PONENCIAS

La Antropología como Ciencia Forense en el Perú: Una perspectiva desde la aplicación a los derechos humanos


Roberto C. Parra 1


“Interesarse en la memoria de las violencias no es interesarse solo en el pasado, sino, muy al contrario, permitir que el presente sea vivible y que pueda imaginarse el futuro”
Beatrice Poulingny (2004)

La Mirada de la Antropología

Quienquiera que haya hojeado un texto introductorio de antropología, aun en forma casual, difícilmente habrá dejado de percatarse del enorme campo de esta disciplina. Cualquier actividad que pueda desarrollar la antropología, es, con seguridad, una de las más ambiciosas de todas las ciencias humana. Pero, no sería una tarea muy ardua demostrar, que aún se nos considera generalmente como un curioso atado de lunáticos, que coleccionan objetos y huesos para los museos, que se dedican a complicadas mediciones de cráneos y/o estudian las extrañas costumbres de los habitantes de la selva o de la sierra, y que al final, no sirven para nada. Sabemos que esto no es así (al menos no en un 100%). Desde luego, no practicamos nuestra disciplina para complacer al común de la gente, pero ¿acaso no es ése uno de nuestros principales errores?.

El conocimiento de la antropología, es un saber de “distinto nivel”, cuyo desenvolvimiento ha de esclarecerse desde las diferentes condiciones de variabilidad y diversidad de los estilos de vida de la humanidad, conjuntamente con su existencia biológica e histórica. Es el estudio transdiciplinario de la condición humana en toda su complejidad, dimensión e integridad; o como mencionará Claude Lévi-Strauss (1995) […]”es el espíritu antropológico que aspira siempre a conocer al hombre total”[…], haciéndose heredera de pretensiones filosóficas acerca del […]”estudio de la humanidad”[…] (Harris 1997: 23). Asimismo, Marvin Harris, (op. cit), nos ha explicado cual es ese saber antropologico que hace la distincion con otras disciplinas:
“Muchas otras disciplinas, además de la antropología, se ocupan del estudio de los seres humanos. Lo que diferencia a nuestra disciplina de las otras es su carácter global y comparativo. Otras ramas del saber abordan únicamente un segmento concreto de la experiencia humana o una época o fase concreta de nuestro desarrollo cultural y biológico. […] Los antropólogos insisten, ante todo, en que se contrasten conclusiones extraídas del estudio de un grupo humano o de una determinada civilización con datos provenientes de otros grupos o civilizaciones” (Harris, 1997: 24).
En teoría, nuestro trabajo como antropólogos, debe ser entendido como […]”la combinación única de las perspectivas biológicas, sociales, culturales, lingüísticas, históricas [Arqueológicas] y contemporáneas” […] (Kottak, 1991). Inclusive, M. Harris (2000) ha aclarado que al definir la antropología como el estudio del conjunto de la condición humana, debería resaltarse, la asignación del tiempo y el espacio a los diferentes componentes; considerando también el enfoque demográfico, y en general el entorno ecológico de las poblaciones humanas. Esta perspectiva, subyace en la característica de ciencia global u holista, es decir, que lo abarca todo: “la antropología, […] es una ciencia holística […] estudia la totalidad de la condición humana: pasado, presente y futuro; biología, sociedad, lenguaje y cultura” (Kottak 1996: 2). El distintivo, holista de la antropología, es debido a la especialización moderna que ha permitido la emergencia de múltiples campos antropológicos (Ember 1997), de tal manera que la visión holista antropológica se define por “el intento de describir las partes de un sistema por referencia al todo de ese sistema” (Harris 1998: 54).

En este sentido, el complejo “sistema” de estudio de la antropología, involucra tres amplios caminos específicos: la Antropología Sociocultural, que trata del estudio de las dinámicas sociales humanas, así como los procesos de formación de cultura y las distintas expresiones culturales en grupos sociales contemporáneos; entre los cuales se incluyen, aquellos que han sido observados y descritos en un pasado reciente. Utilizando los métodos y técnicas de la etnografía y la etnología como herramientas de trabajo. La Arqueología, que se concentra en el estudio de los restos culturales del pasado, en franca simbiosis con la bioantropología; ya que los objetos y monumentos, se encuentran directamente asociados a sus autores como resultado de sus procesos intelectuales, socioculturales, medioambientales y también biológicos. La antropología biológica, bio-antropología o Antropología Física, dedicada al estudio del aspecto de la biología humana: su variabilidad y adaptación fisiológica, como parte del desarrollo e interacción biocultural, tanto en sociedades contemporáneas como en poblaciones ancestrales. Precisamente, y en palabras de R. Beals y H. Hoijer (1981), […] “el antropólogo biológico no es, en cierto sentido, sino un biólogo que concentra su atención en el hombre […]. Sin embargo, lo que distingue al bioantropólogo, de los demás especialistas que ven también estos aspectos biológicos, es particularmente el encuentro y la interacción de los enfoques biológicos y culturales, en diferentes niveles de temporalidad.

