Los orígenes urbanos. El caso de la ciudad prehispánica de Tula 1.
Miguel Guevara Chumacero
Dirección de Salvamento Arqueológico, INAH, México
Nadie sabe mejor que tú, sabio Kublai,
que no se debe confundir nunca la ciudad
con las palabras que la describen.
Italo Calvino
Las Ciudades Invisibles
Desencuentros en torno a una ciudad prehispánica
Sin duda uno de los principales centros urbanos en Mesoamérica fue Tula, ubicado en el Altiplano Central de México (Figura 1). No obstante, una de las contrariedades más críticas que ha existido en el estudio arqueológico de esta urbe se encuentra en que la mayoría de los autores se han referido al urbanismo de Tula a partir de criterios descriptivos y formales como puede serlo la traza, orientación y planificación. Este enfoque ha conducido a profundos desencuentros en el intento por definir el fenómeno urbano. Veamos que se ha escrito al respecto.
El primer desencuentro frente al urbanismo de Tula lo ofrecen Mastache y Cobean (1985), quienes al referir los orígenes del urbanismo en Tula, fenómeno ubicado entre el 650 y 850 d.C., indican que existen dos sitios que son claves como antecedentes del posterior desarrollo de Tula. El primero de éstos es conocido como Magoni, asentamiento “que por su extensión –nos señalan los autores– no podemos considerar como un sitio urbano, dada la baja densidad de población que parece haber tenido, y su escasa complejidad interna” (Mastache y Cobean 1985: 279).
Figura 1. Vista aérea de Tula Grande (tomado de Sanders et al. 1979) |
El segundo sitio, Tula Chico, es considerado inmediatamente posterior a Magoni. Por sus características topográficas así como por su tamaño y complejidad es el único asentamiento de esta época que consideran pudo ser urbano, ya que contaba con los siguientes atributos: una densidad de población alta, una planeación y ordenamiento urbano, patrones de orientación en sus edificios, así como una estructura interna compleja con áreas cualitativamente distintas. De esta forma Tula Chico es visto como la primera etapa en el desarrollo urbano de Tula.
El segundo desencuentro es una revisión de los planteamientos de Mastache y Cobean poniendo en duda que la urbanización en Tula comenzó en el cerro Magoni, continuando a través del río Tula hacia Tula Chico y culminó con la colonización de Tula Grande (Sterpone y Equihua 2000). A partir de evidencia estratigráfica y constructiva rescatada en Tula Grande, estos autores discuten la idea original que plantea que el desarrollo urbano se inicio de oeste a este.
El problema de esta revisión es que presentan una visión del urbanismo como la evidencia del hombre en el comienzo de la transformación del paisaje, en donde emplean “el tamaño y la arquitectura como clave en la formación urbana de Tula” (Sterpone y Equihua 2000: 76).
Lo que podemos apreciar en ambas perspectivas sobre la caracterización del urbanismo en Tula en sus primeros momentos de formación, es una exposición descriptiva de aspectos formales tan variados como el tamaño del asentamiento, la complejidad, densidad de población, la planeación, la presencia de arquitectura, patrones de orientación en sus edificios y un ordenamiento urbano. Expresado así el problema, es difícil saber qué tipo de principios causales están involucrados ya que no se nos explica por qué sucede este fenómeno clave en la historia de Tula.
Una de las observaciones que podemos hacer sobre estos enfoques del desarrollo histórico del urbanismo es que carecen de formulaciones teóricas explícitas que permitan decir qué se entiende por urbanismo y poder así identificar una sociedad urbana, por lo cual caen en desencuentros teóricos al formular criterios aislados como la presencia de arquitectura o el tamaño como elementos claves del urbanismo.
Considero que la descripción de estos criterios no son suficientes para comprender la dinámica del urbanismo en Tula, por lo cual es necesario observar sus funciones más que las características formales que presenta. Por este motivo nos enfocaremos en una revisión teórica acerca de la problemática de la definición del fenómeno urbano en el intento de conceptuar y definir cuándo se originan las características que nos permiten hablar de urbanismo en Tollan.
La definición del fenómeno urbano
Uno de los principales intentos para esbozar una teoría explícita del urbanismo es el análisis de Louis Wirth (1938). Es precisamente este autor quien llega a través de un conjunto de postulados teóricos a reconocer una diferencia fundamental entre urbanismo y ciudad. Para Wirth (1938: 8) una ciudad es un asentamiento relativamente grande, denso y permanente de individuos heterogéneos. Así, la ciudad es delimitada por medio de los criterios de tamaño, la densidad y la heterogeneidad de la población.
