Publicación del Centro de Investigaciones Precolombinas (CIP) y Noticias de Antropología y Arqueología (NAyA)
Subsistencia en la Costa peruana durante el Precerámico tardío y el Período Inicial (3500-900 a.C.)
Publicación del Centro de Investigaciones Precolombinas (CIP) y Noticias de Antropología y Arqueología (NAyA)
Subsistencia en la Costa peruana durante el Precerámico tardío y el Período Inicial (3500-900 a.C.)
Durante mucho tiempo se sostuvo que las numerosas poblaciones que habitaban los grandes complejos arquitectónicos del área costera durante los inicios del período Formativo eran sostenidas por una subsistencia basada en la pesca y recolección eficiente de los abundantes recursos marinos que brinda esa área.
Este artículo presenta una crítica a esta postura a través de los trabajos de dos autores que revisan la evidencia propuesta por los defensores de la “hipótesis marítima” y postulan que esas sociedades sólo pudieron desarrollarse con una base agrícola fuerte complementada por los recursos del mar.
During a long time, it was argued that the numerous populations that inhabited the great architectonic complexes of the seaside area during the beginnings of the Formative Period, were supported by a subsistence based on fishing and efficient gathering of the abundant maritime resources.
A review of this position is showed through the papers of two authors who review the evidence proposed by the “maritime hypothesis” defenders. They postulate that those societies could only develop with a strong agricultural base complemented by maritime resources.
El período entre el 3.500 y el 900 a.C., que abarca las últimas fases precerámicas y el comienzo de utilización de la cerámica, es decisivo en la prehistoria de la Costa peruana. Es en este momento cuando comienzan a desarrollarse formas de organización social más complejas. El tamaño, complejidad y calidad arquitectónica de los sitios revela una sociedad sumamente organizada, con un manejo altamente controlado del trabajo. Acompañan el desarrollo de esta arquitectura monumental gran cantidad de textiles de fina calidad, calabazas, madera y huesos grabados y algunos objetos de arcilla cocida. En algunos sitios el tratamiento diferencial de los muertos sugiere algún tipo de estratificación social.
Entre el 3.500 y el 2.500 a.C., aproximadamente, se desarrollan numerosos asentamientos con arquitectura compleja que presentan montículos y plataformas de uso público. El Aspero, Bandurria, Culebras I y Huaca Prieta son complejos de este tipo.
Padron de asentamiento del sitio Bandurria
FUENTE: Arquitectura y Urbanismo en el Antiguo Perú,
de C. Williams Leon
En las formas más simples las viviendas se agrupan con independencia del montículo o plataforma que aparecen aislados a cierta distancia. Tal es el caso de Bandurria. Un segundo tipo, más complejo, está representado por Culebras I, en el que las obras de carácter público toman la forma de andenes donde se construyeron cuartos rectangulares hundidos con muros de piedra. La disposición de las obras se complementa con grandes terrazas. Finalmente, el tipo más complejo se presenta en sitios como El Aspero, un ejemplo de urbanismo temprano. El extenso poblado pudo contener entre mil y mil quinientas personas, ocupando un área de 13,2 hectáreas. Sus rasgos característicos son la planificación e integración de los montículos con las áreas de vivienda. El lugar aparece dividido en barrios, hay plazas, grandes andenes alineados y recintos rectangulares con viviendas. La extensión y complejidad del asentamiento indican la existencia de niveles elevados de organización social (Williams León 1981: 384-85).
Patrón de asentamiento de Sechín Alto FUENTE: Arquitectura y Urbanismo en el Antiguo Perú, de C. Williams Leon |
Reconstrucción hipotética de Las Haldas FUENTE: Arquitectura y Urbanismo en el Antiguo Perú, de C. Williams Leon |
Hacia el 2.000 a.C. se incrementaron notablemente la población costera y los asentamientos[1]. Todas las aldeas tienen planta compleja y arquitectura pública de proporciones. Entre los sitios contemporáneos se destacan Tank Site, Río Seco y Asia, pero sin duda El Paraíso (ubicado en la desembocadura del río Chillón), fue el más grande y complejo de todos. Abarca unas 60 hectáreas y tenía una población aproximada de mil individuos. Comprende catorce montículos y plataformas de entre tres y seis metros de altura que encierran un patio, distribuidos en forma de U con los brazos ocupados por viviendas, el patio libre para el cultivo y un edificio para culto en el fondo de la U. Este patrón temprano en forma de U constituye la base para el posterior desarrollo de los templos característicos del Período Inicial (Williams León 1981: 419)[2].
Desde 1.500 a 500 a.C. constituyen los principales monumentos que dominaron la Costa peruana. Estos complejos se caracterizan por su gran tamaño y la disposición en forma de U de sus plataformas, edificios y plazas. Sitios como Las Haldas (200 ha), Sechín Alto (300 ha), La Florida (10 ha) y Garagay (9 ha), poseen este patrón característico.
Reconstrucción hipotética del sitio de Garagay
FUENTE: Arquitectura y Urbanismo en el Antiguo Perú,
de C. Williams Leon
Si bien existe consenso general respecto de la necesidad de una mano de obra altamente organizada para la construcción del tipo de obras citadas, hay discrepancia en relación al tipo de subsistencia que mantenía a estas primeras sociedades complejas, particularmente durante el Precerámico tardío.