La aplicabilidad del conocimiento antropológico -por ejemplo-, se ha desarrollado, entre otras cosas, en los estudios sobre desarrollo humano: salud, enfermedad, nutrición, drogadicción, violencia y homosexualismo. Así también, los antropólogos -en el mundo- están aplicando sus conocimientos en la “reconstrucción de las memorias” de graves violaciones a los derechos humanos, que trasciende el hecho del conflicto y la violencia humana en el mundo. Este último tipo de aplicación antropológica en temas de derechos humanos, nos ha dado la oportunidad de desenvolver y explayar la represión teóricamente holistica de esta ciencia. La magnitud de estas aplicaciones ha resuelto la necesidad de involucrar los enfoques socioculturales, biológicos y arqueológicos de la antropología –reunidos en un pensamiento forense- hacia el esclarecimiento de una violación a los derechos fundamentales y hacia la ubicación e identificación de personas desaparecidas a consecuencia de estas violaciones. Que, en definitiva, permiten cerrar el dolor y reconciliar nuestras “memorias heridas” (Portocarrero, 2004), después de la desaparición de un familiar.    
En nuestro país, es estimulante observar que algunos antropólogos están reaccionando con rapidez a lo que está sucediendo, más allá de los marcos o cuadros académicos establecidos. Me refiero a aquellos pocos antropólogos y arqueólogos que trabajan activamente con familiares afectados por la violencia sociopolítica. Definitivamente, los antropólogos forenses en el Perú, aún no se perfilan como una corriente poderosa, pero están adquiriendo fuerza muy rápido y planteando nuevos temas de relevancia en el quehacer de la antropología peruana. Por otro lado, sus detractores atacan esta tendencia como si fuera una especie de no antropología, o si lo reconocen, alejan simplemente que se trata de “únicamente” antropólogos socioculturales, por la estreches del modelo y orden académicos de la antropología de pregrado. Sin embargo, esto crea una tensión positiva, que propicia un mejor entendimiento entre las distintas partes, y, estimula a que los antropólogos empiecen a pensar en regular o reajustar el enfoque académico de pregrado, y, quizás diseñar programas de post-grado, en esta especialidad.

Desafortunadamente, las universidades peruanas que ofrecen planes académicos de pregrado en antropología, mantienen un orden académico curricular, exclusivo en su enfoque sociocultural -este enfoque es mucho mas desarrollado a niveles de postgrado-. Sin embargo, existen también un limitado numero de planes de estudio que abordan insuficientemente, y, de manera muy breve, ejes temáticos como la “Antropología Física”(en este texto nos referimos como Bioantropología o antropología biológica); aunque, principalmente en curriculas de enseñanza de la arqueología.

Entonces, posiblemente, exista el panorama de sostén que permita comentar que los antropólogos egresados de las universidades peruanas, no tienen la capacidad académica de enfrentarse a temas forense de esta disciplina. Pero, es importante mencionar que la antropología forense, no puede ser reducida –al igual que la antropología en general- a enfoques únicamente biológicos, o explícitamente a la antropología biológica. Por su parte, es importante aclarar, que si bien es cierto que la antropología biológica, y, más ampliamente la antropología forense en nuestro país, no cuenta aún con instituciones académicas que incluyan programas de estudios de esta índole, sabemos que la antropología biológica se ha venido desarrollando activamente en el orden investigativo, gracias a investigadores extranjeros como de nacionales entrenados y especializados en el tema. Estas incursiones especializadas, han permitido entrenar –aunque en un limitado numero de personas- a nuevos profesionales de la antropología y también de la arqueología. Estos entrenamientos se desarrollaron activamente gracias a la amplia variedad y extraordinaria conservación de materiales biológicos precolombinos; tanto de restos humanos 2, animales, parásitos, bacterias, frutas y vegetales, únicamente comparado - y porque no mejor - que la calidad de conservación del contexto egipcio (Sonia Guillen. com. per. 2000).

El Estudios de cuerpos y restos humanos ancestrales en el Perú

Permítanme abordar brevemente esta interesante y fascinante línea de investigación bioantropologica y bioarquelogica de la gente precolombina y su entorno. Esta línea de investigación, ha hecho posible aunar intereses y esfuerzos –tanto biantropologicos como biarquelogicos- con la finalidad de documentar los cambios en la estructura poblacional de las comunidades ancestrales, tanto en el plano biovariable, como en el transito de las sociedades cazadoras-recolectoras y horticultoras a las sociedades agrícolas. Los intereses se han concentrado en la descripción, interpretación y explicación de las diferencias en el nivel de salud, enfermedad, expectativas de vida, tasas de mortalidad, filiaciones genéticas y crecimiento de las poblaciones ancestrales. Con estos estudios se han desarrollado exámenes de modelos de “adaptación” versus modelos de “estrés”, considerando los indicadores de crecimiento, indicadores de estrés nutricional, salud, enfermedad, mortalidad y morbilidad. Factores que de alguna manera influyen en el estado del bienestar y/o las causas de muerte de estas personas. Debido a la sensitividad del esqueleto y del tejido blando a los factores medioambientales y en general de su entorno.