Estos criterios resultan fundamentales debido a que las variables del tamaño de la población y su densidad, conducen a una compleja y variada composición de una población social y económicamente heterogénea. Resalta que la ciudad es el lugar por excelencia en que se localiza el urbanismo, pero el urbanismo no se restringe al contorno estrictamente físico de la ciudad ya que se puede manifestar donde quiera que llegue la influencia de las ciudades.
El urbanismo, entonces, es un fenómeno más amplio que la ciudad. Así, el urbanismo y la ciudad se deben considerar como dos manifestaciones analíticamente distintivas del fenómeno urbano. A pesar que ambas representen expresiones urbanas no necesariamente coinciden, por lo cual en el ámbito conceptual se deben manejar como dos categorías teóricas distintas (Wiesheu 2000).
Barbara Price (1972; 1978) retoma las variables ofrecidas por Wirth enriqueciéndolas con una perspectiva procesual al tratar al urbanismo como un proceso demográfico. Para Price los elementos definidos por Wirth deben ser usados de manera conjunta ya que ninguno por sí solo es suficiente para hablar de urbanismo. Para esta autora, el urbanismo resulta de una combinación de tres subprocesos (Price 1978).
Los procesos del urbanismo que esta autora reconoce son: 1) el crecimiento poblacional; 2) la nucleación de la población, y 3) la diferenciación de la población.
El primer criterio, el crecimiento de la población, produce comunidades con rangos poblacionales altos. La nucleación de la población, segundo criterio propuesto por Price, produce comunidades urbanas de gran tamaño. Por su parte el tercer criterio, el de la diferenciación de la población suele adoptar dos formas: a) la estratificación social, y b) la diversidad ocupacional.
La estratificación social se refiere al acceso diferencial a los recursos estratégicos, en tanto que el proceso de diferenciación poblacional o especialización económica, se encuentra relacionada con la proporción de la población liberada de las actividades primarias de producción de alimentos y su dedicación a actividades especializadas (Price 1978).
Dentro del proceso de la diferenciación poblacional los investigadores se han percatado que los residentes urbanos comúnmente son especialistas dedicados a una amplia gama de actividades productivas no primarias, incluyendo tareas políticas, religiosas, económicas y artesanales. De esta forma, una comunidad urbana comprende una población grande y densa, compuesta principalmente por especialistas. Sin embargo, aún en la ciudad sus residentes registran especializaciones económicas no forzosamente de tiempo completo. En constancia con este patrón, la diversidad económica de sus residentes urbanos engloba la presencia de un número considerable de agricultores. La especialización tiende a ser de tiempo parcial, o lo que Price (1972) llama un patrón de simbiosis interna que se gesta como un modo característico en las ciudades. Este patrón simbiótico engloba un sistema socioeconómico más extenso y más complejo. La presencia de actividades productivas primarias al interior de la comunidad urbana representa para Price una más de las tantas especializaciones ocupacionales que alberga la comunidad urbana con este fenómeno de simbiosis interna.
Para esta autora la distinción entre ciudad y urbanismo radica en que la ciudad es un lugar físico con determinados límites que representa una forma ecológica, en tanto que el urbanismo se refiere a un tipo de interacción humana basada en la interdependencia funcional entre los miembros de una comunidad los cuales están diferenciados social y económicamente.
Esto nos conduce a señalar que los factores que caracterizan al urbanismo surgen como consecuencia de un tipo de organización social, ya que en este momento es cuando se presentan las condiciones que permiten el desarrollo de estos elementos inherentes de un asentamiento urbano: nos referimos al estado (Fox 1977; Wiesheu 2000).
Esto resulta interesante porque podemos entonces acercarnos a la urbanización como un proceso de concentración de la población. Así, cuando el urbanismo concuerda con el fenómeno de crecimiento poblacional que se concentra en un espacio geográfico determinado, se genera una ciudad. En este sentido, siguiendo a Wiesheu (2000: 141) la ciudad sería entendida como el foco físico que posee determinados límites, la cual representa una forma ecológica.
Pero como había planteado Wirth (1938) el urbanismo puede trascender los límites de la ciudad. Exista o no una ciudad como forma de asentamiento distintivo, se presenta un urbanismo como un modo de vida diferencial basado en un patrón de interacción que produce una compleja interdependencia funcional entre los miembros de la sociedad.