La regla general sostiene que es necesario una base agrícola altamente productiva para el desarrollo de la complejidad. Sin embargo, varios autores (Lanning 1967; Moseley 1972, 1975; Feldman 1978) argumentan que el surgimiento de esos grandes complejos fue sostenido por una subsistencia basada esencialmente en la pesca y recolección eficiente de los abundantes recursos marinos que brinda la costa. Durante varios años se pensó que esta región constituía una excepción a la regla. Sin embargo, más recientemente, autores como Wilson (1981) y Raymond (1981) han criticado el supuesto anterior y mediante diferentes tipos de evidencias sostienen que esas sociedades sólo pudieron desarrollarse con una base agrícola fuerte, complementada con los recursos del mar.
En este trabajo se confrontarán estas ideas sobre la subsistencia en la Costa durante el Precerámico tardío y el Período Inicial. Tomaremos como representante de la “hipótesis marítima” el artículo de Moseley (1972) y evaluaremos las críticas a través de los análisis de Raymond (1981) y Wilson (1981).
Planta del sitio El Paraíso FUENTE: Arquitectura y Urbanismo en el Antiguo Perú, de C. Williams Leon |
Croquis del sitio El Aspero FUENTE: Arquitectura y Urbanismo en el Antiguo Perú, de C. Williams Leon |
La corriente de Humboldt es una corriente fría que sube en dirección norte cercana a la costa desde Valparaíso (Chile) hasta Cabo Blanco (Perú). Allí dobla en dirección oeste y se pierde en la Corriente Ecuatorial. Debido a su baja salinidad y temperatura fría, las condiciones son altamente favorables para la producción y retención de oxígeno pudiendo sustentar, de esta manera, una abundante vida animal y vegetal. La corriente indudablemente debió haber provisto una fuente potencial de recursos de extrema importancia para el hombre. Hay al menos 225 especies diferentes de peces y varias especies de aves que se alimentan de ellas. La corriente también trae vertebrados antárticos y subantárticos como pingüinos, leones marinos, elefantes marinos y focas. Además de las aves, peces y mamíferos la corriente provee grandes cantidades de crustáceos y otros invertebrados (mejillones, ostras, cangrejos, erizos de mar). En resumen, los recursos marinos disponibles a lo largo de la costa son peces, aves, sus huevos, mamíferos marinos y crustáceos. La temperatura uniforme de la corriente resulta en una disponibilidad permanente de los recursos que sustenta (Parsons 1970: 292-293-294).
Hay un fenómeno extremadamente importante que trastorna el equilibrio normal de la Corriente de Humboldt: la contracorriente de El Niño. El Niño es una corriente de aguas cálidas que se origina en el Golfo de Guayaquil (Ecuador) y se dirige hacia el sur a lo largo de la costa peruana hasta Paita, durante diciembre. Con la presencia de El Niño la temperatura del agua aumenta varios grados y los peces y aves tropicales migran un poco más hacia el sur. Aproximadamente cada 7 u 8 años la contracorriente se extiende más al sur de lo usual alcanzando Trujillo y sus efectos son más pronunciados. Pero la gran importancia de este fenómeno es que una vez cada 25-40 años, parte de la Contracorriente Ecuatorial se une a El Niño, creando otra muy fuerte que invade la de Humboldt y lleva grandes masas de aguas cálidas hasta Pisco (sur de Perú). De esta forma ocurre un abrupto cambio de temperatura con efectos catastróficos sobre el equilibrio normal de la Corriente de Humboldt. El plancton muere en la superficie o permanece muy abajo en las aguas frías más profundas. Las poblaciones normales de peces mueren o dejan el área causando que cientos de aves marinas se debiliten por la falta de alimento y sucumban a enfermedades pulmonares infecciosas. Además, aquellas que migran se ven obligadas a dejar sus huevos o sus pichones que también mueren (Parsons 1970; Moore 1991).
A menudo, asociado con El Niño, aparece el “aguaje”. Enormes cantidades de plancton mueren debido a un aumento de la temperatura del agua provocando la descomposición de grandes masas de pequeños organismos afectados y la producción de sulfuro de hidrógeno y otros gases nocivos, haciendo el área tóxica para la vida. Aunque tanto el “aguaje” como El Niño no son comunes en la Costa peruana, producen efectos devastadores en la abundancia anual usual de recursos marinos al menos una vez en cada generación humana (Parsons 1970; Wilson 1981).
La Costa peruana puede ser dividida en tres zonas ambientales distintas: el desierto, los valles fluviales y las lomas (Parsons 1970; Feidel 1996).
El desierto se extiende a lo largo de la costa del Océano Pacífico en una faja de 25/40 km de ancho. Está cruzado cada 15 a 50 km por valles fluviales cuyas aguas desembocan en el mar. Es un área árida y desolada bordeada por dunas a lo largo de la playa y colinas bajas hacia el este en la base de los Andes. Es prácticamente una zona sin lluvias. Normalmente hay una falta completa de vegetación, la existente consiste en cactus y tillanosia. Esta zona nunca ha sido explotada efectivamente por el hombre prehistórico.
Hay alrededor de cuarenta valles fluviales separados unos de otros por fajas áridas de desierto. Los valles varían en tamaño y cantidad de flujo de agua, pero generalmente tienen largos y angostos cuellos con amplias planicies aluviales cerca de la costa. Sólo 10 ó 12 de los ríos constituyen corrientes permanentes y alcanzan el mar durante todo el año. Los otros poseen flujos estacionales restringidos al período entre diciembre y marzo. Cada valle es topográficamente diferente. Algunos tienen un canal angosto y profundo con riberas empinadas y abruptas. Otros poseen márgenes amplias y chatas donde las inundaciones periódicas producen vegetación de monte con arbustos y pequeños árboles. Conejos, zorros y ciervos pueden encontrarse en las márgenes de estos ríos. La zona costera de los valles ha sido siempre el principal nicho para la habitación del hombre en la costa. Las provisiones de agua fresca esenciales para la existencia humana eran rápidamente disponibles. Los estuarios de algunos de los ríos contienen camarones que pueden ser recolectados fácilmente y en momentos de inundaciones algunas especies de peces tienden a congregarse en sus bocas. Madera para la construcción o para carbón puede encontrarse a lo largo de los ríos donde ciertas frutas comestibles, vainas y raíces también pueden ser recolectadas.