La impresionante conservación de los cuerpos –principalmente en la costa peruana y en el bosque nuboso de Chachapoyas-, la adecuada recuperación y la paleopatología 3, han logrado establecer que tipo de enfermedades existieron en épocas ancestrales, las cuales, algunas aún permanecen entre nosotros. Por ejemplo, para el caso de los Andes centrales, se han evidenciado enfermedades infecciosas, como treponematosis y tuberculosis, además de otras infecciones. Se han descubierto asimismo, cierta frecuencia entre parasitosis gastrointestinal, enfermedades neoplásicas, endocrinas y metabólicas. Así como, indicadores de estrés nutricional, como hipoplasia dental, e importantes frecuencias de líneas de Harris  y también  hiperostosis porótica que son interpretadas usualmente como biomarcadores de anemia.

Al respecto, una serie de aspectos generales de carencia nutricia, como la anemia, han sido observados frecuentemente en poblaciones ancestrales, principalmente en la costa (Burgess, 1999; Parra, 2003; Ubelaker, 1992). Encontrados en relación a la adopción de la agricultura, asociado al consumo exorbitante de cereales, principalmente del maíz, y al aumento en la densidad demográfica, entre otros factores que no son precisamente las condiciones ideales para reducir el riesgo de contraer enfermedades (Allison, 1984; Cohen, 1989; Cohen y Armelagos 1984). El hecho que la mayor parte de la población permaneciera en un solo lugar la mayor parte del tiempo, pudo haber conllevado diversos problemas de salud asociados al sedentarismo; en particular, aquellos derivados de la disposición de basura que aumentan el riesgo de infección (Cohen, 1989) y del aumento en la densidad poblacional, el cual, a su vez puede incrementar la incidencia de enfermedades parasitarias, bacteriales y virales (Kent, 1986). Mientras que los desplazamientos temporales a diferentes zonas ecológicas favorecieron la exposición y/o contaminación de variados agentes patógenos, como la tuberculosis (Cohen, 1987; Cohen y Armelagos, 1984).

La naturaleza de las enfermedades infecciosas como la tuberculosis y su prevalalencia, mantienen una estrecha relación con los cuadros anémicos en las poblaciones ancestrales (Cohen y Armelagos, 1984; Mensforth, 1985; Suart-Macadam y Kent, 1992; Stuart-Macadam, 1998); por la necesidad de la disposición del hierro en el desarrollo hematopoyetico e inmunológico (Ryan, 1997) y por la necesidad biológica del antigeno en desarrollarse y propagarse (Suart-Macadam y Kent, 1992; Stuart-Macadam, 1998).

En el inicio de las investigaciones acerca de la presencia de la Tuberculosis en el pasado, se ha debatido largamente sobre la presencia de esta enfermedad en la América precolombina (Allison et al., 1973; 1981; Buikstra, 1981). Al principio se creía que la tuberculosis tuvo origen en el Viejo Mundo, ya que se llegó a encontrarla hasta en contextos de hace 5000 años aproximadamente. Estos hallazgos llevaron a muchos investigadores de principios del siglo XX a declararla originaria del Viejo Mundo y ausente en el Nuevo Mundo hasta el contacto europeo (Hrdlicka, 1914). No fue hasta que en un primer momento algunos investigadores encontraran lesiones compatibles con TBC en contextos arqueológicos del Nuevo Mundo (García-Frías, 1940; Requena, 1945), que se empezó a pensar de la probable equivocación de los postulados de Hrdlicka (op. Cit.). Sin embargo, aún encontrando las lesiones semejantes a las desarrolladas en las vértebras y algunas articulaciones afectadas por la TBC, similares a las encontradas en contextos del Viejo Mundo. Empero, los diagnósticos macroscópicos, no eran suficientes para asegurar que estábamos frente a la presencia del Micobacterium tuberculosis en la gente ancestral de las Américas. Mas tarde, Marvin Allison y colegas identificaron los bacilos del Micobacterium y lesiones en tejidos blandos del pulmón en momias Nazca compatibles con Tuberculosis (Allison et.al., 1973, 1981); y posteriormente se detecto y registro el ADN del M. Tuberculosis en momias precolombinas peruanas y chilenas (Salo et. al. 1994; 1995; Lombardi, 1994; Arriaza, 1995); fue entonces en que se reconoció la presencia del M. Tuberculosis en el Muevo Mundo mucho antes del contacto europeo.

Posteriormente, Jane Buikstra, en una evaluación general de la Paleoepidemiologia de la Tuberculosis en las Américas (Buikstra, 1999) comenta que el registro en los andes centrales de la tuberculosis es considerable y constituye –actualmente- una enfermedad reemergente tal y como lo fue en el pasado andino (Roberts y Buikstra, 2003).  
Por su parte, la anemia cierra el círculo nosológico, constituyéndose como un buen indicador que sugiere la salud de una población (Buikstra, 1993; Buikstra y Cook, 1981) esto es particularmente interesante, por una marcada frecuencia y fijación en las poblaciones costeras de América precolombina (Hrdlicka, 1914; Williams y Buikstra, 1986, Williams 1986). Este fenómeno hemoglobinopata, puede ser a consecuencia sinérgica entre la insuficiencia dietética como producto de una malabsorción intestinal, enfermedades infecciosas como la tuberculosis y/o carga parasitaria ( Stuart-Macadam, 1989, 1992;1998; Walker, 1986) que permiten evaluar el nivel general de la salud poblacional precolombina (Buikstra y Cook, 1980).

