Ceibita. Algunas de sus estructuras formales son curiosamente análogas a aquellas que aparecen en pinturas y grabados en los departamentos de Huila, Tolima, Cundinamarca y Boyacá.
sagrado, aduciendo que se podría caer encima de nosotros por tratarse de un viernes santo. Además de estos temores es importante recordar que la zona de Sogamoso fue constituida por los Muiscas como un sitio de peregrinación, allí donde dejó uno de sus dioses civilizadores diversas enseñanzas (Bochica), incluso al dejar grabada su impronta en una roca, en el pueblo de Iza, muy cercano a este lugar, abriendo caminos en un ambiente sagrado aun desconocido. Historias míticas diversas debieron vivirse en la región, al punto que algunas fiestas coloniales, como la relativa a San Pascual Bailón, patrocinada por los franciscanos, ha permitido detectar estructuras estéticas en la novena a este santo, realizada en las veredas y por los campesinos, pues usan flores y festones de colores, que al regarse en el piso, forman figuras, algunas muy análogas a aquellas que se encuentran pintadas en rojo (figura del áliz), llamada por los campesinos La custodia, temas estéticos
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Diversos aspectos constituyen la importancia del gran mural de “Las Pinturas” en Pilar y Ceibita. En primer lugar se trata de uno de los primeros murales conocidos en donde el ejecutante utilizó un pigmento blanco. En segundo lugar, porque algunas de las estructuras estéticas expuestas en dicho mural tiene sugestivas recurrencias formales con aquellas que se han ubicado en otras regiones en pinturas y grabados. En la zona anexa del Pedregal y en la hacienda Vanegas se ubicaron no menos de 30 rocas más, algunas con murales de proporciones importantes.
Bibliografía
1969, CABRERA, Wenceslao. Monumentos rupestres de Colombia. Rev. Colombiana de Antropologia, Vol XIV, pg 79, Bogotá.
1982, CAMARGO, Pérez Gabriel. Tota: bendición de Nemqueteba. Defensa y salvación de un lago colombiano. Academia colombiana de historia y Sociedad geográfica de Colombia. Bogotá.
1999, GIPRI, Colombia. Modelo metodológico para registrar y documentar el arte rupestre de Colombia. Ministerio de Cultura, Becas Nacionales, Bogotá.
1954, GUISLETTI, Louis V. Los Mwiskas. Una gran civilización precolombina. Tomo II, MEN, Biblioteca de autores colombianos, Bogotá.
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