Lo urbano desde esta concepción se refiere entonces a procesos demográficos, en tanto que el urbanismo representa fenómenos cualitativos que crean una configuración social distintiva. Es decir, que describe a una asociación o interacción social en una interdependencia funcional entre los miembros de una comunidad (Wiesheu 2000: 141) la cual se producen con base en los tres subprocesos demográficos señalados por Price (1978): una gran extensión, alta nucleación, y heterogeneidad económica. Es por esta razón que factores como la diversificación y especialización de actividades son un elemento fundamental en la definición de los asentamientos urbanos (Price 1978), a causa de las diversas funciones especializadas que cumple la ciudad para el territorio circundante que depende de él (Trigger 1972).
Los orígenes
Uno de los objetivos de este apartado es precisar un estudio sobre el urbanismo en Tula que nos permita rastrear sus orígenes. Sabemos que durante el momento de máxima expansión de la fase Corral (750/800-900 d.C.) este asentamiento tenía una extensión entre 5 y 6 km2, pudiéndose estimar una población aproximada de 25 000 personas. El complejo Tula Chico–Tula Grande fue el recinto principal de esta extensa población.
Tula Chico se vio por mucho tiempo como el área monumental de un asentamiento urbano que contaba con zonas diferenciadas en las cuales se observan áreas de edificios públicos y áreas residenciales que puede ser el indicio de la acentuada estratificación social que ocurre en este momento.
En Tula Grande, por su parte, las terrazas que circundan su plaza principal poseen la misma orientación que aquellas que circundan Tula Chico. Varias excavaciones (Acosta 1945; Patiño 1994) habían recuperado evidencias arquitectónicas y cerámicas del complejo Corral debajo de las estructuras de Tula Grande. Recientes excavaciones en la Plazoleta Norte de Tula Grande, al norte del Cuarto 4 del Palacio Quemado, fue localizada una gran plataforma de dos cuerpos en talud que eran rematados con cornisa (Sterpone y Equihua 2000, 79), sobre la cual posteriormente fue edificado el Palacio Quemado. Su fachada fue construida con pequeñas lajas de basalto bajo un sistema constructivo similar al toltec small stone, que caracteriza construcciones Coyotlatelco del mismo periodo en otras áreas de Tula (Mastache y Cobean 1989; Patiño 1994). Esta evidencia sugiere, tal como se había planteado (Diehl 1983), que en ese momento existían dos zonas monumentales que funcionaban como centros administrativos y ceremoniales de la población Coyotlatelco de época Corral.
Por otro lado, existe evidencia de varios tipos de producción especializada, en particular de instrumentos de obsidiana, cerámica y figurillas (Mastache y Cobean 1985, 279). Sin embargo, no existe información publicada que permita evaluar los lugares y la escala de la producción artesanal, aspectos que son uno de los principales factores que intervienen en la variación de la especialización económica, y que como observamos son de los aspectos centrales para evaluar la presencia del urbanismo.
Finalmente, señalábamos que el urbanismo surge exclusivamente bajo una forma de organización estatal. En Tula el origen del estado puede ubicarse justamente alrededor de 800 d.C., con el complejo Tula Chico-Tula Grande (Guevara 2003a), lo que ofreció un nivel de organización e integración política que son condiciones para la generación urbana.
La consolidación
Se ha reconocido que el periodo que marca el mayor desarrollo del estado tolteca, ubicado entre 850-1200 d.C., está acompañado por la máxima extensión del sitio, ocupando un área de entre 15 y 16 km2. Para este periodo se ha estimado una población de alrededor de 60 000 personas.
Tanto en la ciudad como en algunos asentamientos de la región de Tula, se ha reportado evidencia de producción especializada (para un resumen ver Mastache y Cobean 1985). No obstante, únicamente nos enfocaremos a una revisión de la producción de obsidiana, cerámica por ser de aquellos con los cuales se cuenta con mayor información (Figura 2).
Producción de obsidiana
Durante la década de los 70’s se llevaron a cabo investigaciones en Tula, que aportaron evidencia de la existencia concentraciones de obsidiana en superficie. Pastrana notó que el desecho incluye grandes cantidades de lascas, así como desecho de trabajo de obsidiana que señalaban una importante actividad económica (Pastrana 1990: 251).