Estudios similares en el mundo y los importantes datos biológicos de las comunidades del pasado, llamaron la atención de los científicos forenses a principios del siglo pasado. Los forenses vieron en los antropólogos, un enorme potencial para el esclarecimiento de los casos en donde se examinaban restos humanos esqueletizados. Por ejemplo, en la antropología forense norteamericana, Ales Hrdlicka (1869-1943), fundador de la American Association of Physical Anthropology (AAPA) y Ernest A. Hooton (1887-1954), conformaron una sólida escuela de antropólogos físicos en el Smithsonian Institution y en varias universidades norteamericanas que posteriormente aplicaron sus experiencias a la ciencia forense  (Ubelaker, 1990). De esta manera, en 1942 T. D. Stewart inició asesorías regulares para el F.B.I. al igual que H. L. Shapiro, F. E. Randall y Charles E. Snow (1910-1967) que fueron consultados durante la segunda Guerra Mundial. Asimismo, T. D. Stewart, Ellis R. Kerly y Charles P. Warren brindaron asesoría forense permanente durante la guerra de Corea (Iscan, 1981).

¿Antropología Forense?

Antes de intentar abordar esta cuestión, propongo revisar muy superficialmente el concepto de ciencia forense, que en algunas ocasiones es relativamente desconocida –y aun mal concebida- por mucha gente. Existen diversas definiciones del termino; pero, una propuesta para la unificación de criterios fue presentado por P.J. Matte (1970), el cual refiere que “la ciencia forense es el estudio y practica de la aplicación de la ciencia a los propósitos de la ley” (Matte, 1970:332). Entonces, probablemente un limitado numero de personas, han oído hablar de la antropología como ciencia forense, y, si lo han oído la idea es aun confusa. Tal es que, en muchas oportunidades es confundida como una disciplina más de la Criminalistica y/o simplemente como un tipo de detective policíaco a lo Sherlock Holmes, que ocupa la mayor parte del tiempo en medir huesos.   

Ahora bien, la magnitud del tema es distinta. Diferentes investigadores han acuñado conceptualizaciones respecto a esta disciplina. Por ejemplo, La Mehmet Iscan (1981) la antropología forense es definida, como “el peritaje forense sobre restos óseos humanos y su entorno”. Para Douglas Ubelaker (2000), se “trata del estudio de la biología esquelética en contextos medico-legales”. En el clásico "Essentials of Forensic Anthropology" T. Dale Stewart (1979) definió la antropología forense como “la rama de la antropología física que con fines forenses trata la identificación de restos más o menos esqueletizados, humanos o de posible pertenencia humana”. Mientras que en el folleto explicativo de las funciones y procedimientos de la American Board of Forensic Anthropology (ABFA) de 1981, se le considera como "el estudio y práctica de la aplicación de los métodos de la antropología física en los procesos legales" (Iscan, 1981:10). “Amnistía Internacional” (1994), definió esta disciplina como “el estudio de asuntos médico-legales relacionados con una persona fallecida, por medio del examen y el estudio de los restos del esqueleto para, entre otras cosas, tratar de determinar la identidad de la persona, la forma y la causa de su muerte”.