En un área de 3 a 5 km. de ancho paralela a la ribera la napa freática está usualmente a 1-3 m. de la superficie. Este hecho es doblemente importante, primero como fuente de agua potable y segundo como la base para el cultivo en mahamaes o pukios donde la superficie de cultivo es excavada un metro o más bajo el nivel del suelo para aprovechar la humedad alimentada por la cercanía de las aguas subterráneas. Con la superficie de cultivo bajada a esa profundidad, el agua subterránea proveía suficiente humedad como para cultivar maíz, porotos, calabazas y algodón sin otro control adicional de la misma.
En elevaciones de entre 250 y 800 metros se forma un espeso banco de neblina debido a la acción de los vientos costeros. Estos bancos de neblina alcanzan su mayor desarrollo entre mayo y octubre. En los cerros, tierra adentro, donde hacen contacto con los bancos de neblina, la condensación de humedad es suficiente para sostener vegetación. Las áreas donde se forma esta vegetación característica son conocidas como lomas. La extensión de la vegetación de las lomas varía de año en año dependiendo de la cantidad de humedad de los bancos de neblina. La vegetación sólo está presente por algunos meses y luego el área se transforma en desierto nuevamente. Esta zona probablemente no constituyó una fuente potencial de recursos confiables año tras año para los habitantes de la costa.
El argumento principal de la hipótesis marítima sostiene que los recursos marinos proveen alimento abundante, localizado y continuo que sostuvo el desarrollo de las so-ciedades complejas del Precerámico tardío (Lanning 1967; Moseley 1972, 1975; Feldman 1978)
La hipótesis terrestre sostiene que los recursos marinos son poco confiables, poco abundantes y poseen nutrientes insuficientes para mantener las poblaciones costeras. De acuerdo con este punto de vista, los recursos terrestres, en especial los cultivados, deben haber jugado el rol central en el desarrollo de las sociedades complejas del litoral peruano (Raymond 1981; Wilson 1981).
Moseley sostiene que en un lapso de 1500 años, las sociedades de la costa peruana sufrieron un gran cambio económico. Se reemplazó el modo de vida cazador-recolector por la pesca y la recolección costera, los cuales a su vez fueron reemplazados por el cultivo. Esto ocurrió entre el 3000 y el 1500 a.C. (Moseley 1972: 25).
Moseley analiza estos cambios en el área de Ancón-Chillón (costa central)[3]. Aquí se encuentran cinco complejos de recursos que fueron explotados intensivamente durante el período de cambio económico: el río, el desierto, las lomas, el litoral arenoso y el litoral rocoso. De acuerdo con Moseley (1972: 27-28) de los cinco complejos de recursos las zonas litorales tienen la biomasa más rica y diversa y más fácilmente explotable. En comparación las lomas y los ríos tienen una flora y fauna moderada pero también fácilmente explotable. El desierto posee la biomasa más pobre pero esta zona es de gran potencial cuando puede ser cultivada. Sin embargo los prerrequisitos tecnológicos para el cultivo son considerables. Primero, son necesarias plantas cultivables y éstas no estaban disponibles localmente. Segundo, el cultivo del desierto demanda un sistema de manejo del agua con largos canales de irrigación implicando un gran esfuerzo de trabajo. Por lo tanto, el ambiente económico varía de zonas con recursos abundantes y fácilmente explotables a zonas de gran potencial pero que demandan una tecnología sofisticada y una gran inversión de trabajo.
Este período de rápido cambio económico abarca tres unidades de tiempo arqueológicas: el final del Estadio Lítico (que culmina en el 2500 a.C.), todo el Estadio Precerámico Algodonero (2500-1750 a.C.) y la primera parte del Período Inicial (que comienza en el 1750 a.C.). (Moseley 1972: 28-29).
La evidencia arqueológica que el autor propone para el período de cambio económico acelerado es la siguiente: la fase Encanto es la última del Estadio Lítico. En los sitios Encanto excavados en el área de Ancón-Chillón se observa la presencia de gran cantidad de restos de recursos marinos, algunos restos de camélidos, semillas de plantas provenientes de las lomas y pocas piezas de calabaza, las cuales atestiguan la presencia de plantas cultivadas al final del Estadio Lítico pero, según Moseley (1972: 30) son de importancia secundaria. La gran cantidad de recursos marinos hallados contrasta con la tecnología encontrada, que es indicativa de caza y no de pesca.
El Estadio Precerámico Algodonero está marcado por la introducción del algodón. Los sitios pertenecientes a este Estadio presentan las siguientes características:
· Se observa un crecimiento en el tamaño de los sitios. Al comienzo del Estadio los sitios son pequeños, cubriendo unos pocos cientos de metros cuadrados. Al final del Estadio constituyen grandes asentamientos que cubren varias hectáreas.
· Se pasa de una distribución esporádica de sitios pequeños a lo largo de la costa a grandes asentamientos situados regularmente a aproximadamente 10 km. unos de otros.