Posteriormente se excavó un conjunto conocido como El Vivero, el cual consiste de un conjunto habitacional asociado a la producción de artefactos líticos, particularmente en la especialización en la manufactura de navajas prismáticas en relación con zonas de carácter doméstico (Fernández 1986).
La Universidad de Tulane efectuó excavaciones en una de estas localidades con concentraciones de obsidiana. Los artefactos y otros materiales encontrados, indicaban que realmente se trataba de un taller de obsidiana. El complejo excavado incluía una zona habitacional, así como áreas de trabajo de obsidiana y basureros (Healan 1990: 327).
La presencia de estructuras residenciales y la mezcla de basura doméstica y desechos de trabajo de obsidiana, indican que el trabajo artesanal de la obsidiana se llevó a cabo en un ambiente doméstico. La excavación de estos talleres provee evidencia para plantear que el trabajo de obsidiana en Tula fue esencialmente una industria doméstica (Healan 1986: 143-145).
Figura 2. Áreas de producción en Tula (tomado de Yadeun 1979). |
Producción de cerámica
Al sureste del área urbana de Tula, los reconocimientos de superficie identificaron los límites de un área de producción de cerámica. Esta zona abarca una extensión aproximada de 1.5 km2 en la cual se detectaron concentraciones irregulares de tiestos quemados y torcidos así como desperdicios de arcilla cocida. Como parte de un proyecto de rescate arqueológico a cargo del Centro INAH, Hidalgo, fue excavada dentro de esta área una zona de producción de cerámica, denominada U98, en asociación a estructuras habitacionales (Hernández et al. 1999: 69).
Es probable que la producción alfarera estuviera organizada por medio de barrios en los cuales se elaboraba la mayoría de la cerámica utilizada por los pobladores del asentamiento urbano. Este taller de cerámica estuvo especializado en la producción de loza de servicio, en especial platos y cajetes, lo cual podría indicar que habría una especialización de las diversas clases de cerámica en otros sectores de los talleres (Hernández et al. 1999: 81).
Economía y vida cotidiana
Uno de los aspectos que debemos evaluar en el estudio de la producción especializada en las primeras sociedades urbanas es conocer si los talleres eran administrados por el estado. A este respecto se ha notado que existen grandes montículos en asociación a los conjuntos habitacionales de Tula. Tales montículos son similares a aquellos que han sido parcialmente explorados en la localidad de El Canal y en la localidad de La Mora, y que pudieron representar un templo de barrio. Los templos de barrio consisten de grandes estructuras, de alrededor de 5 o 6 m de altura, los cuales cuentan con un amplio vestíbulo al frente, con la presencia de columnas y banquetas-asiento, de forma muy similar a lo que ocurre con estructuras de Tula Grande como El Palacio Quemado. Las características de estos templos de barrio recuerdan al Edificio B y su vestíbulo al frente con la presencia de banquetas-asiento.
La cercanía del taller de obsidiana de El Salitre a una estructura pública como ésta, que pudo bien desempeñar funciones religiosas, de consejo y administrativas, podría ser tomado como indicador del control por parte del estado de las actividades ahí realizadas (Healan 1986: 149).
Otro ejemplo es la localidad de El Vivero. Resulta interesante notar que el taller se ubica en una zona de la ciudad que refleja el mayor gasto de energía de todo el asentamiento, debiendo residir en este sector el grupo rector con su aparato administrativo (Yadeun 1975: 31). La ubicación espacial y asociación de este taller al área central de Tula incrementa la posibilidad de que estas tareas productivas estuvieran reguladas de manera directa por el estado.
Así, algunos estudios parecen plantear la existencia una producción administrada estatalmente, debido a la estrecha asociación y el control directo por parte de las instituciones en esta clase de producción económica. Para poder esclarecer si nos encontramos frente a una producción administrada, un aspecto de gran relevancia es precisar el tipo de afiliación de los especialistas y en el estudio de la especialización artesanal en Tula es necesario explicar si la producción fue una actividad de tiempo completo.
Justamente la evidencia de los conjuntos habitacionales sugiere que además de la especialización de producción en el ámbito artesanal, los barrios también contaban con labores de producción de alimentos. Esto ha llevado ha plantear que en el asentamiento urbano de Tula un amplio sector de la población se dedicaba a labores agrícolas (Mastache y Cobean 1985: 288), por lo cual se ha sugerido que Tula representó un asentamiento segmentado caracterizada por un extenso porcentaje individuos que estuvieron dedicados a la producción de alimentos (Yadeun 1979).