La Antropología forense en Norteamérica y Europa, tradicionalmente ha estado estrechamente relacionada a la antropología física o Bioantropología, como parte exclusiva de su práctica, tan igual a las conceptualizaciones anteriores. Empero, en América latina tenemos un enfoque relativamente diferente, ya que en nuestro contexto y en eso estamos de acuerdo “[…] no se puede limitar solamente a sus aspecto bioantropologico  […] sino que el perito [antropólogo] forense debe conocer el contexto social en que se producen las muertes violentas con el fin de obtener información mas amplia sobre las circunstancias de la desaparición de las victimas”. (Rodríguez, 2004). Efectivamente, el comentario de Rodríguez (op. cit.) es la “mutación” de la disciplina por necesidad, desde que fue extendida e introducida desde Norteamérica, a lo que el Dr. Clyde C. Snow (Com. Per. 2003) ha denominado “la experiencia o modelo latinoamericano de la antropología forense”, ya que, en esta región el contexto de la violencia es bastante diferente a la experimentada en norte América y parte de Europa. Los antropólogos forenses latinoamericanos partimos del principio general de la antropología como ciencia forense y la entendemos como una “disciplina que se nutre de los métodos y técnicas de la antropología sociocultural, la arqueología y la bioantropología, aplicados a los procesos fiscales y judiciales, con fines legales y/o humanitario” (ASAFP, 2004).
Sin embargo, cualesquiera hayan sido las concepciones en el momento de su nacimiento, o sus cambios posteriores, lo cierto es que, ésta “clase de antropológica”, ha incursionado fuertemente en el mundo y recientemente en nuestro país. Desarrollando actualmente un importante enlace entre la Antropología, la Ciencias Biomedicas y las Ciencias Jurídicas. El uso de datos y de acercamiento antropológico tiene raíces históricas profundas, según lo indicado por D. Stewart (1979). Pues él, C. Snow (1982); E. Kerley, (1978); M. Iscan, (1988); D. Ubelaker (1990; 1999; 2000), documentaron la historia de la Antropología forense, frecuentemente involucrada y compartida con la medicina, la odontología, la biología, y otras ciencias afines. Thompson (1982) y en gran parte Stewart (1979), reconocen tres periodos en el desarrollo de la antropología forense norteamericana (pre-1939, 1939-1972 y post-1972). Demostrando interesantes aplicaciones forenses de la especialidad. 
Hoy en día, los antropólogos forenses de diferentes partes del mundo, forman parte activa, en un papel muy importante y decisivo en la identificación de restos humanos inidentificables a simple vista, por su grado de mutilación o descomposición. Estos trabajos se han venido desarrollando durante los conflictos y post conflictos bélicos a nivel internacional como internos. Por ejemplo, en los últimos decenios, los antropólogos forenses han recogido los relatos de millones de personas que aún guardan en sus memorias historias sobre desaparecidos, ejecuciones extrajudiciales, torturas de personas y en general graves violaciones a los derechos humanos. Argentina, Camboya, Irak, Ruanda, Kosovo, Croacia, Bosnia y Herzegovina, Angola, República Democrática del Congo, Timor Oriental, Etiopía, Polinesia Francesa, Guatemala, Haití, Honduras, Indonesia, Kurdistán Iraquí, Costa de Marfil, México, Panamá, Paraguay, Chechenia, Filipinas, Rumania, Sierra Leona, Nicaragua, Sudáfrica, Uruguay, Venezuela El Salvador, Chile, Zimbabwe, Perú; y así, podríamos mencionar un gran numero de lugares, donde se han violado los derechos fundamentales de las personas.

En Perú, -por ejemplo- se han venido desarrollando investigaciones de este tipo desde el año 2001, con el fin de recuperar, identificar y establecer la causa de muerte de miles de personas desaparecidas, torturadas y ejecutadas extrajudicialmente. Producto de la ola de violencia sociopolítica interna, que azotó el país en las últimas décadas.

Por otro lado, y sumado a lo anterior, el Dr. Douglas Ubelaker (Com Per., 2003) manifiesta que los antropólogos forenses, juegan un papel fundamental en un incidente de desastre masivo, ya sean accidentes, atentados terroristas o desastres naturales. Estos casos eventuales, provocan muchas victimas y sobrepasa en gran manera los recursos Medico forenses para manejarlo, tanto para la recuperación, reasociación, individualización e identificación de restos humanos desfigurados, mutilados y carbonizados. El Dr. Ubelaker (op cit), comenta que tal es el caso de la tragedia del 11 de Septiembre en los Estados Unidos, donde el trabajo forense de los antropólogos fue primordial al momento de recuperar, clasificar, reasociar y posteriormente individualizar los restos humanos inidentificables producto de la violencia humana. Asimismo, la labor forense de la antropología es importante, también, cuando se necesita atender problemas cotidianos de identificación, tanto en cadáveres de muerte reciente 4, como en restos humanos inidentificables a simple vista. 

En América Latina

La antropología forense fue introducida a consecuencia de los múltiples reportes de violaciones a los derechos humanos. J. V. Rodríguez (1994) en su trabajo “Introducción a la Antropología Forense”, ha recopilado y explicado la historia de esta disciplina en América Latina. Rodríguez (op cit.) comenta que la gravedad de las violaciones a los derechos humanos, conllevó a que la Asamblea General de las Naciones Unidas emitiera en 1978 la resolución 33/173, por la cual, se solicitó a la Comisión de Derechos Humanos la investigación de estos hechos, produciéndose en 1980 la conformación del Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas o Involuntarias.

En este contexto, la experiencia Antropológica forense norteamericana se extendió a la Argentina, gracias a la colaboración entusiasta y comprometida del Dr. Clyde C. Snow, quien fue auspiciado por la American Association for the Advancement of Science Human Rights dirigido por el Dr. Eric Stover. Esta colaboración se desarrollo como respuesta al pedido de ayuda de las “abuelas de la plaza dos de Mayo” 5 (Burns, 1998).

Tal iniciativa desplegada en 1986 por parte de Dr. Clayde Snow y el Dr. Eric Stover de buscar a los desaparecidos en Argentina durante 1974 y 1983, fue materializada, conformando en el proceso, el primer equipo forense de antropología en América Latina, integrado por jóvenes profesionales de la disciplina. La experiencia del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) fue muy importante, ya que se extendieron a otros países por mas de dos décadas de trabajo y en mas de 30 países de América Latina, África, Asia y Europa del Este. Actuando generalmente como consultores técnicos, monitores internacionales y/o peritos a pedido de organismos de derechos humanos, tribunales nacionales e internacionales, comisiones investigadoras especiales, tales como las llamadas comisiones de la verdad y cuerpos intergubernamentales, como las Naciones Unidas (Doretti & Fondebrider, 2004).