· Los sitios de las fases tempranas del Precerámico Algodonero revelan algunos aspectos importantes. Primero, no hubo transferencia de la tecnología cazadora-recolectora de la fase Encanto ni dependencia en recursos de las lomas. Hubo una ruptura completa con los patrones más tempranos de subsistencia. Segundo, dos de los asentamientos muestran patrones de subsistencia altamente especializados, uno manifestando un foco casi exclusivo en recursos del litoral arenoso y el otro en el litoral rocoso. Tercero, el contenido de vegetales de estos sitios tempranos indica un crecimiento en el número de plantas cultivadas. “Aunque eran de importancia secundaria, la cantidad y tipos de plantas en uso era mucho mayor que aquellas de la fase Encanto” (Moseley 1972: 31).
· En las fases medias y tardías continúan siendo ocupados los mismos sitios de las fases tempranas. Calabaza, algodón, pimientos, guava y lúcuma estaban en amplio uso al final del Estadio, sin embargo, estos recursos eran de importancia secundaria ya que ninguno era adecuado para servir como producto agrícola principal -agricultural staple- (Moseley 1972: 32).
A partir del Período Inicial se observa un cambio en la ubicación de los sitios que dejan la costa para ubicarse en los valles fluviales. Aparecen grandes centros ceremoniales presumiblemente construidos y mantenidos por grandes poblaciones que residían en las vecindades. Continúa el consumo de recursos marinos aunque ahora la agricultura es de gran importancia en la dieta. La mayor confianza en plantas cultivadas se correlaciona con el cambio de la residencia tierra adentro. La agricultura debe haber constituido la única base económica viable para mantener las grandes poblaciones de los valles interiores, desplazando la pesca y recolección marina y constituyéndose en la actividad económica más importante (Moseley 1972: 32-33).
En resumen, el registro arqueológico muestra que los habitantes del área de Ancón Chillón sobrellevaron un rápido cambio en la subsistencia. La caza y recolección fue reemplazada por la pesca y a su vez esta última fue reemplazada por el cultivo. Cada uno de estos cambios fue precedido por un aumento gradual en la dependencia de productos que iban a asumir primacía en el Estadio posterior. Así, la población de Encanto explotó recursos marinos aunque continuaron con la caza y la recolección. De manera similar, las plantas cultivadas fueron importantes en el Estadio Precerámico Algodonero aunque la actividad fundamental era la pesca. Por último, cada cambio en los patrones de subsistencia coincidió con un cambio sustancial en el patrón de asentamiento.
En base a la evidencia presentada analiza los cambios en la subsistencia a partir de lo que él denomina como “logística de subsistencia”, la forma de poner en contacto los recursos con los consumidores (Moseley 1972: 33).
Durante la fase Encanto, tanto las lomas como el litoral proporcionaron los recursos necesarios a la población. Los sitios de esta fase se hallan en puntos equidistantes entre las lomas y el mar para tener los dos complejos de recursos a distancias igualmente accesibles (Moseley 1972: 35).
Al comienzo del Estadio Precerámico Algodonero cesó la explotación de las lomas y adquirieron primacía los recursos marinos. Además se utilizaron plantas silvestres y cultivadas. Los recursos marinos abundantes, localizados y perennes permitieron una forma de vida sedentaria, altas densidades de población y la construcción de grandes asentamientos costeros. Las plantas cultivadas tuvieron mayor importancia en los sitios donde sus habitantes podían dedicarse tanto a la pesca y recolección marina como a la agricultura. Esto fue posible por ejemplo en la desembocadura del río Chillón donde se podían utilizar los dos complejos de recursos[4]. (Moseley 1972: 40).
A partir del Período Inicial, la economía marina siguió manteniéndose aunque parte de la población comenzó a trasladarse tierra adentro. Este cambio se produjo debido al desarrollo de la irrigación por canales y la apertura de tierras desérticas al cultivo. Los habitantes de la costa continuaron residiendo en grandes comunidades sedentarias. La población del interior vivió en pequeñas aldeas aunque también se desarrollaron grandes centros capaces de mover los bienes de subsistencia hacia esas localidades centralizadas (Moseley 1972: 43).
Para explicar por qué ocurrieron estos cambios en la subsistencia de la Costa peruana, elabora un modelo que propone como causa última del cambio el aumento de población.
Parte de dos supuestos:
· Una población crece hasta alcanzar los límites de su provisión de alimentos.
· Un recurso nuevo debe integrarse a la economía si produce un aumento de población que excede la capacidad de sustento de la economía tradicional.
Es decir, estos dos supuestos implican que un nuevo recurso conducirá a un cambio en la subsistencia siempre y cuando su explotación se vea acompañada por un crecimiento de la población que no pueda ser absorbido por la economía tradicional (Moseley 1972: 47).
Con relación a la evidencia arqueológica sostiene que es evidente que desde la fase Encanto los cazadores-recolectores explotaban recursos marinos. Este hecho puede explicarse suponiendo que un segmento de la población creció y superó la capacidad de sustento de las lomas. Este excedente de población no se dedicó en tiempo completo a la pesca sino que trató de acomodarse al patrón de subsistencia existente. Esto pudo haber tenido dos consecuencias: primero, retardar el crecimiento de una población dedicada exclusivamente a los recursos marinos y segundo, recargar las lomas con un exceso de población. Entonces, si la población en las lomas era excesiva y sus recursos se sobreexplotaban, esto pudo haber conducido al abandono de las lomas y al desarrollo de la pesca a tiempo completo.