Si consideramos las concentraciones de desechos de trabajo asociadas a zonas habitacionales relacionadas con la actividad de producción de bienes de subsistencia básica a escala doméstica, podemos sugerir una especialización que pudo no haber sido de tiempo completo, ante lo cual sería muy difícil plantear que nos encontremos frente a una especialización agregada o dependiente de las instituciones centrales.
Precisamente uno de los aspectos más notables en el estudio de la especialización en Tula, y que permite cuestionar el carácter administrado de la producción, es que las actividades de especialización artesanal estaban asociadas a las áreas de unidades habitacionales, lo cual sugiere que el proceso de actividad artesanal era realizado en el ámbito doméstico. Un indicador lo observamos en la distribución de las zonas de producción artesanal, por ejemplo los diversos talleres de obsidiana se han registrado a lo largo del área urbana, lo que sugiere que la producción de estos artefactos era una labor espacialmente segregada.
En otras áreas domésticas existen indicadores relevantes que pueden darnos indicios acerca de la organización productiva y su relación con los sistemas administrativos. Existen algunas unidades domésticas cuya actividad productiva más importante fue la elaboración de pendientes de concha (Guevara 2003b). Estos bienes, a diferencia de la cerámica o la obsidiana que formaron parte de los llamados bienes de subsistencia, debieron funcionar como bienes de elite (Brumfiel 1987). La producción de estos bienes de prestigio podría hacernos pensar en una producción administrada, que se enfoca especialmente a bienes que son usados en la adquisición, expansión, mantenimiento y expresión del estatus del grupo gobernante y su dominio político. Sin embargo en estos conjuntos, como en el resto de los talleres, la producción de estos bienes de elite fue desarrollada a escala doméstica.
La información con la cual contamos en la actualidad nos sugiere que alrededor de los templos del área urbana de Tula se pueden reconocer varias actividades asociadas, las cuales sin embargo no incluyen actividades de almacenamiento o producción de bienes productivos. Las actividades de almacenamiento, tanto de bienes alimenticios como bienes artesanales, al parecer eran realizadas en los cuartos de las casas. Este almacenamiento doméstico incluía tanto los bienes de subsistencia como los bienes de elite.
Al contrario del modelo del templo, en el cual esta institución además de servir de escenario para las actividades de culto, era el punto central de almacenamiento así como centro redistributivo, a través del cual el estado establecía la autoridad y control en todos los ámbitos de la vida urbana (Manzanilla 1983), estos resultados me conducen a señalar que gran parte de la producción en Tula no era controlada por la institución del templo por lo cual infiero que era realizada de manera no centralizada y sin una intervención institucional directa.
Varias organizaciones quedaban fuera de las instituciones centrales y sólo ciertos sectores formaban parte de esta economía del templo (tempelwirtschaft). Al parecer lo que existió fue más bien una duplicación de esfuerzos económicos lo cual ha dado lugar a lo que se ha llamado una economía dual. En este sentido vemos que la redistribución fue una parte de la economía, pero no el mecanismo central dominante.
Estas líneas de evidencia parecen señalar que la producción artesanal en Tula, tanto de bienes de subsistencia como de algunos bienes de elite, fue básicamente una producción descentralizada.
Conclusiones. Trabajos futuros sobre el pasado urbano
En las líneas anteriores he expuesto distintos enfoques que tratan el desarrollo histórico del urbanismo y ofrecemos una discusión teórica que nos permita caracterizar el urbanismo en Tula en sus primeros momentos de formación. Pero también hemos visto que los estudios arqueológicos en estas primeras ciudades, se han enfrentado a este reto a través de una exposición descriptiva de aspectos formales. Tales enfoques, al carecer de formulaciones teóricas explícitas, hacen muy difícil explicar la génesis de la sociedad urbana. Tula, uno de los principales centros urbanos de Mesoamérica es un ejemplo de lo anterior.
Esperamos que las perspectivas teóricas sobre el urbanismo puedan brindarnos no únicamente una perspectiva para rastrear los orígenes del urbanismo y de las primeras ciudades, sino también quizás logre acercarnos a la reflexión que le hacía Marco Polo al Kublai Kan, cuando le indicaba que no debemos confundir la ciudad con las palabras que la describen.
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NOTAS
1 Quisiera expresar un agradecimiento especial a la Dra. Walburga Wiesheu quien de forma clara me orientó en el estudio de las primeras formas urbanas.
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