El interesante paradigma aplicativo de la antropología en general –hacia las ciencias forenses- propuesto por el Dr. Clyde C. Snow (Op.Cit) tal y como hoy se practica, es recogido actualmente por la asociación latinoamericana de antropología forense (ALAF) y practicada por los principales equipos constituidos después del Equipo Argentino Antropología Forense, como la Fundación de antropología Forense de Guatemala (FAFG), el Equipo Peruano de Antropología Forense (EPAF) y el equipo Colombiano Interdisciplinario de Trabajo Forense y Asistencia Psicosocial (EQUITAS), y, demás equipos no gubernamentales y estatales como el Equipo Forense Especializado (EFE) del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses del Ministerio Publico Peruano, que actualmente atiende el tema de los desaparecidos en el Perú.

Aproximaciones a un Breve Recuento de la Antropología Forense en el Perú

Esta disciplina es un campo bastante reciente en el Perú, practicada entre los últimos años. Permítanme, desarrollar un breve vistazo de la antropología como ciencia forense en nuestro país. Para esto, proponemos dos periodos: El primero se concentra básicamente desde los primeros años de la década de los 90 a finales del año 2000, cuando los médicos legistas eran consultados constantemente sobre como identificar restos humanos esqueletizados, principalmente antes de 1994. Básicamente, durante el análisis de cuerpos humanos recuperados de una fosa clandestina en Cieneguilla. Caso relacionado a los estudiantes desaparecidos de la Universidad La Cantuta (1993). En diferentes momentos, la Dra Judith Vivar y la Dra Hilda Vidal -durante este año- colaboraron con el Ministerio Publico en el esclarecimiento de las identidades de los universitarios desaparecidos. Posteriormente, las Doctoras H. Vidal y J. Vivar, coincidieron en recomendar al Instituto de Medicina legal, la inclusión de la antropología en este organismo de investigación forense. En efecto, a finales de 1993 y durante el año 1994, el Instituto de Medicina Legal decide incorporar y mantener dentro de sus servicios el aporte de la antropología forense, pero, a este tiempo sin tener claro aún, cual era la importancia y la magnitud aplicativa de la disciplina; del mismo modo el departamento de Criminalistica de la Policía Nacional del Perú, en el año 1997, que incluye también, este servicio.

Desde entonces, se desarrollo una Antropología Forense que intento atender diferentes casos, como el accidente aéreo de un avión de la compañía Fauccett en 1996 entre otros. Definitivamente, se desplegaron enormes esfuerzos por practicar esta nueva especialidad, pero, sin que existieran aún, procedimientos adecuados sobre la práctica y aplicación de estos conocimientos.

Posteriormente, desde fines del año 2000 en adelante, significó un cambio importante en el quehacer forense de la antropología, a consecuencias de los innumerables reportes de sitios clandestinos de enterramiento con restos humanos. Estos hallazgos fueron presentados de manera recurrente a través de los medios de comunicación e informes de entidades gubernamentales y no gubernamentales, como el reciente  trabajo de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR).

Este informe da cuenta que en las dos últimas décadas del siglo pasado, básicamente entre los años 1980 y 1996 se constituyo uno de los momentos más trágicos de la historia del Perú. El conflicto armado iniciado por el Partido Comunista del Perú Sendero Luminoso y la respuesta armada del estado arrojaron un saldo de decenas de miles de personas muertas, ...que supera ampliamente las cifras de perdidas humanas sufridas en la guerra por la independencia y la guerra con Chile... (VAIFCVR, 2004) y desaparecidos, además de numerosas personas sometidas a tortura, secuestros, detenciones ilegales y varias otras formas de violación de los derechos fundamentales.

La complejidad del conflicto armado interno, específicamente en relación con el problema de la desaparición forzada y de las ejecuciones extrajudiciales, así como el numero de victimas que genero, requiere de herramientas que permitan abordar la investigación antropológico forense desde diferentes ámbitos […] uno de los temas mas importantes es la exhumación e identificación de las victimas […] con fines tanto humanitarios como judiciales. La labor humanitaria es primordial y se desarrolla a través del hallazgo, la identificación y restitución de restos humanos a sus familiares. Esto facilita a las familiares el acceso a la documentación legal necesaria para resolver problemas de sucesión generados por la desaparición de los familiares. (VAIFCVR, 2004)
Como efecto a la demanda de estos casos y la enorme necesidad humanitaria de los familiares, de recuperar e identificar los cuerpos de sus parientes; así como la necesidad legal de esclarecer científicamente la causa de estas muertes, la antropología forense asumió un importante y decisivo rol para los familiares de las personas desaparecidas y en general para la sociedad peruana.

Prácticamente, como efecto a este problema, en febrero del año 2001, se funda el Equipo Peruano de Antropología Forense (EPAF), con las mismas intenciones por las que fue fundado el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF).  Esta iniciativa, se logró gracias a la invalorable experiencia de alguno de sus miembros, principalmente de José Pablo Baraybar quien activamente actuaba –desde los años 90- como experto independiente en la investigación de graves violaciones a los derechos humanos en Argentina, Haití, Guatemala, Etiopía, el Congo y como parte del Tribunal Penal Internacional para Ruanda y posteriormente en conjunto con el resto de sus integrantes como parte del Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia (Bosnia, Croacia, Kosovo).