Un proceso similar de cambio puede proponerse para la aparición del cultivo intensivo. Cuando el crecimiento de la población superó la capacidad de sustento de los recursos marinos, la agricultura absorbió las necesidades de la población en aumento, en especial gracias al desarrollo de canales de riego que permitieron cultivar el desierto (Moseley 1972: 47).
Varios son los problemas que presenta el trabajo de Moseley. En primer lugar, al mencionar los cinco complejos de recursos disponibles sugiere que el río sólo provee recursos silvestres y que la agricultura por inundación aparece en momentos tardíos. Sin embargo, como lo han reconocido algunos autores (Parsons 1968; Parsons 1970) el cultivo a través del sistema de mahamaes ha sido utilizado desde tiempos tempranos aprovechando la cercanía de la napa freática en la ribera de los ríos.
Otro problema surge al considerar la importancia de los recursos marinos. Tanto para la fase Encanto como para el Estadio Precerámico Algodonero infiere su mayor importancia en base a la cantidad de restos que aparecen, asumiendo que hay una relación directa entre mayor número e importancia económica.
Dos cuestionamientos pueden plantearse. En primer lugar, hay que tomar en consideración la posibilidad de preservación de los restos vegetales en la zona estudiada. La mayor cantidad de recursos marinos que aparecen en los sitios puede deberse a un fenómeno de preservación diferencial y no, como es asumido, a un mayor consumo de los mismos. En segundo lugar, aún si la cantidad de recursos marinos es mayor, sería necesario calcular el aporte calórico de estos recursos ya que mayor cantidad no implica necesariamente una dieta adecuada para la población.
Ninguna de estas dos cuestiones, que serán retomadas en los análisis de Raymond (1981) y Wilson (1981), parecen ser tenidas en cuenta por Moseley al analizar la evidencia.
Finalmente, cuestionamos la “súbita” aparición de la agricultura que se produce cuando la población se traslada tierra adentro y comienza a construir canales de riego durante el Período Inicial.
Si bien Moseley reconoce que en períodos anteriores se practicaba el cultivo, la gran expansión agrícola parece haber ocurrido de repente y sin mayores antecedentes en el área. Consideramos que una actividad de importancia tal como la agricultura no puede surgir de repente sino que conlleva un largo proceso que conduce a ella. El desarrollo y las características particulares de este proceso no son reconocidas por él, que minimiza su importancia en los períodos anteriores en favor de una economía marina.
Por otra parte, sostiene que a partir del Período Inicial la población se traslada tierra adentro y comienzan a aparecer grandes centros ceremoniales presumiblemente construidos y mantenidos por poblaciones de gran tamaño que residían en las vecindades. Sugiere que la agricultura debe haber constituido la única base económica viable para mantener las grandes poblaciones de los valles interiores. Como las poblaciones interiores eran aparentemente más grandes que las costeras puede considerarse que el cultivo desplazó a la pesca como la actividad económica más significativa (Moseley 1972: 33).
Entre los centros ceremoniales del Período Inicial que se ubican en los valles interiores del área estudiada por Moseley pueden mencionarse La Florida, Garagay y Mina Perdida de 10, 9 y 7 ha respectivamente (Fung Pineda 1988: 90).
Si seguimos el razonamiento de Moseley que sostiene que fue necesaria una gran cantidad de población para construirlos y que esa población sólo podía ser sustentada por una base agrícola fuerte, nos preguntamos por qué un asentamiento de uso ceremonial del Precerámico tardío como El Paraíso (de 60 ha), pudo ser construido y mantenido por una población que basaba su subsistencia en recursos marinos y que presumiblemente debería ser mayor que la de los valles interiores en tanto este asentamiento es mucho más grande que los mencionados en primer lugar.
Esto nos lleva también a replantear el crecimiento demográfico como una causa única del cambio económico. Si bien está más allá de este trabajo evaluar la eficacia de los modelos unicausales o multicausales, sin duda consideramos que el cambio en una actividad básica como la subsistencia debe haber estado influenciado por múltiples variables interrelacionadas, una de las cuales debe haber sido el aumento demográfico aunque no la única o la más importante.
A continuación evaluaremos las críticas hechas por Raymond (1981) y Wilson (1981) a la hipótesis marítima.
Como mostramos en la sección anterior el modelo de Moseley (1972) presenta varios problemas. Estos son recogidos y compartidos por autores como Raymond y Wilson.
Si bien Moseley no descarta la importancia del cultivo, sostiene que sitios como El Paraíso, El Aspero o Río Seco del Precerámico tardío, basaron su subsistencia en recursos marinos y que el cultivo como forma de subsistencia principal se dio posteriormente.
El principal cuestionamiento de los defensores de la hipótesis terrestre es que los recursos marinos por sí solos no proveen los valores calóricos y protéicos necesarios y no pueden mantener los numerosos individuos que vivían en esos grandes asentamientos.
Raymond (1981) examina en su trabajo los tres puntos básicos que sustentan la hipótesis marítima.
Estos son:
1. Los contenidos de los basurales de sitios del Precerámico tardío atestiguan la importancia primaria de los recursos marinos.
2. La evidencia de actividad agrícola es insignificante.
3. La distribución de los sitios del Precerámico tardío es indicativa de una base económica marina (la proximidad de los sitios a los recursos marinos y su distancia de la tierra cultivable y otros recursos terrestres es usado para apoyar la idea anterior).
Un presupuesto implícito es que estos sitios y sus contenidos están libres de cualquier sesgo significativo de preservación (Raymond 1981: 807).