La fundación del Epaf, significo un nuevo enfoque y dirección en la antropología forense peruana, […]”fundamentalmente [centrada] en la búsqueda de los desaparecidos y el apoyo a los familiares en su derecho a saber” […] (Cardozo et al., 2004). El Epaf conjuntamente con el Ministerio Publico y el Instituto de Medicina Legal, emprendieron la loable labor inicial, de atender los casos que venían reportándose. El caso Sillaqasa 6 (Chuschis - Ayacucho), fue y represento el punto de partida para encaminar las labores futuras de investigación, recuperación e identificación de cuerpos depositados en sitios clandestinos de entierro. Aunque, poco antes, se realizaron estudios antropológicos forenses, sobre la evidencia de los cuerpos de los integrantes del grupo subversivo MRTA, caídos durante la liberación de sus rehenes en la embajada de Japón. Estas investigaciones se desarrollaron con la finalidad de recolectar información que pruebe la ejecución extrajudicial por parte de los agentes del estado. Fundamentalmente, sobre la base de acuerdos y estándares técnico metodológicos de la bioantropología, aceptados y regulados por los tribunales internacionales para la intervención forense de este tipo de casos.

El mismo año de la intervención antropológico forense en Chuschis, -en Junio del 2002-, el Ministerio Público, la Comisión de la Verdad y Reconciliación, la Defensoría del Pueblo y la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, establecieron acuerdos para trabajar de manera coordinada en la investigación de fosas comunes, con el objetivo fundamental de contribuir al esclarecimiento de la verdad, la restitución de la dignidad de las víctimas y sus familiares y la promoción del acceso a la justicia. Este convenio de cooperación se firmo en el marco del compromiso asumido por el gobierno peruano de brindar todo su apoyo al trabajo que desarrollaría la Comisión de la Verdad y Reconciliación, a través de sus diversos organismos y ministerios. Este grupo de coordinación se denomino Plataforma conjunta de  trabajo para la investigación de fosas clandestinas en el Perú.

La plataforma conjunta tenía como objetivo principal planificar una estrategia que nos llevara a continuar con las investigaciones antropológico forenses, en el marco de los procedimientos y guías de derechos humanos, para el tratamiento de sitios clandestinos de entierro en el mundo. Es así que, en Julio del 2002, se realizo una visita de especialistas extranjeros 7 integrado por el Dr. Clyde C. Snow (USA), Mercedes Doretti (Argentina) e Isabel Reveco (Chile). La misión de estos especialistas era recomendar, entre otras cosas, a la plataforma conjunta, el establecimiento de un consejo técnico asesor, integrado por especialistas peruanos y extranjeros, que arbitraran en cuestiones técnicas la investigación forense de los desaparecidos en el Perú. Así como, la creación de un equipo forense unificado, compuesto por profesionales del Instituto de Medicina Legal y especialistas independientes, como el Equipo Peruano de Antropología Forense.

Los importantes acuerdos establecidos entre la plataforma conjunta de trabajo para la investigación de fosas clandestinas y la comisión de especialistas internacionales fue la de avanzar específicamente en la discusión de guías de investigación, así como de conformar el equipo forense unificado y la posterior planificación del conocido “Caso Totos” en el departamento de Ayacucho.

Entre agosto y septiembre del mismo año, se realizo una segunda visita de expertos forenses. El objetivo fundamental de esta segunda misión fue que tres expertos internacionales como Luis Fondebrider (EAAF); Mercedes Salado (FAFG) e Isabel Reveco, monitoreen y ayuden ha llevar a la práctica, los acuerdos alcanzados durante la primera misión de especialistas 8.

Por su parte, el equipo forense unificado de la plataforma conjunta de trabajo para la investigación de sitios clandestinos de entierro, fue coordinado por la Dra. Sonia Guillen 9, quien aunó esfuerzo planificando la conformación del equipo conjunto y la posterior intervención forense en el distrito de Totos. El equipo en mención, estuvo integrado por jóvenes profesionales, inicialmente involucrados y entrenados en la recuperación e investigación bioantropológica de los restos de la gente precolombina en The Bioanthropology Foundation – Perú “Centro Mallqui”; la participación de dos integrantes del Equipo Peruano de Antropología Forense; profesionales del Instituto de Medicina Legal y la participación comprometida de la antropóloga Forense Colombiana, Maria Ines Barreto. Asimismo, se incorporo la experiencia y apoyo invalorable, en calidad de monitores internacionales –aunque también se desenvolvieron como peritos oficiales- ha Luis Fondebrider (EAAF), Mercedes Salado (FAFG) e Isabel Reveco (Chile) que facilitaron la orientación forense.