En primer término Raymond calculó las calorías y el peso de carne (meat weight) representadas por el total de recursos marinos que aparecieron en los cinco sitios más importantes del Precerámico Algodonero en el área de Ancón-Chillón (Tank Site, Punta Grande, Pampa, Banco Verde, Camino). En base a los cálculos anteriores estimó que durante el final del Precerámico Algodonero, momento en que se desarrolló la arquitectura monumental, los recursos marinos podían sustentar un promedio de 26.3 individuos por año (Raymond 1981: 809).
Por otra parte, estimó el porcentaje de la dieta que proviene de los recursos marinos llegando a la conclusión que los mismos no representan más del 3.3% de la dieta (Raymond 1981: 811).
Los recursos vegetales, teniendo en cuenta los cálculos antes descriptos, deberían aportar más del 95% de la dieta. Si bien los recursos vegetales silvestres ubicados en los valles fluviales constituyen una base rica para la población, el autor reconoce que con los datos existentes no es posible calcular exactamente que especies había, estimar su abundancia relativa y especificar su contribución a la dieta. Sin embargo, sostiene que es improbable que el déficit de calorías haya sido compensado solamente a través de la recolección de plantas silvestres (Raymond 1981: 813).
Entonces, si no había una fuerte confianza en la agricultura, ¿cómo sobrevivían los habitantes del área de Ancón-Chillón? De acuerdo con Raymond (1981: 813), la inferencia que sostiene que la agricultura fue de importancia mínima durante el Precerámico Algodonero está basada en la idea de que no había cultivos básicos o de subsistencia (staple crops) (Moseley 1972: 32).
Esta conclusión descansa en dos supuestos:
La noción de que el maíz era un cultivo básico en el antiguo Perú se basa en la creencia común de que cualquier civilización del Nuevo Mundo dependía de este cultivo como principal fuente de calorías. Sin embargo, además del maíz hay otros cultivos básicos presentes en sitios tempranos de la costa peruana. Los tubérculos (batata, achira, jicama, yuca) pueden alcanzar o exceder al maíz en producción calórica por hectárea. Si el cultivo básico durante el Precerámico Algodonero eran los tubérculos, esto ayuda a explicar la baja frecuencia de restos vegetales en los basurales. Si los restos vegetales en general aparecen en mucha menor cantidad en relación a huesos y conchas, los restos de tubérculos aparecen en cantidades mucho menores en tanto son consumidos completamente (Raymond 1981: 814). De acuerdo con el autor (1981: 814) se ha estimado (Engel 1967) que 240 ha en las cercanías de El Paraíso podían ser cultivadas con técnicas de manejo del agua muy simples. Asumiendo que el área de cultivo podía ser extendida usando las zonas de las planicies aluviales a través de una agricultura por inundación, la producción era suficiente para proveer las calorías anuales necesarias a los habitantes de El Paraíso (mil individuos aproximadamente) (Raymond 1981: 815).
Por último, Raymond analiza el patrón de asentamiento de los sitios del Precerámico Tardío, concluyendo, a diferencia de Moseley (1972), que éste refleja una ubicación relacionada con la producción agrícola.
Basado en el presupuesto de que las poblaciones tienden a vivir cerca de sus recursos principales, Moseley (1972) ha interpretado el patrón de asentamiento como evidencia de una economía marina. La mayoría de los sitios tempranos están situados a pocos cientos de metros de la costa y algunos se sitúan incluso a varios kilómetros del valle fluvial más cercano.
Los sitios del Precerámico tardío yacen a lo largo de la faja costera entre el valle de Chicama y el valle de Omas (8º-13º Sur).
Raymond argumenta que hay una correspondencia cercana entre las variaciones en el paisaje terrestre y la distribución de los sitios.
La sección de la costa entre el valle de Chicama y el valle de Omas donde los asentamientos han sido encontrados coincide casi exactamente con la parte que no tiene planicie costera. Compuesta de sedimentos aluviales presumiblemente del Terciario, la planicie costera comienza en el límite con Ecuador, alcanza su ancho máximo en Punta Aguja y termina en el valle del Virú. De este valle hasta el valle del Cañete, las estribaciones de los Andes alcanzan la costa. En Cañete la planicie aparece nuevamente y continúa hacia el sur.
Desde el punto de vista del asentamiento humano el aspecto más importante de la planicie costera es su efecto en la hidrología de los diferentes valles fluviales que son la fuente de los sistemas de irrigación. Al sur de Cañete los ríos tienen valles angostos y abruptos con planicies aluviales pobremente desarrolladas. Si la agricultura por inundación era un aspecto económico importante del Precerámico Tardío, es entendible que no haya grandes sitios en esta parte del sur de la costa. Al norte del Virú hay varios valles fluviales con amplias secciones de tierra irrigable. En esta región donde la planicie costera es ancha pero relativamente baja, las planicies aluviales comienzan a ensancharse a lo largo del curso medio de los ríos y las partes mejor irrigadas están a menudo a buena distancia de la costa. Esta evidencia sugiere que los agricultores tempranos debieron asentarse tierra adentro y no cerca de la costa. La única sección del litoral donde puede esperarse que los agricultores se hayan asentado cerca de la costa es la faja entre Virú y Cañete donde las condiciones orográficas favorecen el desarrollo de grandes planicies aluviales en la boca de los ríos (Raymond 1981: 816-817).