Las tareas del equipo, tuvieron como objetivo principal la recuperación de restos humanos depositados en las fosas clandestinas del paraje Qarpaqasa y Sanqaypata, ubicadas en el distrito de Totos (Ayacucho), así como, la posterior identificación y la causa de muerte de los mismos. De igual manera, y con el mismo equipo, se investigo la “Masacre de Lucanamarca”. En este caso se encontraron fosas clandestinas individuales y colectivas, hallándose los restos de 69 personas, asesinadas el 3 de abril de 1983. esta Masacre, fue producto de una violenta incursión senderista en la provincia de Huancasancos y en el distrito de Lucanamarca, principalmente en las comunidades de Muylacruz, Llacchua, Ataccara y Yanaccollpa, ubicadas por encima de los 4,000 metros de altura.

Por otro lado, las investigaciones antropológicas forenses después de la presentación del informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) continuaron. Esta vez como encargo directo del Ministerio Publico. Paralelamente, existen algunas organizaciones no gubernamentales defensoras de los derechos humanos 10, que se encargan –entre otras cosas- de velar por el transparente y adecuado peritaje. En efecto, en la actualidad se presentan dos equipos forenses que colaboran con estos organismos defensores de los derechos humanos; el Centro Andino de Investigaciones Antropológico Forenses (CENIA) y El Equipo Peruano de Antropología Forense (EPAF), que trabajan como organismos no gubernamental. En cuanto, el Equipo Forense Especializado del Instituto de Medicina Legal (EFE), son los peritos oficiales constituido en el Marco del compromiso del Ministerio Publico para atender la impostergable necesidad de los familiares y en general de la sociedad peruana de recuperar e identificar los cuerpos de las personas desaparecidas en nuestro país.

Análogamente,–durante el mes de Junio de este año- un grupo de antropólogos, que activamente practican esta disciplina forense en nuestro país, han conformado la Asociación de Antropología Forense del Perú con la finalidad –entre otros objetivos- de integrar a los profesionales del área y desarrollar las perspectivas futuras de la antropología.

En atención a las necesidades humanitarias de los familiares de detenidos-desaparecidos; y, las necesidades legales de esclarecimiento de estas desapariciones, el Ministerio Publico ha desarrollado investigaciones en las fosas del sitio “El Salvador” en el Alto Huallaga, conocido como el caso los “Boteros de Aucayacu” en Tingo Maria; en el Paraje Sanqaypata y Wiqsomachay producto de las matanzas de la base contrasuversiva en Totos (Ayacucho); en el estudio de los restos humanos recuperados por el “Epaf” en Huamachuco, correspondiente al “Caso Curgos”; la matanza en Delta Pichanaki, en la provincia de Chanchamayo (Jauja) y recientemente las investigaciones forenses de los cuerpos depositados en las fosas clandestinas de Nacuay y San Cristobal en las alturas de Huanuco, entre otros casos que aun se investigan preliminarmente 11. Estas investigaciones han permitido, como en los casos anteriores, devolver cuerpos identificados a los familiares.

Finalmente, me gustaría mencionar brevemente que, la antropología forense en el Perú, ha atendido también – y aún continua-, los trabajos cotidianos y eventuales a consecuencia de diferentes fenómenos de violencia social, sucesos de transito, aéreos o simplemente tragedias individuales o colectivas. Desafortunadamente, estas tragedias provocan grandes pérdidas humanas que en lo normal, son difícilmente reconocibles a simple vista, por el grado de destrucción y conservación de los restos humanos. Como ejemplo, citamos el accidente aéreo del avión Fokker F-28 de la compañía TANS en Chachapoyas, o, el estudio de cuerpos carbonizados producto de los sucesos acaecidos en el incendio del centro comercial “Mesa Redonda”; asimismo, el estudio de cuerpos mutilados por la explosión de un coche bomba en el centro comercial “El Polo”, entre otras investigaciones. Estas investigaciones, tato en el orden de violencia política como en los últimamente citados, han permitidos encaminar “el cierre de un ciclo de incertidumbre y angustia, así como, una vida familiar profundamente perturbada, que comienza con la desaparición” (Fondebrider, 2002).

 

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1 Antropólogo del Instituto Peruano de Medicina Legal y Ciencias Forenses

2 Entiéndase como restos humanos, todo elemento, sea tejido óseo, tejido blandos: tendones, ligamentos, órganos y otros que componen la estructura humana.

3 Definida como el estudio de las enfermedades del pasado

4 Que incluyen cadáveres en estado de putrefacción

5 Un grupo de madres y abuelas de los desaparecidos en Argentina

6 En un articulo aparecido en la revista TIPSHE del departamento de humanidades de la UNFV. La antropóloga sociocultural Martè Sanches, advierte que no debería denominarse caso Sillaqasa, sino Huayrapuncu (ver Sanches, 2003)

7 Esta misión fue posible gracias al apoyo financiero de la Open Society, de los estados Unidos de América.

8 Encabezada por el Dr. Snow.

9 La Dra. Sonia Guillen, es directora del Centro Mallqui The Bioanthropology Foundation Peru. Esta organización es una entidad dedicada a la conservación, estudio y promoción de los recursos bioculturales del pasado, tales como momias, esqueletos, plantas, etc.

10 COMISEDH, APRODEH, etc

11 Como Sachapite (Huancavelica); Andamarca y Jauja (Junin); Apiza (Tingo Maria) y otros casos.

 


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