En resumen, puede decirse que la revisión de la evidencia que sustenta la hipótesis marítima no ha soportado el escrutinio. Los contenidos de los basurales, cuando se los examina cuantitativamente, no apoyan la conclusión de que las grandes poblaciones sedentarias eran mantenidas por recursos marinos. Esto sugiere que en la costa del Perú, las conchas y restos óseos debido a que se preservan bien dan una impresión errónea de su importancia en la dieta. Los datos indican que mayor cantidad de población puede ser mantenida por la agricultura que por la explotación de recursos marinos. En relación a las localizaciones de los asentamientos, a primera vista parece que brindan evidencia poderosa a favor de una subsistencia marina. Pero cuando se los examina en relación a la totalidad de la Costa y a la distribución de tierra inundable, el patrón de asentamiento parece favorecer la agricultura (Raymond 1981: 818-819).
Es importante destacar que a pesar de la importancia primordial que asigna Raymond a la producción agrícola, no descarta la pesca y recolección marina como un aporte complementario en la dieta.
Sostiene que mientras que la pesca probablemente nunca fue el aspecto principal esas economías, fue un ingrediente crítico y sin duda significativo en el desarrollo de la civilización costera. Junto con una economía agraria debe haber contribuido con una importante cantidad de recursos ricos en proteínas y otros nutrientes para complementar los recursos vegetales (Raymond 1981:819).
Wilson propone analizar tres conjuntos de datos para evaluar la importancia relativa de la hipótesis marítima y terrestre:
· Estudios ecológicos de los ambientes marino y terrestre.
· Estudios etnográficos en las aldeas de pescadores.
· Estudios arqueológicos de sitios costeros del Precerámico Tardío y del Período Inicial (Wilson 1981).
En primer lugar enfatiza un aspecto del ecosistema costero que ya ha sido descripto en este trabajo. Destaca la importancia de El Niño y el “aguaje” como fenómenos que introducen perturbaciones y destruyen la productividad alta y estable de la Corriente de Humboldt que brinda abundantes recursos a las poblaciones costeras.
Una vez considerado este aspecto del ecosistema costero, que en cierta forma debilita la hipótesis marítima, realiza cálculos de la capacidad de sustento (carryng capacity) de los recursos marinos y de la agricultura de maíz.
Asume la existencia de cultivo de maíz desde el Precerámico tardío en base a la evidencia del mismo en sitios como Las Haldas, Culebras I y Huarmey I y sostiene que a pesar de la existencia de otros cultivos, el maíz constituye el mayor porcentaje de ingreso dietético comparado con cualquier otro cultivo (Wilson 1981: 101).
En función de los cálculos realizados, afirma que la capacidad de sustento de la pesca en el área de Ancón-Chillón es de 400 personas. Este número es mucho menor que el cálculo poblacional mínimo realizado por Moseley (1975) para el área, donde estima alrededor de 2400 habitantes. Es decir que 2000 de los 2400 habitantes sugeridos como población mínima requirieron de otra alternativa de subsistencia diferente al sistema marino. Alrededor del 80% de la población debió confiar en la agricultura para su subsistencia (Wilson 1981: 105).
Resultados similares se obtuvieron en relación a la capacidad de sustento de los bancos de mariscos, concluyendo que no podían sustentar poblaciones considerables (Wilson 1981: 106). La capacidad de sustento de la agricultura temprana de maíz es de 50 personas/km2. Usando la estimación de población de Moseley (1975) para Ancón Chillón, las 2000 personas no mantenidas por la economía marítima habrían necesitado 40 km2 de tierra cultivable para su subsistencia. Este número representa el 33% de la tierra actualmente en cultivo en el valle del Chillón (Wilson 1981: 107).
Como puede observarse la capacidad de sustento de la agricultura de maíz es mucho mayor que la de los recursos marinos pudiendo alimentar en forma suficiente a la población existente en el área.
Respecto de los datos etnográficos, sostiene que los estudios realizados entre comunidades de pescadores muestran que las comunidades con una subsistencia marina exclusiva no superan a los 12-50 individuos. Si bien estos datos etnográficos por sí solos no necesariamente indican que la adaptación marina prehistórica era limitada, combinada con el análisis antes realizado muestra que la hipótesis marítima es poco sostenible (Wilson 1981: 108).
Finalmente Wilson analiza cuáles podrían haber sido las probables respuestas adaptativas de una economía marítima frente a los períodos de desestabilización productiva causada por El Niño y el “aguaje”. Estas respuestas son:
· Almacenaje de productos marinos
· Cambio temporario a recursos alternativos.
· Migración de la costa.
· Expansión del área de pesca.
· Mecanismos de limitación de la población.
· Desarrollo de una economía mixta marítima-agrícola.
En primer lugar no hay evidencias arqueológicas que indiquen que se hayan desarrollado técnicas de almacenaje de productos marinos. Por otra parte, cualquier otro recurso alternativo a la pesca (aves, bancos de mariscos, etc.) también se ven afectados por los efectos de la corriente y parece improbable que hayan constituido una alternativa adecuada como fuente de alimentos. Del mismo modo también parece improbable que los grupos normalmente adaptados a la pesca año tras año puedan de repente migrar a una zona diferente y adaptarse a nuevas formas de obtención de recursos (Wilson 1981: 113).
Otra posible respuesta adaptativa sería expandir el área de pesca extendiendo el área de la costa usada o a través de embarcaciones que permitan internarse mar adentro hacia las mayores concentraciones de peces. De acuerdo con Wilson (1981: 114) la presencia de otros grupos adyacentes dificulta el desarrollo de la primera opción y en relación a la segunda no hay evidencia arqueológica que indique que algún tipo de embarcación haya sido utilizada en épocas tempranas.
Entonces, las respuestas adaptativas más probables parecen ser los mecanismos de limitación de la población o el desarrollo de una subsistencia mixta basada principalmente en la agricultura. El sistema agrícola también estaba sujeto a factores limitantes como la cantidad y disponibilidad estacional de agua, la cantidad de tierra cultivable, la salinización, etcétera. Pero estaba claramente mucho menos limitado que el sistema marítimo.
Los grupos marítimos, teniendo en cuenta la capacidad de sustento de los recursos marinos y los efectos de El Niño, debieron haberse mantenido en bajas densidades, a través de mecanismos como el infanticidio, la prolongación de la lactancia, el retraso en la edad del matrimonio, entre otras determinaciones. Si bien estos mecanismos de control de la población no pueden verse directamente en el registro arqueológico, pueden ser inferidos a partir de números bajos de población y pequeños asentamientos ampliamente separados. Estas son las características que presentan los sitios marítimos de la Costa peruana. Si la Corriente de Humboldt brindara siempre altos niveles de productividad, podría esperarse la aparición de sociedades complejas antes de la introducción del cultivo. Sin embargo, la alta productividad continua no es el caso de la Costa. Por lo tanto, la adopción de una subsistencia mixta, basada principalmente en la agricultura y con un apoyo secundario en productos marinos configura el contexto adecuado para el surgimiento de las sociedades complejas en esta región (Wilson 1981: 114).
Como puede observarse, tanto Raymond como Wilson, mediante el análisis de diferentes tipos de datos, proveen evidencia adecuada a favor de una base agrícola como forma de subsistencia de las primeras sociedades complejas.
Creemos además, que la realización de otro tipo de estudios como análisis de dieta e indicadores bioarqueológicos, podrían brindar información complementaria como una vía de análisis independiente para contrastar la hipótesis expuesta.
Varias son las características, que en términos generales, definen la complejidad social: poblaciones extensas, arquitectura de magnitud, diferenciación social, producción de excedentes y su apropiación por parte de la elite, especialización artesanal, entre otras.
Algunas de ellas están presentes en la Costa peruana en el período estudiado, siendo la arquitectura monumental la más destacada y estudiada. Necesariamente, la existencia de este tipo de construcciones exige la presencia de otras de las caracaterísticas mencionadas: diferenciación social y producción de excedentes apropiados por la elite.
Durante el Precerámico tardío se desarrollaron en la Costa peruana numerosos asentamientos de arquitectura compleja. Estos sitios indican un nivel avanzado de organización social capaz de planificar y coordinar el aporte de trabajo de grupos numerosos de personas. La existencia de un excedente de energía para ser invertido en obras públicas de carácter no utilitario (montículos y plataformas de uso religioso) permite asegurar que hubo una explotación de los recursos alimentarios a niveles superiores a los de subsistencia. En otras palabras, fue necesaria la presencia de un excedente de recursos administrados por la elite mediante el cual podían ser mantenidos los individuos dedicados a la construcción de estos grandes complejos.
¿Qué tipo de recursos eran los principales? Como se ha visto a lo largo de la exposición, parece que los recursos marinos no son capaces de sostener las grandes poblaciones de estos asentamientos. Su mayor presencia en los basurales de los sitios parece deberse a un fenómeno de preservación diferencial y no a su mayor consumo. Además, la capacidad de sustento de los mismos es mucho menor comparada con la de los productos agrícolas, evidenciándose incapaz de mantener por sí sola a gran cantidad de individuos.
Por otra parte, tampoco existen evidencias confiables de la existencia de almacenaje de productos marinos. Si parte de la población queda excluida de las actividades de subsistencia y debe ser mantenida, parece indispensable la presencia de alguna forma de preservación de lso recursos para que puedan ser almacenados. Por el momento no hay evidencia de este tipo de actividad. En sitios como El Paraíso y El Aspero, Fung Pineda (1988), menciona la existencia de pozos o estructuras dealmacenaje subterráneos. Como hasta el momento no se ha hallado evidencia de preservación de productos marinos para ser almacenados, parece evidente que esas estructuras conservaran productos agrícolas.
Por lo tanto, con los datos arqueológicos adecuadamente analizados, parece que las primeras sociedades complejas de la Costa no rompen con la regla general: la necesidad de una base agrícola altamente productiva para el desarrollo de la complejidad.
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[1] Moseley (1975) calcula una población de 2.500 a 5.500 habitantes para el área de Ancón Chillón hacia los 2.000 a.C.
[2] Recientemente la doctora Ruth Shady Solís, de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos -Lima-, ha realizado excavaciones en un importante sitio ubicado en el valle del río Supe. “La Ciudad Sagrada de Caral-Supe” es un asentamiento de gran extensión que fue construido en el Arcaico tardío (3.000/1.500 a.C.). Cubre un área aproximada de 50 hectáreas y está conformado por más de 32 conjuntos arquitectónicos de diversas magnitud y funciones, que incluyen edificaciones piramidales, templos, sectores residenciales, plazas públicas, almacenes y calles (Shady Solís 1997). Sin duda este asentamiento es de los más destacados del Arcaico tardío y aportará importantes datos a la investigación del proceso civilizatorio de la Costa peruana.
[3] Si bien la evidencia arqueológica a partir de la cual formula su modelo proviene exclusivamente del área de Ancón-Chillón, propone el modelo como generalizable a gran parte de la costa peruana.
[4] Se practicaba una agricultura de inundación (Flood-water farming) en las márgenes de los ríos.
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Este trabajo fue publicado en ANTI, Año I, N°2, Abril de 1999